NOTAS
AL DIARIO DE LAS HERMANAS CASALON (XII)
Eduardo Pedro García Rodríguez
(Viene de la entrega anterior)
Había llegado el momento de poner en práctica el plan concebido para el
asalto a la plaza de Santa Cruz y cuyos últimos detalles había redactado
personalmente el pasado día 20. Para ultimar los preparativos del asalto Nelson
convoca en la cámara de su navío a los capitanes encargados de la operación
de desembarco, da las últimas disposiciones y encarga el mando de las fuerzas
de asalto al capitán Troubridge.
La primera fase de las operaciones no tienen el éxito previsto debido
tanto a las condiciones adversas del tiempo reinante que impidió que sus naves
ejecutaran las maniobras prevista, como al desconocimiento del terreno, que
motivó que las fuerzas de ocupación tomasen una colina situada a la derecha de
la prevista, dando tiempo a que el adversario se hiciera fuerte en las alturas
de la misma, y en cuya base estaba ubicado el fuerte de Paso Alto, objetivo
primordial del ataque.
Eliminado el factor sorpresa principal basa en el plan de ataque
y mediando entre ambos
contendientes un profundo y ancho valle que impedía un enfrentamiento formal
entre las tropas, el comandante de la expedición ordenó el reembarque de las
fuerzas, el cual e efectuó en el más perfecto orden, y sin que los defensores
canarios tuviesen conocimiento del mismo.
Ante lo infructuoso de la acción, Nelson con su navío se acerca a la
costa donde están ancladas las fragatas con las tropas que habían efectuado el
desembarco, a las seis de la mañana, da orden a éstas para que se reincorporen
al grueso de la escuadra. Una vez reagrupados los buques ordena poner rumbo
este, alejándose de la costa, más tarde ordena virar al sur, pasando frente a
la plaza de Santa Cruz sobre las tres de la tarde, con esta maniobra el
contralmirante pretendía hacer creer a los defensores que se disponía a
efectuar un desembarque por las playas del sur de la población, obligándoles
así desplazar tropas a las zonas amenazadas.
Concluida esta maniobra de distracción, Sir Horacio Nelson, dispuso que
la formación derivase al S.E. un cuarto con rumbo este manteniéndose en esta
posición toda la noche, y tomando las disposiciones precisas para llevar a cabo
el segundo ataque a la isla.
El espíritu firme, la fuerte convicción de sus idéales, y la bizarría
que animaban al contralmirante, no decayeron ante el contratiempo que supuso
para la empresa que se había propuesto. Nelson provisto ahora de una mejor
información sobre la verdadera capacidad defensiva del puerto de Santa Cruz,
asume personalmente el mando supremo de las fuerzas de desembarco, sabiendo de
antemano que se iba a encontrar con una férrea defensa por parte del pueblo de
Tenerife.
Algún presentimiento sobre los resultados de la lucha debió asaltar a
al contralmirante, ya que unas horas antes de la prevista para entrar en
combate, escribió una carta dirigida a su jefe el almirante Jervis cuyo
contenido es el siguiente:
“Teseus.-
Santa Cruz. 24 de Julio.-8 p.m.
“Mi querido Sr.: No entraré a examinar las causas por las cuales no
nos hemos apoderado de Santa Cruz. Su benevolencia le hará creer que se ha
hecho cuanto ha sido posible, aunque sin eficacia.
Esta noche, yo, humilde como soy, tomaré el mando
de todas las fuerzas destinadas a desembarcar bajo el fuego de las baterías
de la ciudad, y mañana probablemente será coronada mi cabeza o con
laureles o con cipreses.
Una sola recomendación tengo que hacer a V. Y a mi país: Josiah Nisbet.
Con mis más afectuosos deseos de que tenga V. Salud y toda clase de
felicidades en este mundo, créame su más fiel amigo.-Horacio Nelson.
Tengo confianza en que el duque de Clarence, si yo muero al servicio de
mi Rey y de mi Patria, tomará el más vivo interés por mi hijo político, cuyo
nombre dejo consignado.-
Sir
Juan Jervis K. Bth.”
Es evidente que por esta fecha, las relaciones de Nelson con su esposa ya
estaban deterioradas y ante la posibilidad de morir en el combate, todas sus
recomendaciones se centran en su hijastro, no mencionando a su esposa Frances
Woolward.
Madurado el plan de ataque, Nelson dispone que la flota soltase anclas en
el mismo paraje en que lo habían hecho las fragatas el día 22, desplazando a
la obusera y a una fragata de protección, para que hostigara al enemigo
abriendo fuego sobre la fortaleza de Paso Alto y sus alturas. Esperaba el
contraalmirante que con esta maniobra de distracción los defensores, desviarían
parte de sus fuerzas hacía la zona del castillo atacado, mientras, los navíos
aprestaban sus botes con las fuerzas de desembarco, para atacar a la plaza de
frente, en punto mejor fortificado, el muelle y la fortaleza principal.
A las dos de la mañana, Nelson se pone al frente de sus tropas y da la
orden de asalto, en su bote le acompaña el capitán Bowen, Freemantle y su
hijastro Nisbet, bogando con
pericia, los marineros consiguieron
vencer a la fuerte corriente y acercar la lancha al muelle el cual se encontraba
sometido al intenso fuego de los cañones
de las baterías y de fusilería de los parapetos y casas próximas a la playa.
Al intentar el contraalmirante desembarcar en el muelle, un trozo de
metralla le hiere en el brazo derecho a la altura del codo, cayendo a continuación
en el fondo de la lancha donde fue solícitamente socorrido por su hijastro y un
marinero, resultando también herido en un brazo el capitán Freenmantle.
Concluido el fracasado asalto a la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, con los
resultados conocidos, Nelson se reincorpora con su flota al grueso de la
escuadra de Sir Jonh Jervis que continuaba bloqueando el puerto de Cádiz.
Jervis dispone que Nelson se traslade a Londres, para que disfrute de un
merecido descanso y pueda reponerse de la mutilación sufrida, en este viaje le
acompañó su amigo y subordinado Freemantle, así mismo, herido en un brazo.
Como era habitual en el inquieto contraalmirante, el descanso fue breve,
pues al año siguiente, 1798, le vemos de nuevo en el servicio activo. Se le
encargó descubrir el motivo por el que la flota francesa se hallaba concentrada
en Tolón. Mientras efectuaban esta comisión explorando la costa, una tormenta
dispersó las naves de Nelson, coyuntura que aprovecharon los franceses para
zarpar antes de que los británicos pudieran reagruparse en la posición
prevista. Nelson descubrió que la
escuadra gala, compuesta de 17 buques al mando del vicealmirante François Paul
Brueys d`Aigailliers, había partido hacía el este para transportar las tropas
de Napoleón, que preparaban la invasión de Egipto, y siguió el mismo rumbo.
La flota francesa desembarcó en la bahía de Abukir a unos
A continuación Nelson se dirigió a Nápoles en apoyo de la familia real
que había sido expulsada por los franceses y gran parte del pueblo napolitano
partidario de la revolución francesa. Nelson desarrolló una brillante campaña
en favor de la familia real, que culminó con la restauración de la monarquía.
En 1800 Fernando I de Borbón, rey de las dos Cicilias, concede a Nelson el título
de duque de Bronte, en recompensa por los servicios prestados. Terminada esta
campaña regresa a Gran Bretaña, estancia que aprovecha para separarse
definitivamente de su esposa.
En
1881 es nombrado vicealmirante y destinado a las órdenes del almirante Parker,
cuando éste recibió el mando de la flota enviada al mar Báltico para obligar
a Dinamarca y Suecia a interrumpir su ayuda económica a Francia.
El almirante Sir Hyde Parker, es enviado con su flota a ocupar la ciudad
de Copenhague para establecer en ella una base desde la que poder llevar a cabo
operaciones contra Rusia. El segundo en el mando
de la escuadra es nuestro flamante vicealmirante Sir Horacio Nelson. Parker
descansando en la archiconocida capacidad táctica de Nelson, confía a éste
la elaboración de los planes de ataque a la ciudad y puerto, recayendo
así la responsabilidad de las operaciones sobre su persona. Nelson dirigió a
los doce navíos que estaban a sus órdenes a lo largo del estrecho de Lund,
utilizando su estrecho calado para franquear un canal que les mantenía fuera
del alcance de la artillería pesada danesa, que impedía el ataque por el Norte
de la ciudad.
Al día siguiente se acercó a la ciudad y se produjo la batalla. Al
principio el combate estuvo igualado, ya que ambas flotas se disparaban a corta
distancia. En un momento dado, el almirante Parker hizo señales a Nelson para
que se retirara; pero como éste se había puesto el catalejo en su ojo ciego,
no pudo ver la orden. A las dos horas y media de combate los daneses ya habían
perdido su buque insignia y los navíos de Nelson comenzaban a ganar posiciones,
los daneses aceptaron la oferta de rendición para evitar un mayor derramamiento
de sangre. Como premio a esta acción,
Nelson fue nombrado vizconde pocos meses después de la misma.
El
21 de octubre de 1805, será el año
en que Gran Bretaña se reafirmaría como la gran potencia marítima mundial,
paralelamente, comenzaría el declive de la marina española, de la que ya jamás
se recuperaría, todo ello como consecuencia de una de las mayores batallas
navales que jamás vieron los tiempos modernos. La batalla de Trafalgar, librada
entre una escuadra inglesa y otra franco-española, supuso como hemos dicho, el
dominio absoluto de los mares para Gran Bretaña, pero también, la pérdida de
uno de los más grandes marinos ingleses (y posiblemente del mundo) de todos los
tiempos. No es dado a todos los mortales el vivir como se quiere y morir como se
desea, pero con Sir Horacio Nelson las deidades no sólo hicieron una excepción,
pues vivió como quería -siendo
marino- y murió como deseaba -luchando por su patria- sino que además lo
dotaron de una inteligencia, valor, arrojo y capacidad,
fuera de lo común entre los hombres de su época, además tuvo la
oportunidad de poner estas cualidades al servicio de su patria, gracias a que en
la marina inglesa, las puertas por las que un hombre capacitado podía acceder a
poner sus cualidades al servicio de los suyos, no estaban guardadas por celosos
cancerberos del linaje y la alcurnia, como – lamentablemente- sucedía en
otras armadas donde los empleos eran dados y recibidos en función de supuestos
linajes y expedientes de limpieza sangre, sin que se entrara en valorar de
manera seria, la capacidad real de los individuos, para ejercer los mismos con
eficacia.
Como consecuencia de una serie
de hechos hostiles consumados por las fuerzas navales británicas sin que
aparentemente hubiese mediado ruptura de relaciones, y que culminaron con el
apresamiento por parte de los ingleses de cuatro fragatas españolas, el 5 de
Noviembre de 1804 se declaró el estado de guerra entre los reinos de España y
Gran Bretaña, pocos meses después el 5 de Enero de 1805, se firmaba en París
un convenio de campaña marítima entre el Embajador de España, general de la
armada, Federico Gravina, y el ministro de marina francés
vicealmirante Decrés. En virtud de dicho tratado España se comprometía
a aportar por lo menos 25 navíos de línea (12 en Cádiz, 7 en el Ferrol y 6 en
Cartagena) los cuales debían hacerse a la mar a finales de Marzo siguiente e ir
a reforzar a las fuerzas navales francesas.
Napoleón
estaba ultimando los planes para la invasión de Inglaterra, a cuyo efecto
concentraba en Boulogne 160.000 hombres de tropas escogidas y varios miles de
embarcaciones de transporte. Las fuerzas navales francesas, a las que pronto
deberían unirse los buques españoles consistían (aparte de la enorme masa de
la flota de desembarco, unas 2.200 unidades entre lanchas cañoneras y naves de
transporte de la más diversa tipología, todas al mando del almirante Bruix) en
21 navíos de línea, fondeados en Brest, al mando de Gantheaume; 12 en Tolón,
al de Villeneuve, y las divisiones de Missiessy (6 navíos) en Rochefort, y de
Gourdon (5 navíos) en el Ferrol, puertos todos que estaban bloqueados por
diferentes escuadras inglesas.
Los franceses, barajaban varios planes tendentes a alejar de las costas
francesas y españolas a las flotas que bloqueaban los puertos. Napoleón y su
ministro de marina Decrés se decidieron por una maniobra de distracción
consistente en que la escuadra aliada pusiese rumbos a las Antillas arrastrando
tras de sí a la escuadra británica, la cual de esta manera dejarían de
bloquear los puertos de la liga franco-española, y en una rápida maniobra debía
regresar y tomar posiciones en el canal de la Mancha, lo que permitiría llevar
a cabo el desembarco en Inglaterra, con la flota inglesa alejada.
El jefe de la escuadra Villeneuve recibió instrucciones en tal sentido,
partió de Tolón el 17 de Enero de 1805; regresando el 20 obligado por el mal
tiempo. Ya la división de Rochefort al mando de Missiesys había logrado burlar
el bloqueo británico y esperaba a la flota de Villeneuve en las Antillas, pues
una de las alternativas del plan de Napoleón y Decrés era que, en caso de que
las escuadras inglesas no fuesen en persecución de la aliada éstas debían
reunirse en los mares americanos y
regresar después en una imponente masa de 55 o 60 navíos de línea para abrir
paso al ejercito de invasión. Pero tanto Villeneuve como Gantheaume se vieron
precisados a retrasar su salida a causa del mal tiempo, no obstante el primero a
salir de Tolón el 29 de Marzo, al frente de once navíos de línea y seis
fragatas, debiendo sumar a su escuadra las unidades españolas que estuviesen
dispuestas en Cartagena y Cádiz, poniendo rumbo a las Antillas para unirse allí
con las flotas de Gantheaume y Missiessy lo que compondría una flota de unos
sesenta navíos.
Mientras tanto Nelson al frente de la escuadra del Mediterráneo
compuesta de once navíos, esperaba a las fuerzas de Villeneuve cruzando entre
el sur de Cerdeña y la costa africana, pues en los medios oficiales británicos
se creía que los preparativos que se estaban llevando a cabo en Tolón estaban
destinado a una nueva invasión de Egipto. Villeneuve, aprovechando este error
(hábilmente infundido por Napoleón) puso rumbo a la costa levantina española,
llegando el día
Nelson no tuvo conocimiento de las intenciones de Villeneuve hasta el día
11 de abril, un día después de la partida de éste de Cádiz, una vez conocida
la situación de éste lanzó a sus navíos en estéril persecución del mismo,
pasando el estrecho de Gibraltar con dificultades por causa de los vientos
contrarios que le obligaron a fondear en la bahía portuguesa de Lagos el 10 de
Mayo. Tres días después llegaba Villeneuve a la Martinica, donde se incorporó
a su escuadra el buque español retrasado, pero no halló la división de seis
que al mando del contraalmirante Missiessy, había llegado a aquellos mares,
procedente de Rochefort, como ya se dijo, y que cansados de esperar inútilmente
a Villeneuve, regresaron a su fondeadero de origen. Esta decisión de Rochefort
supuso un importante fallo en el dispositivo aliado, y otro lo haría bien
pronto al no poder darse a la vela hacía las Indias Occidentales, donde debía
reunirse con la escuadra de Villeneuve, la flota de Brest al mando de
Gantheaume, como consecuencia de los malos vientos reinantes contrarios, además
de las dificultades añadidas del bloqueo mantenido por la escuadra del
vicealmirante Cornwallis.
Además Nelson, que advirtió certeramente, el destino de la escuadra de
Villeneuve, le seguía la estela a través del Atlántico, (aguas donde el
contraalmirante había realizado sus primeras proezas juveniles) en su busca, y
el 4 llegó a Barbados.
Villeneuve, que reunía ya 20 navíos de línea y siete fragatas, con una
división que se le había incorporado, procedente de puertos franceses al mando
del contraalmirante Magon, conociendo la proximidad de una fuerza que le buscaba
(tal como habían previsto Napoleón y Decrés), el día cinco (al día
siguiente de la llegada de Nelson a Barbados) partió con rumbo a las Azores.
Nelson después de varios días recorriendo aquellos mares sin encontrar al
adversario y convencido del regreso
del mismo, inició su seguimiento,
después de reforzar su escuadra con la división del contraalmirante Cochrane,
con lo que sus fuerzas se elevaron a catorce buques.
Villeneuve, avista las Azores el 30 de julio, deteniéndose allí un par
de días. Fracasada la concentración naval en las Indias Occidentales, las
nuevas instrucciones del emperador que le habían sido comunicadas por un aviso,
fue que se dirigiese al Ferrol, sumando a sus fuerzas de veinte navíos los
quince aliados que allí fondeaban, los cuales eran diez, españoles de la
división de Grandallana, y cinco franceses al mando de Gourden, debiendo
navegar después hasta Brest con las treinta y cinco unidades reunidas para
agregarse a la escuadra de Gantheaume, componiendo así una fuerza de treinta y
seis navíos, que daría la supremacía a los aliados, posibilitándoles el
desembarco, ya que los ingleses no podían en aquellos momentos oponer una
armada semejante, por hallarse ausente varias de sus escuadras.
Pero Villeneuve, que demostró ser un jefe irresoluto, careciendo de los
arrestos necesarios para tan grande empresa como se verá, supuso un
contratiempo en los planes de su emperador. Nelson a cuya sagacidad no se le
escapó las intenciones del enemigo, había enviado a Inglaterra a su más rápida
fragata anunciando el regreso de la
escuadra de Villeneuve, y la nave se adelantó tanto que dio tiempo a que el
almirantazgo británico ordenara inmediatamente al vicealmirante Corwallis
dirigir hacía el Suroeste parte de su escuadra, la cual debía ponerse a las
ordenes del vicealmirante Calder, que bloqueaba el Ferrol. Recibido los
refuerzos y las ordenes oportunas, Calder cruzó el paralelo del cabo Finisterre
para interceptar el paso de la escuadra aliada que se esperaba. El 22 de julio
se produjo el encuentro de ambas fuerzas, librándose la batalla de Finisterre,
en la que la flota aliada perdió dos buques españoles apresados por los
ingleses y cuatro resultaron averiados, dos españoles y dos franceses.
Después de este encuentro la escuadra aliada fondeó en
El Ferrol, las fuerzas de Villeneuve quedaron reducidas a catorce naves;
pero con los quince navíos que le esperaban en el puerto se encontraba al
frente de una escuadra de veintinueve unidades de línea. Además era esperada
una división compuesta por cinco navíos y tres fragatas franceses, que venían
al mando del contralmirante Alleman, que había logrado romper el bloqueo de
Rochefort y navegaba hacía el Sur
para integrarse en la flota aliada. Calder, entretanto
había arrumbado al canal de la Mancha, para poner a salvo sus presas y
reparar sus propios buques, y no volvió a presentarse ante El Ferrol hasta el 9
de agosto, con sólo diez navíos, y al ver la flota aliada compuesta de
veintinueve optó por retirarse hacía el Norte, para unirse a la escuadra de
Cornwallis.
Nelson, ya de retorno, había alcanzado Gibraltar el 18 de julio, y con
el dinamismo que en él era habitual se hizo de nuevo a la vela remontando
la costa portuguesa, luchando contra un tiempo desfavorable, uniéndose a
las fuerzas Cornwallis y Calder el 15 de Agosto, en el canal de la Mancha. La
irresolución de Villeneuve le impidió tomar las medidas adecuadas para situar
su escuadra en el canal antes de que lo hiciera la enemiga, incorporándose a la
división de Alleman en el camino para unirse luego a Gantheaume en Brest, cosa
que todavía le cabía intentar, aún con mayores riesgos, dando con ello
cumplimiento a los continuos mensajes que en tal sentido le dirigía Napoleón;
pero el gran temor ante las fuerzas enemigas reunidas en el canal, a las que
daba mayor importancia de la que realmente tenían, además la mitad de las
naves francesas y españolas precisaban ser carenadas y provistas de
bastimentos, lo cual no era posible lograr en El Ferrol, cuyo arsenal carecía
de medios suficientes para tal número de unidades, por ello Villeneuve tomó la
determinación de zarpar para Cádiz que era el mejor arsenal de la marina española,
la escuadra aliada fondeó el 19 de Agosto, no sin antes haber ahuyentado a tres
navíos ingleses que bloqueaban el puerto, y que estaban al mando del
contraalmirante Collingwood.
Aquella decisión del almirante francés colmó la paciencia del
emperador, pero aunque decidido a
relevarle del mando por las reiteradas muestras de incapacidad dadas, Napoleón
ordenó al almirante Villeneuve salir de Cádiz con rumbo a Cartagena para
incorporarse a la escuadra de Salcedo, compuesta ésta por ocho navíos, limpiar
de naves inglesas el Mediterráneo, y a continuación efectuar un
desembarco en Nápoles y, finalmente fondear en Tolón con toda la escuadra,
mientras tanto los ingleses habían restablecido el bloqueo del puerto de Cádiz
Al vicealmirante Colliwood se le unió las fuerzas del contralmirante Bickerton
que constaban de cuatro buques, llegados el 22 de agosto, y el 30 lo hizo el
vicealmirante Calder con su escuadra de diecinueve navíos con lo que las
fuerzas de Colliwood se elevaban a 26 naves. Finalmente, el 29 de septiembre, se
incorporaba con tres navíos el vicealmirante Sir Horacio Nelson designado
comandante en jefe de la escuadra del Mediterráneo, quien tomó el mando
supremo, disponiendo de unas fuerzas compuestas por 27 navíos de línea. (pues
los de Calder y Bickerton marcharon, a Inglaterra con dichos jefes)
Mientras tanto, Gravina había logrado elevar a quince el número de los
barcos españoles de la escuadra, alistando el Santa
Ana y el Rayo, ambos de tres puentes, y el San Justo, de 74 cañones. El 6 de octubre, Gravina recibe ordenes
de Villeneuve, de levar anclas, y el 7 se dispusieron los buques para la salida;
pero el almirante francés cambió de parecer y el 8 propuso celebrar consejo de
mandos. Asistieron a él por parte de los españoles, los tenientes generales
Gravina y Álava, los jefes de escuadra Escaño y Cisneros y los Brigadieres
Churruca y Alcalá Galiano, y, los franceses Villeneuve, los contralmirantes
Dumanoir y Magon y varios capitanes. Gravina hizo resaltar la nueva táctica que
empleaban los ingleses, y propuso crear una escuadra de observación o reserva
que se mantuviera siempre a barlovento, a fin de apoyar aquella parte atacada o
envuelta por el enemigo. En cambio, Villeneuve era
partidario de seguir la táctica consagrada de la formación en línea, sin
proponer ninguna otra iniciativa, aunque consintió en formar la escuadra de
reserva, así como intercalar los navíos españoles entre los franceses, tal
como había pedido Gravina, a fin de
evitar que ocurriera otra vez lo de Finisterre. En que el mayor peso de la acción
la soportaron los barcos españoles.
Pasaban los días y Villeneuve continuaba indeciso, actitud que terminó
por colmar la paciencia de Napoleón, quien dispuso que el vicealmirante Rosily
sustituyera en el mando de la armada combinada a Villeneuve. Había llegado ya a
Madrid el nuevo jefe, cuando informado de ello Villeneuve, trocó su habitual
apatía e indecisión por un súbito y firme deseo de combatir a los ingleses a
todo trance, deseoso de demostrar al emperador que aún servía para mandar una
escuadra. El día 18 informó a Gravina que había decidido hacerse a la mar a
la jornada siguiente, preguntándole si estaban los buques españoles preparados
para ello, a lo que Gravina contestó afirmativamente.
Se dispuso la formación de las dos escuadras siguientes: primera, la de
batalla integrada por 21 navíos, de tres divisiones de a 7 unidades,
(vanguardia, al mando del general Álava; centro dirigida por el propio
Villeneuve, y retaguardia, mandada por el contralmirante Dumanoir), y la segunda
de reserva u observación, a las ordenes de Gravina, compuesta de 12 navíos
(seis españoles y otros tantos franceses) la fuerza naval de la armada
combinada era pues, 33 navíos de línea, dieciocho franceses todos ellos de dos
puentes, uno de 84 cañones, tres de 80, y catorce de 74, y 15. De estos uno el Santísima
Trinidad, de cuatro puentes y 136 cañones era a la sazón el mayor navío
de guerra y único de su clase en el mundo; seguían tres buques de tres
puentes, soberbias unidades de 120, 118 y 100 cañones, unce de dos puentes, uno
de 92 cañones, tres de 80, uno de 76 y seis de 74, con lo que la flota
combinada sumaba un total de 2.686 piezas, cifra a la que había de unirse la
correspondiente a cinco fragatas y dos bergantines, todos ellos franceses.
Mientras la escuadra francoespañola se disponía a zarpar, Nelson
forjaba su plan. Disponía solamente de 27 navíos con los que hacer frente a
los treinta y tres enemigo, y no descartaba la posibilidad de que se uniera a
los aliados otras dos escuadras: la de Alleman, sustraída de la vigilancia de
la inglesa de Strachan, y la de Salcedo, que estaba fondeada en Cartagena, con
lo que Villeneuve se vería así al frente de cuarenta y seis navíos de línea.
Aunque a su ves, tuviera él la posibilidad de sumar a la suya las escuadras de
Strachan y la del contralmirante Knight, que bloqueaba a Cartagena, sólo llegaría
a reunir cuarenta navíos.
El 9 de octubre, Nelson dio a conocer a sus capitanes un memorando en el
que señalaba que si llegara a contar con tales fuerzas, no formarían en línea,
sino en dos columnas paralelas de a dieciséis navíos, apoyadas por otra
volante de ocho constituida por los más veleros de la armada, con la que podría
reforzar rápidamente cualquiera de las dos columnas mayores. Éstas deberían
cortar la línea enemiga por dos sitios distintos y envolver y aniquilar parte
de ella.
Villaneuve decidió salir del
puerto de Cádiz, el 19, al haber saltado el viento de Levante, favorable para
dejar la bahía; pero estando en plena maniobra volvió la calma, por que hubo
de esperar al día siguiente, en que refrescó el viento y toda la flota aliada
pudo ponerse en franquía. Ya fuera del fondeadero, roló el viento al Sudeste,
aumentando de fuerza, lo que obligó a la flota a reducir velamen. La armada
debió haber navegado formada en cinco columnas paralelas; pero tanto por las
continuas variaciones del viento como dada la falta de entrenamiento de las
tripulaciones de algunos navíos, la formación marchaba de forma muy irregular.
Nelson supo de la salida de los aliados el mismo día 19, y la escuadra
británica pasó la noche del 19 al 20 navegando. El 20 continuó la búsqueda
de los hispano-franceses, avistándoseles poco antes del medio día, Villeneuve
también divisó al enemigo, ordenando a Gravina que incorporara su escuadra a
la principal y formaran ambas en línea de batalla por la banda de estribor,
transcurriendo así la noche.
Al amanecer del 21 de octubre, ambas escuadras estaban a la vista. La
británica comprendía 27 navíos de línea, de ellos 7 magníficos tres
puentes, tres de 100 cañones y cuatro de 98, 20 de dos puentes, uno de 80 cañones
y dieciséis de 74, más tres de 64, haciendo un total de 2.246 bocas de fuego,
cifra inferior a la que reunía la armada franco-española, si bien quedaba
compensada en parte la diferencia por un mayor calibre de las piezas en general.
Además los navíos ingleses portaban mayor número que las unidades de los
aliados, así como una mayor cantidad de corronadas u obuses de cubierta, piezas
éstas muy eficaces en la lucha a corta distancia. Y, por otra parte era
incontestable su superioridad en
mandos y dotaciones. Además, los buques ingleses eran mucho más maniobrables
que los de los aliados, y sus dotaciones mucho más disciplinadas y expertas.
Hacía las ocho, Villeneuve ordenó virar por redondo a todos sus navíos a la
ves, con lo se invirtió el orden de la formación, quedando la flota proa al
Norte, amura de babor pasando la retaguardia a formar la vanguardia, y
viceversa; pero tal evolución de por sí difícil de ejecutar con una línea de
navíos tan numerosa, resultaba aún más ardua en las condiciones en que la
llevó a efecto Villeneuve, con fuerte marejada de fondo y viento variable.
Por ello la nueva formación distaba mucho de ser homogénea pues aparecía
como una línea curva irregular de unas cinco millas de longitud, con varios
claros o huecos, uno de ellos muy amplio que prácticamente dividía en dos a la
armada, producidos por el hecho de haberse sotaventeado unos diez navíos
durante la maniobra, con lo que formaban una especie de segunda línea que
doblaba a la primera en varios puntos.
La formación resultante fue la siguiente, de Norte a Sur: Neptune
de 80 cañone, Scipion, de 74; Intrepide, de 74; Rayo, de
tres puentes 100 cañones, Formidable,
de 80(insignia del contralmirante Dumanoir, jefe de la vanguardia), Duguay
Trouin, Mont Blanc y San Francisco de
Asis, los tres de 74; San Agustín,
de 80; Héros, 74; Santísima
Trinidad, de cuatro puentes, de 136; Bucentaure,
de 80(insignia de Villeneuve; Redoutable,
de 74, navíos estos tres últimos que se hallaban apelotonados entre sí sin
guardar la debida alineación, y a sotavento de ellos se hallaba el Neptune,
de 84 cañones. Detrás del Redoutable,
quedaba un amplio hueco de media milla, pues los tres navíos que debían
haberlo cerrado, San Leandro de 74 cañones;
San Justo, de 76, e Indomptable, 80, se habían sotoventeado hacía el Sudeste, con lo
que la flota coaligada quedaba partida en dos, se ha dicho, catorce navíos al
norte, con Villeneuve, y diecinueve al Sur, con Gravina. El navío de cabeza de
este segundo grupo que se mantenía en línea el gran tres puentes Santa
Ana, insignia del general Álava, que mandaba el centro, seguido del Fougueux,
Monarca, Pluton, Algésira, Bahamas,
Aigle, Swiftsure y Argonauta,
todos de 74 cañones, y algunos de ellos también a sotavento. Finalmente, seguían
el Montañés, de 80 cañones, y el Argonauta,
de 92, ambos sotaventeados, el Berwick,
San Juan Nepomuceno, San
Idelfonso y Achile, todos de 74 cañones
y el último sotaventeado y doblando al San Idelfonso.
Cerraba la línea el gran tres puentes Príncipe
de Asturias, de 118 cañones, insignia del general Gravina. Como se ve había
en la armada combinada dos navíos con idéntico nombre, uno galo y otro español.
10, Nelson dispuso sus fuerzas formando dos columnas de ataque paralelas.
La situada más al Norte, compuesta de doce navíos, la mandaba él mismo, en
tanto que la segunda a sotavento y al Sur de la anterior, compresiva de quince
buques, era conducida por el vicealmirante Collingwood. Ambas se dirigían
contra la armada coaligada algo oblicuamente en relación con el amplísimo
ángulo obtuso que ésta formaba. La columna de Nelson debía cortar la línea
aliada algo más arriba del centro, teniendo por misión impedir que la
vanguardia acudiera en socorro de la retaguardia enemiga, a la que la columna de
Collingwood, más numerosa que la de Nelson, habría de envolver y aniquilar
atacando de manera gradual de Norte a Sur, a favor del viento, a los navíos que
la componían, lo que supondría momentánea superioridad local que haría
posible vencerlos sucesivamente en forma parecida a lo acaecido en la batalla de
Abukir.
Diciembre
de 2011.
Ilustración:
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