Eduardo Pedro García Rodríguez
LA
HANTY
La saga de la familia La
Hanty en las islas comienza con Roberto de La Hanty Tierney, quien se instala en
la isla de Tenerife en 1728, era hijo de Willian de La Hanty y de Eleonor
Tierney, nació en Carric, Munster – Tipperary– Irlanda. En 10 de enero de
1740 casó en la iglesia de Concepción de Santa Cruz, con doña Elisabeth
Macarty Quinland, el matrimonio tuvo dos hijos: Francisco y Bernardo. En 1745
tomó la nacionalidad española castellanizando su nombre como Roberto.
Siguiendo los usos y costumbres de su tiempo que obligaba a aparentar
socialmente con alguna sonada aportación en beneficio del clero, en 1745 paga
el costo de una imagen de San Patricio, para el convento franciscano de Santa
Cruz de Tenerife, también contribuyó al inicio de las obras del primer muelle
de Santa Cruz aportando la cantidad de 100 pesos. En 1755 se hace con el empleo
de Teniente Coronel de Regimiento de Forasteros y dando una prueba más de su
poder adquisitivo posteriormente alcanzó el empleo de Coronel. La inquisición
española en Canarias que miraba con lupa a los europeo del norte por muy católicos
que estos se dijesen, aunque en opinión de don Agustín Millares Torres “...En
general podemos afirmar, que (los procesos) todos se dirigían a destruir el
germen inoculado por los protestantes y filósofos, a penitenciar a alguna
lugareña, que de buena fe creía en las oración a Santa Marta, en el mal de
ojos, y en los zahoríes, y en castigar a algún bígamo o mal entretenido galán,
aunque sin que la corrección alcanzase a los ricos y poderosos, a quienes se
miraba con paternal indulgencia.”. En 1757 inicio proceso a de La
Hanty por “proposiciones”, éste aplicando el dicho de que, si no puedes
con tu enemigo únete a él, se hizo con los empleos de alguacil mayor y
familiar del santo oficio, con lo que suponemos pudo continuar desarrollando sus
actividades tendente a afianzar su posición en la sociedad isleña. En 1757,
por Real Decreto del 20 diciembre accede al empleo de Regidor perpetuo, y como
tal recibido en Cabildo el 18 de febrero de 1758. Castellano del castillo
principal de San Cristóbal por disposición directa del Comandante General don
Juan de Urbina en 1761. Falleció en su hacienda de Geneto, el 23 de febrero de
1762 siendo enterrado al día siguiente en la Parroquia de La Concepción de, en
la capilla de Carmen.
Roberto de La Hanty Macarti ocupó los cargos de procurador y síndico
personero del lugar y puerto de Santa Cruz, Tfe. Coronel del Rto. De Milicias de
Forasteros de Canarias y sustituyó a
su padre en el cargo de Regidor del Cabildo en 1766. Nicolás de La Hanty lo es
Diputado en el puerto de La Cruz en el año 1772, donde tuvo parte activa en la
vida política local. En fecha 8 de marzo de 1772 por Real Provisión de la
Audiencia se priva a don Miguel de Vera de la Alcaldía, la cual ejerció hasta
el día 24 de dicho mes, la destitución fue debida a las quejas presentadas por
los Diputados La Hanty y su correligionario Blanco. El capitán don José de La
Hanty fue comisionado para escoltar a España al deportado comandante general
Marques de la Casa-Cagigal, individuo de nefasta memoria en las islas.
En San José de Uruguay encontramos a otro descendiente de Roberto, José
de La Hanty, nacido en 1825, fue secretario de obras públicas de Uruguay en
1878, director del diario El Salteño y secretario de la masonería
uruguaya.
Es probable que don Roberto de La Hanty fuese masón según se desprende
de un pasaje del “Diario”, en el que las señoritas Casalón relatan las
vivencias de un día pasado en una hacienda de Geneto, éstas resaltan el
detalle de que, llegada la hora de la cena se les prohibió la asistencia a la
misma a las mujeres estando la mesa constituida sólo por hombres entre los
cuales se encontraban algunos conocidos masones.
(6)
EL INTENDENTE BALMACEDA
El Intendente Balmaceda era un hombre de recio carácter, el cual le llevó
en diversas ocasiones a enfrentarse al Capitán General de la colonia, el
Brigadier Isidoro Uriarte, quien ostentó el mando supremo en Canarias desde
Uriarte había sido comisionado por el gobierno español para restablecer
en Canarias el sistema absolutista,
con este fin desembarca en Santa Cruz de Tenerife el 2 Noviembre de 1823, siendo
recibido por el general Polo el 5 del
mismos mes, quien entregó el mando no sin cierta resistencia ante las dudas que
existían en las islas sobre
la situación real de la política en el Estado español. Era hombre de
avanzada edad y «de poco abultado expediente». Y «apocado en recursos», según
recoge Francisco M. De León en su obra “Historia de Canarias”. Durante el
mando de Uriarte, el verdadero gobierno de las islas estuvo en manos de su hijo
a quien nombró secretario General de la Comandancia, y de Fernando Valignani,
ayudante del General, ambos reconocidos absolutistas quienes dejaron triste
memoria del poder despóticamente ejercido en las islas
especialmente éste último, en las islas del Hierro y
la de la Palma.
Retomemos la figura de don Fermín Martín de Balmaseda, fue este
personaje en los comienzos de su carrera un oscuro empleado
subalterno de las oficinas de puertas en Madrid, quien supo tomar partido
a tiempo como furibundo absolutista, adhiriéndose a la causa realista, consiguió
ir ganándose la confianza de sus superiores lo que le permitió ir medrando
conforme se iba afianzando el sistema absolutista. Durante la Regencia de Urgel,
llegó a ocupar empleos de cierta consideración desempeñando incluso una misión
de cierta delicadeza en Francia, a donde fue comisionado.
Llegó pues Balmaseda a Tenerife en Junio de 1824, dejando ver desde un
principio su carácter impregnado de un espíritu absolutista, y haciendo gala
de la altivez propia de los empleados que nos remite la metrópoli, no obstante,
estaba dotado de convicciones más firmes y una mayor inteligencia en sus
funciones que su antecesor Les.
Una visión aproximada de la ingente legión de funcionarios con que
siempre nos han “obsequiado” los diferentes gobiernos del estado español,
nos la proporciona el viajero inglés A.B. Ellis, quien en su obra ya citada nos
dice: “Verdaderamente, Santa Cruz está plagada de oficiales del gobierno,
que siempre pueden ser reconocidos por su arrogancia y por el hecho de que la
legión de mendigos que existen en la ciudad nunca les piden limosna”. En
el censo de población de Santa Cruz de Tenerife de 1821, destaca como dato
significativo que, de un total de 6.148 habitantes con que contaba la población,
764 son militares, además de los empleados civiles y clero foráneos.
Dotado también de un carácter austero, inició sus funciones de
Intendente General rebajando ligeramente el canon que se pagaba para las
haciendas locales y, paralelamente, aumentando los ingresos de la corona al
restablecer en el país la implantación del papel sellado, carga ésta de la
que estaban exentas las islas. Con esta imposición Balmaseda no sólo se excedió
en sus funciones, sino que además hizo aflorar el espíritu de virrey que todo
funcionario de la metrópoli en las islas lleva dentro de sí, en esta ocasión,
el intendente pasó olímpicamente
de la real orden -aún vigente- de 14 de Noviembre de 1823, que prohibía
imponer bajo ningún pretexto contribuciones ni empréstitos a los pueblos; pero
al intendente de Canarias, le movía el interés de seguir trepando, por ello
desoyó las quejas de los ayuntamientos y corporaciones, confiando en sus
anteriores servicios y en su realismo, despreció a las instituciones del país
y pasando por encima de las leyes programáticas que prohibían expresamente el
sellado de papel en Canarias, creando una imposición que abría de ser harto
gravosa para un pueblo empobrecido y extenuado como
el canario.
El intendente Balmaseda en sus ansias de poder, no contento con dominar
al país económicamente mediante toda una serie de imposiciones arbitrarias,
para dar rienda suelta a su desmedida ambición, concibe un proyecto con el que
pretendió dominar al país políticamente, combatiendo abiertamente a los
portadores de ideas liberales y trabajando denodadamente a favor del más
exacerbado absolutismo, pero no contento con esto, pretende emular a la “Santa
Inquisición”, y para ello dedica grandes esfuerzos y recursos en crear una
sociedad secreta cuyo fin primordial era mantener el entronizamiento de las
ideas y el sistema proyectado allá en las sombras del misterio por la corte
Romana, esta sociedad dependería o estaría afiliada a otras similares que ya
existían en España, las cuales estaban encargadas de preparar el terreno para
el desarrollo de los traumáticos sucesos que tuvieron lugar posteriormente;
Balmaseda nutrió su sociedad con una buen número de eclesiásticos y bastantes
oficiales realistas, con quienes mantenía una extensa correspondencia, siendo
uno de los corresponsales de Balmaseda en España el canónigo Baltasar Calvo;
personaje tachado como sanguinario, autor e inductor de numerosos crímenes y,
se presume que preparaban un cambio radical en las estructuras sociales
de las islas, desposeyéndolas de lo poco que de liberal aún quedaba en ellas.
LA LEVA DE BARRADAS
Las verdaderas causas del enfrentamiento entre el intendente don Fermín
Martín de Balmaseda y el general Uriarte, estuvieron motivadas por el
levantamiento de un batallón expedicionario de “voluntarios leales
Canarios” y que debía contar de unos dos mil hombres de armas.
La corona española, en su habitual ceguera política, no quiere aceptar
el hecho consumado de la emancipación de las colonias americanas y, prepara la
reconquista de los territorios perdidos, por tanto cuantos proyectos tendentes a
dicho fin le son presentados tienen buena acogida, por ello, no desestiman al
igual que sus antecesores los reyes católicos, aceptar ofertas de aventureros,
facinerosos y “corsarios sin navíos” o piratas de tierra adentro de cuantas
ofertas tendiesen a este fin.
Uno de estos bandidos sin escrúpulos lo fue sin duda alguna, el
portuense don Isidro Barradas Martínez, quien obviando los nulos resultados
obtenidos por la corona en su intento de levantar un batallón de voluntarios en
Canarias, por real orden de 27 de Febrero de 1824 con destino a las colonias
americanas y, al que solamente se alistaron algunos empleados públicos de Santa
Cruz, con objeto de no perder sus empleos y tratar de medrar dentro de la caótica
situación en se encontraban las ex colonias, cuatro personas en La Laguna y
solamente una en La Orotava, sin que en los demás pueblos de la isla se
alistase persona alguna, por lo cual la milicia realista jamás llegó a
establecerse en Canarias.
A pesar de los malos resultados de este intento de recluta, don Isidro
Barradas se desplaza a Madrid y ofrece al rey Fernando VII reclutar un batallón
de expedicionario de “voluntarios leales Canarios” su majestad aceptó
encantado la iniciativa y a pesar de que se pidieron informes sobre el
particular, con fecha 8 de Marzo de 1824, Barradas debía contar con algún
contacto influyente en la corte, pues no se esperó a que los informes fuesen
concluidos y con fecha 15 de Abril, se resolvió por real orden que se reclutase
un batallón expedicionario en Canarias, quedando dicho batallón bajo las
ordenes de su promotor Isidro Barradas Martínez.
Poco tiempo después desembarca en Santa Cruz, Barradas acompañado de
algunos oficiales, furibundos realistas. El general Uriarte prestó el máximo
apoyo y amparo posibles. Comenzó de inmediato la recluta pero los voluntarios
que se presentaron distaban mucho de los necesarios para cumplir con los fines
que se había propuesto el Brigadier Barradas, siendo los alcaldes de los
pueblos los primeros en rehuir colaborar con el proyecto de Barradas y compañía,
siendo uno de los alcaldes más destacados en su oposición el del Puerto de la
Cruz don Francisco de Arroyo, éste hizo frente de manera razonada y firme a los
requerimientos del general Uriarte para que, por sorteo destinase hombres para
la recluta que se efectuaba en Santa Cruz, también se ordenara requisar las
armas propiedad de los civiles, posiblemente para pertrechar con estas a los
soldados del futuro batallón. En este intento quedó demostrado que los
canarios no estaban dispuestos a ser reclutados ni eran tan “leales” a la
corona como presumía el promotor.
Ante el fracaso de la recluta voluntaria, los organizadores idean una
trama para capturar a los hombres necesarios para sus proyectos, para ello
organizan una leva de vagos (antecesora de otra creada bastantes años después
por la dictadura franquista) con lo que se abrió una amplia puerta para hacer víctima
al pueblo una vez más de las injusticias y fraudes ideados por los poderosos.
Aún con esto no fue suficiente para completar el batallón, por lo que
se procedió a extraer milicianos mediante sorteos entre los regimientos de
milicias, dándose el triste espectáculo de ver conducidos por todas partes
maniatados a los hombres que debían llevar la divisa de voluntarios, de que
entonces -y después- estaban muy distantes.
En resumen, el coronel Barradas recorrió varias
islas cometiendo dota clase de crueldades para conseguir su empeño. Es
notorio que el buen Barradas encontró una buena mina en sus paisanos arrancados
del terruño por la fuerza, traficando posteriormente con la sangre y la
libertad de sus compatriotas antes de la desastrosa actuación militar que tubo
en México.
Una vez concluida la recluta, el batallón parte rumbo a Cuba, llegados a
la Habana el capitán general de la isla ordena la disolución del mismo,
integrando a sus componentes entre los diversos regimientos de la plaza, dando
al traste con las apetencias de mando y aventuras de don Isidro. El coronel no
renuncia fácilmente a su proyecto y, en un empeño digno de mejor causa, se
traslada a Madrid donde obtiene de la corona el mando de otro batallón
expedicionario, con el cual pretende reconquistar Méjico. Poco tiempo después
la expedición hace escala en la isla de paso para el puerto de Tampico. Los
resultados de la expedición son sobradamente conocidos, por lo que evitamos
entrar en materia, solamente apuntar que el flamante brigadier de los reales ejércitos,
don Isidro Barradas, recibió tal derrota de mano de los Mejicanos que, damos
por sentado que a partir de la misma se le aplacaron las ansias de reconquistas.
BREVE SEMBLANZA BIOGRAFICA
DE BARRADAS
Militar natural de Puerto de La Cruz, (Tenerife) ascendido a brigadier de
infantería en. 10.1782, hijo de Matías Barradas y González y de María Valdés,
su primera mujer. Siguió a su padre en Venezuela, donde ingresó en las
milicias distinguidas de Carúpano. Intervino en operaciones contra los
independentistas, ganando sus ascensos de teniente y capitán (1814) graduado de
teniente coronel (1815.) En 1823 fue comisionado en Cuba con la misión de
llevar a cabo la supresión del orden constitucional. En 1824 fue encargado de
hacer una leva de 2000 hombres en Canarias, para las colonias americanas; pero sólo
pudo reunir la mitad de la tropa prevista. Fue gobernador militar de Santiago de
Cuba en 1828. Al año siguiente se
le encargó una misión de pacificación de México, que fue un rotundo fracaso.
Luego se retiró a Francia y falleció en Marsella, el 14/8.1835. En sus
memorias Aviraneta declara que Isidro Barradas “demostró escasas dotes de
mando”.
Nos hemos alejado un tanto la figura del intendente Balmaceda, pero era
necesario, para un mejor entendimiento de las causas que motivaron el
enfrentamiento abierto entre Uriarte y Balmaceda, que no fue otro que las
exigencias del primero para dotar de los pertrechos necesarios al forzado batallón
levantado por Barradas con el incondicional apoyo del general, su hijo, y el
secretario de la comandancia general. Como consecuencia del agrio carácter de
Balmaceda y de las continuas exigencias del general, las ya deterioradas
relaciones entre ambos empleados se fueron agravando hasta el punto que, hizo
pasar al general Uriarte un último oficio en extremo depresivo e insultante;
que colmó la paciencia de éste quien haciendo uso de su superior autoridad
mandó a detener al intendente, suspendiéndole de empleo y sueldo, ordenando su
ingreso en prisión, en el castillo
de Paso-Alto.
Cuando se ejecutó la orden de prisión, se hallaba Balmaceda en La
Laguna y allí fue detenido en un día lluvioso, por una compañía de soldados.
Se le condujo a Santa Cruz y se le obligó a atravesar el pueblo caminando hasta
el lugar de su prisión situado como hemos dicho en Paso-Alto, al otro extremo
de la población. Los innumerables enemigos que Balmaceda se había creado,
tuvieron la oportunidad de presenciar el cortejo. Las acusaciones contra el
intendente fueron numerosas y de variados delitos, permaneciendo en prisión
durante varios meses hasta que fue remitido a España donde fue vista su causa,
y dictaminada de manera curiosa, pues mientras por el ministerio de hacienda se
expedía real orden desaprobando la actuación de Uriarte, el ministerio de la
guerra expedía otra aprobándola.
En todo caso vemos como unos pocos años después en 1827, nos
encontramos a Balmaceda en La Laguna tratando de hacer pasar por milagro la
visita de unas palomas que, durante el velatorio, penetraron por una ventana y
se posaron sobre el cadáver de su sobrino.
(7)
BAILES POPULARES CANARIOS
Las distracciones habituales en la sociedad local durante el siglo XIX
consistían, básicamente, en la reuniones organizadas en los salones de las
casas más pudientes, donde las tertulias servían de pretexto para organizar
algunos conciertos caseros, pero más comúnmente para celebrar bailes donde la
juventud especialmente, aprovechaba para estrechar lazos y un poco evadirse de
las rígidas normas que les imponía la doble moral católica imperante en la época.
Como es de suponer, las novedades musicales provenientes del exterior no
debían de ser abundantes ni frecuentes, por ello no era de extrañar que en los
salones más elegantes de la burguesía se bailasen temas populares más o menos
adaptados a los instrumentos de música “culta”. Por ello no es sorprendente
el que las hermanas Casalón nos indiquen que, las danzas más frecuentemente
ejecutadas por las elegantes damas y apuestos caballeros fuesen el “Santo
Domingo” y El Sorondongo”, en contra posición a las marchas y contra
marchas francesas y españolas, más algún que otro Vals.
De todos es conocido el hecho de que muchos músicos europeos se
inspiraron en temas populares para componer algunas de sus más celebradas
piezas. Uno de estos músicos fue Juan Sebastián Bach, quien según el
investigador tinerfeño Javier García Miranda, la segunda partitura para la
cuarta sonata está inspirada en la danza guanche la chacona o
Sorondongo. Según dicho investigador sometida esta pieza a un proceso digital
mediante el cual se separa el sonido de los violines del resto de los
instrumentos, queda fielmente representada la danza del Sorondongo.
Como ejemplo de la composición de música de cámara basada en el
folklore popular, tenemos la composición más celebrada del compositor canario
de origen irlandés, don Teobaldo Power, con
sus “Cantos Canarios”. La chacona o sorondongo, con el
nombre de “El canario” estuvo de moda en las cortes europeas durante el
siglo XVIII, por lo que en los salones de la aristocracia y burguesía del país
se bailaba profusamente desplazando a otras danzas cortesanas europeas, no por
sensibilidad hacía una melodía de la tierra, sino simplemente por el hecho de
que estaba de moda en Europa. En nuestras islas sigue estando -afortunadamente-
en plena vigencia la chacona bajo el nombre de Tajaraste, siendo una de
las más interpretadas por los grupos folklóricos y aún se continúa bailando
habitualmente en muchos caseríos del interior de las islas.
Creemos interesante dar un rápido repaso a los antecedentes de la danza
denominada chacona, o guaracha, cuyo nombre tiene su etimología en el genérico
de guaras, guaraches o guaira con que conoce la tradición a los bailaderos públicos
de los guanches, que después y por efecto de la cristianización pasaron a
llamarse bailaderos de las brujas, en un intento por parte de la iglesia por
denigrar y erradicar estas danzas cívico-religiosas, esta actitud intolerante
por parte de la iglesia católica obligó a los sacerdotes Kankos a habilitar
guacharas fuera de los poblados en lugares alejado de la influencia de
los españoles, por ello, la toponimia registra hoy en día un gran número de
espacios que ostentan el topónimo de bailadero de las brujas. Estos lugares
generalmente se encuentran situados en lugares recónditos, muchos de ellos en
los claros de los bosques. Hoy en día en el bosque de Agua García, El Sauzal,
en el lugar conocido como Las Crucitas o Bailadero de Las Brujas, existe un
claro cuyo centro está ocupado por
un antiquísimo aceviño, el círculo está formado por pinos
visiblemente más antiguos que los Insignes, los cuales fueron replantados en
los años cuarenta del pasado siglo y, curiosamente, respetaron a los primitivos
que conforman dicho círculo, este hecho en si no tendría nada de particular si
no fuera por dos detalles significativos; el primero es que, al replantar los
pinos respetaron el gran círculo que forma la guaracha o bailadero; ocupando el
centro del círculo está un aceviño
en el cual hay dos cruces colocadas de manera desordenadas y que suelen estar
“boca a bajo”, en el suelo están otras dos fijadas a unos soportes y que,
como las del árbol están descuidadas durante todo el año hasta la llegada del
primero de mayo, en esta fecha alguien limpia el entorno pinta de blanco las
peanas de las cruces y el círculo de piedras que rodean al árbol,
colocan debidamente las cruces y las adorna con flores, así como el
entorno. Hasta aquí todo normal si quienes se toman tantas molestias año tras
años en adornar el entorno pretendiesen rendir culto a las cruces. El ya
mencionado investigador Javier García Miranda y quien estas líneas escribe,
hemos intentado hallar una explicación a tan peculiar manera de mantener y
cuidar el bailadero de Las Crucitas o de La Brujas, iniciamos una visita a dicho
lugar un tres de mayo, si bien encontramos el entorno limpio y adornado de
flores no había quien supiera darnos una explicación razonable sobre tal
hecho, pero Javier más tenaz que yo, volvió al año siguiente y recogió de
unos ancianos la siguiente información: “...Venimos aquí porque éste
lugar trae buena suerte, desde siempre nuestros padres y abuelos lo han hecho.
Dicen que aquí quiso morir un “hombre santo” hace muchos años y dejo
encargada a su familia, que hoy viven en La Esperanza, que cuidaran de este
lugar. Antes, se dice que venían a bailar aquí las brujas, pero ahora ya no
hay.
Ante la pregunta ¿Por qué se decía que era un santo? Responde la
informante “lo que se dice santo; en realidad no lo era (en el sentido del
santoral católico) pero, según le oía hablar a los viejos era una persona
que hacía el bien y curaba a las gentes”.
“Pasamos
la víspera la noche aquí rezando, pero la del propio día de la cruz
no, porque entonces vienen los curanderos a hacer sus cosas y la gente no puede
estar.”.
Otro informante Braulio de la Paz, natural de Ravelo, nos cuenta: “Donde hoy están las crucitas, decía mi abuela que antes estaba el bailadero de las brujas.
Yo
recuerdo ver, al anochecer del día de la cruz, a los viejos bailando como
locos; Antes se enramaba la entrada de la cueva La Labrada, que decían que era
una cueva santa”.
En el último año del pasado siglo, pudimos recoger el testimonio de Doña
Concepción Suárez (1906-2001) natural de del Puerto de La Cruz, pero que desde
joven vivió en La Matanza (La Resbala) quien a pesar de sus 94 años de edad
tenía una mente lúcida y excelente memoria, nos dijo que en sus años mozos
(allá por los años 30 del siglo XX) en un barranco de La Matanza existía un
lugar llamado el convento, a este lugar acostumbraban ir en romería cierta
noche del año hombres y mujeres y, todos
aportaban comida y bebida con la cual hacían una guatativoa. (fiesta) Sobre la
media noche los hombres se separaban de las mujeres y éstos se ponían a bailar
“como locos” hasta el amanecer, creemos que con la expresión “como
locos” pretendía decirnos que no bailaban las danzas habituales, y ésta era
desenfrenada, quizás en estos dos ejemplos que hemos reseñados estamos
asistiendo a la pervivencia en nuestros días de las danzas rituales de los
sacerdotes Kankos, dedicadas a la Luna y al Sol, ya que las danzas se mantenían
hasta el amanecer, quizás en un deseo de dar la bienvenida al astro rey
naciente, tal como se hacía hasta tiempos relativamente recientes en Arafo, en
que todos los días los Kankus iban en precesión acompañados de tambores y
flautas a dar la bienvenida al sol es decir iban a buscar al sol, al Pino
(Hoy el lugar está ocupado por una pequeña ermita situada a la entrada del
casco del pueblo). En cuanto el sol despuntaba se retiraban. Así mismo iban
todos los días con idéntico ceremonial desde Chinguaro a la Montaña Grande,
en la costa a buscar el sol.
No compartimos la afirmación del musicólogo canario Lothar Siemens Hernández,
de que los guanches desconocían el huso de determinados instrumentos tales como
el tambor, el bucio o caracol o las castañuelas. (chácaras, algunas
construidas con conchas de lapas que se siguen usando en nuestros días)
Es muy poco probable que una cultura esencialmente pastoril desconociera
las técnicas de elaboración del tambor o de la pandereta, instrumentos que los
guanches elaboraban con pieles de cabra u ovejas y con troncos del árbol drago
para las cajas.
La Tamusni, y la etnografía nos muestra la pervivencia de
determinados instrumentos musicales de indudable asignación guanche.
Concretamente en la isla de Tenerife, podemos apuntar los siguientes: Busios,
o caracolas marinas usadas en diversas localidades desde tiempos
inmemoriales, la tamusni no dice que, los archimenceyes de Moreque, y de
Añico (hoy Roque del Conde), lugares que se hallan distantes varios kilómetros,
se comunicaban por medio de busios.
La
Caña o huesera que sirve para acompañar al tambor dando un ritmo acompasado.
Carrascal, consistente en un palito de brezo, de haya o de otro palo duro
con muecas hechas en un filo, y una tablita provista también de filo, se
rascaba al compás del tajaraste, las castañuelas hechas de cáscaras de lapas
o de pequeñas lajas planas, eran muy usadas en Granadilla, donde también era
frecuente el uso de las flautas de caña y los panderos hechos con piel de cabra
y madera de drago, en Güímar se hacían unas flautas de malguradas,
las que de ordinario no emplean más de cuatro tonos y dos semitono
en dos octavas.
La lanza puesta al hombro y haciéndola sonar con un palito duro, era
otro rústico instrumento musical guanche, que aún hoy emplean algunos
pastores, las de sabina producen el mejor sonido. Las Panderetas se solían
hacer con fondo de piel de cabra, poniéndole lapas como sonajeras, a los
panderos hechos con iguales materiales se solía añadir chácaras además de
las sonajillas. La Sinadera o Zumbadera, estaba muy extendido su uso en Guía de
Isora, consistía en una tablilla delgada (de madera o hueso) de unos
En cuanto a que la arqueología no haya aportado hasta el presente restos
de algunos de dichos instrumentos, son bastante comprensible, la propia materia
prima era endeble y fácilmente degradable, además de otras causas por todos
conocidas, razones por la cual no es probable que
hayan podido perdurar con el paso de los siglos, no obstante, tanto la
etnografía como la tradición nos aportan testimonios del uso por parte de los
guanches de dichos instrumentos.
Veamos los que nos dicen al respecto el boticario español establecido en
Tenerife, Cipriano de Arribas y Sánchez refiriéndose a los bailes guanches: “Su
baile favorito era el taxaraste que
se conserva. Bailábase al son de un tambor pequeño, el que era de corteza
de pino ó de drago cubierto por sus dos bases con piel de cabrito
curtida, el que tocaban
con un solo palo y hacían el compás con calabacitas de las de beber agua
llenas de piedrecitas hasta la mitad; flautas de caña, dos piedras planas á
guisa de platillos las cháscaras o castañuelas que sencillamente eran dos cáscaras
de lapas. El baile era en extremo agitado y los bailarines sudaban la gota
gorda. En nuestros días los campesinos que aún bailan el tajaraste, cantan á
su compás coplas sencillas y rudas...”.
Posiblemente, el mencionado investigador al escribir su articulo no tuvo
en cuenta que la denominada ocupación árabe de España, si bien fue dirigida
por éstos, quienes realmente componían las huestes y los posteriores colonos
eran los mal denominados “Bereberes” (Pueblos Mazighios), este extremo está
sobradamente contrastado por una extensa bibliografía científica, y por la
amplia toponimia de origen “berereber” que pervive en
la península ibérica.
Entre los innumerables aportes culturales de estos pueblos
(ganaderos y guerreros), a la cultura ibérica de la baja edad media, formó
parte sin duda alguna la música popular, y con ella los instrumentos musicales
propios entre los que podemos contar los tambores, panderetas, castañuelas,
flautas de caña y de huesos etc., erróneamente consideradas de origen español,
estos instrumentos, son de uso generalizados precisamente en las zonas donde
tuvieron mayor influencia los asentamientos mazigios “bereberes” en la península
Ibérica.
Así mismo, perduran entre el pueblo una serie de danzas de origen
guanches que, algunos autores se empeñan en hacerla oriundas de países allende
de nuestros mares, veamos algunas de ellas conforme nos las describe don Juan
Bethencourt Alfonso, a quien seguimos en este tema.
DANZA DE LAS CINTAS
Danza cívico-religiosa que en ocasiones se bailaba ante el Mencey con
motivo de alguna celebración especial y en las grandes solemnidades como el Beñesmer,
y otros actos civiles, estaban principalmente destinadas a las ceremonias
religiosas. Es esta circunstancia de formar parte de la liturgia guanche ha
hecho posible qué perdure en los actuales cultos, como en las procesiones de la
Chaxiraxi o Virgen de la Candelaria, del Socorro, de Abona, y en buen número de
pueblos y barrios de nuestra geografía, así como el reverencial respeto que el
pueblo profesa a los danzantes, indudablemente reminiscencia de la que sus
antepasados tuvo al clero Kanko, sus primitivos coreógrafos.
Ahora, como en tiempos guanches, para la danza de las cintas se forman
cuadrillas de 14 danzantes: 12 bailarines, 1 tamborilero, el cual toca el
tamboril que lleva colgado del meñique izquierdo con un solo palillo y al mismo
tiempo la flauta, y el conductor del palo, que viste igual que los
danzantes y suele ser elegido el de mayor estatura. El palo es una pértiga de
Los danzantes se dividen en dos tandas de a seis cada una, cada tanda
lleva una guía delantera y otra trasera, a las que siguen en las entradas y
salidas los respectivos grupos al vestir y desnudar al palo. Al
compás del tamboril y la flauta marchan bailando, dando dos pasos atrás y
otros dos adelante, trazando círculos alrededor de la pértiga, en sentido
inverso cada tanda, una sobre la derecha y otra sobre la izquierda, pasando
alternativamente por dentro y por fuera cada vez que se cruzan. Cuando han
vestido el palo o lo que es igual, cuando la pértiga aparece artísticamente
cubierta por el entrelazado de las cintas, danzan en dirección opuesta para desnudar
el palo, haciendo en cada tanda de guía delantera la que antes era trasera.
Una vez que se concluye la danza, es decir de vestir y desnudar al palo sin que
la danza se trabe la danza, los danzantes prorrumpen en regocijados ajijides,
que son secundado por el público, si por el contrario, se produce alguna traba,
el público los abuchea y les propina silvas monumentales a pesar del respeto de
que gozan.
Según las tradiciones, la danza de las cintas tenía ciertas variantes.
A decir de algunos, en ocasiones los bailadores hacían sonar las chácaras
a la par que danzaban; otras, cada danzante vestía el color de su cinta, con lo
que el entrelazado presentaba agradables combinaciones de agradables
perspectivas; hasta finales del siglo XIX, existía una modalidad que consistía
en cada danzante era acompañado por una niña que cogida de una banda, muy
adornadas y bailando con donaire.
Septiembre
de 2011.
Ilustraciones:
(1)
Bailadero de Las Crucitas o de Las Brujas, Agua García.
Foto
del Autor.
(2) Danza de la cinta en la Romería de San Benito Abad. Plaza de La Concepción.
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