MISCELANEA DE HISTORIA DE CANARIAS (XVII) -V

 

NOTAS AL DIARIO DE LAS HERMANAS CASALON (IX)

 

 

Eduardo Pedro García Rodríguez

 

8, ATAQUE DE UNA ESCUADRA INGLESA  A SANTA CRUZ DE TENERIFE EN 1797 (III)

 

Es evidente que la llegada de la escuadra inglesa a las costas de la isla debió coincidir con algún tipo de epidemia ligera pero bastante vírica desatada entre los empleados de la metrópoli en la colonia y entre algunos destacados criollos, a juzgar por la cantidad de individuos de la aristocracia y oligarquía isleña que, en un corto periodo de tiempo, se vieron afectados por un extraño virus que les mantuvo enfermos y alejados de la vida pública hasta que se produjo la retirada de la flota Británica.  

 

    Uno de los afectados por este extraño mal, fue el corregidor don José de Castilla, quien por razón de su empleo debía ser uno de los individuos clave en la preparación de la defensa de la isla. Por esta razón el comandante general Gutiérrez, con fecha 22 de Julio, le remite una Orden redactada en los términos siguientes:

 

    Estando entendido que se halla Vm. Situado en la inmediaciones de Gracia con la gente de armas tomar, Art.ª  camp.º y Carretas, y conviniendo al Seg.do desembarco del Enemigo que debemos recelar, execute en esta noche, y siendo para la gente que existe en esta Plaza para la defensa conbiene al mejor servicio del Rey que dejando las piezas de campaña con la gente que juzgue precisa para la defensa y conducción entregada al Oficial Com.te del Dest.º de la Cuesta, baje Vm. Sin la menor perdida de tiempo con el resto de la gente, Carretas y bagajes si los hubiera,”

 

    No dudando Gutiérrez de los estragos que la epidemia estaba produciendo en la capital (La Laguna), apremia al corregidor con la siguiente nota:

 

    P.D.  No pierda un momento en bajar con la gente a esta plaza pues sgn. Hago creencia del En.º devemos recelar intente el desembarco en esta propia noche.”

 

    Don José de Castilla, debió notar en su persona los síntomas epidémicos y contestó al oficio del general con este otro:

 

    “Exmo. Señor

La gente conqe me hallo son solo veynte, y dos honvres, pues todo el resto de la Jente marchó con el Ten.te Coro.l Creac, ya ve V. Exa., q.e ni aun para el manexo, o servicio de los seis cañones tengo Jente, y aunq.e  y quisiera conducirlos a la Cuesta estan la Cureñas en tan mala disposición, q.e solo de traerlas en este corto trecho se rompieron dos.

 

    Si yo falto de aquí ni avra q.n de las Ordenes ni quien las obedezca, en fin yo estoy pronto a hallarme en el mayor riesgo.

 

Dios gue. a V. Ex.a m.s as

Exmo. Señor

D.n Josef de Castilla”

 

    Los mencionados síntomas se agravaron en la persona del corregidor, hasta el punto que el día 23 de Julio, presenta un escrito en el Cabildo pidiendo ser reemplazado en su misión de estar en el puesto de la cuesta al frente de la gente y de cuatro cañones, por encontrarse enfermo, en su lugar, el Cabildo colonial designa a don Melchor Prieto del Hoyo (ver documento anexo nº 5)

 

     Afortunadamente para él, la enfermedad del corregidor debió ser bastante leve, pues el día 25 después de pasado el peligro, se encontraba debidamente uniformado, con las tropas Canarias formadas en la Plaza Principal o de La Candelaria para ver marchar a los ingleses

 

    El coronel del regimiento de las milicias de la Orotava don Antonio Francisco Salazar de Frías, en un oficio en respuesta a una orden del general Gutiérrez que le solicita el envío de tropas de dicho regimiento, después de expresarle el número y situación de las mismas que desplaza a Santa Cruz, le comenta: “No debo ocultar a V.E. la complacencia que me ha causado ver la puntualidad y buena voluntad con que dichos oficiales nombrados han recibido esta orden, sin que haya habido ninguno que me haya acordado de sus achaques, no obtante que me son notorios.” Continua el escrito expresando al general la buena disposición de la nobleza criolla de la Orotava y gente viable así como del clero, “esmerándose todos a porfia a ofrecer sus personas y haberes para defensa de la Patria”aprovecha Salazar la coyuntura para interceder por su hijo Antonio“ Aunque mi hijo don Antonio Salazar se halla arrestado en esta Villa de orden de V.E., he considerado que en un acaecimiento como este podría habilitarlo para hacer un servicio de tanta importancia

 

   El marqués de la Fuente de Las Palmas, que como se ha dicho fue uno de los primeros en acudir al cerro de Paso Alto, para defender aquellos lugares, sufrió una caída del caballo, y como consecuencia de las magulladuras sufridas estuvo durante varios días fuera de servicio

 

     Otro de los oficiales, destinado en el fuerte de Paso Alto, don Ventura Salazar, sufrió un ataque de añoranza y afectado por este sentimiento, decidió dar las espaldas al enemigo y desplazarse a sus dominios, a su paso por La Laguna difundió la noticia de que la plaza había sido tomada por los ingleses y de que el general había muerto.

 

    Cumplido este patriótico cometido, el Sr. Salazar puso rumbo esa misma noche a su residencia de El Sauzal, no sin antes manifestar a quien quiso oírle que «él no había nacido para espadachín», explicación por lo demás superflua. En unos versos titulados “sueños de La Laguna”, año 1811; y que son atribuidos a quien fue el primer Alcalde Real de Santa Cruz, en una de sus estrofas dice:

 

                        Y  uno que llaman conde huyó el primero

                        como acostumbra en todo lance fiero.

 

    Otro de los afectados por el virus fue el subteniente de milicias Don Pedro Spou, quien estando de guardia en el cuartel del Hospicio “se separó”, según el parte de situación enviado por Guinther al general Gutiérrez con fecha 27 de Julio

 

    También se vio obligado a retirase por indisposición el sargento 2º Don Miguel Buysan, que estuvo  retén en las alturas de Paso Alto.

 

    Para algún Patricio, las incomodidades que suponía el viaje desde su lugar de residencia hasta la plaza de Santa Cruz, pesaba más que sus deseos de servicio. En esta tesitura se encontró el coronel Franchy, quien habiendo recibido el día 23 órdenes del general para que se desplazara con sus fuerzas a la plaza. El coronel se puso en marcha, y el 24 a las once de la mañana se encontraba en la Orotava, donde hizo un alto para comer, seguramente quiso reponerse de las fatigas del viaje y echar una cabezadita, pues sobre las tres de la tarde llamó su atención el vocerío del pueblo que venia contando la victoria sobre los ingleses.

 

     Ante la nueva situación, Franchy decidió regresar a su palacio de Vilaflor (Chasna), desde donde comunicó a su excelencia un parte fechado en dicho pueblo el día 26. (documento anexo nº. 6)

 

     Entre los múltiples biógrafos que en las dos últimas décadas se han dedicado al estudio de la figura del general Don Antonio Gutiérrez González, y de los acontecimientos del 25 de Julio, destaca por su personal visión del personaje y de algunos de los hechos que tuvieron lugar, don Julio Pérez Ortega, quien en su libro  El Ataque Naval de los Holandeses a Las Palmas y la Gomera y el General Gutiérrez en la Defensa de Tenerife frente a los ingleses de Nelson, nos ofrece en el mismo una novela-ficción en lugar de un estudio histórico tal como el largo titulo del libro sugiere.

 

     Después de exponer su visión de los acontecimientos europeos anteriores a la intentona de Nelson, don julio entra en materia en la página 72 y siguientes, con los siguientes párrafos: «El primer aviso lo tuvo Gutiérrez en la noche del 18 de abril, cuando el marino inglés Bowen, en un audaz golpe de mano, capturó una fragata española en el mismo puerto de Santa Cruz. Pocas noches después el astuto Bowen repitió la suerte, asaltando y llevándose los 145 tripulantes del bergantín francés que después soltaría».

 

     Creemos que el autor se refiere a la fragata de la Real Compañía de Filipinas Príncipe Fernando -de la que ya hemos hablado- que procedente de la isla de Francia o Mauricio iba destinada a Cádiz, venía a las órdenes del capitán Don Juan Ignacio de Odria, y con un cargamento valorado en seiscientos mil pesos. Esta fragata se encontraba refugiada en el puerto desde el 26 de Enero.

 

    Cuando el Sr. Pérez Ortega afirma que pocos días después Bowen repetía la acción “asaltando y llevándose los 145 tripulantes del Bergantín francés”, suponemos que esta tratando del apresamiento de la fragata de la república francesa la Mutine, comandada por el capitán Pomies,  la cual fue abordada y capturada en la madrugada del 29 por un grupo de ocho lanchas inglesas pertenecientes a una flotilla británica compuesta de dos navíos la Minerva de 44 cañones, y la Lively, de 38. Esta flotilla venía al mando del capitán Benjamín Hallowell. Debemos hacer notar que entre Bergantín como señala el autor y corbeta, existen notables diferencias, tanto en porte como en armamento. En cuanto a los “145 tripulantes capturado,” entendemos que se refiere al apresamiento de la fragata, cuya tripulación además, en su mayor parte estaba en tierra en el momento del abordaje. Los prisioneros franceses fueron puestos en libertad posteriormente, exceptuando al contramaestre, quien logrando evadirse llegó a nado a la marina.

 

     Siguiendo la narración de nuestro autor nos encontramos con la aseveración de que “El 22 de julio amaneció ante el puerto y fuertes de Santa Cruz una división naval inglesa mandada por Nelson... Enfila 193 cañones contra la plaza y envía una carta al Capitán General Gutiérrez:” Aquí entresaca algunos párrafos de la supuesta carta: “Dentro de media hora espero la aceptación o rechazo de mi propuesta: Deberán entregarme los fuertes de la plaza...La guarnición depondrá sus armas...Espero que la admitáis” “De lo contrario destruiré Santa Cruz con las bombas de mis cañones”. Si la carta a que hace referencia el autor es la que el capitán Troubridge debía hacer llegar al comandante general Gutiérrez, (ver documento anexo nº 2) la verdad es que no conozco otra manera mejor para mutilar un escrito que la empleada en su extracto por el Sr. Pérez Ortega. En cuanto a la mencionada carta, esta  jamás llegó a poder del general, pues como hemos dicho anteriormente, quedo en los bolsillos del capitán Troubridge, al no tener éxito su misión, por consiguiente no es que “El arandino no se dignó contestar”, es que simplemente, no la recibió.

 

     “Nelson conocía bien las defensas por un desertor chino (debe tratarse del marinero apresado con la fragata Príncipe Fernando) y aquella noche dispuso un desembarco para ocupar el fuerte de Paso Alto...Allí se estrelló la columna Británica, que hubo de ser reembarcada a toda prisa”. El lector podrá juzgar por sí mismo remitiéndose a los hechos más arriba narrados. Continúa más adelante: “Desde su puesto de mando aquella noche escribió a un amigo”. “Esta noche, yo, humilde como soy, tomaré el mando de todas las fuerzas destinadas a desembarcar bajo el fuego de las baterías de la ciudad y mañana, probablemente será coronada mi cabeza con laureles o cipreses ...”.

 

En estos párrafos de la carta dirigida por Nelson a su jefe y almirante de la escuadra británica en el Mediterráneo, Sir Jonh Jervis, el autor  interpreta que va dirigida a un amigo, podría interpretarse así si el escrito hubiese sido correspondencia privada, pero en este caso, era oficial y dirigida al comandante de la flota.

 

   A continuación hace alarde de sus dotes de adivinación al afirmar que, “A aquella misma hora, Gutiérrez reunió a sus oficiales y, tras repasar las medidas y las ordenes, añadió: “Por mis años, soy el más antiguo de los combatientes y, por ello, reclamo el honor del primer puesto en la lucha para ofrendar mi vida por la Patria ...”. Profundamente conmovido por tan patriótica arenga que el Sr. Pérez Ortega atribuye al general Gutiérrez, hemos consultado casi toda la bibliografía local publicada sobre el tema, para tratar de aclarar el pasaje en cuestión, pero no hemos encontrado ningún autor que haga referencia al mismo.

 

    Al narrar  los acontecimientos, nuestro tan mentado autor nos afirma que el cañón “Tigre” cercenó el brazo de Nelson, con lo cual quedan resueltas las dudas que sobre el particular han venido manteniendo los diversos autores que se han ocupado del tema. Además nos aporta un nuevo dato al decirnos que el comandante en jefe de las fuerzas de desembarcadas era el capitán Samuel Hood, cuando nosotros teníamos entendido que lo era el capitán Troudbrig. En fin, la lectura del libro del Sr. Pérez Ortega, nos ha servido de acicate para entender como no se debe escribir un texto sobre historia, por muy osado que uno pueda considerarse, y mucho menos manipular, o tergiversar los hechos conocidos, ello supone no sólo una falta de respeto hacía los historiadores que han tratado el tema, especialmente cuando son citados, sino que, además, es pretender escribir la historia con medias verdades que es la peor de las mentiras.           

 

EL BAILE DE LAS RECOMPENSAS

 

    Desde el mismo momento de la retirada de las tropas británicas, comenzó el coro de plañideros en solicitud prebendas y mercedes a la corona española. Como suele suceder en aquellos gobiernos donde impera el absolutismo, las prebendas fueron solicitadas basadas en criterios de afinidad, simpatías o intereses de quien recomienda a las personas que deben ser distinguidas. En el caso de la defensa de Santa Cruz por el pueblo de Tenerife, los primeros beneficiados fueron dos sujetos que, posiblemente no tenían idea de donde se encuentran las islas Canarias. El comandante general Gutiérrez no perdió tiempo en sacar provecho del choque con los ingleses, recomendado a sus sobrinos Don Francisco y Don Pedro Gutiérrez destinados en regimientos españoles los cuales como es de suponer, no intervinieron para nada en la defensa de la plaza, aún así las recomendaciones  fueron consideradas, según escrito dirigido a Gutiérrez por el valido Manuel Godoy (Príncipe de La Paz) con fecha 14 de Octubre de 1.797.

 

    El primer oficial español recomendado por Gutiérrez para el ascenso al grado de Brigadier, fue el controvertido coronel y teniente de rey en la isla Don Manuel Salcedo, seguidos del ingeniero jefe Don Luis Marqueli; y don Marcelo Estranio comandante y coronel del Real Cuerpo de Artillería, miembros los tres de la plana mayor, e implicados con otros en “la hora del desconcierto”.

 

     Propone Gutiérrez, para los grados de coroneles con sueldos de tenientes coroneles vivos a los siguiente sujetos: Don Juan Guinther, capitán y comandante accidental del Batallón de Infantería de Canarias, y al teniente coronel Don Juan Creagh, capitán del mismo batallón, ambos así mismo de la plana mayor.

 

   Son propuestos para el grado de coroneles: el teniente coronel Don Marcelino Prat, sargento mayor de la isla; y el teniente coronel Don Pedro Higueras, gobernador del fuerte de Paso Alto.

 

     Para el grado de tenientes coroneles, son propuestos los sujetos siguientes: don Eduardo y don Vicente Rosique capitanes del Real Cuerpo de Artillería; el capitán Don Juan Creagh y Grabiel, ayudante mayor del Regimiento de Milicias de Garachico; el capitán Don Juan Bataller, primer ayudante del Batallón de Infantería de Canarias; Don Luis Román, capitán del Regimiento de Milicias de Güímar; el capitán de infantería agregado al Estado Mayor de la plaza, Don José Víctor Domínguez, ayudante del general, para quien se solicita además del ascenso el sueldo de capitán agregado; al capitán Don José de Monteverde, gobernador del castillo de San Cristóbal, y capitán Don Bartolomé de Miranda, gobernador del castillo de San Francisco del Risco (Gran Canaria), quien fue designado por Gutiérrez gobernador de la torre de San Andrés, al encontrarse circunstancialmente en la plaza de Santa Cruz en los días en que se produjo el ataque.

 

     Continuando con las nominaciones se proponen para el grado de capitán, a Don Manuel Nadela, teniente del real cuerpo de ingenieros; Don Vicente Siera, (a este teniente, con don Francisco Grandy, teniente de milicias, creemos que fueron los verdaderos artífes de la salvación de la plaza); el teniente Don José María Calzadilla, en funciones de ayudante de ordenes del general; Don Esteban Benítez de Lugo, capitán del regimiento de milicias de Garachico; Don Francisco Jorva, teniente del mismo regimiento; don Laureno Araus, teniente de cazadores del regimiento de Güímar; Don Patricio Madan, capitán de milicias agregado al real cuerpo de artillería; Don Francisco Grandy, teniente de las propias milicias, a quien se recomienda le sea asignado el sueldo de teniente efectivo del real cuerpo de artillería, y el capitán de milicias Don Diego Fernández Calderín, gobernador del castillo de San Juan.

 

    Se pide el grado de teniente para Don José Feo de Armas, teniente de milicias agregadas al real cuerpo de artillería; don Juan Jaques, teniente del regimiento de milicias de La Laguna; Don Simón de Lara, subteniente del mismo cuerpo; Don Juan del Castillo, subteniente del regimiento de milicias de la Orotava, y el subteniente Don José Dugi, cadete del batallón de infantería de Canarias.

 

   Son propuestos para el grado de subtenientes: Don Pedro Pérez Barrios, subteniente del regimiento de milicias de Güímar; Don Dionisio Navarro y Don Nicolás de Fuentes, subtenientes del de La Laguna; Don Carlos Carta, don Francisco Buitrago y Gaspar Fernández, cadetes del batallón de infantería de Canarias, y Ramón Castillo, sargento primero del regimiento de Cuba.

 

    Según el general Gutiérrez, son acreedores a un escudo de ventaja al mes, los sargentos primeros del batallón de infantería de Canarias Juan Arteaga y Cayetano Curbélo, y los sargentos segundos del mismo cuerpo Juan Antonio López y Manuel Barrios.

 

    A don Diego Correa, cabo primero del regimiento de milicias de Güímar, además se propone para su agregación como subteniente a dicho regimiento a la primera vacante.

 

    Al alférez de fragata graduado Don Carlos Adan, capitán del puerto de Santa Cruz, se le propone para el grado de alférez de navío, y al piloto de primera examinado, don Nicolás Franco Cordero, y los de segunda, Don José Agustín García, Don Diego Costa y Don Juan de Herrera, que estuvieron encargados de los cañones violentos, y que se destacaron en la acción manejando dichos cañones, se solicita alguna gracia, confiada en la benignidad de rey, para estimulo de los demás.

 

    También se solicita el grado de comisario de guerra con medio sueldo, para el capitán de milicias don Guillermo José de los Reyes, secretario del gobierno y la comandancia general,  a juicio de Gutiérrez “quien con recomendable espíritu y patriotismo acudió a los puestos de más riesgo animando con su exemplo y expresiones a la tropa”¿?

 

    Es cuando menos significativo, el hecho de que algún historiador escriba sobre la supuesta valerosa participación en la defensa de la plaza llevada a cabo por las tripulaciones de los navíos surtos en la bahía (la fragata de la compañía de filipinas, y el correo español), cuando en realidad las dotaciones de éstos buques estaban excesivamente ocupados en proteger y salvaguardar a sus propios barcos, y sus mercancías, sin que interviniesen en la contienda, exceptuando los cañonazos de aviso cuando los inglese iniciaron el desembarco.

 

   Muchas son las prebendas que solicita el general, las cuales fueron rechazadas por la corona, y que nos hace pensar en el siguiente dicho popular: “cuando la limosna es grande, hasta el Santo que la recibe desconfía”. Si los jefes y oficiales  de los reales ejércitos y de las tropas regladas, mencionados en la larga lista de solicitud de ascensos y recompensas, más los otros muchos que no figuran en la misma, hubiesen tenido la pericia, el valor y la intrepidez, exigibles en cualquier época a quienes hacen de la carrera de las armas su medio de vida, cabe pensar que tal número de jefes, oficiales y suboficiales, debieron bastarse por sí mismos para contener el desembarco del enemigo. Pero es una constante histórica el que las metrópoli en su afán por mantener contentas a las clases relevantes de sus colonias, siempre se han mostrado pródigas en concederles privilegios y prebendas (en unas ocasiones graciosamente, y en otras, vendidas a buenos precios),  especialmente en la carrera de las armas, creando así un cuerpo de jefes y  oficiales de  opereta, resultando la mayoría de ellos inútiles en una verdadera confrontación bélica, pero a los cuales los vistosos uniformes, les iba muy bien para lucirlos en salones de bailes y en las paradas militares que acostumbran celebrarse  con motivo de la festividad del Santo del lugar.

 

    El número de jefes, y oficiales, destinados en la plaza de Santa Cruz, y en la capital de la isla (La Laguna), es totalmente desproporcionando con relación al número de tropas reales y regladas con que contaba la isla. Como ejemplo veamos los efectivos de tropas con que contaba la guarnición y que participaron en la defensa.

 

TROPAS REALES Y REGLADAS:

 

   Batallón de Canarias. . . . . . . . ..     247 hombres (incluidos los mandos)

 

   Banderas de la Habana y Cuba . .     60                                   

 

   Artilleros Veteranos . . . . . . . .  .     387          (incluidos los artilleros de        

                                                                              Milicias agregados)   

  

TROPAS DE LA ISLA:

 

  Cazadores provinciales. . . . . . . . ..   110 hombres (mandos incluidos)

   Milicias de La Laguna y la Orotava.  330                              

  

   Rozadores de La Laguna . . . . . . .   245                              

 

   Franceses Voluntarios . . . . . . . .     110                             

 

   Pilotos y paisanos auxiliares            180                              

 

TOTAL TROPAS REGLADAS:           694  HOMBRES

TOTAL TROPAS DE MILICIAS:         755  HOMBRES

 

    Hay que tener en cuenta que tanto el batallón de Canarias, como el real cuerpo de artillería, contaban con un importante número de agregados procedentes de la milicias Canarias, siendo por tanto, los efectivos de las tropas regladas sensiblemente inferior  a los registrados. Los rozadores y paisanos que fueron la mayoría de los que intervinieron en la batalla, no los hemos incluido por ser muy difícil su cuantificación.

 

    Entre el círculo de adeptos del general Gutiérrez, no debió encontrarse el teniente coronel de milicias el criollo, Marqués de La Fuente de Las Palmas, pues siendo el primer jefe miliciano que se desplazó al frente de la tropa al campo de operaciones para contener  al enemigo en las alturas de Paso Alto,  donde mantuvo una actuación digna hasta que cumpliendo ordenes del general se reintegraba a la plaza cuando sufrió una caída del caballo que le obligó a retirarse del teatro de operaciones, no  figurando, quizás por esta razón, en la nómina de ascendibles  propuesta por el general Gutiérrez. Tampoco debió contar con las simpatías del general, el capitán comandante de la fragata francesa “La Mutine”(La Pícara), pues siendo persona que desde los primeros momentos se destacó participando en los enfrentamientos con los ingleses, como verdadero voluntario -llevado por su afán de servicio pidió tropas al general para impedir el reembarque de los británicos por la playa del Bufadero, petición que Gutiérrez desestimó- quizás por aquello de que a enemigo que huye, puente de plata, es olímpicamente olvidado por el general y sus asesores, resaltando en cambio la actuación del teniente Faut.

 

    Otro de los personajes cuya actuación ha sido controvertida, fue Don Bernardo Cólogan Fallon a quien unos autores nos lo describen con una espada en la mano luchando contra los ingleses, otros lo ven rasgando su camisa y vendando a un enemigo herido y en fin, otro nos lo presenta escondido en un almacén según el testimonio de un criado del Sr. Cólogan, versión esta última que creemos la  más fiable.

 

    Veamos que de los hechos nos ofrece historiador portuense Agustín Álvarez Rixo. “... Distinguióse por su caridad personal el joven don Bernardo Cólogan Fallon  que se hallaba a la sazón en dicha plaza de Santa Cruz, con objeto de poner a salvo algunos caudales que allí tenia su casa. Este señor socorrió a los heridos con sus propias manos, haciendo tiras de su propias ropas para vendarlos. En algunas copias M.S. de la hermosa oda compuesta en tan memorable ocasión, por el señor don José Viera, se celebran estas buenas acciones; aunque es cierto que en el impreso no se dicen...La circunstancia que vamos a referir no está puesta en los acuerdos pero la hemos oído a los que representaron en ella. El Comandante General don Antonio Gutiérrez pidió al Alcalde Mayor de la Orotava Licenciado Minovés, algunos hombres para la artillería y éste señaló al Puerto diez. Opúsose nuestro Alcalde Real en unión de los vecinos alegando en favor de los pobres: que unos eran milicianos, otros artilleros, otros barqueros y no había mozos.

 

    Apretaba Minovés y los jóvenes visibles como don Bernardo Cólogan Fallon, don Mateo Commins, don Domingos Nieves, etc. Tomaron la resolución de pasar a Santa Cruz y presentarse al General para que viese los únicos que había creyendo que por razón de su cuna, delicadeza y haberes, les respetase y al pueblo en su nombre, mandándoles, restituir a sus casas. Más no fue así,  séase porque ya estuviese prevenido por algunos chismes de la vecina Villa o porque S.E. hallaba de mal humor, lo cierto fue que les tuvo esperando en el patio largo rato. Al fin se les presentó en gorro y bata, les mandó a la mi..., les llamó amotinados, les izo ir al cuartel de artillería y algunos como fue el caso Cólogan, llegó el caso de hacer guardia en una batería, Y para restituirse a sus casas tuvo cada cual que dejar un hombre pago. Esta fortaleza de genio mostró su S.E. con estos vecinos jóvenes, bien criados, cuando para la defensa de Santa Cruz dicen fue necesario que los isleños y extranjeros a nuestro servicio le sostuvieran el ánimo”.

 

    El que las prebendas solicitadas por el general Gutiérrez, estaban dictadas más por sus intereses y simpatías personales, y en función del extracto social de quienes  intervinieron en la contienda, nos lo muestra el trato dado al cabo del regimiento de Güímar Don Diego Correa, el cual estaba destinado en  la batería de la Concepción, de quien ya hemos hablado, éste en el momento del desembarco de los ingleses por la playa de la Caleta, animó a sus hombres, y descalzándose sobre la playa, arremetió contra ellos y en breves minutos, cautivó a 17 soldados británicos, que entregó personalmente en el castillo de San Cristóbal, además de varias armas, un cañoncito de campaña y una caja de guerra, arrebatados a los enemigos. Es posible que fuese el cabo Correa, quien se hizo con la bandera ya que fue precisamente en la playa de las Carnicerías, donde desembarcaron las tropas provenientes de la fragata Emerald, al mando del capitán Thomas M. Waller.

 

    Esta bandera que lleva grabado el nombre del navío de donde procedía, trofeo del que tan justamente nos sentimos orgullosos los canarios, hoy en día, se exhibe  en un museo militar español, con otros objetos ganados por nuestras milicias a los atacantes ingleses.

 

    La recompensa propuesta para el heroico Cabo Correa consintió en un ducado de demasía y la agregación al regimiento de infantería de Canarias “en cuanto se produjese una vacante”, como subteniente. Cabe preguntarse ¿por qué tan parca recompensa para un cabo que cumplió mucho más allá de su deber, y tan elevada para un teniente cuyos méritos fueron manifiestamente inferiores? ¿Sería debido a que uno era un Canario “de a píe” y el otro un español empleado de la metrópoli? Entendemos que si en la denominada gesta del 25 de Julio, hubo algún héroe, éste fue el cabo del Regimiento de Güímar Don Diego Correa.   

  

    Otros colectivos que tomaron parte activa y eficiente en la defensa de la plaza, y que no fueron debidamente invitados al gran baile de las prebendas, fueron los marineros franceses y los pilotos, aunque a para éstos últimos se solicito un ducado de demasía, pero que creemos que la  real tacañería, les privó de ellos.

 

    La corona española tuvo a bien, haciendo gala de la piedad y magnanimidad real, conceder algunas modestas pensiones a las viudas y huérfanos que dejaron aquellos que perdieron la vida en defensa de las reales posesiones de España en Canarias y de los reales caudales en ella transitoriamente depositados.

 

Diciembre de 2011.

 

Anteriores:  

Miscelenaea de Historia de Canarias (XVII) IV

Miscelenaea de Historia de Canarias (XVII) III  

Miscelenaea de Historia de Canarias (XVII) - II

Miscelenaea de Historia de Canarias (XVII) -I

Miscelenaea de Historia de Canarias (XVI)

Miscelenaea de Historia de Canarias (XV)

Miscelenaea de Historia de Canarias (XIV)

Miscelenaea de Historia de Canarias (XIII)

Miscelenaea de Historia de Canarias (XII)

Miscelenaea de Historia de Canarias (XI)

Miscelenaea de Historia de Canarias (X)

Miscelenaea de Historia de Canarias (IX)

Miscelenaea de Historia de Canarias (VIII)

Miscelenaea de Historia de Canarias (VII)

Miscelenaea de Historia de Canarias (VI)

Miscelenaea de Historia de Canarias (V)

Miscelenaea de Historia de Canarias (IV)

Miscelenaea de Historia de Canarias (III)

Miscelenaea de Historia de Canarias (II)

Miscelenaea de Historia de Canarias (I)

 

 ---» Continuará