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ALUVION DE 1826
Aluvión del 7 de noviembre de 1826, fue uno de los que se guarda ingrata
memoria por los enormes desastres que causó en las islas Canarias. Una de las
islas más afectadas fue sin duda alguna la de Tenerife, en ella, las fuerzas
incontenibles de la naturaleza descargaron su potencial destructor arrasando
tierras de cultivos, destruyendo casas y árboles, cambiando los cauces de los
barrancos, cobrándose gran cantidad de vidas humanas e innumerables cantidad de
ganados, los habitantes de la isla, especialmente los de la zona norte, creyeron
firmemente que aquella aciaga noche el cielo se les desplomaba encima como
castigo de sus muchos supuestos pecados.
Las sequías eran frecuentes
en la isla de Tenerife hasta pocos años antes del terrible aluvión. Las gentes
achacaban las pocas lluvias al incontrolado
y desmesurado aprovechamiento de los montes, los cuales eran talados para la
obtención de maderas, leña, carboneo, además de la nefasta apetencia de
nuevas tierras para cultivo por parte de los grandes terratenientes. Como
consecuencia de la masiva deforestación de los bosques, el clima comenzó a
sufrir visibles variaciones, dándose con alguna frecuencia el fenómeno
denominado manguera o bomba, que cayendo en un solo punto una gran tromba de
agua, arrasaba sembrados y arrastraba tras de sí las capas de tierras de labor,
como sucedió en La Gomera, y en la Orotava en 1815, así como en otros puntos
de la isla, causando enormes pérdidas humanas y materiales.
En la isla de Tenerife, una de las comarcas más afectadas por la aluvión
del 26, fue el Valle de Taoro. Entre las zonas más castigadas por el huracán
estuvo el Puerto de la Orotava, la oscura noche del 7 al 8 de noviembre, estuvo
precedida por intensas e incesantes lluvias acompañadas de fuertes vientos que
soplaban del N.O. esta terrible noche quedó registrada en los anales de la
historia del Puerto de La Cruz, como una de las más nefastas que tuvieron que
soportar sus atribulados habitantes.
Las aguas arrastraron árboles, cultivos, personas y animales,
destruyendo los alrededores del pueblo, llenando de escombros la plaza real y
saliéndose de madre los barrancos, estando a punto de ser arrastrada al mar la
población completa como lo fue la batería de San Carlos con todas las
edificaciones de los alrededores, pereciendo
dos de los soldados que estaban de guarnición en la misma, otro consiguió
escapar a lomos de una cureña, y otros dos lograron escapar hacía San Telmo,
momentos antes de las aguas alcanzaran al reducto. Un derrame del barranco también
alcanzó y derribó al fuerte de San Telmo. El ímpetu de las aguas fue tal que,
barrancos como el de la montaña del Fraile que tenían
En el puerto de la Cruz fueron arrasadas casas en la Hoya, El Tejal,
Toscal, Cabezas y San Antonio, siendo preciso para transitar por la plaza del
Charco, el uso de una barca, la fuerza de los torrentes entullaron e inundaron
la mayor parte de las viviendas de la población. Esa misma noche, la furia del
mar arrojó contra la costa a la altura de la carnicería, a la fragata francesa
Joven Grabiela de cuyos tripulantes fallecieron 15, otros tres fueron
arrojados por una gran ola al píe del monturrio logrando salvar sus vidas, a
otro, una ola lo depositó en el muro de la casa de Pascual Caus, donde fue
socorrido por éste y su familia.
De la inusitada violencia de este temporal y de los daños que causó en
la isla, nos da idea la siguiente relación:
*
Puerto de la Cruz, 32 personas muertas, 23 animales, 31 casas destruidas, 6
arruinadas.
*
Villa de la Orotava, 104 personas
muertas, 591 animales, 144 casas destruidas y 75 arruinadas.
*
Realejo Alto, 25 personas muertas,
animales se desconocen el número, casas destruidas 41, arruinadas se
desconoce cuantas.
*
Realejo Bajo, 14 personas muertas, se
desconoce el número de animales, casas destruidas 9, arruinadas se desconocen
el número.
*
Guancha, La.
52 personas muertas, animales 344, casas destruidas 72, arruinadas 31.
*
Rambla, La 10 personas muertas,
animales 13, casas destruidas 14,
*
Icod, 5 personas muertas, animales el
número de casas arruinadas y destruidas se desconocen.
*
Santa Ursula, personas muertas, 1,
animales 38, casas destruidas y arruinadas se desconocen.
El
total de los daños conocidos en los pueblos reseñados fueron los siguientes:
Personas
muertas 243. Animales 1.009. Casas destruidas 311, arruinadas 112.
Las
pérdidas en las superficies cultivables fueron del diez por ciento, según
estimaciones de los peritos nombrados al efecto por los respectivos
Ayuntamientos de la comarca
Santa cruz de Tenerife, también sufrió cuantiosos daños como
consecuencia del temporal, a pesar de contar con los excelentes desaguaderos
naturales compuestos por los barrancos de Tahodio, al norte, de Santos o Araguy
en el centro y el del Hierro o Ganigue al sur, además de numerosos
barranquillos, entre ellos el del Aceite o Cagalacehite, los de Pino de
Oro (Pino de uru), Almeida etc.
Hasta no hace muchas décadas, las lluvias solían ser abundantes y en
los inviernos “fuertes”, éstas, hacían “correr” los barrancos, como
imponentes torrentes, transportando en sus turbulentas aguas enseres arrancados
de las humildes viviendas –casi siempre cuevas naturales situadas en las márgenes
de los barrancos– de los pobres moradores, perros, gallinas, cochinos, cabras y vacas, e incluso personas, no era infrecuente
verles arrastrados por las ocasionales riadas y flotando en las aguas de la bahía
santacrucera, en las proximidades de las desembocaduras de éstos barrancos.
Podemos imaginar la dantesca visión que ofrecía la costa de la ciudad,
al amanecer del día 8 de noviembre de 1826. Las aguas teñidas de un color marrón,
debido a la gran cantidad de lodos vertido por los barrancos, infinidad de
cuerpos de animales e incluso
personas flotando junto a los
objetos más dispares, los mástiles de algunos navíos apenas dejaban ver unos
metros sobre la superficie marina, y en la rivera, cascos de naves destrozados
mostraban a un cielo de color plomizo sus costillares retorcidos por la furia de
las implacables fuerzas de la naturaleza y rodeados por los restos dispersos de
fardos y toneles que el día anterior habían formado parte de
ricos cargamentos con destino a Europa y América.
Los daños humanos y materiales fueron cuantiosos, 311 casas destruidas y
1.009 las arruinadas. En el Valle de San Andrés (Abikure o Abicore),
fueron arrasadas 600 fanegadas de tierras de cultivo, 3.695 varas de paredes
destruidas y 5.368 árboles desarraigados. Se arruinaron la iglesia y siete
casas, otras tres fueron llevadas por las aguas del barranco, 8 animales
desaparecieron. (vacas y mulos)
En Valleseco las pérdidas se cuantificaron en moneda de la época en
5.300 pesos las perdidas sufridas en las casas y
tierras, 46.450 pesos en el Bufadero, 3.700 pesos en Tahodio,
5.390 en los altos de Santa Cruz (Los Campitos, Las Mesas, Pino de Oro, etc.)
y 25.560 en El Cabo ( de ellos 2.000 pesos en el cuartel de San Carlos, y
1.500 en el hospital de los Desamparados, 1.000 en la iglesia de la Concepción,
8.000 en el puente del Cabo y 1.500 en el convento de Santo Domingo;) más 2.230
pesos en las Mesas, encima de Tahodio, 6.200 en el Camino de los Coches,
Almeida y Los Campos y 3.459 en el Toscal, elevándose el total de las pérdidas
calculadas en Santa Cruz a 1.860.662 maravedís.
El Jardín de Megliorini, orgullo de sus propietarios -y de la ciudad-
quedó totalmente destruido. En Santa Cruz no ocurrieron desgracias personales,
quizás por ser una población habituada a hacer frente a los frecuentes
temporales que especialmente en los inviernos azotan sus costas.
Entre los navíos perdidos en tan aciaga noche, tenemos documentados los
siguientes: Tenerife, (a) Alerta bergantín de 290 toneladas, de
la carrera de América, que fue lanzado a la costa, con pérdida de 15.000
duros; el bergantín Goleta de 57 toneladas, que también dio en la
costa; el bergantín Tinerfeño San Juan Bautista (a) Fortuna, con
pérdida de 6.000 duros; el bergantín de bandera estadounidense Potomak,
de 112 toneladas con pérdida de 12.000 duros, un piloto y dos marineros; El
pailebot de la matricula de Tenerife San Antonio, se perdió en la travesía
de Santa Cruz a La Palma, perdiéndose con él los 6 marineros de la tripulación.
Además se perdieron en la isla 16 puentes, 10 molinos, 8 acueductos y 3
templos.
El Ayuntamiento Santacrucero acordó formar un censo de los daños y pérdidas
por cuarteles (distritos), y solicitar del Rey de España el perdón de los
atrasos en las contribuciones, solicitud que fue desestimada por la corona.
Un testigo de excepción de la catástrofe, fue el cónsul de Inglaterra
en Canarias Mac Gregor, quien impresionado por la magnitud de la misma y
conocedor de la extrema pobreza de las clases populares de Santa Cruz y de la
isla en general, tuvo la iniciativa de promover una suscripción
entre el comercio de Londres, para ayudar a los habitantes más
desprotegidos de Santa Cruz, consiguiendo recaudar
Informado el gobierno español por su embajador en Londres de esta
humanitaria iniciativa, impidió que la ayuda se hiciera efectiva, aduciendo
que, las desgracias sufridas por las islas, era una cuestión interna de la
corona española.
La
magnitud de la catástrofe tuvo eco en la prensa europea, pero debido a la
ignorancia de los periodistas sobre las islas, y por las deficiencias de los
medios de comunicación de la época, se publicaron notas informativas tan
peregrinas como la siguiente: <<Se afirma que la tempestad que asoló
últimamente la isla de Tenerife no ha dejado indemne al célebre Pico. Las
rocas que lo coronan han cedido a la violencia del viento; la cumbre desmoronada
ha cambiado de aspecto y el monte parece hoy menos alto de lo que era antes de
la tempestad.>> publicado en “Nouvelles Annales des Voyages”,
XXXIII (1827), p. 28
PÉRDIDA
DE LA IMAGEN DE LA DIOSA CHAXIRAXI
Siendo las pérdidas humanas importantísimas y las materiales muy
cuantiosas, éstas, fueron asumidas por el pueblo con la resignación propia del
espíritu fatalista que siempre a impregnado los sentimientos de los isleños,
quienes –por otra parte-tienen asumido que, el hecho de vivir conlleva todo un
cúmulo de desventuras, tanto por la habitual dureza del entorno, como por la
continua presión de son objeto por parte de los estamentos sociales dominantes.
Pero aún así, sufrieron un gran quebranto espiritual con la pérdida de su
venerada imagen la Virgen de La
Candelaria, -nuestra adorada
Chaxiraxi-, llegando a poner en duda la veracidad de las palabras de los
predicadores cristianos, quienes
propugnaban que toda catástrofe o desgracia provenía como castigo de Dios por
los continuos pecados de los hombres. El pueblo llano se preguntaba ¿cómo era
posible que Dios permitiese la destrucción de su Madre, por el tremendo
temporal que la arrastró hasta el fondo del mar, perdiéndose para siempre? ¿Qué
pecados podía haber cometido la Virgen para merecer tal castigo? A los
predicadores les llevó mucho tiempo el desterrar estas interrogantes de las
mentes de los atribulados fieles.
El temporal fue inmisericorde con la capilla de la Diosa Chaxiraxi y sus
cuatro ancianos cuidadores religiosos Dominicos, quienes pusieron más empeño
en salvar el tesoro de la imagen que a ésta. Si bien estos consiguieron
refugiarse en la cueva de Achbinico, la que antiguamente había servido
como primera parroquia del Valle de Güímar, y posteriormente de morada a los
condes de la Gomera, no tuvo igual suerte la imagen, la cual fue arrastrada con
la capilla por el torrente del desbordado barranco, cuyas paredes de contención
que habían sido mandadas a construir por el Capitán General de la colonia
Conde de Eril, no soportó la presión de las aguas.
La coyuntura fue aprovechada por la comunidad religiosa de los dominicos
para vender la mayor parte del tesoro de la Diosa Chaxiraxi, pretextando por una
parte las necesarias obras de reconstrucción del templo, y por otra, hicieron
correr el bulo de que la mayor parte del tesoro había sido arrastrado por las
aguas. Entre las piezas vendidas figuraba una celebrada madeja de perlas.
Posteriormente una copia de la imagen fue encargada al escultor orotavense F.
Estéves, cuyo costo ascendió a
3000 reales.
La isla de Tenerife ha sufrido otras importantes aluviones catátrosficos
durante el transcurso de su historia reciente, recordemos algunos de ellos:
El de 1814; el 6 de mayo de 1821,
el temporal destrozó el “martillo”(la punta) del muelle; el 8 de marzo
de1837 las aguas del barranco de
Santos inundaron la iglesia de la Concepción y, arrastraron dos casas y parte
de la huerta del hospital; En al calle del Pilar quedaron destrozadas varias
casas y huertas, teniendo que ser evacuada la cárcel, el 6 de diciembre de
1853, la aluvión inutilizó el camino a San Andrés, así como el que
comunicaba con Los Campos; las casas del Modista fueron inundadas y el agua se
estancó en la muralla de la Marina, que la cual tuvo que ser desbaratada
parcialmente para permitir el desagüe; el 11 de diciembre de 1859 hubo una
terrible aluvión causó grandes destrozos en la plaza del Hospital Militar,
perdiendo la vida varias personas en la casa del Modista. El temporal de
acaecido el 3 de enero de 1868, arruinó la torre de la casa de Francisco García:
después de examinada por el arquitecto municipal, <<resulta probado
científicamente la necesidad de derribarla>>. Las lluvias
torrenciales del 19 y 20 de diciembre de 1879 desbaratan el puente del Cabo y
ocasionan varios destrozos en el barranco del aceite; (Cagalacehite) del 22 al
24 de diciembre de 1879 la iglesia
de la concepción quedó inundada y el Diario de Tenerife no pudo acudir
a su cita habitual con los lectores, pues su maquinaria e instalaciones quedaron
estropeadas por las aguas del barranco.
(5)
LA CASA LERCARO
Es indudable que en la época en que la hermanas Casalón hacen su
“inspección” en la mansión de los Lercaro, esta familia estaba ya inmersa
en la decadencia general que asolaba a la ciudad de La Laguna. Las primeras
noticias que tenemos sobre la familia Lercaro nos dicen que el primer miembro
establecido en las Islas lo hizo en Las Palmas de Gran Canaria en 1550. Fue don
Jerónimo Lercaro en compañía de su hijo Ángel, éste casó con Leonor de León,
y alcanzó o compró el empleo de teniente de gobernador de la isla. El primogénito
de este matrimonio llamado Francisco, se estableció en La Laguna, casando con
la también genovesa Catalina Justiniani. Al igual que hiciera su padre compró
el cargo de teniente de gobernador, lo ejerció a partir de 1585. La familia
Lercaro dedicó sus actividades comerciales orientándolas preferentemente a la
exportación y al “mercadeo” en alta mar. En la historiografía canaria hay
pocas noticias referentes a las actividades sociales o culturales de esta
familia, posiblemente vivieron en un círculo más restringido o encerrados en sí
mismos que el resto de burguesía comercial europea establecida en las islas a
juzgar por el hecho de que sus varones preferían buscar esposas en
Génova que en las islas particularidad esta que queda recogida en el
“Diario”.
La casona pasó por varias vicisitudes durante las décadas siguientes
durante las cuales la casa estuvo destinada a varios usos, entre ellos, fue sede
de un destacamento militar, posteriormente albergó la Facultad de Filosofía y
Letras, colegio de primera enseñanza, carpintería, zapatería, taller de
reparaciones de electrodomésticos... Esta hermosa casona fue mandada a
construir a finales del siglo XVI por los Lercaro familia de mercaderes
genoveses que se establecieron en la isla años después de la conquista, en los
tiempos de mayor auge comercial, los semisótanos de la casa llegaron a albergar
en ocasiones a más de trescientos esclavos negros y moriscos los cuales
constituían una de las mercancías más valoradas no solo por los propietarios
de ingenios azucareros y terratenientes de las islas, sino que con los azucares
y los vinos, constituían los productos básicos de las exportaciones canarias
hacía Europa y América.
El edificio fue objeto de varias ampliaciones durante los siglos XVII,
XVIII Y XIX, es digno de destacar
que en el patio conocido como “de los esclavos”, en el muro donde se apoya
la escalera exterior de acceso a la cocina de las dependencias altas, existen
varios petroglifos grabados en las piedras, es posible que estos grabados ya
existieran en el yacimiento de donde estas fueron extraídas, o bien pudieron
ser ejecutados por algunos de los contingentes de esclavos que por la casa
pasaron. Durante el siglo XX tuvo los usos que hemos reseñado más arriba hasta
que en la década de los 70 del mismo, fue adquirido por el Cabildo Insular de
Tenerife, quien acometió las obras de restauración del inmueble las cuales
culminaron en 1993.
En la actualidad alberga el Museo de Historia de Tenerife en el cual se
conserva y exhisibe un interesante legado de la cultura colonial. Como todo buen
museo que se precie, no le puede faltar un halo de misterio, por ello sus
responsables se esfuerzan en crear una leyenda romántica en torno a una
supuesta Catalina, la cual contradiciendo los usos de su época y clase, se negó
a contraer matrimonio con el partido que le habían elegido sus parientes,
decidiendo arrojarse al pozo de la casa vestida de novia. Naturalmente los
promotores de esta romántica leyenda se apoya en la rumorología popular. Es
interesante destacar que el brocal que actualmente está en el pozo situado en
el patio trasero de la casa procede de la aljibe de la casa del Pirata o casa de
los Mesas en el barrio de Machado.
El secular abandono y dejación que los diferentes gobiernos españoles
mantuvieron a las Islas, cuidando solamente de mantenerlas como estación de
suministros de las armadas que se dirigían a las Indias, y como lugar idóneo
donde colocar a toda una pléyade de inútiles empleados bien pagados parientes
y amigos de los gobernantes de turno, o bien un lugar ideal donde desterrar
a los empleados incómodos para el trono, dio lugar a la creación de una
economía basada en la rapiña de los poderosos sobre los más débiles. El
gobierno español se limitaba a extraer impuestos de las islas sin preocuparse
lo más mínimo del desarrollo de las mismas y dejando que las actividades
comerciales y de otra índole fuesen desarrolladas por quien quisiese, aprovechándose
éste y sus funcionarios de la recaudación de los impuestos como hemos dicho.
Las familias europeas establecidas en la colonia canaria estuvieron
siempre muy vinculadas entre sí, no sólo por los
orígenes comunes de las mismas, sino que además les unía determinados
intereses económicos o de grupo, y en algunos casos, sociales o
religiosos, como es habitual en cualquier colonia. El comercio importante de las
islas ha estado siempre en manos de foráneos y ellos les ha permitido crear
grupos de presión fuertemente constituidos mediante los cuales han gobernado
política y económicamente al país, en unas ocasiones directamente, en otras a
través de sus inmediatos descendientes ya que muchos de ellos nacieron en
canarias, tomando carta de naturaleza pero no renunciando a los postulados de
grupo colonizador dominante, enfrentándose en este aspecto a españoles y
criollos sobre los cuales ejercían una supremacía cultural y
económica, e incluso política.
El mayor auge de poder económico y político directo alcanzado en
las islas por esta burguesía comercial foránea, fue sin lugar a dudas durante
los siglos XVIII Y XIX.
Ante la progresiva emancipación de las colonias españolas en América,
el gobierno español comienza a tomar conciencia de que en el noroeste de África
aún le quedan unas posesiones que si bien hasta el momento les habían sido útiles
como punto de avituallamiento para sus flotas de Indias, lugar de extracción de
impuestos y mano de obra semi-esclava, al perder el resto de las colonias
americanas se propone “poner en producción” esta finca que le queda en el
atlántico, pero al intentarlo se encuentra con que debido a los continuos
subarriendos llevados a cabo por la corona durante los siglos anteriores, los
medios de producción de las islas están en manos de foráneos no españoles.
Ante
esta tesitura el gobierno español comienza a desplegar una serie de maniobras
tendentes a recuperar el dominio perdido de su finca, para ello dicta normativas
encaminadas a fortalecer la posición de un grupo dominante cuyo españolismo es
bien contrastado y haciendo uso entre otros medios, de las posibilidades que le
ofrecía la ley de desamortización promueve el acceso de este grupo a la
propiedad de grandes extensiones de terrenos (en ocasiones tolerando los medios
ilícitos de que se valieron algunos de los adjudicatarios) que antes habían
sido comunales y en algunos casos de la iglesia católica, situación esta que
llegó a crear graves conflictos en el pueblo canario. Nace así una nueva y
poderosa clase social opresora del campesinado denominada de caciques. El
gobierno español hace uso de este nuevo instrumento a su servicio y lo enfrenta
a la burguesía comercial con el ánimo de mermar el poder político y social
que esta ostentaba, al mismo tiempo, fomenta el enfrentamiento entre
sí de los diferentes grupos y familias dominantes al objeto de
resquebrajar el sentimiento de identidad nacional que estaba resurgiendo en el
pueblo y entre determinados grupos influyentes. Como resultado final de las
maniobras urdidas por el gobierno español quien, aplicando una ves más el
axioma divides y vencerás,
la nación canaria quedó dividida en dos “provincias” al tiempo que quedaba
instaurado el denominado pleito insular, situación mantenida y fomentada aún
en nuestros días por el poder central y sus fieles testaferros quienes se
autodenominan nacionalistas.
En este proceso de “reconquista y recolonización” por parte de los
españoles, se vieron involucradas varias conocidas familias relevantes de
origen europeo y afincadas en canarias, entre
ellas, naturalmente los Forstall, quienes tuvieron siempre un destacado papel en
la marcha de sociedad tinerfeña en particular, interviniendo en todos aquellos
negocios cuya rentabilidad era segura, no desdeñando el tráfico de esclavos e
incluso la recluta y transporte para América de los semiesclavos blancos
canarios como tendremos oportunidad de ver.
Don Pedro se establece en
Tenerife sobre las últimas décadas del siglo XVIII, tras el triunfo de la
revolución de 1688 en Gran Bretaña. Natural de Kilannyon o Kilkenny, Irlanda.
Don Pedro Forstal, (1743- 1787) fue
castellano de la fortaleza de La Rosa, junto a la cual tenía su casa Pedro
Forstall fue de los
seis primeros regidores elegidos por el primer alcalde constitucional de
la Villa de Santa Cruz don José Víctor Domínguez, según privilegio de
villazgo concedido a la plaza y puerto de Santa Cruz en 1804, por la defensa
mantenida durante el ataque del contralmirante inglés Sir Horacio Nelson.
Durante la acción estuvo don Pedro al frente de una de las seis “rondas de
abastos”, en el ejercicio de cuyo cometido tuvo un ligero enfrentamiento con
las tropas inglesas en un almacén, tal como hemos expuesto en otro lugar de
esta obra.
La moral católica de Pedro Bernardo Forstall
no debió ser de muy firmes convicciones (ya que se educó en Inglaterra)
según se desprende del incumplimiento de un compromiso matrimonial, del que
como consecuencia fue denunciado en
1750 por la ultrajada María Clementina Macarti, hija de Dionisio Macarti, quien
reclama a Pedro Forstall, por no haberle tenido la palabra dada, condenándose a
éste pagarle 1.500 ducados, caso de no cumplir. Como resultado de la reclamación
se formó proceso matrimonial y se le dio por cárcel la ciudad, que él quebró.
Fue condenado a pagar los 1.500 ducados, a los que María Clementina renunció,
cediendo 1.000 ducados a la fábrica de la Concepción de La Laguna y 500 al
hospital de los Desamparados de Santa Cruz.
El 13 de septiembre de 1767 es cedido a Pedro Forstall la mitad de
la capilla del Huerto, en el convento de San Francisco para enterramiento, por
los muchos servicios prestados, esta
capilla había sido cedida por el convento a la orden tercera franciscana y de
la cual posiblemente don Pedro era cofrade a juzgar por las aportaciones económicas
de la familia Forstall para la terminación de las obras de ampliación, las
cuales concluyeron en 1763.
Casó con María Blanco Russell Strickland, hija también de irlandeses
afincados en la isla, procrearon a Juan y Pedro Bernardo, éste último nació
en 1804 e hizo estudios en Londres.
Los opulentos comerciantes de Santa Cruz, ante las calamidades públicas acostumbraban hacer notoria su caridad. Una de estas ocasiones fue la epidemia de gripe que asoló la ciudad en 1807, como era natural la parte más afectada de la población fue la de los pobres, victimas más propicias debido tanto a la deficiente alimentación como a las precarias condiciones higiénicas en que vivían.
En esta ocasión algunos ricos comerciantes recorrieron las calles acompañados
de sus criados portando grandes sacos llenos de pan y provisión de caldo que
iban distribuyendo de casa en casa.
Entre
estos Samaritanos, se distinguieron don Pedro Forstall y don Enrique Casalón,
quienes por su mayor riqueza, costearon cada uno cuarenta camas en el hospital.
Debemos destacar que era bastante frecuente el que estos dos ciudadanos
costeasen conjuntamente actos públicos, como la inauguración de la Parroquia
del Pilar; el ascenso de un comandante e incluso algunos festejos populares.
La familia Forstall continuaba manteniendo o mejor dicho aumentando su
influencia en la sociedad tinerfeña, en 3 de febrero de 1838, encontramos a don
Bernardo Forstall, como alcalde de Santa Cruz inaugurando la fuente del barrio
del cabo, la que posteriormente pasó a llamarse “Fuente de Morales”, nombre
impuesto en agradecimiento del supuesto patronazgo del general.
Entre los negocios en que participó don Bernardo Forstall, se
contaba <<La Sociedad de Tenerife para la pesca del salado>>,
constituida en 1838, con un capital de 10.000 pesos, y de la que era Director.
Les acompañaban en la empresa Bruce and Hamilton, como tesoreros, como contador
Juan Manuel Foronda, y como secretario Pedro Mariano Ramírez. Esta sociedad no
tuvo el éxito que se esperaba, pero este fracaso no intimidó el animo
emprendedor de don Bernardo, y ante la acuciante necesidad de que la
“Provincia” contase con una banca propia local que les liberase de los préstamos
de usura, los cuales en ocasiones llegaban al 75% de interés, decide crear el
“Banco de Canarias”. El 18 de marzo de 1847 se firman los estatutos de la
nueva entidad, en la que intervienen Basilio Fernández Franco, Antonio Auset y
Bernardo Forstall. Las pretensiones de la sociedad era la consecución de un
capital de 4.000.000 de reales, repartidos en 2.000 acciones. Pero los hados no
fueron propicios al proyecto, y este no pudo llevarse a cabo, lo que nos hace
pensar que no conviene que en Canarias se cree una banca propia, pues proyectos
de creación de la misma intentados en épocas posteriores, han tenido el mismo
éxito que el emprendido por Bernardo Forstall y compañía.
Otra de las facetas comerciales que proporcionaba grandes
beneficios si no se tenían demasiados escrúpulos era la emigración de los
desgraciados campesinos y braceros canarios a América. Bernardo Forstall era
persona que mantenía importantes contacto comerciales en Cuba en la cual residió
en diversas ocasiones, (su primer viaje a La Habana lo efectuó en 1826. Volvió
con su hermano mayor en y permaneció en Cuba hasta 1839 en que regresó a
Tenerife, dejando a su hermano Juan en La Habana suponemos que como
representante de sus negocios, apenas de vuelta a la isla, viaja a La Habana
(por tercera vez) por tanto, no podía quedar al margen de este negocio que rendía
píngüe beneficios económicos, bien remitiendo directamente los contingentes o
financiando los mismos. Por ello llegó a ser uno de los principales proveedores
de esclavos blancos de Canarias para los hacendados y las obras públicas de la
recién independizada Isla de Cuba.
El control de estas exportaciones de seres humanos los ejercía Pedro Bernardo a
través de la Compañía González y Forstall, quienes aprovecharon hasta el último
peso de los fondos destinados por la junta de fomento de Cuba para el traslado
de mano de obra barata. En este
-como en otros negocios- Forstall no debió ser un ejemplo de honestidad a
juzgar por las múltiples reclamaciones que recibió de los receptores Cubanos,
valga como ejemplo de lo dicho estos párrafos extraídos de un artículo
publicado en “Revista de Historia”(nº 176.Año1992), por don Manuel Hernández
González, quien nos dice: <<...Los empresarios canarios estaban
interesados en sacar la mayor tajada de la explotación de los emigrantes a través
de esas contratas abusivas. Pero también se aprovechaban de las ansias y las
expectativas de los isleños facilitándoles el viaje, con la falsificación de
los documentos, a sabiendas de que no eran la mano de obra joven, barata y óptima
que los empresarios cubanos querían para trabajar en las labores agrícolas o
en las públicas. Por ejemplo Bernardo Forstall, miembro de una notable familia
de la burguesía comercial santacrucera, que era el comisionado encargado por la
Junta de Fomento de la población blanca de velar por el cumplimiento de la
legalidad es denunciado en 1856 por ésta por dar <<cada vez más nuevas
pruebas de inmoralidad en el desempeño de sus funciones>>. Se le acusa,
en connivencia con los párrocos, de falsificar las cédulas de bautismo de
numerosas familias que de otra forma estaban imposibilitadas legalmente de
viajar>>.
Para
concluir estas breves notas sobre la familia Forstall, queremos hacer referencia
a los cargos político desempeñado por uno de sus miembros más significados.
Don Pedro Bernardo, alcalde electo de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife en los
años 1838 y 1843 en esta última legislatura tomó posesión el 1 de enero y
cesó el 23 de marzo de 1844. Miembro de la junta gubernativa de canarias en
agosto de 1836 por la isla de La Gomera. También fue miembro de la logia los
comendadores del Teide con el nombre de Marco Aurelio.
Septiembre
de 2011.
Ilustraciones:
Antiguo
grabado de la Diosa Chaxiraxi.
Casa
de la familia Forstall en la calle de San Francisco.
Foto: Archivo del Autor.
Anteriores:
Miscelenaea de Historia de Canarias (IX)
Miscelenaea de Historia de Canarias (VIII)
Miscelenaea de Historia de Canarias (VII)
Miscelenaea de Historia de Canarias (VI)
Miscelenaea de Historia de Canarias (V)
Miscelenaea de Historia de Canarias (IV)
Miscelenaea de Historia de Canarias (III)
Miscelenaea de Historia de Canarias (II)
Miscelenaea de Historia de Canarias (I)