MISCELANEA DE HISTORIA DE CANARIAS (XVII) -VI

 

NOTAS AL DIARIO DE LAS HERMANAS CASALON (IX)

 

 

Eduardo Pedro García Rodríguez

 

8, ATAQUE DE UNA ESCUADRA INGLESA A SANTA CRUZ DE TENERIFE EN 1797 (y IV)

  

LAS INTENCIONES DE NELSON AL ATACAR LA PLAZA DE   SANTA CRUZ DE TENERIFE

 

       

    Es una constante en mayoría de los historiadores que han venido tratando el tema del ataque de Nelson a la isla de Tenerife, son unánimes al afirmar que se desconocen los verdaderos motivos que impulsaron al vicealmirante a emprender la aventura. Entre los autores que sostienen esta tesis figura el ilustre y anciano catedrático de historia Don Antonio Rumeu de Armas, quien en su monumental obra Canarias y el Atlántico, así lo afirma. (Tomo III. Segunda parte) Por ello no deja de sorprendernos que el ilustre director de la Real Academia de la Historia en un prólogo a la obra de los escritores don Luis Cola Benítez y don Daniel García Pulido, titulada La Historia del 25 de Julio de 1797 a la luz de las Fuentes Documentales, nos dice textualmente: “El plan de Nelson, aunque no expresamente declarado, tenía como último objetivo implantar la soberanía de la Gran Bretaña sobre la isla de Tenerife, ocupando Santa Cruz como primer paso. El águila inglesa nunca abría las garras después de capturar una presa. Recuérdese el caso de Gibraltar, Las Malvinas, Santa Elena, El Cabo, etc.” No es frecuente que el Sr. Rumeu haga este tipo de afirmaciones sin basarse en documentos fidedignos, pero en este caso no cita ninguna fuente en que basar su afirmación, por lo que nos da la impresión de que el prestigioso catedrático intenta contentar a alguien, tomando una aptitud de adivino, aptitud a la que por otra parte suele ser bastante reacio. Continua narrándonos las instrucciones dadas por Nelson para la toma de plaza de Santa Cruz, y más adelante nos sorprende de nuevo con otra afirmación: “...Y en el mensaje para el Comandante general, del que hizo depositario a Troubridge, se adivina el objetivo último de reemplazar la soberanía de España. Véanse algunos de los párrafos: “la guarnición depondrá las armas (y) será transportada a España”;... Examinamos con el máximo interés y atención el documento en cuestión (documento anexo 2) y no encontramos en su contenido ningún párrafo que haga mención a que las tropas españolas y canarias una vez entregadas sus armas serían transportadas a España. Por otra parte, el único paralelismo entre Gibraltar y Canarias es que ambos territorios fueron usurpados a sus legítimos poseedores por las fuerzas de las armas, y que ambos continúan al presente siendo colonias, aunque en el caso de Gibraltar, esta situación fue refrendada por la corona española en los tratados de Utrecht, suscritos entre 1713 y 1715, extremos que no menciona el Sr. Rumeu de Armas en el referido prólogo.  

 

    Es sorprendente esta casi total coincidencia en estos autores, que manejando documentación original de la época, y en algunos casos inéditos en su momento, osen sostener que las intenciones que movieron al vicealmirante continúan siendo una incógnita.

 

    Posiblemente estos autores al mantener estas aseveraciones lo que realmente pretenden es mantener el mito de que la isla sufrió una invasión por parte de una gran potencia, dirigida por el mejor estratega naval de su época, manteniendo así el axioma de que cuando más notable es la figura del -en este caso supuestamente vencido- mayor es la gloria que se abrogan los supuestos vencedores, y esto es así hasta el punto de que estos historiadores se refieren al vicealmirante dándole el tratamiento de contralmirante, grado que Nelson alcanzó bastante tiempo después del fallido intento de saquear los caudales de la corona española provenientes de las colonias americanas y asiáticas, supuestamente depositados en la plaza de Santa Cruz de Tenerife.

 

    Los verdaderos propósitos a Nelson a realizar un ataque corsario a la plaza de Santa Cruz, están claramente expuestos por el propio vicealmirante en la carta de intimidación que éste quería hacer llegar al comandante de la plaza, en caso de que la toma de la fortaleza de Paso Alto hubiese sido efectiva, conforme a los planes que había elaborado. Frustrado el intento del Bufadero, como sabemos, la misiva no llegó a manos de Gutiérrez como se había previsto, quizás fue esta imposibilidad de comunicación, en un primer momento, lo que impulsó a Troubridge a enviar las dos primeras embajadas al general Gutiérrez, con las propuestas que conocemos y básicamente se centran en el contenido de la mencionada carta. Quizás éstos ultimátum debía hacerlos llegar el propio Nelson, después de que se llevara a cabo la cita que tenía concertada con sus hombres para las tres de la madrugada en la plaza principal, pero, como ya sabemos, un casco de metralla le impidió al vicealmirante acudir a la misma.

 

    Es bien sabido que los actos de corso y de piratería eran habituales en las marinas reales europeas, en tiempos de guerra y aún fuera de ellos, existen sobrados ejemplos de estas actividades llevadas a cabo por las armadas españolas, portuguesas, inglesas, francesas y holandesas, e incluso notables familias criollas del Archipiélago, ejercían esta actividad enmascarándola bajo la apariencia de comerciantes o mercaderes, extremo éste que esperamos tratarlo más ampliamente en otro lugar de esta obra.

 

    Veamos el contenido de la tan mencionada carta, en ella veremos que no existe incógnita alguna sobre las intenciones del vicealmirante:

        

“Teseo, 20 de Julio de 1797.

Señor.

Tengo el honor de participaros que he venido aquí para exigir la inmediata entrega de la fragata “Príncipe de Asturias”, procedente de Manila y con destino a Cádiz, perteneciente a la compañía de Filipinas, con su cargamento completo, y así mismo todos los demás cargamentos semejantes que hayan sido desembarcados en Tenerife y no sean para el consumo de sus habitantes.”

 

    En esta primera parte de la carta, se expone con claridad meridiana cuales eran las verdaderas intenciones de Nelson al atacar la plaza, como se puede apreciar no se trata de una expedición de conquista, sino simplemente de una acción de corso, en  busca de unos supuestos tesoros procedentes del vireynato de México, además de los contenidos en la fragata de la compañía de Filipinas. El almirante Jervis, había recibido información de sus espías sobre la existencia de los supuestos tesoros en la isla, lo que le motivó para apoyar a Nelson en su expedición. Debemos destacar la puntualización que hace Nelson en sus exigencias al separar de ellas los cargamentos destinados al consumo de la población. Esta actitud pone de manifiesto que no quiere infringir daños innecesarios a los habitantes de la ciudad y de la isla. Mas adelante continua empleando un tono más severo, acorde con la importancia de sus exigencias y en un lenguaje propio de situación de guerra. “...y siendo mi mayor deseo que ningún insular sufra por las consecuencias de mi petición, ofrezco las siguiente honrosas condiciones, que espero que admitáis, pero si las rehusáis, todos los horrores de la guerra que recaerán sobre los moradores de Tenerife serán imputados por el mundo a vos, a vos únicamente, pues destruiré a Santa Cruz y a las demás plazas de las islas por medio de un bombardeo, exigiendo además una fuerte y pesada contribución.”

 

    No nos cuesta mucho imaginarnos la reacción que hubiese producido en el ánimo del general la recepción de esta misiva, de haber llegado a sus manos, a continuación Nelson expone el resto de las condiciones.

 

Articulo 1.º  Deberán entregarme los fuertes, poniendo al momento a las fuerzas británicas en posesión de las puertas.

Artículo 2.º   La guarnición depondrá las armas, permitiéndose, sin embargo, a los oficiales que conserven sus espadas.

Artículo 3.º  Con tal de que se cumpla con el primer artículo de que se me entreguen los cargamentos ya citados, no se exigirá a los habitantes ni la más pequeña contribución, pues, al contrario, gozarán bajo mi protección de toda seguridad en sus personas y propiedades.

   Artículo 4.º  No se ejercerá intervención alguna en la Santa Religión Católica; sus ministros y todas sus Ordenes regulares estarán bajo mi especial cuidado y protección.

   Artículo 5.º Las leyes y magistrados vigentes continuarán como hasta aquí, a no ser que la mayoría de los isleños deseen otra cosa.

 

Aceptado todos estos artículos, los habitantes de Santa Cruz depositarán sus armas en una casa al cuidado del obispo y del primer magistrado, siendo muy honorífico para mí el consultar con estos señores sobre todas las ventajas que puedan proporcionar a los habitantes.

 

Dentro de media hora espero la aceptación o repulsa.

Horacio Nelson”

    Con la exigencia del primer artículo, Nelson pretende dominar los fuertes, y así conseguir que la rada sea segura para anclar en ella sus navíos mientras proceden a la estiba de los cargamentos, que supone se encuentran en la plaza o en la ciudad de La Laguna.

 

   En cuanto al segundo artículo, es lógico que pretenda que sus tropas puedan actuar sin temor a una posible represalia por parte de tropas armadas, sin embargo se deduce que pretende tener una convivencia pacífica con los habitantes de la ciudad durante la esporádica ocupación, al permitir que los oficiales porten sus espadas, simbolizando así más un acuerdo que una rendición.

 

      En el tercer artículo, se garantiza la seguridad de las personas y propiedades, este extremo fue cumplido unilateralmente durante la estancia de las tropas británicas en la ciudad, pues a pasar de haber ocupado el convento de Santo Domingo y un almacén de víveres, no se registraron por parte de los ocupantes actos de saqueo o pillaje ni en estos edificios ni en el resto de los de la plaza a pesar de que: “Estando como estaban sin víveres y cansados por los muchos trabajos del desembarco y posteriores luchas”.

 

     En cuanto al contenido del cuarto artículo, recordemos que los frailes Dominicos, no sufrieron ningún tipo de vejación, por el contrario el superior y maestro de la comunidad se prestaron voluntariamente desplazarse hasta el castillo principal para acompañar la embajada negociadora.

 

   El contenido de la carta no deja de ser sugestivo, si el conocimiento de la misma hubiese llegado a la “mayoría de los isleños” en esas líneas el vicealmirante deja entrever la posibilidad de un cambio en las estructuras dominantes en el momento, cambio que en todo caso no hubiese sido posible, pues exceptuando a los comerciantes, las denominadas fuerzas vivas de la ciudad, estaban formadas por los empleados de la metrópoli.

 

RESUMEN

 

    En los proyectos del vicealmirante Nelson al iniciar la expedición contra la plaza de Santa Cruz, no figuraba la conquista y ocupación permanente de la isla, tal como nos lo quieren hacer creer algunos historiadores que están altamente comprometidos con el sistema imperante en nuestras islas. El objetivo único de la expedición era económico, y pretendía mediante un golpe de mano, apoderarse de los supuestos tesoros del rey de España, incluido naturalmente el cargamento de la fragata de filipinas, en ningún caso, esta operación de corso iba dirigida contra las vidas o los bienes y caudales de los habitantes de la isla.

 

    El comportamiento observado por la mayoría de los jefes y oficiales españoles, con su general al frente, así como la de algunos de las milicias, y de las tropas regladas fue bastante deplorable.

 

    Queda ampliamente demostrado que quienes de verdad hicieron frente a la situación desde un principio fueron las tan denostadas Milicias Canarias, las cuales prácticamente desarmadas, supieron hacer frente a un enemigo mucho mejor armado y entrenado

 

     La realidad es que, los vencedores en esta acción –si es que los hubo– fue el pueblo de Tenerife, y por extensión, todo el pueblo canario.

 

   No existió la tan propagada derrota de los ingleses, y sí un fracaso en sus planes de apoderarse de los caudales del rey. Según el RAE que tengo a la vista, la palabra derrota la define  en su segunda acepción como: Vencimiento completo de un ejército seguido generalmente de fuga desordenada. En la retirada de las tropas inglesas no se dio ninguno de estos supuestos, por el contrario, las fuerzas se retiraron con su armamento, tambor batiente y banderas desplegadas, desfilando marcialmente y flanqueadas en su marcha hacía el muelle por las tropas Canarias en posición de rendir honores.

 

   Tenemos que admitir que, el ataque efectuado por los británicos a Santa Cruz, fue uno de los más civilizados de los que tiene noticias la guerra moderna.

 

     En un libro publicado con motivo del supuesto quinto centenario de la fundación del desembarcadero y posterior poblado de pescadores que en sus orígenes europeos fue la hoy ciudad de Santa Cruz de Tenerife, y decimos supuesto porque entendemos que no puede fundarse lo que ya está fundado, pues en lugar que hoy ocupa la ciudad existía un importante núcleo de población guanche. Este lugar denominado por sus pobladores Añaza o Añazu, fue el lugar elegido por el bandolero Alonso Fernández de Lugo y su cohorte de mercenarios, para realizar la primera invasión de la isla de Tenerife, y también donde llevó a cabo su primera razzia “oficial” de esclavos, - mujeres, ancianos y niños –(pues los hombres adultos se estaban aprestado para la defensa de su Matria),  precisamente en los asentamientos de Añaza, ubicados en los lugares que al día conocemos como “las Asuncionistas” y “Montaña Guerra”. Volviendo al libro citado (de excelente edición, pero que da la impresión de estar escrito por encargo), su autor nos dice que Nelson no bombardeó la plaza porque los cañones de que estaban dotados los navíos eran de tiro raso, aptos solamente para la guerra en el mar, nosotros, que somos legos en temas militares, pero que tenemos cierta capacidad para pensar, nos preguntamos: ¿es posible que una división naval compuesta en su mayor parte por navíos que tres años antes, habían bombardeado y ocupado las ciudades de Bastia y Calvi, en la isla de Córcega, a las ordenes de Nelson, no estaba preparada para bombardear la plaza de Santa Cruz?

 

   Quienes reprochan al general Gutiérrez el no haber sabido sacar provecho a la “victoria” sobre los ingleses, están cuestionando precisamente una de las decisiones correctas tomada por el general y su plana mayor. Estos eran conscientes de 575 hombres bien adiestrados y armados hechos fuerte en el convento, eran un enemigo temible para unas fuerzas como las tinerfeñas que, aunque superior en número, eran bisoñas y casi desarmadas, por otra parte, el lugar donde estaban parapetadas las tropas británicas no era apropiado para el uso de la artillería por parte de las milicias, única arma realmente eficaz conque contaban los defensores de la plaza, los cuatro cañones violentos con que contaban las fuerzas sitiadoras serían pocos eficaces contra los muros del convento, y hay que tener en cuenta el carácter sacro del edificio, extremo éste que en la época pesaría mucho en el ánimo de los isleños. Es evidente que en la larga entrevista mantenida en el castillo entre los representantes de las fuerzas inglesas y la plana mayor del mismo, éstos expondrían al general la situación real. Si las milicias continuaban hostigando a los ingleses, éstos prenderían fuego a la ciudad, además harían entrar en acción la artillería de la escuadra, contra la ciudad (1) que como sabemos constaba de 393 cañones y que hasta el momento la mayoría habían permanecido en silencio. Esta capacidad de fuego de la flota, dotada además de mejores y más potentes piezas que las de la plaza, y manejadas por experimentados artilleros, era más que suficientes para acallar los fuertes, y además reducir a escombros la Villa de Santa Cruz.

 

   Estos extremos los conocían perfectamente los componentes de la plana mayor, por ello no dudaron un instante en aceptar las propuestas de los británicos para reembarcarse honrosamente, al estar convencidos éstos de que el tan mentado y deseado tesoro de Méjico no había sido desembarcado en la isla, renunciando de paso también al cargamento de la fragata. Ya hemos dicho, que la intención de Nelson no era ocupar la isla permanentemente, por ello y por no querer dañar a los naturales, se abstuvo de emplear la artillería de la escuadra, exceptuando las acciones de amago o distracción de la bombarda ”Rayo” (una boca de fuego), y el incidente de la fragata desplazada hacía San Andrés por el tiempo sur dominante, y que tuvo que repeler el ataque de la torre del lugar, acción que produjo un muerto y varios heridos en el castillo de San Andrés, no por el fuego de la fragata, sino por la explosión de uno de los viejos cañones con que estaba dotado el baluarte. 

 

    Nos queda la impresión de que, alguien, algo o algunos, tienen un especial empeño en  hacernos “comulgar con ruedas de molino”, sobre las que fueron las verdaderas intenciones que animaron al vicealmirante Nelson a efectuar un ataque, a la hoy, Muy Europea, Muy Leal, Noble, Invicta y Muy Benéfica Ciudad, Puerto y Plaza de  Santa Cruz de Santiago de Tenerife.

 

(1) Recordemos que el duelo artillero fue entre los castillos y la flota, esta jamás dirigió los tiros contra la población.

 

13, DOCUMENTOS ANEXOS

 

DUCUMENTO NÚMERO 1

 

    Carta de remitida desde Tenerife por don Francisco Fierro a su amigo y paisano don Patricio Madán, sobre el comportamiento de la plana Mayor del general Gutiérrez, y en especial sobre la actuación de don Manuel Salcedo, quien tuvo que valerse de la influencia de su tío el teniente general de los ejércitos reales don Domingo Salcedo, para hacer frente a las acusaciones de cobardía, el contenido de la carta es como sigue:

 

     “ El gusto que tuve de ganamos la victoria por el valor de la marinería y el batallón o lo que mandó Kinter (Guinther) me lo disminuyó  el que algunos de los oficiales de milicias volvieron la espalda, lo más malo es el que la Plana Mayor se acollonase y persuadiesen al comandante firmase unas capitulaciones que aquí se miran como indecorosas, por haberles permitido sacar las armas cuando estaban los milicianos con rozaderas por falta de fusiles. Contra quien más echan es contra el teniente de rey, que dicen nadie le vió, que se estuvo metido en las vóveda del castillo, y no es uno, sino todos los que han declarado como el capitán del correo. Los franceses, al comandante (Gutiérrez) lo elogian, que a pesar de sus años estuvo en el muelle hasta que lo retiraron, y que lo malo lo hicieron la Plana Mayor, y que el comandante de artilleros e ingenieros elogian a Rosique y a los marinos, Lo peor es que las declaraciones han ido en cuerpo y alma a la corte”.  

 

DOCUMENTO NÚMERO 2

 

     A mediados de septiembre el teniente de rey Salcedo, saltándose la escala de mandos dirige un escrito al ministro de la guerra don Juan Manuel Álvarez, redactado en unos términos de humildad impropios de la habitual altanería con que acostumbraban hacerlos estos oficiales del rey. El contenido de la misiva es el siguiente:

 

““Excelentisimo Señor.:

Siendo la más falsa calumnia y agravio notorio que se hace a la Plana Mayor de esta plaza, y particularmente a mi persona y honor, el contesto de la carta cuia copia yncluio al número 1.º, ocurrí por el pronto al comandante y su segundo del Batallón, cuía repuestas de oficio verá V.E. a los números 2 y 3, y considerando no obstante, de que semejante especies tal vez se avrán esparcido con descrédito de mi honor y opìnión, me tomo la libertad, en su defensa, de recurrir directamente a V.E., sin comprometer por ahora a este Comandante General ínterin la determinación de S. M. Para que, ya sea por informes o como fuese de su real agrado, pueda aquél obrar libremente en las diligencias que se hayan de practicar para la justificación respecto de que mis operaciones han sido bien públicas y notorias.

 

Yo me veo precisado a esplorar el favor de V.E. en dura situación para que, hallándolo por conveniente, lo ponga en noticia de S. M. Y se digne en justicia  dar la providencia que le fuere más grata para la averiguación de un hecho, el más vil e infame que un oficial en su real servicio pueda cometer; por lo tanto, deseo se purifique aclarando la verdad, y resultando ser falso, se haga notorio, quedando mi honor y buen concepto en el lugar que corresponde, cuia gracia debo esperar de la benignidad de mi Soberano, mediante el poderoso inluxo de V.E.

 

Nuestro Señor guarde la vida de V.E. muchos años.

Santa Cruz y Septiembre 16 de 1797” .

 

 

DOCUMENTO NÚMERO 3

    Carta en que el vicealmirante Sir Horacio Nelson invita al general don Antonio Gutiérrez, comandante de las islas a la rendición de la plaza de Santa Cruz de Tenerife.

 

“Teseo, 20 de Julio de 1797.

Señor:

Tengo el honor de participaros que he venido aquí a exigir la inmediata entrega de la fragata “Príncipe de Asturias”, procedente de Manila y con destino a Cádiz, perteneciente a la compañía de Filipinas, con su cargamento completo, y asímismo  todos los demás cargamentos semejantes que hayan sido desembarcados en Tenerife y no sean para el consumo de sus habitantes.

 

Y siendo mi mayor deseo que ningún insular sufra por las consecuencias de mi petición, ofrezco las siguientes honrosas condiciones, que espero admitais; pero si las reusais, todos los horrores de la guerra que recaerán sobre los moradores de Tenerife serán imputados por el mundo a vos, a vos únicamente, pues destruiré a Santa Cruz y a las demás plazas de las Islas por medio de un bombardeo, exigiendo además una fuerte y pesada contribución.

 

Artículo 1.º Deberán entregarme los fuertes, poniendo al momento a las fuerzas británicas en posesión de las puertas.

2º La guarnición depondrá las armas, permitiéndose, sin embargo, a los oficiales que conserven sus espadas.

3.º Con tal que se cumpla con el primer artículo de que se me entreguen los cargamentos ya citados, no se exigirá a los habitantes ni la más pequeña contribución, pues al contrario, gozarán bajo mi protección de toda seguridad en sus personas y propiedades.

4.º No se ejercerá intervención alguna en la Santa Religión Católica; sus ministros y  todas sus Ordenes regulares estarán bajo mi cuidado y protección.

5.º Las leyes y  magistrados vigentes continuarán como hasta aquí, a no ser que la mayoría de los isleños deseen otra cosa.

 

Aceptando todos estos artículos, los habitantes de Santa Cruz depositarán sus  armas en una casa al cuidado del Obispo y del primer magistrado, siendo muy honorífico para mí el consultar con estos señores sobre todas las ventajas que puedan proporcionar a los habitantes.  

Dentro de media hora espero la aceptación o repulsa.

Horacio Nelson”.

 

[El subrayado es nuestro]  

 

DOCUMENTO NÚMERO, 4

Libertad Santa Cruz de Tenerife, 7 Termidor año 5 de la República Francesa. 33 (recibido 21 Termidor.)

 

El Cónsul de la Republica Francesa en las Islas Canaria, al ciudadano Charles de la Croix, ministro de Asuntos Extranjeros. Ciudadano ministro:

 

Por una fechada el 8 Mesidor, tuve el honor de daros cuenta de la presa de la “Mutine”. Esta presa había sido precedida en la misma rada, por la de un galeón español, ricamente cargado.

 

Estos hechos no podían más que aumentar la confianza de los ingleses, a quienes órdenes más directas, puede ser, le hicieron infructuoso el proyecto el proyecto de apoderarse de estas islas. He aquí el detalle de este acontecimiento:

 

El 4 Termidor, a las 5 de la madrugada, 8 barcos de los cuales 3 veleros de guerra, 3 fragatas, 1 bombarda y 1 cúter hicieron aquí su aparición. Inmediatamente echaron al agua, bajo la protección de las tres fragatas y de la bombarda que fondearon al Nord-Este de la rada entre el fuerte de San Andrés y el fuerte de Paso-Alto, 35 embarcaciones. La gran distancia de un fuerte al otro no podían poner obstáculos al desembarco. Los ingleses, en número aproximado a 600 hombres, ganaron las montañas que bordean esta parte de la isla, y se hubiesen apoderado del fuerte de Paso-Alto, si los españoles secundados por algunos franceses no hubiesen llegado a tiempo para contenerles. Durante todo el día y hasta bastante avanzada la noche la lombarda y los fuertes se enviaron algunos cañonazos y varias bombas.

 

Al día siguiente, cinco de los barcos, ya sea en consideración a las dificultades que habían encontrado o en razón de una fuerte brisa que se presentó y que podía lanzarles a la costa, por diversión(ilegible en el original:; la palabra que leemos no nos parece correcta y por eso preferimos dejarla en blanco), las fragatas y la lombarda aparejaron llevándose a la gente que habían desembarcado y fueron a unirse a los tres veleros que durante todo este tiempo se habían contentado con vigilar frente a la rada. Estas maniobras nos habían hecho pensar que iban a dirigirse hacia algunos de los fuertes del Sur-Oeste de Santa Cruz, pero se unieron entre sí desaparecieron de nuestros ojos. Al siguiente día, a las 6 de la tarde, el enemigo reapareció con un barco de línea más se aproximó entonces y todas sus fuerzas vinieron a fondear al lugar que habían escogido el día anterior. Llegada la noche comenzaron las hostilidades: 30 o 40 bombas llovieron sobre el fuerte de Paso-Alto. El fuerte respondió con cañonazos también algunas bombas. El proyecto del enemigo no se desarrollaba aún. A las 2 de la madrugada el muelle es asaltado por un número bastante considerable de embarcaciones. Las piezas de artillería que lo defienden son destruidas a excepción de dos. Las baterías del castillo principal les obligó sin embargo a reembarcar dejando una veintena de muertos sobre la playa. La misma suerte le esperaba a un cúter cargado de gente que fue hundido por el fuerte de Paso-Alto. La cosa no era la misma al Nord-Oeste de la rada. Dos embarcaciones dirigidas hacía esta parte vienen bajo mis ventanas y bajo mis ojos a desembarcar 1500 marinos, de los cuales 800 marinos y 700 hombres de tropa desencadenan una larga fusilada y los repetidos golpes de cañón no les detienen. Se efectúa el desembarco. El enemigo avanza a grandes gritos y se hace de día en medio de un fuego ensordecedor Cada playa se convierte en un campo de batalla, y la victoria dudosa no se sabía bajo qué bandera fijarla. Sin embargo el español redobla sus esfuerzos y hace presa a su enemigo en todos los puntos. El inglés que se cree cercado por fuerzas superiores se repliega a un convento de dominicos y desde allí hace demanda de dinero prometiendo retirarse. El General de estas islas, Señor Gutiérrez, le responde que él no tiene más que hierro y muerte que ofrecerles si rehusan rendirse. Una capitulación ratificada en enseguida por el Vicealmirante, Comandante de la División, les hace reembarcar con la promesa de no molestar estas islas en toda la guerra. Así terminó este proyecto de invasión que, según confesión de los prisioneros, no había tenido otro objeto que el incautarse de los tesoros bastantes considerables procedentes de un galeón real y de todas las cajas públicas. Yo creo poder declarar que los elogios a los españoles en esta ocasión deben ser ensalzados, más que por una maniobra inteligente y bien desarrollada, por una conducta y sostenida. Ellos, un puñado de hombres inferior en número y medianamente disciplinados a 1200 hombres bien armados y conducidos por (ilegible en el original) que tenían a Nelson por jefe. Tan importante les había parecido esta expedición. Una parte de franceses, al mando de los cuales se encontraba el ciudadano Le Gros, Vicecónsul y Canciller en esta isla; el ciudadano Occident, Secretario de este Consulado, y el ciudadano Durier, empleado en dicho consulado, han recibido honores hasta entonces desconocidos.

 

Entre los monjes, uno de ellos fue muerto y otros cuatro heridos. Sigue el cuadro nominativo  de las fuerzas y de las pérdidas que han tenido los ingleses: (sigue una lista de los navíos de la escuadra y otra de los muertos y heridos, las que omitimos por ser sobradamente conocidas). Salud y Fraternidad             Clerget=Rubricado

Libertad.- Santa Cruz de Tenerife, el 4º día, correspondiente al 5 de la República Francesa. (Al margen recibido el 1º de Nivôse

 

DOCUMENTO NÚMERO 5

 

El Cónsul de la República Francesa en las Islas Canarias al ciudadano Charles de la Croix, Ministro de Relaciones Exteriores.

Ciudadano Ministro:

 

En mi última carta de le di cuenta detallada del resultado de la empresa inglesa sobre esta isla. Hoy quiero darle la del espíritu público y la de la conducta actual de agentes del Gobierno Español.

 

Deben distinguirse aquí dos clases de espíritu público: el de los labradores y artesanos, que se pronuncian a favor de Francia, sobre todo por la manera en que los franceses se han conducido últimamente con ocasión del desembarco de los ingleses, ha despertado en el corazón del pueblo canario el deseo de eternizar la alianza de las dos naciones. El espíritu que anima a la gente es éste, que los comerciantes y los ricos propietarios presentan de otra manera. Como Inglaterra desde hace mucho tiempo explota con grandes ventajas todo comercio de estas islas, se debe mirar la mayor parte de los negociantes que se han establecido aquí como corresponsales factores.

 

Ellos no disimulan su predilección por esta nación. Se manifiesta en los gustos, las modas, sus maneras y sobre todo la forma de vivir. Bien es verdad que muchos de estos negociantes son irlandeses de origen, y aunque gozan de todos los privilegios como si fuesen del país, se enfadan si se les toma por españoles. La clase de los ricos propietarios prefieren los ingleses a todos los pueblos por las ventajas que le sacan vendiéndoles sus vinos. Esta clase, por este interés, se confunde con la de los negociantes, y, como estos no han dejado de censurar en ocasión de su ruptura con Inglaterra.

 

Se reconoce la jactancia, en algunos habitantes, del viejo carácter español, pero lo que les distingue de ventaja es su insuficiencia y su perfecta incuria, de la cual no dejan de dar pruebas, sobre todo en la ocasión de los ataques que han recibido en diversas ocasiones por parte de los Ingleses. Éstos vinieron en el mes de Mayo a robarles, al píe de sus fortalezas y de sus baterías, un galeón ricamente cargado procedente de las  Américas.

 

Un mes después se presentan de nuevo con la misma audacia y se apoderan de la corbeta de la República La Mutine ”, que había fondeado hacía dos días, creyéndose segura bajo la protección de cinco castillos. Los ingleses, ufanados en obtener éxitos fáciles, no temieron poner en práctica su plan.  Descendieron en medio de la Plaza de Santa Cruz a las dos de la madrugada, y sin el coraje de un puñado de franceses y de aproximadamente 300 hombres del Batallón de Canarias no hubiesen librado la plaza del pillaje y las llamas.

 

Pidieron parlamentar y no tuvieron más recursos que capitular, cuando no les quedaba ninguna esperanza de poder escapar a la venganza del pueblo. Critican al general (Gutiérrez) de haber sacado muy poco partido de una victoria tan efectivamente asegurada; pues no solamente devolvió los prisioneros ingleses sino que les permitió llevarse las armas que hubiesen servido para equipar a soldados provinciales, a quienes a falta de fusiles le entregaron picos. Este desembarco de los ingleses ha servido para hacerles abrir los ojos sobre la necesidad de poner la ciudad y el puerto en estado de defensa.

 

Se debe justicia al Capitán General, que no escatima ningún medio para inspirar confianza a este objeto. Pero al mismo tiempo que se ocupa en salvar la isla de Tenerife, que probablemente los ingleses no atacarán más, se descuida, se abandona la isla de Gran Canaria, que ellos hostigan diariamente. La indiferencia sobre esta isla acaba de costarle a los negociantes de Marsella la pérdida de un navío  armado con cuarenta cañones con una rica carga procedente de Guadalupe. Este barco, cazado por dos fragatas inglesas, se había refugiado bajo las baterías de tres castillos de la isla de Canaria, donde  no se encontró ni pólvora ni artilleros. El equipaje francés, viendo que no recibiría socorro de la parte de estos castillos, resolvió desembarcar para ayudar en el servicio de baterías, pero fue obligado a esperar la pólvora, que se encontraba en mal estado. El ingles tuvo todo tiempo de desamarrar el navío francés, el cual viene de escalar la costa de esta isla de Tenerife. El resto del equipaje se tratará de hacer pasar a Europa lo más pronto posible, con la tripulación procedente del navío bordelés “Le Poisson Volant”, armado, en corso de partir para la Guadalupe, capturado por los ingleses  a la altura del cabo Finisterre.

 

En este momento hago zarpar la goleta americana “Le Ruthy” para transportar a Cádiz otros setenta marineros franceses procedentes de las tripulaciones de “La Belle Angelique” y “La Mutine”.

 

Espero que esta segunda expedición tenga el mismo exito que la primera.

Salud y Fraternidad

Clerget=Rubricado

 

DOCUMENTO NÚMERO 6

 

   Del Libro de Acuerdos del Ayuntamiento colonial de La Laguna

 

   En la Ciudad de La Laguna a veinte y tres de Julio de mil setecientos noventa y siete: concurriendo a celebrar Cabildo en razón de la invasión de los Ingleses El Sr Alcalde Mayor por S.M. y los señores Don Lope de la Guerra, Don José Saviñón, Don Antonio Riquel, Don Cayetano Peraza, Don Francisco Bello, Don Miguel Laysequilla, y Don Juan Calderín.

 

Mediante haver su merced el Sr corregidor dado parte de haverse indispuesto y no poder continuar en el desempeño que ha tomado de estar en la cuesta de Santa Cruz con bastante número de Paisanos con cuatro cañones para contener las avenidas de enemigos por aquella parte y que en su virtud este Cabildo depute persona que Exersa sus funciones y pueda capitanear otra tropa de Paisanos, enterado Acordó Deputar como deputa a Don Melchor Prieto del Hoyo para que quedando con cabo y seis hombres en el paraje donde de hallan dichos cañones y polvora  para sus resguardos y cuidados, conduzca desde luego y haga conducir el demas resto de paisanaje pronto y que se aprontare a las órdenes del Exmo. Señor Comandante General de estas Islas con facultad de que pueda obligar a apremiar al paisanaje por todo rigor a que cumpla en esta parte las órdenes sobre que se le dará el auxilio que necesitare fiando la justicia y Regimiento de su celo y honor al Real Servicio y defensa de la Patria el que desempeñará este encargo como corresponda relevándole del otro encargo a que se le habia destinado y dándole copia autorizada de este acuerdo para que lo tenga entendido el paisanaje y los demás a quienes convenga.

 

DOCUMENTO NÚMERO, 7

 

    Oficio Del Coronel Franchy al Comandante General Gutierrez.

“Exmo  Sor.

 

Aviendo tenido cartas de mi casa. El 23 abisandome se hallava esa Plaza Bloqueada por los enemigos, inmediatamente me puse en marcha para ella a fin de tomar las ordenes de V.E. así para marchar con el Rext.º de mi cargo, benir en su busca, y deseo ocuparme en lo que tuviese por combn.te pero aviendo llegado el 24 a las 11 del dia a la Orotava me detuve a tomar algun alimento a cosa de las 3 de la tarde mas o menos sentí boses y habiéndome asomado me encuentro con el paisanaje que venia contado la completa Victoria que habia obtenido V.E. de que le doy repetidas henorabuenas, con este motivo me restitui en el mismo día a mi destino lo que participo a V.E. para que me ordene lo que fuere de su superior agrado.

 

Dios gue. a V.E. m.s a.s

 

Vilaflor 26 de Julio de 1.797

 

Exmo. Sr.

Antonio de Franchi

Exmo. Sr. Dn. Antonio Gutiérrez.

 

  Diciembre de 2011.  

 

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