NOTAS
AL DIARIO DE LAS HERMANAS CASALON (IX)
Eduardo Pedro García Rodríguez
8, ATAQUE DE UNA ESCUADRA INGLESA A SANTA CRUZ DE
TENERIFE EN 1797 (y IV)
LAS INTENCIONES DE NELSON AL ATACAR
Es una constante en mayoría de los
historiadores que han venido tratando el tema del ataque de Nelson a la isla de
Tenerife, son unánimes al afirmar que se desconocen los verdaderos motivos que
impulsaron al vicealmirante a emprender la aventura. Entre los autores que
sostienen esta tesis figura el ilustre y anciano catedrático de historia Don
Antonio Rumeu de Armas, quien en su monumental obra Canarias y el Atlántico,
así lo afirma. (Tomo III. Segunda parte) Por ello no deja de sorprendernos que
el ilustre director de
Es sorprendente esta casi total coincidencia en estos autores, que
manejando documentación original de la época, y en algunos casos inéditos en
su momento, osen sostener que las intenciones que movieron al vicealmirante
continúan siendo una incógnita.
Posiblemente estos autores al mantener estas aseveraciones lo que
realmente pretenden es mantener el mito de que la isla sufrió una invasión por
parte de una gran potencia, dirigida por el mejor estratega naval de su época,
manteniendo así el axioma de que cuando más notable es la figura del -en este
caso supuestamente vencido- mayor es la gloria que se abrogan los supuestos
vencedores, y esto es así hasta el punto de que estos historiadores se refieren
al vicealmirante dándole el tratamiento de contralmirante, grado que Nelson
alcanzó bastante tiempo después del fallido intento de saquear los caudales de
la corona española provenientes de las colonias americanas y asiáticas,
supuestamente depositados en la plaza de Santa Cruz de Tenerife.
Los verdaderos propósitos a Nelson a realizar un ataque corsario a la
plaza de Santa Cruz, están claramente expuestos por el propio vicealmirante en
la carta de intimidación que éste quería hacer llegar al comandante de la
plaza, en caso de que la toma de la fortaleza de Paso Alto hubiese sido
efectiva, conforme a los planes que había elaborado. Frustrado el intento del
Bufadero, como sabemos, la misiva no llegó a manos de Gutiérrez como se había
previsto, quizás fue esta imposibilidad de comunicación, en un primer momento,
lo que impulsó a Troubridge a enviar las dos primeras embajadas al general Gutiérrez,
con las propuestas que conocemos y básicamente se centran en el contenido de la
mencionada carta. Quizás éstos ultimátum debía hacerlos llegar el propio
Nelson, después de que se llevara a cabo la cita que tenía concertada con sus
hombres para las tres de la madrugada en la plaza principal, pero, como ya
sabemos, un casco de metralla le impidió al vicealmirante acudir a la misma.
Es bien sabido que los actos de corso y de piratería eran habituales en
las marinas reales europeas, en tiempos de guerra y aún fuera de ellos, existen
sobrados ejemplos de estas actividades llevadas a cabo por las armadas españolas,
portuguesas, inglesas, francesas y holandesas, e incluso notables familias
criollas del Archipiélago, ejercían esta actividad enmascarándola bajo la
apariencia de comerciantes o mercaderes, extremo éste que esperamos tratarlo más
ampliamente en otro lugar de esta obra.
Veamos el contenido de la tan mencionada carta, en ella veremos que no
existe incógnita alguna sobre las intenciones del vicealmirante:
“Teseo,
20 de Julio de 1797.
Señor.
Tengo
el honor de participaros que he venido aquí para exigir la inmediata entrega de
la fragata “Príncipe de Asturias”, procedente de Manila y con destino a Cádiz,
perteneciente a la compañía de Filipinas, con su cargamento completo, y así
mismo todos los demás cargamentos semejantes que hayan sido desembarcados en
Tenerife y no sean para el consumo de sus habitantes.”
En esta primera parte de la carta, se expone con claridad meridiana
cuales eran las verdaderas intenciones de Nelson al atacar la plaza, como se
puede apreciar no se trata de una expedición de conquista, sino simplemente de
una acción de corso, en busca de
unos supuestos tesoros procedentes del vireynato de México, además de los
contenidos en la fragata de la compañía de Filipinas. El almirante Jervis, había
recibido información de sus espías sobre la existencia de los supuestos
tesoros en la isla, lo que le motivó para apoyar a Nelson en su expedición.
Debemos destacar la puntualización que hace Nelson en sus exigencias al separar
de ellas los cargamentos destinados al consumo de la población. Esta
actitud pone de manifiesto que no quiere infringir daños innecesarios a los
habitantes de la ciudad y de la isla. Mas adelante continua empleando un tono más
severo, acorde con la importancia de sus exigencias y en un lenguaje propio de
situación de guerra. “...y siendo mi mayor deseo que ningún insular sufra
por las consecuencias de mi petición, ofrezco las siguiente honrosas
condiciones, que espero que admitáis, pero si las rehusáis, todos los horrores
de la guerra que recaerán sobre los moradores de Tenerife serán imputados por
el mundo a vos, a vos únicamente, pues destruiré a Santa Cruz y a las demás
plazas de las islas por medio de un bombardeo, exigiendo además una fuerte y
pesada contribución.”
No nos cuesta mucho imaginarnos la reacción que hubiese producido en el
ánimo del general la recepción de esta misiva, de haber llegado a sus manos, a
continuación Nelson expone el resto de las condiciones.
Articulo
1.º Deberán entregarme los
fuertes, poniendo al momento a las fuerzas británicas en posesión de las
puertas.
Artículo
2.º La guarnición depondrá
las armas, permitiéndose, sin embargo, a los oficiales que conserven sus
espadas.
Artículo
3.º Con tal de que se cumpla con el
primer artículo de que se me entreguen los cargamentos ya citados, no se exigirá
a los habitantes ni la más pequeña contribución, pues, al contrario, gozarán
bajo mi protección de toda seguridad en sus personas y propiedades.
Artículo 4.º No se ejercerá
intervención alguna en
Artículo 5.º Las leyes y magistrados vigentes continuarán como hasta
aquí, a no ser que la mayoría de los isleños deseen otra cosa.
Aceptado
todos estos artículos, los habitantes de Santa Cruz depositarán sus armas en
una casa al cuidado del obispo y del primer magistrado, siendo muy honorífico
para mí el consultar con estos señores sobre todas las ventajas que puedan
proporcionar a los habitantes.
Dentro
de media hora espero la aceptación o repulsa.
Horacio
Nelson”
Con la exigencia del primer artículo, Nelson pretende dominar los
fuertes, y así conseguir que la rada sea segura para anclar en ella sus navíos
mientras proceden a la estiba de los cargamentos, que supone se encuentran en la
plaza o en la ciudad de
En cuanto al segundo artículo, es lógico que pretenda que sus tropas
puedan actuar sin temor a una posible represalia por parte de tropas armadas,
sin embargo se deduce que pretende tener una convivencia pacífica con los
habitantes de la ciudad durante la esporádica ocupación, al permitir que los
oficiales porten sus espadas, simbolizando así más un acuerdo que una rendición.
En el tercer artículo, se
garantiza la seguridad de las personas y propiedades, este extremo fue cumplido
unilateralmente durante la estancia de las tropas británicas en la ciudad, pues
a pasar de haber ocupado el convento de Santo Domingo y un almacén de víveres,
no se registraron por parte de los ocupantes actos de saqueo o pillaje ni en
estos edificios ni en el resto de los de la plaza a pesar de que: “Estando
como estaban sin víveres y cansados por los muchos trabajos del desembarco y
posteriores luchas”.
En cuanto al contenido del
cuarto artículo, recordemos que los frailes Dominicos, no sufrieron ningún
tipo de vejación, por el contrario el superior y maestro de la comunidad se
prestaron voluntariamente desplazarse hasta el castillo principal para acompañar
la embajada negociadora.
El contenido de la carta no deja de ser sugestivo, si el conocimiento de
la misma hubiese llegado a la “mayoría de los isleños” en esas líneas
el vicealmirante deja entrever la posibilidad de un cambio en las estructuras
dominantes en el momento, cambio que en todo caso no hubiese sido posible, pues
exceptuando a los comerciantes, las denominadas fuerzas vivas de la ciudad,
estaban formadas por los empleados de la metrópoli.
RESUMEN
En los proyectos del vicealmirante Nelson al iniciar la expedición
contra la plaza de Santa Cruz, no figuraba la conquista y ocupación permanente
de la isla, tal como nos lo quieren hacer creer algunos historiadores que están
altamente comprometidos con el sistema imperante en nuestras islas. El objetivo
único de la expedición era económico, y pretendía mediante un golpe de mano,
apoderarse de los supuestos tesoros del rey de España, incluido naturalmente el
cargamento de la fragata de filipinas, en ningún caso, esta operación de corso
iba dirigida contra las vidas o los bienes y caudales de los habitantes de la
isla.
El comportamiento observado por la mayoría de los jefes y oficiales españoles,
con su general al frente, así como la de algunos de las milicias, y de las
tropas regladas fue bastante deplorable.
Queda ampliamente demostrado que quienes de verdad hicieron frente a la
situación desde un principio fueron las tan denostadas Milicias Canarias, las
cuales prácticamente desarmadas, supieron hacer frente a un enemigo mucho mejor
armado y entrenado
La realidad es que, los
vencedores en esta acción –si es que los hubo– fue el pueblo de Tenerife, y
por extensión, todo el pueblo canario.
No existió la tan propagada derrota de los ingleses, y sí un fracaso en
sus planes de apoderarse de los caudales del rey. Según el RAE que tengo a la
vista, la palabra derrota la define en
su segunda acepción como: Vencimiento completo de un ejército seguido
generalmente de fuga desordenada. En la retirada de las tropas inglesas no
se dio ninguno de estos supuestos, por el contrario, las fuerzas se retiraron
con su armamento, tambor batiente y banderas desplegadas, desfilando
marcialmente y flanqueadas en su marcha hacía el muelle por las tropas Canarias
en posición de rendir honores.
Tenemos que admitir que, el ataque efectuado por los británicos a Santa
Cruz, fue uno de los más civilizados de los que tiene noticias la guerra
moderna.
En un libro publicado con
motivo del supuesto quinto centenario de la fundación del desembarcadero y
posterior poblado de pescadores que en sus orígenes europeos fue la hoy ciudad
de Santa Cruz de Tenerife, y decimos supuesto porque entendemos que no puede
fundarse lo que ya está fundado, pues en lugar que hoy ocupa la ciudad existía
un importante núcleo de población guanche. Este lugar denominado por sus
pobladores Añaza o Añazu, fue el lugar elegido por el bandolero Alonso Fernández
de Lugo y su cohorte de mercenarios, para realizar la primera invasión de la
isla de Tenerife, y también donde llevó a cabo su primera razzia “oficial”
de esclavos, - mujeres, ancianos y niños –(pues los hombres adultos se
estaban aprestado para la defensa de su Matria),
precisamente en los asentamientos de Añaza, ubicados en los lugares que
al día conocemos como “las Asuncionistas” y “Montaña Guerra”.
Volviendo al libro citado (de excelente edición, pero que da la impresión de
estar escrito por encargo), su autor nos dice que Nelson no bombardeó la
plaza porque los cañones de que estaban dotados los navíos eran de tiro raso,
aptos solamente para la guerra en el mar, nosotros, que somos legos en temas
militares, pero que tenemos cierta capacidad para pensar, nos preguntamos: ¿es
posible que una división naval compuesta en su mayor parte por navíos que tres
años antes, habían bombardeado y ocupado las ciudades de Bastia
y Calvi, en la isla de Córcega, a las ordenes de Nelson, no estaba preparada
para bombardear la plaza de Santa Cruz?
Quienes reprochan al general Gutiérrez el no haber sabido sacar provecho
a la “victoria” sobre los ingleses, están cuestionando precisamente una de
las decisiones correctas tomada por el general y su plana mayor. Estos eran
conscientes de 575 hombres bien adiestrados y armados hechos fuerte en el
convento, eran un enemigo temible para unas fuerzas como las tinerfeñas que,
aunque superior en número, eran bisoñas y casi desarmadas, por otra parte, el
lugar donde estaban parapetadas las tropas británicas no era apropiado para el
uso de la artillería por parte de las milicias, única arma realmente eficaz
conque contaban los defensores de la plaza, los cuatro cañones violentos con
que contaban las fuerzas sitiadoras serían pocos eficaces contra los muros del
convento, y hay que tener en cuenta el carácter sacro del edificio, extremo éste
que en la época pesaría mucho en el ánimo de los isleños. Es evidente que en
la larga entrevista mantenida en el castillo entre los representantes de las
fuerzas inglesas y la plana mayor del mismo, éstos expondrían al general la
situación real. Si las milicias continuaban hostigando a los ingleses, éstos
prenderían fuego a la ciudad, además harían entrar en acción la artillería
de la escuadra, contra la ciudad (1) que como sabemos constaba de 393 cañones y
que hasta el momento la mayoría habían permanecido en silencio. Esta capacidad
de fuego de la flota, dotada además de mejores y más potentes piezas que las
de la plaza, y manejadas por experimentados artilleros, era más que suficientes
para acallar los fuertes, y además reducir a escombros
Estos extremos los conocían perfectamente los componentes de la plana
mayor, por ello no dudaron un instante en aceptar las propuestas de los británicos
para reembarcarse honrosamente, al estar convencidos éstos de que el tan
mentado y deseado tesoro de Méjico no había sido desembarcado en la isla,
renunciando de paso también al cargamento de la fragata. Ya hemos dicho, que la
intención de Nelson no era ocupar la isla permanentemente, por ello y por no
querer dañar a los naturales, se abstuvo de emplear la artillería de la
escuadra, exceptuando las acciones de amago o distracción de la bombarda ”Rayo”
(una boca de fuego), y el incidente de la fragata desplazada hacía San Andrés
por el tiempo sur dominante, y que tuvo que repeler el ataque de la torre del
lugar, acción que produjo un muerto y varios heridos en el castillo de San Andrés,
no por el fuego de la fragata, sino por la explosión de uno de los viejos cañones
con que estaba dotado el baluarte.
Nos queda la impresión de que, alguien, algo o algunos, tienen un
especial empeño en hacernos
“comulgar con ruedas de molino”, sobre las que fueron las verdaderas
intenciones que animaron al vicealmirante Nelson a efectuar un ataque, a la hoy,
Muy Europea, Muy Leal, Noble, Invicta y Muy Benéfica Ciudad, Puerto y Plaza de
Santa Cruz de Santiago de Tenerife.
(1) Recordemos que el duelo artillero
fue entre los castillos y la flota, esta jamás dirigió los tiros contra la
población.
13, DOCUMENTOS ANEXOS
DUCUMENTO
NÚMERO 1
Carta de remitida desde Tenerife por don Francisco Fierro a su amigo y
paisano don Patricio Madán, sobre el comportamiento de la plana Mayor del
general Gutiérrez, y en especial sobre la actuación de don Manuel Salcedo,
quien tuvo que valerse de la influencia de su tío el teniente general de los ejércitos
reales don Domingo Salcedo, para hacer frente a las acusaciones de cobardía, el
contenido de la carta es como sigue:
“ El gusto que tuve de
ganamos la victoria por el valor de la marinería y el batallón o lo que mandó
Kinter (Guinther) me lo disminuyó el
que algunos de los oficiales de milicias volvieron la espalda, lo más malo es
el que la Plana Mayor se acollonase y persuadiesen al comandante firmase unas
capitulaciones que aquí se miran como indecorosas, por haberles permitido sacar
las armas cuando estaban los milicianos con rozaderas por falta de fusiles.
Contra quien más echan es contra el teniente de rey, que dicen nadie le vió,
que se estuvo metido en las vóveda del castillo, y no es uno, sino todos los
que han declarado como el capitán del correo. Los franceses, al comandante
(Gutiérrez) lo elogian, que a pesar de sus años estuvo en el muelle hasta que
lo retiraron, y que lo malo lo hicieron la Plana Mayor, y que el comandante de
artilleros e ingenieros elogian a Rosique y a los marinos, Lo peor es que las
declaraciones han ido en cuerpo y alma a la corte”.
DOCUMENTO
NÚMERO 2
A mediados de septiembre el teniente de rey Salcedo, saltándose la
escala de mandos dirige un escrito al ministro de la guerra don Juan Manuel Álvarez,
redactado en unos términos de humildad impropios de la habitual altanería con
que acostumbraban hacerlos estos oficiales del rey. El contenido de la misiva es
el siguiente:
““Excelentisimo Señor.:
Siendo la más falsa calumnia y agravio
notorio que se hace a la Plana Mayor de esta plaza, y particularmente a mi
persona y honor, el contesto de la carta cuia copia yncluio al número 1.º,
ocurrí por el pronto al comandante y su segundo del Batallón, cuía repuestas
de oficio verá V.E. a los números 2 y 3, y considerando no obstante, de que
semejante especies tal vez se avrán esparcido con descrédito de mi honor y opìnión,
me tomo la libertad, en su defensa, de recurrir directamente a V.E., sin
comprometer por ahora a este Comandante General ínterin la determinación de S.
M. Para que, ya sea por informes o como fuese de su real agrado, pueda aquél
obrar libremente en las diligencias que se hayan de practicar para la
justificación respecto de que mis operaciones han sido bien públicas y
notorias.
Yo me veo precisado a esplorar el favor
de V.E. en dura situación para que, hallándolo por conveniente, lo ponga en
noticia de S. M. Y se digne en justicia dar
la providencia que le fuere más grata para la averiguación de un hecho, el más
vil e infame que un oficial en su real servicio pueda cometer; por lo tanto,
deseo se purifique aclarando la verdad, y resultando ser falso, se haga notorio,
quedando mi honor y buen concepto en el lugar que corresponde, cuia gracia debo
esperar de la benignidad de mi Soberano, mediante el poderoso inluxo de V.E.
Nuestro Señor guarde la vida de V.E.
muchos años.
Santa Cruz y Septiembre 16 de
DOCUMENTO
NÚMERO 3
Carta en que el vicealmirante Sir Horacio Nelson invita al general don
Antonio Gutiérrez, comandante de las islas a la rendición de la plaza de Santa
Cruz de Tenerife.
“Teseo,
20 de Julio de 1797.
Señor:
Tengo el honor de participaros que he
venido aquí a exigir la inmediata entrega de la fragata “Príncipe de
Asturias”, procedente de Manila y con destino a Cádiz, perteneciente a la
compañía de Filipinas, con su cargamento completo, y asímismo
todos los demás cargamentos semejantes que hayan sido desembarcados en
Tenerife y no sean para el consumo de sus habitantes.
Y siendo mi mayor deseo que ningún
insular sufra por las consecuencias de mi petición, ofrezco las siguientes
honrosas condiciones, que espero admitais; pero si las reusais, todos los
horrores de la guerra que recaerán sobre los moradores de Tenerife serán
imputados por el mundo a vos, a vos únicamente, pues destruiré a Santa Cruz y
a las demás plazas de las Islas por medio de un bombardeo, exigiendo además
una fuerte y pesada contribución.
Artículo 1.º Deberán entregarme los
fuertes, poniendo al momento a las fuerzas británicas en posesión de las
puertas.
2º La guarnición depondrá las armas,
permitiéndose, sin embargo, a los oficiales que conserven sus espadas.
3.º Con tal que se cumpla con el
primer artículo de que se me entreguen los cargamentos ya citados, no se exigirá
a los habitantes ni la más pequeña contribución, pues al contrario, gozarán
bajo mi protección de toda seguridad en sus personas y propiedades.
4.º No se ejercerá intervención
alguna en la Santa Religión Católica; sus ministros y
todas sus Ordenes regulares estarán bajo mi cuidado y protección.
5.º Las leyes y
magistrados vigentes continuarán como hasta aquí, a no ser que la mayoría
de los isleños deseen otra cosa.
Aceptando todos estos artículos, los
habitantes de Santa Cruz depositarán sus armas
en una casa al cuidado del Obispo y del primer magistrado, siendo muy honorífico
para mí el consultar con estos señores sobre todas las ventajas que puedan
proporcionar a los habitantes.
Dentro
de media hora espero la aceptación o repulsa.
Horacio Nelson”.
[El subrayado es nuestro]
DOCUMENTO
NÚMERO,
4
Libertad Santa Cruz
de Tenerife, 7 Termidor año 5 de la República Francesa. 33 (recibido 21
Termidor.)
El Cónsul de la Republica Francesa en
las Islas Canaria, al ciudadano Charles de la Croix, ministro de Asuntos
Extranjeros. Ciudadano ministro:
Por una fechada el 8 Mesidor, tuve el
honor de daros cuenta de la presa de la “Mutine”. Esta presa había sido
precedida en la misma rada, por la de un galeón español, ricamente cargado.
Estos hechos no podían más que
aumentar la confianza de los ingleses, a quienes órdenes más directas, puede
ser, le hicieron infructuoso el proyecto el proyecto de apoderarse de estas
islas. He aquí el detalle de este acontecimiento:
El 4 Termidor, a las 5 de la madrugada,
8 barcos de los cuales 3 veleros de guerra, 3 fragatas, 1 bombarda y 1 cúter
hicieron aquí su aparición. Inmediatamente echaron al agua, bajo la protección
de las tres fragatas y de la bombarda que fondearon al Nord-Este de la rada
entre el fuerte de San Andrés y el fuerte de Paso-Alto, 35
embarcaciones. La gran distancia de un fuerte al otro no podían poner obstáculos
al desembarco. Los ingleses, en número aproximado a 600 hombres, ganaron las
montañas que bordean esta parte de la isla, y se hubiesen apoderado del fuerte
de Paso-Alto, si los españoles secundados por algunos franceses no hubiesen
llegado a tiempo para contenerles. Durante todo el día y hasta bastante
avanzada la noche la lombarda y los fuertes se enviaron algunos cañonazos y
varias bombas.
Al día siguiente, cinco de los barcos,
ya sea en consideración a las dificultades que habían encontrado o en razón
de una fuerte brisa que se presentó y que podía lanzarles a la costa, por
diversión(ilegible en el original:; la palabra que leemos no nos parece
correcta y por eso preferimos dejarla en blanco), las fragatas y la lombarda
aparejaron llevándose a la gente que habían desembarcado y fueron a unirse a
los tres veleros que durante todo este tiempo se habían contentado con vigilar
frente a la rada. Estas maniobras nos habían hecho pensar que iban a dirigirse
hacia algunos de los fuertes del Sur-Oeste de Santa Cruz, pero se unieron entre
sí desaparecieron de nuestros ojos. Al siguiente día, a las 6 de la tarde, el
enemigo reapareció con un barco de línea más se aproximó entonces y todas
sus fuerzas vinieron a fondear al lugar que habían escogido el día anterior.
Llegada la noche comenzaron las hostilidades: 30 o 40 bombas llovieron sobre el
fuerte de Paso-Alto. El fuerte respondió con cañonazos también algunas
bombas. El proyecto del enemigo no se desarrollaba aún. A las 2 de la madrugada
el muelle es asaltado por un número bastante considerable de embarcaciones. Las
piezas de artillería que lo defienden son destruidas a excepción de dos. Las
baterías del castillo principal les obligó sin embargo a reembarcar dejando
una veintena de muertos sobre la playa. La misma suerte le esperaba a un cúter
cargado de gente que fue hundido por el fuerte de Paso-Alto. La cosa no era la
misma
al Nord-Oeste de la rada. Dos embarcaciones dirigidas hacía esta parte
vienen bajo mis ventanas y bajo mis ojos a desembarcar 1500 marinos, de los
cuales 800 marinos y 700 hombres de tropa desencadenan una larga fusilada y los
repetidos golpes de cañón no les detienen. Se efectúa el desembarco. El
enemigo avanza a grandes gritos y se hace de día en medio de un fuego
ensordecedor Cada playa se convierte en un campo de batalla, y la victoria
dudosa no se sabía bajo qué bandera fijarla. Sin embargo el español redobla
sus esfuerzos y hace presa a su enemigo en todos los puntos. El inglés que se
cree cercado por fuerzas superiores se repliega a un convento de dominicos y
desde allí hace demanda de dinero prometiendo retirarse. El General de estas
islas, Señor Gutiérrez, le responde que él no tiene más que hierro y muerte
que ofrecerles si rehusan rendirse. Una capitulación ratificada en enseguida
por el Vicealmirante, Comandante de la División, les hace reembarcar con la
promesa de no molestar estas islas en toda la guerra. Así terminó este
proyecto de invasión que, según confesión de los prisioneros, no había
tenido otro objeto que el incautarse de los tesoros bastantes considerables
procedentes de un galeón real y de todas las cajas públicas. Yo creo poder
declarar que los elogios a los españoles en esta ocasión deben ser ensalzados,
más que por una maniobra inteligente y bien desarrollada, por una conducta y
sostenida. Ellos, un puñado de hombres inferior en número y medianamente
disciplinados a 1200 hombres bien armados y conducidos por (ilegible en el
original) que tenían a Nelson por jefe. Tan importante les había parecido esta
expedición. Una parte de franceses, al mando de los cuales se encontraba el
ciudadano Le Gros, Vicecónsul y Canciller en esta isla; el ciudadano Occident,
Secretario de este Consulado, y el ciudadano Durier, empleado en dicho
consulado, han recibido honores hasta entonces desconocidos.
Entre los monjes, uno de ellos fue
muerto y otros cuatro heridos. Sigue el cuadro nominativo
de las fuerzas y de las pérdidas que han tenido los ingleses: (sigue una
lista de los navíos de la escuadra y otra de los muertos y heridos, las que
omitimos por ser sobradamente conocidas). Salud y Fraternidad
Clerget=Rubricado
Libertad.- Santa Cruz de Tenerife, el 4º
día, correspondiente al 5 de
DOCUMENTO
NÚMERO 5
El Cónsul de la República Francesa en
las Islas Canarias al ciudadano Charles de la Croix, Ministro de Relaciones
Exteriores.
Ciudadano Ministro:
En mi última carta de le di cuenta
detallada del resultado de la empresa inglesa sobre esta isla. Hoy quiero darle
la del espíritu público y la de la conducta actual de agentes del Gobierno
Español.
Deben distinguirse aquí dos clases de
espíritu público: el de los labradores y artesanos, que se pronuncian a favor
de Francia, sobre todo por la manera en que los franceses se han conducido últimamente
con ocasión del desembarco de los ingleses, ha despertado en el corazón del
pueblo canario el deseo de eternizar la alianza de las dos naciones. El espíritu
que anima a la gente es éste, que los comerciantes y los ricos propietarios
presentan de otra manera. Como Inglaterra desde hace mucho tiempo explota con
grandes ventajas todo comercio de estas islas, se debe mirar la mayor parte de
los negociantes que se han establecido aquí como corresponsales factores.
Ellos no disimulan su predilección por
esta nación. Se manifiesta en los gustos, las modas, sus maneras y sobre todo
la forma de vivir. Bien es verdad que muchos de estos negociantes son irlandeses
de origen, y aunque gozan de todos los privilegios
como si fuesen del país, se enfadan si se les toma por españoles. La clase
de los ricos propietarios prefieren los ingleses a todos los pueblos por las
ventajas que le sacan vendiéndoles sus vinos. Esta clase, por este interés, se
confunde con la de los negociantes, y, como estos no han dejado de censurar en
ocasión de su ruptura con Inglaterra.
Se reconoce la jactancia, en algunos
habitantes, del viejo carácter español, pero lo que les distingue de ventaja
es su insuficiencia y su perfecta incuria, de la cual no dejan de dar pruebas,
sobre todo en la ocasión de los ataques que han recibido en diversas ocasiones
por parte de los Ingleses. Éstos vinieron en el mes de Mayo a robarles, al píe
de sus fortalezas y de sus baterías, un galeón ricamente cargado procedente de
las Américas.
Un mes después se presentan de nuevo
con la misma audacia y se apoderan de la corbeta de
Pidieron parlamentar y no tuvieron más
recursos que capitular, cuando no les quedaba ninguna esperanza de poder escapar
a la venganza del pueblo. Critican al general (Gutiérrez) de haber sacado muy
poco partido de una victoria tan efectivamente asegurada; pues no solamente
devolvió los prisioneros ingleses sino que les permitió llevarse las armas que
hubiesen servido para equipar a soldados provinciales, a quienes a falta de
fusiles le entregaron picos. Este desembarco de los ingleses ha servido para
hacerles abrir los ojos sobre la necesidad de poner la ciudad y el puerto en
estado de defensa.
Se debe justicia al Capitán General,
que no escatima ningún medio para inspirar confianza a este objeto. Pero al
mismo tiempo que se ocupa en salvar la isla de Tenerife, que probablemente los
ingleses no atacarán más, se descuida, se abandona la isla de Gran Canaria,
que ellos hostigan diariamente. La indiferencia sobre esta isla acaba de
costarle a los negociantes de Marsella la pérdida de un navío
armado con cuarenta cañones con una rica carga procedente de Guadalupe.
Este barco, cazado por dos fragatas inglesas, se había refugiado bajo las baterías
de tres castillos de la isla de Canaria, donde
no se encontró ni pólvora ni artilleros. El equipaje francés, viendo
que no recibiría socorro de la parte de estos castillos, resolvió desembarcar
para ayudar en el servicio de baterías, pero fue obligado a esperar la pólvora,
que se encontraba en mal estado. El ingles tuvo todo tiempo de desamarrar el navío
francés, el cual viene de escalar la costa de esta isla de Tenerife. El resto
del equipaje se tratará
de hacer pasar a Europa lo más pronto posible, con la tripulación
procedente del navío bordelés “Le Poisson Volant”, armado, en corso de
partir para la Guadalupe, capturado por los ingleses
a la altura del cabo Finisterre.
En este momento hago zarpar la goleta
americana “Le Ruthy” para transportar a Cádiz otros setenta marineros
franceses procedentes de las tripulaciones de “La Belle Angelique” y “La
Mutine”.
Espero
que esta segunda expedición tenga el mismo exito que la primera.
Salud y Fraternidad
Clerget=Rubricado
DOCUMENTO
NÚMERO 6
Del Libro de Acuerdos del Ayuntamiento colonial de
En la Ciudad de La Laguna a veinte y tres de Julio de mil setecientos
noventa y siete: concurriendo a celebrar Cabildo en razón de la invasión de
los Ingleses El Sr Alcalde Mayor por S.M. y los señores Don Lope de la Guerra,
Don José Saviñón, Don Antonio Riquel, Don Cayetano Peraza, Don Francisco
Bello, Don Miguel Laysequilla, y Don Juan Calderín.
Mediante haver su merced el Sr
corregidor dado parte de haverse indispuesto y no poder continuar en el desempeño
que ha tomado de estar en la cuesta de Santa Cruz con bastante número de
Paisanos con cuatro cañones para contener las avenidas de enemigos por aquella
parte y que en su virtud este Cabildo depute persona que Exersa sus funciones y
pueda capitanear otra tropa de Paisanos, enterado Acordó Deputar como deputa a
Don Melchor Prieto del Hoyo para que quedando con cabo y seis hombres en el
paraje donde de hallan dichos cañones y polvora
para sus resguardos y cuidados, conduzca desde luego y haga conducir el
demas resto de paisanaje pronto y que se aprontare a las órdenes del Exmo. Señor
Comandante General de estas Islas con facultad de que pueda obligar a apremiar
al paisanaje por todo rigor a que cumpla en esta parte las órdenes sobre que se
le dará el auxilio que necesitare fiando la justicia y Regimiento de su celo y
honor al Real Servicio y defensa de la Patria el que desempeñará este encargo
como corresponda relevándole del otro encargo a que se le habia destinado y dándole
copia autorizada de este acuerdo para que lo tenga entendido el paisanaje y los
demás a quienes convenga.
DOCUMENTO
NÚMERO, 7
“Exmo
Sor.
Aviendo tenido cartas de mi casa. El 23
abisandome se hallava esa Plaza Bloqueada por los enemigos, inmediatamente me
puse en marcha para ella a fin de tomar las ordenes de V.E. así para marchar
con el Rext.º de mi cargo, benir en su busca, y deseo ocuparme en lo que
tuviese por combn.te pero aviendo llegado el
Dios gue. a V.E. m.s a.s
Vilaflor 26 de Julio de 1.797
Exmo.
Sr.
Antonio
de Franchi
Exmo.
Sr. Dn. Antonio Gutiérrez.
Diciembre
de 2011.
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