ACHIMENCEYATO
DE AGUAHUCO:
CASTELLANIZADO
COMO PUNTA DEL HIDALGO POBRE
TOMADO
DEL LIBRO: EL MENCEYATO DE TEGUESTE:
APUNTES
PARA SU HISTORIA
Capitulo
I-II
(para
esta separata)
Eduardo
Pedro García Rodríguez
(Viene
de la página anterior)
Según Diego Cuscoy y Lorenzo Perera, en Anaga debió desarrollarse una ganadería específica,
similar a la practicada en Teno, que han denominado Regional. Las condiciones geográficas
del macizo, donde se dan una brusca elevación del
suelo, se suceden numerosos y angostos barrancos de gran pendiente, existe una fuerte humedad
a lo largo de todo el año y donde hay un manto vegetal especialmente
rico, permitían a los aborígenes el desarrollo de una ganadería
trashumante de ganado menor, especialmente cabras y ovejas,
que no implicaba traslados estacionales a otras áreas de la isla en
busca de pastos frescos. En sus desplazamientos, ganados y pastores
seguirían rutas forzosamente cortas y ascendentes, de limitado desarrollo
vertical, ya que no sobrepasarían la zona de medianías, que les permitía un
aprovechamiento racional de los pastos de los distintos
pisos de vegetación del macizo anaguense.
El registro de especies forrajeras consumibles
por dicho ganado es amplio, dado que, como ya hemos señalado, los
límites del Achimenceyato afectarían a
diversos pisos de vegetación, proporcionando suficientes nutrientes para su
cabaña ganadera. Desde la costa hasta
los
Por
último, debemos señalar que estos diferentes pisos bioclimáticos
permitirían a los guanches llevar a cabo otras actividades complementarias, tales como la recolección de frutos silvestres o la fabricación de diversos artefactos derivados de la madera.” (Ángel Ignacio Eff-Darwich Peña,
2005)
“Los pequeños núcleos
de población no han sido, desgraciadamente, objeto de interés
para buena parte de la historiografía insular, volcada
en el estudio de los grandes acontecimientos que se han ido sucediendo en la historia del archipiélago y en el análisis de
aquellas poblaciones que, por circunstancias políticas, económicas, sociales o
demográficas, han alcanzado cierta notoriedad e importancia en el ámbito insular, dejando relegados estos núcleos a pequeños comentarios dentro de obras de mayor envergadura.
El Batán constituye uno de esos caseríos “perdidos” en el Macizo de Anaga, que por
diversas razones, no ha ocupado un lugar destacado en la investigación histórica
en nuestra isla. En la actualidad, cuenta con aproximadamente
150/200 habitantes, a los que debemos añadir una importante
población flotante de bataneros que, residiendo
fuera del pago, vuelven periódicamente allí donde se han criado
y tienen buena parte de su corazón. Administrativamente, forma parte del distrito municipal de La Laguna, denominado genéricamente
Las Montañas, el cual agrupa a los caseríos de Las Carboneras,
Bejía, Chinamada, Solís y Sietefuentes, además del nuestro. En el
momento de escribir estas páginas, el pago cuenta con un bar, carretera
de acceso asfaltada, abastecimiento de agua a domicilio, servicio
eléctrico y telefónico y transporte público regular que conecta el
caserío con la ciudad de La Laguna. Finalmente, los bataneros cuentan con una
Asociación de Vecinos, "Cuevas del Lino", que defiende
sus intereses ante las diferentes administraciones, integrada desde 1995 en el Consejo de Zona de Las Montañas, junto a las asociaciones
vecinales de Las Carboneras, Bejía y
Chinamada.
Afortunadamente, a diferencia de otros muchos pagos de la isla, que languidecen lentamente camino de su desaparición, los bataneros,
con la Asociación de Vecinos al frente, han apostado por echarle un pulso al
destino de estos pequeños caseríos y mejorar las condiciones
de habitabilidad y bienestar del mismo para “...conseguir que El Batán fuese un barrio de La Laguna donde su gente pudiera vivir
con dignidad y tuviera los servicios necesarios para ello..”.
De
entre los muchos proyectos que han salido de
sus manos, se han propuesto la recuperación
de su patrimonio histórico, siendo la realización de este libro,
el paso más decisivo dado en esta dirección.
Cuando nos incorporamos al proyecto, apenas si teníamos referencias sobre el pago que nos permitieran empezar a trabajar. La Gran Enciclopedia Canaria lo define como:
“...Caserío del municipio de La Laguna, situado en el Macizo de Anaga y en una ladera de elevada pendiente al pie del Roque Milano. Se
trata de un pequeño caserío, dividido en dos; Batán
de Arriba y Batán de Abajo, que cuenta con unas
pocas casas habitadas, aunque en 1991 reaparece con 153 habitantes. En los últimos censos ha sido suprimida esta localidad y
sus habitantes se incluyen bajo el genérico
nombre de Las Montañas, que incluye todos los caseríos de esta zona.
Probablemente, el nombre del caserío deriva de
la función que se desarrollaba en el lugar, el lavado de la lana, aprovechando para este fin la pequeña corriente de agua que llevaba el barranco
del Río...”.
…Un segundo problema se nos planteó a la hora de definir los límites del pago. Según nos indicaron los vecinos, estos incluían
los caseríos de Bejía, Batán
de Arriba, Batán de Abajo, La Cordillera, El Peladero,
Viñátigo, Valle de Los Morales,
Solís, Sietefuentes y las Casas de la Era. Dado que la
consulta en el Consistorio Municipal no nos
ha permitido solucionar satisfactoriamente el problema, hemos optado por aprovechar los límites definidos en 1717 y 1742 en
los deslindes
de montes llevados a cabo en dichos años. Según los mismos,
la jurisdicción de Los Batanes incluiría:
“...[Bejía, que está] empesando
en el Paso del Frayle que es onde quedo el
ultimo mojón del deslinde del Baile de Flandes o Sietefuentes (...) que el todo del dicho baile desde el primer
nombre del amojonamiento que se dise El Paso del Fraile hasta el último que llaman
el Salto de la Parra, considera dicho medidor que se compondrá de seis mili y
doscientos brazas...”.
“..e luego yncontinenti se paso al Lomo
de Los Dragos jurisdicción de Los Vatanes...del Salto de la Parra en el Gueco de Venxía y por
allí cortando el Toscon del Guiñe
y cortando de allí al fin del Lomo de las Yedras al canto de avajo del Lomo de los Sanguinos a
donde dizen La Canselilla de la
Majada de losllecos y de allí cortalando al Anden del Tornero que se entiende
de riscos arriba para monte y laderas y de allí cortando a Lomo de Los
Dragos donde empeso esta diligenxia y de ay al Cargadero y Fuente de la
Tosca donde se siguen los otros linderos de Las Cantoneras y hacia el Valle de
Taborno y Afur...”
Finalmente, incluye La Cordillera dentro de Las Carboneras, al señalar que los medidores están “...en el Hueco y paraje de Las Carvoneras onde llaman La Cordillera...”.
Ello deja
dentro de nuestro pago los caseríos de Batán de Arriba,
Batán de Abajo, Casas de la Era,
Bejía, El Río, Viñátigo, El
Peladero y Valle de Los Morales, dejando fuera a La Cordillera
(incluida en Las Carboneras) y a Sietefuentes y
Solís, que aparecen como pagos independientes.
Han sido estos los límites que nos hemos impuesto a la hora de abordar el presente libro.
En el primer capítulo, abordamos el posible uso de los recursos del barranco dentro del modelo socioeconómico aborigen. Planteamos como hipótesis, que toda la cuenca del mismo perteneció al Achimenceyato de La Punta del Hidalgo, una entidad aborigen menor, donde la ganadería caprina constituiría el eje fundamental de la
economía de la comunidad.
Tras
la conquista de la isla, todo el área se convirtió en una dehesa
de ganado, clara muestra, a nuestro entender, del desinterés inicial
del colonato europeo por cultivar unas tierras que exigían un esfuerzo
económico y humano demasiado elevado, en unos momentos
en que se disponía de tierras más fácilmente roturables en otros ámbitos
de la isla. La instalación de un nutrido contingente de gomeros
en el área Chinamada-Punta del Hidalgo, reforzaría la orientación
ganadera del área y demostraría el desinterés castellano por
cultivar esta zona, dejándola en manos de un grupo que, aunque formalmente
se encuadra dentro de los conquistadores, en la práctica
eran considerados de segunda categoría.
En 1525, comienza una nueva etapa histórica, prolongada a lo largo de todo el siglo XVI y que constituye el tercer capítulo
de la obra. Luís Velásquez, Diego Riquel y
Francisco Ximenes, revitalizan una data de 1511, en la que el Adelantado les concedía 150 fanegas de
tierra de pan sembrar (cereal). Tras una breve etapa de colaboración entre los tres, a partir de 1530, cada uno seguirá su propio
camino. Nosotros nos hemos interesado por la trayectoria de las tierras de Luís Velásquez, germen del futuro pago, quien demuestra un mayor dinamismo
en su explotación. A lo largo del siglo, los Velásquez instalarán un complejo sistema hidráulico que aprovecha el agua del Barranco
para regar huertas y frutales y alimentar varios batanes y molinos harineros.
El desplazamiento de la familia Velásquez a La Orotava, donde emparentan con los Franquis y la llegada de otras grandes familias
laguneras, coinciden con un cambio espectacular en la orientación productiva del área, que a partir de ahora se dedicará casi en exclusiva a la producción de cereales, dando al siglo XVII
un
carácter propio, claramente diferenciado de la etapa
anterior.
El siglo XVIII
constituye objeto de interés del quinto capítulo. Es una etapa especialmente interesante dentro de la evolución histórica del pago.
Miembros de la familia Marrero, cuyo primer representante, Pablo Marrero, está documentado desde 1651, se configuran como el germen de la comunidad agrícola que perdura hasta la actualidad.
Participan ampliamente en el proceso de rozas en el monte público,
conocido por la historiografía canaria como "hambre de tierras",
ya sea de motu propio o por instigación de los grandes propietarios
absentistas residentes en La Laguna. El resultado, será la creación
de un pequeño núcleo de pequeños propietarios rurales, situación
anómala dentro del conjunto insular.
Nuestro
pago está plenamente consolidado como entidad de población,
dedicándose sus habitantes a la agricultura de subsistencia, la
cual han compaginado con una importante actividad
ganadera y con la explotación de los recursos
forestales que ofrece el cercano monte. Demográficamente, la población del pago ha oscilado entre los 285 habitantes de 1851 y 154 censados en 1991, alcanzando su máximo histórico en 1950, cuando
se contabilizan un total de 384 vecinos. La pobreza y el aislamiento han caracterizado la forma de vida del batanero hasta épocas muy recientes, pues no será hasta los años sesenta y setenta, cuando la comarca entre de lleno en el proceso de modernización, llegando a partir de entonces, servicios tan esenciales como la carretera, la electricidad, el agua a domicilio, etc. (Ángel Ignacio Eff-Darwich Peña, 2005).
“Dentro
de este modelo explicativo; ¿qué papel jugó nuestra área
de estudio?. Toda la documentación que hemos recopilado nos ha
permitido comprobar como se desarrolló un uso casi exclusivamente
cerealista de los recursos del barranco, cediendo los grandes propietarios sus tierras en régimen de enfiteusis.
Intentaremos
en las líneas que siguen desarrollar alguna de estas
cuestiones, conscientes de las limitaciones impuestas por unas fuentes más escasas que para los siglos anterior y posterior.
Cronológicamente,
nuestro siglo XVII no constituye un espacio temporal cerrado, ya que,
como iremos viendo a lo largo del texto,
ocasionalmente desbordaremos las fechas extremas del mismo.
Finalmente,
debemos destacar como a lo largo de este siglo se impondrá
el topónimo Batan/nes a la hora de referirse a nuestra área de interés. El primer documento localizado en que se utiliza este topónimo está fechado en 1625, cuando Juan de Mesa cede en enfiteusis "...un pedazo de tierra en los Batanes onde dicen el
Picacho...”. A partir de entonces, los
antiguos topónimos provenientes del siglo anterior
van desapareciendo rápidamente, de tal manera que desde finales de siglo se impondrá este como única denominación, situación
que perdura hasta la actualidad.
Al
igual que hemos hecho en el capítulo anterior, el presente se estructura sobre
tres cuestiones básicas: la evolución de la propiedad, el
paisaje agrario y la forma de tenencia de la tierra.
a. Evolución de la propiedad en Los Batanes
Tal
y como hemos indicado anteriormente, las tierras vinculadas por Luís Velásquez
en 1557, recaían a finales de siglo en su hijo Juan.
Instalado en La Orotava desde por lo menos 1600, su matrimonio con Doña Inés Luzardo de Franquis, personaje perteneciente a una
rama segundona de la importante familia Franquis, refleja claramente el grado de integración de dicho personaje dentro de la oligarquía residente en la villa. Fruto de dicho matrimonio, nacerá
Doña Juana de Bethencourt y Luzardo, quien se casará con su primo, el capitán Don Juan Antonio de Franquis Alfaro en 1622.
A
raíz del mismo,
su padre le entrega en dote el vínculo fundado por su abuelo en 1557, que
deberá disfrutar una vez que él haya fallecido. A lo largo de los siglos siguientes, la historia de la propiedad quedará íntimamente
unida a la familia Franquis Alfaro, en cuyas manos permanecerá
hasta que Don Francisco Franquis Alfaro venda en torno
a 1847, la mayor parte a Manuel de Rojas, un campesino acomodado
de Los Batanes.
La
suerte de Pedro Antón de Torres, que como ya hemos indicado,
permaneció fuera del vínculo fundado por Luís Velásquez en 1557, fue cedida en enfiteusis a lo largo de todo el siglo XVII.
En
1691, el tributo es vendido por Don Sebastián de Franquis
Alfaro a Don Joseph de La Santa y Ariza por dos mil reales
de plata. Ya en pleno siglo XVIII, este último lo vendería a Don Crisóstomo de
la Torre en 1721.
Ahora
bien, a lo largo del siglo XVII, no serán los Franquis los únicos grandes propietarios en el barranco. Desde finales del siglo anterior, se han introducido en la comarca varias familias nobles laguneras, que actuando como propietarios absentistas, llegarán a poseer extensos predios en la zona.
Este
fenómeno ya ha sido detectado en otras áreas del macizo anaguense,
como por ejemplo, en Taganana. Calvan
Tudela ha documentado la llegada de los Westerlin, que se hacen con el
control de los barrancos de Benijo,
Almáciga y Guagay o los Fernández de Ocampo,
que intentarán controlar los barrancos de Las Palmas de Anaga
y Las Breñas. A finales del siglo XVII
y
gracias a diversas uniones matrimoniales, los descendientes de las
familias Pereira de Castro y Cova Ocampo,
controlan desde Taganana casco hasta
el barranco de Ujana, además del valle de Afur,
así como las mejores tierras de Taganana.
La documentación consultada nos ha permitido observar un fenómemo
similar en el área del actual pago de El Batán,
cuyos principales actores pasamos a enumerar.
En
1606, Luís de Espinosa reconoce haber comprado a Antonia Joven, un tributo de sesenta doblas de principal, que Pedro de Córdoba e Isabel Negrín habían impuesto sobre "...sus batanes y
guertas que los susodichos tenían donde disen las Aseñas...",
que un documento posterior ubica en el Batán de Abajo. Posteriormente, dicho Luís Espinosa cedería, por una de las clausulas de su testamento, dicho tributo a la Cofradía del Rosario, en cuyas manos permanecería hasta su venta al vecino de Los Batanes, Juan González Collaso en 1733.
Juan
Antonio Barbosa, vecino de La Laguna oriundo de la villa
de Cobra en Portugal, aparece dando la suerte del Picacho a tributo a Melchor Pérez
por doce doblas de oro en los primeros años del siglo XVII.
El
matrimonio de su hija, Doña Lucrecia Barbosa de Caldas con Don Juan de Mesa en 1615, permitió incorporar dichas tierras al patrimonio
de este último, al ser parte de la dote ofrecida. Cedida a tributo a Pedro Díaz Martela en 1625, un año después la adquiere el
Maestre de Campo Mateo Diaz Maroto, comerciante riojano afincado en La
Laguna, por cuatrocientos reales de plata. Veinte años después, la viuda de
este, Doña Violante de Moya, vende dicho tributo
a Don Cristóbal de Frías Salazar, conde del Valle de Salazar, en cuya
familia seguirá hasta bien entrado el siglo XIX.
El
Valle de Los Morales, sito dentro de los actuales límites del pago, es
arrendado en 1633 por Doña Isabel de Asoca, viuda de Don Lucas
de Betancurt Sanabria, a Benito Curbelo por doce fanegas de trigo.
Posteriormente, su hijo, el presbítero Don Tomás de Betancurt
y Asoca, donará a Don
Diego de Ponte "...todos las tierras que tiene
en el valle de los Batanes donde llaman los morales que están detras de las
guertas que llaman del Obispo...", en cuyas manos seguirá a finales
de siglo XVII.
El
Heredamiento de Mateo Diaz Maroto es, sin duda alguna, el mas importante que se forma en la zona a lo largo del siglo XVII.
En
1674, al hacer el aprecio de sus propiedades, se incluyen en las mismas las tierras siguientes: La Laja, por debajo de la Ermita de San Mateo, el Valle de Acuijar, La Porcuna, Valle Seco,
Valle de Aradoque, Valle de Bejía, Risco de Aramuigo, Valle
de Chinamada, la Fajana, junto al Roque de los Dos Hermanos y el Tanquillo,
arriba de la Ermita de San Mateo, Roque Agudo, Paso del
Fraile, cumbre de Juan Perdomo, Paso Roquete, Roque del Carnero,
Lomo de Juan García, tierras de Tañe, la cumbrecilla de las Escaleras, Roque de Tenejía y Tacorontillo, Mesa de Tesegre
y Lajinas, que bajan al barranco
de Taborno.
Estas
amplias inversiones en bienes inmuebles permitieron
a Maroto plantearse la creación en 1636, de un señorío en él
valle de Acuijar, aprovechando la
recaudación del Real Donativo en las islas.
Muerto ese mismo año, al poco tiempo sus familiares debieron vender sus propiedades para cubrir unas deudas de las que
Maroto había salido por fiador. Según indica Anchieta:
“...el caso fue que abia ávido represaría y en ella los bienes de
Jaques Belduque yngles se confiscaron por contravando
y depositaron en el capitán Esteban de Llarena y fue su fiador el Maestre de
Campo Mateo Dias Maroto regidor
y obligo sus bienes que eran la Punta del Hidalgo (...) y por estafiansa remató
el [Capitán] general todas estas tierras de la Punta
del Hidalgo a dicho Mateo Días Maroto y
vendió a dicho Jacinto Amado [en 1640] por 53 mili reales...”.
Si
bien desconocemos la causa, sabemos que a finales de siglo el heredamiento se encuentra en manos del presbítero y abogado Don Juan Onofre de Castro y Ayala. Muerto este, su madre, Doña Elvira de Ocampo y Guerra se hace con el mismo en 1703, gracias a una sentencia favorable a la misma dictada por la Real Audiencia.
El
escaso control que ejercían estos grandes propietarios absentistas
sobre sus tierras en el pago, permitió a los arrendatarios y
enfiteutas que las trabajaban, hacerse con pequeñas heredades, cuyo
probable origen se encuentre en rozas realizadas en las laderas del
barranco que rodeaban las grandes haciendas allí constituidas.
Así
por ejemplo, Pedro Diaz Martela, al aceptar el tributo de la suerte de Pedro Antón de Torres en 1652, aparece hipotecando para su seguridad, "...un pedazo de tierra y una casa terrera de piedra
y barro que alli tiene... ". En 1621, la viuda de Melchor Pérez, enfiteuta de la suerte
del Picacho, vende “...un pedazo de tierra con su cueva de morada que
habernos e tenemos en el termino de los Batanes bajo los linderos que espresan..”.
b. La organización del espacio
Tal
y como indicamos en la introducción de este capítulo, hemos
detectado un profundo cambio en el modelo de explotación del barranco
respecto a la etapa anterior. Si bien la información disponible
es escasa, podemos afirmar que, a lo largo de la centuria, se produce
la desaparición de la mayor parte de los anteriores aprovechamientos
hídricos del barranco -molinos hidráulicos, algunos cultivos de
regadío e infraestructura de transporte y almacenamiento-
y el asentamiento de un nuevo modelo
de explotación basado en el aprovechamiento
cerealístico de los recursos del mismo.
Anchieta nos proporciona el último dato sobre la presencia de molinos
hidráulicos en el cauce del barranco. Según dicho autor en 1613 Diego Riquel y Catalina Díaz redimían un tributo que pagaba por un molino en Los Batanes. Desgraciadamente, no podemos aportar mas datos, dado que no menciona ante que escribano se formalizó dicho documento. El Testamento de Doña Juana Betai Velásquez, fechado en 1663, no cita ningún tipo de molino u construcción que aproveche la fuerza de la corriente, por lo podemos deducir su desaparición a estas alturas de siglo.
Gracias a dicho documento, observamos como los cultivos de
huerta
mantienen cierta importancia, por lo menos en estribaciones
del cauce de agua, ya que indica poseer ”...las
aguas e guertas del
batan...”.
El trigo parece monopolizar el destino productivo de
las grandes haciendas que se constituyen en el
barranco a lo largo del siglo.
Así se deduce de los diferentes contratos de enfiíeusis
que he logrado recopilar.
En 1625, Don Juan de Mesa da a tributo a Pedro Díaz Martela la suerte del Picacho, por dos fanegas
de trigo y gallina que valga
cuatro reales anuales; en 1633, es Doña Isabel A quien cede a censo perpetuo el Valle de los Morales
a Benito Cur por doce fanegas de
trigo anuales. ¿A que obedece este radical cambio de orientación en la explotación de los
recursos del barrar. Como
meras hipótesis apuntamos dos posibles causas. Por el hundimiento de la producción triguera en la
comarca lagunera lo largo del siglo XVII,
en unos momentos de fuerte crecimiento demográfico, redujo a la mitad la
disponibilidad de alimentos a la
primera mitad de la centuria anterior. El déficit crónico de trigo que se produjo, haría interesante el
cultivo de un producto de primera necesidad cuyo
valor se incrementó con el tiempo. También no
deberíamos descartar que la producción sirviera para pagar a los jornaleros
que trabajaban sus haciendas vitivinícolas situadas en otras
áreas de la isla.
c. Formas de explotación
En
esta etapa histórica, aparece en el barranco el régimen de tenencia
a censo y tributo perpetuo, igualmente conocido como en-fiteusis.
A través del mismo, el dueño de la tierra cede el dominio útil sobre
la tierra, es decir, la explotación de la misma, a un cultivador o
enfiteuta, a cambio de una renta anual y perpetua, pagada en especies
o en dinero, reservándose el dominio directo. La elección de este tipo
de contrato agrario no es ninguna casualidad. Según han señalado
varios autores, en Canarias se haya asociado especialmente a las tierras destinadas al trigo y a otros cultivos de autoabastecimiento.
Un
aspecto del máximo interés en esta clase de contratos, es la posibilidad que
tiene el enfiteuta de vender la tierra, siempre y cuando el poseedor del dominio directo estuviera de acuerdo en ello. Este, sí se lleva a cabo la venta, tiene derecho al
laudemio o décima; es decir, al 10% del valor total de
la propiedad vendida, sin descontar el
capital del tributo que siempre queda impuesto.
Otra
posibilidad, igualmente documentada, consistía en la venta
del propio tributo, es decir, se producía un cambio de titularidad
en el perceptor de la renta. Así ocurre, por ejemplo, en 1691, cuando
Don Sebastián de Franquis vende a Don Joseph de la Santa un
tributo de 50 reales de plata, pagados anualmente por Pedro Díaz Martela,
impuesto sobre unas tierras en Los Batanes. La venta se hacía
efectiva una vez que este había abonado la cantidad correspondiente al capital del tributo, en este caso 1000 reales, para lo cual
dicho Don Joseph hipotecaba un tributo
que poseía en El Rosario.
La
estructura de los contratos censales se centra básicamente en todo lo relativo a la percepción de la renta. El tributo impuesto
sobre una tierras en el Picacho, otorgado por Don Juan de
Mesa a Pedro Díaz Martela en 1625, es un claro ejemplo de
ello. Según la letra de dicho documento, este debe, en
primer lugar, “ ...tener dicha tierra labrada
y bien reparada y limpia de matorral de manera que ande cultivad.”. El pago de la renta se efectúa mediante la entrega de dos fanegas de trigo y una gallina que valga cuatro reales, obligándose a ponerlos
“...en esta ciudad en las casas de mi morada el dicho trigo bueno linpio enjuto
y la dicha gallina buena por cada mes de agosto de cada un año...”. Si el
propietario no recibe dicha renta durante dos años seguidos, la tierra vuelve a él, sin tener que indemnizar al enfiteuta. Para asegurarse
el cobro, el propietario prohibe a Pedro Diaz Martela, enajenar o
subarrendar la tierra, si no es a “...persona lega llana y abonada que
pueda pagar dicho tributo...”. Por último, el enfiteuta se ve obligado a
hipotecar “...quince colmenas con
sus corchos que yo he y tengo en el dicho valle
de los Vatanes...”, como medio
de asegurar el pago de la misma.
Es
destacable el absoluto desinterés que muestra el propietario por la explotación de sus tierras. Ello se debe a que en este tipo de contratos, la mayor prioridad del propietario de la tierra se centra en
obtener una renta segura, ya sea monetaria o
frumentaria, sin necesidad de realizar ninguna
inversión ni de controlar de manera directa las
diversas fases de la producción, todo lo cual quedaba en manos del enfiteuta. Don Juan de Mesa es bastante elocuente en este aspecto, señalando que él “...se aparta de la tenengia de la tierra
señorío y posesión y lo traspaso a dicho Pedro Diaz
Martela para que sea suya y disponga
a su voluntad...”.
El
absentismo de los grandes propietarios del barranco, permitió a algunas
familias campesinas controlar buena parte de las tierras del mismo a través de estos contratos de enfiteusis. Un claro ejemplo
de ello lo constituye el ya mencionado Pedro Díaz Martela. En 1625, Juan de
Mesa le cede a tributo la suerte del Picacho, por 2 fanegas de trigo y una gallina anuales. Veinticinco años más tarde, se hace con la suerte de Pedro Antón de Torres, mediante un tributo perpetuo de 50
reales anuales pagados por octubre de cada año, a Don Juan Antonio de Franquis. A ello uniría una serie de bienes propios citados en
los diferentes contratos de enfiteusis; en 1625 hipoteca “...quince colmenas
con sus corchos que yo he y tengo en el dicho valle de los Vatanes...".
En 1633, se le cita en los
linderos de la propiedad de Don Lucas
de Betancurt. En 1652 posee “...un pedazo de tierra en el Batan con
una casa terrera de piedra y barro...”.
Melchor
Pérez es otro claro ejemplo de lo que venimos diciendo.
Obtiene de Don Juan de Mesa la suerte del Picacho. Además de citársele en diferentes linderos de la zona, sabemos que su viuda vendía en 1621 “...un pedazo de tierra con su cueva de morada que
habernos e tenemos en el término de los Batanes bajo
los linderos que expresan...”.
Este proceso de acaparamiento de tierras alcanzará su punto culminante con la familia Marrero, tal y como veremos más adelante.” (Ángel Ignacio Eff-Darwich Peña, 2005: 51 y ss.).
Bejía
También escrito Begía,
es un pequeño caserío perteneciente al Achimenceyato de Aguahuco,
actualmente dependiente del municipio de La Laguna, Chinech (Tenerife) situado en la vertiente norte del Macizo de Anaga.
Posee elementos arquitectónicos destacados en forma de viviendas rurales
tradicionales canarias.
Se trata de un caserío
de viviendas dispersas en las laderas de la parte alta del valle del Peladero,
junto a elementos paisajísticos destacados como la elevación rocosa conocida
como Roque la Baga. En el año
2011 contaba con 286 habitantes.
Bejía
no aparece como entidad independiente en los censos de población al ser
englobado, junto a los otros caseríos de Anaga
pertenecientes al municipio de La Laguna, tales como Cabeza de Toro, Chinamada, El Río, Las Carboneras y Los Batanes, bajo la entidad de
población denominada Las Montañas.
Cabeza de Toro
o Cabezo Toro
Es un pequeño caserío
perteneciente al Achimenceyato de Aguahuco,
y como el anterior administrado por el municipio de La Laguna,
Se encuentra situado
junto a la carretera muy cerca del pago de El Río, y a una altitud media de 776
msmnm.En el año 2011 contaba con 286 vecinos.
Este caserío no
aparece como entidad independiente en los censos de población al ser englobado
como los demás comarcanos, junto a los otros caseríos del Macizo de Anaga,
y como ellos también administrados por el Ayuntamiento de La Laguna.
El Río
o Casas del Río
Situado en el Macizo de
Anaga, es un pequeño caserío que en
la actualidad depende administrativamente del municipio de San Cristóbal de La
Laguna, en el pasado formaba parte del territorio de Achimenceyato de Aguahuco,
Se encuentra muy cerca de otro núcleo poblacional, Cabeza de Toro,
pasando por estos caseríos la carretera comarcal TF- 145 que lleva al pago de
Las Carboneras. Situado a una altitud media de 835 msmnm. Contaba en el año
2011 con 286 vecinos.
Las
Carboneras
El caserío de Las
Carboneras, en el parque rural de Anaga,
como los demás del Achimenceyato de Aguahuco
(Punta del Hidalgo), pertenece administrativamente al municipio de La Laguna, a
partir del año 1981 deja de aparecer como entidad independiente en los censos
de población, al ser englobado junto a otros caseríos bajo el nombre de Las
Montañas. Pese a la mejora de las comunicaciones por carretera, el caserío
continúa viviendo un proceso de despoblamiento.
Sobre
una loma y rodeado de buenas tierras de cultivo se agrupa el caserío de Las
Carboneras, perteneciente al municipio de
Mucho esfuerzo
realizaron sus habitantes para roturar y abancalar las tierras, donde hoy, la
papa antigua adaptada a sus condiciones climáticas del lugar, mucha humedad
ambiental y buenas temperaturas, producen hasta dos cosechas al año,
principalmente de las variedad "borralla o melonera" de exquisito
sabor. Conviviendo con las propias matas de papas aparecen cultivos de batatas,
bubangueras, coles, judías, zanahorias, millo... y chochos como cultivo
rotatorio. En los bordes de los bancales no faltan arboles frutales: manzanos,
ciruelos, perales, nisperero y algún castañero. Sus fiestas patronales son en
honor de San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza.
Es un antiguo caserío guanche perteneciente al Achimenceyato de Aguahuco en el que se conserva una treintena de casas-cueva en buen estado y de gran interés histórico etnográfico, que están habitadas en la actualidad.
Como
los demás de la zona pertenece
administrativamente al municipio de La Laguna desde la anexión del municipio de
Punta del Hidalgo.
Situado
cerca de Las Carboneras, se encuentra en un rellano a
Como
los otros pagos del Achimenceyato a partir del año 1981 deja de aparecer como
entidad independiente en los censos de población, al ser englobada junto a
otros caseríos como queda dicho bajo el nombre de Las
Montañas. Pese a la mejora de las comunicaciones por carretera, el caserío
continúa viviendo un proceso de despoblamiento.
Glosario:
Aguahuco
Anaga
Teno
Tisaiga
Bejía,
Chinamada
Venxía
Guiñe
Taborno
Afur
Taganana.
Ujana
Tañe
Tenejía
Tacorontillo
Tesegre
Lajinas
Baga
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