OBSERVACIONES A UNA SERIE
DE ARTÍCULOS DE DON FERNANDO BÁEZ
EN
TORNO A LA RELIGIÓN DEL PUEBLO GUANCHE (y
VI-V)
Si
quieres ser sabio, aprende a interrogar razonablemente, a escuchar con atención,
a responder serenamente y a callar cuando no tengas nada que decir.
Johann
Kaspar Lavater (1741-1801) Filósofo, poeta y teólogo suizo.
Chaurero
n Eguerew
ELLA
NO ES EL. V
Para
concluir este tema que nos ocupa -y tanto le preocupa- según expone D. Fernando
Báez en su artículo Él no es Ella, nos permitimos recomendar la lectura de un libro que
es sumamente esclarecedor de la cuestión. Titulado
Su
autor, nuestro buen amigo el Doctor D. Ignacio Reyes García, quien es doctorado
en Filología y Licenciado en Historia por
Por
si le ofrece algún interés nos permitimos reproducir de dicho trabajo el
capitulo:
TRADICIÓN
AMAZIGHE
Hasta donde descubre el
análisis filológico, la antigua cosmogonía ínsuloamazighe sigue la más
atávica tradición norteafricana.
En
concreto, como ya argumentó hace una década el matemático e historiador José
Barrios García (1996, 1997)[2],
la concepción isleña del mundo se habría organizado también en torno a una
estrella colosal, Canopo, obligada referencia astronómica y calendárica en el
hemisferio austral, solapada por la transculturación colonial con la advocación
mariana de la Candelaria.
El
magnífico estudio entológico realizado por la profesora Viviana Pâques (1964)[3]
en el Fezzan, Túnez, Argelia, Sahara y Malí verifica la profundidad histórica
y la dispersión étnica de este pensamiento cosmogónico en toda la mitad
septentrional del continente africano. En resumen, dicha interpretación emplaza
la creación del cosmos en la explosión de una estrella primordial.
Este «huevo del Mundo»
habría estado compuesto en su origen por una mitad superior, blanca y seca, y
una mitad inferior, roja y húmeda, separadas por una especie de germen negro,
representado por una serpiente. Su estallido habría lanzado al espacio cuatro
unidades diferentes: un huevo blanco, al Este, emblema del cielo y del elemento
fuego; un huevo rojo, al Oeste, representación de la tierra y del elemento
agua; un tridente negro, al Norte, manifestación de la fecundidad y del
elemento tierra, simbolizado por la Serpiente triple o árbol cósmico; y la
misma figura, pero sin el trazo central (), al
Sur, signo del elemento aire. Un conjunto, entendido también como arquetipo del
ser humano, cuyos componentes devienen personajes de historias y rituales que
forman parte de las tradiciones básicas transmitidas a los niños desde edades
muy tempranas (Pâques 1995: 47-49).
Con algunas diferencias
locales, en general el proceso se explica y se representa a través de la
inmolación anual de un morueco o carnero, momento asimilado a esa explosión de
la estrella matriz que generó el primer cielo. Del sacrificio de Canopo habrían
nacido cuatro constelaciones de seis estrellas, que surgen en el cielo conforme
a un orden específico, abierto por la aparición de las Pléyades en primer
lugar:
Selon les données
astronomiques, Canopus se lève avec le soleil à 20º de latitude (Tibesti), le
1er août et sa hauteur maxima au méridien est 17º
El orto y la puesta helíacos
de Canopo, cualesquiera que sean los acontecimientos de la vida social y económica
con los que cada comunidad los asocie, marcan sin duda las principales
referencias calendáricas. Sólo menos brillante que Sirio (Alpha Canis Majoris,
de magnitud -1.58), aunque ubicada a mayor distancia, Alpha Carinae (magnitud
-0.86), la «Estrella de Osiris», nuclea un mito genésico absolutamente
integrado en unas culturas siempre muy ligadas al medio natural. Pero su
influencia impregna otras muchas parcelas de la existencia cotidiana: desde el
diseño de una casa hasta la organización de la sociedad, toda creación humana
importante, sea cual fuere el plano de la realidad en el que se exprese,
reproduce el esquema cualitativo y cuantitativo de esta dispersión estelar
primigenia.
Tal concepción, que
opera a su vez como principio de equilibrio e indemnidad, suministra cohesión y
garantías simbólicas de continuidad a unas comunidades que, a pesar de haber
podido introducir alteraciones en el relato mítico, siempre han buscado en el
cielo una pauta positiva para comprender y controlar las condiciones históricas
de su reproducción. No obstante, las noticias relativas a épocas antiguas, por
lo general inciertas y difusas, despuntan con mucha dificultad entre una
abigarrada constelación de dioses y creencias.
A menudo se acude a una
cita ya clásica del historiador y geógrafo Heródoto de Halicarnaso (
que se presta menos
atención a la certera referencia que añade relativa a una deidad femenina:
YÊousi d¢ ÑHl¤ƒ
ka‹ SelÆn˙ moÊnoisi: toÊtoisi m°n nun pãntew L¤buew yÊousi, étår
ofl per‹ tØn Tritvn¤da l¤mnhn n°montew tª 'Ayhna¤˙ mãlista, metå
d¢ t“ Tr¤tv ni ka‹ t“ Poseid°vni [Heródoto, Hist. IV, 188
(1993: 200)]2.
Se escondan o no
divinidades de origen líbico tras los cultos griegos, Heródoto habla aquí de
la diosa que fue conocida en Egipto por el nombre Tehenut, es decir,
‘la Libia’ o ‘la Tehenu’, denominación de una de las dos grandes
agrupaciones líbicas de la Antigüedad, junto con los temehu, bien
atestiguadas en el segundo milenio a.n.e. Como la Atenea griega o la Neith (Net)
egipcia, esta Tehenut se relacionó con la guerra, pero parece no haber perdido
nunca su prístino valor fecundante. Con seguridad, en el Imperio Nuevo, durante
la segunda mitad de ese II milenio a.n.e., Neith, la vieja deidad predinástica,
se identificaba en el país del Nilo con la diosa madre o numen primordial, que
habría generado, además del universo, tanto a los dioses como a los seres
humanos. En concreto, el imaginario egipcio le confirió la maternidad de Sobek,
el dios ‘cocodrilo’, representación de la fertilidad, equiparado por los
griegos a Helios, el Sol.
Principios astrales y
naturalistas substancian, pues, los antecedentes religiosos más remotos de la
cultura amazighe, que en adelante adoptará así mismo figuraciones
antropomorfas. Se trata,
en todo caso, de
nociones, elementos y valores cuya impronta se detecta también en Canarias.
Las primeras fuentes
europeas sólo dejaron constancia, un tanto genérica, del contenido astral que
alentaba en la religión isleña:
[...] quod in Canaria et aliis ei adiacentibus insulis, quae Insulae
Fortunatae numcupantur, sunt personae utriusque sexus nullam legem tenentes nec
aliquam sectam sequentes, sed dumtaxat solem et lunam adorantes [...] [Urbano V
(1369), Ad hoc]3.
Un siglo más tarde,
apenas aparece una leve precisión en la memoria del viaje protagonizado por un
comerciante veneciano, donde señala que los habitantes de Tenerife: «Non hanno
fede, ma adorano alcuni il sole, altri la luna e altri pianeti, e hanno nuove
fantasie di idolatria [...]» [Ca da Mosto (1455), apud Ramusio (1550)]4.
Aunque el enfoque misional trató siempre de acomodar las creencias isleñas al
imaginario cristiano, monoteísta y patriarcal, para potenciar sobre los
intereses civiles y militares la autoridad del ejercicio evangélico en el
proceso de conquista y colonización. Un reduccionismo ideológico que, en
fechas tardías, aún depone negaciones significativas, acaso inspiradas por una
cierta e interesada valorización del aporte nativo al mestizaje que
fluye en la nueva sociedad:
Los naturales destas
Islas no tuuieron Idolos, ni adoraron al Sol, Luna, ni Estrellas, ni piedras, ni
otras figuras ni tuuieron ritos, ni ceremonias, à vn solo Dios adorauan, que
dezian estaua en lo alto, y que este Dios los sustentaua, y daua la vida; en
cada Isla le nombrauan con diferentes nombres, conforme su lenguage, y segun su
modo de hablar [Núñez de la Peña 1676: 26].
Pero, si bien no hay
pruebas que garanticen la naturaleza cosmológica del culto a la divinidad
femenina, las caracterizaciones que se brindan a propósito de la devoción isleña
a la Virgen de
Candelaria apenas
admiten otra lectura. Cabe pensar, por descontado, en figuraciones literarias,
pero ya constituye un indicio el tenor de esas descripciones. La más explícita
de ellas alega que:
Otros demas deuotos
coraçones, / Dezian que las bozes y armonia / Muſicas, cantos, lumbres proceſsiones,
/ Con aplauſo
y acorde melodia, / Eran a cauſa
ſuya, y los varones /
En quien mas parte de prudencia auia, / Dixeron ſer del cielo alguna eſtrella / En traxe de
muger hermoſa
y bella [Viana 1604, VI:124v].
Quizá simple retórica
debida al ingenio poético del médico lagunero, aunque antes ha dedicado dos
estrofas más a exponer otros argumentos volcados para explicar la aparición de
la Virgen.
Cómo no evocar,
entonces, la tradición que recogieron los franciscanos en cuanto a la nítida
calificación nativa de esta imagen:
Sabido esto por los
moradores de las dichas islas, la comenzaron a tener en muy grandísima veneración,
llamándola Madre del Sol, la cual devoción ha quedado y está viva el día de
hoy entre todos los naturales, a quien los españoles llaman guanchas [sic],
y la adoran tanto como al mismo Dios [González de Mendoza (1585) 1944: 301].
Una ‘Madre del
Sol’, congruente con la dimensión norteafricana de Canopo, que retiene una
divinización isleña persistente y algo incómoda para lo que postula el dogma
cristiano:
[...] y es tanta, la
que los naturales con esta santa reliquia tienen; que si la Fe no les enseñara
la Candelaria ser madre de Dios, y no Dios: la confessaran a ella y tuuieran por
tal, según la Fe que con ella tienen [Espinosa (1594, II, 1: 31v) 1980: 50].
Aunque, en opinión del
dominico, esta singular devoción viene motivada «por haberles en su
infidelidad aparecido y a la ley evangélica por su medio atraído» (Espinosa
1980: 50); un requiebro doctrinal quizá inevitable para rematar una realidad
sociorreligiosa difícil de digerir.
Pero la interpretación
menos temeraria revela aquí un culto ancestral a la diosa madre, que, no sin
muchas reservas todavía, quizá tendríamos que empezar a tomar en su dimensión
primordial (¢rc»).
Sin embargo, toda
cautela resulta insuficiente: los informes que hemos reunido para recomponer los
trazos insulares de esa tradición, además de padecer un ineludible sesgo ideológico,
recubren
un lapso de doscientos
años de historia, donde evoluciones endógenas e influencias externas debieron
dejar una huella que aún no estamos en condiciones de rastrear con exactitud.
1.
FUENTES ESCRITAS
Si sólo consideramos
la proposición nativa que designa a la ‘madre de Dios’ (núm. 2), aceptar
algo más que la mera traducción amazighe del concepto cristiano sería
bastante aventurado. Pero las fuentes coloniales transmiten una voz, Chaxiraxi,
cuyo estatuto semántico posee un rango propio. Esa Virgen María, tenida
por la ‘Madre del Sol’ y concebida así como ‘la que sostiene el
universo’, trasciende sin duda la caracterización cristiana. Pretender que
esta noción y su plasmación léxica se debieron a dicha in fluencia religiosa,
presupone aceptar un cierre categorial y discursivo inconsistente y mutilador.
Tan mecánica e
inocente no debió de ser esta asociación de ideas, por cuanto el término
nunca entró a formar parte de los recursos literarios y votivos de las
instituciones eclesiásticas, que se
habrían limitado a
representar esa condición astral a través de la vela que porta la imagen (símbolo
traducible sin mayor inconveniente a su noción de luz espiritual que ilumina el
mundo).
NÚM.
1 [chaxiraxi]
§ «[...] y adoraban
â Díos, â quien llamaban Guaraxíraxí. y â Santa Maria
despues que les aparecío la llamaban Chaxíraxí. Y es de notar, que Guayaxíraxí,
quiere decír, el que tíene al mundo. Y Chaxíraxí, quiere decír, la que
carga al que tíene al mundo»
[Abreu (ca. 1590, III, 13) d. 1676: 90].
§ «[...] il nomauano Achuhuran Achahucanac, cioè il grande, il
sublime; et alla Nra. // Donna Chaxiraxi, et anco la chiamauano Armaxes
guaiaxiraxi, che uuol dire la madre di colui che sostenta il mondo» [Torriani
(1590: 70v-71r) 1940: 166]5.
§ «[...] adoraban por
cosa Celestial, y suprema Deidad a la Virgen de Candelaria, y a el Niño en su
mano derecha llamaban Chijoragi hasta el tiempo de la Conquista contaban
haver cien años solares que tenian à esta Señora en su tierra,
mui pocos mas ò menos y hacia en ellos admirables prodigios en medio de ser
paganos, y ydolatras» [Marín 1694, II, 20: 82]. — Ta aγir
aγi,
comp. f. sing. = ‘Ésta (la que)
carga el firmamento’. *ta (> ča),
pron. dem. f. sing. ‘ésta’. V.
[T].
*aγir,
s.
m. sing. ‘firmamento,
bóveda celeste’. V. [H·Γ·R].*aγi,
n. vb. m. sing. ‘hecho de sostener o
cargar’. V. [Γ].
N. B. La
ausencia de una preceptiva marca personal en el lexema [Γ],
único que podía asumir una función verbal, mueve a considerar la expresión aγi
como una forma deverbativa. Esto nos
deja con una versión literal del sintagma semejante a: ‘ésta es el soporte
(o sostén) del universo’, la madre cósmica de ese Guayaxiraxi o Wayya-aγir-aγi,
‘el espíritu que es sustento del
universo’, conocido más allá de eventuales influencias cristianas, tanto en
Tenerife como en Gran Canaria, por el adjetivo Acorán o Aqqoran, ‘el
Celestial’.
5 En traducción de A.
Cioranescu (Torriani 1978: 179), el fragmento dice: «También lo llamaban Achuhuran
Achahucanac, es decir, ‘el grande, el sublime’; y a Nuestra Señora, Chaxiraxi,
y también la llamaban Armaxes Guaiaxiraxi, que significa ‘la Madre
de aquél que sustenta el mundo’».
Cf. 1.
Álvarez Delgado (1945: 21) cita: «chaxerax
(nominativo) como ‘gran dama’ o ‘Gran Señora’, o ‘Señora
Universal’; y chaxiraxi (con genitivo) como ‘señora del mundo’,
‘señora del universo’, o ‘reina de todo’». 2. Bethencourt et
al. (1996: 112) citan: «Podría descomponerse: TA-GER-AK = ‘la que está
cerca de todos’».
NÚM.
2 [achmayex...]
§ «[...] il nomauano
Achuhuran Achahucanac, cioè il grande, il sublime; et alla Nra. // Donna
Chaxiraxi, et anco la chiamauano Armaxes guaiaxiraxi, che uuol dire la madre di
colui che sostenta il mondo» [Torriani (1590: 70v-71r) 1940: 166]6.
§ «[...] y adoraban
â Díos, â quien llamaban Guaraxíraxí. y â Santa Maria
despues que les aparecío la llamaban Chaxíraxí. Y es de notar, que Guayaxíraxí,
quiere decír, el que tíene al mundo. Y Chaxíraxí, quiere decír, la que
carga al que tíene al mundo. Y por otro nombre llamaron a Santa
María Atmayceguayaxíraxí, que quíere decír, La madre del que carga
al mundo» [Abreu (ca. 1590, III, 13) d. 1676: 90].
6 Ver nota 5.
§ «[...] porque esta
es (diziendolo en su propio lenguaje) Achmayex, guayaxerax, achoron, achaman. La
madre del sustentador del cielo y tierra y por tanto es Reyna de uno y otro»
[Espinosa 1594, II, 7: 42v].
— At may-əs
wayya aγir
aγi,
prop.
= ‘He aquí la madre del espíritu que
sostiene el firmamento’. *at, part. presentativa, ‘he aquí’. V. [T]. *may, s. f.
sing. ‘madre’.
V. [M]. *-əs,
pron.
suf. pos. 3ª pers. com. sing. ‘suyo/a’. V. [S]. *wayya, n. vb. m. sing. ‘espíritu
(origen, esencia)’. V. [Y]. *aγir,
s.
m. sing. ‘firmamento, bóveda celeste’. V. [H·Γ·R].
*aγi,
n.
vb. m. sing. ‘hecho de sostener o
cargar’. V. [Γ].
N. B. El
sentido de la frase permite salvar las dudas que inspira la confusa representación
gráfica del sufijo pronominal: may-əs
se refiere a la ‘madre de él’,
es decir, de esa divinidad masculina que se prefigura como el ‘espíritu
sustentador del mundo’, connotada por Alonso de Espinosa con otros dos de sus
títulos principales, Achoron (Aqqoran, ‘el Celestial’) y Achaman (Aššaman,
‘Relampagueante’).
Tal ideación acepta el
correlato cristiano sólo desde una óptica muy estrecha, pues esa noción de
Dios o de un poder supremo se conoce también en la iconografía amazighe continental,
aunque con un alcance quizá tan terrenal como espiritual.
Sin embargo, ya con
apariencia de varón y en un contexto religioso fehaciente, la mejor
cristalización material de una figuración simbólica de este tipo fue
documentada en la isla de Gran Canaria por la expedición ítalo-portuguesa de
1341 (aunque la pieza no ha llegado hasta nosotros):
Inuenerunt et insuper oratorium unum seu
templum . in quo penitus nulla erat pictura nec aliud
adornatum. praeter statuam unam ex lapide sculptam
imaginem hominis habentem manuque pilam
tenentem nudam femoralibus palmeis more suo obscena
tegentem [Recco (1341) < Boccaccio ca. 1342: 123v]7.
Cf. 1.
Abercromby [(1917) 1990: 55] cita: «En
achmayex (achmayce), que ha de leerse mayeš, maise,
podemos encontrar el sufijo -s, ‘su’. La palabra para ‘madre’ es
aquí y en (Tam.) ma. El sufijo puede haber sido en Tenerife -is con
la inserción de una -y- entre las dos vocales. Pero el signo del
genitivo n se ha omitido después de -mayex, -mayce». Por
lo que restituye [p. 75]: «Las palabras se corresponden muy de cerca con la
forma (Tait.) ma-s n wa ieγerahen, ‘su madre
de él que guarda’».
2. Wölfel
(1940:257) cita: «ar-may-es wa-ya-xiraxi ‘die Mutter-seine
jenes-des-Alls’».
Pero la recomposición
que postula para la secuencia wa-ya, cargada de valores genitivos en su
traducción, carece de fundamento gramatical.
3.
Álvarez (1945: 19) cita: «Teniendo en cuenta cuanto dijimos del nombre de
Dios, antes estudiado y que engloba esta frase, y del valor genitivo de la forma
guayaxiraxi, habrá que dar como auténtica, transcribir y traducir esta
frase así: ach- mayex guaya(xi) xiraxi achoron achaman. La madre del
sustentador grande de tierras y cielos».
4. Wölfel
(1965: 366) cita: «*at_-
may-es wa-ya-xe/irax(i) ‘diese-Mutter-seine (von)
dem-welcher-erhält’. at_-may-es
wa-ya-xerax akoran-at_aman
‘Die Mutter-seine welche-sieerhält
den-Großen-des Himmels’».
5.
Muñoz (1994: 300) cita: «achmayex guayaxerax, es, en realidad, ata
ma yuš wa yuš ur uš, que significa ‘he aquí la madre de Dios;
del que es Dios sin igual’».
6. Bethencourt
et al. (1996: 113) citan: «[...] que sería: A-TA-MAY-GH N WA-Y-A-GER-AK
AT-GUR-UN AT-AMAN = ‘¡oh! esta nuestra Madre de este (que está) hacia
(cerca de) todos, el que les tiene (sostiene) a Uds. el (lugar del) agua (el
cielo) o vuestro sostén del cielo’».
Alguna otra mención nítida
de una divinidad femenina sólo se localiza en la isla de El Hierro, la más
pequeña y meridional del Archipiélago.
NÚM.
3 [moneiba]
§ «Adoraban los naturales
de esta ysla del Híerro dos Ydolos, quelos fíngían macho, y hembra: al macho
llamaban Eraoranzan, y a la Hembra Moneiba» [Abreu (ca. 1590, I, 18) d. 1676:
24v].
§ «Gli huomini
adorauano un Idolo maschio et le donne uno femina, il maschio chiamauano
Eraoranhan, et la femina Moneiba, à iquali faceuano orationi senza scrificio et
credeuano ch’essi habitassero l’altissime rupi» [Torriani (1590: 86r) 1940:
188]8.
§ «Adoraban los Herreños,
dos idolos fingidos en la mente, comprendidos a la mente, devotos de hombres, y
ganados machos Oronjan, de mugeres, y hombres; Mon[t]iba; a quien pedìan agua,
y buenos temporales, y hazian sus juramentos; no les hacian sacrificios,
ni otra ofrenda, ideabanlos: en dos riscos ò peñascos sercano uno de otro mui
altos delgados, y peinados como torreones, en el termino de bentaigas, y
oi llaman los Santillos de los antiguos» [Marín 1694, I, 20: 39r]9. — Munəy_ibba, comp.
f. sing. = ‘Brilla el humo’. *munəy,
n. vb. m. sing. ‘brillo’. V. [M·N·Y].
*(ib)ba, s. m. col. ‘humo’. V. [B·B].
N. B. No
hay referencias contextuales seguras que garanticen una lectura etimológica
solvente.
La hipótesis
propuesta, que contempla una imagen cualitativa de género indiferenciado, trata
de mantener cierta congruencia semántica con la otra designación divina,
Eraoranhan, esto es, Era-uraγan
‘quien es o está en lo ardiente o
brillante’10.
Cf. 1.
Giese (1952: 423) cita: «Un buen
hallazgo de Zyhlarz es moneaba ‘nombre de una peña donde había un
demonio femenino’, que —en vista de que la i puede representar
una r originaria— deriva esta palabra de *maûn 'e-re'bbát cananeo:
‘mansión de Rabbát’. Rabbát era una diosa muy popular de los
cananeos».
2. De
Wolf (1990: 82) sugiere una vía de comparación a través de «Mnarva
o Meneruva. Su función original fue la de cuidar a los niños,
aunque más tarde parece haber asumido las funciones de la Atenea griega.
En líbico, men-araua significa ‘madre de las criaturas’».
3. Bethencourt
et al. (1996: 114) proponen: «MUN IBBA = ‘la que
acompaña a mi padre (al Padre o Dios), al Dios protector de los hombres’».
Hasta aquí las
alusiones directas que suministran las fuentes etnohistóricas en torno a una
deidad femenina. Por descontado, nada que deba movernos a sellar de modo
inconcuso la investigación en este capítulo de las creencias. De hecho, la
trascendencia de este culto tuvo que dejar en el habla alguna prueba más específica
de su dimensión astral. Pero sólo hemos encontrado un ingrediente léxico que
parece responder a esa vinculación con la estrella más brillante del
firmamento después de Sirio, ‘el Perro’ que domina la constelación del Can
mayor (inmortalizada en el topónimo canario Facaracas o Farakrak).
NÚM.
4 [guayarmina]
§ «[...] y que
Arminda unica heredera de la Ysla su Sobrina [de Fernando Guanarteme]
muchacha de 18 años hija de Guanache Semidan, que fue Guadartheme
llamado el bueno esta ìa estabacasada con un muchacho hijo del Guadartheme de
Telde, aquien los Españoles llamaron Tazartico [...]» [Marín 1694, II, 10:
57v].
§ «Quando sucedío la
príssíon de Guadartheme, se hallava la Corte de Galdar con solo la gente palacíega
al seruícío, y guarda del, y de las dos Ynfantas Mas[...]quera11 Híja del
difunto Guadartheme Guayasen llamado el bueno, y Guayarmína híja de Thenezort
Guadartheme» [Castillo 1737: 74].
§ «Avía conferido
sobre negarle a Thenezort el merecer el título que tenía por la sospecha que
tuvíeron (no sín alguna fragrancía) los canaríos de que auía sído su príssíon
voluntaría, y que por consequencía perdía el derecho de
immediacíon Guayarmína su híja, y por ello devíera volver el Reíno â
Macequera12 como híja de Guayasen Guadartheme el bueno» [Castillo 1737: 74V].
§ «Se asegura que
Bentejuí estaba para desposarse un día de aquellos con la joven Guayarmina,
hija de don Fernando [y heredera de los estados de Gáldar]. // Luego que se fue
serenando la conmoción, volvió este príncipe a nuestro campo, seguido de los
suyos, y, trayendo del brazo a su hija Guayarmina y a su sobrina Masequera, las
presentó al general [...]» [Viera (1772)
1982, I: 535].
§ «Infanta hija del
rey Thenesor Semidan, llamada después de bautizada Dª Margarita, que
casó con Miguel de Trexo Carvajal» [Bethencourt (1880) 1991: 334; Serra Moratín
1897].
§ «Desde muy temprano
comenzaron à enlazarse los conquistadores con los conquistados. El gobernador
Maciot de Bethencourt casó con la infanta Teguise, hija del reyezuelo de
Lanzarote.
Los hidalgos Fernando
de Guzman y Miguel de Trejo Carvajal casaron con las dos infantas de
Gran-Canaria llamadas Guayarmina y Masequera» [Anónimo RCI s. f. (
En nota a pie de página,
puntualiza lo siguiente:
§ «La voz guayarmina
significa estrella, segun un manuscrito antiguo que he visto y hoy le posee el
Prebº Don Domº Brito y Salazar, Benefdo del Pto. de Orotava» [ibídem].
§ «En la Gran-Canaria
casó la hija de Guayasen el Bueno, de quien fué tutor el Guanarteme D.
Fernando, con Hernando de Guzman, uno de los conquistadores, hijo de Alonso
Perez de Guzman, natural de Toledo, señor de Batres y Alenvillet, habiendo
trocado en el bautismo su nombre de Arminda por el de Catalina (2); y la hija
legítima del Guanarteme, la infanta Guayarmina, (3) que llevó luego el nombre
de Margarita, casó con Miguel de Trexo Carvajal, hijo de Alonso Perez Carvajal,
señor de Grimaldo y de la Corchuela y de Elvira Fernandez Trexo. (4)»
[Millares 1881: 258]. Y en la nota (3), añade:
§ «Guayarmina ó
Guan-ar-mina significaba en el dialecto canario Estrella ó, á la letra, hija
del cielo. / Mss. antiguo» [ibídem].
Aunque en notación muy
tardía, también para Tenerife se indica la presencia de este antropónimo
femenino:
§ «Infanta, hija del
rey [de Güímar] Añaterve» [Bethencourt (1880) 1991: 347]. —
Wayya ar minna, antr. f. comp. = ‘(Estrella)’,
lit. ‘espíritu hasta la sequía prolongada’. *wayya, n. vb.
m. sing. ‘espíritu’. V. [Y]. *ar, prep. ‘hasta’. V.
[R].
*mənna, p. p. f. sing. ‘sequía prolongada’. V. [M·N].
N. B. Como
expusimos en otro estudio (Reyes 2004: 162), una parte de la experiencia
continental sitúa la aparición de Canopo en el inicio de la estación
seca. Así lo ilustra el siguiente proverbio tuareg: «ettəāmăd_ Haghhagh / tăsahăqq
wărăt tohegh, / war d-əs
ilkem ahhagh. Traduction libre: Quand Canopus paraît, les mares qui ne
sont pas encore pleines, ne se rempliront plus» (Bernus y Ag-Sidiyene 1989:
149). Con esta referencia, se podría ceder a la tentación de ver en la
preposición ar otra acepción distinta de ‘hasta’, pero la
estructura morfosintáctica del enunciado no respalda esas posibles lecturas.
Por tanto, sólo restaría admitir una apreciación insular del fenómeno...
En este punto, entre
las principales estrellas que puede percibir un observador medio situado en la
latitud del Archipiélago13, la que responde mejor a la descripción que incluye
nuestra traducción es la ‘Estrella del Sur’, como se conoce a Conopo
(magnitud: -0.8) en las más antiguas comunidades africanas. Durante los últimos
tres mil años, su aparición en el cielo ha tenido lugar en torno al veintitrés
(23) de agosto (± 5 días), permaneciendo visible hasta el diecisiete (17) de
abril (± 5 días)14. Es decir, su desaparición coincide con el comienzo
de los meses más secos en el registro climático de Canarias.
Pero la pauta isleña
no parece una excepción inopinada. En otras comunidades del ámbito tuareg, tan
relacionado con la composición dialectal de las hablas isleñas, (WE) Ghuššăt,
(Y) Wăγšăt,
(D) Haγhaγ
o (WW, H) Wadăt,
que tales nombres recibe la estrella
Alfa Carinae o Canopo, también se asocia con la abundancia de precipitaciones:
Quand Canopus est bien
visible à l’est, il annonce l’apogée de l’hivernage (el) où les pluies
seront les plus abondantes.
Quand
Canopus est ancore tout juste visible à l’ouest après le coucher du soleil,
la fin des grandes pluies s’annonce [Prasse et al. 2003, I: 309-310].
Por si fuera poco, los
habitantes de Tenerife celebraban a finales del mes de abril una festividad de
ámbito insular, difícil de substraer al hecho de ser el período en el que se
produce la puesta helíaca de varias estrellas representativas, entre ellas
Canopo, para la vida socioeconómica de las diferentes comunidades isleñas:
Pero
guardauan por coſtumbre antigua
Por
dias feſtiuales
de cada año
Del
mes de Abril, los nueue poſtrimeros,
Porque
les dieſſe
Dios coſecha
proſpera,
De
frutos, y ganados, y aunque vuieſſe
Guerras
entre ellos, auia entõces treguas,
Con
paz tranquila, en tanto que durauan
Las
fieſtas,
regozijos, y plazeres [Viana 1604, III: 42v].
Pero también en los
primeros días de febrero acontece una coincidencia cuando menos curiosa.
Hacia el día 2 de ese
mes, la iglesia cristiana rinde culto oficial a
En cuanto a la variante
documental Arminda, produce extrañeza lo que puede tenerse por una amputación
del primer ingrediente (wayya) del sintagma completo. Una economía de
lenguaje tan abrupta se compadece mal con la formulación propia de un nombre
personal como éste.
Cierto que no hay
margen para penetrar con claridad en los hábitos sociolingüísticos, pero
hablamos del núcleo conceptual del enunciado, de un «guaia que
significa espiritu» [Marín de Cubas 1694, II, 20: 82] y remite, en su acepción
primaria, a la ‘causa u origen’ de algo.
Sin embargo, sea o no
una errata, esa otra dicción para la noción de ‘sequía’, minda, diríase
que procura la forma original del vocablo, esto es, sin asimilación de la
dental (n + d > nn), lo cual pone en relación los
verbos (WE) m_ănnu, ‘estar
desértica (región), no haber recibido lluvias desde hace más de un año’, y
(WE, Y) măndu,
‘estar agotado, consumido, usado por
completo’.
Las dos
interpretaciones etimológicas que admite el nombre de la otra joven noble,
Masequera, también abonarían esa especie de conexión astral que habría
buscado el linaje guanartémico, dominante en Gran Canaria cuando se produce la
colonización europea.
Una primera opción
evoca el compuesto massa-ahγär
o massaaqqər,
que equivale a ‘señora del cielo o
firmamento’. Pero la segunda, menos cosmológica en apariencia, acepta
un complemento adecuado de Guayarmina: la realización massa-aγăra o
massaaqqăra
asume en español el sentido ‘señora
de lo árido o seco’. Y, aunque el historiador Abreu Galindo (ca. 1590, I, 29:
36r) señala Aquerata como una de las diez demarcaciones tradicionales de la Isla,
lo cual obliga a tener presente una denominación con perfil socioterritorial,
también habría que contemplar las evoluciones de estrellas y estaciones para
concretar una eventual dilucidación.
Por último, acaso
convenga indicar que algunos autores ya muy tardíos mencionan otro antropónimo
femenino, Collarampa, que adjudican a una hija de Benytomo (Wenytum), el
jefe principal de la comarca de Taoro, en el norte de Tenerife, cabeza de la
resistencia insular frente a la conquista castellana (Bethencourt Alfonso (1880)
1991: 344). Aunque el dato más revelador lo suministra Francisco Montes de Oca
(1924: 61), al afirmar que «Juan Doramas tuvo por esposa a la Infanta Collarampa,
(D.ª María Ana Hernández de Bencomo), llamada Estrella en lengua guanche»,
circunstancia que corrobora el análisis lingüístico: el compuesto kuyya ar
affaw (o kuyyaranfa, con disimilación del radical geminado (*ff >
nf) y elisión de la semiconsonante (*-w > -ø) en final
absoluto después de vocal larga plena), nos presenta un ‘vértice o elemento
saliente hasta el amanecer’, lo que puede tenerse por una buena descripción
del planeta Venus.
2.
FUENTES ORALES
La memoria popular en
la zona sur de Tenerife ha salvado, cuando menos, un par de antiguos testimonios
devocionales dedicados a una Virgen de Candelaria cargada de connotaciones
nativas.
Según el informe que
en el año 2001 hizo público nuestro amigo Eduardo P. García Rodríguez, este
valioso material ha llegado más o menos intacto hasta el siglo XXI, conservando
incluso ciertos fonetismos bien atestiguados en el habla amazighe de esta
isla.
Sobre todo en el primer
caso (núm. 5), la informante, Sita Chico, hija del maestro y poeta Domingo
Chico González, distinguido en su día con la condición de Hijo Adoptivo de Güímar,
señala con claridad que se trata de una oración dirigida a esta advocación de
la Virgen. El cielo y también la prosperidad social se situarían aquí bajo su
protección.
En cambio, menos categórica
resulta esta conexión en la segunda muestra (núm. 6), una poética plegaria de
acción de gracias, recogida en Chío (Guía de Isora) por Francisco Chico en la
voz de un anciano pastor de la comarca. Los rasgos morfológicos no terminan de
garantizar, como cabría esperar, el carácter femenino de su referencia al Sol
(M-aγeq),
tal y como sucede en la cultura amazighe continental, algo que, aun así,
tampoco probaría su vinculación directa con
Sin embargo, nos ha
parecido oportuno incluir este pequeño poema en el estudio por dos razones
principales. De una parte, ilustra muy bien la trascendencia otorgada a una luz
poderosa y benefactora, sacralizada bajo diversas acepciones en la cosmogonía ínsuloamazighe
(aunque con formulaciones expresamente masculinas, como Achaman o Atguayafanataman).
Y, de otro lado, porque el empleo de ese morfema nasal (m) en posición
inicial, que admite desde luego una lectura femenina, en el caso de no
destacar género alguno mostraría el alcance singulativo del adjetivo verbal
correspondiente, lo cual indica un énfasis en la magnitud del
significante. Registrado también en el conjunto de la tradición norteafricana
(o camita), el recurso, portador de esa ambigüedad insoslayable, no
parece casual en la ideación isleña de este concepto solar, que de
nuevo reflejaría un valor primordial y asexuado de la divinidad superior.
NÚM.
5 [magné...]
§ «¡¡Uh!! Magné
Mastáy // Achen tumba Manéy. ¡¡Oh!! Madre del cielo / Madre de la tierra»
[Sita Chico (Güímar, Tenerife) > Eduardo P. García (2001)]. — Ûh! Ma
gənni,
Ma stay / aše-n tunwa, Ma ney. = ‘¡Oh!
Madre del cielo, Madre del crecimiento // de la hermandad, Madre de lo
nuevo’. *ûh!,
excl.
‘¡oh!’.
V. [H]. *ma, s. f. sing. ‘madre’. V. [M]. *agənnāw
(ə), s. m. sing. ‘cielo’. V. [G·N]. *astăy (ə),
n.
vb. caus. m. sing. ‘aumento,
crecimiento’. V. [T·Y]. *aše,
part.
expletiva (no se traduce). V. [Š]. *n, prep. ‘de’. V. [N].
*tənwat, s. f. sing. ‘hermandad’. V. [N·W]. *ney,
n. vb. m. sing. ‘nuevo’. V. [N·Y].
N. B. Desde
el punto de vista sintáctico, el sintagma encadena una yuxtaposición de tres
frases substantivas o compuestos genitivos, que representan otras tantas
advocaciones de la divinidad, donde es posible observar las dos modalidades típicas
de esta composición nominal:
(a) primaria o sintética:
ma_əgənne,
ma_əstăy
y ma_əney;
(b) preposicional (n)
o analítica: ma_əstăy
n tənwat.
Además, la
comparecencia de la partícula expletiva aše, con representación todavía
en algún habla tuareg, aporta un elemento de validación muy pertinente:
su exclusivo uso poético y su específica (y oportuna) adscripción dialectal
parecen excluir una manipulación torticera del texto.
NÚM.
6 [tanemir...]
§ «Tanemir uhana gek
magék / Enehana benijime harba / Enaguapa acha abezan. Gracias poderoso Sol /
por salir un día más / para alumbrar la noche» [Francisco Chico (Chío, Guía
de Isora, Tenerife) > Eduardo P. García (2001)].
— Tanəmmirt
uγan
aγeq
Maγeq
/ n eγenna
benn iγimme
h_arwa
// n wafa aša abezzan. = ‘Gracias,
joya que eres fulgor, Sol del comienzo del alba, que tiñe siempre // de luz
toda la obscuridad’. *tanəmmirt, s. f. sing. ‘gracias’. V.
[N·M·R].
*uγan,
s.
m. sing. ‘joya’. V. [Γ·N].
*aγeq,
n.
vb. m. sing. ‘resplandor, fulgor’. V. [Γ·Γ].
*maγeq,
adj.
vb. ¿f.?
sing. ‘Sol’, lit. ‘la/lo que
posee resplandor’. V.
[M+Γ·Γ].
*n, prep. ‘de’. V. [N].
*eγenna, n. vb. m. sing. ‘comienzo’. V. [Γ·N].
*benn, s. m. sing. ‘alba’. V. [B·N]. *iγimme,
3ª
pers. m. sing. aor. intens. ‘tiñe’. V. [Γ·M].
*harwa, adv. ‘siempre’. V. [H ·R·W]. *n, prep. ‘de’. V. [N]. *afa
(wa), s.
m. sing. ‘luz,
claridad’. V. [F]. *aša, adj. invar. ‘todo(s)/a(s)’. V.
[K
> Š]. *abezzan, adj. ‘negrura’, fig. ‘mal’. V. [B·R·K·(N)].
N. B. Como
indica el obligado afijo personal del verbo (i-γimme),
el sujeto léxico de la oración apunta hacia el sintagma masculino singular uγan
aγeq
(‘la joya que brilla’), completado
por la aposición especificativa Maγeq
n eγenna
benn (‘Sol naciente’), quizá la
adoración más antigua de la humanidad. Aunque, como ya advertimos en la
introducción de este epígrafe, el género morfológico de un sujeto no
responde necesariamente a su cualidad natural o social.
Pese a quedar bien
documentado en las fuentes isleñas (Reyes 2004: 155), de momento no hay pruebas
definitivas que aseguren la condición femenina del vocablo Magheq, cuya
pertenencia al panteón religioso goza sin embargo de plenas garantías.
No menos llamativa e
interesante resulta la presencia del concepto abezzan (‘oscuridad’),
versión masculina de una voz muy conocida y perfectamente atestiguada en la
isla de Gran Canaria en su forma de femenino plural, tibizzena (‘apariencias
malignas’), que destaca el ingrediente pernicioso y maléfico atribuido al
color negro.
Por último, tampoco
debe pasar inadvertida otra asociación semántica muy sugerente. A menudo,
tanto en el ámbito continental como insular, la luz (afa, f. tafat)
se ha empleado como sinónimo de ‘justicia’.
Con
estos datos, no sería demasiado imprudente extender el sentido literario de la
pieza hasta la traducción: ‘gracias, tesoro luminoso, Sol naciente, que
siempre irradia justicia frente a todo mal’. (Dr.
Ignacio Reyes García, 2007)
¡Nos alegramos de no
comulgar con piedras de molino!
Canarias, abril-mayo de
2011.
Notas.
2
En traducción de Carlos Schrader (Heródoto 1979, II: 461), el fragmento
dice: «Sólo consagran sacrificios al sol y a la luna. En efecto, todos los
libios ofrecen sacrificios a esas divinidades, si bien los que habitan a orillas
del lago Tritónide los ofrecen sobre todo a Atenea y, en segundo lugar, a Tritón
y Posidón».
3
El fragmento dice: «[...] que en Canaria y otras islas adyacentes,
llamadas Islas Afortunadas, hay personas de uno y otro sexo que no tienen leyes
ni siguen secta alguna, pero hasta ahora adoran al Sol y la Luna
[...]». Para el texto
completo (en latín) de esta bula, ver Rumeu (1986 (1960): 187-188). Cf. Álvarez
Delgado (1945: 12).
4
El fragmento dice: «No tienen fe, pero adoran algunos al Sol, otros a la
Luna y otros planetas, y tienen nuevas fantasías de idolatría». Compartimos
así la traducción expresada por Álvarez Delgado (1945: 75, nota 3), aunque
Viera y Clavijo [(1772) 1982, I: 162-163)] y Cioranescu (ídem, p. 163,
nota 1) disienten en el sentido del sintagma nuove fantasie di
idolatria, que vertieron por ‘nueve fantasías de idolatría’.
5 En traducción de A. Cioranescu (Torriani 1978:
179), el fragmento dice: «También lo llamaban Achuhuran Achahucanac, es
decir, 'el Brande, el sublime'; y a Nuestra Señora, Chaxiraxi,
y también la llamaban Annaxes
Guaiaxiraxi, que significa 'la Madre de aquél que sustenta
el mundo'».
6
Ver nota 5
7 El fragmento dice: «Encontraron
además un oratorio o templo, en el cual no había en absoluto ninguna pintura
ni otro adorno, excepto una sola estatua esculpida en piedra, que tiene la
imagen de un hombre que sostiene una bola desnuda en la mano, y con las vergüenzas
cubiertas, según su costumbre, por unas calzas de palma». Cf. Padoan
(1992-93: 137-138).
8 En traducción de A.
Cioranescu (Torriani 1978: 213), el fragmento dice: «Los hombres adoraban a un
ídolo macho, y las mujeres a una hembra. Al macho llamaban Eraoranhan, y a la
hembra Moneiba; les
hacían oraciones, sin
sacrificio, y creían que vivían en los altísimos peñascos».
9 Arturo López de
Vergara transcribe «Montiba» (Marín 1941: 58).
10 Vista la
extraordinaria importancia de la luz deificada en la cosmogonía insular,
rectificamos aquí las hipótesis que habíamos expuesto para explicar el par
divino Eraoranhan / Moneiba (Reyes 2004: 183-185 y 201-202).
11 Una mancha en el
manuscrito microfilmado que guarda la BMT nos impide concretar las grafías que
faltan. No obstante, la edición que firma la Imprenta Isleña (Castillo 1848:
134) reproduce: Masaquera.
12 En Castillo (1848:
134) se transcribe: Masequera. El ms. que hemos examinado admite también
esta lectura. El trazo de la c no se cierra por su parte inferior y
compone una posible s defectuosa.
13 Coordenadas: de 27º
14 Para las fechas
legales de los ortos y puestas helíacas de algo más de una veintena de
estrellas importantes, incluyendo Canopo, ver Barrios (2004: 90).
En torno a la religión del pueblo guanche (VI-IV)
En torno a la religión del pueblo guanche (VI-III)
En torno a la religión del pueblo guanche (VI-II)
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En
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