¿QUIÉNES
SOMOS LOS MAZIGIOS CANARIOS? (II)
CAPITULO
V
Eduardo Pedro García Rodríguez
8.-ASCENDENCIA DE
LA POBLACIÓN CANARIA SEGÚN LA GENETICA
Uno de los múltiples medios
con que cuentan los modernos investigadores para
determinar la ascendencia de un pueblo, es la Genética, ésta es una
nueva rama de la medicina que ha venido en apoyo de otras ciencias involucradas
en el tema, tales como la historia, la antropología, la lingüística y la
arqueología. Por su compleja y especializada técnica, es una disciplina que sólo
puede ser desarrollada por personal
altamente cualificado dentro del campo de la medicina, aunque en estrecha
colaboración con otras disciplinas científicas cuando pretende fijar el origen
de una determinada comunidad humana.
El
origen de la población mazigio-canaria pre-colonial, ha supuesto un reto para
quienes se han interesado por el mismo. Desde los primeros cronistas de la
invasión y conquista de las islas por los europeos, hasta nuestros días, no ha
dejado de ser tema de debate el origen de nuestros antepasados.
Bontier y Leverrier capellanes y cronistas del pirata Jean de
Bethencourt, el franciscano A. Espinosa, Abreu Galindo, Marín de Cubas y
Torriani entre otros, se aventuran a sugerir la procedencia norteafricana de los
pobladores de las islas por «por lo mucho que frisan en el hablar y contar
que todo es uno». Ya en los tiempos modernos cuando se despierta en Europa
un inusitado interés por los estudios antropológicos suscitados por la segunda
oleada de colonización explotadora europea sobre el continente africano,
algunos científicos franceses, ingleses e austriacos centran su atención sobre
los primitivos habitantes de las islas, dando así comienzo el expolio de los
yacimientos arqueológicos y cementerios de nuestros ancestros por parte de
estos estudiosos europeos, en ocasiones ayudados por algunos “ilustrados”
criollos locales, quienes regalaban las momias y restos mortales de nuestros
bisabuelos, con la misma liberalidad, que si de objetos sin valor se tratara,
humillando así una vez más y en lo más profundo y sagrado, los sentimientos
del pueblo canario. Es indudable que las islas Canarias han sido desde siempre
consideradas desde la vertiente cultural como “tierra de nadie”, donde
cualquiera puede especular libremente con su cultura ancestral, sus milenarios
yacimientos arqueológicos e incluso
con su etnia. España, potencia europea administradora de nuestra nación
africana, ha mostrado siempre un especial cuidado en cuanto a la extracción de
plus valía de nuestro territorio, pero ha prestado poca o nula atención a
nuestra cultura y raíces ancestrales, incluso hoy en día, a pesar de que el
parlamento “autónomo” aprobó una ley de protección del patrimonio, las
escavadoras de las constructoras continúan destruyendo yacimientos arqueológicos,
sin que al parecer, nadie tenga interés en ponerles coto, pues por los visto en
este país, sólo constituye patrimonio histórico las iglesias, conventos y
caserones de la otrora prepotente burguesía colonial.
Ruego al lector me disculpe estas divagaciones, pero lo expuesto es una
verdad lacerante que nos vemos obligados a contemplar cada día.
Retomando el tema, en estos tiempos han surgido un grupo de científicos
e intelectuales netamente canarios, quienes a pesar de que tienen que hacer
frente a no pocos obstáculos sin cuento, no sólo de los estamentos dominantes
y comisarios de la cultura en nuestro país, sino incluso, de los propios compañeros,
fieles éstos a quienes le hacen efectiva la nómina cada mes, aún así, a
pesar de los continuos contratiempos que tienen que soslayar, realizan un
trabajo de investigación serio y honesto en beneficio de la auténtica cultura
de Canarias. Es indudable que las jóvenes generaciones de canarios reconocerán
y valorarán la labor de éstos científicos, como al presente son valorados por
la comunidad científica internacional.
Desde que los primeros europeo en la baja edad media tomaron contacto con
los pobladores de las islas, no dejaron sorprenderse al encontrase con un tipo
de gentes de piel clara, y que en muchos grupos tenían –y tienen- los
cabellos rubios y ojos azules, además de tener la figura de tipo que hoy
denominaríamos atlético, siendo las mujeres hermosas y de agraciados rostros,
este tipo humano al que de manera peyorativa se le encasilló como de cultura
neolítica, no dejo de despertar el interés de los conquistadores al principio
y de los estudiosos más tarde. Cuando por Europa soplaban aires de cultura.
Entre los europeos que mostraron un mayor interés y dedicación al
estudio de los antiguos mazigios canarios, durante el siglo XIX, podemos
destacar a Sabin Berthelot, René Vernau, y
más modernamente, el catalán Fusté, Luís Diego Cuscoy, Weninger, Rösing,
Camps y la antropóloga austriaca Ilse Schwidetzky, y el también austriaco
Domink Wölfel, quien hizo un gran aporte en el campo de la lingüística, y los
canarios Juan Bethencourt Alfonso y el profesor Álvarez Delgado, entre otros,
quienes nos aportaron interesantes trabajos sobre la lengua libico-bereber o
tamazigh, tan íntimamente relacionada con Canarias y sus petroglifos, pero quizás
el trabajo más interesante de los últimos tiempos desde nuestro punto de
vista, es el desarrollado por el Catedrático de la Universidad de La Laguna don
Rafael Muñoz Jiménez, Quien llevó a Cabo la traducción de los signos
grabados en la Piedra Zanata, labor que no estuvo exenta de polémica,
como hemos explicado en otro lugar. Piedra que algunos designaron como el eslabón
perdido de la identidad canaria.
Más modernamente merece mención a parte por su calado científico los
estudios llevados a cabo por el investigador canario don Ignacio Reyes García,
Doctor en Filología y Licenciado en Historia, quien ha
traspasado las fronteras obsoletas mantenidas por el estamento académico
inmovilista, abriendo un amplio horizonte al estudio de nuestra lengua vernácula,
la cual si bien en principio nos fue cruelmente cercenada por la cultura
invasora, ha sobrevivido en el lenguaje popular, en multitud de frases
coloquiales y miles de topónimos conservados y en uso en la actualidad. De la
prolifera obra de este insigne científico me permito recomendar al lector
interesado La Madre del Cielo (2007) y
Diccionario Insuloamaziq (2011), obras
indispensables para la compresión del habla de nuestros ancestros, la cual no
perdemos la esperanza de que en un día
no muy lejano podamos recuperar y usar.
La ciencia moderna viene en apoyo de la lingüística y la arqueología
para reafirmar la ascendencia mazigia del pueblo canario. Veamos lo que sobre
este interesantísimo tema nos expone el ya mencionado especialista en genética
doctor Arnay Villena: «Las nuevas técnicas de genética molecular aplicada al
estudio de los genes en las distintas poblaciones están siendo muy utilizadas y
una nueva rama de la ciencia emerge con fuerza: la genómica histórica.
La comparación de los perfiles genéticos de grupos étnicos permite
poner a prueba los postulados históricos muchas veces basados en deducciones
poco objetivables: sin duda, la genómica complementa a la historia clásica. Así
se estableció que la moderna especie humana salió hace unos pocos de miles de
años de África y pobló el planeta.
En el ámbito mediterráneo se ha visto, con el estudio de los genes HLA,
cómo el substrato genético antiguo mediterráneo no estaba integrado por los
griegos, y sin embargo sí por los anatolios (turcos), iraníes, judíos,
libaneses, cretenses, egipcios, argelinos, marroquíes, ibéricos. La historia
nos dice que los griegos micénicos entraron (o se hicieron notar) en la península
balcánica hacía 2.000 años antes de Cristo.
Destruyeron el imperio cretense y asimilaron su cultura (y escritura)
Pero ¿de quien era el patrimonio cultural cretense? La genómica histórica nos
dice que, en parte, de todos los mediterráneos, que llevaban ya miles de años
manteniendo un flujo cultural y genético importante. Grecia fue un crisol que
absorbió también otras culturas antiguas mediterráneas además de la
cretense. En este contexto, el pueblo beréber (los imazighen), con características
lingüísticas y genéticas propias, han sido injustamente dejados a un lado de
la historia.
La lingüística, que es un arma de estudio paralela a la genómica para
el reestudio de la historia, demuestra que el beréber se hablaba desde las
islas Canarias (guanche) hasta Egipto (oasis de Siwa), y desde la costa sur
mediterránea hasta el área subsahariana. Una extensión similar a la de
Estados Unidos. Colaborando con Jorge Alonso García hemos concluido que los
pueblos beréberes se vieron forzados probablemente a una emigración masiva, al
establecerse hace 6.000 años antes de Cristo las condiciones hiperáridas del Sáhara.
Se dirigieron hacía Canarias, hacía Oriente Medio y hacía Iberia y las islas
mediterráneas. Parte del patrimonio genético y cultural de Iberia se debe a
los beréberes. La lengua ibérica antigua, la vasca (como la etrusca y la
minoica) está muy emparentada con la beréber. ¿Contribuyeron los beréberes
al desarrollo cultural de los mediterráneos pre.griegos? Es muy probable que así
fuese; los resultados de la genómica histórica y la lingüística no dejan
lugar a dudas.
Los actuales norteafricanos del Magreb, hablan árabe o árabe y beréber,
son en su mayoría beréberes, entendiendo por tales los pobladores autóctonos
prefenicios del norte de África. Las invasiones árabes del siglo VII-VIII,
tanto en Iberia como en el norte de África, fueron genéticamente poco
importantes: unos relativamente pocos militares y aristócratas iban
”conquistando” y reclutando tropa local para el siguiente paso de anexión
territorial vecina. La imparable fuerza del Islam ha borrado caracteres
culturales, pero los genes siguen ahí, mostrando su aplastante verdad. Este
caso es paralelo al turco: la genómica
demuestra que relativamente pocos turcos centroasiáticos impusieron su lengua a
anatolios del substrato genético mediterráneo antiguo. El Islam y la
interpretación interesada de la historia por países no mediterráneos nos han
hecho ver a los turcos también como extraños. Lo son en menor grado que los
griegos.
Como hemos venimos repitiendo hasta la saciedad, la historia de Canarias
ha venido siendo burdamente falseada desde el comienzo de la invasión y
conquista, pero este hurtar las raíces de un pueblo de manera sistemática,
tendente a anular la conciencia de una cultura nacional para así mejor sostener
un sistema de dominación política, económica y cultural, por parte de la
potencia colonizadora. Ha sido una constante por parte de los modernos países
imperialistas, pero muy especialmente en las avalanchas depredadoras que desde
Europa han aportado al continente afrikano y sus islas adyacentes, donde han
destruido culturas milenarias e incluso etnias completas de los pueblos
sometidos. Las islas canarias (especialmente las de “conquista realenga”),
pudieron escapar a tan triste destino gracias a dos circunstancias
favorecedoras: la primera, el espíritu indómito de sus habitantes que jamás
fueron del todo sometidos, ya que una parte importante de la población resistió
al invasor durante mucho tiempo, refugiándose en las cumbres de nuestros
montes creando los denominados grupos de “los alzados”, quienes durante décadas
mantuvieron en jaque a los invasores, la segunda circunstancia, fue la fiebre
del oro despertada en los europeos por los nuevos territorios recién
“descubiertos” de América, que ofrecían un campo mucho más amplio a las
acciones depredadoras de la pléyade de aventureros sin conciencia que desde la
hambrienta Europa, cayeron como manadas de lobos sobre las tierras de América.
Retomando el tema de la moderna genética y su relación con el origen de
los pueblos, veamos algunos párrafos de lo que sobre el particular no dice el
ilustre investigador canario don Francisco García Talavera Casañas, si bien la
cita es un poco extensa, entendemos que la importancia del tema tratado merece
esta licencia:
«...Según Ilse Schwidetzky (1975): “Las islas Canarias ofrecen un
campo extraordinario para la investigación antropológica. Primero porque en
ellas una población prehistórica dejó en sus cuevas sepulcrales y en sus túmulos
un material óseo excepcionalmente abundante (...) y además, la historia de la
población de estas islas, en su evolución a partir de la conquista es
suficientemente conocida. Por lo menos desde Wölfel (1930) se sabe
documentalmente que los grupos humanos prehispánicos no se extinguieron sino
que sobreviven en la población actual, después de un inicial y rápido proceso
de cristianización y aculturación.
Pero esta forma de pensar no es nueva, pues ya Glas en el siglo XVIII,
Verneau, Berthelot, Chil y Naranjo y Bethencourt Alfonso en el siglo XIX, y en
este siglo Fischer, Wölfel, Schwidetzky, Weninger, Fusté, Rösing y Camps,
entre otros eminentes investigadores, expresaban en sus escritos dichas analogías
antropológicas. Éste último (Camps, 1984) es muy explícito al respecto
cuando dice, refiriéndose a la antigua población mechtoide (cromañoide)
norteafricana: “Del tipo Mechta el Arbi subsisten hoy en día algunos raros
elementos en la población norteafricana que, en su casi totalidad, pertenece a
las diferentes variedades del tipo mediterráneo. Aquellos representan como máximo
el 3% de la población actual del Mahgreb, pero son muchos más numerosos en las
islas Canarias”.
En cualquier caso, no hay que centrarse solamente en el mayor o menor
grado de pervivencia del tipo Mechta-Afalou en la población canaria actual
–que no deja de ser un tema muy interesante desde el punto de vista antropológico,
pues en Canarias tenemos un verdadero laboratorio viviente– sino que también
debe estudiarse ese alto porcentaje mediterranoide, que es el que más nos
acerca a la población norteafricana amazigh actual.
Ahora son las nuevas técnicas de la genética molecular aplicadas a las
poblaciones, las que están propiciando un avance espectacular en el
conocimiento de la evolución biológica e histórica de la especie humana.
(...) La existencia en el Norte de África de poblaciones blancas clasificadas
inicialmente como caucasoides, ha dado píe múltiples hipótesis sobre su
origen.
La primera evidencia del poblamiento humano de la región la tenemos en
los yacimientos de Termifine, Ain Hanech y Sidi Abder Rahman, con una antigüedad
de 200.000 años, que fueron clasificados como homo erectus (Newman,
1995). Pero es la aparición del homo sapiens de Jebel Irhoud del Paleolítico
Medio (Musteriense) (100.000-200.000 años B.P.) con características
neandertaloides atenuadas que preconizan el tipo de Afaou, y del hombre
ateriense (sapiens sapiens) de Dar es Soltan (30.000 años B.P.) que para
algunos es el eslabón intermedio entre entre aquellos y el hombre moderno de
Mechta-Afalou, portador de la industria Ibero-Mauritana (19.000-10.000 años
B.P.). Este último, junto a los protomediterránoides venidos de oriente con la
cultura capsiense (10.000 – 5.000 B.P.), constituyen los dos tipos humanos que
han dado origen al pueblo beréber, que esencialmente conforma la mayoría
antropológica de la población norteafricana actual.
El hombre de Mechta el Arbi, también conocido como Mechta-Afalou fue
equiparado por los antropólogos del siglo pasado al tipo Cro-Magnon europeo,
pero más tarde se ha visto que sin dejar de ser vecino o primo de aquel,
presenta caracteres diferenciadores en el cráneo y en las dimensiones
corporales. Posee, entre otras características físicas, una gran estatura (
Este tipo humano dominante en el Norte de África hasta la aparición de
los protomediterranoides capsienses, comienza a disminuir demográficamente y a
retroceder geográficamente hacía el oeste, acantonándose en las montañas del
litoral occidental mediterráneo y atlántico y en las islas Canarias, así como
en el sudoeste sahariano (Hassi el Abioud) y en el Sudán (Jebel Saba). Su
desaparición no fue completa en el Maghreb, pues todavía se encontraba un 8%
de población mechtoide en la época protohistórica y la púnica, para pasar
como ya hemos comentado, a representar sólo el 3% de la población
norteafricana actual. Por tanto, como muy bien apunta G. Camps (1996), el tipo
Mechta el Arbi no puede considerarse como el ancestro directo de los imazighen
actuales.
Fue hace 9.000 años cuando hizo su aparición en la parte oriental del
Maghreb un nuevo tipo humano muy parecido a las poblaciones mediterráneas
actuales que, al igual que ellas, presenta dos variedades: Una robusta y de gran
talla (
A estos protomediterráneos muy bien podríamos llamarles, protobereberes
(Camps, 1996) por su cultura y sobre todo por su marcada propensión a la
decoración con motivos geométricos, que son muy similares a los utilizados en
la actualidad en el adorno corporal y en la decoración de la cerámica por sus
sucesores beréberes. (...) En Canarias, y de acuerdo con los principales antropólogos
que han estudiado la tipología de las poblaciones aborígenes del archipiélago,
como son Verneau, Fusté y Schwidetzki, entre otros, aparecen como tipos
dominantes los dos mismos componentes prehistóricos del Norte de África: el
Mechtoide (cro-magnoide), y el protomediterránoide. El primero, y más
primitivo, arribó a las islas y las ocupó todas, según algunos autores, entre
el 2500 y el
Simultáneamente o con posterioridad, llegaron los protomediterránoides,
pero en el caso de Canarias sólo se distingue el tipo robusto, también de gran
talla, cara alargada y estrecha, y con un grado variable de extroversión
goniaca que le da un contorno facial pentagonal o cuadragunlar. Este tipo es
asociado, al menos en Gran Canaria, con la “cultura de los túmulos” ya que
enterraban a sus muertos en esos monumentos funerarios mientras que los cromañoides
lo hacían en cuevas. En los últimos tiempos se ha constatado que no existía
una separación racial tan clara como les pareció a los primeros antropólogos.
8.1
GRUPOS SANGUÍNEOS. SISTEMA ABO
A pesar de los avances de la genética molecular en los últimos años,
especialmente en el conocimiento del DNA mitocondrial y nuclear, el estudio de
los grupos sanguíneos, entre ellos el sistema ABO, sigue siendo importante y
complementario a la hora de abordar análisis genéticos comparativos entre
poblaciones. Según R. Beals y H. Hoijer (1995): “los grupos sanguíneos son
importantes antropológicamente porque sabemos con exactitud cómo se
heredan”. Nosotros hemos basado el estudio estadístico de la distribución
del sistema ABO en la isla de Tenerife los datos de la Tesis de licenciatura de
M. Trujillo (1974) y para el resto de las islas en Bravo y de las Casas (1958),
Roberts et al. (1966), García-Talavera 1986) Y Pinto et al. (1996). Y para la
comparación con otros pueblos norteafricanos imazighen, en Kossovitch (1958)
para Marruecos y Sahara y Benabadji et al. (1965) para Argelia (Kabilia).
Los datos sobre la proporción de grupos
del sistema ABO en la población guanche los hemos tomado de Swarzfischer y
Liebrich (1963) y Schwidetzky (1970), Benabadji y Chamla (1971) para los tuareg
del Ahggar, y Johnson et al. (1963) para los bereberes Ait Hadddidu del alto
Atlas.
A la
vista de las tablas comparativas podemos extraer las siguientes conclusiones:
a)
En la población canaria nativa
actual, el grupo sanguíneo O sigue siendo el de más alto porcentaje (48.0%)
frente al 39.6 % del grupo A, a pesar del tiempo transcurrido desde la conquista
y de que el grupo A es dominante y el O recesivo (Schwidetzky, 1970) Sin
embargo, el grupo mayoritario en los españoles es el A, con el 47.2 % frente al
38.6 % de O (Hoyos, 1945), y en los en los portugueses es muy similar: 47.1 % de
A y 40.0 % de O (Da Cunha et al., 1963). Al ser estos dos países europeos los
que aportaron la gran mayoría del contingente humano que se estableció en
Canarias tras la conquista (conquistadores y colonos), podemos llegar a la
conclusión de que la población aborigen canaria, lejos de desaparecer como
aseguran algunos, quedó en amplia mayoría después de la colonización.
b)
Se aprecian diferencias
significativas inter e intra insulares en al distribución de los grupos (García-Talavera,
1993) y (Pinto et al. 1996). No es de sorprender la mayor proporción del grupo
A en el Norte de Tenerife, porque fue en esa zona donde principalmente se
establecieron los nuevos colonizadores al recibir más ricas y fértiles.
Tampoco sorprende la alta proporción de O en la Gomera (56.0 %) pues esta isla
no fue conquistada y la población nativa quedó en gran mayoría.
La alta proporción del grupo O encontrada por Swazfischer y Liebrich
(1963) en los aborígenes de Tenerife (83.9 %) y Gran Canaria (94.7 %), a pesar
de haber sido obtenida, no por ausencia de A y de B, sino directamente, ha hecho
dudar a algunos investigadores. Pero si comparamos estas cifras con las de los
Tuareg del Ahggar (74.4 %) y los bereberes Ait Haddidu del Atlas (79.7) vemos
que son bastante aproximadas.
Y si observamos que en las tres poblaciones el aislamiento es la característica
común (islas, montañas, desierto) cabe pensar en la actuación en ellas,
durante siglos de la deriva genética, el efecto fundador y la consaguinidad.
Por otra parte, se observa que los porcentajes del sistema ABO en
Canarias se asemejan más a los de los países maghrebies estudiados, que a los
europeos ibéricos. También se constata que en Canarias es más patente el
dominio del grupo O sobre el A, que en Marruecos, Argelia o el Sahara. Esto se
debe a que en estas islas el principal aporte sanguíneo del exterior es europeo
occidental, mientras que en los países continentales del Maghreb, el principal
flujo genético ha venido de Oriente Próximo y, en menor medida, del África
subsahariana, regiones en la que el grupo B aparece en un alto porcentaje. En
Canarias, las islas orientales Lanzarote y Fuerteventura poseen unos valores
elevados de este último grupo (17.5 % y 16 %) según datos obtenidos por Pinto
et al. (1996), que son similares a los de Marruecos y Argelia, lo que con toda
probabilidad, es debido a la entrada masiva en dichas islas de esclavos de la
vecina costa africana después de la conquista, en los siglos XV Y XVI.
8.2
RESÚMEN DE LA CONCLUSIÓN FINAL
La reflexión final que nos atrevemos a exponer es que, a la vista del
abundante registro arqueológico, antropológico y lingüístico al avance en el
conocimiento de la prehistoria y la historia norteafricana y, sobre todo, los
contundentes resultados de la investigaciones en biología molecular que están
que están saliendo a luz en los últimos años, es indudable la relación genética
de los canarios con los pueblos norteafricano
amazighen.
El hecho de haber vivido separados durante milenios, al haber cruzado el
mar y poblar las islas unos, y los otros soportado invasiones, conquistas y
colonizaciones –que más tarde sufrirían los insulares– por parte de otros
pueblos no africanos, no ha borrado las huellas del origen común.
Los pueblos invasores influyeron culturalmente en los que no se
refugiaron en las montañas o en el desierto, pero el influjo genético fue
escaso hasta la llegada al continente desde Oriente de los musulmanes Beni-Hilal
en el siglo XI, que, aunque no influyeron de manera contundente en el pool genético,
si contribuyeron decisivamente a la arabización e islamización del Maghreb. En
las islas fueron los ibéricos los que siguieron el mismo guión aunque desde
distintas ópticas culturales y religiosas. Estos españolizaron y
cristianizaron a la fuerza a los canarios, pero como hemos visto, tampoco
alteraron en gran medida la genética insular.
De manera que, a pesar de todos estos avatares los canarios y los
norteafricanos continentales seguimos conservando las características étnicas
básicas que nos identifican con una raíz común que se remonta muchos milenios
atrás, cuando unos invasores – curiosamente también venidos de Oriente hace
casi 10.000 años, posiblemente a consecuencia del cambio climático postglacial
– arrinconaron y sometieron en gran parte a los autóctonos de ese momento».
Ya en el siglo XIX, en el campo científico se debatía sobre la
pervivencia de la raza guanche y por extensión la del resto de los primitivos
habitantes pre-coloniales del Archipiélago Canario, uno de estos abanderados
que hicieron frente a quienes venían propugnando la interesada y sesgada teoría
a la vez que falacia histórica del supuesto exterminio del pueblo guanche, fue
el médico chasnero don Juan Bethencourt Alfonso, quien realizó uno de los
primeros trabajos científicos sobre la cuestión. Quizás por este y otros
aspectos de nuestra historia recogidos o desarrollados valientemente por nuestro
autor, su obra se vio postergada durante casi un siglo, pues si bien hoy en día
que se da por supuesto que vivimos en una sociedad supuestamente democrática y
plural, las personas que nos preocupamos por nuestro pasado libremente, de
manera honesta y sin sujetarnos a las directrices que emanan desde los
comisariados culturales del sistema, nos vemos relegados cuando no perseguidos,
hostigados y vilipendiados por quienes defienden para Canarias, una cultura
oficialista y oscurantista.
Imaginemos las dificultades que debieron sufrir los investigadores del
siglo XIX, especialmente si éstos no eran europeos, o les publicaban sus
trabajos en algún país de Europa. Por ello, creemos interesante trasladar a
estas páginas algunos párrafos en los que el doctor Bethencourt expone y
justifica sus planteamientos científicos sobre la pervivencia del pueblo
guanche:
«... Salvo los muertos en combate, que fueron menos de lo que presumen
los ponderativos, entre guerreros, mujeres, viejos, muchachos y niños acogidos
a los convenios, puede asegurarse, sin pecar de exagerado, que constituyeron las
nueve décimas partes de la nueva población con relación a los españoles; y
como de este asunto hemos de ocuparnos con mayor amplitud al tratar de la
conquista de Tenerife, lo tomamos por ahora de ejemplo y aplazamos para entonces
las razones en que apoyamos nuestros asertos.
Al celebrase la paz de Tahoro de los Realejos y hablando en
cifras redondas, existían en Tenerife 20.000 guanches de todas edades y sexos
aunque predominando mujeres y niños, de los cuales unos 5.000 continuaron
rebelados en medio de los montes sin querer darse a partido, y los otros 15.000
se mezclaron con un millar entre conquistadores y pobladores formando los núcleos
de las veinte y tantas poblaciones actuales. Cuanto a mujeres europeas, como
aconteció en las demás islas, eran contadas.
De los 1.000 entre conquistadores y pobladores que se avecindaron durante
los primeros lustros, salvo unos cuantos extranjeros que por su escaso número
nada significa, unas pocas docenas eran portugueses, como 200 indígenas isleños
en su mayoría de Canaria y el resto de españoles, que siendo casi en la
totalidad solteros se casaron con las guanchas. Aparte de que esto era natural,
sábese por tradición, por lo que arrojan los archivos y sobre todo por el
testimonio nada sospechoso de un comisionado inquisidor de aquella época, que
hizo un padrón secreto de todas las islas, y sacó a la luz el erudito Sr.
Millares.
En lo esencial los hechos expuestos son exactos y sólo falta aplicarles
las conocidas leyes de la herencia y de cruzamiento; con las circunstancias en
esta ocasión de hallarse favorecido el coeficiente o grado de afinidad sexual,
por estar comprendido en el grupo llamado por Mr. Broca de homogenesia eugenésica
o absoluta, puesto que tanto los naturales de las otras islas, portugueses españoles
como guanches de Tenerife, proceden del mismo manantial íbero-libio.
Siguiendo con el ejemplo de los 1.000 conquistadores y pobladores casados
con otras tantas guanchas, pues los pocos que ya lo estaban para el caso es lo
mismo porque se amancebaron, resultó:
1.º
hijos mestizos de primera sangre.
2.º
Simplificando el ejemplo para más fácil comprensión, mestizos de segunda
sangre (que es el primer grado de retorno), que comprende a los vástagos
del cruzamiento de los mestizos anteriores con guanchas, que eran las que
abundaban.
3.º
Mestizos de tercera sangre (segundo grado de retorno) o sea los nacidos
de la segunda sangre casados con guanchas de pura raza y así sucesivamente
hasta que en el quinto o sexto cruzamiento de retorno, como la población no era
alimentada con elementos de fuera sino de la tierra, desapareció por lo general
todo vestigio de mesticismo (mestizaje) y reapareció el tipo de raza de la
madre o séase del guanche con todos sus caracteres».
Por otra parte, es evidente que el sector de la población guanche que no
se mezcló con los invasores fue la mayoritaria, especialmente los alzados, y la
mayoría de los Menceyatos del Sur, los cuales por razones orográficas y como
consecuencia de los tratados de paces, estuvieron prácticamente vedados para
los conquistadores y pobladores durante muchos decenios después de la
conquista. Cuenta un viajero inglés del siglo XVII, refiriéndose a los
guanches de Güímar que: «aún el más pobre de ellos, tiene en menos
precio el casar con mujer española».
Marzo de
2012.
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¿Quiénes
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¿Quiénes
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¿Quiénes
somos los mazigios canarios? (IV)
¿Quiénes somos los mazigios canarios? (III)
¿Quiénes somos los mazigios canarios? (II)
¿Quiénes somos los mazigios canarios? (I)