EFEMERIDES CANARIAS
UNA
HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO
COLONIAL, DÉCADA 1791-1800
CAPÍTULO
(I) -X-
Guayre
Adarguma
*
Recreación de los rosadores y de las milicias populares de Tenerife, verdaderos héroes combatientes, por mucho que no pocos historiadores españolistas traten de minimizarlos, cuando no ignorarlos, resaltando groseramente a las huidizas tropas regulares que al fin y a la postre se atribuyeron méritos ajenos..
[Viene de la entrega anterior]
Siguiendo la narración de nuestro autor nos encontramos con la aseveración
de que <<El 22 de julio amaneció ante el puerto y fuertes de Santa
Cruz una división naval inglesa mandada por Nelson... Enfila 193 cañones
contra la plaza y envía una carta al Capitán General Gutiérrez:>> Aquí
entresaca algunos párrafos de la supuesta carta: “Dentro de media hora
espero la aceptación o rechazo de mi propuesta: Deberán entregarme los fuertes
de la plaza... La guarnición depondrá sus armas... Espero que la admitáis”
“De lo contrario destruiré Santa Cruz con las bombas de mis cañones>>.
Si la carta a que hace referencia el autor es la que el capitán Troubridge debía
hacer llegar al comandante general Gutiérrez, (ver documento anexo nº 2) la
verdad es que no conozco otra manera mejor para mutilar un escrito que la
empleada en su extracto por el Sr. Pérez Ortega. En cuanto a la
mencionada carta, esta jamás llegó
a poder del general, pues como hemos dicho anteriormente, quedo en los bolsillos
del capitán Troubridge, al no tener éxito su misión, por consiguiente no es
que “El arandino no se dignó contestar”, es que simplemente, no la
recibió.
<<Nelson conocía bien las defensas por un desertor chino (debe
tratarse del marinero apresado con
la fragata Príncipe Fernando) y aquella noche dispuso un desembarco para
ocupar el fuerte de Paso Alto... Allí se estrelló la columna Británica, que
hubo de ser reembarcada a toda prisa>>. El lector podrá juzgar por sí
mismo remitiéndose a los hechos más arriba narrados. Continúa más adelante:
<<Desde su puesto de mando aquella noche escribió a un amigo”.
“Esta noche, yo, humilde como soy, tomaré el mando de todas las fuerzas
destinadas a desembarcar bajo el fuego de las baterías de la ciudad y mañana,
probablemente será coronada mi cabeza con laureles o cipreses ...>>. En
estos párrafos de la carta dirigida por Nelson a su jefe y almirante de la
escuadra británica en el Mediterráneo, Sir Jonh Jervis,
el autor interpreta que va dirigida a un amigo, podría
interpretarse así si el escrito hubiese sido correspondencia privada, pero en
este caso, era oficial y dirigida al comandante de la flota.
A continuación hace alarde de sus dotes de adivinación al afirmar que,
<<A aquella misma hora, Gutiérrez reunió a sus oficiales y, tras
repasar las medidas y las ordenes, añadió: “Por mis años, soy el más
antiguo de los combatientes y, por ello, reclamo el honor del primer puesto en
la lucha para ofrendar mi vida por la Patria ...>>. Profundamente
conmovido por tan patriótica arenga que el Sr. Pérez Ortega atribuye al
general Gutiérrez, hemos consultado casi toda la bibliografía local publicada
sobre el tema, para tratar de aclarar el pasaje en cuestión, pero no hemos
encontrado ningún autor que haga referencia al mismo.
Al narrar los
acontecimientos, nuestro tan mentado autor nos afirma que el cañón “Tigre”
cercenó el brazo de Nelson, con lo cual quedan resueltas las dudas que sobre el
particular han venido manteniendo los diversos autores que se han ocupado del
tema. Además nos aporta un nuevo dato al decirnos que el comandante en jefe de
las fuerzas de desembarcadas era el capitán Samuel Hood, cuando nosotros teníamos
entendido que lo era el capitán Troudbrig. En fin, la lectura del libro del Sr.
Pérez Ortega, nos ha servido de acicate para entender como no se debe escribir
un texto sobre historia, por muy osado que uno pueda considerarse, y mucho menos
manipular, o tergiversar los hechos conocidos, ello supone no sólo una falta de
respeto hacía los historiadores que han tratado el tema, especialmente cuando
son citados, sino que, además, es pretender escribir la historia con medias
verdades que es la peor de las mentiras.
EL BAILE DE LAS RECOMPENSAS
Desde el mismo momento de la retirada de las tropas británicas, comenzó
el coro de plañideros en solicitud prebendas y mercedes a la corona española.
Como suele suceder en aquellos gobiernos donde impera el absolutismo, las
prebendas fueron solicitadas basadas en criterios de afinidad, simpatías o
intereses de quien recomienda a las personas que deben ser distinguidas. En el
caso de la defensa de Santa Cruz por el pueblo de Tenerife, los primeros
beneficiados fueron dos sujetos que, posiblemente no tenían idea de donde se
encuentran las islas Canarias. El comandante general Gutiérrez no perdió
tiempo en sacar provecho del choque con los ingleses, recomendado a sus sobrinos
Don Francisco y Don Pedro Gutiérrez destinados en regimientos españoles los
cuales como es de suponer, no intervinieron para nada en la defensa de la plaza,
aún así las recomendaciones fueron
consideradas, según escrito dirigido a Gutiérrez por el valido Manuel Godoy
(Príncipe de La Paz) con fecha 14 de Octubre de 1.797.
El primer oficial español recomendado por Gutiérrez para el ascenso al
grado de Brigadier, fue el controvertido coronel y teniente de rey en la isla
Don Manuel Salcedo, seguidos del ingeniero jefe Don Luis Marqueli; y don Marcelo
Estranio comandante y coronel del Real Cuerpo de Artillería, miembros los tres
de la plana mayor, e implicados con otros en “la hora del desconcierto”.
Propone Gutiérrez, para los grados de coroneles con sueldos de tenientes
coroneles vivos a los siguiente sujetos: Don Juan Guinther, capitán y
comandante accidental del Batallón de Infantería de Canarias, y al teniente
coronel Don Juan Creagh, capitán del mismo batallón, ambos así mismo de la
plana mayor.
Son propuestos para el grado de coroneles: el teniente coronel Don
Marcelino Prat, sargento mayor de la isla; y el teniente coronel Don Pedro
Higueras, gobernador del fuerte de Paso Alto
Para el grado de tenientes coroneles, son propuestos los sujetos
siguientes: don Eduardo y don Vicente Rosique capitanes del Real Cuerpo de
Artillería; el capitán Don Juan Creagh y Grabiel, ayudante mayor del
Regimiento de Milicias de Garachico; el capitán Don Juan Bataller, primer
ayudante del Batallón de Infantería de Canarias; Don Luis Román, capitán del
Regimiento de Milicias de Güímar; el capitán de infantería agregado al
Estado Mayor de la plaza, Don José Víctor Domínguez, ayudante del general,
para quien se solicita además del ascenso el sueldo de capitán agregado; al
capitán Don José de Monteverde, gobernador del castillo de San Cristóbal, y
capitán Don Bartolomé de Miranda, gobernador del castillo de San Francisco del
Risco (Gran Canaria), quien fue designado por Gutiérrez gobernador de la torre
de San Andrés, al encontrarse circunstancialmente en la plaza de Santa Cruz en
los días en que se produjo el ataque.
Continuando con las nominaciones se proponen para el grado de capitán, a
Don Manuel Nadela, teniente del real cuerpo de ingenieros; Don Vicente Siera, (a
este teniente, con don Francisco Grandy, teniente de milicias, creemos que
fueron los verdaderos artífes de la salvación de la plaza); el teniente Don
José María Calzadilla, en funciones de ayudante de ordenes del general; Don
Esteban Benítez de Lugo, capitán del regimiento de milicias de Garachico; Don
Francisco Jorva, teniente del mismo regimiento; don Laureno Araus, teniente de
cazadores del regimiento de Güímar; Don Patricio Madan, capitán de milicias
agregado al real cuerpo de artillería; Don Francisco Grandy, teniente de las
propias milicias, a quien se recomienda le sea asignado el sueldo de teniente
efectivo del real cuerpo de artillería, y el capitán de milicias Don Diego
Fernández Calderín, gobernador del castillo de San Juan.
Se pide el grado de teniente para Don José Feo de Armas, teniente de
milicias agregadas al real cuerpo de artillería; don Juan Jaques, teniente del
regimiento de milicias de La Laguna; Don Simón de Lara, subteniente del mismo
cuerpo; Don Juan del Castillo, subteniente del regimiento de milicias de la
Orotava, y el subteniente Don José Dugi, cadete del batallón de infantería de
Canarias.
Son propuestos para el grado de subtenientes: Don Pedro Pérez Barrios,
subteniente del regimiento de milicias de Güímar; Don Dionisio Navarro y Don
Nicolás de Fuentes, subtenientes del de La Laguna; Don Carlos Carta, don
Francisco Buitrago y Gaspar Fernández, cadetes del batallón de infantería de
Canarias, y Ramón Castillo, sargento primero del regimiento de Cuba.
Según el general Gutiérrez, son acreedores a un escudo de ventaja al
mes, los sargentos primeros del batallón de infantería de Canarias Juan
Arteaga y Cayetano Curbélo, y los sargentos segundos del mismo cuerpo Juan
Antonio López y Manuel Barrios.
A don Diego Correa, cabo primero del regimiento de milicias de Güímar,
además se propone para su agregación como subteniente a dicho regimiento a la
primera vacante.
Al alférez de fragata graduado Don Carlos Adan, capitán del puerto de
Santa Cruz, se le propone para el grado de alférez de navío, y al piloto de
primera examinado, don Nicolás Franco Cordero, y los de segunda, Don José
Agustín García, Don Diego Costa y Don Juan de Herrera, que estuvieron
encargados de los cañones violentos, y que se destacaron en la acción
manejando dichos cañones, se solicita alguna gracia, confiada en la benignidad
de rey, para estimulo de los demás.
También se solicita el grado de comisario de guerra con medio sueldo,
para el capitán de milicias don Guillermo José de los Reyes, secretario del
gobierno y la comandancia general, a
juicio de Gutiérrez <<quien con recomendable espíritu y patriotismo
acudió a los puestos de más riesgo animando con su exemplo y expresiones a la
tropa>>¿?
Es cuando menos significativo, el hecho de que algún historiador escriba
sobre la supuesta valerosa participación en la defensa de la plaza llevada a
cabo por las tripulaciones de los navíos surtos en la bahía (la fragata de la
compañía de filipinas, y el correo español), cuando en realidad las
dotaciones de éstos buques estaban excesivamente ocupados en proteger y
salvaguardar a sus propios barcos, y sus mercancías, sin que interviniesen en
la contienda, exceptuando los cañonazos de aviso cuando los inglese iniciaron
el desembarco.
Muchas son las prebendas que solicita el general, las cuales fueron
rechazadas por la corona, y que nos hace pensar en el siguiente dicho popular:
“cuando la limosna es grande, hasta el Santo que la recibe desconfía”. Si
los jefes y oficiales de los reales
ejércitos y de las tropas regladas, mencionados en la larga lista de solicitud
de ascensos y recompensas, más los otros muchos que no figuran en la misma,
hubiesen tenido la pericia, el valor y la intrepidez, exigibles en cualquier época
a quienes hacen de la carrera de las armas su medio de vida, cabe pensar que tal
número de jefes, oficiales y suboficiales, debieron bastarse por sí mismos
para contener el desembarco del enemigo. Pero es una constante histórica el que
las metrópoli en su afán por mantener contentas a las clases relevantes de sus
colonias, siempre se han mostrado pródigas en concederles privilegios y
prebendas (en unas ocasiones graciosamente, y en otras, vendidas a buenos
precios), especialmente en la
carrera de las armas, creando así un cuerpo de jefes y
oficiales de opereta,
resultando la mayoría de ellos inútiles en una verdadera confrontación bélica,
pero a los cuales los vistosos uniformes, les iba muy bien para lucirlos en
salones de bailes y en las paradas militares que acostumbran celebrarse
con motivo de la festividad del Santo del lugar.
El número de jefes, y oficiales, destinados en la plaza de Santa Cruz, y
en la capital de la isla (La Laguna), es totalmente desproporcionando con relación
al número de tropas reales y regladas con que contaba la isla. Como ejemplo
veamos los efectivos de tropas con que contaba la guarnición y que participaron
en la defensa.
TROPAS REALES Y REGLADAS:
Batallón de Canarias. . . . . . . . ..
247 hombres (incluidos los mandos)
Banderas de la Habana y Cuba . .
60 “
“
“
“
Artilleros Veteranos . . . . . . . .
. 387
“ (incluidos
los artilleros de
Milicias agregados)
TROPAS
DE LA ISLA:
Cazadores
provinciales. . . . . . . . .
110 hombres (mandos incluidos)
Milicias de La Laguna y la Orotava. 330
“
“
“
Rozadores de La Laguna . . . . . . . .
245 “
“
“
Franceses Voluntarios . . . . . . . . .
110 “
“
“
Pilotos y paisanos auxiliares
180 “
“
“
TOTAL
TROPAS REGLADAS:
694 HOMBRES
TOTAL
TROPAS DE MILICIAS:
755 HOMBRES
Hay que tener en cuenta que tanto el batallón de Canarias, como el real
cuerpo de artillería, contaban con un importante número de agregados
procedentes de la milicias Canarias, siendo por tanto, los efectivos de las
tropas regladas sensiblemente inferior a los registrados. Los rozadores y
paisanos que fueron la mayoría de los que intervinieron en la batalla, no los
hemos incluidos por ser muy difícil su cuantificación.
Entre el círculo de adeptos del general Gutiérrez, no debió
encontrarse el teniente coronel de milicias, Marqués de La Fuente de Las
Palmas, pues siendo el primer jefe miliciano que se desplazó al frente de la
tropa al campo de operaciones para contener
al enemigo en las alturas de Paso Alto,
donde mantuvo una actuación digna hasta que cumpliendo ordenes del
general se reintegraba a la plaza cuando sufrió una caída del caballo que le
obligó a retirarse del teatro de operaciones, no
figurando, quizás por esta razón, en la nómina de ascendibles
propuesta por el general Gutiérrez. Tampoco debió contar con las simpatías
del general, el capitán comandante de la fragata francesa “La Mutine”(La
Pícara), pues siendo persona que desde los primeros momentos se destacó
participando en los enfrentamientos con los ingleses, como verdadero voluntario
-llevado por su afán de servicio pidió tropas al general para impedir el
reembarque de los británicos por la playa del Bufadero, petición que Gutiérrez
desestimó - quizás por aquello de que a enemigo que huye, puente de plata, es
olímpicamente olvidado por el general y sus asesores, resaltando en cambio la
actuación del teniente Faut.
Otro de los personajes cuya actuación ha sido controvertida, fue Don
Bernardo Cólogan Fallon a quien unos autores nos lo describen con una espada en
la mano luchando contra los ingleses, otros lo ven rasgando su camisa y vendando
a un enemigo herido y en fin, otro nos lo presenta escondido en un almacén según
el testimonio de un criado del Sr. Cólogan, versión esta última que creemos
la más fiable.
Veamos que de los hechos nos ofrece historiador portuense Aguitín Álvarez
Rixo. <<... Distinguióse por su caridad personal
el joven don Bernardo Cólogan Fallon que
se hallaba a la sazón en dicha plaza de Santa Cruz, con objeto de poner a salvo
algunos caudales que allí tenia su casa. Este señor socorrió a los heridos
con sus propias manos, haciendo tiras de su propias ropas para vendarlos. En
algunas copias M.S. de la hermosa oda compuesta en tan memorable ocasión, por
el señor don José Viera, se celebran estas buenas acciones; aunque es cierto
que en el impreso no se dicen...La circunstancia que vamos a referir no está
puesta en los acuerdos pero la hemos oído a los que representaron en ella. El
Comandante General don Antonio Gutiérrez pidió al Alcalde Mayor de la Orotava
Licenciado Minovés, algunos hombres para la artillería y éste señaló al
Puerto diez. Opúsose nuestro Alcalde Real en unión de los vecinos alegando en
favor de los pobres: que unos eran milicianos, otros artilleros, otros barqueros
y no había mozos. Apretaba Minovés y los jóvenes visibles como don Bernardo Cólogan
Fallon, don Mateo Commins, don Domingos Nieves, etc. Tomaron la resolución de
pasar a Santa Cruz y presentarse al General para que viese los únicos que había
creyendo que por razón de su cuna, delicadeza y haberes, les respetase y al
pueblo en su nombre, mandándoles, restituir a sus casas. Más no fue así,
séase porque ya estuviese prevenido por algunos chismes de la vecina
Villa o porque S.E. hallaba de mal humor, lo cierto fue que les tuvo esperando
en el patio largo rato. Al fin se les presentó en gorro y bata, les mandó a la
mi..., les llamó amotinados, les izo ir al cuartel de artillería y algunos
como fue el caso Cólogan, llegó el caso de hacer guardia en una batería, Y
para restituirse a sus casas tuvo cada cual que dejar un hombre pago. Esta
fortaleza de genio mostró su S.E. con estos vecinos jóvenes, bien criados,
cuando para la defensa de Santa Cruz dicen fue necesario que los isleños y
extranjeros a nuestro servicio le sostuvieran el ánimo>>.
El que las prebendas solicitadas por el
general Gutiérrez, estaban dictadas más por sus intereses y simpatías
personales, y en función del extracto social de quienes
intervinieron en la contienda, nos lo muestra el trato dado al cabo del
regimiento de Güímar Don Diego Correa, el cual estaba destinado en
la batería de la Concepción, de quien ya hemos hablado, éste en el
momento del desembarco de los ingleses por la playa de la Caleta, animó a sus
hombres, y descalzándose sobre la playa, arremetió contra ellos y en breves
minutos, cautivó a 17 soldados, que entregó personalmente en el castillo de
San Cristóbal, además de varias armas, un cañoncito de campaña y una caja de
guerra, arrebatados a los enemigos. Es posible que fuese el cabo Correa, quien
se hizo con la bandera ya que fue precisamente en la playa de las Carnicerías,
donde desembarcaron las tropas provenientes de la fragata Emerald, al
mando del capitán Thomas M. Waller. Esta bandera que lleva grabado el nombre
del navío de donde procedía, trofeo del que tan justamente nos sentimos
orgullosos los Canarios, hoy en día, se exhibe
en un museo militar español, con otros objetos ganados por nuestras
milicias a los invasores ingleses.
La recompensa propuesta para el heroico Cabo Correa consintió en un
ducado de demasía y la agregación al regimiento de infantería de Canarias
“en cuanto se produjese una vacante”, como subteniente. Cabe preguntarse ¿por
qué tan parca recompensa para un cabo que cumplió mucho más allá de su
deber, y tan elevada para un teniente cuyos méritos fueron manifiestamente
inferiores? ¿Sería debido a que uno era un Canario “de píe” y el otro un
empleado de la metrópoli?. Entendemos que si en la denominada gesta del 25 de
Julio, hubo algún héroe, éste fue el cabo del Regimiento de Güímar Don
Diego Correa.
Otros colectivos que tomaron parte activa y eficiente en la defensa de la
plaza, y que no fueron debidamente invitados al gran baile de las prebendas,
fueron los marinero franceses y los pilotos, aunque a para éstos últimos se
solicito un ducado de demasía, pero que creemos que la
real tacañería, les privó de ellos.
La corona española tuvo a bien, haciendo gala de la piedad y
magnanimidad real, conceder algunas modestas pensiones a las viudas y huérfanos
que dejaron aquellos que perdieron la vida en defensa de las reales posesiones
de Canarias y de los caudales en ella transitoriamente depositados
LAS
INTENCIONES DE NELSON AL ATACAR LA PLAZA DE
SANTA CRUZ DE TENERIFE
Es una constante en mayoría de los historiadores que han venido tratando
el tema del ataque de Nelson a la isla de Tenerife, son unánimes al afirmar que
se desconocen los verdaderos motivos que impulsaron al vicealmirante a emprender
la aventura. Entre los autores que sostienen esta tesis figura el ilustre y
anciano catedrático de historia Don
Antonio Romeu de Armas, quien en su
monumental obra Canarias y el Atlántico, así lo afirma. (tomo III.
Segunda parte) Por ello no deja de sorprendernos que el ilustre director de la
Real Academia de la Historia en un prólogo a la obra de los escritores don Luis
Cola Benítez y don Daniel García Pulido, titulada
La Historia del 25 de Julio de
Es sorprendente esta casi total coincidencia en estos autores, que
manejando documentación original de la época, y
en algunos casos inéditos en su momento, osen sostener que las
intenciones que movieron al vicealmirante continúan siendo una incógnita.
Posiblemente estos autores al mantener estas aseveraciones lo que
realmente pretenden, es mantener el mito de que la isla sufrió una invasión
por parte de una gran potencia, dirigida
por el mejor estratega de su época, manteniendo
así el axioma de que cuando más notable es la figura del – en este caso
supuestamente vencido-mayor es la gloria que se abrogan los supuestos
vencedores, y esto es así hasta el punto de que estos historiadores se refieren
al vicealmirante dándole el tratamiento de contralmirante, grado que Nelson
alcanzó bastante tiempo después del fallido intento de saquear los caudales de
la corona española existentes en plaza de Santa Cruz de Tenerife.
Los verdaderos propósitos a Nelson a realizar un ataque corsario a la
plaza de Santa Cruz, están claramente expuestos por el propio vicealmirante en
la carta de intimidación que éste quería hacer llegar al comandante de la
plaza, en caso de que la toma de la fortaleza de Paso Alto, hubiese sido
efectiva conforme a los planes que había elaborado. Frustrado el intento del
Bufadero, como sabemos, la misiva no llegó a manos de Gutiérrez como se había
previsto, quizás fue esta imposibilidad de comunicación en un primer momento,
lo que impulsó a Troubridge a enviar las dos primeras embajadas al general Gutiérrez,
con las propuestas que conocemos y básicamente se centran en el contenido de la
mencionada carta. Quizás éstos ultimátum debía hacerlos llegar el propio
Nelson, después de que se llevara a cabo la cita que tenía concertada con sus
hombres para las tres de la madrugada en la plaza principal, pero como ya
sabemos, un casco de metralla le impidió al vicealmirante acudir a la misma.
Es bien sabido que los actos de corso y de piratería, eran habituales en
las marinas reales europeas en tiempos de guerra y aún fuera de ellos, existen
sobrados ejemplos de estas actividades llevadas a cabo por las armadas españolas,
portuguesas, inglesas, francesas y holandesas, e incluso notables familias del
Archipiélago, ejercían esta actividad enmascarándola bajo la apariencia de
comerciantes o mercaderes, extremo éste que esperamos tratarlo más ampliamente
en otro lugar de esta obra.
Analicemos el contenido de la tan mencionada carta, en ella veremos que
no existe incógnita alguna sobre las intenciones del vicealmirante:
“Teseo,
20 de Julio de 1797.
Señor.
Tengo
el honor de participaros que he venido aquí para exigir la inmediata entrega de
la fragata “Príncipe de Asturias”, procedente de Manila y con destino a Cádiz,
perteneciente a la compañía de Filipinas, con su cargamento completo, y así
mismo todos los demás cargamentos semejantes que hayan sido desembarcados en
Tenerife y no sean para el consumo de sus habitantes.”
En esta primera parte de la carta, se expone con claridad meridiana
cuales eran las verdaderas intenciones de Nelson al atacar la plaza, como se
puede apreciar no se trata de una expedición de conquista, sino simplemente de
una acción de corso, en busca de
unos supuestos tesoros procedentes del vireynato de México, además de los
contenidos en la fragata de la compañía de Filipinas. El almirante Jervis, había
recibido información de sus espías sobre la existencia de los supuestos
tesoros en la isla, lo que le motivó para apoyar a Nelson en su expedición.
Debemos destacar la puntualización que hace Nelson en sus exigencias al separar
de ellas los cargamentos destinados al consumo de la población. Esta
actitud pone de manifiesto que no quiere infringir daños innecesarios a los
habitantes de la ciudad y de la isla, mas adelante continua empleando un tono más
severo, acorde con la importancia de sus exigencias y en un lenguaje
propio de situación de guerra. “...y siendo mi mayor deseo que ningún
insular sufra por las consecuencias de mi petición, ofrezco las siguiente
honrosas condiciones, que espero que admitáis, pero si las rehusáis, todos los
horrores de la guerra que recaerán sobre los moradores de Tenerife serán
imputados por el mundo a vos, a vos únicamente, pues destruiré a Santa Cruz y
a las demás plazas de las islas por medio de un bombardeo, exigiendo además
una fuerte y pesada contribución.”
No nos cuesta mucho imaginarnos la reacción que hubiese producido en el
ánimo del general la recepción de
esta misiva de haber llegado a sus manos, a continuación Nelson expone el resto
de las condiciones.
Articulo
1.º Deberán entregarme los
fuertes, poniendo al momento a las fuerzas británicas en posesión de las
puertas.
Artículo
2.º La guarnición depondrá
las armas, permitiéndose, sin embargo, a los oficiales que conserven sus.
espadas.
Artículo
3.º Con tal de que se cumpla con el
primer artículo de que se me entreguen los cargamentos ya citados, no se exigirá
a los habitantes ni la más pequeña contribución, pues, al contrario, gozarán
bajo mi protección de toda seguridad en sus personas y propiedades.
Artículo 4.º No
se ejercerá intervención alguna en la Santa Religión Católica; sus ministros
y todas sus Ordenes regulares estarán bajo mi especial cuidado y protección.
Artículo
5.º Las leyes y magistrados
vigentes continuarán como hasta aquí, a no ser que la mayoría de los isleños
deseen otra cosa.
Aceptado
todos estos artículos, los habitantes de Santa Cruz depositarán sus armas en
una casa al cuidado del obispo y del primer magistrado, siendo muy honorífico
para mí el consultar con estos señores sobre todas las ventajas que puedan
proporcionar a los habitantes.
Dentro
de media hora espero la aceptación o repulsa.
Horacio
Nelson”
Con la exigencia del primer artículo, Nelson pretende dominar los
fuertes, y así conseguir que la rada sea segura para anclar en ella sus navíos
mientras proceden a la estiba de los cargamentos que supone se encuentran en la
plaza o en la ciudad de La Laguna.
En cuanto al segundo artículo, es lógico que pretenda que sus tropas
puedan actuar sin temor a una posible represalia por parte de tropas armadas,
sin embargo se deduce que pretende tener una convivencia pacífica con los
habitantes de la ciudad durante la esporádica ocupación, al permitir que los
oficiales porten sus espadas, simbolizando así más un acuerdo que una rendición.
En el tercer artículo, se garantiza la seguridad de las personas y
propiedades, este extremo fue cumplido unilateralmente durante la estancia de
las tropas británicas en la ciudad, pues a pasar de haber ocupado el convento
de Santo Domingo y un almacén de víveres, no se registraron por parte de los
ocupantes actos de saqueo o pillaje ni en estos edificios ni en el resto de los
de la plaza <<Estando como estaban sin víveres y cansados por los
muchos trabajos del desembarco y posteriores luchas>>.
En cuanto al contenido del cuarto artículo, recordemos que los frailes
Dominicos, no sufrieron ningún tipo de vejación, por el contrario el superior
y maestro de la comunidad, se prestaron voluntariamente hasta el castillo
principal a acompañar la embajada negociadora.
El contenido de la carta no deja de ser sugestivo, si conocimiento de la
mismas hubiese llegado a la <<mayoría de los isleños>> en
esas líneas el vicealmirante deja entrever la posibilidad de un cambio en las
estructuras dominantes en el momento, cambio que en todo caso no hubiese sido
posible, pues exceptuando a los comerciantes, las denominadas fuerzas vivas de
la ciudad, estaban formadas por los empleados de la metrópolis.
RESUMEN
En los proyectos del vicealmirante Nelson al iniciar la expedición
contra la plaza de Santa Cruz, no figuraba la conquista y ocupación permanente
de la isla, tal como nos lo quieren hacer creer algunos historiadores que están
altamente comprometidos con el sistema imperante en nuestras islas. El objetivo
único de la expedición era económico, y pretendía mediante un golpe de mano,
apoderarse de los supuestos tesoros del rey de España, incluido naturalmente el
cargamento de la fragata de filipinas, en ningún caso, esta operación de corso
iba dirigida contra las vidas o los bienes y caudales de los habitantes de la
isla.
El comportamiento observado por la mayoría de los jefes y oficiales españoles,
con su general al frente, así como la de algunos de las milicias, y de las
tropas regladas fue bastante deplorable
Queda ampliamente demostrado que quienes de verdad hicieron frente a la
situación desde un principio fueron las tan denostadas milicias Canarias, las
cuales prácticamente desarmadas, supieron hacer frente a un enemigo mucho mejor
armado y entrenado
La realidad es que, los vencedores en esta acción – si es que los hubo
– fue el pueblo de Tenerife, y por extensión, todo el pueblo canario.
No existió la tan propagada derrota de los ingleses, y sí un fracaso en
sus planes de apoderarse de los caudales del rey. Según el RAE que tengo a la
vista, la palabra derrota la define en
su segunda acepción como: Vencimiento completo de un ejército seguido
generalmente de fuga desordenada. En la retirada de las tropas inglesas no
se dio ninguno de estos supuestos, por el contrario, las fuerzas se retiraron
con su armamento, tambor batiente y banderas desplegadas, desfilando
marcialmente y flanqueadas en su marcha hacía el muelle por las tropas Canarias
en posición de rendir honores.
Tenemos que admitir que, el ataque efectuado por los británicos a Santa
Cruz, fue uno de los más civilizados de los que tiene noticias la guerra
moderna.
En un libro publicado con motivo del supuesto quinto centenario de la
fundación del poblado de pescadores que en sus orígenes fue la hoy ciudad de
Santa Cruz de Tenerife, y decimos supuesto porque entendemos que no puede
fundarse lo que ya está fundado, pues en lugar que hoy ocupa la ciudad existía
un importante núcleo de población guanche. Este lugar denominado por sus
pobladores Añaza o Añazu, fue el lugar elegido por el bandolero Alonso Benítez
de Lugo y su cohorte de mercenarios, para realizar la primera invasión de la
isla de Tenerife, y también donde llevó a cabo su primera razzia
“oficial”de esclavos, -mujeres, ancianos y niños- ( pues los hombres
adultos se estaban aprestado para la defensa de su Patria),
precisamente en los asentamientos de Añaza ubicados en los lugares que
al día conocemos como “las Asuncionistas” y “Montaña Guerra”.
Volviendo al libro citado (de excelente elaboración, pero que da la impresión
de estar escrito por encargo), su autor nos dice que Nelson no bombardeo la
plaza porque los cañones de que estaban dotados los navíos, eran de tiro raso,
aptos solamente para la guerra en el mar, nosotros que somos legos en temas
militares, pero que tenemos cierta capacidad para pensar, nos preguntamos: ¿ es
posible que una división naval compuesta en su mayor parte por navíos que tres
años antes, habían bombardeado y ocupado las ciudades de Bastia
y Calvi, en la isla de Córcega, a las ordenes de Nelson, no estaba preparada
para bombardear la plaza de Santa Cruz?
Quienes reprochan al general Gutiérrez, el no haber sabido sacar
provecho a la “victoria” sobre los ingleses, están cuestionando
precisamente una de las decisiones correctas tomada por el general y su plana
mayor. Estos eran conscientes de 575 hombres bien adiestrados y hechos fuerte en
el convento, eran un enemigo temible para unas fuerzas como las Canarias que,
aunque superior en número, eran bisoñas y casi desarmadas, por otra parte, el
lugar donde estaban parapetadas las tropas británicas no era apropiado para el
uso de la artillería por parte de las milicias, única arma realmente eficaz
conque contaban los defensores de la plaza, los cuatro cañones violentos con
que contaban las fuerzas sitiadoras serían pocos eficaces contra los muros del
convento, y hay que tener en cuenta el carácter sacro del edificio, extremo éste
que en la época pesaría mucho en el ánimo de los isleños Es evidente que en
la larga entrevista mantenida en el
castillo entre los representantes de las fuerzas inglesas y la plana mayor del
mismo, éstos expondrían al general la situación real. Si las milicias
continuaban hostigando a los ingleses, éstos prenderían fuego a la ciudad,
además harían entrar en acción la artillería de la escuadra, que como
sabemos constaba de 393 cañones y que hasta el momento habían permanecido en
silencio. Ésta capacidad de fuego de la flota, dotada además de mejores y más
potentes piezas que las de la plaza, y manejadas por experimentados artilleros,
eran más que suficientes para acallar los fuertes, y además reducir a
escombros la Villa de Santa Cruz.
Estos extremos los conocían perfectamente los componentes de la plana
mayor, por ello no dudaron un instante en aceptar las propuestas de los británicos
para reembarcarse honrosamente, al estar convencidos éstos de que el tan
mentado y deseado tesoro de Méjico no había sido desembarcado en la isla,
renunciando de paso también al cargamento de la fragata. Ya hemos dicho, que la
intención de Nelson no era ocupar la isla permanentemente, por ello y por no
querer dañar a los naturales, se abstuvo de emplear la artillería de la
escuadra, exceptuando las acciones de amago o distracción de la bombarda ”Rayo”
(una boca de fuego), y el incidente de la fragata desplazada hacía San Andrés
por el tiempo Sur dominante, y que tuvo que repeler el ataque de la torre del
lugar, acción que produjo un muerto y varios heridos en el castillo de San Andrés,
no por el fuego de la fragata, sino por la explosión de uno de los viejos cañones
con que estaba dotado el baluarte.
Nos queda la impresión de que, alguien, algo o algunos, tienen un
especial empeño en hacernos
“comulgar con ruedas de molino”, sobre las que fueron las verdaderas
intenciones que animaron al vicealmirante Nelson a efectuar un ataque, a la hoy,
Muy Leal, Noble, Invicta y Muy Benéfica Ciudad, Puerto y Plaza de
Santa Cruz de Santiago de Tenerife. (Eduardo Pedro García Rodríguez,
1996)
Entregas anteriores:
*
Guayre
Adarguma Anez Ram n Yghasen.
http://elcanario.net/Benchomo/efemeridescanarias358.htm;
anterior:
cambiar
el número 358
por el 357.]