EFEMERIDES
CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1741-1750
CAPÍTULO-IV
Guayre Adarguma
Esta
vez redactan estudio y proyecto los ingenieros Francisco La Pierre y Manuel Hernández
quedando éstos finalizados en septiembre de 1749, mejorando en mucho el
realizado por La Riviere siete años antes. Las obras se iniciaron al año
siguiente, construyéndose un espigón que arrancaba desde la laja de San Cristóbal
a manera de sólido rompeolas perpendicular a la costa y rematado por un
martillo en forma de media luna que daba abrigo a las escaleras de acceso. Con
las obras recientemente acabadas, en 1755, un temporal se llevó parte del malecón
dejando el muelle en un estado lamentable. Los comerciantes que habían
invertido su dinero dudaron si ese era el mejor lugar para instalarlo y
empezaron a pedir que se volviera de nuevo a la Caleta de la Aduana.
1749.
El comandante de la
colonia de Canarias, Juan de Urbina, intentó llevar adelante la construcción
del muelle en Añazu n Chinet (Santa Cruz de Tenerife). Para ello recomendó a
los comerciantes más acaudalados de la población la participación económica
en los gastos de las obras. Se acordó un impuesto a todas las embarcaciones que
utilizaron
1749.
El Cabildo de Erbania, (Fuerteventura) ante la mala cosecha de cereales:
"se expone que debido a la carencia de granos que hay, a causa de las malas
cosechas del pasado año y del actual, pasa la isla por una grave situación,
que hace que muchos vecinos la hayan abandonado, embarcándose para las otras
islas, lo que presenta también un peligro, pues se halla medio
deshabitada". Ello motivaba se tomaran medidas urgentes y expeditivas como
era la extracción de cantidades del arca de secuestro de Quintos, para la
compra de granos, que paliaban la subsistencia de los moradores, y así evitar
su inevitable huída.”
1749.
Nace en Tamaránt (Gran Canaria) el criollo Manuel Verdugo Albiturría,
distinguido sacerdote de la secta católica.
“El
primer obispo hijo de Canarias que llevó la mitra de estas islas fue don Manuel
Verdugo y Albiturría, nacido en Las Palmas en 1749. Después de ocupar en su
patria y en España altas dignidades eclesiásticas y honrosos cargos, fue
presentado para este obispado por el rey Carlos IV, bajo la protección del
favorito Príncipe de la Paz.
Expedidas
las bulas, tomó posesión de su silla en 1796. Espléndida era entonces la
dotación del prelado, excediendo su renta anual a la considerable suma de
100.000 pesos que, con ilustración y amor al país, podía emplearse en mejoras
útiles y magníficas empresas que fácilmente le era posible llevar a cabo. No
desmintió, por cierto, el señor Verdugo tan halagüeñas esperanzas. A su
iniciativa se debió la conclusión del benéfico asilo de San Martín de Las
Palmas, con sus accesorios de cuna de expósitos, hospicio y casa de huérfanas
e inválidos. Destinó asimismo varias sumas al ensanche de los caminos
vecinales, nivelación y decorado de la plaza principal de Santa Ana y conclusión
del templo catedral. A su celo se debió el baldosado interior del mismo templo
(1801), la apertura de la calle nueva (1804) que hoy lleva el nombre de otro señor
obispo, el suntuoso coro que ocupa la nave central (1806), la sala capitular del
cabildo (1807) y el hermoso puente de piedra, de tres arcos, que une el barrio
de Vegueta con el de Triana (1815). El seminario, las parroquias, los
hospitales, los cementerios, cuya importancia sabía muy bien apreciar, fueron
siempre objeto de su generosa solicitud. Su carácter benéfico y liberal y la
llaneza que en su trato íntimo se advertía, aunque por una parte le ganaban
simpatías, por otra le proporcionaron algunos disgustos, especialmente con el
Santo oficio, a cuya institución era poco afecto.
Era
frecuente en aquel tiempo, por convicción o por conveniencia, la conversión al
catolicismo de algún protestante, a quien sus negocios obligaban a aceptar la
nacionalidad española. En tales casos, la Inquisición pretendía conocer y
resolver estos expedientes sin ninguna intervención extraña, dando lugar con
esto a ruidosas competencias que lastimaban su orgullo y mermaban su autoridad.
Llegó
a noticia del prelado que el irlandés Bartolomé Smith deseaba entrar en el
gremio de la iglesia y, llamándole a su palacio, lo catequizó e instruyó en
los dogmas católicos, bautizándole con el nombre de Pablo. Este hecho, que el
Santo oficio consideró como grave ofensa atentatoria a sus atribuciones, fue
objeto de denuncia a la Suprema.
No
es, pues, de extrañar que, cuando las Cortes decretaron la supresión del
tribunal, manifestase el obispo su satisfacción, diciéndole al congreso (3 de
abril de 1813) "que hacía tiempo debía haber desaparecido un
establecimiento no sólo antipolítico, sino también anticristiano... baluarte
de la ignorancia y del fanatismo" (2). Esta exposición iba acompañada de
otra que, en el mismo sentido, enviaba su cabildo y en la que se leían frases
tan enérgicas como esta: " Al ver destruido este oprobio que afeaba la
casa del Señor, el obstáculo que entorpecía las fuerzas intelectuales de la
nación y el escándalo por el que blasfemaban los incurcisos el nombre de
Jesucristo, fue extraordinaria la complacencia con que se acordó el
obedecimiento de unos decretos que eran conocidamente la obra del dedo de
Dios..." (3). En general, el clero ilustrado y las autoridades principales
participaban de las ideas del I1tmo. Verdugo respecto al Santo Oficio, que
juzgaban todos como un organismo inútil y perjudicial para los progresos de la
moderna España.
El
prelado tuvo en 1804 la satisfacción de ver a un compatriota suyo, al magistral
don Luis de la Encina, elevado también a la dignidad episcopal, habiendo sido
electo obispo de Arequipa, en el Perú, y consagrado por el mismo Verdugo en la
catedral de Las Palmas el 29 de septiembre de 1806, asistido del deán don
Miguel Toledo y del arcediano don Antonio María de Lugo. Esto nos prueba que en
inteligencia y virtudes se hallaba el clero de Canarias a una altura digna de
los elevados cargos con que le distinguía el gobierno de la nación. (A.
Millares T. 1997)
1749 Febrero 27. El gobernador colonial Don Juan de Urbina, Caballero del Orden de
Santiago y Comendador del Campo de Criptana en la misma Orden, Mariscal de Campo
de los Reales Exércitos de S.M., Gobernador y Comandante General de la colonia
de las Islas Canarias, Presidente de su Real Audiencia y Superintendente de
Rentas Reales, designado para este cargo en 1747, quien convocó una Junta de
comerciantes para discutir las bases económicas a este efecto, y se iniciaron
las obras de un muelle en la rada de Añazu (Santa Cruz) con los donativos del
Comandante General y de otros muchos colonos y criollos.
Los
pilotos a Maestres de la carrera de Indias Nicolás Antonio Morera, Antonio José
Eduardo, Patricio Madan y Pedro Domingo Eduardo ofrecieron engrosar la suscripción
más adelante, al regreso del viaje que preparaban a La Guaira.
La
Junta designó para la intervención de los caudales al Señor Tesorero de la
Real Hacienda española en Canarias D. Matías Bernardo Rodríguez Carta, vecino
de Santa Cruz, y a D. Amaro José González de Mesa, quienes designaron para la
recaudación de las contribuciones gratuitas y demás arbitrios a D. Gerardo
Murphy, quien renunció el cargo y se nombró al Castellano Perpetuo del
Castillo de San Pedro de la Marina de Candelaria D. Bartolomé Antonio Montáñez,
que tomó posesión del cargo el 8 de Marzo de 1749; existió controversia sobre
la situación del muelle, pues unos querían emplazarlo en el arrecife inmediato
a la Aduana y otros junto al Castillo Principal de San Cristóbal, prevaleciendo
este último criterio.
El
Jefe del Real Cuerpo de Ingenieros en la colonia de
Canarias designó a sus subordinados los Ingenieros de S.M. Don Francisco
La Pierre y Don Manuel Hernández para el estudio del proyecto, siendo este último
el que llevó la mayor parte del trabajo; se terminó el Proyecto en Septiembre
de 1749 y, aprobado en la metrópoli, se iniciaron las obras a principios de
1750 en la laja de San Cristóbal sobre una escollera de piedra perdida,
establecida parte en una roca y parte en la arena, revestido de sillería de
basalto, extendiéndose perpendicularmente a la dirección de la costa, rematado
por un martillo en forma de media luna para abrigo de las escaleras de acceso,
obra que se ejecutó bajo la dirección de Don Francisco La Pierre que ya había
trabajado en los muelles de Málaga, Cartagena y Cádiz, quedando terminada en
1753.
1759
Octubre 7. El célebre alcalde de Tedote n Benahuare (Santa Cruz de La Palma)
don Juan B. Lorenzo cuenta en sus “Noticias” que: después de un lucido
novenario en la Parroquia del Salvador salen en procesión general San Miguel y
San Sebastián , por la epidemia variolosa que se padece en toda la isla
haciendo muchas víctimas.
1750.
Telde-Tamaránt (G. Canaria). Ante el intento de saca (exportar) millo en época
de extrema escasez.
1750. Teror-Tamarán (G. Canaria). El
pueblo se amotina ante el intento de los herederos de Tenoya de romper las
acequias y abercones.
1750.
Fallece el criollo nacido
en La Laguna Francisco Cairó, fraile de la secta católica, Laguna y fue uno de
los más distinguidos tomistas de su tiempo.
Viera
y Clavijo incluyó a fray Francisco de Cairós en su "Biblioteca de Autores
Canarios" -Noticias, IV, p. 540-, que fue maestro de la Orden de
Predicadores, natural de La Laguna, y uno de los más insignes tomistas de su
tiempo. Falleció hacia 1750.
Acaso
deba identificarse este escritor -escribe Millares Carlo, Biobibliograjía, III,
p. 247- con un; fray Manuel de Cayrós, también de la Orden de Predicadores,
natural de La Laguna y morador en el convento de San Pedro Mártir de
Canaria".
1750.
[…] Cuando inicia don
José de Carvajal los contactos para el logro de un amplio tratado de comercio
con Inglaterra, vuelve a tocarse tangencialmente el asunto de los vinos
canarios. Incluso por los mismos comerciantes ingleses, multitud de cartas se
habían dirigido desde el Archipiélago al embajador en Londres, Ricardo Wall,
para que se reconociese su situación africana y, con ello, se lograra la
derogación del Acta del año 63 y la rebaja de los derechos de nuestros caldos,
equiparándoseles con los de Portugal y Francia.
En
igual dirección se mueve Carvajal, desde la Secretaria de Estado, y a las
instancias oficiales se unen las gestiones que durante cuatro años lleva
adelante en la capital inglesa el abogado católico Mr. Murphy, que actuaba por
encargo del comerciante George Commins y con el respaldo de la mayoría de sus
compatriotas aquí afincados, hasta que obtiene un dictamen positivo del fiscal
Mr. Henley. El representante local, don Félix Abréu, que se excusó de
auxiliarle por carecer de órdenes precisas, manifestó sus temores de que, al
aceptarse nuestros vinos como productos africanos y darles acceso a las
colonias, pretendiese la otra parte una reciprocidad para la trata de negros que
desde África mantenía con América, vulnerando así las prohibiciones señaladas
en las leyes de Indias y, en suma, rompiendo el monopolio de derecho que España
mantenía sobre sus posesiones; hipotético perjuicio que, en última instancia,
paraliza coyunturalmente los canales diplomáticos y deja sin fruto alguno el
momentáneo éxito de Murphy.
1750
Marzo 28.
Nace en Caracas el 28 de marzo de 1750 Francisco de Miranda. Precursor de la
Independencia de Venezuela e Hispanoamérica. Hijo del canario Sebastián de
Miranda Ravelo natural de Puerto Mequínez (Puerto de la Cruz) en la isla Chinet
(Tenerife) y de la caraqueña Francisca Antonia Rodríguez de Espinoza.
Se
le reconoce como el "primer criollo universal". Fue efectivo
combatiente en 3 continentes: África, Europa y América.
Participó
también en los 3 acontecimientos magnos de su hora:
Empieza
a constituir su biblioteca con obras de filósofos y enciclopedistas, varias de
ellas prohibidas por
En
diciembre de 1784 se embarca para Inglaterra, siempre con el propósito de
conseguir ayuda para independizar Hispanoamérica. El momento no es propicio y
Miranda se dedicará a perfeccionar su cultura, que llegará a ser imponente.
Formó su personalidad metódica y disciplinadamente, en los más variados ramos
del saber; desde un principio él mismo explica su programa sobre el plan de su
existencia: "Con este propio designio he cultivado de antemano con esmero
los principales idiomas de
Durante
4 años (1785-1789), emprende un largo viaje a través de Europa. Gracias al
Diario que lleva, dejó tal vez la más completa información sobre el Siglo de
Se
dirige a Francia, entonces en plena revolución. Llega a París el 23 de marzo
de 1792, entablando en seguida estrecha amistad con el alcalde de la ciudad Jerónimo
Petión, y los diputados girondinos Juan Brissot, Armando Gensonné y Víctor
Massenet para quienes tenía carta de recomendación. El ministro de Guerra, José
Servan, le ofrece un alto grado en el Ejército Revolucionario. El 25 de agosto
de 1792 es nombrado mariscal de campo, pero Miranda explica que ha aceptado su
nueva situación porque piensa promover así la causa de la independencia de
Hispanoamérica. Poco después es segundo jefe del ejército del norte cuyo jefe
es el general Carlos Dumouriez. Al mando de una división, Miranda obliga a
retroceder el 12 de septiembre de 1792, en las acciones de Morthomme y de
Briquenay, a los batallones prusianos; el día 20, éstos, después de varias
horas de furioso cañoneo, son rechazados y se retiran del campo de Valmy, donde
hoy existe una estatua de Miranda en conmemoración de ese triunfo, al cual él
contribuyó. En octubre es ascendido a general de los ejércitos de la república
francesa. Se propone el gobierno de París enviarlo a Saint Domingue (Haití), a
fin de someter a los esclavos y mulatos que luchan por su libertad y la de su
patria, pero Miranda rechaza esa misión. Dumouriez le confía la jefatura del
ejército del norte. Ocupa Amberes y toma el mando del ejército en Bélgica. Se
ve obligado a levantar el sitio de la ciudad de Maastricht. La derrota de
Neerwinden le obliga a retirarse. Pero Dumouriez, que ya está traicionando a
Francia y piensa pasarse al campo de los enemigos austríacos, lo denuncia, como
responsable de las derrotas sufridas, ante Danton y
A
principios de 1800 vive en Londres con su ama de llaves, Sarah Andrews, que le
dará 2 hijos: Leandro y Francisco. Le escribe 2 cartas a Napoleón, quien le
concede permiso tácito para que vaya a París donde se encuentra el 28 de
noviembre de 1800. Poco después José Fouché, ministro de la policía, ordena
que sea expulsado por "...maniobras e intrigas contrarias a los intereses
del gobierno francés y de sus aliados..." De regreso a Londres, en 1801,
continúa sus gestiones en pro de la independencia de Hispanoamérica, esta vez
con el ministro Nicolás Vansittart quien se convertirá en uno de sus más
constantes apoyos. Prepara un programa de gobierno provisional, un reglamento
militar y una proclama A los pueblos del continente Colombiano alias Hispanoamérica.
En 1802 se traslada a la que iba a convertirse en su residencia definitiva en
Londres, la casa núm. 27 de Grafton Way, hoy día propiedad del Estado
venezolano. En
Acompañado
por su secretario Tomás Molini se embarca con destino a Nueva York (2.9.1805).
En Estados Unidos visita al presidente Thomas Jefferson y al secretario de
Estado James Madison, quienes lo reciben cordialmente pero sin comprometerse en
la expedición que él prepara. Miranda, con la ayuda de algunos amigos, logra
armar al bergantín Leander, al que pone el mismo nombre de su hijo, y zarpa de
Nueva York hacia Jacmel (Haití) el 2 de febrero de 1806. Su comandante es
Thomas Lewis. En el puerto haitiano se unen al Leander las goletas Bee y
Bacchus. El 12 de marzo es creada por Miranda la bandera tricolor (amarillo,
azul y rojo) que ondea en el mástil del Leander anclado en la bahía de Jacmel.
El 24, todos los expedicionarios prestan juramento de ser fieles y leales:
"...al pueblo libre de Sur-América, independiente de España..." La
expedición se dirige al puerto de Ocumare (Venezuela) vía Aruba. Luego de un
combate naval trabado frente a Ocumare el 28 de abril de 1806 con barcos españoles
cuyo poder de fuego es muy superior, el Leander tiene que retirarse mientras que
las goletas Bee y Bacchus caen en manos de los españoles, que hacen 60
prisioneros. Diez de ellos serán condenados a muerte y ahorcados en Puerto
Cabello. Miranda reorganiza sus fuerzas en Barbados y Trinidad. Desembarca en
El
31 de diciembre de 1807 está de nuevo desembarcando en Inglaterra. En Londres
vive en su casa de Grafton Way, donde están Sarah, Leandro y Francisco, su último
hijo, a quien no conocía pues había nacido en febrero de 1806. Miranda
reinicia las gestiones ante el gabinete británico durante los primeros meses de
1808, y tiene éxito. Una expedición militar, al mando del general Arthur
Wellesley (más tarde duque de Wellington) se prepara para ir a Suramérica en
apoyo del movimiento revolucionario. Pero en mayo de ese año España es
invadida por las tropas de Napoleón y la expedición inglesa que iba a acompañar
a Miranda a América es dirigida entonces a
El
10 de diciembre de 1810, después de hacer escala en Curazao, llega a La Guaira
donde es recibido con entusiasmo por la población y por Bolívar, designado a
este efecto por la Junta de Gobierno. Es nombrado teniente general de los Ejércitos
de Venezuela el 31 de diciembre de 1810. Impulsa la instalación de la Sociedad
Patriótica y en 1811 se incorpora al Congreso Constituyente como diputado por
El Pao (provincia de Barcelona). Sostiene la necesidad de declarar la
Independencia definitiva, lo que se realiza el 5 de julio de 1811 y pocos días
después se adopta como bandera nacional la traída por Miranda en 1806. El
Precursor dio ciertamente a Venezuela la Bandera, estampó su firma en el Acta
de la Independencia e inspiró con su ideario la más bella estrofa del Himno
Nacional: "...Unida con lazos que el cielo formó la América toda existe
en Nación..." En julio de 1811 los realistas de la ciudad de Valencia se
levantan en armas contra la independencia y el Ejecutivo designa a Miranda jefe
del Ejército; ocupa la ciudad después de violentos combates. Reorganiza su ejército
e introduce una severa disciplina que será motivo de críticas en la misma
esfera del gobierno. En diciembre de 1811, como diputado, suscribe la Constitución
Federal, aunque expresando reservas porque la considera poco adecuada a las
circunstancias de una República naciente. A raíz del terremoto del 26 de marzo
de 1812 que destruyó a Caracas y ante la amenaza de varias insurrecciones, el
Poder Ejecutivo Federal lo nombra, en Valencia, general en jefe de Tierra y Mar
de la Confederación de Venezuela y delega en él facultades ordinarias y
extraordinarias. Miranda nombra a Bolívar comandante militar de Puerto Cabello.
El capitán de fragata realista Domingo de Monteverde ha invadido, desde Coro, y
ocupa la ciudad de Valencia. Poderes dictatoriales han sido conferidos a Miranda
para que salve a la República pero la pérdida de Puerto Cabello, en manos de
Bolívar, hizo desaparecer toda perspectiva de triunfo. El 12 de julio, después
de una junta celebrada en La Victoria, Miranda decide proponer a Monteverde un
armisticio y subsiguiente capitulación. Después de varios días de
negociaciones Miranda aprueba en La Victoria, el 25 de julio, el convenio de
capitulación que el día anterior habían acordado en Maracay su comisionado
Antonio Fernández de León y el jefe realista Domingo de Monteverde. Miranda le
encomienda finiquitar los detalles de la capitulación a José de Sata y Bussy,
quien el mismo día 25 de julio de 1812 la firma en San Mateo con Monteverde. El
26, Miranda se dirige a Caracas. Luego de pasar órdenes a su edecán y
secretario Pedro Antonio Leleux para embarcar su archivo y libros con destino a
Curazao, Miranda sale el 30 de julio de Caracas hacia La Guaira, donde llega en
la tarde. Ese archivo, que se conserva hoy en la Academia Nacional de la
Historia, es su monumental Colombeia: 63 volúmenes encuadernados por él, que
contienen íntegra su historia y el acervo de textos correspondientes a la
unidad y el trabajo revolucionarios en una acción de 40 años. Durante la noche
del 30 al 31 de julio, a las
El reconocimiento de la africanidad, pese a todo, se mantiene como primer recurso para la reanimación de las exportaciones vitícolas en el memorial que a nuestro rey presenta, el 16 de septiembre de 1758, don Francisco Xavier Machado Fiesco, llegado a la Corte española con instrucciones del cabildo de Tenerife para, un primer término, presionar en lo referente a la exención de los derechos de entrada; pero a quien obligaron a optar por lo que parecía más sencillo, tanto la agobiante situación canaria, como lo inviable de aquella petición. (Antonio Bethencourt Massieu, en: Millares Torres, 1997:145-6)
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Guayre
Adarguma Anez Ram n Yghasen.
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Continuará