La
nueva etapa
Claudio
Katz
La
nueva etapa
Desde la mitad de los años 80 la
mundialización neoliberal introdujo cambios de un alcance semejante al
registrado durante la posguerra. A partir de una ofensiva general contra las
conquistas populares, estas modificaciones generaron una expansión del capital
hacia nuevos sectores (privatizaciones, educación, salud, pensiones) y nuevos
territorios (ex países socialistas).
Este ataque patronal deterioró las
condiciones de trabajo en los países avanzados y empobreció a la periferia, en
un contexto de repliegue de los sindicatos y reflujo de las ideas
anticapitalistas. Las grandes corporaciones aprovecharon las fuertes
diferencias internacionales de salarios, para acrecentar sus lucros e
introdujeron nuevas formas de control patronal del proceso de trabajo. Esta
agresión se basó en amenazas de traslado de las firmas hacia otros países.
Este cambio en las relaciones sociales
de fuerza a favor del capital desembocó, a su vez, en incrementos sustanciales
de la tasa explotación, que ampliaron las desigualdades, recompusieron el nivel
de los beneficios y revitalizaron la acumulación.
Al incentivar la competencia global con
aumentos de la productividad desgajados de las compensaciones salariales, el
nuevo modelo se distanció del fordismo. La
sistemática transferencia de actividades fabriles hacia el continente asiático
potenció la concurrencia por incrementar la producción, con menores costos y
generar mayores ganancias.
Esta mutación se ha sostenido en una
revolución informática que generaliza el uso de las computadoras, en los
procesos de fabricación y en la gestión financiera o comercial de las empresas.
Esta innovación radical incrementó el nivel de productividad, abarató el
transporte y masificó las comunicaciones.
Las transformaciones de las últimas
décadas ampliaron también el consumo, no solo de las elites y los sectores
gerenciales. Un importante sector de las clases medias ha sido incorporada un
nuevo patrón de adquisiciones basado en el endeudamiento creciente. Esta
modalidad reforzó la gravitación de los bancos, que han cumplido un papel clave
en la consolidación del neoliberalismo. Restablecieron los mecanismos de
disciplina y auto-ajuste en las empresas y recompusieron el circuito de la
acumulación.
El modelo actual introdujo un corte con la
etapa precedente y cerró el período de convulsiones, que acompañó al
agotamiento del boom de posguerra. La nueva etapa revirtió la retracción de los
mercados y el deterioro de la tasa de ganancia, que predominó durante las
crisis de 1974-75 y 1981-82. Sobre estos pilares se consumó la expansión de la
inversión hacia las regiones favorecidas por el nuevo esquema. (12)
Este diagnóstico es frecuentemente
objetado por las caracterizaciones que destacan la vulnerabilidad financiera
del modelo neoliberal, su reducido aporte al crecimiento o su dependencia de
los vaivenes del mercado. (13)
Pero ninguno de estos rasgos desmiente
la existencia de un nuevo período. Indican la presencia de áreas de gran
inestabilidad, sin refutar la vigencia de una etapa diferenciada. Quiénes
consideran que el modelo actual es más inestable que su antecesor, no
cuestionan la preeminencia que ha logrado. Cualquiera sean las controversias
sobre el grado de coherencia que rodea al neoliberalismo, es evidente que este
esquema introdujo un cambio radical en la dinámica del capitalismo.
El período actual no presenta un nítido
escenario global de prosperidad o estancamiento. Aquí se evidencia una
diferencia importante con los modelos precedentes del siglo XX. Mientras que
las transformaciones cualitativas son incuestionables, las tendencias del nivel
de actividad mantienen un alto grado de ambigüedad. Hay nuevas formas de
consumo segmentado, normas de producción globalizada, tipos de comercio
liberalizado, finanzas des-reguladas y otra modalidad de competencia entre las
empresas transnacionales. Pero estas transformaciones no definen un perfil de
intensidad o quietismo productivo.
El período actual es muy singular,
puesto que no repite la tónica depresiva de 1914-1945, ni la pujanza de 1945-75.
La economía mundial se ha distanciado del comportamiento homogéneo que mantuvo
en los períodos precedentes. Coexisten situaciones variadas de estancamiento en
Europa, ascenso y recaída de Japón, vaivenes de Estados Unidos, despliegues
asiáticos y mutaciones en la semi-periferria
y regresiones de la periferia.
Desequilibrios
inéditos
El nuevo contexto no se clarifica
dirimiendo la presencia o ausencia de una onda larga Kondratieff.
Algunos autores postulan la presencia de este ciclo, resaltando la vigencia de
tasas de crecimiento elevadas en numerosas actividades y zonas geográficas.
Otros objetan la existencia de este curso, subrayando el reducido promedio
global de ascenso del PBI. (14)
La discusión es más conceptual que
empírica, ya que no existe un dato universalmente indicativo de la tónica que
asume un período. Un promedio de crecimiento elevado no tiene la misma validez
para fines del siglo XIX, que para la mitad de la centuria siguiente o el debut
del siglo en curso. Lo mismo rige para las distintas zonas. El incremento del
5% anual del PBI que se considera elevado para Estados Unidos es muy bajo para
China.
En realidad, la existencia de una nueva
etapa del capitalismo no requiere un correlato definido en la fase del ciclo
económico. La vigencia del periodo neoliberal es parcialmente independiente de
ese ritmo de la producción. La era de posguerra ha sido totalmente sustituida,
sin dar lugar a otra onda de pujanza económica general.
Lo importante es reconocer que el patrón
de acumulación precedente (de consumo masivo y uniformidad de producto) ha
quedado reemplazado por un nuevo esquema (de consumo más flexible y producción
más variada). Desde la irrupción del neoliberalismo en 1978-80, este modelo se
asienta en el incremento del desempleo, la feminización del trabajo, la
polarización de las calificaciones, la segmentación del mercado laboral y el
uso de las nuevas tecnologías.
Algunos enfoques reconocen la magnitud
de transformaciones en curso en ciertos campos, como la disminución del campesinado
o la penetración del capital en numerosos ámbitos de la vida social. Pero
cuestionan la existencia de rupturas significativas en el campo económico,
tecnológico o cultural. (15)
Pero la universalización geográfica y
sectorial del capitalismo que ha llevado a cabo el neoliberalismo, no se
restringe a una u otra esfera. Ha impactado sobre el conjunto del sistema,
produciendo un giro comparable al observado a fin del siglo XIX y a mediados
del siglo XX.
Este viraje se verifica también en los
desequilibrios específicos que actualmente presenta el sistema. Las crisis del
neoliberalismo difieren significativamente de las convulsiones que afloraron en
los años 60 o 70. Son contradicciones resultantes de nuevos problemas y no
arrastres del pasado. Las tensiones que generaba el modelo keynesiano fueron
clausuradas por el ascenso neoliberal, que inauguró otro tipo de desajustes.
La hipertrofia financiera actual obedece
a mecanismos de titularización, derivados y apalancamientos, gestados al cabo
de dos décadas de internacionalización de las finanzas, desregulación bancaria
y gestión bursátil de las grandes firmas. La sobreproducción de mercancías
presenta un inédito alcance global, resultante de la competencia por abaratar
costos, localizando plantas en países con bajos salarios y alta explotación de
la fuerza de trabajo. Las desproporcionalidades mundiales -que han creado los
desbalances comerciales y el endeudamiento- se desenvuelven por carriles
impensables hace cuatro décadas.
El neoliberalismo cambió el escenario
económico. Redujo los ingresos salariales, pero expandió el consumismo, la
riqueza patrimonial y el endeudamiento familiar. Recompuso la tasa de ganancia
acentuando la explotación y desvalorizando parcialmente los capitales
obsoletos. Pero afectó potencialmente el nivel de rentabilidad, con aumentos de
la productividad basados en tecnologías capital-intensivas que expanden el
desempleo.
El nuevo modelo genera el tipo de crisis
que salieron a flote durante la burbuja japonesa (1993), la caída del Sudeste
Asiático (1997), el desplome de Rusia (1998), el desmoronamiento de las
Punto.Com (2000) y el descalabro de Argentina (2001). La eclosión financiera
del 2008-09 constituye la manifestación más aguda de estos estallidos y abrió
una posibilidad de ocaso del neoliberalismo, que hasta ahora no se ha
verificado.
El desprestigio ideológico de este
esquema no ha impedido su persistencia. Pero el modelo restableció formas
descontroladas de funcionamiento capitalista erosionó los diques que
morigeraban los desequilibrios del sistema. El capitalismo se ha tornado más
ingobernable y opera con niveles de inestabilidad muy superiores al pasado.
Continuará…
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Fuente: argenpress.info