EFEMERIDES
CANARIAS
UNA
HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO
COLONIAL, DÉCADA 1800-1810
CAPÍTULO
(II) -IX-
1805. Se acabaron los frailes, pero cuando pasados muchos años
cualesquier curioso acierte a leer
algunas de sus constituciones conservadas en alguna biblioteca, quedará satisfecho deberían ser semisantos
los que por ellas se regían. Ayunadores, sujetos al celibato, orando a diversas horas del día y de la noche, sabios,
humildes, limosneros etc. Le dará lástima
se hubiese extinguido la turba de tan angélicos varones. Sin embargo, si quien tal piense pudiese hacer comparecer a su examen a los religiosos del siglo último, y aún
de los pasados, descubrirá su grande error,
porque eran con pocas excepciones todo lo contrario a su rígido instituto y como tenían el vientre lleno sin
costarles mucho trabajo, eran alegres, correntones,
revoltosos, comelones, ambiciosos y celosos de
que se les respetase su santo hábito para gozar de inmunidades.
Fray Bernardino Acosta, según habrá visto el lector
al capítulo X y XVIII,
fue uno de tantos adornados de varias de estas santas
virtudes de su época y entre sus
graciosas travesuras recordaré una que revela su carácter lo mismo que la
necedad de nuestras monjas. A fines del año 1805, venía este fraile con otro
desde Garachico para La Orotava.
Al pasar por El Realejo, tuvo sed y ocurrióle parar
en uno de los libratorios de nuestras
monjas: tomó un tono a lo andaluz para no ser conocido, y como las monjas según costumbre fuesen curiosas e
impertinentes; a tantas de sus preguntas le vino a pelo decirles; había sido capellán de un navio de guerra en el
combate de Trafalgar; que una bala le había
arañado la nariz, que otra en el santo escapulario no le pudo penetrar. Y como añadiere, si aquí
en Canarias no eran las religiosas hábiles
fabricantes de dulces, bizcochos y demás pastas como las de España? quisieron ellas hacer las suyas y se las trajeron
a porfía, regalándole de perlas para que las
encomendase a Dios en su viaje para las
Indias. Cuando el buen fraile remedando el andaluz y monjil acento relataba este
cuento, todavía se reía como un niño.
Al llegar desterrado por el capitán general duque
del Parque desde la isla de Lanzarote a la
de Tenerife, escribió a mi padre y le decía «Que pasada la sorpresa y el susto, se hallaba igualmente alegre
que antes, según debía usarlo todo fraile». Era aún de mediana edad y
falleció poco después en su convento de la villa de la Orotava, el mismo año de 1811. (José A. Álvarez
Rixo, 1982:209-210)
1805.
En el verano de este año; ya se habían aparecido otra fragata
y un bergantín ingleses, estuvieron en tierra por la parte de Arrieta
(Lanzarote), y siguieron la vuelta del Arrecife. Alarmada la isla, y dando por
supuesto sería invadido y saqueado dicho puerto, bajó a su defensa
el único regimiento de milicias que hay en el país, con mucho paisanaje.
Mas si los enemigos tuvieron esta idea la mudaron al ver des de sus naves la
soldadesca que se agolpaba a rechazarles. Y aunque los capitanes
atendieron a la manutención de sus respectivas compañías, dicho Alvarez que era alcalde real del Arrecife, suplió el agua que aquí
es grande regalo por lo mucho que cuesta con otras varias cosas para la
muchedumbre por espacio de tres días. La tropa, antes de marcharse a sus
hogares, hizo que un piquete precedido de los tambores
le fijase a su puerta un papel lleno de agradecimientos. Toda la milicia
formó delante y alojó en la grande bodega de Alvarado.
Desde entonces se emplearon a tomar providencias para
proveer de algunas armas a estos
moradores. No habiendo fusiles ni cosa que lo valiera, por disposición
del alcalde mayor de la isla Dn. Cristóbal de la Cueva y Zaldívar, se hicieron porción de lanzas que aquí
llamaron cuchillas, las cuales se repartieron a los paisanos divididos por
centurias, y un sujeto visible hacía de capitán o centurión.
A este puerto le cupieron dos de estas compañías, distinguidas entre
sí por la primera llevar cucarda blanca y roja, y la segunda blanca y
verde.
Pero
además de esta débil defensa, había de guarnición algunos milicianos (una
compañía, a veces) que del interior bajaban con sus oficiales, y como no hay cuartel se alquilaba una casa de cuenta del rey
para que alojasen. Se trajeron dos cañones violentos del pequeño parque
que se guardaba en la villa de Teguise; y dos lanchas de las mismas que cargaban
la barrilla se armaron de cañoneras para salir algunas
noches de ronda. Dn. José de Armas Betancourt dueño de una
de ellas, fue el promotor de estas últimas medidas a causa de un genio
solícito por aparatos bélicos o fiestas de carnestolendas las cuales
le entretienen de la propia manera.
Observaremos,
que dígase lo que se quiera; este puerto para su seguridad militar exterior, necesita otra fortaleza más al poniente, construida
donde llaman la Bufona, que pueda impedir la entrada por la barra
del O. del Arrecife; de lo contrario ni enemigos ni contrabandistas
tienen obstáculo para entrar y salir cada vez que les convenga. En parte tan
importante sólo había un paredón seco llamado el Reduto, donde
iban algunos soldados de guardia si se tenía sospecha de cualesquiera
intentona. (J. Álvarez Rixo, 1982:70-71)
1805.
Luego que se declaró la guerra y
los ánimos estaban más dispuestos para rechazar los asaltos de tales
corsarios, se armó aquí una balandrita del tráfico, mandada por su dueño y patrón Manuel Valentín López que también
era artillero. Venía ésta cargada desde Canaria, y cerca de Lan-zarote
se vio acometida por dos botes ingleses procedentes de un bergantín
corsario que estaba a mucha distancia a causa de la bonanza. López
empezó a jugar sus pedreros y arredró a los enemigos. Pero su mala
suerte quiso que condujese a su bordo a Dn. Domingo de la Cueva,
beneficiado de esta isla, con sus hermanas y cuñado Dn. Leandro
Camacho. Este último, joven y militar, era el más resuelto a la defensa, sin atender a los clamores de la mujer y de Cueva para que
desistiese. Subió el beneficiado sobre combés, y puesto de rodillas, su
excesivo temor le sugirió tanta persuasiva representando, la ineficacia
del buque que montaban, y que por aquella temeridad se exponían a ser pasados a
cuchillo sin remedio que empezaron los mareados pasajeros a asustarse retrayéndose
de la defensa, y el patrón López tuvo que desistir a la fuerza. Todavía
atracaron los ingleses temerosos de alguna
estratagema; pero señoreados de la balandra, la robaron cuanto había y
trasbordaron al corsario al mismo Cueva y familia,
a quienes después desembarcaron en una playa desierta de la propia isla.
En
aquella semana, se apareció otra goleta inglesa, acabó de robar lo que
quedaba en la balandra y la dio fuego. A López se lo llevaron a Inglaterra
los del bergantín, para los cuales fue de notable servicio,
porque los corsarios con el abundante vino que habían robado en Canarias, se
emborrachaban con frecuencia, en cuya situación nada les importaba, se tupían las bombas, y él acudía a tiempo a
esta indispensable maniobra. Llegados a Londres, le soltaron sin más
ceremonia en uno de los wharfs de aquella metrópoli inmensa, donde jamás había estado, sin saber el idioma, y sin un maravedí. Pero
como la necesidad es discursiva, le ocurrió decir, Mr. Cólogan,:
Y alguno que quiso cerciorarse de lo que preguntaba aquel hombre, le llevó a otro que balbuciaba algunas palabras españolas
y portuguesas, a quien López significó, quería ir casa de un comerciante
llamado Mr. Cólogan, que le parecía había en Londres. Por
fortuna, éste nombre no era desconocido del intérprete, y lo condujeron
allá. Dn. Juan Cólogan Fallón le recibió con cariño y le dio unos
billetes de valor de algunas libras esterlinas para que se equipase de ropa y
demás necesario. Jamás había visto López letras de cambio, y se
quedaba estupefacto cuando además de los ingleses darle cuanto él les señalaba, le entregaban puñados de chelines, y que cuando
ya adquiridos éstos iba a pagar con ellos en otra parte, se los devolvían y
preferían el papel dándole además la demasía en dinero. Cólogan también le proporcionó volver a su país en un barco neutral adonde
llegó inesperadamente en septiembre del mismo año 1805. (J. Álvarez Rixo, 1982:72-73)
1805. Para los que gusten hacer comparaciones comerciales
del estado de la navegación de cada una
de las islas Canarias para las Américas, apuntaremos a cuales de ellas pertenecieron estos grandes bajeles. El «Cotardo»,
a Tenerife: «La Paloma» a la Palma: «Espinosa», «Siete Cabezas» y el «Santiago»,
al comercio de Tenerife, también. El año 1805
y, a fin de guarecerse del riesgo de la guerra con Inglaterra se depositaron en P'°. Naos 7 u 8 buques de la Carrera de América,
figurando ya el Arrecife entre ellos con una
fragata propia de D. José Morales vecino suyo. Otro de dichos barcos pertenecía
a Canarias: otro a La Palma, otro a Málaga, otro a Santander o Bilbao, y los demás a Tenerife, y solamente salieron dos o tres de
ellos que lograron pasaportes portugueses para embanderarse, dos
resistieron mal tiempo, y tres detrimentados del sol, y cansados de esperar sus dueños por la paz los desbarataron. (J. Álvartez
Rixo, 1982:130)
1805
Mayo. El clero de la secta católica
dice la primera misa en la parte nueva de la Catedral de Winiwuada (Las Palmas).
“La
pequeña ermita de San Antón, situada dentro del recinto que ocupó el
campamento o Real de los invasores en Las Palmas, había servido en los primeros
tiempos de la conquista de templo catedral. En 1496 se adquirió por el cabildo
la huerta de Juan Siverio Mujica y se abrieron en ella los cimientos de la nueva
iglesia, que había de ser tan suntuosa y elegante como lo eran entonces casi
todas las catedrales españolas. Los arquitectos Motaude y Palacios, trazaron y
continuaron la obra que, al fin, fue consagrada en 1570, aunque las capillas
laterales se hallasen todavía en construcción y no se tuviese crucero ni
sacristía, por lo cual se levantó una pared en el sitio que hoy ocupan los púlpitos
para separar la porción concluida de la que aún estaba por terminarse. A
espaldas de la catedral, y mirando hacia la plazuela de los Alamos, se alzaba la
parroquia o sagrario llamada iglesia vieja, a cuyos lados se descubrían muchas
callejuelas estrechas, cortas y torcidas que recordaban al primitivo núcleo de
la ciudad.
Llenas
en el siglo XVIII las arcas del cabildo, y deseando sus ilustrados individuos
emplear aquellos caudales en mejoras útiles al país, vacilaron por mucho
tiempo en darles una conveniente aplicación. Opinaban unos que aquellas sumas
se dedicaran a fomentar la población rural en las desiertas costas del sur de
Canaria y Tenerife. Creían otros que sería más beneficioso a sus intereses
aumentar el número de las parroquias y, de este modo, facilitar el pasto
espiritual de los fieles. No faltaban algunos que opinasen por la adquisición
de objetos piadosos, como ornamentos, retablos e imágenes, que avivasen la fe y
realzaran la majestad del culto. En medio de esta variedad de parece- res, el deán
don Jerónimo Róo, criollo de reconocida ilustración, de claro juicio y
acendrado patriotismo, supo inclinar el ánimo de los capitulares decidiéndoles
a que aceptaran el proyecto de concluir la interrumpida obra del templo,
enlazando la parte concluida con la que luego se levantaría. No era empresa fácil
vencer esta dificultad.
Los
primeros planos se habían perdido y era preciso adivinar el pensamiento del
primitivo arquitecto. ¿Dónde encontrar una persona facultativa que se
encargase con acierto de resolver el problema y llevarlo a ejecución?
Vivía
entonces en Las Palmas un distinguido militar español llamado don Miguel
Hermosilla, muy entendido en el planteo y alzado de murallas y fortalezas y
defensor decidido de los intereses canarios, que veía con dolor olvidados de
los que tenían el deber de fomentarlos. No sabemos si él mismo se ofreció a
completar la obra o si alguno de los individuos del cabildo lo animó a levantar
los planos y presentarlos; pero lo que sí es cierto fue que la corporación se
ocupó de este trabajo, lo examinó con detención fijándose en algunos
detalles que a su juicio merecían modificacíón, de cuyo acuerdo, enterado el
ingeniero, se negó a la corrección y retiró sus estudios (24).
Mientras
esto tenía lugar, uno de los capitulares, hijo de La Laguna, descendiente de
una noble familia de colonos irlandesa
llamado don Diego Nicolás Edward, que al castellanizarse se tradujo por
Eduardo, dotado de todas las cualidades que constituyen un buen arquitecto,
conocedor del dibujo y de la perspectiva, estudioso admirador de las catedrales
de Toledo, Segovia, Córdoba y Sevilla que había visitado, acaricíaba la idea
de concluir la catedral, combinando en el secreto de su gabinete los medios de
armonizar la parte hecha con la futura del
canónigo arquitecto. Transcurridos diez años, estaba concluido el frontis
posterior con sus elegantes torreones y galerías laterales que dan ingreso al
templo. También se hallaba la sala capitular, sacristía y panteón; pero al
elevarse el cimborio, que en los planos alcanzaba una elevación proporcional al
alzado de las capillas, el maestro encargado de la ejecución de esta porción
tan importante del edificio, temiendo que los arcos torales no resistiesen el
empuje y peso de la cúpula, se atrevió a mutilarla lastimosamente, dejándola
a la altura en que hoy se encuentra. En mayo de 1805, víspera de Corpus, se
dijo la primera misa en el altar de la capilla mayor, habiéndose antes
derribado la pared que desde 1570 separaba la parte vieja de la nueva. Al año
siguiente se construyó el coro en medio de la nave principal y se abrieron los
cimientos de la torre del norte, bajo los planos del escultor canario don José
Luján Pérez.” (A. Millares T. 1977)
1805
Mayo 6. Nace en winiwuada n Tamaránt
(Las Palmas de Gran Canaria) el criollo Agustín del Castillo y Bethencourt,
Cuarto conde de la Vega Grande de Guadalupe. Fue el último alférez
mayor de la isla y ejerció una poderosa influencia en los intereses públicos
de su patria, contribuyendo a los progresos de la agricultura y al desarrollo de
todos los elementos sociales que podían ser útiles a Gran canaria. Falleció
en la misma ciudad el 28 de junio de 1870.
1805 Julio 31. Vecinos de Lanzarote
presentan demanda por la actitud despótica del Coronel de Lanzarote por su
pretensión de apropiación de unos terrenos que habrian de repartirse entre los
vecinos. El alcalde, que no siendo fuerista no tenía porqué disimular las usurpaciones del gobernador
militar, con otros vecinos que ya había de posibilidades, hicieron una
suscripción y comisionaron a D". José del Castillo Roche, natural de la
Palma, quien pasó a Canaria a defender el negocio, donde presentó su primer escrito
desde 31 de Julio de dicho año. Es notable que entre los subscriptores no se ve ningún militar, aunque había algunos
entre los vecinos agraviados; lo que
comprueba cuanto temían las venganzas de su jefe.
El fiscal después de hacer oportuna recapitulación
de los escandalosos manejos del coronel Guerra, hizo patente
al tribunal: Que dicho gobernador aprovechándose
de la prepotencia que conocidamente tenía sobre los peritos, quería hacerse dueño de la población
entera. Y la S.V. Audiencia satisfecha del derecho que tenían a
su libertad los vecinos del Puerto del Arrecife, como de la codiciosa
injusticia del coronel; en Sv. Provisión fecha a 23 de enero de 1806, resolvió
conforme aquellos la pedían; a saber: Se hiciese el deslinde con citación del
síndico personero y del apoderado del señor
territorial de la isla. De consiguiente, Guerra se quedó in albis, conceptuado
además de despótico usurpador. Al instante se subdi-vidió
el predio entre los vecinos, quienes en agradecimiento señalaron
un sitio al alcalde real que con el tiempo la transfirió a un colono. Y en el
punto principal de la contienda se fabricó dentro de pocos meses una acera de
casas vuelta al poniente que denominaron calle nueva; siendo la única
recta que existía hasta dicho año.
De estos
autos consta, que las playas del Arrecife eran desiertas e infructuosas.
«Para intentonas tan patrióticas como la precedente»,
dice la Memoria que
seguimos; «gustan aquí tener el mando de las armas, muy perjudicial si quien
lo ejerce no es persona desinteresada y racional. En prueba de ello me citaron, que este mismo coronel, tenía una
viga de lagar en el almacén de la Aduana el año 1802; envió por ella, no
estaba el almojarife en el pueblo, sino su sobrino, que no guardaba la llave o no podía hacer uso de ella sin su orden; y los militares
que mandó el gobernador echaron las puertas abajo. ¿Podría preguntarse
a su señoría, si acaso fue educado en el vecino Mogador?»
(J. Álvarez Rixo, 1982:52-54)
1805 Noviembre. Noticiar el número de embarcaciones y los diferentes
motivos, políticos o casuales que
obligan a arribar al Puerto del Arrecife naves procedentes de varias partes del mundo, sería asunto interminable. Únicamente indicaremos de algunas que por sucesos más
o menos extraños lo verificaron v. g.
El principios de nove del año 1805, salió de Tenerife un bergantín corsario francés, nombrado el «Gen1
Blanchan», Cap". Jn. Bta. Pruste, al cual había
perseguido una fragata de guerra inglesa, que
temiendo la imprudencia de abordarle por la noche con 4 botes cerca del P'°. de la Orotava, el corsario a boca de jarro
les dio una descarga de fusilería que les sumergió dos, y siempre huyendo se
entró a refugiar en este Pto. de Naos, hasta que no hubo que temer y salió a sus correrías. El capitán de
presa de este buque era Dn. Antonio Manaebrayon, portugués casado en
el P'°. de la Orotava. (José A. Álvarez Rixo, 1982:202-204)
1805
noviembre 8. Don Rafael Frías
(1805-1807)
Es
el primer maestro del que podemos esbozar una breve biografía. Había nacido en
1784 y ocupó su plaza de maestro a los veintiún años. Durante su infancia se
movió en un ambiente culto, ya que la pasó en casa de su tío, el doctor don
Pablo Mayor Salcedo, Magistrado de los Reales Consejos. Rafael estudió
Latinidad, Filosofía y Teología con ánimo de seguir la carrera eclesiástica
o pasar a la Península a estudiar leyes. Pero falleció su protector y tuvo que
ponerse a trabajar. Lo hizo como amanuense de otro de sus tíos, también
letrado.
Al
quedar vacante la escuela, por renuncia de don Pedro González, pasó a ocupar
la plaza don Rafael, a quien le sobraban conocimientos para opositar. Tomó
posesión de la misma el 8 de noviembre de 1805, sin que tengamos constancia de
que se tuviera que someter a ningún tipo de prueba o examen.
Sólo
estuvo dos años al frente de la escuela, pues vacante la cátedra de Latinidad
de La Villa, don Rafael optó a ella y le fue adjudicada en propiedad tras la
correspondiente oposición.
Según
informes de las autoridades locales, don Rafael Frías siempre se condujo con
celo, religiosidad y general satisfacción.
Su
papel de hombre público se vio completado con el cargo de síndico personero de
La Orotava, cargo que ocupó durante el trienio liberal (1820¬1823).
La
vida del Sr. Frías debió desenvolverse entre la penuria económica y el
relieve intelectual. Como ya vimos el poder adquisitivo del sueldo de los
maestros, digamos ahora, para completar el panorama socioeconómico, que don
Rafael era padre de cuatro hijos. (Juan J. Martínez Sánchez, 1999)
1805 Diciembre 6. Sin embargo de tan buenas fortalezas que contaba el
lugar, algunos buques de guerra y corsarios
ingleses, han solido causar serias alarmas, puesto que han entrado sus lanchas en el Puerto de Naos (Lanzarote),
del cual extrajeron en la noche
seis de diciembre de 1805, dos bergantines del país cargados de
trigo del rey. Se conoce que tenían buen práctico, porque de lo contrario
hubiese sido casi imposible. Los castillos empezaron a cañonear
cuando no había remedio, y sólo pudieron herir a un marinero
de la fragata enemiga. Parlamentó ésta a la mañana siguiente y se rescataron
los barcos por dos mil pesos fuertes.
También en este rescate que redundaba en pro de S.
M. y la marina, hubo su Pedro Recio. El
uno de los barcos nombrado «.V. Miguel», pertenecía a Miguel Soco de Canaria; el otro, «Cupido», a H. Barradas del Puerto de la Orotava. Los ingleses
dieron media hora de término para aprontar el dinero, e Ínterin
se estaba en esta dificultad por los pobres patrones, dijo un oficial de
Milicias: que era vergonzoso, que habiendo
militares acaudalados sirviendo al rey, no se dignasen facilitarlo
entretanto para salvar el trigo de S. M... Oyólo Dn. Ginés
de Castro por quien se virtió la especie, y presentó los dos mil duros.
Pero así que llegaron los bergantines a tierra, se pretendió hacer
dueño de ellos, aunque se le devolvía la cantidad ya reunida por los patrones, auxiliados de sus amigos compadecidos.
Al ver tal felonía, Soco fletó un bote acto
continuo, se transportó a Sta.
Cruz de Tenerife a pesar de lo riguroso de la estación, y se quejó al comte. general marqués de
Casa-Cajigal. Este lleno de cólera viéndose
privado del pan para la tropa que le precisaba, mandó prender
a Castro sin comunicación, si en el momento no restituía los buques
a sus dueños y el grano al rey, recibiendo de Dn. Manuel José Alvarez
el dinero, a quien el E. ocupó en este lance, y todavía su hijo guarda
el recibo sin saber quién se lo habrá de pagar. Obedeció Castro viendo se
le remitía preso. Y estas diligencias costaron al pobre Soco cosa de 300 ps. crrte. además del riesgo de
la travesía en tan frágil leño,
dilató el envío del pan de la guarnición y expuso los barcos a
ser nuevamente apresados por otros corsarios enemigos, que debían
salir de Gibraltar algunos días después de la fragata, pero quiso Dios
que llegasen a salvo. (J.
Álvarez Rixo, 1982:69-70)
1805
Febrero 21. Nuevas disposiciones
regias de la metrópoli de 24 de
septiembre de 1804 sobre nombramientos de alcaldes mayores letrados en lugar de
los ordinarios en todos los pueblos de señorío del reino y de 21 de febrero de
1805 comisionando a la Audiencia de Canarias para que arregle y mejore el
sistema de gobierno político de su territorio y de la administración de
Justicia, vuelven a poner en discusión el derecho de propuesta de alcaldes
ordinarios por parte de las islas de señorío feudal. Si nos atenemos a lo
expuesto por el Ayuntamiento de Erbania (Fuerteventura) sobre tal pretensión,
hemos de considerar que la respuesta que se dio por el resto de las islas señoriales
fue negativo a la presencia de alcaldes letrados y a favor de la propuesta de
alcaldes ordinarios.
¿Por
qué rechaza el Ayuntamiento de Erbania (Fuerteventura) los alcaldes de letras?
Entre
las razones, consideradas injuriosas por la propia Audiencia, pueden señalarse
el excesivo costo frente a la asesoría que acompañaba a los alcaldes
ordinarios, porque de los alcaldes mayores “forasteros” no cabría esperar
la misma compasión de un paisano que en los momentos de miseria sufre las
mismas indigencias que los naturales y, por tanto, no buscaría arbitrios como
quien no lo es, y, finalmente, porque renunciar a la propuesta anual de personas
dobles para los oficios de república significa volver a experimentar la
presencia de alcaldes ordinarios “extraños” que tanto daño habían hecho a
la isla.
Finalmente,
el establecimiento de los alcaldes letrados no prospera por los acontecimientos
políticos de en la metrópoli en 1808 y la abolición de los señoríos en
1811, por lo que los cabildos de las islas de señorío feudal, después de los
períodos constitucionales de 1812-14 y 1820-23, debieron ajustarse a la reforma
general, que modificó la antigua legislación, conforme a la A. C. de 17 de
octubre de 1824. Esta disposición confirió a la Audiencia de la colonia la
facultad de hacer los nombramientos de los oficios concejales, a nombre del rey
español, previa terna de los mismos ayuntamientos. Tras las alternancias
constitucionalistas y absolutistas, en 1835 se inicia la andadura de los
ayuntamientos en su configuración actual. (Vicente J. Suárez Grimón y Adolfo
Arbelo García;1991)
* Guayre
Adarguma Anez Ram n Yghasen.
[Nota: Los
capítulos están publicados por orden numérico, lo que permite acceder a los
anteriores con solo cambiar en la barra de navegación el número del capítulo;
por ejemplo:
http://elcanario.net/Benchomo/efemeridescanarias405.htm
anterior:
cambiar el número 405 por
el 404.]
Igual en sentido ascendente.