EFEMERIDES
CANARIAS
UNA
HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO
COLONIAL, DÉCADA 1800-1810
CAPÍTULO
(II) -VIII-
1806 Tres naturales del Puerto de la Orotava (Tenerife)
fueron los primeros especuladores con la barrilla. Dn. Carlos
Francisco, persona instruida que había viajado
por España, Francia e Inglaterra, estuvo algunos días en la isla de Lanzarote el año 1724, donde se hacía con
la ceniza de barrilla, sebo de cabras y algún
otro ingrediente, un poco de jabón, de mala calidad por lo blanduzco. Conociendo este sujeto la utilidad que pudiera sacarse de dicha planta, adelantó
algún dinero y efectos a un tal Miguel de
Lemos, y al mismo Curras que pasaron a aquella isla, para que estimulasen a la gente de campo a solicitarla y
quemarla. Pagábamosla a cuatrarta el quintal de ceniza que es lo que sabían hacer estos naturales, y la hacíamos
conducir al P'°. de la Orotava en partidas de ciento a
doscientos qqs. Y desde este punto la remitía Dn. Carlos a Inglaterra embarricada, a consignación
de la casa de Cólogan, Pollard, Cooper y compañía
de Londres.
La exportación de barrilla Kati Alónense desde
Lanzarote para Inglaterra y otras partes, en
Por los años de 1785 y 86, se empezó a dar estimación
a la yerba barrilla en la
isla de Lanzarote. Quien introdujo la semilla no lo sabemos; si no es indígena, pudiera siendo tan menuda venir pegada por casualidad en algún fardo de paraje donde se cría.
Aunque hay una media tradición fue traída de Alicante por un clérigo.
La noticia que allá se estimaba corrió pronto, y
con tanta exagei ación, que se dijo la
pagaban a 60 pa qq. y a fines de 1786, ya D". ( a i los Ramírez Casañas tuvo orden y dinero de su
tío Dn. Gregorio i muérdante del Pto.
de la Orotava, para adelantar a los labradores a i a/ón de ocho rta. por qq. de cuyo proceder se lamentó Curras según
rarla original que he visto.
En este mismo año solicitó D". Carlos
Francisco una instrucción para saber quemarla reduciéndola
a piedra como la de Alicante o de Sicilia, porque en Inglaterra no la apreciaban tanto por ser ceniza: Inscribióle dicha instrucción Mr. Benjamín
Jenning, químico de Londres de
donde se la trajo con mucha reserva el Cap". Samuel Kirk-man. D".
Carlos la tradujo y se empezó a hacer piedra en la cosecha de
1787, saliendo algunas muy grandes y de buena
calidad. Cuenta Curras, que le costó
muchos enfados y trabajo para poder persuadir a los cosecheros a que se sujetasen al método de la citada instrucción que
es cabalmente el que ya hoy se usa en todas las islas. Y desde entonces
se empezó a cultivar la planta porque antes era espontánea.
En 1789, Curras se lamentó nuevamente de la
dificultad de conseguirla, porque un veneciano había estado aquí comprándola,
había dejado a su partida mil pesos para lo mismo,
remitido igual cantidad de Sla.
Cruz para el propio objeto. Por lo que se puede venir en conocimiento de la poca barrilla que se hacía hasta
entonces, puesto que con los 3 mil ps.
se absorbía un particular toda la cosecha.
La
barrilla fue subiendo de precio y extendiéndose su cultivo de manera que en el
año 1798, además de la que iba para Londres también se exportó alguna para Venecia, y Dn. Manuel Josef
Alvarez llevó otro cargamento a la ciudad de Lisboa, estableciendo su casa en
el Puerto del Arrecife al año siguiente, con lo que se dio todavía más impulso
a este tráfico por las grandes compras que anualmente hacía para
diversas casas y para sí. Tres o cuatro años después, se avecindó Dn.
Francisco Aguilar, y ya tuvimos dos personas que supiesen el idioma
inglés, que antes era la mayor incomodidad para entender por
señas con los Sres. extranjeros. Otros sujetos más se fueron domiciliando:
Y supe que sólo por cuenta de los mercaderes del Puerto de la Orotava, se compraron dicho año 1798 más de 43.000 qq. entre esta
isla y la de Fuerteventura. Cuyo dato también conviene con el que
da Monsieur Bory de Sn. Vincent que pone 43.373 qqs. en su
Ensayo sobre las Afortunadas, pág. 205, quien tuvo oportunidad de saberlo
por los mismos comerciantes del Puerto de la Orotava que se lo
participaron. Y suponiendo que una tercera parte más se comprase por el comercio de Sta. Cruz serían 57.333 qqs.
u 80.000 ps. corr'. que entraron en el país a razón de 12
rta. qq. sobre cuya suma debió percibir la
Rl. Hacienda el 13 '/2 por % que sería 162.000 rvn. Pero en esto hay su
manejo, y ella siempre es la que pierde.
Este año (de 1806) se consigue a 3 y 4 ps.
corr1. de primer costo. Pero se requiere precaución
porque los camponeses para que pese le mezclan arena y otras hierbas que se
calcinan con la barrilla haciéndola perder
su buena cualidad: Otros le ponen piedras, que cuando se descubren dan
lugar a reclamaciones ante las autoridades. Siendo alcalde en el año prox° pasado dicho Dn. Manuel Alvarez, le
presentaron callaos hasta de 15 Ibs.
encontrados dentro de una piedra de barrilla de dos qq. con que iban a
engañar a Dn. Lorenzo Cabrera su compadre.
Pero el delincuente echó a huir y se libró de ser preso, único castigo
que dan aquí a esta clase de ladrones.
También hay otras hierbas de semejante calidad pero
no tan buenas, a que llaman Cosco y
Pata, que suelen mezclar a la barrilla o quemarlas separadas y se venden algunos cuartos más baratos que la verdadera barrilla.
Pregúntele a Curras, que premio le había dado su
gobierno y sus ronciudadanos y a su principal
D". Carlos Francisco en Tenerife. Quedóse sorprendido, como si le hubiese dicho un desatino. Más viéndome
atento, me dijo: Sor. Capitán, piensa
Vd. que está en Europa o en los listados Unidos,
donde dicen que se premia a los que proporcionan ingresos
al Estado y riqueza a sus compatriotas? Aquí no hay nada de eso, si
no disgustos e incomodidades, como las tuvimos nosotros: Primero resistiendo
al marqués o su apoderado que me exigía el derecho de Quin-los,
es decir de cada 5 qqs. uno, por la piedra de barrilla que se hacía;
romo si pardiez nos hubiese proporcionado su señoría algún auxilio para
efectuarlo. Después la Rl. Hacienda que en 1790, la valorizó a 22 rvn.
quintal, y sobre este importe cobra el 13 '/2 por % de derecho de exportación.
Luego los eclesiásticos que opinan debe pagar diezmo, más hasta
ahora no han instado: Y finalmente las justicias que si son parientes
de los deudores no "hay ley que los estimule.
Yo le aseguré que cuando el país se fuese
ilustrando serían más listos sus conciudadanos y a la
manera que en otras partes manifestarían
su reconocimiento por alguna atenta recompensa para los que habían fomentado su
opulencia o para sus hijos. En efecto, los habitantes
de aquellas islas les son deudores del crecido valor que hoy logran sus terrenos
y de sus comodidades.
Por
todos estos antecedentes se puede venir en conocimiento do la ninguna protección
con que el Gobierno español mira este país, y do la ignorancia en que está de
las fáciles ventajas que de él se podrían sacar en manos de un pueblo
inteligente e industrioso». (J. Álvarez
Rixo, 1982:132-135)
1806. Los barquichuelos y lanchillas de pescar existentes
en el Puerto de Arrecife, no hay duda eran
Algunos de estos y los grandes de cubierta se
construyeron aquí mismo con maderas traídas de
otras islas y con pedazos aprovechados de los
muchos que vienen a desbaratarse a este puerto para hacer valer su leña y aparejos. Por lo mismo, los
mareantes fecundos para apodos, al ver fabricar un bergantín en 1806, con
resagos de muchas embarcaciones la denominaron Potage,
nombre con que fue conocido hasta que los
ingleses lo atraparon en el tráfico de la costa y dos goletas el año 1808. (J. Álvarez Rixo, 1982:51)
1806.
Peligro, en la indumentaria tradicional de La Palma
In
memorian de José Luis Lorenzo Barreto, en el décimo aniversario de su
fallecimiento
Las artesanas de la
indumentaria tradicional continúan reproduciendo los antiguos diseños en los
cortes del textil, el vuelo y pliegues en faldas y enaguas, los diferentes
estilos de bordados, los cuadrantes en enaguas, camisas y calzoncillos, la
mismas empleitas en los sombreros de paja, con diferente anchura en el ala, y
los distintos modelos en la tradicional montera, tanto de hombre como de mujer.
Tejeduría, bordados y
sombrerería vegetal surgen de técnicas y gustos ancestrales guardados
celosamente. Diríamos que es uno de los mayores tesoros etnográficos de La
Palma y de las familias, que se pasaba en herencia de madres a hijas durante
centenas de años.
Hoy la indumentaria
corre un grave peligro, por la incorrección en el momento de vestirla y la
ausencia de algunos de sus elementos fundamentales. La peculiar gasa palmera,
con reminiscencias medievales, ya no cubre mayoritariamente la cabeza de la
mujer, se ha sustituido por un clavel y el pelo en melena o cola, sujeta por un
elástico. El hombre ha sustituido la montera por un ridículo sombrero de paja
de "todo a cien", y por calzado unas alpargatas.
Maravillosos bordados
en enaguas y camisas no valen nada ante la falta del tocado y el tradicional
calzado, sustituidos por deportivos. Mientras madres, tías y abuelas se
preocupan en la exquisitez del bordado en el momento de salir, a la romería o
verbena, algunas prendas de la indumentaria se queda en casa. En estos días los
ajetreos, de última hora, para la magnífica Romería de la Bajada de la Virgen
del Pino, se buscaba desesperadamente el "pañolón", por cierto muy
mal vestido y en nuestra opinión los flecos son recientes. De que vale llevarlo
sin gasa, ni sombrero de colmo o montera.
Todo da calor, mejor y
más fresquitos/as puede ir en vaqueros, camiseta y chanclas. Dentro de unos
años las fotos y vídeos de hoy serán documento de estudio para
investigadores. Se está haciendo un auténtico atentado a la indumentaria
tradicional de La Palma.
El panorama descrito no
está generalizado, pero, el peligro está ahí. La responsabilidad es de todos.
Por suerte la labor de las agrupaciones folclóricas y su buen vestir nos queda
por ejemplo a seguir.
La riqueza de la
indumentaria tradicional palmera está directamente relacionada con la
diversidad de la climatología y orografía insular. Un territorio de sólo 706
km2 y una altura máxima de 2426 metros, surcada por profundos
barrancos, pequeños valles, caseríos diseminados, frecuentes lluvias, nieve en
la cumbre y cálido sol en las costas, laberintos de senderos y caminos, sin
duda, propició la diversidad de empleos en el vestuario de sus habitantes que,
con el transcurso de los años, cayó en desuso y acabó por convertirse en la
indumentaria que hoy se tiene por tradicional.
A grandes rasgos, la
indumentaria tradicional de La Palma se agrupa en tres estilos diferentes que
coinciden con los que se encuentran cotidianamente en cualquier manifestación
festiva de carácter popular: traje de gala, traje de faena y traje
de manto y saya.
El traje de gala,
propio de domingos y fiestas, se elabora a base de ricas telas refinadas entre
las que predominan la seda y los terciopelos, tanto en hombre como en mujer. Las
enaguas, camisas y calzoncillos van bordados ricamente. Los complementos son
esenciales para darle vistosidad al atuendo. Entre ellos, ocupan un destacado
lugar las joyas familiares, muchas de ellas fruto de la emigración canaria a
Cuba y Venezuela. El pañolón de seda, viejo complemento que se había perdido,
se ha recuperado y es usual su utilización por la mujer en este traje de
fiesta o gala.
Además de por la
calidad de sus telas, los trajes de gala se diferencian
fundamentalmente de los de trabajo o faena por la sustitución
de la clásica montera palmera por el pequeño sombrero de paja de trigo,
rematado con cintas de seda, florecitas y plumas. En el caso del varón, los
pantalones, chalecos y monteras del traje de gala se confeccionan con
terciopelos, damascos y finos brocados. Tanto en la indumentaria de faena
como en la de gala, la mujer se reboza bellamente la cabeza con la
elegante gasa de seda.
En relación al traje
de faena, de diario o de trabajo, predominante entre las
clases más populares o comunidades rurales, se tiene prueba documental de que
se confeccionaba en los telares familiares, a diferencia del de gala,
en el que esta afirmación no es válida debido a la importación de tejidos
suntuosos. No obstante, una parte de ellos se realizaba con seda artesana de La
Palma.
Entre 1793 y 1806,
Francisco Escolar y Serrano destaca la fábrica textil como industria realizada
por las mujeres. Apunta que en Garafía las mujeres hilan lino y lana y tejen
lienzo y tiritaña parda muy burda de que se visten los de este pueblo, en lo
cual y en la hechura de la montera se distinguen de los demás habitantes de la
isla.
En el borde de la falda
el traje tanto de gala como de faena se incorporaba la barredera,
a modo de cinta, para proteger del deterioro por el roce continuado con el
suelo. El justillo de ricas telas del traje de gala se sustituye, en
este caso, por las telas más burdas de lana. Sin embargo, en la ropa interior
siguen apareciendo los bordados, tanto en las vestimentas de gala como
en las de faena. Se conservan antiguas camisas en las que en el puño
aparecen hasta doce tipos de puntos diferentes.
Se conoce por tapada
con manto y saya a un estilo de vestimenta, de mediados del siglo XVI, compuesto
por tres primeras enaguas (la tercera es la blanca o interior) de igual o
distinto color y similares a las que se utilizan en los trajes de gala.
Una de ellas se coloca en los hombros o sobre la cabeza, configurando la clásica
tapada. En algunos casos, el manto no corresponde a la tercera saya,
sino que va separada.
La referencia más
antigua que conocemos de la existencia de mujeres tapadas con manto y
saya, en La Palma se encuentra en un inventario de la iglesia parroquial de Las
Nieves de 1640, que incluye una joya de oro que la dio vna tapada a un clérigo
que la diese. Esta tapada se trata de una mujer que ocultaba su
rostro con el manto. Actualmente y en algunos casos, aunque originalmente no lo
llevara (quedando como único ejemplo Los Llanos de Aridane), el traje se
complementa con una gasa de seda cubierta con sombrero de copa troncocónico.
El hombre viste calzón hasta la rodilla, medias blancas y levita o casaca baja
o corta de diferentes textiles y sombrero de copa.
Valioso testimonio
etnográfico del vestir que fuera cotidiano entre los palmeros, hoy
lamentablemente corre un grave peligro.
(María
Victoria Hernández Pérez. La Tendedera) http://elapuron.com/blogs/callejon/
1806.
Nace Teguise Isla de Lanzarote
Francisca Spínola Bethencourt.
Es
la hermana que sigue a Dominga. Escultora y pintora, hizo unas cabezas de
querubines encargadas por el Obispo Pozuelos para el Hospital de San Martín de
Las Palmas de Gran Canaria.
En
el año 1862, en una exposición celebrada en Canarias9 una pintora lanzaroteña
de nombre Francisca Spínola presentó un Corazón de Jesús, una Virgen, unas
cabezas en miniatura, y al óleo, La
impresión de las llagas de San Francisco y un paisaje por el que se la premió.
Pudo
haber sido discípula de Silvestre Bello en Las Palmas de Gran Canaria (Archivo
Torquis).
Existen
fotos que custodia el Archivo Artístico de la Villa de Teguise, donde en
el monumento de la Semana Santa (Iglesia de Haría) “La Ascensión del Señor”
es atri- buida a Francisca. En el oratorio de la casa Stinga, en Tegoyo, hay un
Corazón de Jesús y un Moisés con las Tablas de la Ley pintados por ella. (Mª
del Carmen Reina Jiménez. Colectivo de Mujeres Canarias)
1806. En una madrugada del mes de octubre, el bergantín, propiedad de don
Bartolomé Barradas, denominado el Cupido,
se sumergió en el Puerto Mequínez (Puerto de la Cruz). El bergantín Cupido
había llegado al puerto procedente de las islas de Titoreygatra (Lanzarote)
y Erbania (Fuerteventura). En esta singladura fue abordado por un Lugre
inglés que surcaba estas aguas ejerciendo el corso, robándole sesenta fanegas
de trigo y algunas gallinas. Por estos días el Lugre corsario sacó del
fondeadero de Barranco Hondo una goleta del tráfico insular que estaba cargada
de vino. Por estas fechas, la isla de Chinet (Tenerife) sufría una gran
necesidad de granos y otros productos alimenticios debido al continuo acoso a
que estaban sometidos los veleros del cabotaje por parte de los corsarios
ingleses, que impedían el suministro de estos productos desde las otras islas
del Archipiélago, e incluso de Europa.
1806. En la misma noche, y en el mismo fondeadero en Puerto Mequínez n
Chinech (Puerto de la Cruz, Tenerife) se hundió un navío propiedad de don Juan
Pláceres.
1806. Se hicieron traer de Londres con destino al templo de San Ginés
(Arrecife-Lanzarote), dos órganos por conducto de D. Manuel Josef Álvarez, el primero de los cuales cayó en manos de los
franceses; pero el segundo que costó más
de mil pesos corrientes, llegó a salvo en 1806, y es excelente. No ha sido aquel el único contratiempo. También se reunió plata bastante para hacer una
grande lámpara, y el platero a quien se encargó
la obra se huyó con ella. Posteriormen-te se hizo otra de buen tamaño y
elegante, por diseño de Dn. Josef Pérez, escultor afamado de Canaria. (J. Álvarez Rixo, 1982:59)
1806. Cuando aquí no había población
(Arrecife-Lanzarote), únicamente a cosa de media milla del mar estaban unos mal cuidados
albercones o maretas, denominadas del Santo, en las cuales abrevaban los
pastores sus ganados. Posteriormente todas las personas pudientes que se iban
avecindando fueron haciendo sus aljibes en los alrededores del pueblo, lo mismo
que dentro de todas las casas mayores. Por lo regular se vende el agua de
uno a dos cuartos la botija según la abundancia, y sin embargo de tanto
recipiente, si no hay lluvias anuales, escasea. El año 1806,
fue preciso que Dn. Francisco Aguilar la trajese de la vecina Fuerteventura, y colocada en su aljibe doméstico la vendía al público
que no hallaba otra. Con este motivo también indicaremos, que el de 1784,
sucedió lo propio, y Dn. Gregorio Antonio Casañas natural del
Puerto de la Orotava (Tenerife) hizo llevar a su casa muchos cascos de agua para
socorro de los habitantes de la isla de Lanzarote, por cuya acción
caritativa, recibió honrosas gracias del excmo. comandante general marqués
de Branciforte, según consta de la carta de S. E. fecha el 10 de julio del
citado año de 84, que he visto.
Estas lamentables escenas se repiten desgraciadamente
con frecuencia. El año de 1811, fue terrible por la falta de cosechas y
excesiva plaga de cigarra que oscurecía
el sol, siendo necesario traer millo y harinas de las islas de la Madera, Azores y Cabo Verde. Vendióse la fanega de 10a 12 pesos corr°, y a proporción
todo lo demás, durando la escasez
todo el siguiente de 1812, que motivó saliesen de este isla y la de Fuerteventura más de 50.000 p. El de 1815
también fue seco. (J. Álvarez Rixo, 1982:76-77)
1806. Los conejos blancos que se han propagado aquí
bastante bien, los introdujo el año 1806 el bachiller Dn.
Graciliano Afonso al venir de Mogador, en que
regaló dos casales a su amigo Dn. Manuel J. Álvarez
en cuya casa asistió.
Pero toda clase de bestias de arreo se ha aumentado
hasta la fecha, según se han ido aumentando los moradores y sus haberes. Sin
embargo, entre los peces que pueblan estas playas y tranquilas aguas,
hay varios muy delicados, que no frecuentan ni aún se conocen
en Tenerife, v.g. los lenguados, en algunas partes de Eu ropa llamados
soles o suelas, por semejarse a la de un zapato, que por
debajo son blancos como nieve, lo mismo que lo es su carne, y por encima pardos
y al tacto ásperos. Viven encerrados a flor de la arena, y se pillan pisando
los pescadores en ella, quienes al sentir re bullir, apretan al pez con el pie, o lo espichan con una figa. También
se atrapan algunos en los chinchorros. El merecimiento y delicadeza
de este pescado el cual debe comerse frito, fue desconocido de
aque líos rústicos barqueros que hasta le daban un nombre indecente
y lo arrojaban como cosa insubstancial. Pero uno de los nuevos pobladores, mi
padre, que sabía el gran caso que de él se hace en
otras partes, solicitaba y se lo regalaban; mas habiendo tenido la ingenuidad de
dárselo a probar, estos cayeron en la cuenta y los compraban
para comer.
Las fulas son otros pececitos parecidos a las
castañuelas, aunque algo mayores, cuyos colores
mezclados pardo, verde, amarillo y azulejo les
dan gracia; también son para freír, lo mismo que las anguilas, salmonetes, etc.
Sería interminable la lista de los peces que
aquí abundan, cuya pesca sostiene a estos naturales, y sirve de distracción a algunos aficionados; por lo tanto su
precio es baratísimo. Y atraídas de
sus deshechos, diversas aves marinas frecuentan estas riberas, especialmente sarapicos y gaviotas, cuyo canto de las últimas es indicio cierto que al día siguiente el
viento habrá de arreciar.
(J. Álvarez Rixo, 1982:85)
1806. Cuando tenemos algunas manchas en el rostro, a pesar
de hallarse cerca o sobre los párpados de
nuestros mismos ojos, ni las vemos, ni las sentimos.
Pero cuando otra persona nos lo dice y presenta un espejo que nos las demuestra, es preciso ser demasiado
temerario y ciego para no convencernos de la realidad de nuestra
inadvertencia y defecto. Así sucede con
varias acciones civiles y morales de los hombres, que acostumbrados a los usos
que hallaron, sin reflexionar si son ra clónales, o ideados por otros toscos como ellos, viven sin conocimiento
de sus propias simplezas, ridiculeces y atrocidades. Por fortuna, de esta
última especie en las islas Canarias bendito sea su clima, no excila,
ni propende a eso, pero no porque la educación de sus naturales haya
sido jamás cuidada como debiera. De los otros géneros, ha habido y hay mucho
que decir; de consiguiente no deben ser extraños en un pueblo nuevo que poco ha ido desechando tontedades y puliéndose, aunque
tal vez ha caído en más perniciosos extremos, cuales son el ruinoso
juego de naipe y el lujo indiscreto. Mas como ya dije, aquello que vemos
entre los nuestros no nos causa eco, pero nos llama cuando, lo rescribe y lo
repara un forastero. Transcribiremos varios pasajes del Diario
o relación de uno de éstos.
«Desembarcado que hubimos en el muelle del Puerto del Arrecife, se nos incorporó un hombre de
campo, armado de una escopeta llena de
herrumbre, a que aquí llaman soldado, y cuya cabeza cubría con una montera o caperuza ingeniosa para defender
la cara del viento, cuando se quiere calar dicha montera hasta trabarla
en la barba. Este pues, nos condujo hombro a hombro a la casa
del gobernador. Estilo antiguo y ridículo en estas islas Canarias.
Pasadas dos cortas callejuelas llegamos a otra atravesada de E. a O.,
donde vimos enfrente de una casa de dos ventanas altas, a tres aldeanos
al parecer, con sus fusiles en la mano igualmente que sus caperuzas, hablando
con un hombre regordete de color oscuro, que barría la calle con su escoba de palma, y cuyo vestuario consistía, en
calzones largos y chaleco de terciopelo negro remendados, medias de coletilla,
ceñidor y gorro blancos, y en manga de camisa de lienzo bastante basto. El práctico
me señaló, diciendo. Allí está el gobernador. Pero yo miré y volví a
mirar, sin descubrir en cual ventana se hallaba, puesto que en toda la calle no
había otras personas más y repitióme quedito, dejándome aún más confuso:
es aquél que barre... A esto ya nos acercábamos
al umbral, el que barría se entró, y nos dijo que lo hiciéramos, puso
su escoba detrás de la puerta, y se sacudió
las manos.
No pudo menos que admirarme al ver gobernador tan
peregrino, y por lo mismo me propuse
observar con atención su alojamiento. Era este una sala baja con puerta al zaguán,
y a otro cuartito dónde se divisaba
una cama ordinaria. Adornaba el testero de dicha sala dos
cuadros grandes de asuntos piadosos, otra lámina inglesa al frente,
una grande mesa, sillas llenas de polvo, sobre las cuales había varios
legajos y gorras de granaderos, una escribanía con su escaparate antiguo
taraceado, algunos fusiles viejos en un rincón, y en medio de la pieza dos
grandes perros verdinegros sacándose las pulgas, cuyos mastines tuvo la bondad
el Sr. gobernador de acariciar con sus delicadas
manos para que no nos mordieran. Estos bellos objetos conformaban la decoración.
¿Qué hombre es este? pregunté a mi práctico, y él
me fue imponiendo de la manera siguiente. Llámase Dn. Ginés de
Castro, hijo de Juan de Castro, guardiero que había en este
castillo. Y si acaso piensa Vd. Sr. capitán que ocupa este puesto
por buenos servicios hechos a la patria, se hallará muy engañado. Dicho D. Ginés,
fue pastor de estos contornos, después patrón
de una goletita, en cuyo manejo ahorró y ganó muchos reales, o dicen que los halló, también sargento
de artillería, y desde que los cargos militares se han tornado mercancía,
llegó a ser capitán de estas milicias. Ni aquí queda más que pretender
viviendo el coronel de esta isla. Le hacen ya con más de cien mil pesos de caudal; codicioso, presta dinero a interés, y se trata en su
comida con igual delicadeza a la que usa en su persona. A pesar de su
rigor, no falta quién se le atreva, puesto que en cierta reyerta tenida
con una vieja nombrada «la Colorada», le tituló rey de Angola
con risa del auditorio que lo quiso atribuir a efectos de borrachera.
A
veces le hacen alcalde, tan celoso del bien público, que sale a rondar
de noche apenas que tocan ánimas, sin permitir que nadie taña
guitarra ni pasee por las calles. Tiene un hijo de su nombre y graduación,
quien aunque le sirve en todo y se presta a sus intentos, se asegura que
su corazón e ideas son muy distintas de las paternas.
«A
este tiempo llegamos a la Real Aduana, que es una casa alta situada al poniente
del puente, construida en 1801, por su dueño Dn. Marcelo
Carrillo el actual almojarife, para quien traía yo carta de Dña.
Ana Orea del P'°. de la Orotava, y le hallamos a la puerta de su casa
empuñando un gran maletín indiano y próximo a cabalgar. Por mucho que su
figura se parezca a aquella so la cual nos pintan a Dn. Quijote,
su vestuario no tenía menos mérito para lucir de arlequín en
días de carnaval. Describámosle: Su casaca era muy larga y de color
encarnado, de listada cotonía naranjada los calzones, unas medias
franciscanas, chaleco y corbatín blanco, y sombrero de pelo también con
su lucida ala verde. Saludónos con viveza, nos hizo varias
preguntas y convidó a descansar. Mas como percibimos que iba para
la Villa, o a su hacienda de Cinil, nos marchamos al instante».
«Mi pedagogo que había notado la atención que puse
cuando me imponía de las amables
circunstancias del Sr. gobernador, ahora sin yo indagar tuvo la oficiosidad de informarme de aquel Sr.
Colorines. Y advertiré de paso, que
éste es prurito peculiar de los isleños, que relatan cuantas menudencias atañen
a sus convecinos, no obstante que las demás
cosas del país son bien pocos los que las cuentan con mediana inteligencia. Pero lo substancial de su
historia es, ser este sujeto palmero, notable por lo mezquino, que había
logrado hacendarse, y su esposa tenía fama entre las damas lanzaroteñas de
haber comprado mucho oro y muchas perlas».
«Vueltos al puente o muelle, tuve oportunidad de dar
algunas cartas a diversas personas que
estaban en aquel punto. Las primeras correspondieron
a dos sujetos que se azoraron al verme, gagueaban para leerlas, y ni las gracias me dieron. Pero prosiguiendo hasta los pilares
encontramos otros dos, los cuales nos recibieron con urbanidad europea, y
habiendo leído las cartas aunque no me recomendaban,
con igual franqueza me ofrecieron sus servicios. Y a pesar de parecerse
en atención y crianza, en su físico y carácter, los más diversos.
Eran estos Dn. Manuel Josef Alvarez y D". Francisco Aguilar, éste
en extremo corpulento y semblante algo supuesto, y aquel de estatura
baja, delgado y rostro fino y halagüeño. Cuyas apariencias os indico
porque he de tener que hablar de ellos».
«Estando en esto venía hacia nosotros un militar,
alto joven y bien parecido, con aire decaído
o negligente. Ahí viene el amigo Dn. José de Armas, y por hallarse indispuesto de salud
se ha librado Vd. de un buen chasco, me dijo en
inglés uno de los circunstantes, lo cual Armas no
entendía y saludó atentamente. Pero por el contexto de su conversación relativa a ocurrencias de la guerra, percibí que era
sujeto de genial algo vidente y pocos conocimientos.
Despedido de aquellos señores me fui para mi nave
con el práctico a quien rogué me descifrase
qué chasco era el que pudo haberme dado el citado militar. Este
caballero, dijo, es capitán de milicias y de buenas conveniencias, pero tiene
la desgracia de invertirlas en barcos y proyectos que no entiende; también muy
engreído de su fuero tuvo el año último
revuelto al Ayuntamiento.
Días pasados consiguió con el comandante general cierta licencia para armar una falúa
y salir a registrar a todo buque extranjero que viene de Tenerife, y hacerle presa si les encuentra papeles
falsos! Vea V. si viniendo de Sta.
Cruz mismo habían de venir desprevenidos. Pero el general marqués de Casa-Cajigal es un tunante, y le pilló
las onzas de oro como hace con otros tontos. En efecto, el pensamiento del práctico
era bien fundado, pues aunque me fingí ignorante de este registro, a la
verdad venía ya bien advertido por los mismos funcionarios de Tenerife
y había ocultado hasta las Gacetas para que no tuviesen ocasión de
detenerse a indagaciones impertinentes, porque ni Armas ni los marineros de su
armada falúa las entienden».
«Al día siguiente era domingo, y bajé a tierra a oír
misa. Maravillóse mucho aquella gente al ver que yo era católico,
porque siendo tan rubio y hablando poco español me tuvieron por hereje según
indagué después.
No hay aquí más misas que la
de alba y la mayor; y si por fortuna llega al pueblo
clérigo que diga otra, no se toca, para obligar al
vecindario a asistir a la cantada, y oír el sermón del cura que riñe si no lo hacen. La iglesia es pequeña a pesar
de haberse acrecentado, que por llenarse a
ambas misas hace en ella un calor intolerable.
De tránsito vi al Sr.
gobernador, que si peregrino me pareció el sábado más lo estaba en el domingo; pues sobre la vistosa ropa del día anterior tenía ahora una levita de
terciopelo listado azul celeste con sus dos charreteras amarillas y su sombrero
redondo encima del gorro blanco. Aguilar
me hizo favor de convidarme a su mesa, su señora, Da. Luisa de
Bethencourt, es natural de esta isla, no es
guapa pero apreciable por su agrado y su buen juicio. La comida fue sazonada a la inglesa cuanto lo sufre el país,
acerca de cuya escasez fue de lo más que
se habló. Y a la verdad en ocasiones es muy extraordinaria. Comí dos
pescados excelentes, lenguados y salmonetes, regalándome con ciertas ostras
pequeñas denominadas cagetas».
«Paseamos, y a la vuelta nos
reunimos en otra casa en la cual algunos conocidos se juntaban a distraerse
bailando de las
«Habiendo yo celebrado por urbanidad el buen estado
de aquella pequeña concurrencia, que pregunté si era
frecuente el gusto de divertirse, una de las damas que lo afirmó, imponiéndome
de las mejoras que habían ido adquiriendo,
y con tanta seriedad hablaba, como si
fuese de la adquisición de una provincia. Su sencillez aunque parezca pueril
le he de dar aquí lugar, a causa que nos demuestra que donde quiera
que los hombres empiezan a prosperar se inclinan a divertirse».
«Los
bailes que en este pueblo naciente, dijo, hacían bulla hasta ahora siete u ocho
años, eran en casa de nuestro alcalde de Mar, o en la de Blas de Noria, carpintero, ambos naturales de Tenerife. Si en alguna
otra casa de más haberes se bailaba una contradanza, eran entre los sujetos
que bajaban de la villa y otros lugares cuya música consistente en algún violín y y guitarra también habían de traerla ellos.
Los hombres y las mujeres entraban de rondón a estos saraos sin convite
como en las aldeas. Cuando estaban llenas las sillas, se sentaban
promiscuamente en el suelo, permaneciendo con sus mantillas,
gorras y sombreros. El ponche del refresco lo servía una mujer trayendo
dos o tres vasos a la vez, el uso de los azafates empezó aquí el
año de 1803, por el proveedor de nuestra fiesta, quién dio su baile al
estilo de Tenerife, siéndole preciso poner una guardia armada a fin
que no subiese sino la gente de mayor decencia, y desde entonces fue
cesando el tosco uso de la tierra. También se oyó el primer For-te-pia en este
puerto, siendo uno de los tres o cuatro que apenas había
en la isla. Y desde aquella fecha estos naturales que son discretos, conocieron
el derecho que cada cual tiene gobernar su casa y de admitir o no, en ella.
Digno
de observar es, que así como los habitantes de la isla de Tenerife deben parte
de sus maneras y civilización al trato frecuente que desde muy antiguo han tenido con los extranjeros; la de Lanza-rote
debe mucha parte de la suya a los hijos de aquella que se fueron domiciliando en
ésta.
La
llaneza y rustiquez de las diversiones es notable. El pretexto regular de ellas
consite en celebrar algún santo, a quién hacen altar o enramada, v.g. a S. Marcial, patrono de la isla, S. Antonio, S. Juan, y luego
bailar; rematando regularmente estos festejos con sendas palizas
y heridos de gravedad. La extravagante pasión por esta especie de regocijos
es extraordinaria de un cabo de la isla a otro, sin que les retraiga
a estos los fuertes calores, ni terribles vientos». (J. Álvarez Rixo, 1982:100.110)
1806
Agosto 25. Soplaba
la brisa tan fuerte en Arrecife (Lanzarote) que le arrancó la mitra al patrono S". Ginés que iba en procesión, sin
embargo, ésta continuó y la mitra
la recogió y llevaba en la mano el carpintero Blas de Noria. (J.A. Álvarez Rixo, 1982:216-226)
Descendiente de una
ilustre familia chasnera, el personaje al que dedicamos este artículo fue uno
de los cuatro militares de mayor graduación nacidos en San Miguel de Abona en
el siglo XIX, pues desde simple soldado ascendió hasta alcanzar el empleo de
teniente de Granaderos, concediéndosele al final de su carrera el grado de
capitán de Milicias, con lo que continuaba una larga tradición familiar. Fue
además procurador síndico del Ayuntamiento, elector para las elecciones de
diputados a Cortes, propietario agrícola y décimo contribuyente del municipio.
Nació en el pago de La
Hoya de San Miguel de Abona el 27 de agosto de 1806, siendo hijo de don Tomás
de Aquino Hernández de Fuentes y de doña María Isabel Rodríguez Feo y Pérez,
naturales del mismo pueblo y vecinos de dicho pago. Tres días después fue
bautizado en la iglesia de San Miguel Arcángel por el cura rector propietario
don José Afonso de Armas; se le puso por nombre “Antonio Miguel” y
actuaron como padrinos don Miguel y doña María Petra Rodríguez Feo, tíos
maternos de la criatura…(Octavio Rodríguez Delgado, 2013)
*
Guayre
Adarguma Anez Ram n Yghasen.
[Nota:
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Igual en sentido ascendente.