EFEMERIDES CANARIAS

UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1800-1810 I

CAPÍTULO (II) -V-

 

 

1803. Es ascendido al puesto de comandante general de las fuerzas de ocupación españolas, suprema magistratura de los ocupantes en las Islas Canarias, el mariscal de campo, marqués de Casa Cagigal, quien había sido puesto en evidencia por supuesta cobardía o ineptitud en la guerra del Rosellón (España).

 

Acusado con frecuencia de egoísmo y de despilfarro, no obstante asumió su cargo con el deseo de ser útil al país. Cortés y fino, pero de un carácter irascible, muy pronto tuvo que enfrentarse aun pueblo inflamable.

 

1803. Bory St. Vincent:
Animales. Fuerteventura y Lanzarote

"Fuerteventura y Lanzarote tienen laderas risueñas y valles fértiles, pero ya hemos visto que, con El Hierro, son las más secas de Canarias. En ellas se hallan muchos lugares arenosos, favorables para la cría de camellos, muy comunes en las dos islas. Estos animales, que se desarrollan allí de maravilla, son utilizados en toda clase de trabajos. Se los ha transportado a las islas vecinas, especialmente a Tenerife, donde los he visto. Pertenecen al proveedor de víveres de la guarnición de Santa Cruz, que obtiene mucha economía con su servicio. Me han dicho que también los han llevado a Adeje. Además de estos preciosos animales domésticos, Fuerteventura y Lanzarote crían muchos y muy buenos caballos, originarios de Berbería, y excelentes mulos. Los burros crecen de una manera asombrosa, así como en Canaria. Se dice que en tiempos de la conquista eran tan numerosos que los españoles organizaban cacerías para destruirlos, porque se comían todo, y que en 1580 se mataron en Fuerteventura, en una sola, ciento cuarenta y seis.  Esta isla se llamaba Erbania cuando los europeos llegaron a ella."

Cap. IV, p. 203, Essais sur les Îles Fortunées et l’Atlantide ou Précis de l’histoire de l’Archipel des Canaries, Bory St. Vincent, Paris, 1803

1803. BORY DE SAINT-VINCENT, Jean-Baptiste-Geneviève-Marcellin: Essais sur les îles Fortunées et l'Antique Atlantide ou Précis de l'Historie  générale de l'Archipel  des Canaries, París, 1803.

 

Bory de Saint-Vincent, viajero, zoólogo y botánico (1780-1846) desembarcó, enfermo, en isla Mauricio el 25 de marzo de 1801. De regreso a Francia se detuvo en la Reunión —Bory es autor del primer mapa detallado de esta isla—y en distintas islas africanas, entre ellas  Santa Helena, de la que levantó un mapa y donde recogió una mariposa que Napoleón llamó Prométhée.

 

Permaneció en España durante la guerra de la Independencia y recorrió Andalucía con la misión de requisar las contribuciones. Durante su estancia en aquel país llevó a cabo importantes estudios topográficos que fueron incluidos en el mapa de España publicado por el Servicio Geográfico del Ejército. En Francia se hizo célebre en 1815 por su adhesión a Napoleón; al año siguiente, cuando fue expulsado de su patria, se estableció en Bruselas y fue uno de los redactores, junto con dos científicos belgas, Drapiez y Van Mons, de los Annales Générales des Sciences Physiques, donde publicó un artículo sobre el mocán y una excursión a Gran Canaria del conde de Poudenx20  (*Fragment  sur une excursion entreprise dans la Grande Canarie+ Bruselas, 1819, t. II, pp. 33-41). De regreso a Francia, en 1829, recibió el mando de una expedición científica a Morea. En 1830 fue ascendido a mariscal de campo y ese mismo año ocupó el cargo de jefe del Servicio Histórico del Ejército. Fue elegido por la Academia de Ciencias, junto con el ingeniero Cordier, para examinar el mapa de Tenerife que Berthelot había remitido a dicha institución.

 

Entre sus obras figuran diversos escritos políticos, así como numerosos trabajos sobre historia natural, entre ellos cerca de la mitad de los artículos que componen los 10 primeros volúmenes del Dictionnaire classique d'Histoire  naturelle (París, 1831, 17 vols.) —del que también era director y una de cuyas novedades era la utilización de un lenguaje especializado ausente de obras similares anteriores—y la parte de historia natural de la Enciclopedia de Diderot. A esto hay que sumar Mémoires  sur les Cent-Jours pour servir d'introduction  aux souvenirs de toute ma vie (Paris, H. Souverain, 1838), Guide du voyageur en Espagne (París, L. Janet,  1823) y L'Homme, essai zoologique  sur le genre humain (París, Rey et Gravier, 1827, 2 vols.) un estudio dedicado a Cuvier donde, sin embargo, se aleja de las tesis sostenidas por el antropólogo. Asimismo, junto con Dumont d'Urville,  se encargó de la parte botánica, cerca de 200 páginas, de la circunnavegación de La Coquille en 1822-1825.

 

Mantuvo una intensa correspondencia con Léon Dufour, así como con otros naturalistas, publicada por Ph. Lauzun en la Revue de l'Agenais entre 1903 y 1911 y que constituye un documento de innegable valor para el conocimiento de la incansable actividad del botánico. A modo de ejemplo mencionaremos el entusiasmo que transmite a Saint-Amans cuando tiene conocimiento de haber sido designado para la expedición de Baudin que, por otra parte, constituía su primera oportunidad de salir de Francia (1903: 315).

 

A la expedición de Baudin pertenecen los Essais sur les îles Fortunées  y el Voyage dans les quatre principales îles des mers d'Afrique.  Como su título indica, los Essais  abordan el estudio de las Islas Canarias, primera escala de la travesía. Conocedor de los escritos sobre el Archipiélago, Bory de Saint-Vincent fue uno de los viajeros que mayor interés demostró por estas tierras, ya que, según él mismo afirma, siempre le interesaron la historia, el comercio y las ciencias naturales de las Islas (1803: 3, 1804: 1), y los viajes en general. Así, al enterarse de que el Gobierno estaba preparando la campaña, utilizó la influencia de un pariente para conseguir formar parte de ella (1804: 1). El paso del tiempo no lograría acabar con su deseo de regresar al Archipiélago.

 

Este trabajo es un completo estudio sobre el Archipiélago canario en el que el autor aborda aspectos referentes a la conquista de las Islas, su historia natural, geografía, etnografía y mitología. El texto, que se apoya en las observaciones personales del naturalista y en la Historia de Canarias de José de Viera y Clavijo, se completa con dibujos efectuados por el propio Bory, si bien su principal aportación fue el catálogo de plantas canarias compuesto de 467 especies. Hay que recordar, igualmente, que los Essais constituyeron una obra de referencia para otros viajeros, entre ellos Humboldt.

 

El Voyage dans les quatre principales îles des mers d'Afrique  es la relación  del viaje hasta su desembarco, por la que recibió el título de miembro correspondiente del Instituto.

 

Otra faceta en la que destacó Bory fue en la cartografía, puesto que llevó a cabo valiosos trabajos topográficos de distintas partes del mundo.

 

Lleva su nombre un hibisco endémico de la Reunión, el hybiscus boryanus.

 

BORY DE SAINT-VINCENT, Jean-Baptiste-Geneviève-Marcellin:  Voyage dans les quatre principales îles des mers d'Afrique  fait par ordre du gouvernement,  pendant  les années neuf et dix de la République (1801 et 1802). Avec l'histoire de la traversée du Capitaine Baudin jusqu'au Port Louis de l'Ile Maurice. Par J.B.G.M. Bory de St. Vincent,  officier d'État Major; Naturaliste en chef sur la corvette Le Naturaliste,  dans l'expédition  de découvertes commandée par le capitaine Baudin, París, F. Buisson, año XIII (1804).

 

Las referencias a Canarias se encuentran en los capítulos I y II, pp. 14-81. Los antiguos habitantes, la historia natural o la descripción de las principales ciudades de la Isla son algunos de los aspectos abordados por el autor en estas páginas, que incluyen además dibujos realizados por el propio Bory.

 

MILBERT, Jacques-Gérard: Voyage pittoresque à l'île de France, au cap de Bonne- Espérance et à l'île de Ténériffe, avec un atlas et des vues pittoresques dessinnées sur les lieux et gravées en partie par l'auteur,  París,  1812, 2 vols.

 

Milbert (1766-1840), pintor y naturalista, viajó a Inglaterra después de concluir sus estudios en París. A su regreso a Francia trabajó como profesor de dibujo desde 1795 hasta 1800, cuando emprendió  el viaje a tierras australes. Gran amante de los viajes, no dudó en embarcarse en una aventura arriesgada que, sin embargo, debería abandonar muy pronto por problemas de salud en isla Mauricio. Durante el tiempo que permaneció en la isla, dos años, reunió y ordenó el material que daría lugar al texto de referencia.

 

En 1815 se trasladó a América del Norte con el encargo de realizar diversas observaciones de historia natural. Los nueve años que pasó lejos de su país le permitieron reunir y enviar unos 600 árboles, 300 especies de semillas nuevas, 700 muestras de minerales y fósiles, además de conchas, crustáceos e insectos.

 

De su estadía en Tenerife Milbert nos ofrece exhaustivas descripciones de Santa Cruz y La Laguna, así como de su historia natural y de la población del Archipiélago, que ocupan los tres primeros capítulos del Voyage (pp. 1-102). (Cristina González de Uriarte Marrón)

 

1810. PERON: Voyage de découvertes aux terres australes exécuté par ordre de Sa Majesté l'Empereur et Roi, sur les corvettes Le Géographe, Le Naturaliste et la Goëlette La Casuarina  pendant  les années 1800, 1801, 1802, 1803 et 1804. Publié par Décret impérial, sous le ministère  de M. de Champagny, et rédigé par M.F.  Péron, Naturaliste de l'Expédition,  Correspondant de l'Institut de France; de la Société de l'École de médecine de Paris, des Sociétés philomatique   et médicale de la même ville, París, Imprimerie Impériale, 1807-1816, 2 vols.

 

Al poco tiempo de entrar en el ejército, François Péron (1769-1810) perdió el ojo derecho y fue hecho prisionero, circunstancia que aprovechó para leer libros de historia y relatos de viajes. En París cursó estudios de medicina, zoología y anatomía comparada.

 

Un fracaso sentimental y la imposibilidad de reincorporarse al ejército le determinaron a viajar. Por aquel entonces se estaban ultimando los preparativos de la campaña a tierras australes y Péron solicitó su incorporación. Como las plazas de los científicos ya estaban cubiertas, comunicó a Jussieu, uno de los responsables de la elección de los naturalistas, su deseo de formar parte de la tripulación. Jussieu le aconsejó que preparara una memoria, que sería leída en el Institut, en la que expusiera las razones que le animaban a querer participar en la empresa. Finalmente, una vez obtenida la plaza de zoólogo y provisto de algunos libros e instrumentos, Péron embarcó en Le Géographe.

 

Algunas anécdotas acaecidas durante la escala en Timor son ilustrativas de la  fuerte personalidad del  naturalista. Así, ante  la  negativa del  capitán a proporcionarle alcohol, imprescindible para la conservación de los moluscos y los zoofitos que había recogido, Péron decidió, y convenció a otros compañeros para que le imitaran, privarse de la ración de bebida que le correspondía y destinarla a sus observaciones. En esta misma isla y en una ocasión diferente, Péron mató, junto con Lesueur, su colaborador y amigo, un cocodrilo cuyo esqueleto puede admirarse en el Muséum d'Histoire Naturelle de París.

 

La colección que entregó al Muséum estaba constituida, entre otras cosas, por 2.500 nuevas especies y 1.500 dibujos de Lesueur. Asimismo, Péron redactó diversos informes que leyó en el Institut, en el Muséum y en la Sociedad de Medicina.

 

En 1806 recibió el encargo de redactar la crónica de la navegación, que estaría ilustrada con los dibujos de Lesueur y Petit. Al año siguiente vio la luz el primer volumen, que salió acompañado de un atlas con 40 grabados que, en 1811, se completó con 14 grabados más. El segundo volumen de la parte histórica, concluido tras la muerte de Péron por Freycinet, fue publicado en 1816, un año después del contenido relativo a la navegación y a la geografía, obra, asimismo, de Freycinet.

 

Los estudiosos coinciden en destacar el buen trabajo realizado por el joven Péron, así como el carácter tendencioso de su relación, en la que el capitán no salió bien parado. Es conocida la enemistad encarnizada que el naturalista sentía por el marino, al que no mencionó ni una sola vez en su texto.

 

Perón, que había regresado enfermo de la campaña, tuvo que trasladarse a Niza por problemas de salud y murió en Cerilly, su localidad natal.

 

Las referencias a Canarias se encuentran en el capítulo II, pp. 12-24 y su contenido es el habitual: descripción de Tenerife y su gente.

 

PERON, François: Notes sur les Canaries et particulièrement sur Ténériffe. Manuscrito transcrito por Jacqueline Bonnemains, bibliotecaria del Museo de Historia Natural de El Havre [Museo de Historia Natural de El Havre, Col. Lesueur, ms. 14042].

 

El texto consta de once páginas manuscritas con diferentes apartados y escolios marginales. Los párrafos están numerados en rojo —de 1422 a 1447—por el propio Péron y hacen referencia a distintos aspectos de la Isla, tales como la defensa, las costumbres, la geología o el comercio, entre otros. (Cristina González de Uriarte Marrón)

1803. Al N.° 1 de este Cap0, se indica la obrita que con el título de La Vacuna o el Patriotismo Lanzaroteño, escribió el P. Fr. Bernardino de Acosta, la cual contiene la relación de las fiestas hechas con moti­vo del público regocijo que hubo la primera vez que se recibió y puso en planta aquí la vacunación. Son varias canciones en diversos metros alusivos al objeto con anotaciones historiales de la época; que demuestran, que los lanzaroteños entre quienes los pobladores del Arrecife figuraran mucho, tenían benéficos sentimientos; gratitud y aprecio por el interés que su soberano tomaba en su bien, que manifestaron a su modo, y discernimiento claro para comprender que esto era bueno; cuando en otras de nuestras islas tuvo sus contradicciones, efecto de ideas rancias y tercas. Y aunque con vista del M.S. original extracté la parte más substancial de este suceso ingiriéndolo en otra Memoria sobre viruelas, transcribiré ahora alguna otra circunstancia más, que sea peculiar al país de cuyo celo y costumbres tratamos.

 

Recibida por el cabildo de la isla de Lanzarote a fines del año 1803 la N. Orden e Instrucción haciendo conocer las ventajas de la vacuna, para que los subditos de la monarquía usasen de este mara­villoso preservativo, con los exhortes y estímulos del comte. general de la provincia marqués de Casa-Cajigal, anunciando hallarse ya di­cha vacuna en Sta. Cruz, el alcalde mayor Dn. Bartolomé de Torres envió a esta plaza cinco niños de la clase pobre, a fin que viniesen vacunados. Parece que el Cabildo no tenía fondos, ni para equipar los chicos, ni para honorario del médico, que debía acompañarlos y volverlos a traer de Tenerife; por lo que los S. S. beneficiados Dr. D. Antonio Cabrera, Dn. Domingo de la Cueva, el comisario del Sto. Oficio Dn. Josef Feo., su sobrino del mismo nombre ayudante de aquellas milicias y Dn. Carlos Ramírez contribuyeron al equipo y el I)1', en Medicina Dn. Pedro Suárez, persona de carácter excelente e instruida , natural de Cádiz, quiso emular a los naturales y fue gratis acompañado de Dn. Cristóbal de la Cueva, quiénes volvieron ya en el año 1804. Ahora seguiremos al Autor, p. 8 y 9.

 

«Al alborear del día dio fondo en el Puerto del Arrecife el buque que conducía los niños vacunados; tiró dos cañonazos, y otros dos al pasarlos a la lancha, los que fueron correspondidos con tres por la goleta nombrada «Bárbara» propia de D". José de Armas. Esta repi­tió el saludo al tiempo del desembarque, y cuando los chicos y con­curso transitaron frente a la casa de dicho Armas.

 

Es digno de elogio el júbilo que manifestaron los vecinos de di­cho puerto al ver llegar a los niños. Al primer cañonazo saltaron de sus camas el Ve. cura Dn. Francisco Acosta, el Alce. Rl. D". Lorenzo Cabrera, el Gobernador Dn. Luis Cabrera, el Subte. Dn. José de Ar­mas, Dn. Manuel Alvarez, Dn. José del Castillo, y otros muchos suje­tos de los principales, y mandaron una falúa para desembarcarlos; esperando en las primeras gradas del muelle, acompañados de un número tan grande del pueblo, que le ocupaba en toda su longitud. Allí los recibieron en sus brazos, hasta la carroza que para este efecto había hecho y adornado el referido D". José de Armas; en la cual pa­saron con tan lúcido acompañamiento a la parroquia: Y habiéndose cantando un Te Deum solemne, fueron llevados a la casa que les te­nían preparada y adornada con la mayor decencia los Sres. Dn. Ma­nuel Alvarez y Dn. Francisco Aguilar. En ella fueron mantenidos con todo regalo a costa de dichos Sres., y en especial de los repetidos Alce. Rl. Dn. José de Armas y Dn. Manuel Alvarez. Las Sras. de di­cho Puerto dieron pruebas a estos niños del cariño propio del sexo, y los acompañaron por las noches, formando bailes para divertirlos.

 

En la tarde del mismo día fijo su bandera con tres cañonazos el castillo de S. Gabriel, y después el de S. José, a las siete de la noche se vacunaron por el Dr. Dn. Pedro Suárez cinco niños...»

 

Para repetir los saludos que hacía la expresada goleta surta, corno el castillo, y el de Sta. Bárbara de la villa capital, a cada opera­ción con los muchachos de la vacuna, o cuando los condujeron del puerto a la citada villa, era preciso tener la cabeza tan atormentada de este inútil estruendo como la tenía el reverendo autor, y los mili­tares de entonces que sin duda parece que creían ser cosa eficaz para la operación; o lo más cierto, para con tal aparato adular al coman­dante general que también festejó por este estilo el arribo de la vacu­na.

 

Hasta aquí los particulares que atañen a. Arrecife, pero como la obrita que extractamos es ya tan rara, indicaremos algunos de los respectivos a la villa capital cuyos moradores mostraron no carecer de gusto y agradable entusiasmo para sus fiestas. Se adelantaron a re­cibir a los chicos en el coche del ausente brigadier de la Rl. Armada D". Rafael Clavijo. Hubo sus representaciones y alegorías; entre ellas salió en carroza la princesa Teguise con el blasón de la isla, seguida de parte de aquella milicia a congratularse con la llegada de la vacu­na a su imperio. Danzas, músicas luminarias, alameda artificial en la plaza de Sto. Domingo. Entre las muchas cancioncillas copiaré ésta.

Las cuatro partes del Orbe respirando están a placer; todo es gozo, todo gloria, todo dicha, todo bien, venid, llegad, volad, corred, mortales venid, oid, y atended, y de tanto gozo la causa sabréis.

(J. Álvarez Rixo, 1982:114-116)

 

1803. En molino de viento el barrio denominado El Lomo (Arrecife-Lanzarote), aconteció esta extraordinaria ocu­rrencia. Domingo «el guapo», criado de la casa de Armas, cierto día de viento fresco se acercó a una aspa inadvertidamente, la cual con uno de sus picos o extremos le atrapó por la montera que tenía pues­ta calada, o como ellos dicen de rebozo, y le dio tan grande vuelta por los aires que vino a caer al Charco de S". Ginés; es decir, a la dis­tancia de 500 a 600 varas. Por fortuna era pleamar y dicho charco estaba bien lleno.

 

Cayó el hombre al agua en la cual se sumergió, y la gente que miraba, acudió en un barquito acto continuo creyendo hallarle cadáver, quedándose maravillada, no sólo de que no le hubiese desnucado, pero que ni aún sufriese lesión alguna. Y puede decirse ya que el Puerto del Arrecife ha tenido su Aeronauta.

 

Algunos que creían ver en esto algo de milagro, por caer y sal­varse precisamente en el Charco de S. Ginés situado a espaldas de su parroquia, le preguntaron, que por quién había aclamado cuando iba por los aires? Pero ingenuamente contestaba, que por nadie, porque la rapidez del giro, lo llevaba fuera de sí. Otro que hubiese tenido in­terés en mantener credulidades, con decir, que se acordó del santo, le habría aumentado infinito prestigio. Para que se tenga idea de la ca­peruza puesta en actitud de rebozo, capaz de mantenerse tan firme que pudo sostener a su dueño. (J. Álvarez Rixo, 1982:75-76)

 

1803 abril 5. Pierre Marie Auguste Broussonnet (1761-1803)

 

Comisario de Relaciones Comerciales de Francia en las Islas Canarias [1800-1803]

De la estancia del comisario [1] Mr. Auguste Brussonnet en Tenerife da cuenta en su Diario don Juan Primo de la Guerra [2], con algunos significativos detalles que ponen de manifiesto que hubo entre ellos cierta amistad. La madre y hermanas del vizconde de Buen Paso apreciaban la buena educación de la mujer y las hijas del naturalista francés, quien desempeñó en las Islas, por un periodo de tres años, la comisión diplomática que le había sido encargada por el recientemente nombrado primer cónsul, Napoleón Bonaparte, el primero de mayo de 1800.

 

Mientras ejerció su cargo consular -en el que sustituyó al abate Pierre François Clerget- estuvo asistido por el subcomisario o vicecónsul Mr. Louis Gros, y a partir del día quince de octubre de 1802, en que cesó en el mismo, pasó Gros a ostentarlo en calidad de interino [3].

 

La familia Broussonnet tuvo casa en el puerto de Santa Cruz, en la que agasajaban a sus amigos isleños y a cualesquiera extranjeros cultos que visitaban el archipiélago [4]. Pero también la tuvieron de temporada en La Laguna, en el umbroso camino de San Diego. Es probable que alquilaran para tal efecto la que se encontraba en la hacienda conocida como El cercado del marqués, cuyo propietario lo era el del Sauzal y la Candia, edificio que aún se conserva y que es uno de los pocos de la ciudad, si no el único, que dispone de chimenea en el salón principal. Acaso este raro ejemplo de confort en una vivienda lagunera se deba a iniciativa de su antiguo inquilino, el ciudadano Broussonnet [5].

 

Poco se sabe de la labor de Broussonnet en las Islas y de sus cometidos diplomáticos no ajenos del todo al espionaje, si nos atenemos al contenido de la carta que escribió en 1802 al ministro de Relaciones Exteriores de la República, Charles Maurice de Talleyrand-Perigord, en la que le propone la anexión a Francia de la Isla de La Palma [6], adicta según su opinión a los intereses galos.

 

De su actividad como naturalista debemos suponer que herborizó en las islas -al menos en Tenerife y en La Palma- ya que ha quedado constancia del hecho de haber proporcionado a Bory de Saint Vincent una lista que sirvió a éste para redactar su catálogo, en el que se incluyen cuatrocientas sesenta y siete especies de plantas [7], y el propósito nunca realizado de publicar un estudio sobre los endemismos canarios.

 

También parece que asesoró a su amigo el marqués de Villanueva del Prado, don Alonso de Nava-Grimón, en su proyecto de creación de un jardín botánico [8].

 

El miércoles 5 de abril de 1803, en el transcurso de la Semana Santa, anota el vizconde en sus apuntes: Yo vine del Valle el dicho miércoles por la mañana. Cuando entraba en la ciudad salía de ella el comisario Mr. Augusto Broussonnet, acompañado de otro francés. He sabido que iba para el Puerto de La Orotava, de donde se embarcará con su familia en estos días para Inglaterra y que de allí pasará a Francia. Se dice que irá después al Cabo de Buena Esperanza, y que al hacer este viaje volverá a esta isla [9]. Seis meses habían transcurrido desde su cese.

 

Hemos hallado tres retratos de busto de Pierre Marie Auguste Broussonnet. Dos de ellos proceden de la misma plancha abierta al buril. Su autor, Ambroise Tardieu, se sirvió de una técnica conocida como grabado a los puntos para tallar el fondo del mismo. Son láminas similares, pero en una de ellas el retrato ha sido embutido en un óvalo, siguiendo la norma frecuente para aquellos que eran realizados con témpera u óleo en miniatura.

 

Tardieu, grabador y mercader de estampas, nació en París el dos de marzo de 1788 y falleció en la misma ciudad el 17 de enero de 1841. Hijo de Antoine François Tardieu l’Estrapade, recibió enseñanzas de su tío Pierre Alexandre Tardieu, ambos parientes y miembros de esta saga de artistas. Fue grabador geógrafo del Depósito de la Marina, del de las Fortificaciones y de la Administración de Puertos. Fue asimismo tratante de grabados, de cartas geográficas y librero. Grabó entre 1820 y 1828, numerosos retratos y editó, según E. Benezit [10], una colección de ochocientas efigies, imprescindible a la hora de consultar la iconografía de los personajes célebres de la República. Publicó también buenos atlas y una Galería de los uniformes de los guardias nacionales de Francia.

 

El tercero de estos retratos que representan a Auguste Broussonnet es una litografía obra del célebre Antoine Maurin [1793-1860], dibujante y litógrafo de quien ya hemos hecho mención en una entrega anterior [11]. Fue estampado después del fallecimiento del botánico en 1807 y forma parte de una Galería de Naturalistas.

(Carlos Gaviño de Franchy)  gavinodefranchyeditores@gmail.com

 

NOTAS

[1] Escribe Primo de la Guerra en su Diario, pp. 44-45: «10 de julio [de 1800] en el Valle de Guerra. […]. Quedaron en la casa de la ciudad mi hermana Teresa, acompañada de mí tía doña María de la Guerra, quienes han estado dos veces a vernos acompañadas de don Luis Gros, subcomisario de la República de Francia en estas Islas.

Este extranjero es natural de la Rochela; ha pasado algún tiempo en París, en donde casó; ha viajado por diversas provincias de la Francia y, con motivo de la guerra, ha salido a otros países confinantes. Por los años de 97 o 98 pasó a esta isla, habiendo a algunas leguas de aquí experimentado una fuerte tormenta la embarcación del capitán Baudin, a cuyo bordo venían algunos naturalistas que de orden del Gobierno iban a la isla de la Trinidad para hacer allí sus observaciones. En esta compañía venía el ciudadano Gros. Su introducción con el marqués de Villanueva del Prado le ofreció la proporción de permanecer en el país. A poco tiempo fue hecho vicecónsul de Francia, a cuyo empleo se le ha dado últimamente la denominación de subcomisario, siendo comisario el que antes se llamaba cónsul, que lo es en el día, el ciudadano Broussonnet».


[2] Juan PRIMO DE LA GUERRA: Diario I [1800-1807]. Edición e introducción por Leopoldo de La Rosa Olivera. Aula de Cultura de Tenerife. Biblioteca de Autores Canarios. Madrid. 1976.


[3] Pierre Marie Auguste Broussonnet nació el 19 de enero de 1761 en Montpellier, hijo de François Broussonnet [1722-1792] médico de profesión, y naturalista aficionado. Su inclinación al estudio de la naturaleza se debe a la influencia sobre él ejercida por su padre y por un amigo de éste, Antoine Gouan [1733-1821], amante también de las ciencias naturales.

En 1779 obtiene el doctorado en Medicina en la prestigiosa Universidad ubicada en su localidad natal, al tiempo que presenta su primera memoria dedicada al estudio de los peces.

En 1780 se instala en Londres y traba contacto con varios de los más ilustres naturalistas establecidos en Inglaterra: Sir Joseph Banks [1743-1820], Johann Reinhold Foster [1729-1798], Daniel Solander [1733-1782], Alexander Dalrymple [1737-1808], Anders Sparrman [1748-1820], John Sibthorp [1758-1796] y James Edward Smith [17859-1828].

En 1781 ingresa Broussonnet en la Royal Society con el apoyo de Sir Joseph Banks y publica la primera parte de un trabajo sobre los peces, Ichthyologiae Decas I, basado en los especimenes que le había comunicado su protector. En 1782 vuelve a París y lleva con él un pie de Ginkgo biloba, el primero de que se tiene noticia en Francia.

En 1785 es admitido en la Academia de Ciencias.

En 1789 es nombrado miembro de la Asamblea legislativa por el partido de los Girondinos, y fue luego proscrito y exilado, pasando a España, Portugal y Marruecos, países en los que prosiguió sus estudios de Historia Natural. De vuelta a Francia durante el Consulado, fue nombrado cónsul en Mogador y, posteriormente, en las Islas Canarias.

Tras su estancia en las islas ejerció como profesor de Botánica en Montpellier, ciudad en la que falleció el 27 de julio de 1807.

Broussonnet fue el primero en aplicar a la zoología el sistema de nomenclatura y de clasificación de Linneo.

Vide, M. N. BOUILLET: Dictionnaire universel d’histoire et de géographie. Librairie de L. Hachette et c. París. 1867.


[4] Martes 15, [de julio de 1800] en La Laguna. Ayer mañana, bien temprano, salió del Valle el ciudadano Gros, quien en la tarde anterior había llegado acompañando a mi tía y a mi hermana Teresa. Vino a la ciudad y de aquí bajó a Santa Cruz para asistir a un convite que dio el comisario Broussonnet, por día en que celebran los franceses el establecimiento o constitución de su República». Op. cit., p. 46.


[5] […]. Mis hermanas fueron con la marquesa de Villanueva y la del comisario de Francia, el ciudadano Broussonnet, quien actualmente se halla en la casa de un cercado que posee el marqués del Sauzal, situado en el propio camino de San Diego. Mi hermana me escribe de la buena sociedad de las damas de Broussonnet y que su hija cantó. […].». Op. cit., p. 121.


[6] Antonio RUIZ ÁLVAREZ:«La isla de La Palma en 1802. Informe del cónsul francés Augusto Broussonnet a Talleyrand». Revista de Historia Canaria. Tomo XXVI, pp.100-111. La Laguna de Tenerife. 1960.


[7] Carlos GAVIÑO DE FRANCHY: «Galería canaria de retratos. Bory de Saint Vincent». El Museo Canario. Noticias. Número 11, pp. 26-29. Las Palmas de Gran Canaria. 2004.


[8] Miércoles 6 de octubre [de 1802], en el Valle. […]. He leído en estos días y espero aún el cuarto volumen de una obra recientemente publicada en Francia con el título de Los Misterios de Udolfo. Es una novela moral cuyos hechos se atribuyen al siglo XV. Se dice que es obra de la condesa de Genlis y pertenece al comisario Broussonnet. Mi hermana me da noticia en 2 del corriente de haber entrado en Santa Cruz algunas embarcaciones de guerra holandesas cuyo destino es el Cabo de Buena Esperanza, a encargarse de aquellas posesiones que les devuelve la Inglaterra a el gobernador. Algunas damas y otras personas de esta expedición han subido a La Laguna y han estado en casa de Nava y en su jardín por recomendación de Brousssonnet.[…]».
Op. cit., pp. 134-135.


[9] Op. cit., pp. 174.


[10] E. BENEZIT: Dictionnaire critique et documentaire des peintres, sculpteurs, dessinateurs et graveurs …Librería Gründ.
París. 1976.


[11] Carlos Gaviño DE FRANCHY: « Galería canaria de retratos. Dumont d’Urville». El Museo Canario. Noticias. Número 16, pp. 32-35. Las Palmas de Gran Canaria. 2006.

1883 octubre 15. La escritora británica Olivia Stone, acompañada de su marido, llegó a Canarias en septiembre de 1883 con la intención de recorrer las siete islas y contar sus experiencias y observaciones en un libro, que sería publicado en el año 1887 con el llamativo título de Tenerife y sus seis satélites. Por su amenidad narrativa, el encanto de la prosa, la incesante curiosidad de su autora y, sobre todo, la inmensa cantidad de información que acumula en sus dos volúmenes de alrededor de mil páginas, la obra de Stone ocupa un lugar privilegiado dentro de la riquísima literatura de viajes que existe sobre Canarias.

Olivia Stone preparó con todo detalle su viaje a las islas y para ello realizó detenidas consultas en la biblioteca del Museo Británico, donde manejó toda la documentación disponible sobre Canarias. Estos estudios preliminares le permitieron incluso formarse opiniones sobre determinados aspectos antropológicos y arqueológicos de los aborígenes y contrastar distinta información.

Antes de llegar a Canarias, Stone se había procurado una serie de contactos importantes en Santa Cruz de Tenerife, La Laguna, Santa Cruz de La Palma y Las Palmas, que le valieron cartas de presentación dirigidas a diversas personalidades de las siete islas, logrando de ese modo hilvanar su viaje y plasmar posteriormente sus impresiones en un denso libro, del que el Cabildo de Gran Canaria publicó en 1995 una edición en dos volúmenes, con magnífica traducción de Juan S. Amador Bedford.

Olivia Stone y su esposo estuvieron en Los Sauces los días 14 y 15 de octubre de 1883 -el libro sería publicado en inglés en 1887- causándole una grata impresión su primera visión del pueblo:

“Subimos caminando por una colina hasta un caserío llamado Los Lomitos, donde hay un molino de agua y desde donde se tiene una vista muy bonita del pueblo, y desde allí contemplamos, abajo, la plaza de Montserrat, de la que están muy orgullosos los habitantes. Es una plaza muy elegante para un lugar tan pequeño. A un lado se encuentra la iglesia y al otro un jardín público, que está en obras pero que promete mucho y que, desde luego, es un magnífico proyecto. A la izquierda de Los Sauces se encuentra una colina con el terreno dispuesto en bancales y a la derecha un magnífico drago, cerca de una casa grande que pertenece al tío de la esposa de don Manuel. Abundan los árboles verdes que añaden belleza al pueblo, y el aspecto general queda realzado por el mar azul al fondo. Los Sauces está situado a 800 pies sobre el nivel del mar”.

La iglesia de Nuestra Señora de Montserrat “se parece mucho a las iglesias de otras partes con su techo artesonado, aunque tiene un piso nuevo de tea. El piso del presbiterio es de losetas rojas y amarillas, y un órgano pequeño, que parece un armario, ocupa un lateral. En una capilla nos llamó mucho la atención ver colgadas, alrededor de una columna, algunas pequeñas figuras de cera y modelos en miniatura de miembros y otras partes del cuerpo humano. Nos explicaron que los traían aquellos que buscaban el remedio de una enfermedad o la curación de una dolencia ajena y que, al mismo tiempo, hacían un voto o promesa, que cumplían si su petición era escuchada”.

Durante su estancia visitó un molino de gofio movido por agua, donde se encontró “un par de bonitas muchachas, luciendo la típica gorra azul y roja que, colocada sobre un lado de la cabeza, imparte un aspecto tan garboso, están esperando a que termine de moler su maíz para llevárselo”.

“Aunque el interior del molino no es muy diferente del interior de los molinos de viento -escribe-, no obstante vale la pena señalar que es el agua, y no el viento, la que proporciona la fuerza motriz. Este artículo tan escaso e indispensable es aquí tan abundante realmente que puede desperdiciarse en hacer girar un molino y en regar los árboles de la plaza de abajo. Desde luego, Los Sauces debe sentirse muy orgullosa y agradecida por su abundante suministro de agua”.

 “Abandonando el molino, subimos algunos escalones altos hasta la acequia que hay afuera y que transporta el agua hasta la rueda. Como de costumbre, han colocado una cruz en la parte alta, a 250 pies sobre el pueblo. Desde aquí se obtiene una bonita vista de muchas de las casas de los alrededores, aunque el pueblo permanezca oculto tras un promontorio de la colina. Hay campos completamente cubiertos de cebollas, que crecen abundantemente y, como están cerca de La Ciudad, las llevan fácilmente hasta allí para su exportación”.

“Después fuimos a ver el drago, un magnífico ejemplar situado detrás mismo de la alta pared de un jardín. El camino por fuera está pavimentado con piedras de todas clases y tamaños y mientras nos preparábamos para sacar una fotografía del árbol, unos niños, chicos y chicas, descalzos, de piel oscura y curiosos, se subieron a la acera y también salieron en ella”.

Cuando regresaban al pueblo, al pasar por una calle escucharon “una música extraña y acompasada que se acercaba a nosotros. Dirigiendo nuestra mirada hacia donde venía, nos encontramos con un entierro. Cuatro muchachos pequeños, vestidos de gris, transportaban un diminuto ataúd suspendido de unas cuerdas. Detrás de ellos venían dos acólitos y, después, un hombre que portaba una cruz, seguido por dos sacerdotes. A continuación venía la banda, formada por trompetas, tambor, platillos y timbales. Tocaban un tipo de marcha llamada marcha fúnebre. Tenía un sonido tan extraño que más tarde pedí la partitura [La aurora marcha] que el director de la banda me regaló muy amablemente”.

“Los músicos tenían una forma muy peculiar de apoyarse sobre la punta de cada pie al marchar, siguiendo el compás de la música. Era como si dieran el paso al primer y tercer compás y descansaran la punta del otro pie, sobre el suelo, al segundo y al cuarto. Seguimos a la procesión hasta el cementerio. El sacerdote no dijo mucho junto a la tumba, y lo que dijo lo dijo de forma muy superficial. Me hicieron sitio al verme detrás y me obligaron a acercarme a la tumba. El cadáver estaba tapado. Era de una niña pequeña, de unos dos años de edad, quizás. Estaba vestida con muselina blanca y cintas de color rosa. La pálida piel bronceada y el pelo oscuro contrastaban dolorosamente con la expresión inánime e infeliz de los labios. Me resultó chocante. Normalmente cuando un niño muere tiene un aspecto muy apacible. Arrojaron un poco de cal viva sobre el cadáver y dentro de la tumba, volvieron a colocar la tapa del ataúd, lo cubrieron con varias palas de tierra, lo más rápidamente posible, y todos se apresuraron a abandonar aquel lugar. El cementerio es pequeño, tapiado por muros altos y con una puerta de entrada; un lugar demasiado desolado y triste para dejar a una persona amada, aún cuando ya sólo sea polvo”.

 “Debo decir que los asistentes al entierro -excepto los más señalados- parecían mucho más interesados en nosotros que en la ceremonia que acababan de oficiar. El hecho de que ninguno de los familiares directos asista a un entierro hace que los últimos ritos para los muertos se lleven a cabo, al menos así lo perciben los espectadores, de forma insensible. Me dijeron en La Palma que el tocar música en los entierros, y esta marcha en especial, era algo normal en todas las islas. Como la experiencia me ha enseñado a no fiarme de lo que los habitantes de una isla dicen sobre otra, pregunté posteriormente, tanto en Tenerife como en Gran Canaria, si era verdad y me informaron en Gran Canaria que a veces se acompañan los entierros con música, si pagaban para que la banda tocase, pero que aquella marcha en particular y la forma de desfilar de los músicos que vimos en La Palma eran desconocidos. Así que podemos considerarla como característica de esta isla”.

El barranco de La Herradura es “una garganta bastante atractiva, con agua y árboles”. Siguieron su camino en dirección hacia el mar y “bajamos caminando por sus riberas una corta distancia hasta que divisamos el faro. Es una construcción bastante moderna y, evidentemente, se considera uno de los puntos de interés de La Palma. Nos interesaba más la gente que el faro, así que no quisimos desperdiciar nuestro tiempo viéndolo. Hay sólo tres hombres a cargo del faro”.

De regreso a Los Sauces, los Stone visitaron la casa de José Francisco Martín Hernández “para contemplar el paisaje desde sus ventanas. Aquella buena gente se alegró mucho cuando sacamos una fotografía del paisaje. Nos ofrecieron un excelente vino tinto de la isla. La casa era nueva y los dueños, unos jóvenes esposos con un par de niños, uno de los cuales, Adela Martín y González, era una linda pequeñita de año y medio. La vista que consideraban como la mejor era la de una calle larga que atravesaba el pueblo, que subía por la ladera, con un fondo de verdes colinas y montañas, por la que habíamos bajado el día anterior a caballo”.

Como recuerdo de su visita le regalaron un trozo de sauce, que Stone clasifica como perteneciente a la variedad salix canariensis, lo que evidencia sus conocimientos de botánica. “Las varas las usan los cesteros y los barrileros. También nos dieron otras dos plantas, mirabilis salappa y datura metel; ésta última, cuando se fuma en pipa o cigarrillo, sirve para curar el asma”.

Pendientes de su regreso a Santa Cruz de La Palma, cuyo viaje “solamente nos ocuparía unas pocas horas y como, cuando el vapor atracase, tenía que descargar y volver a cargar, tendríamos tiempo suficiente para llegar a la ciudad tras divisarlo”, se pusieron a disposición de su anfitrión.

“Partimos al mediodía. Formábamos una caravana bastante larga ya que, además de nuestros tres caballos, nos acompañaban don Manuel y unos caballeros jinetes. Don Manuel montaba un caballo que nunca había sido herrado y tenía entonces acaso ocho años de edad, con cascos duros y bien formados”.

Camino de la capital palmera, la primera parada la hicieron en la histórica villa de San Andrés. “Es realmente el puerto de Los Sauces, y que prácticamente es parte de éste. Es un lugar mucho más antiguo que Los Sauces pero como, por desgracia, no posee agua sino que tiene abastecerse del barranco, está decayendo ante su rival más joven y más próspero. San Andrés es famoso porque posee la iglesia más antigua de La Palma. La visita mucha gente procedente de todos los puntos de la isla, que viene a que la cure el Gran Poder de Dios, favor que concede a los que visitan la iglesia. Como en los sauces, aquí también hay muñecas vestidas y figuras de cera colgadas alrededor de una columna particular”.

“El piso de la iglesia es de ladrillos rojos y blancos, colocados entre trozos oblongos de madera. También nos mostraron unas imágenes talladas de san Juan y de la Magdalena y una talla, de tamaño real, de un Cristo yaciente, en una caja de madera: “El Cristo muerto” lo llamaban. Sólo alcanzamos a oir la palabra “muerto” y, cuando vimos la caja, pensamos que nos iban a mostrar un cadáver o una momia. Estas imágenes fueron todas hechas y regaladas a esta iglesia por un hijo de la Ciudad. Fuera, en el patio de la iglesia, crece el eucalipto, curativo y aromático. Cerca de la iglesia se encuentran las ruinas del convento de la Piedad. Su último monje, San Francisco (sic.), murió alrededor de 1867″.

Cuando llegó el momento de continuar su viaje, “descendemos al barranco de San Juan y llegamos al mar en la desembocadura de la garganta. El barranco es escarpado y yermo, con fachadas muy empinadas donde sólo crece el cardón. Desde Los Sauces hasta la capital el terreno está cortado por una serie de barrancos. Afortunadamente, no son, en general, muy profundos; no son inmensos como la mayoría de los que existen entre Guía y Adeje, en el sur de Tenerife. El segundo era el de La Galga, cuya bajada era bastante mala. Había rocas en el fondo formando montículos y en las cuevas de cada lado se refugiaban las ovejas. Al subir por el otro lado descubrimos una cueva habitada”.

“Nuestros tres amigos españoles desmontaron porque no les gustaba la bajada y se sorprendieron bastante al ver que nosotros seguíamos sobre nuestros animales. No podían imaginar los malos caminos que habíamos recientemente conocido, y nosotros, a la vez, nos asombramos de su miedo, aunque pocos de los caballeros de aquí conocen las islas, salvo su municipio. Aunque son menos los que saben algo de otra isla, que no sea la suya. Solían decirnos con frecuencia que sabíamos mucho más acerca del archipiélago que cualquier habitante de las islas. Comprobamos que la profundidad, o más bien la altura, de este barranco, en el lado sur era de 400 pies. A lo lejos, detrás de nosotros, podamos ver Los Sauces y San Andrés”. (Juan Carlos Díaz Lorenzo, 2007)

 

* Guayre Adarguma Anez Ram n Yghasen.

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