EFEMERIDES
CANARIAS
UNA
HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO
COLONIAL, DÉCADA 1771-1780
CAPÍTULO
I-VIII
Guayre
Adarguma *
1778.
En Gáldar la secta católica construye un nuevo templo para sus ritos. El
anterior había estado ubicado en el Palacio de los Guartemes.
1778.
El año de la liberalización del comercio con América no fue óptimo para el
puerto de Añazu n Chinet (Santa Cruz), único puerto de la colonia canaria
habilitado para llevar productos exclusivamente de las islas a los mercados
americanos.
1778.
El Teniente del Rey, D. Matías de Gálvez, pasó desde Chinech (Tenerife) a
Honduras con el fin de fundar la nueva ciudad de Guatemala, dejando el encargo
que tenía de cuidar la recluta para
1778. En la Punta del Guindaste en Puerto Mequínez n chinet (Puerto de la
Cruz, Tenerife) se hundió un bajel Europeo. Por los años 1870, aún se veían
algunos cañones en el pecio.
1778.
Encontramos dos denuncias a franceses por masones. El juicio no se pudo llevar a
cabo porque ambos se embarcaron y huyeron. Aunque no parezca aportar mucho este
dato creemos interesante incluirlo como una muestra más del movimiento masónico
francés en el Puerto Mequínez o de la Cruz en la isla de Chinet (Tenerife)
1778.
Añazu n Chinech (Santa Cruz de Tenerife) era uno de los pocos puertos
coloniales españoles autorizados a
comerciar directamente con las Indias y habilitados para el comercio exterior
aunque a costa del tributo de sangre. Esta situación, que compartía con
algunos puertos canarios más, sobrevivió a las inquietudes y zozobras de las
guerras napoleónicas en la Metrópoli y duró hasta 1818. El año de la
liberalización del comercio de la colonia de Canarias con las de América no
fue óptimo para el puerto de Añazu n Chinet (Santa Cruz de Tenerife), único
puerto de las islas habilitado para llevar productos exclusivamente de la
colonia de Canarias a los mercados indianos. El puerto que más cargó fue el de
Cádiz (España), con 63 buques despachados; con un valor de las mercancías
españolas de más de trece millones de reales; de las extranjeras, cerca de
treinta y siete millones y los derechos abonados, algo más de dos millones y
medio de reales. El último de la lista (La Coruña, Barcelona, Málaga y
Santander, en España), es el de Añazu n Chinet (Santa Cruz de Tenerife): sólo
nueve buques, un poco más del millón doscientos mil reales por el valor de los
productos isleños y cerca de setenta mil reales, los derechos abonados. En el
tráfico atlántico en el s.XVIII, Añazu (Santa Cruz) es puerto dador y
receptor de migraciones externas e internas: hacia las colonia de América, la
primera, y desde las islas de Titoreygatra (Lanzarote), Erbania (Fuerteventura)
y Esero (El Hierro), la segunda, por el hambre acuciante impuesta por
prolongadas sequías y el abandono de la metrópoli. Muchos de esos isleños
retornarán a sus lugares de procedencia, si bien la mayoría o busca el escape
de la milicia-colono en Puerto Rico, Santo Domingo, Tejas, y La Luisiana, o
aumenta la población, siguiendo el mismo procedimiento de otras familias de
aquellas islas.
1778.
El Rey de la potencia
colonizadora Carlos III ordenó que se construyese un castillo en el Puerto de
Arrecife, en Titoregatrahacia (Lanzarote) en su extremo norte, y que dominara el
refugio de Puerto de Naos, entre las bocas de San José y del Perejil, años atrás
atacado por los corsarios ingleses Lord Anson y Hawque con el propósito de
apresar las embarcaciones que habitualmente invernaban allí. Hubo duelo de
artillería con el castillo de San Gabriel, que domina el Arrecife principal y
cuyos fuegos se apagaron dos veces. Un piquete de cien marinos desembarcó por
la cala de Los Mármoles y los isleños, empleando a los camellos con tanques,
destrozaron aquellas fuerzas inglesas. Pero desembarcados nuevos refuerzos, la
suerte de los dromedarios resultó un descalabro, pues las bestias heridas y
asustadas por la artillería se revolvieron contra sus conductores, a quienes
atacaron a mordiscos, estando a punto de ocurrir una verdadera catástrofe. Los
ingleses, al no ver las embarcaciones que buscaban, y que suponían abrigadas en
la cala de Puerto de Naos, reembarcaron su destacamento y se fueron por donde
habían venido. Por la escasez de alimento y la miseria de ese año se denominó
al Castillo de San José, la Fortaleza del Hambre situada sobre un cantil de
unos
1778.
Familias canarias fueron las fundadoras de las ciudades de Galveston y
Valenzuela, en el estado de Texas. En la zona de La Louisiana y gracias a la
llegada de canarios, ésta comienza un período de crecimiento que antes no
conoció. Los colonos recién llegados se establecieron en lo que hoy se conoce
como la parroquia de San Bernardo, en la Terre Aux Boeufs, entendiendo la
parroquia como un distrito político, que se correspondería al condado o county
de los norteamericanos, enclavada al sur de Nueva Orleans, popularmente conocida
como isla de Delacroix. Se encontraron en este sitio con un cierto número de
plantaciones francesas que se remontaban a la época en que La Louisiana
pertenecía a Francia, población foránea que iba adquiriendo mayor influencia
y cantidad y en la que el clero religioso francés ejerció su influencia desde
este año de 1778 hasta 1787, aunque ésta continuó esporádicamente a lo largo
del siglo XIX.
1778.
Dos hechos, de distinto origen, van a
permitir un franco desahogo de la economía canaria durante el último cuarto
del XVIII. Por una parte, la proclamación del libre comercio con las Indias en
1778 y, por otra, la apertura del mercado americano a la exportación vitícola.
Mayor amplitud de las actividades comerciales, pero también una mayor
competencia, genera el primer fenómeno. Mientras el malvasía se circunscribe
casi únicamente a la farmacopea, los vinos vidueños ganarán en volumen. Las
guerras de fin de siglo y algunas calamidades interiores, evitaron una época de
prosperidad y la acumulación consiguiente de capitales.
Al
independizarse las colonias británicas de América del Norte, los recién
nacidos Estados pasan muy pronto a recibir nuestros vinos en grandes remesas.
Inopinadamente, se presentaba el premio por tantos inútiles recursos. y aunque
repertorios tan importantes como el de Gómez del Campillo no mencionen uno
siquiera referente a dicho tráfico, don Juan Cólogan reconocía desde Londres,
en carta del 17 de abril de
La
vid tornó a extenderse y se pasa de los 30 y 36 pesos de antes de la guerra, al
doble de esta cantidad en las cotizaciones.
Las
cifras de producción que Lorenzo Cáceres pudo reunir de los múltiples
viajeros que recorren Canarias en esa época, pese a las fuertes oscilaciones
que patentizan, denotan claramente una coyuntura expansiva.
Ese
mismo mercado estadounidense es el que impide la contracción de las
exportaciones durante las guerras napoleónicas. Para la primera mitad del XIX,
debemos a Diston una significativa secuencia de precios, y a ella recurrimos por
carecer de series actuales: de los 37 pesos por pipa de 1799, se alcanza un máximo
de 74, 84 y 80 pesos, respectivamente, en el trienio 1811-1813, para caer de
Las
plagas de oidium a partir de 1852 y mildiu en 1878, terminan casi con los viñedos
canarios. Prácticamente, la producción queda restringida al consumo local. Los
caldos de Tacoronte, en Tenerife, del Monte Lentiscal, en Gran Canaria, o los
malvasías de Lanzarote, mantienen aún la buena acogida de los isleños, pero
desde aquellas fechas el vino dejó de ser lo que fue. (Antonio Bethencourt
Massieu, en: Millares Torres, 1997:145-6)
1778.
Con autorización del gobierno de la
metrópoli salieron de los puertos
de estas islas varias expediciones con objeto de poblar la Luisiana,
recientemente cedida a España, en cuyas lejanas costas fueron a establecerse más
de cuatro mil isleños llevando allá nuetros usos y costumbres. Entretanto, y
bajo la celosa inspección del general, se recogieron en Winiwuada (Las Palmas)
todos los cañones inútiles y se artillaron los castillos con nuevas piezas de
12, 18 y 24, unas de bronce y otras de hierro. Antes de dejar el mando esta
autoridad colonial consiguió que la cuestión de la moneda quedase
resuelta, desapareciendo de la circulación los reales bambas de buena o de mala
ley que todavía eran admitidos en los cambios públicos. (A.
Millares T. 1977)
1778.
Se llevó acabo una renovación
general de la artillería en los principales castillos de la isla de Gran
Canaria, depositándose los cañones inútiles en el Castillo del Rey, como
chatarra, y en ese mismo año se renovó la mazmorra en el castillo de la Luz.
1778.
El puerto de Santa Cruz heredaba del siglo XVIII una situación legal
relativamente buena. Desde 1778 era uno de los pocos puertos del Estado español
autorizados a comerciar directamente con las Indias y habilitados para el
comercio exterior. Esta situación, que compartía con algunos puertos de la
colonia Canaria, sobrevivió a las inquietudes y zozobras de las guerras napoleónicas
en Europa y duró hasta 1818. De repente, en 16 de febrero de 1818, el gobierno
absolutista de Fernando VII en la metrópoli decretó el cierre de los puertos
de la colonia de Canarias que no estaban habilitados en 1808 para comerciar con
el extranjero. El de Añazu (Santa Cruz) no entraba en esta categoría; y al
serle comunicada la real orden por la intendencia de Canarias, el ayuntamiento
representó en este sentido, pidiendo se declarase su puerto depósito de
manufacturas extranjeras de lícito comercio, valiéndose para ello del
precedente de la real orden de 30 de marzo de aquel mismo año, que habían
conseguido los puertos de La Coruña, Santander, Alicante y Cádiz en España,
que se hallaban en la misma situación. Su solicitud, informada favorablemente
por el comisionado regio Felipe de Sierra Pambley, fue examinada con la
acostumbrada lentitud administrativa y tuvo por efecto la real orden de la metrópoli
de 9 de noviembre de 1820, que le concedía la gracia de puerto de depósito de
segunda clase. Esta gracia no pareció suficiente.
Envalentonado
por este primer éxito, y posiblemente todavía más por el retorno a la situación
constitucional de 1813, el ayuntamiento solicitó en 1821 el título de primera
clase que le fue concedido. Era un regalo que recibía Añazu (Santa Cruz) del
gobierno liberal de la metrópoli, por mano de José Murphy; pero los regalos de
los liberales eran más bien peligrosos. Este duró tanto como el régimen
constitucional. Al volver el absolutismo, el puerto de Añazu (Santa Cruz) no sólo
perdió su categoría de puerto de primera clase, sino que lo más probable es
que se quedó también sin el depósito de segunda, que le había regalado el
rey español. En efecto, el absolutismo anuló todo cuanto había innovado el
liberalismo constitucional y en aquel naufragio es de sospechar que el
ayuntamiento no se atrevió a levantar la voz, siquiera para defender lo que era
legítimo desde el mismo punto de vista de los absolutistas. El hecho es que sólo
en 1834 se consideró oportuno volver a solicitar la declaración de puerto de
depósito y que, al hacerlo, no se mencionan por nada títulos o derechos
antiguos. Incluso hubo encuesta, hecha por mediación del intendente, para saber
si eran útiles e interesantes el comercio directo con las Indias y el puerto de
depósito. La verdad es que no lo eran tanto como lo habían sido, pero seguían
siendo el único pulmón de la economía colonial insular. (Cioranescu)
1778 Marzo 3. Primer
carnaval añazero (tinerfeño) documentado. La
historia primigenia del carnaval pasa ciertamente por las bacanales, las
saturnalias y las lupercales del Imperio Romano, pero probablemente es muy
anterior a estas festividades y se lo vincula con las fiestas dionisíacas
griegas y las fiestas egipcias de Apis e Isis. Precisamente por tener
estas connotaciones, - aunque algunos historiadores encuentran los orígenes del
Carnaval en la antigua Sumeria o en las fiestas en honor del buey Apis en Egipto
-, parece demostrado que su celebración tiene su origen en Roma, en las
celebraciones de las “lupercalias”, - en honor del dios Pan -, las
“saturnalias”, - en honor a Saturno, dios de la siembra y la cosecha -, y de
las “bacanales”, - en honor a Baco, dios del vino -; unas fiestas que despedían
el riguroso invierno y daban la bienvenida al año nuevo. De hecho, la palabra
“carnaval” parece provenir de “carrus navalis” (carro naval) que
llamaban los romanos al barco sobre ruedas que transportaba en las bacanales, a
modo de carroza, al sacerdote de Baco, entre los cánticos que protagonizaban
personas disfrazadas de sátiros.
Las
máscaras y los antifaces son, sin duda, reminiscencias de aquellas fiestas
“paganas”, las últimas de las cuales se fueron extinguiendo con el
hundimiento de Roma y de Bizancio, pero resurgieron en la Edad Media, a medida
que la Iglesia católica tornaba más duros los sacrificios de la Cuaresma.
Fueron los invasores
colonos europeos de las Islas quienes, llegados a Chinet (Tenerife) a finales
del s. XV, trajeron tradiciones ligadas con las fiestas del Carnaval, que se
celebraban también en todos los dominios de las coronas castellano-aragonés.
Sin embargo, consta que las familias de colonos pudientes de las islas, según
testimonio de escritores y viajeros de la época, acostumbraban en el s. XVIII,
a celebrar bailes y fiestas a los que invitaban a viajeros distinguidos. El
pueblo también celebraba los carnavales, aunque las autoridades civiles y
eclesiásticas coloniales no aprobaban estas diversiones, por lo que se prohibían
los bailes y bromas de las máscaras en las vías públicas. El 8 de febrero de
1782 el Alcalde de Añazu n Chinet (Santa Cruz de Tenerife) prohíbe durante el
Carnaval, el uso de máscaras que puedan inducir a la confusión de sexos.
Los
antecedentes de las máscaras del Carnaval eran las denominadas tapadas de Añazu
(Santa Cruz), quienes iban a la fiesta de la Calle del Pilar con sus rostros
cubiertos. Tras la caída de la Segunda República y el comienzo de la Guerra
Civil de los españoles (1936-1939), se veta el Carnaval hasta la década de los
setenta. A partir de 1945, los añazeros (tinerfeños) comienzan a celebrar el
Carnaval de forma clandestina en sus casas, aunque tanto las autoridades civiles
como el Clero coloniales siguen prohibiendo su celebración. En 1965 las
autoridades coloniales acordaron
solicitar a la metrópoli que las Fiestas de Invierno, como antes se denominaba
a los carnavales, fuesen declaradas de interés turístico, por lo que dos años
más tarde, en 1967, el Carnaval se convirtió en Fiesta de Interés Turístico
Nacional Español. Anteriormente, ya había habido intentos de dar una mayor
relevancia a la fiesta chicharrera por excelencia, y se declaró que el miércoles
de Carnaval se denominase Día del Turista. El nombre de Fiestas de Invierno se
mantuvo hasta 1976, año en que, de nuevo, y ya sin las censuras que
caracterizaron la dictadura fascista y el nacionalcatolicismo franquista,
adoptaron la denominación de Carnaval. No obstante, fue el 18 de enero de 1980
cuando el Carnaval de Santa Cruz de Tenerife alcanzó su más alto
reconocimiento, al ser declarado Fiesta de Interés Turístico Internacional por
la Secretaría de Estado para el Turismo de la metrópoli. En la actualidad, los
diferentes grupos del Carnaval han paseado el nombre de la isla de Tenerife,
tanto por la geografía de la mterópoli como por diversas partes del mundo,
convirtiéndose así en el segundo más popular y conocido internacionalmente,
después de los que se celebran en Río de Janeiro (Brasil).
1788
Marzo 3. Nace en La
Orotava isla Chinech (Tenerife) el criollo Fernando Estévez del Sacramento. Su
padre, don Juan Antonio Estévez Salas- platero de oficio-, le enseñó las
primeras nociones de dibujo. Estas técnicas las mejoraría gracias a su mentor
franciscano, Fray Antonio López, fraile del convento de San Lorenzo de La
Orotava. En este cenobio realizó Estévez sus estudios primarios y sería aquel
religioso quien primeramente advertiría la gran facilidad del muchacho para las
manualidades, sobre todo el arte del modelado. Lo tomó a su cargo e hizo que
perfeccionase el dibujo.
El
primer contacto mantenido por Estévez con otro gran artista canario, el
prestigioso imaginero Luján Pérez, se produciría en 1806, aprovechando en que
éste se hallaba en el Puerto de La Cruz. Su estancia allí era debida a que
estaba “atendiendo un encargo que la familia Nieves Ravelo le había
encomendado” (según Quesada y Calero). Este encuentro se había
producido gracias a la mediación de un amigo del escultor grancanario, Fray
Antonio Sánchez Tapias. Este fraile, “definidor de la provincia de
Canarias”, atendía así la petición que Fray Antonio López, “uno
de los frailes más ilustrados del Convento”, el orgulloso tutor de Estévez
– aquí con catorce años-, le había formulado. Éste ya era consciente de la
importancia de este contacto para el futuro profesional de su pupilo. Para las
mencionadas historiadoras, se supone que Luján “apreciaría el
potencial artístico del muchacho, ya que un año después éste se encontraba
adquiriendo los rudimentos de escultura en el taller que el maestro tenía en la
calle de Santa Bárbara, en Las Palmas de Gran Canaria.” Tras su estancia
en esta capital también asistió a las clases de la Academia de Arquitectura,
fundada años “Don Fernando Estévez, ornamento del pueblo que tuvo el
honor de ser su cuna, no fue un Montañés ni un Salzillo, como tampoco lo fue
su maestro Luján. Pero él encarna el último resplandor de la imaginería
canaria.
Una
vez dio por finalizada su etapa de aprendizaje en Gran Canaria, el preparado
artista retornó a La Orotava, donde abrió un taller. Allí, la erupción del
volcán de Garachico en 1706 no sólo provocó el ocaso económico de su puerto,
sino que influyó en la paulatina decadencia de sus afamados talleres. Libre de
competencia, conoció un período de mucho trabajo, fruto de los encargos de los
principales conventos. Sin embargo, la desamortización eclesiástica y la
desaparición de algunos cenobios incidieron negativamente en su labor. Tuvo que
cerrar su taller y trasladarse a Santa Cruz de Tenerife en 1846. Allí crea un
nuevo taller. Comienza a impartir clases de dibujo lineal y de modelado en la
Academia de Bellas Artes de esa capital en 1850.
Defensor
de todo aquello que significase progreso, traslada esta inquietud a sus alumnos
a los que alienta con su espíritu de superación que parte del ejemplo de
quienes se afanan por romper con aquellos moldes considerados como
tradicionales. Sus primeras imágenes elaboradas ponen de manifiesto, como nos
indica Ana Quesada, “su excesivo interés en conseguir un perfecto
modelado, así como un estudio minucioso de las formas anatómicas”.
También se ha dicho que su escultura es más fría que la de Luján, bien por
el carácter sereno del artista o por la influencia clasicista de la época que
le tocó vivir, aunque algunos la consideran más exaltada que la del maestro.
Mantendría
esta actividad escultórica hasta 1854, año de su fallecimiento.
Obras
suyas son: “Nuestra Señora de Candelaria”, Patrona de Canarias, entronizada
en la Basílica homónima de Tenerife, “San Plácido” de iglesia de
San Juan Bautista de La Laguna, el rostro de “San José” de la Concepción
(Santa Cruz de Tenerife), “Santa Rita” de Santo Domingo de La Orotava, “la
Inmaculada Concepción” titular de su parroquia de La Laguna, y así un
largo etcétera.
El
presbítero don Sebastián Padrón, cuando se refiere a la vida del artista,
afirma “que ninguno de sus paisanos se había preocupado de buscar las
huellas de tan insigne imaginero, gloria del pueblo que tuvo el honor de ser su
cuna”. Efectivamente, el religioso se encontró con la inexistencia de
documentos que se refirieran a la vida y obra del insigne escultor. Don Gerardo
Fuentes, en su obra sobre los autores canarios que se implicaron en el
clasicismo, pretendió retomar la labor investigadora que don Sebastián había
dejado a su muerte acaecida en 1953.
La
muerte del ilustrado Estévez, conocido como “mentor del progreso del arte”,
influyó de manera decisiva en la organización de la Academia de Bellas Artes,
ya que había sido el mentor del progreso del arte, “al que, con su espíritu
ilustrado, propició una mayor dignidad”. La memoria del curso, según
las profesoras Calero y Quesada, le recuerda con estas palabras que resultan
elocuentes para su categoría artística: “distinguido escultor,
sobresaliente dibujante y pintor (José Guillermo Rodríguez Escudero)
1778 Abril 3. Yo el infraescripto es.no
pu.co del numero desta isla por su S. M. Certifico y hago fee q.e
la pres.te vieren como hauiendoseme exivido por el sor d.n
Eduardo Sall Dignidad de Arzediano de Fuerteventura en esta santa Yg.la
Cath.l Provisor y vicario gral deste obispado sede bacante un pliego
de papel escrito en tres carillas, con una firme que dise Fr. Juan obpo de
Canaria; y autorisada con otra que dise por mandado de su S. Y. el obpo. misor.
Nicolas Brines secretario su fha en esta ciud de Canaria a ocho de
Julio de mil setecientos setenta y ciete; y pprincipia con las sig.tes
palabras = Nos d.n Juan Bauptista Seruera por la gracia de Dios, y de
la Santa sede Apostolica obpo de Canaria del Concejo de S. M. R. disponemos, y
encargamos a nro Provisor que de las ventas que quedan pertenes.tes a
vra Dignidad en estas Yslas haga q.e se cumplan las Donaciones q.e
dexamos expresadas en esta lista, las quales se han de hir satisfaciendo por el
ord.n que van puestas; Y entre las partidas de que se componen se
alla la sigte Yten se ha de comprar la Hazienda de d.n Manuel Perera
por su justo valor, sobre que nro Provisor hara aueriguaciones convenientes; y
esta Haz.da asi comprada y redimidos tambien sus tributos la Donamos
al Seminario que hemos herigido en esta ciudad.
Segun que asi
consta del relacionado papel que para efecto da sacar esta copia se me fue
demostrado por el dho sor dn Eduardo Sall aq.n lo debolui;
y A q.e me remito, Canaria y Abril tres de mil setecientos setenta y
ocho años.
Antonio
Miguel del Castillo. S.no pu.co (Mª Teresa Cáceres
Lorenzo)
1798
Mayo 2. Incendio del monaterio de San
Bernardo en Icod.
Hurtado
de Mendoza en el que hizo a estilo militar el 7 de diciembre de 1799, en una de
cuyas cláusulas hizo mención de la ustión de Ycod a fines del siglo XVIII
refiriendo que «en el dia dos de Mayo del año pasado de noventa y ocho (cha
triste y lamentable q` sera siempre p" las memorias de este Pueblo) a las
dios del dia se incendio el Monast° de S" Bernardo junto a mis Casas
principales con tal prontitud y boracidad q` de alli se paso a dhas mis Casas
principales q` con todas las demas haceras fueron convertidas en Cenisas ..».
El testamento se hallaba protocolado en la Comandancia de esta isla en el año
1802, pero no obra en el Archivo General Militar de Segovia. En las cláusulas
del testamento comprendidas en ocho hojas sin foliar de una copia sacada del
original, que obran en poder del autor de este trabajo, no habla de las imágenes.
(Espinosa de los Monteros y Moas)
1778 Agosto 11. DN ANDRÉS AMAT DE
TORTOSA, Capn de Ynfanteria é Ingeniero Ordinario de los Res Exetos y Director
Comandante de estas Yslas,
CERTIFICO:
que por orden y disposición del Exemo. Sr. Marqués de Tavalosos, Comandante
General actual de estas Yslas, aunque á solicitud mía, el Teniente del Real
Cuerpo de Artilleria Dn Rafael de Arze y Albalá, acompañó al Capitán é
Yngeniero Ordinario Dn Josef de Arana, á los trabajos de desmonte y abertura de
cimientos de la Bateria del pto de Naos en la Ysla de Lanzarote, desde el dia
veinte y tres de Abril de mil setecientos setenta y seys; y tambien al
lebantamiento del Plano de la Caldera; Y en primero de Octubre de el mismo año,
con motivo de marchar á España el referido Arana, quedo encargado de la comisión
de tal obra el mencionado Arze, tambien por disposicion de dho Sr. Exemo. no
obstante estarlo pr mi el Mtro. Mayor Josef Nicolás Hernandez, con arreglo al
Plano, Perfiles, é Instrumentos que formé: en cuia comision ha continuado
hasta el día treinta del mes de Julio del presente año. Y para que conste pa
los fines qe conbenga, á pedimento de dho Dn Rafael Arze, firmo la presente en
Sta. Cruz de Tenerife a once de Agosto de mil setecientos
setenta y ocho.
Dn
Andres Amát de Tortosa. (En: José María Pinto y de la Rosa. 1996)
1778 Octubre 12. De cuantas materias hemos tratado referentes al
Puerto del Arrecife (Lanzarote), ninguna ha sido tan importante
para sí mismo, para la provincia y para
el reino, como la respectiva a su comercio, el cual propongo observar y
describir con la minuciosidad posible. Desierto a causa de estar mal defendido por los quijotescos señores de toda la isla,
ni seguridad podían tener las naves para aprovecharse de la tranquilidad
de sus aguas a fin de invernar en él. Después que se carenaban
zarpaban para otros puntos, pero construido el castillo de Sn. José en el Puerto de Naos que es el de más fondo y a
propósito para bajeles mayores por
disposición de S. M. Carlos III, cuyo excelente soberano todo lo preveía y atendía,
la cosa mudó de aspecto.
En esta virtud, al Puerto de Naos vinieron a
asegurarse y depositarse cinco galeones a
navios de Registro de porte de
Sus
buenas maderas, algunas caoba y cedro, se invirtieron en muebles y fábricas de
este puerto naciente y otros de esta isla donde no hay monte alguno. La casa de un tal Dn. Mariano de Paz, que
se construía entonces en la villa de Teguise aprovechó muchas de ellas;
y la más inferior sirvió para caldear los alambiques de aguardiente.
Parte
de la artillería de estas grandes embarcaciones, yace abandonada
en el islote de las Cruces, principalmente la que correspondía al navio
«Santiago» de 40 cañones, perteneciente a la casa de Blanco del
P'°. de la Orotava (Tenerife), cuyo buque se conservó algún tiempo más por haber
estado en servicio del rey, v.g. conducir la tropa que fue de estas
islas a la guerra con Francia en el Rosellón, y a la vuelta al entrar a
invernar por la barra de Naos el año 1793, pereció encallado por descuido de
Vicente Romero, capitán de Mar de dicho puerto.
Algunos de los contramaestres, calafates y demás
chusma de estas naves, se quedaron aquí de pobladores, lo que ha contribuido
a que salgan de esta isla excelentes marineros. Y como una de los más indispensables del comercio es la marinería, quiero
recordar una prueba de la acertada resolución de ésta, muy digna de la
historia y de cualquiera premio. Dn. Carlos Ramírez Casañas con
otros, estaba en las islas Salvajes por los años
de
La
misma falta de defensa y de población hacía que los frutos de la isla los años
que la sobraban granos, cebo, animales, no se condujesen precisamente al
Arrecife para exportarlos sino que indiferentemente se verificaba por las caletas a playas más inmediatas al dueño
de la cargazón, v.g. por Arrieta, al E. por Barranco del Agua, o las
Coloradas al S.O.; hasta que se ha ido centralizando casi todo por dicho
Puerto, donde se fijó la Real Aduana.
El
comercio de ésta con las demás islas Canarias y con España, sufrió mucho por
las guerras con la Gran Bretaña. Cualquier barquillo de 4 cañones de esta
nación según queda visto en los Cap. precedentes
les interrumpía su tráfico, sucediendo que tal vez los frutos estaban
abundantísimos en una, cuando en las demás valían a precios exhorbitantes.
Es verdad, que sus productos de exportación en los
buques neutrales, barrilla y orchilla, por el propio motivo llegaron a precios
muy subidos, proporcionando extraordinaria abundancia de dinero; de
manera, que cualesquiera clase de efectos nacionales o extranjeros se vendían
aquí sin regatear siquiera.
De
estas islas para las otras se han exportado desde que hay memoria,
muchos granos de abundancia, pieles y sebo de cabras, alguna lana
y animales, sandías excelentes aunque pequeñas; y el pescado seco al
cual conocemos en la provincia con el nombre de Viejas. De cuyos artículos se pagaba el culto al señor territorial de la isla, que era
una contribución terrible. También salía y siempre salen varias cargazones
de piedra de cal, de dos especies, y buena sal, procedente ésta de unas
abundantes salinas construidas al N.N.E. de la isla, pero de estos dos últimos
artículos no sé que se pague nada. (J. Álvarez
Rixo, 1982:130-132)
1779.
Recaló por el puerto de Añazu (Santa Cruz) un navío inglés, éste venía
maltrecho y falto de víveres y agua, por el hecho de ser inglés, se le negó
el auxilio que demandaban siendo expulsado a cañonazos, es evidente que, en
aquella ocasión se olvidaron las formulas cortesanas a que tan apegados eran en
la época. El buque arrumbó hacía Garachico donde recibieron similar
tratamiento porte parte de las autoridades coloniales de aquel puerto, ante tal
situación, y vencidos por el hambre, la sed y las enfermedades, decidieron
retornar a Añazu (Santa Cruz) donde se entregaron, siendo encarcelados en el
castillo - prisión - de Paso Alto.
1779
Mayo 9. Fue preso en el castillo de
San Miguel en la ciudad de Santa Cruz de La Palma y luego conducido al principal
de Santa Catalina el célebre Licenciado natural de Garafía D. Anselmo Pérez
de Brito.
1797
Septiembre 10. Se produjo
un intento de Invasión de navíos ingleses. Estos fueron rechazados a base de
pedradas que tiraban los vecinos del Valle de Santiago (isla Chinet) desde los
altos de Acantilados de los Gigantes.
1779.
El Cabildo de Chinet (Tenerife), decidió armar por su cuenta una balandra
guardacostas que confió al mando de José Armiaga, (este sujeto sería nombrado
Coronel del Regimiento de Infantería de Canarias en 1805), durante sus correrías
tuvo un enfrentamiento con un corsario inglés, a quien logró derrotar y echar
a pique.
*
Guayre
Adarguma Anez Ram n Yghasen.
---»
Continuará