Francisco
García-Talavera Casañas *
Todos
sabemos que a lo largo de la historia geológica de nuestro planeta hubo
extinciones masivas de seres vivos (animales y vegetales) provocadas por fenómenos
naturales de gran intensidad, como puede ser el impacto de un asteroide. Debemos
saber, también, que el ser humano, desde que existe como tal, se ha visto
afectado por estos acontecimientos catastróficos, y que el éxodo masivo de los
pueblos, las grandes migraciones de la humanidad, casi siempre responden a estas
causas excepcionales, unas veces de origen natural (cambios climáticos,
violentas erupciones volcánicas, tsunamis...) y otras causadas por el hombre,
que provocan la dinámica de poblaciones en busca de refugio (guerras,
invasiones, imperialismos...).
Sin
embargo, apenas conocemos lo que sucedió en torno al año 536 de nuestra era.
Por aquellas fechas ocurrió un brusco episodio de enfriamiento global, cuyas
causas aún están por dilucidar, aunque son dos las hipótesis que prevalecen:
una gran erupción volcánica en los trópicos o el impacto de un enorme
meteorito. Lo que sí está claro es que sus efectos, fundamentalmente meteorológicos,
alteraron durante años el clima de la Tierra, provocando fuertes sequías,
hambrunas, epidemias, muerte... Y así, el historiador Procopio de Cesarea, en
su informe sobre la guerra contra los vándalos, en el año 536 decía:
"Durante este año tuvo lugar el signo más terrible, porque el sol daba su
luz sin brillo, como la luna, durante este año entero, y se parecía
completamente al sol eclipsado, porque sus rayos no eran claros, tal como
acostumbra. Y desde el momento en que eso sucedió, los hombres no estuvieron
libres ni de la guerra, ni de la peste, ni de ninguna cosa que no llevara a la
muerte. Y sucedió en el momento en el que Justiniano estaba en el décimo año
de su reinado".
Mucho
se ha especulado, no sin base científica, sobre estos acontecimientos. Es el
caso del escritor David Keys, quien en su libro "Catástrofe: en busca de
los orígenes del mundo moderno" (1999), afirma que ese cambio climático
del año 536 fue causado por el célebre volcán Krakatoa, en Indonesia, basándose
en las investigaciones del vulcanólogo Ken Wohletz. Por su parte, Robert Dull,
John Southon y otros (2010) sugieren que el causante de esa brusca alteración
meteorológica fue el volcán Ilopango, en El Salvador, que dio origen a una
inmensa caldera, hoy ocupada por un lago, tras una violenta erupción explosiva
que emitió más de
También
se ha conjeturado sobre la posibilidad de que ese repentino cambio climático
fuese debido a la enorme cantidad de polvo proyectado a la atmósfera, tras el
fuerte impacto de un gran meteorito.[1] En cualquier caso, en las últimas décadas
diversos autores nos hablan de las probables consecuencias históricas asociadas
a este insólito acontecimiento, como son las llamadas "invasiones bárbaras",
el fin del imperio persa, la aparición de la peste de Justiniano, la expansión
del islamismo o la caída de la ciudad de Teotihuacan (México).
A
la vista de esto, lo que sí queda claro, aparte de especulaciones, es la
estrecha relación y la fuerte dependencia entre el ser humano y las anomalías
climáticas, sobre todo si se prolongan en el tiempo- a veces originadas por
causas extraterrestres. Basta con observar los efectos del último periodo
glaciar, cuando hace tan solo (geológicamente hablando) 18.000 años buena
parte del Norte de Europa (incluidas las islas Británicas) y de Norteamérica
estaba sepultada por un casquete de hielo de
Y
por esas mismas fechas, aquí enfrente, en el continente africano, las
condiciones no estaban siendo menos duras, pues el desierto del Sahara era
bastante más árido y extenso que en la actualidad. Y en el caso de nuestras
Islas, nos encontramos con que al estar el nivel del mar bastante más bajo,
Fuerteventura, Lanzarote y el archipiélago Chinijo formaban una gran isla (a la
que bautizamos como Mahan)[2], tentadora "terra incognita" que podía ser
contemplada por los primitivos habitantes de la vecina costa de Tarfaya a simple
vista, pues la distancia que las separaba era solamente de
Reflexión
final: debemos aprender las lecciones que nos van dando la Historia y la
Ciencia, ya que, como hemos visto, en este pequeño mundo la Naturaleza es la
que manda.
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publicados
en ElGuanche y en ElCanario