Población: responsabilidad o milagros (y II)

 

 

Mateo López Rivero *

 

POR ESO en Identidad Canaria creemos que exclusivamente las medidas correctoras de tipo de la moratoria de construcciones turísticas y otras de ordenación territorial, que atemperan el crecimiento urbanístico, no consiguen detener los flujos migratorios hacia Canarias, sobre todo los de origen comunitario -guiados por criterios ambientalistas como señalamos-, ni los precedentes de terceros países africanos, asiáticos o hispanoamericanos -insertados en la inercia general Sur-Norte-. Segmento, este último, atraído también por el plus medioambiental canario, más similar al de sus países de origen, con menores necesidades calóricas alimenticias y requerimientos de habitabilidad menos exigentes frente a las inclemencias climáticas y, por tanto, con mejores recursos de supervivencia que en las zonas invernalmente frías.

Una vez rebasada la barrera de los dos millones de residentes, por un elemental criterio de responsabilidad, el crecimiento cuantitativo poblacional debe ser claramente cuestionado, en relación inversa al crecimiento cualitativo y formativo de nuestra gente. Nuestro crecimiento vegetativo -que a pesar de disminuir respecto a su tendencia histórica, sigue siendo positivo, al contrario que en el Estado y resto de Europa- y el inducido por los emigrantes canarios retornados y sus familias, junto a las reagrupaciones familiares de los residentes foráneos, garantizan ya un incremento poblacional que va a seguir presionando de forma sostenida sobre el escaso territorio. Entendemos que, además de estos aportes poblacionales que pueden considerarse normales, sólo serían aconsejables otros con carácter selectivo y excepcional.

Las últimas cifras hablan de 2.107.000 residentes, con un incremento de 12.100 en el último año. Seguimos, por tanto, aumentando población pese a la crisis, el desempleo y la tendencia contraria en el Estado y la Unión Europea.

Necesitamos un desarrollo sostenible sí, pero también deben adoptarse, en el corto plazo, medidas encaminadas a frenar el crecimiento demográfico por la vía migratoria, mientras paralelamente se fomenta la formación de capital humano a partir de nuestros propios recursos poblacionales. En suma, una legislación especial de residencia, tal como desde el Gobierno de Canarias -¡por fin!- se reivindicó en la última Conferencia de Regiones Ultraperiféricas de la UE, también para otros territorios insulares y frágiles como el nuestro, petición cuyo estudio ha sido asumido, por primera vez, por la Comisión Europea. Tan mala no debe de ser el agua cuando la bendicen...

Las regulaciones en materia de establecimiento, acceso al empleo, actividades profesionales y segundas residencias, entre otras medidas, son imprescindibles para regular los flujos migratorios incontrolados desde la UE -incluido el Estado español-, y reducen también el efecto llamada frente a la inmigración desde terceros países, al dejar de ser territorio continuo con la UE en materia de libre circulación de personas, por estar condicionado el derecho de residencia mediante disposiciones específicas y singulares.

Regulaciones que nada tienen que ver con el disfrute exclusivo de privilegios económicos, sociales o naturales, ni con la preservación de una determinada identidad cultural, que es fruto precisamente de un rico sincretismo histórico, ni tampoco con el debate existente a nivel mundial sobre las migraciones Sur-Norte, sino -como se ha dicho- con la defensa de una sostenibilidad medioambiental y el mantenimiento de la biodiversidad en un territorio insular, reducido, vulnerable y frágil, que obliga a establecer una lógica discriminación en favor de la población local.

Normativa especial que se justifica aún más ante la nueva legislación española que permite la adquisición de la nacionalidad a nuestros nietos y el consiguiente incremento inmediato de nuestros censos, con decenas -o quizá centenares- de miles de nuevas incorporaciones precedentes de países hispanoamericanos. Legislación que, para Identidad Canaria, pudiera estar justificada para el Estado español por su nulo crecimiento vegetativo, pero debe llamar a la reflexión su aplicación a la segunda generación de descendientes de emigrantes canarios, que quizá debería canalizarse solo a través de expedientes de reagrupación familiar solicitados desde las Islas. Como en tantas otras ocasiones, creemos estar ante una legislación beneficiosa para el Estado pero inasumible para Canarias.

Nuestro pueblo no debe acomplejarse por las farisaicas y saduceas prédicas de los pastores centralistas contra nuestro control poblacional, a fin de cuentas ese es su papel: cercenar cualquier atisbo de autogobierno real para Canarias. Fijémonos, además, cómo predican lo contrario en otros lugares, como recientemente han hecho los alcaldes socialistas en Cataluña exigiendo el control de la inmigración. Nuestra reivindicación de una legislación especial de residencia es una cuestión de responsabilidad frente a las futuras generaciones que debemos asumir sin complejos y con la frente muy alta.

La otra opción que nos queda sería encomendarnos a los milagros de la Providencia. Por la falta de recursos naturales pediríamos que brotara agua de las rocas al golpearlas con una vara, como hacía Moisés, que también separó las aguas del Mar Rojo para hacer pasar a su pueblo. De forma análoga, quisiéramos que los procesos geológicos se adelantaran en unos millones de años y surgieran del océano nuevas islas como las que se predicen frente a El Golfo, en El Hierro, o al sureste de Tenerife.

Para hacer frente a las desigualdades desfavorables que tenemos con el Estado en desempleo y precariedad laboral, salarios, escasez de vivienda, mayor coste de la vida, listas de espera hospitalarias, pobreza y marginalidad social, pediríamos un nuevo maná que hoy no caería del cielo en forma de panes o codornices, como en tiempos del éxodo judío por el Sinaí, sino a modo de comedores sociales que proliferarían por todas las esquinas.

Según los Evangelios, Jesús alimentó a más de 5.000 hombres sin contar mujeres y niños, con solo cinco panes y dos pescados. Recemos entonces para que estos prodigios también se produzcan en Canarias, quizá así se reduciría ese 30% de canarios que viven bajo el umbral de la pobreza.

O quizá debamos plantearnos también asumir el mensaje de Kevin Costner en su "Waterworld" y, cuando consigamos nuestras tan ansiadas aguas archipielágicas, instalar atolones flotantes para incrementar nuestro territorio habitable.

Aunque hablando de milagros, quizá sólo fuera necesario uno: que recuperen la vista tantos guías ciegos que pretenden enseñar en los templos como el de la calle Teobaldo Power.

* De Identidad Canaria

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