Población: responsabilidad o
milagros (I)
Mateo López Rivero *
IDENTIDAD Canaria convocó junto a la
Confederación de Asociaciones de Vecinos de Canarias (CONCAVE), el 29-10-2006,
una manifestación exigiendo el control poblacional de Canarias mediante una
legislación especial de residencia. El rasgado de vestiduras afectó de forma
transversal a todos los portavoces de las fuerzas políticas centralistas, a los
que se sumaron algunos cualificados dirigentes de Coalición Canaria, a quienes
por lo visto, pese a calificarse nacionalistas, no les interesaba que Canarias
tuviera competencias en materia migratoria -reivindicación, por cierto, hoy
plenamente asumida por dicho partido-, inmediatamente surgieron las tópicas
acusaciones de racismo y xenofobia contra los organizadores de la manifestación
y las llamadas al boicot de dicho acto.
Para nuestros detractores, si un Estado
soberano controla la inmigración lo llaman Ley de Extranjería, pero si lo
pretende hacer una nación sin Estado se convierte automáticamente en racismo y xenofobia.
No se trata, por tanto, de una cuestión ética o moral, sino de ámbito
territorial o competencial. Así de serios son sus argumentos.
Según este periódico, el de mayor
audiencia de Canarias, la manifestación constituyó un éxito, con la asistencia de
unas 15.000 personas y la adhesión de otros colectivos y fuerzas políticas,
pese a una meteorología totalmente adversa desde el inicio del día. Los boicoteadores habían pinchado en hueso.
En aquel momento denunciamos la cifra de
130.000 parados, que nadie imaginaba se duplicaría con creces 4 años después,
acercándose a los 300.000. Pero nuestro planteamiento no se basaba tanto en las
dificultades de los canarios para acceder al empleo por la llegada de mano de
obra foránea, sino en alentar sobre las consecuencias de un crecimiento
demográfico incontrolado.
Nuestra principal consigna fue: "No
cabemos más", porque entendemos que nuestras Islas, con su fragilidad y
vulnerabilidad medioambiental, y su escasez de recursos naturales, hace ya
tiempo que sobrepasaron su punto de saturación poblacional, con una densidad
superior a los 300 habitantes por km2 de tierra firme, si incluimos la
población transeúnte y más del doble en relación con el territorio habitable,
que representa sólo un 40% del total -descartando espacios protegidos,
altitudes superiores a
Para apoyar nuestras tesis, según las
Directrices de Ordenación General del Gobierno de Canarias, ese 40,64% de suelo
apto, una vez descontado el actualmente ocupado, queda reducido al 20,81% de
suelo disponible, que distribuido por islas arroja cifras de casi escasez total
para algunas: La Palma 4,2%, El Hierro 6,6%, La Gomera 7,1%, Gran Canaria
13,2%, Tenerife 15%, Lanzarote 30,4% y Fuerteventura 42,6%, antes de su
declaración como Reserva de la Biosfera. Por prosaico que parezca, la tozuda
realidad es esa: "No cabemos más", nuestro suelo literalmente se
agota. Basta con ver a los constructores lamentándose de la falta de suelo y
cómo reorientan sus inversiones a edificar en vertical y reformar antiguas
edificaciones. Sólo nuestras semidesérticas islas más orientales poseen una
teórica capacidad de acogida, que sólo podría vincularse a un crecimiento de la
oferta turística, y sólo en Fuerteventura.
Esta es una realidad insoslayable que
amenaza peligrosamente nuestro precario equilibrio población-territorio, que no
se ve afectado sólo por el consumo físico del suelo, sino por las actividades
que lo utilizan como soporte para satisfacer la demanda de bienes y servicios,
siempre desde una perspectiva de gestión sostenible de los recursos naturales,
bienestar y calidad de vida.
En la última década se ha alcanzado un
inquietante crecimiento del 26%, que tiene ciertamente motivaciones laborales y
profesionales, pero también de migración medioambiental, relacionadas las
primeras con un modelo de crecimiento depredador que demanda importación de
población -al más rancio estilo de las políticas de colonización ultramarinas-,
como ha ocurrido en los últimos años para retroalimentar el desenfrenado tren
construcción-turismo.
Y es que en un territorio tan presionado
por la demografía, el desarrollo sostenible sólo puede ser factible si se
planifica de forma autocentrada, es decir, en función de sus propios recursos
disponibles -incluidos los humanos, de tal forma que para cualquier actividad
económica que no pudiera desarrollarse en base a nuestro capital humano
endógeno, su implantación sería sencillamente desechable.
La sostenibilidad medioambiental de
nuestro Archipiélago no puede permitirse seguir incrementando su demografía por
la vía migratoria, sólo para defender intereses puramente empresariales, ya que
la creación de puestos de trabajo -una de las motivaciones que se esgrimen
desde la ética inversora- debe entenderse como forma de combatir el desempleo
de la población local. Si, por el contrario, necesita importación de mano de
obra foránea es evidente que no contribuye a resolver nuestro grave problema de
desempleo, que supera ampliamente la media estatal. Lógico es, por tanto, que
dichas inversiones se dirijan en otra dirección, hacia un nuevo modelo de
desarrollo que sí ayude a resolver este problema, evitando a la vez contribuir
a la superpoblación de las Islas.
Es verdad que los flujos migratorios han
descendido con la crisis económica global que nos afecta, pero Canarias sigue
siendo una tentación muy fuerte para satisfacer una de las nuevas demandas del
mundo desarrollado, como es la migración medioambiental, por lo que no puede
olvidarse que otra de las motivaciones fundamentales para optar por la
residencia en las islas -para los ciudadanos comunitarios, incluidos los del
resto del Estado- es su clima privilegiado y sus valores naturales que,
paradójicamente, corren el riesgo de desaparecer con una inmigración
descontrolada. Cabe señalar que más de la mitad de los extranjeros residentes
en Canarias son nacionales de la UE, excluido el Estado español.
* De Identidad Canaria
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