“Al escribir, uno
proyecta imagen, pensamientos y carencias. Así, cuando el lector está frente a
lo escrito, reconoce lo que el autor del texto quiso decir, lo intuye, lo
imagina y, en ocasiones, no alcanza a comprenderlo. Claro, para esto último,
puede haber dos razones: o el autor está demasiado elevado y el lector carece
de vocabulario para entenderlo o, lo más triste, el autor escribe y utiliza
palabras que no conoce, que ignora su significado y que las usa solo por querer
quedar bien con los demás, sin saber que se expone al escarnio y a la vergüenza
públicas.” (José Manuel Gómez Porchini)
He querido dejar pasar
unos días para dar repuesta a estos libelos y de manera sosegada a las
incongruencias vertidas en dicho escrito por este sujeto, quien al parecer es
multifacético, cantautor, escritor y aficionado a los deportes, entre los
cuales tengo entendido que practico en su juventud el
arte del boxeo, deporte noble pero no exento de riesgos y que en
ocasiones puede dejar ciertas secuelas tal como apunta el especialista Pepo Jiménez:
“El boxeo es un deporte peligroso
para el cerebro. A diferencia de otras disciplinas, su esencia es el contacto
directo, los golpes y puñetazos.
…las
consecuencias a largo plazo de someter al cráneo a deceleraciones e inercias
constantes producidas por los puños del adversario, por muy acolchados que estén
o aunque te protejas la cabeza. El cerebro de un boxeador medio es castigado
durante un combate como si le golpearan con un mazo acolchado de seis kilos a
unos 30 kilómetros por hora y unas 30 veces de media.
Esta
rápida deceleración o aceleración craneal de los choques provocan una
'despolarización' de las neuronas, una especie de cortocircuito de los
neurotransmisores que producen una 'inundación' de compuestos químicos en el
cerebro.
Las
primeras manifestaciones clínicas incluyen la falta de coordinación,
dificultades del discurso y una menor agilidad mental. Este trastorno neurológico,
a la larga, puede llegar a trastocar la personalidad del boxeador induciendo
comportamientos psicóticos o problemas con el juicio, hasta derivar en una
demencia total o parkinsonismo.”
”Ahora,
directamente, me voy a dirigir a esa “Iglesia del pueblo Guanche” que ha
inventado y propiciado un profesor de la universidad de La Laguna, Tenerife, la
cual carece de consistencia, de rigor etnográfico y que de forma simplona ha
tergiversado e instrumentalizado las crónicas confusas de algunos autores
posteriores a la toma y posesión de Canarias, aduciendo que algo hay que hacer
para contrarestar las funciones y mentiras de la iglesia católica: mentir ellos
también.”
En esto como en otras
tantas cosas esta usted totalmente desinformado, la Congregación Iglesia del
Pueblo Guanche, en primer lugar no es un invento, es simplemente recuperar una
forma de vivencia espiritual que nos fue usurpada y en buena medida sustituida
por otra impuesta mediante la coacción como tendremos oportunidad de ver más
adelante.
Eso sí, adaptando las
formas que no el fondo a los tiempos en que vivimos, pero sin renunciar un ápice
a los fundamentos espirituales trasmitidos por nuestros ancestros.
Es habitual en el campo
independentista el oír decir que fuimos despojados por los invasores europeos
de nuestras tierras, nuestros ganados y nuestra libertad, pero pocos reconocen
que también fuimos despojados de nuestra espiritualidad, la cual estaba y está
a años luz de la doble moral judeocristiana.
En segundo lugar, este
recate espiritual no propiciado por un profesor de la universidad de La Laguna,
son varios los miembros de nuestra Congregación titulados por la universidad de
La Laguna y por la de Las Palmas de Gran Canaria, algunos de los cuales ocupan
puestos de responsabilidad en nuestra Iglesia, pero ninguno de ellos han sido
“inventores” de nuestra Congregación.
En cuanto a que
carecemos de rigor etnográfico y demás boberías que expone en estos párrafos,
veamos si los testimonios de cronistas e historiadores pueden despejar su
ignorancia sobre esta cuestión, disculpe si las citas son excesivamente largas,
pero deseo que le queden pocas dudas sobre el particular, pero especialmente
para que compruebe que no tergiversamos los textos como usted maliciosamente
afirma en su bodrio:
En
el año de 1341 Nicoloso da Recco dejó el siguiente testimonio: «Costeando la
isla (Gran Canaria) para dar vuelta
a ella, la encontraron mucho mejor cultivada por la parte del norte, que por el
mediodía. Vieron gran número de casas
pequeñas; de higueras y otros árboles;
palmas sin fruto, jardines
con coles y legumbres. Entonces se decidieron a saltar en tierra y
veinticinco marineros desembarcaron armados, examinaron las casas y hallaron
en una de ellas cerca de treinta hombres desnudos enteramente, que se
espantaron al aspecto de sus armas, huyendo en seguida. La gente del equipaje
penetró entonces en el interior y reconoció que estos edificios
estaban construidos con piedras cuadradas con mucho arte y cubiertos de
grandes y hermosas piezas de madera. Más como encontrasen varias casas
cerradas y que deseaban ver por dentro, empezaron a romper las puertas con
piedras, lo que irritó a los fugitivos, cuyos gritos retumbaron en todos los
alrededores. Rotas en fin las puertas entraron en la mayor parte de estas
habitaciones y nada más encontraron sino excelentes higos secos conservados en cestas de palma, tales como
vemos los de Cesene, y además trigo mucho
más hermoso que el nuestro, si juzgamos por el tamaño y grueso de sus
granos, que era muy blanco. Vieron igualmente cebada
y otros cereales que deberían servir probablemente para la manutención
de los naturales.
Las
casas eran todas muy hermosas, cubiertas de excelentes maderas y de una limpieza
interior, tal que se hubiera dicho que habían sido blanqueadas con yeso.
Encontraron también una capilla o
templo en el cual no había pintura alguna, ni ningún otro ornamento
sino una estatua esculpida en piedra,
que representaba a un hombre con una bola en la mano: este ídolo se hallaba
desnudo y traía una especie de delantal de hojas de palma (femoralibus
palmeis), que le cubría las partes obscenas, cuya estatua sustrajeron y
condujeron a Lisboa. La isla les pareció
muy poblada y bien cultivada; produce grano, trigo, frutas y principalmente
higos; el grano y el trigo lo comen como los pájaros o bien hacen de él
harina, con lo que se alimentan sin amasarlo y beben agua».
Son
múltiples los testimonios recogidos por los historiadores en cuanto a la
existencia de una Diosa Madre como
divinidad suprema en el panteón guanche, reverenciarlos
a todos ellos nos llevaría algunos cientos de paginas, por ello, solo
expongo un ejemplo de uno de los historiadores mejor informados de su época:
“Andrés Bernáldez (El cura de Los Palacios), en su Historia de los
Reyes Católicos refiere: “En la Gran
Canaria tenían una casa de oración llamada Toriña, e tenían allí una imagen
de palo, tan luenga como media lanza, entallada, con todos sus niervos, de mujer
desnuda con sus miembros de fuera y delante de ella una cabra de un madero
entallada, con su figura de hembra que quería concebir, y tras de ella un cabrón
entallado de otro madero, puesto como que quería sobir a engendrar sobre la
cabra.”
[…]
Había en esta isla de Canaria gente noble como caballeros hidalgos, los cuales
se diferenciaban y conocían de los demás en el cabello y barba; y éstos no
bastaba que descendiesen de gente rica, sino que, los había de dar por tales
nobles el faycan, que era dignidad grande, segunda persona después del rey o
guarnírteme-, el cual determinaba sus
diferencias y debates y administraba las ceremonias y ritos tocantes a
su religión.
“Eran
muy mirados con las mujeres y niños en tiempo de guerra y de sus
disensiones.”
“Tenían
por caso de bajeza y menos valer tocarles, ni hacerles mal, ni a las casas
de oración, que llamaban almenaren.”
“Entre
las mujeres canarias había muchas como religiosas, que vivían con recogimiento
y se mantenían y sustentaban de lo que los nobles les daban, cuyas casas y
moradas tenían grandes preeminencias; y diferenciábanse de las demás mujeres
en que traían las pieles largas que le arrastraban, y eran blancas: llamábanlas
mayadas. Los malhechores que se acogían a sus casas no eran castigados. A las
casas llamaban Tamogante en Acoran, que es decir «casa de Dios». Tenían
casas donde se encomendaban al Dios que estaba en lo alto, que decían
Almogaren, que es «casa santa»; las cuales rociaban todos los días con
leche, y para ello tenían muchas cabras diputadas, y no les quitaban los garañones
en todo el año, porque no les faltase la leche. Decían que en lo alto haba una
cosa que gobernaba las cosas de la tierra, que llamaban Acoran, que es Dios.”
“Tenían
dos riscos muy altos, donde iban con procesiones en sus necesidades: el un risco
se llamaba Tirmac, en el término de Gáldar, y el otro risco se llamaba Umiaya,
en Tirahana, que dicen los Riscos Blancos, término de Telde; y quien juraba por
Tirmac o por Umiaya, se había de cumplir, por ser juramento grave. Adoraban a
Dios alzando las manos juntas al cielo. Cuando faltaban los temporales, iban en
procesión, con varas en las manos, y las magadas con vasos de leche y manteca y
ramos de palmas. Iban a estas montañas, y allí derramaban la manteca y leche,
y hacían danzas y bailes y cantaban endechas en torno de un peñasco; y de allí
iban a la mar y daban con las varas en 5 la mar, en el agua, dando todos juntos
una gran grita. No tenían distinción en los días del año, ni meses, más que
con las lunas.” (Fr.J. de Abreu Galindo, pags.156-57)
[…]
Decían que Acoran era Dios solo, eterno, omnipotente, y le adoraban en idea/
juraban por Majec, que es el sol,- decían ser un solo demonio, que él solo
padecía tormentos y fuego eterno en las entrañas de la tierra llamado Gavíot,-
al alma tenían por inmortal hija de Majec, que padece afanes, congojas,
angustias, se(j y hambre, y llevan de comer á las sepulturas los maridos á las
mujeres y ellas á ellos,- á los fantasmas llaman Majios ó hijos de Majec
llaman Tibicenas á las apariciones del demonio, que muchas y frecuentes veces
al día y de noche se aparecían en forma de perros lanudos y otras de aves como
pava, gallina con pollos, becerro etc. Adorábanle en muchos sitios sagrados y
venerados, así montes, cuevas, bosques, casas, riscos, y juraban por, muy
solemnemente,- el mayor adoratorio donde hacían romerías era Almogaren de
Humiaya, que es una casa de piedra sobre un alto risco en Tirajana, llamado
Risco Blanco, que fueron de Antón de la Santidad, conquistador,- aún allí hay
tres braseros de cantos grandes, donde quemaban de todos frutos menos carnes, y
por el humo sí iba derecho ó ladeado, hacían su agüero, puestos sobre un
paredón á modo de altar de grandes piedras y enlosado en lo alto del monte, y
ha quedado una capilla y sacarrones, dentro todo de una gran cerca de piedras
muy grandes, y es el risco el más descollado de todos aquellos sitios. Estas
casas ó sitios de adoración las regaban con leche de cabra, que todo el año
reservaban un ganado para esto señalado,- había hombres que vivían en
clausura á modo de religión,-vestían de pieles, largo el ropón hasta el
suelo,- barruntaban el porvenir y eran Paisajes,- observaban algunas moralidades
y en corrido sabían de memoria la historia de sus antepasados, que entre ellos
se quedaban consejas de los Montes Claros de Atlante en África en metáforas de
palomas, águilas,- éstos eran maestros que iban á enseñar muchachos á los
lugares,- había nobles, y villanos para enseñar lo que conviniese á los
villanos, y sí había niños hábiles los enviaban á Humiaya como á mayor
Universidad, si no es que fuesen de fuerza y ánimo para la guerra, porque éste
era su primer instituto,- eran para maestros los pusilánimes y débiles para el
trabajo.
Otro
adoratorio hay en el término de Gáldar, que dura el nombre, que el risco de Tírma,
lleno de caseríos, y grandes cuevas,- á éste iban las Maguas en ramería
llevando vasos de leche para regar y ramos en las manos, y de allí bajaban al
mar, que está cerca y daban con ellas golpes en el agua pidiendo á Dios
socorro en sus necesidades y ellos tenían fe en ser remediados,- más de dos
leguas alrededor tenía este risco de sagrado para los delincuentes, así para
ellos como para sus ganados, y así era muy habitado este sitio.
Eran
sagradas también las Casas de las Maguas que los españoles llamaban
Marimaguadas,- era una cerca de pared, casa y cueva habitación de muchas
doncellas desde catorce á treinta años, porque después si querían casarse
podían salir,- que allí nadie, pena de vida, les podía hablar, y solamente
cuando había falta de agua y de hambre salían en procesión á rogar á Tírma
les socorriese,-iban mirando al cielo, haciendo visajes y meneos con los ojos,
cabeza y cuerpo, ya cruzando los brazos, ya abriéndolos, decían: "Almene
Coran", que significa: "Válgame Dios",- después de haber
rodeado el risco caminaban hacia el mar. Salían fuera de su Monasterio las
Maguas para bañase en el mar, y para ello había días diputados que todos los
debían saber, y si algún hombre por descuido se hallase con ellas ó se las
encontrase en el camino perdía la vida,- solamente cuando iban á adorar á
Tirma en la casa Tamogante, podían desde lejos mirarlas.
En
el lugar de Gaete, junto á la casa de los mallorquines había una casa grande
pintada por dentro, que fue Seminario de doncellas hijas de nobles, que de toda
la Isla venían allí para aprender como escuela, y dicen que la causa de matar
los canarios á trece mallorquines y faltar al comercio, fue el que les
codiciaban las hembras para robárselas y aún se dice que uno muy principal se
llevó á Levante una y se casó con ella,-…”
(Marin
de Cubas, 1992, pags. 204-205)
[…]
Los mallorquines cautivos hallaron en los canarios humanidad y buena voluntad; y
se entendieron con ellos tan prudentemente, que vivieron junto con ellos casi
como si fuesen naturales, y más que unos amigos de fuera. Tuvieron de ellos
tierras y ganado y mujeres, con las que se casaron y tuvieron hijos. Ellos
fabricaron la iglesia de Santa Catalina Mártir, entre la ciudad y el puerto, la
cual era cuidada por frailes franciscanos que vinieron a 'predicar el Evangelio;
y hicieron estatuas de madera a la Virgen y a Santa Catalina y a San Nicolás,2
pero tan mal hechas, que molesta el que se deban contemplar, debajo de formas
tan torpes, bellezas más que divinas. También adoctrinaron a los canarios en
todas sus cosas, tanto de gobierno como en ritos y ceremonias que ellos hacían
a Dios. Ello no obstante, no se sabe
que algún canario se haya bautizado; se cree, al contrario, que fue establecido
por los canarios que cada uno viviese en su ley, y que no consintieron que
propagasen el Evangelio.
Pero
con el tiempo, aumentando la generación de los mallorquines, de modo que les
parecía poder enfrentarse con los isleños, empezaron a predicar el Evangelio y
a querer cambiar las cosas de éstos; y ellos (como todavía no había llegado
el tiempo establecido por Dios para su conversión), en cierta hora del día,
(así como los sicilianos habían techo con los franceses), tomaron las armas y
mataron a tolos los mallorquines y a los que habían nacido de ellos. Los
frailes franciscanos fueron precipitados desde la altura e un monte, por lo cual
todos juntos gozan hoy, triunfadores, en el cielo, la palma del martirio.”
(Leonardo Torriani, pags. 118-19)
[…]
En esta isla, (Gran Canaria) la más civilizada entonces del Archipiélago, es
donde se encuentran vestigios más numerosos de las creencias religiosas de los
aborígenes.
Designaban
estos isleños al Ser supremo con el nombre de Acoran (5), dios solo, eterno y
omnipotente, señor de cielo y tierra, y dispensador de recompensas a los buenos
y castigos a los malos (6).
El
cuidado con que procuraban conservar los cuerpos de los que fallecían,
embalsamando los más ilustres, dejando a su lado vasijas con miel, higos y
leche, y colocando sus armas predilectas en las cuevas donde los encerraban, nos
prueba que tenían alguna noción de otra existencia después de la muerte.
Adoraban
al Sol como un ser benéfico, llamándole Magec y creyendo que su espíritu
provenía de aquel astro, y daban el nombre de Magias —fantasmas o hijas del
Sol—, a las almas. El mal estaba personificado en un ser denominado Gabiot,
que los perseguía tomando diferentes figuras de animales, a cuyas figuras en
general apellidaban Tibicenas.
Ministros
consagrados al culto y llamados
faicanes (7) cuidaban de las ceremonias, ordenaban los sacrificios, recibían
las ofrendas y ejercían un poder extenso no sólo en el orden religioso sino en
el civil. Había un faicán en Gáldar y otro en Telde, cargos que desempeñaban
siempre los parientes más cercanos de los guanartemes, y otros faicanes
subalternos, dependientes suyos, que residían en los santuarios consagrados a
la divinidad.
Dos
adoratorios tenían, como sitios privilegiados para este objeto. El uno estaba
situado en la montaña de Tirma, hacia la parte oeste de la isla, junto al mar;
el otro, en uno de los riscos más escarpados que circuyen la Caldera de
Tirajana, donde llaman hoy Riscos Blancos, que ellos decían Umiaya (8). Allí
derramaban diariamente leche de cabras y quemaban ofrendas de toda clase de
frutos, adivinando lo próspero o adverso de los sucesos futuros por la dirección
del humo. A estas casas santas llamaban Almogarén, y servían de asilo a los jóvenes
que deseaban adquirir algunos conocimientos en la administración y gobierno de
la república, o en los ejercicios corporales propios para el estado de continua
guerra en que vivían; mas si ellos observaban que eran débiles o enfermizos,
entonces los adoctrinaban en la ciencia sacerdotal que, además de los ritos,
comprendía la relación de las tradiciones populares, la historia del país y
algunos cantos rimados que, sin duda, recitaban en todas sus fiestas públicas
(9).
También
existía una comunidad de mujeres consagradas al culto, que guardaban
continencia y vivían recogidas en apartados sitios, dedicándose a la enseñanza
y a la oración. Estos sitios eran sagrados y se denominaban Tamogante (10).
Llamábanse
estas mujeres Maguas, Harimaguas o Harimagadas, y tenían, entre otros, dos
asilos principales cercados de muros, de cuyo recinto no salían sino en días
determinados para bañarse en el mar, estando prohibido bajo pena de la vida que
ningún hombre las encontrase. Una de estas casas estaba en Agaete, junto al
fuerte que los mallorquines habían construido con el nombre de Roma, y otra en
el distrito de Telde, donde hoy llaman Montaña de las Cuatro Puertas o Montaña
Bermeja.
La
clausura de estas maguas no les impedía salir a cierta edad y casarse con el
beneplácito del rey, que tenía el derecho de prelibación; pero, entretanto,
se ocupaban de rogar a dios haciendo para ello ciertos grotescos movimientos con
los ojos, cabeza y cuerpo, cruzando los brazos, abriéndolos y levantándolos al
cielo, mientras repetían en coro: Almene-Coran (Válgame Dios) (11). Sólo en
las calamidades públicas como peste, sequía o hambre les era permitido salir
en procesión con palmas y ramas de otros árboles en las manos, y dirigirse al
mar para azotarlo con unas varas, cantando siempre el Almene-Coran, que pudiera
mejor traducirse por esta frase: «Misericordia, Señor».
En
las casas de estas sacerdotisas aprendían las jóvenes a cortar pieles y
adobarlas, tejer juncos y hojas de palma, coser tamarcos y hopalandas, fabricar
vasijas de barro y collares de conchas, moler cebada y combinar los colores para
sus adornos y pinturas. Entre esas obligaciones parece que tenían la de lavar
los niños recién nacidos, con un ceremonial que recordaba el bautismo de los
cristianos.
Si
alguna joven era indócil, se la reprendía por la harimaguada de una manera
indirecta, para lo cual llamaba a todas las educandas y sentándolas en semicírculo,
les decía: «Si yo fuera fulana, hija de tales padres (y los nombraba), y
hubiera cometido tal falta (y la decía), mereciera este castigo». Y asotaba el
suelo con unas varas (12).
Esto
avergonzaba a la culpable y la corregía.
Juraban
por Tirma y Umiaya, aunque algunos autores sustituyen este último juramento por
el de Atis-Tirma, Atis-Magro.
En
las solemnidades consagradas a implorar la clemencia del cielo, juntaban los
ganados y apartaban las hembras de los machos, y luego ayunaban todos, hombres,
mujeres, niños y animales durante tres días, lanzando terribles gritos,
aullidos y vociferaciones alrededor de Tirma o Umiaya, y desde allí bajaban en
procesión al mar para azotar sus olas, como antes hemos dicho.
Angiolino,
en su célebre viaje, nos refiere que había encontrado sobre la costa norte de
Gran Canaria una capilla o templo, en el cual no había pintura alguna ni ningún
otro ornamento, sino una estatua esculpida en piedra representando un hombre con
una bola en la mano. Este ídolo se hallaba desnudo, excepto un delantal de
hojas de palma que le cubría por delante (13).
Esta
noticia se halla confirmada por lo que nos asegura Andrés Bernáldez en su crónica
de los Reyes Católicos (14), cuando dice que en Gran Canaria había una casa de
oración llamada Toriña, y que allí tenían «una imagen de palo tan luenga
como media lanza, entallada, con todos sus niervos, de muger desnuda, con sus
miembros de fuera, y delante de ella una cabra de un madero entallada, con sus
figuras de hembra, que quería concebir, y tras de ella un cabrón entallado de
otro madero, puesto como que quería subir a engendrar sobre la cabra. Allí
derrarnban leche y manteca, parece que en ofrenda, o diezmo o primicia, e olía
aquello allí mal a la leche e manteca».
Después
de estos documentos contemporáneos, no sabemos cómo puede haberse negado la
existencia de ídolos en Canaria, aún cuando se alegue que no han quedado
objetos de escultura para probarlo. Debe recordarse el horror profundo que a los
conquistadores inspiraba la idolatría y el placer con que, sin duda,
destruyeron las imágenes de madera, barro o piedra, veneradas por los isleños
en sus santuarios.
Nos
inclinamos a creer que los numerosos «sellos» de barro cocido encontrados en
esta isla, eran amuletos llevados por sus habitantes al cuello, sirviéndoles al
mismo tiempo de adorno. En todos los sellos se observa un pequeño mango
perforado que parece no haber tenido otro objeto.” (Agustín Millares Torres,
1977, pags. 221-22)
Notas:
(5)
«A Dios llamaban acoran, reverenciábanle por solo y eterno
y omnipotente, señor
de cielo y tierra, criador y
hacedor de todo». Escudero, cap. XIX.
«Y
creían que de Dios les venía todo el bien, que les • enviaba desde el cielo
que era su morada».
«Y
creían que de Dios les venía todo el bien, que les enviaba desde el cielo que
era su morada». Sedeño, cap. XV.
«Conocían
que había un Dios solo, señor de cielo y tierra». Jaimez, capítulo XXII.
Algunos autores escriben Alcorán, Achorán y Alcorac.
(6)
Dice Azurara, p. 376:
«E
conhecem que ha Déos, do qual aquellos que bem fezerem averam bem, e os
contrairos averam mal-.
(7)
Esta palabra
se encuentra
escrita de
diversas maneras en nuestra
crónicas, a saber: Fagzam, Faysage, Faicag, Faicas, y parece tener por raíz la
voz Fag, que significaba «hombre
poderoso».
(8)
Véase cómo Marín y Cubas describe este sitio:
«El
mayor adoratorio donde hacían romerías era Almogarén de Umiaya, que es una
casa de piedra sobre un alto risco de Tiraxana, llamado Riscos Blancos, que
fueron de Antón de la Santidad, conquistador. Aún allí hay tres braseros de
cantos grandes, donde quemaban de todos frutos, menos carne, y por el humo, si
iba derecho o ladeado, hacían su agüero, puestos sobre un paredón a modo de
altar de grandes piedras, y enlosado lo alto del monte, y ha quedado una como
capilla y zancarrones dentro todo de una gran cerca de piedras muy grandes, y el
Risco es el más descollado de todos aquellos sitios». Lib. 1°, cap. XVIII.
(9)
«Había hombres que vivían en clausura, a modo de religiosos, vestían de
pieles, largo de ropón hasta el suelo; barruntaban lo porvenir y eran Faisages.
Observaban algunas moralidades, y en corrida sabían de memoria las historias de
sus antepasados, que entre ellos se quedaban. Contaban consejas de los montes de
Atlante en África, en metáforas de palomas, águilas. Estos eran maestros que
iban a enseñar muchachos a los lugares. Había nobles para nobles, y villanos
para enseñar lo que conviniese a los villanos; y si habían niños hábiles los
enviaban a Umiaga como a mayor Universidad...» Marín y Cubas, cap. XVIII.
«No
tenían libros ni historias,
sólo mandaban
a la memoria
cantares y corridos
de hazañas
de sus
antepasados, y sabían los de
aquellas familias...» Escudero, cap. XIX.
(10)
«Las casas de mugeres religiosas eran sagradas para el
delincuente, llamábanlas
Tamogante Alcorac
o casa
de Dios».
Escudero,
cap. XIX.
(11)
Escudero, cap. XIX. Jaimez, cap. XXII.
Marín
y Cubas, cap. XVIII.
(12)
Sedeño: «Orden en que vivían».
(13)
Chiampi: Diario de Boceado.
(14)
Bernáldez: Historia de los Reyes Católicos (Ed. de Rivadeneyra), cap.
64, p. 613.
El yacimiento
arqueológico de Cuatro Puertas se localiza en la zona sur del término
municipal de Telde, en la isla de Gran Canaria, y da nombre al barrio en el que
se encuentra, Cuatro Puertas.
Tanto la cueva de
Cuatro Puertas, los canales y cazoletas de la cima, como la existencia de
grabados triangulares, hacen que este yacimiento arqueológico se haya vinculado
al ámbito de las prácticas religiosas de los antiguos canarios.
[…] Si
como pretendemos demostrar con estos artículos, Amurga era un lugar sagrado
para los antiguos canarios, es lógico que en su territorio se tuvieron que
haber realizado las principales ceremonias sagradas de este pueblo, que como
ocurre con todas las culturas, deberían tener unas fechas determinadas, de
acuerdo con el antiguo calendario canario.
En
estas ceremonias intervenía el Faicán como gran sacerdote, junto con las
sacerdotisas, las harimaguadas, y el pueblo, suponemos que en peregrinación,
desde los poblados importantes de la comarca, situados en las inmediaciones de
Amurga: Agüimes, Tunte, Fataga, Gitagana (Arteara), Maspalomas y los poblados
de la costa de los que no tenemos constancia, como podría ser el de Pozo del
Lentisco.
Las
ceremonias principales “conocidas”, estaban dirigidas a pedir el favor de su
divinidad para que se produjera la lluvia, para tener buenas cosechas y en
especial en Amurga, para tener buenos pastos para el ganado y la fecundidad del
mismo, fuente principal de la economía. Además de lo anterior tenían otros
motivos para realizar sus ritos: para el bienestar, la fertilidad y el buen
gobierno del pueblo, la paz y la salud en el nuevo año.
Los
rogatorios de lluvia.
“En
una anotación del diario del fiscal de la Audiencia de Canarias, José María
de Zuaznavar y Francia se dice:
“También vi este día vna hacienda de Don Agustín de la Rocha, vecino
del “Real de las Palmas”, situada a la entrada del pueblo en la orilla del
barranco: hoy la llaman el “Bailadero”; pero Cristina Bañez, muger de
Alonso de Matos, cuya era el año de 1570, le da el nombre de “Baladero” en
su testamento otorgado aquel año ante Juan de Vega, sin duda porque según
tradición que hay en el pueblo de “Telde”, confirmada por Núñez de la Peña,
quando los “canarios” se veían perseguidos de la hambre, de la peste o de
otra cosa semejante, imploraban la misericordia de Dios encerrando su ganado
lanar en una gran plaza de tosca, que hay en dicha hacienda junto al barranco,
donde privandolo de pasto y comida por unos quantos días, le obligaban a
“balar”, lo qual consideraban como un medio de implorar la misericordia
divina”.(Millares Carló, 1932, p. 634). (Pablo Guedes González)
Esta cúpula de casi
seis metros de altura metros de altura, excavada en una cueva artificial, es un
vestigio arqueológico absolutamente singular en Canarias, Descubierta en 1996
por Julio Cuenca, mientras seguía el rastro de Artevigua, un poblado aborigen
que mencionaban las crónicas, el arqueólogo concluyó, tras varios años de
investigación, que se trata de un santuario que, además, cumplía la función
de observatorio astronómico.
Este conjunto de
cuevas, con decenas de triángulos púbicos labrados en las paredes y con
cazoletas en el piso para rituales culturales, tiene, según el científico, una
importancia internacional.
Como
puede comprobar Sr. Isidro Santana León, sí que hay abundante etnográfica y
bibliografía en torno a la religión que practicaban nuestros ancestros y
muchos de los canarios actuales, en la isla Tamarant (Gran Canaria) y como no
quiero que quede desinformado en una próxima entrega continuaremos hablando de
los recintos culturales en otras islas, así que permítame concluir esta
entrega con unas líneas dedicadas al Santuario de Teror, obra del Ilustre
Catedráticos de la Universidad de La Laguna Don José Barrios García:
Aterure,
Terure, Terori-Teror
“Pedro
de Vera en el repartimiento llegó a un término llamado Terori, por que se
nombraba así el Canario, cuyo había sido, del cual tomó el nombre aquel
terreno suyo y apacentaba sus ganados, cerca de la fértil y frondosa selva de
Doramas (...) > hasta entonces los españoles a aquel sitio por ser lo mas
fresco y llovizno-: a b parte norte de la isla, y para llegar a él en esta
ocasión fue necesario fuesen de aquellos Canarios guiados los Españoles
Conquistadores que iban en aquella tropa i habiéndoles antes los Canarios
informado que en aquel sitio de Terori estaba un árbol , que contenía en sí
una rara maravilla, cuya noticia tenían de sus mayores que avía más de cien años
que venía de unos en otros, digeronles que en aquel territorio había muchas
fuentes (...). Pero, que al pie del coposo arbol nacía una que
lavándose con su agua sanaban de las enfermedades que padecían, y, por
eso la usaban mucho en sus necesidades y faltas de salud. Y que en los ramos de
aquel asistía una estrella muy resplandeciente y clara, que ellos la tenían ya
por vezina y aunque muchos habían intentado subir a las frescas ramas, donde
estava, por ver su hermosura no fue posible llegar a ella, porque todos perdían
las fuerzas y se deslizaban por el pie de aquella
planta, donde habitava»
Anónimo
de Diego Henríquez (ca. 1640) (Quintana-Cazorla, 1971: 63-65)”
[…]
Como es fácil documentar son muchos y notables los historiadores que del Pino
de Teror entre los antiguos canarios:
“(…)
es tradición que los gentiles ya habían observado cierta luz que solía rodear
se hubiesen atrevido a reconocerla (...)» (Viera y Clavijo, 1982, II:108”
Normalmente
estas tradiciones de los naturales han sido interpretadas como »apariciones de
la virgen a los gentiles, anunciando
la llegada del cristianismo.
Obviamente,
una interpretación de esta naturaleza merece un análisis más detenido.
A
este análisis intentamos contribuir en (Barrios, 1987). Partiendo de un
cuidadoso trabajo de recopilación y valoración de todas las fuentes escritas
anteriores a 1800 que pudimos localizar, establecimos una descripción del
posible santuario, así como un corpus provisional de sus tradiciones. A
continuación sometimos este corpus a un análisis comparativo con las
tradiciones descritas en (Servier, 1985). Como resultado de este proceso
llegamos, entre otras, a las siguientes conclusiones, que pasamos a exponer muy
sucintamente:
—
El santuario estaba compuesto por
los siguientes elementos:
Un
pino canario con tres dragos gemelos plantados en su copa a unos 30 metros de
altura. Los dragos encerraban entre sus raíces una piedra con un grabado
formado por la silueta de dos pies. Completaba el santuario una fuente que
manaba al pie del Pino, considerada medicinal por los antiguos canarios y seca
poco después de la conquista!.
—
Las tradiciones del Pino de Teror tienen su origen en la cultura de los
antiguos canarios 2.
—
En el Pino de Teror tenían éstos simbolizada la tumba de un antepasado
protector, cuyo nombre —no conocemos otro— sería precisamente Aterure3. La
prueba definitiva de esta hipótesis construida sobre paralelos antropológicos
actuales con el vecino continente, la constituye un testimonio oscuro de Marín
que refrenda ¡en 1687! lo expuesto:
«Lo
qe piadosamente se tiene es qe en aquellas piedras, i tierra onde estaban
plantados los dragos, devía estar el cuerpo de algún Varón Sancto que en la
Ysla mu-riesse (...)»
(Marín,
1687: 93r)
—
El núcleo de este simbolismo lo constituirían los tres dragos
encerrando entre sus raíces la piedra con el grabado podomorfo. Precisamente,
un árbol encerrando entre sus raíces una piedra simboliza en el pensamiento
nortea-fricano tradicional la unión de las dos almas que constituyen la
personalidad humana: nefs y rruh, constituyendo a menudo lo esencial de un
santuario. Esto nos lleva a considerar que los canarios creían en esta dualidad
del alma. Algo de lo que no hemos podido encontrar rastros en las fuentes
escritas, pero que podemos probar de esta manera.
1.
Dado el tamaño del Pino (unos 40 m., similar al de un edificio de 12
pisos) y los dragos (entre 2 j y 3 m. cada uno), el santuario debía presentar
un aspecto imponente.
2.
A este respecto ver (Comisión de Cultura, 1986) al que debemos algunas
pruebas complementarias I a las nuestras. A pesar de que su corta extensión no
permitía profundizar, no tenemos constancia de que | sus autores hayan decidido
desarrollarlo posteriormente.
3.
Proponemos esta reconstrucción de su nombre sobre bases lingüístico-documentales.
Estas
tradiciones canario-mazigias fueron sometidas a un intenso proceso
transculturador con la llegada castellana, dando lugar al actual culto a la
Virgen del Pino de Teror.” (José Barrios García, 1993, pags. 112-13)
Imagen:
Julio Cuenca Sanabria.
*
Guayre Adarguma Anez’ Ram n Yghasen
Guadameñe.
Septiembre
de 2015.
Vídeo: Entrevista a Josué Ramos, de la ULL