Canarias, la agricultura y la Unión
Europea (II)
«» Wladimiro Rodríguez Brito *
Importación de los excedentes agrarios
de la UE
[…Tenemos
que conseguir que no solo se aseguren unos ingresos mínimos a nuestros
campesinos, sino sobre todo dignificar la producción local; es la única forma
de dar a nuestro campo un futuro de actividad económica y laboral y de
estabilidad social…]
La política agraria
en Canarias no solo está totalmente alejada de nuestro campo, sino que además
es diametralmente opuesta a la de la UE. Gran parte de nuestros
agricultores no perciben ayudas, que representan el 30% de los ingresos rurales
en Europa. El presupuesto de la UE para
el sector primario es de unos 35.000 millones de euros entre 2015 y 2020, con más
de 8.000 millones para el desarrollo rural.
Nuestros
agricultores no solo sufren ese agravio comparativo, sino que además no hay
intención política de corregir tal desigualdad, aunque sí se anima a la
importación de los excedentes agrarios. Si se suman estos factores a la difícil
geografía insular o a una comercialización concentrada en pocas manos, es
imposible la viabilidad económica de nuestro campo y de las nuevas
incorporaciones a ese medio. Apoyar a nuestro campo es reforzar el tejido social
de nuestros pueblos: las cooperativas han de jugar un papel fundamental. La
legislación debe ser clara, sencilla y transparente: menos burocracia de boletín
y más adaptación a la realidad, con normas fácilmente interpretables y de ágil
modificación si fuera necesario.
Pero cualquier tipo
de ayuda debe ser gestionada para evitar a pícaros y holgazanes. Las nuevas
tecnologías permiten un seguimiento eficiente: fotografía aérea de las
explotaciones, número de trabajadores registrados o volumen de mercancía
producida y transportada. Las ayudas deben ser para los productores, sin trampa
ni cartón, y los actuales controles tienen demasiados huecos. En el caso de las
hortalizas, es necesario producir un mínimo de 200 toneladas anuales para
acceder a las ayudas, límite demasiado alto en Canarias. Si hablásemos de las
papas, se requieren más de 10 hectáreas, superficie impensable en Canarias
para un único productor.
En el caso de las
OPFH, se establece un mínimo de 15 productores y de 500.000 euros de facturación,
o bien cinco productores con 1.000.000 euros facturados anualmente. Estos límites
son adecuados, siempre y cuando no fuesen agencias de aduanas, de ficticia
producción, las que solicitaran esas ayudas. Las cooperativas son
fundamentales, pero necesitan profesionalidad y solvencia en la gestión para
competir en un mundo de multinacionales; más si se quiere acercar a los
productores y consumidores, como propone Fernando Clavija, implicando a los
hoteleros en el consumo de los productos locales.
Tenemos que conseguir que no solo se aseguren unos ingresos mínimos a nuestros campesinos, sino sobre todo dignificar la producción local; es la única forma de dar a nuestro campo un futuro de actividad económica y laboral y de estabilidad social. Aumentando la cuota de productos locales, no solo conseguiremos ser más independientes, sino que crearemos empleo y más paisaje. Está en nuestras manos crear las condiciones para que más del 57% de las tierras labradas en Canarias obtengan las merecidas ayudas comunitarias.
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