Canarias,
la agricultura y la Unión Europea (I)
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Wladimiro Rodríguez Brito *
Las sociedades cambian en los tiempos de profunda crisis y adaptan sus
modelos económicos y sociales. La agricultura, ante los avances tecnológicos,
vive también la mayor revolución de la historia. Las mejoras en comunicaciones
y conservación de alimentos han cambiado nuestra relación con el entorno.
La agricultura canaria hace tiempo que no es nuestra fuente de
alimentos: no cultivamos lo suficiente, y el tamaño de la población hace
tiempo que no está relacionado con la superficie agraria. El comercio global ha
cambiado nuestra apreciación de las islas, y si algunos nos asemejan a
Singapur, los emiratos del Golfo o algunas islas del 'Caribe, somos a la vez más
dependientes y débiles ante cambios externos.
La UE debe ser algo más que un mercado común sin
barreras aduaneras, debe ser un emporio cultural, científico y tecnológico.
Nuestra agricultura tradicional enriquece nuestra sociedad, añadiendo
conocimiento duramente adquirido durante generaciones. Tenemos que cuidar
nuestras islas apoyando y manteniendo el importante patrimonio de nuestro
paisaje agrícola. Lo local, 10 pequeño, lo nuestro, es una alternativa viable
al turismo y a la sociedad de servicios. En España, en solo 30 años, hemos
pasado de 90.000 tiendas de ultramarinos y 700 hipermercados a algo más de
20.000 supermercados, con unas diez grandes cadenas de distribución controlando
el 50% de la oferta, mientras que los ingresos de los agricultores se han
congelado al nivel de 1985. El volumen de explotaciones agrícolas se ha
reducido a la mitad, mientras que el sector agrícola aporta un escaso 4% al
PIB.
En Canarias la evolución ha sido incluso peor. A la
expansión del sector servicios con su demanda de recursos, se han unido las
importaciones de excedentes desde la UE con ayudas del REA, o las importaciones
sin arancel desde terceros países. Nuestro modelo turístico de sol y playa ha
tenido enormes necesidades en espacio y agua, a lo que se ha sumado la creciente
influencia de las importadoras de alimentos, un auténtico "lobby".
Nuestros pequeños negocios familiares, la ventitas
de nuestros pueblos, no han tenido la más mínima oportunidad. El papel de
estabilidad social que éstas jugaban ha desaparecido, perdiendo nuestra
producción local su principal vía de distribución. Las grandes superficies
apenas compran en su entorno, demandan producciones continuas, homogéneas y en
grandes volúmenes. Nuestro campo se ha descapitalizado en los planos económico
y humano. Se ha perdido la oportunidad de crear empresas que aglutinen el
atomizado campo canario. Las organizaciones de productores y las cooperativas
están en franca caída. De toda nuestra producción, solo los plátanos cuentan
con ayudas significativas, mientras que de media en la UE las ayudas suponen el
30% de las rentas agrícolas. Aclaremos nuestro modelo económico y legal.
Facilitemos que nuestros agricultores se equiparen al de la UE, que cuenten con
sus mismas ayudas en un modelo al menos igual de justo.
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