ÀVARGAS LLOSA?
V’ctor
Ram’rez
*
Me
preguntas sobre quŽ pienso y c—mo he reaccionado tras la presencia muy activa
del otrora valorad’simo Mario en el Contracongreso Cubano realizado en Par’s de
la Francia... Perdona si te digo que me llen— de contradicciones, pariente.
Sabes
mejor que nadie del gran cari–o y respeto que aœn mantengo por el recuerdo y la
narrativa le’da del Mario que conoc’ all‡ por comienzos de los setenta, cuando
la feliz y fruct’fera aventura editorial "Inventarios
Provisionales". Yo, como s’ dijera advertirlo otro querido amigo, no
advert’ ambici—n desmedida ni soberbia simulada en el escritor peruano. Tan
s—lo apreciŽ gentileza y cordialidad de hombre erudito nada pretencioso -dentro
de lo que cabe- y de novelista magistral.
Sin
embargo lo he dejado de leer. Me cuesta acercar a sus libros actualmente,
much’simo; tanto, que casi me he olvidado de Žl, que casi ni existe para m’ -lo
que, por supuesto, es insignificante para sus lectores. Pero te respondo con la
menos mentirosa de las sinceridades.
Y
pienso que ese odio visceral a la Cuba mal y pŽrfidamente llamada "de
Castro" s’ que puede responder a su soberbia resentida, probablemente
a unos incontrolables celos hacia personas concretas como Julio Cort‡zar, Mario
Benedetti y, sobre todos, el dif’cilmente superable Gabriel Garc’a M‡rquez.
Porque
la soberbia del aupado socialmente es enorme, y ciega irremediablemente al
supuesta o realmentemente m‡s lœcido de los hombres (La historia, la pobre
historia, est‡ llena de casos as’). El querer "ser el primero a costa de
lo que sea" (una manera como otra de totalitarismo tir‡nico) es, acaso, el
castigo que m‡s temo, probablemente sea el tormento m‡s feroz del infierno si
existiera Žste. Pues te impide practicar lo m‡s hermosamente bi—filo humano: el
amor y el respeto y la consideraci—n a tus semejantes, a la obra rival de tu
semejante.
Es
lo que creo, pariente, que pasa con Mario Vargas Llosa; y que me disculpe y
perdone si me equivoco. S’: ojal‡ yo me equivoque, y Mario se mueva por
impulsos altruistas. Pero... no, pariente; creo que no puede ser verdad esto.
Porque una persona que se ha enriquecido y que s—lo busca compa–’a y amparo
(sin poder saber yo de verdad las innœmeras dejaciones Žticas que tuvo que
realizar para aceptar Žl y encabezar una opci—n pol’tica totalmente traidora a
su pobr’simo pueblo) en los ultracapitalistas -esa parte de los humanos que
tienen sojuzgado el cacho de mundo que les toca- no puede ser altruista.
Esa
rabia que muestra hacia la Revoluci—n que dio pie a que se le respetara y
alzara como escritor (al igual que a tantos: desde Juan Rulfo a Guimaraes Rosa,
pasando por much’simos de mis m‡s queridos escritores latinoamericanos) y como
hombre de val’a no puede ser racionalmente dialŽctica, pariente.
Tiene
que ser visceral, totalmente irracional Ðalgo peligroso en gente de excelsitud
intelectual. Porque si pusiere Mario ese empe–o y esa val’a cultural y social
que tiene (y que yo no le niego) al servicio de la denuncia y lucha contra la
absoluta miseria y el probablemente irremediable abandono y la insufrible
situaci—n de injusticia asesina que sufren Perœ (Àsu pueblo?) y todos lo dem‡s pa’ses latinoamericanos,
probablemente correr’a peligro su Àprestigio? mundano, perder’a las Àamistades?
que lo sostienen riqu’simo y bienvividor.
Adem‡s
de que es m‡s Àf‡cil? apostar a caballo ganador: aunque este caballo estŽ
montado por los jinetes del Apocalipsis. ÁQuŽ pena, pariente! ÁY yo que no
puedo olvidar el cari–o y el respeto que le tuve... !
17-octubre-1991
*
Aunque cueste creerlo, me veo en la
obligaci—n moral -al tratarse de un evento pœblico, y por tanto pol’tico, y por
tanto con incidencia personal y social- de recordar dos art’culos que hace
tiempo escrib’ y me publicaron... Áhace tant’simo![1]
Me ha costado decidirme a
volver a publicarlos.
Si no lo hago, quedo m‡s
triste que si los env’o. Yo guardo un magn’fico recuerdo personal de Mario y de
su esposa Patricia.
Pero pienso no verlo: pues
puede escap‡rseme -como suele ocurrir- lo que pienso sentidamente ahora de Žl y
no quiero amargarle el rato. Y, si me callo y le sonr’o, entonces s’ que me
fastidiŽ para siempre. En fin...
ÁAh! Por suerte para m’, no
le envidio nada...: ni sus modos de escribir, ni el Žxito comercial de sus
libros, ni sus premios... Ánada! Por fortuna mi capacidad intelectiva, mi
sensibilidad y mi escala de valores (conciencia) me protegen totalmente en
asuntos de estos tan ultracapitalistas y ultraimperialistas. Pero s’ le deseo
lo mejor: que, para m’, no es cuanto refleja y manifiesta.
Me veo obligado a hacer esto
-Ás’!- por la mercenaria utilizaci—n colonial miserabilizante que se hace de su
"figura" en nuestra Desmigajada Patria Prostituida. Si no lo hago
-insisto-, me quedar’a fastidiado de ‡nimo.
[1]
Los Premios Nobel que hace tiempo 'nos visitaron'