Los
recortes tocan a las prostitutas
Isidro
Santana León
Es una forma
disuasoria de acabar con la actividad la que quiere llevar a cabo el
consistorio capitalino en peso, instalando cámaras en el barrio chino de
Arenales. ¿Es tan urgente como para gastarse 12000 euros, más el crédito que
esperan para la totalidad del proyecto telepútico?
Esto lo alumbró recientemente el director de gobierno de Presidencia y
Seguridad, Claudio Rivero, sin entender, por mi parte, qué se esconde detrás
del siniestro plan. Este concejal, no obstante, reconoce que la zona es de las
más seguras de Las Palmas. ¿Si la zona es de las más seguras para qué quiere
las cámaras en ella, además de que atenta contra la libertad e imagen de las
personas?
A mi me llegan rumores de que algunos vecinos, los últimos
arribados a vivir en la zona –supuestamente nuevos ricos y votantes de un
flanco lúgubre– llevan tiempo poniendo el grito en el
cielo porque tienen la prostitución cerca de sus casas, del trayecto de sus
señoras y del colegio de sus niños. A mi entender, si los niños van al colegio
y ven a las putas no pasa nada, porque los del barrio y de generaciones
anteriores no están traumatizados precisamente por esto y sí por la ratio
escolar o porque ahora se tienen que llevar la fiambrera y pagarse el uso del comedor.
Lo natural es que las vean, y no sean tan inocentones como para creer que la
leche sale de la caja, ya que nunca han visto una cabra, los huevos del cartón,
porque tampoco han visto una gallina o que los bebés los traen las pardelas.
Cuando los nuevos y escrupulosos ricos fueron a vivir a la zona, ¿no sabían que
tenían cerca la prostitución? Se me viene a la memoria uno que fabricó un
chalet en el campo y, al poco, denuncia a un labrador, que tenía cerca sus
vacas, porque el olor del estiércol llegaba su intrusa casa.
Que sepan los niños que las putas existieron, existen
y existirán, que son personas normales, muchas, más normales que algunos
políticos, y que son libres de vender su cuerpo cuando les plazca: unas por
oficio, otras por dependencias, otras por afición y otras por tradición. Hay
que reconocer en ellas que hacen una abnegada labor social, pues redimen a
tantos humanos de sus complejos, sus desequilibrios psicológicos y sus
depresiones conyugales, afecciones que la medicina convencional trata a base de
pastillas y en la mayoría de los casos, sin éxito. ¿No se venden y se compran
pueblos enteros y no pasa nada? ¿No está vendiendo su cuerpo y su fuerza quien
va a la obra, a la mar o a la mina? ¿Es que no hay una prostitución selecta
para la élite?, ¿Por qué no van a por los proxenetas? ¡Hipócritas!: quién de
ustedes no se ha ido de putas o de putos alguna vez.
Diría yo, si pensara en clave especulativa: “no
estaría mal acosar la zona hasta acabar con este antiguo negocio, tirar esas
casas viejas pagándolas a tres duros y construir pisos de lujo para gente de
alto poder adquisitivo. Recuerdo que de niño iba a casa de mi tía –descansa
ella en paz, era buena–, que vivía en un portón en la
calle 18 de Julio, de este barrio de Arenales, cuya vecindad eran familias
trabajadoras y las prostitutas de las casas cercanas, situación por la que, ni
mi tía ni mis primas, se dedicaron al oficio. Mucha moralina para venir de
quienes viene el asunto. ¿No es más obsceno que este tipo de prostitución, que
los niños vean imágenes televisivas donde la humanidad se mata como si fuera
algo normal? ¿O que los lleven a visitar los cuarteles e instrumentos bélicos,
inculcándole que éstos son para matar a la gente mala, porque la que posee la
fuerza es la buena? ¿No es prostitución pescar a un rico o rica para casarse?
¿No hay prostitución y violación dentro del matrimonio, porque la iglesia dice
que lo que Dios une el hombre no lo debe separar? ¿No es prostitución si
algunas tantas amas de casa se entregan a sus maridos sólo cuando cobran la
nómina? Claro que después querrán privatizar los colegios públicos del barrio
porque han llegado los ricos y les molestan los pobres. Es de entender que si
la zona es bulliciosa o conflictiva hay que vigilarla, por el derecho que todos
los vecinos tienen al descanso, pero eso se hace con la presencia policial y
multando o deteniendo a los perturbadores. Lo de las cámaras es ahuyentar a los
potenciales clientes de los prostíbulos, para no tener que hacerlo, según
alegan, como en Barcelona, multando a los usuarios, que tampoco sé qué eficacia
ni fin tiene.
En el siglo
XVI, en “Las Palmas de Canaria”, ya existía una mancebía cerca de la ermita de
San Telmo, y el Gobierno Civil de entonces cobraba impuestos a las putas, a
través de un pesquisidor que controlaba el numero de ocupaciones de cada una de
ellas[1],
siguiendo la actividad entre la vecindad sin conflicto alguno y contribuyendo,
las mancebas, religiosamente a la hacienda pública. No sé si han evolucionado o
retrocedido, pero, a mi juicio, los políticos de antaño eran más progresistas y
sensatos que los actuales. La profesión más vieja del mundo no hay que
criminalizarla, hay que dignificarla… ¿No lo hace algún país de la Comunidad
Europea más avanzado que esta colonia, que este gran prostíbulo político donde
la degeneración es el pan de cada día?
Si para su partido, señor Claudio, la solución para
pagar la deuda es reflotar la economía sumergida –las fortunas sumergidas sí
que no las afloran ustedes– ya tienen por donde
empezar, sin necesidad de inspectores, pues las trabajadoras del sexo están a
la luz pública, sin nada que esconder y mucho que enseñar. Se lo digo en serio:
que se den de alta como autónomas o en forma de cooperativa, que paguen su
seguridad social y sus impuestos y que obtengan los beneficios de la salud y la
jubilación. Preparen las calles para el menester, con frontis al estilo
arquitectónico Néstor, y le garantizo que hasta algunos turistas de alto standing visitarán el lugar en tartana. ¿No cree usted que
las cámaras habría que colocarlas en los plenos y en los despachos, para que
los ciudadanos vean bien lo que pasa y hacen los gobernantes? Quienes único
están bajo sospecha porque han perdido toda la confianza del pueblo son la
casta política, la judicial, la bancaria… Al mínimo despiste le roban ustedes
la ayuda a las dependencias, la cobertura sanitaria a los inmigrantes y nativos
mayores de 26 años, atracan a los pensionistas, suben los impuestos indirectos…
y ahora, intentan hasta cortarle el pene a los que quieren evadirse de esta
tortura yéndose de “niñas”. ¡Deje respirar a las PIMES, hombre!, en este caso a
las del sexo, y ponga una cámara en el Tribunal Superior de Justicia de
Canarias. Usted me entiende: a esos jueces que se reunieron de forma poco
ortodoxa, yo diría que subrepticia, para arreglar la papa caliente que le
devolvió el Tribunal Supremo, referente al caso Canódromo, cuestión que
resolvieron dando cerrojazo al expediente, con una sentencia que no tiene forma
ni fondo, para no enfrentarse a la casta política ni empresarial. Algo raro
hay, pues, a estos, nunca les ha temblado la mano para mandar a la cárcel a
cualquier desgraciado que roba un saco de cebollas, o a tantos enfermos de la
droga, y les tiembla el cuerpo entero cuando deben hacerlo con los políticos,
banqueros o grandes empresarios. Pongan otra cámara en el caso Tindaya, otra en el caso IFEM, en la RIC, en la parcela de
la CICER, total, que el presupuesto general del estado se lo llevaría íntegro
el coste de las cámara.
No se busca el bien colectivo sino el particular. Si
se descentraliza la prostitución de ese lugar se esparcirá por diferentes
puntos de la capital, con el riesgo que eso conlleva para la integridad de
estas personas y el peligro de insalubridad que supone ¿o es que piensan llenar
Canarias de cámaras? No me extrañaría nada: cada vez estoy más convencido de lo
que dice Daniel Estulin en su libro “La verdadera
historia del Club Bilderberg”.
Señor, Claudio Rivero, si escuchara usted mi canción “Mª Magdalena” se hubiera visto retratado. Deje que los
pobres que no tienen pareja echen un polvito de vez en cuando, hombre, eso es
calidad de vida; haz el amor y no la guerra, el ejercicio no es tan nocivo. ¿Es
que no es un puterío público e institucional el carnaval?… La fiesta de la carne,
se llama. No sea retrógrado, le sugiero que proyecte algunos prostíbulos
modernos, de cara al público, en Las Palmas de Canaria, para que también las
mujeres que tienen esa necesidad fisiológica y no gozan de otra cobertura, o
para las tantas que se ven arrinconadas y desabastecidas por culpa del fútbol,
tengan un lugar digno donde acudir. En la misma administración, sobre todo las
jefas –me imagino que como en otros entornos laborales, y las siguientes son
frases de mujer– a las de mal genio y desabrimiento
les llaman las mal folladas o desfolladas, bríndeles
usted esa oportunidad y verá que rendirán, armoniosamente, a ritmo trepidante y
la “prima de Diego” bajara de ramplón porque se mueve la economía.