Suárez,
que me estás matando
Paco
Déniz *
A quienes nos curtimos contra Suárez se nos cayó el pelo, a unos
les salió barriga y otros nos hemos consumido en una vida intensa marcada por
una serie de parámetros de insatisfacción política aprehendidos durante esos
años. Pero el tiempo no ha afectado al cerebro en lo fundamental de su
hemisferio político e ideológico, al menos para muchos de mi generación. Por
eso interpretamos el funeral del jefe de la UCD como otra ocasión para reeditar
la versión más idílica y dulzona de la transición: la que insiste en que no se
podía hacer otra cosa, la del consenso, la que enaltece la figura del Rey y los
llamados padres de la Constitución.
Y da coraje que con todas las investigaciones realizadas, la
distancia del tiempo y de los acontecimientos, todavía sigan con los mismos
clichés dominantes para pintarnos sólo una parte de la verdad. La de ellos. La
otra verdad, la nuestra, dice que la Constitución es la que está impidiendo y
obstaculizando la solución legal para la exigencias de los pueblos y sus
gobiernos autonómicos. Dice que la Constitución está diseñada para que no
quepan en el hemiciclo las protestas sociales y nacionales. Dice que lo que
pasa con la Monarquía se lo debemos a su santificación constitucional. Dice que
el único consenso fue el que pactaron las élites con la rendición de la
izquierda parlamentaria y la aceptación de todas las condiciones de la Iglesia.
Dice que la izquierda estaba en condiciones de apurar mucho más la movilización
para conseguir elementos de una sociedad mucho más democrática, pero se rindió
pronto. Algunos se contentaron con la movida y tecno pop, pero para eso no
luchamos. Eso sí, con la mesura que te dan los años y la distancia, hemos
comprendido que el peor contrincante de Suárez no era quienes nos
manifestábamos días y noches contra su política, porque éramos claros y
honestos. Los peores contrincantes de Suárez fueron sus colaboradores más
íntimos, unos afines a la extrema derecha, y otros afines a la socialdemocracia
que, incluso, negoció un golpe con militares. Eso sí que lo jeringó. Luchar
contra enemigos deshonestos y contra tus amigos te desgasta inútilmente y,
además, es muy feo. Descanse en paz nuestro gran contrincante Adolfo Suárez.
*
Profesor de Sociología en
la Universidad de La Laguna.
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