Razones de un sentir canario (II)
Francisco
R. González Alonso *
Para el español
colonialista, la humildad brilla por ausencia, y el canario no sabe nada de
nada sobre asuntos de Estado. Nos ven los mayores defectos y nos dicen que
somos gente apática, flojos, sin iniciativa y hasta nos dicen que estamos
aplatanados, sinónimo de perezoso. No sabemos ni hablar el castellano, puesto
que confundimos la "c" con la "s", la "g" con la
"j", etc.
Llegan enseñándonos,
pero lo hacen en forma despótica y con la sagacidad del sabihondo más
recalcitrante, que todo lo sabe y no sabe nada. Su investidura autoritaria se
manifiesta altiva, presumida, tunante, avasallante, coaccionando y subestimando
el gran potencial y capacidad de trabajo creativo que los canarios desarrollamos
cuando las condiciones socio-políticas y económicas alimentan nuestro espíritu
de superación constante, aun siendo como ellos nos califican de analfabetos.
A esto se une el falso
complejo del canario, que piensa y es dominado, al aceptar que todo lo de fuera
es mejor a lo que él posee o es su integridad personal. He aquí un ejemplo de
la verborrea sensacionalista del godo, que identificamos a continuación: en las
tertulias de los cafés, bares, sociedades y plazas, se difunden comentarios
tales como "llegó don fulano de tal", ahora sí se van a solucionar
los problemas de nuestra administración pública. Metafóricamente hablando, en
términos taurinos, se trata de un tipo que corta oreja, rabo y patas, pues no
se fía ni de su sombra; verán cómo ahora sí se van a solucionar nuestros
problemas sociales. Dicen que fulanito de tal es abogado, economista,
catedrático de la universidad metropolitana; es un hombre preparadísimo. ¡Ah!,
también es militar retirado. Todos los atributos recaen en él como para rendirle
toda la pleitesía posible.
Si bien hemos
permitido que personajes como el descrito vengan a Canarias para ejercer la
administración pública, y no me refiero solo al pasado histórico y de la
postguerra civil española; incluyo el momento actual con la anuencia de
nuestras autoridades autonómicas. En cierto modo, somos culpables de dar
ínfulas a dichos señores, pero su veleidosa sapiencia infunde en el hombre
sencillo de Canarias un complejo de inferioridad que normalmente acepta, para
dar paso a la admiración de dichos personajes, y les depositan un grado de
confianza tal que se convierte en entrega total de las responsabilidades como
integrante de la comunidad canaria.
Permitimos, con
humildad de vasallo, que cualquier advenedizo español paute las conductas a
seguir, justamente por no tener una conciencia activa que frene con criterio
propio la osadía autoritaria de dichos señores y políticos canarios con la
suficiente entereza para ejercer con autoridad el "pancanarismo"
(movimiento del presente y futuro en defensa de Canarias), que impida la
intromisión de dichos sujetos.
Como herencia triste
de nuestros aborígenes, que la historia del vencedor manifiesta que murieron en
cuevas por cobardes, cuando en verdad fueron vilmente sometidos, envenenando
sus fuentes naturales de agua, es propicio denunciar ante la opinión pública
mundial que nuestros aborígenes sí pelearon con todo pundonor, pero fueron
víctimas de un envenenamiento colectivo. Esa fue la miserable estrategia que
aplicaron para poder vencer a nuestro aguerrido pueblo guanche.
Una deplorable
realidad que aún persiste en muchos de nuestros coterráneos insulares canarios
es el analfabetismo como tal, y también el analfabetismo político, que lo
alimenta y mantiene incólume, impidiéndole pensar en un mundo mejor, fruto de
su propio esfuerzo. Por otra parte, la cizaña alimentada desde el poder, por
deseos inconfesables del que todo lo puede, yace en nuestros corazones y
susurra engendrando desconfianza mutua hasta llegar a criticar, en forma
destructiva, toda acción altruista que el vecino, amigo o familiar realice en
beneficio de la comunidad canaria. La indebida instrucción y falta de
conocimientos en gran parte de nuestra comunidad canaria produce una testarudez
de conducta en contra hasta de su propio ego, pues cuando se le insinúa que
puede subsistir por sí solo la respuesta es ¿con qué vamos a vivir? Tergiversa
y critica falsas apreciaciones sin analizar que puede estar errado,
induciéndolo a respirar el polvo de la postración e indiferencia social, antes
que sacudirlo y que el viento de sus propios impulsos barra a quienes tienen
mediatizada a nuestras Islas Canarias.
Tal actitud conduce a
mi pueblo canario a practicar o llevar una vida intrascendente social y
políticamente hablando, donde solo valora el esfuerzo físico y el bienestar
material que garantice su existencia familiar. A su vida espiritual no le da
valor y con lenidad pensante sigue viviendo en un gran vacío de aspiraciones.
Han pasado ya muchas
generaciones desde que nuestras Islas Canarias fueron conquistadas, y negar
nuestra condición de pueblo mestizo con un alto porcentaje genético del 67% de
nuestros primitivos pobladores es negar nuestra propia existencia como pueblo
que aspira a un mejor destino: su independencia.
A través del tiempo,
hemos llegado a comprender que, siendo españoles políticamente, no nos sentimos
ni actuamos como tal. Esa actitud es fruto de una real mayoría política, y como
tal aspiramos a ser libres. Esto es un sentimiento nacionalista similar al
derecho que todo hombre tiene para independizarse de sus progenitores. Reconoce
que son sus padres, los quiere, respeta y admira, pero su derecho a disfrutar
su mayoría y hacer uso de ella es una condición social intrínseca e ineludible.
Por eso, en el tiempo, hemos comprendido que debemos tener la libertad a la que
aspira todo pueblo que fue conquistado por la fuerza: su soberanía plena.
Respetamos nuestro
ancestral mestizaje, pero queremos hacer valer nuestra propia idiosincrasia.
Ella nos dice que somos diferentes, y es así como los isleños canarios hemos
comenzado a actuar y pensar haciendo uso de nuestro yo, y a sentir, con todo el
ímpetu de nuestro ser, que el destino del pueblo canario debe ser otro
diferente al que hemos tenido hasta el presente. El tiempo y la distancia (
Por esa actitud de
estúpido conformismo, llamo a la reflexión a mi pueblo canario, a optar por
buscar un camino único y propio, digno de un proceder distinto que nos
dignifique y conduzca hacia nuestra independencia.
Publicado en el periódico El Día, 15-09-2011
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