Razones de un sentir canario (I)
Francisco
R. González Alonso
Haciendo caso omiso de la debida modestia, declaro
ante el mundo que los canarios somos un pueblo trabajador, honrado, sacrificado
y humilde que, desde que fue conquistado por los castellanos, ha tenido que luchar
contra la feroz mordaza del opresor conquistador y hasta contra los designios
de la madre naturaleza.
Nuestros campos
pedregosos, volcánicos y áridos, por la influencia que ejerce el desierto del
Sahara y por su misma formación geológica, los hemos convertido en huertos
fecundos. Para regarlos hemos buscado el agua a miles de metros de profundidad
horizontal, con un declive del cinco por mil, bajo el sistema de perforación de
galerías filtrantes, y en pozos de hasta quinientos metros de profundidad, mediante
la financiación de cooperativas sin la ayuda más mínima de los entes
gubernamentales. Sin temor a equivocarme, digo que se ha hecho la
transformación agraria más difícil y costosa que pueblo alguno haya realizado
sobre la faz de nuestro planeta, pues no son palabras, sino hechos los testigos
de esta declaración que nos honra y satisface como canarios.
La obra de
transformación económica en el campo agrícola, sin ayuda de ninguna clase y
menos oficial, está a la vista de todo el mundo. Hemos sido capaces de
abastecer por muchos años a Europa occidental de tomates, plátanos y otros
productos, pero, desde varias décadas, intereses extraños a nuestra población
insular canaria han dislocado nuestra estructura socioeconómica.
De una región insular
netamente agraria, ganadera y pesquera, la han transformado en una saturada
zona turística. Dicho cambio ha servido para bajar la moral de nuestra gente
tanto en la ciudad como en el campo, el cual ha sido abandonado. La facilidad
laboral que ofrecen las instalaciones turísticas ha desquiciado nuestra única y
fundamental base económica agropecuaria y pesquera.
¿Qué fuerzas han
alimentado dicha transformación? No son intereses canarios los que están
involucrados, sino otros muy ajenos al sentir canario, que solo sirven para
mediatizar y distraer las fuerzas de renovación constante del agro y de la
economía en general canaria, y hacer más dependiente a nuestros pueblos
insulares, y nos han hecho creer que siempre hemos dependido de ellos y nos han
mirado como seres subdesarrollados y de inferior cultura.
La transformación
turística de las Islas Canarias, tal como se ha venido desarrollando,
únicamente ha servido para engrosar el potencial económico de los grandes
consorcios transnacionales extrainsulares dedicados a
la explotación turística en masa y, lo que es más grave aún, de turistas
enfermos, lisiados o con un comportamiento moral perturbador del orden
espiritual de la familia canaria.
El sol brillante que
ilumina la superficie de nuestras Islas Canarias ya dejó de ser fuente
inagotable de calorías para nuestros cultivos; solo sirve de eslogan
publicitario para alimentar la propaganda turística; únicamente se aprovecha
para subyugar y embriagar de sensualidad morbosa la mente de quienes llegan
sedientos de nuevas aventuras que involucran y contagian a la juventud canaria,
que desde hace unos años está dando señales de una progresiva corrupción de sus
valores morales, como lo hemos observado en muchos de nuestros jóvenes, con el
consumo libre de las drogas, que proliferan por doquier, sin la debida
vigilancia que debería existir por parte de las autoridades.
La razón de la
sinrazón, como es el consumo de drogas por la juventud actual y de quien no es
joven también, ha dominado el espíritu de quienes han estado involucrados en
regir el destino de nuestras queridas Islas Canarias. Ellos son los verdaderos
causantes de nuestro atraso en muchos campos de acción, pues, aunque hayan
estado sometidos a presiones de dictámenes y disposiciones intransigentes por
gobiernos de fuerza y por la falsa democracia que hemos tenido, han hecho el
papel del perro que sigue a su amo, ladra y hasta muerde a sus hermanos
perrunos, y tiemblan escondiendo el rabo cuando su amo le dice "sss"? También podríamos
compararlos al árbol que nace bajo la sombra de otro que le impide su normal
crecimiento y dar buenos frutos. Como consecuencia, crecimos como pueblo sin
hacer uso de nuestra personalidad, ni se han desarrollado los entes específicos
de nuestra raza mestiza que la dignifiquen.
Los pocos canarios en
función de gobierno han pertenecido a la clase privilegiada de mayor poder
económico y de marcada descendencia peninsular, y siguen al mando del poder
insular, porque conviven y participan de los beneficios insulares, de los
cuales solo recibimos el 37%, controlados por el poder
central español. Se constituyen en fieles interesados de los mismos sin tomar
en cuenta las grandes necesidades insulares, y realizan las que les dan mayores
dividendos personales, aunque esto no quiere decir que hemos intervenido en las
decisiones trascendentales y de importancia para nuestras Islas Canarias. Todo
lo contrario, los organismos involucrados en su realización, bajo el comando de
las autoridades condicionadas por el poder central español, han sido pantallas en
las cuales se proyectan imágenes que se apartan de la realidad canaria. Si bien
tenemos que hacer excepciones de hijos ilustres que en verdad han querido una
auténtica transformación social y económica, acorde con los intereses de
nuestras Islas Canarias, y han dado muestras de incontables valores morales y
humanos, sus ideales no se han realizado, ya que toda acción debe emanar de las
estrategias del poder central español, y, para ello, hay personas escogidas que
no conocen ni siquiera las coordenadas geográficas de nuestro archipiélago.
Estas personas de
confianza del poder central español llegan con su nombramiento, investidas como
máximas autoridades y con una prosopopeya apoyada por un séquito de
incondicionales para así poder realizar lo que se ha planificado en el
Ministerio X o lo que es igual en Madrid.
Publicado en el periódico El Día, 06-09-2011
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