No hay por donde agarrarlo  (II)

 

Isidro Santana León    

 

Sigo recordándole al presidente Paulino Rivero, que hay pendiente por aclarar un ingente dossier de denuncias contra los pelotazos urbanísticos o inmobiliarios, además de los presupuestos y dinero que se desviaron del fin para el que se obtuvieron, y depurar las correspondientes responsabilidades: Tindaya, IFEM, La Favoríta, Las Teresitas, El Canódromo, parcela de la CICER etc.; aunque sé que todo quedará en un tirón de orejas para los corruptos y despreciarán a las víctimas que piden justicia, porque ésta no la hay ni la habrá nunca, en el pudridero colonial en el que estamos. Lo sé porque, al tocarme directamente el asunto, participé en la lucha de Guanarteme y Chile contra la especulación, donde aprendí que, casi todos: jueces, periódicos, radios, televisiones, partidos políticos, fiscales “anticorrupción” y más, son parte de un mismo aparato abusador, represivo, infundioso y ladrón. Creo que no exagero, pues, a la vista tenemos la comedia y ante las narices la peste.

 

Volviendo a lo que toca, con lo de no hay catre –ahora mismo ni pan– para tanta gente –pero toneladas para unos pocos–, he de señalar cuánta hipocresía hay desde el momento en que se aborda el asunto de la ley de residencia, haciendo, algunos llamados “progres” y “humanitarios” el comparativo de que los canarios también hemos sido emigrantes…, ¡mentira!: los canarios hemos sido deportados, empujados y levados. Incluso, parece que algunos tantos desconocen el problema, porque no están en contacto con el pueblo de Canarias al que el que el asunto de la incontrolada inmigración ha creado un rumoroso malestar, soslayando o racionalizando imprudentemente el mismo, ya que viven de las subvenciones dadas por el gobierno al respecto: esto es así y, si no, hablen con la gente. España, como siempre, por la fuerza, ha sacado a los canarios de las islas para llevarlos a su guerra contra Francia –levas para Flandes– y luchar por los intereses de los históricos parásitos. También fueron levados para la Liga Santa, en la Batalla de Lepanto, así como forzados a las cabalgadas en Berbería para apresar moros o negros para las tratas esclavistas, y en tantos otros berenjenales en que se ha metido ese reino expansionista para obtener gloria o fortuna. Las veces que los canarios quisieron emigrar voluntariamente, porque el hambre aquí los mataba, encima fueron perseguidos, impidiendo los intentos. Debo resaltar que, a partir de 1678, para que la nación canaria pudiera enviar sus producciones a América, la corte española le exigía mandar cinco familias del archipiélago por cada cien toneladas exportadas y, para quien no lo sepa, esto se llamó “tributos en sangre”. La metrópoli, con tales exigencias, aprovechaba para hacer colonias en aquellos lugares que se disputaban el territorio, sobre todo con Inglaterra. Estas deportaciones de isleños dieron lugar a la fundación de Montevideo, en la competición por el territorio entre España y Portugal; San Antonio de Tejas, fundada con quince familias de Canarias, en 1731, llamada esta comunidad San Fernando de Béjar; otra colonia de canarios expatriados con destino a Nueva Orleans (Luisiana), cuando Francia, en un pacto con Inglaterra le otorgó a España el territorio al oeste del río Mississippi, etc. En 1718, para el comercio de Canarias con Las Indias, España le permitía exportar mil toneladas anuales a algunos puertos americanos, a cambio de los impuestos que exigía la Corona, así como la deportación de cincuenta familias canarias para repoblar Santo Domingo. Las migraciones más antiguas se hacen a Santo Domingo y Cuba en los siglos (XVI-XVII) a Cuba también a finales del XVIII y durante el XIX. La más reciente a América fue a Venezuela en el siglo XX y a las colonias africanas de Guinea, Sáhara y otras.

El trabajo desempeñado por la migración Canaria, especialmente en América, era la agricultura, en momentos que estos países demandaban mucha mano de obra, siendo Venezuela el país que más recepción de canarios hizo, por el colosal crecimiento de su economía.

 

En la época moderna y con el boom turístico, muchos canarios fueron a trabajar a Suecia e Inglaterra, casándose con personas de estas nacionalidades, aclarando que la emigración de canarios hacia la metrópoli ha sido nula, a excepción de los pudientes que hasta allá fueron por cuestiones de estudio o política: España nunca nos quiso en Canarias y menos en su territorio. Por otra parte, es preciso señalar que fueron las crisis de los monocultivos las que propiciaron la salida de los isleños, haciéndolo en condiciones infrahumanas, hacinados a bordo de los veleros y quizás con una mudita de ropa (tantos que fueron estafados, quedando en tierra, después de haber sufragado el viaje con todos los ahorros de la familia), llegando muchos al destino, unos enfermos y otros, muertos. Pero no se aprende de la historia. Si fue precisamente la dependencia y caída de los monocultivos, la causante de la miseria del pueblo canario ¿por qué no se ha acabado con ese modelo colonial y se ha ido hacia otros más estables y dispares? Cuando le vieron las orejas al lobo con la llegada de esta crisis, el gobierno canario hizo una declaración de intenciones, alegando la urgencia de potenciar el sector primario y de optar por otro modelo de economía, pero todo, como siempre, se quedó ahí: en continuar pidiendo subvenciones para seguir metiendo la mano en la caja del gofio; adquiriendo prestamos para endeudar una economía de por sí deficitaria y conservando el falso mecanismo de apoyo a los consumidores, como fueron y son las ayudas del REA, lo que hace una competencia desleal a la producción de la agricultura interior y de autoabastecimiento, beneficiando a los importadores e intermediarios de una forma amiguista y nepotista. Como es lógico, de ahí maman todos los partidos que, unas veces en el gobierno y otras en la oposición, administran la colonia.

 

Decir que el problema actual –en parte– es por la gran irrupción de población foránea en tan poco tiempo, hace honor a la verdad pero también a la hipocresía y la manipulación. El Gobierno de Canarias y de turno, con el resto de las administraciones coloniales abrieron los brazos a toda alma terrícola (y no me refiero a los negros ni a otras minorías que por aquí recalaron sino, especialmente, a colonos de nacionalidad española que fueron la mayoría), para después pedir partidas presupuestarias a través de la Ley de Grandes Ciudades, o reclamar, por su puesto, plañideramente, el desfase que en la sanidad canaria ha supuesto el incremento poblacional. Como si fuésemos pollos, cabras u otros animales, a los que se les ajusta el puño de comida que hay que echarles a diario, han administrado la sociedad canaria. Haciendo cuentas per cápita para mendigar subvenciones, sin hacer consideración alguna sobre el incremento demográfico y su impacto, ni prevenir ni equilibrar un modelo de desarrollo para responder a los momentos de depresión. Lo peor de todo es que no se les ve intenciones de intentar cambiar el modelo sino que, por el contrario, se aferran al típico colonial, manteniendo los monocultivos para seguir limosneando dinero, acatando los dictados que, contra el pueblo canario, impone España. La solución es la independencia, porque, sólo con la soberanía desaparecerán de la nación canaria los mamones al servicio del colonialismo español.

 

10/07/12

 

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