José Plácido Sansón Grandy (II)
Francisco
R. González Alonso
Don José Plácido
Sansón Grandy durante tres años no escribe, se dedica
a leer e informarse, con lujo de detalles, de la historia de Canarias. En 1842
compone el drama "Hernán Peraza", a petición de la Sociedad Dramática
de Santa Cruz. Se confiesa que en dicho drama no era el romántico decidido como
en "Rodrigo y Elvira", sino el romántico desengañado. La obra
dramática "Hernán Peraza" no se pudo representar, pues don Luis G.
Mármol, censor oficial de turno, influyó sobre el jefe político y capitán
general de Canarias don Miguel Araoz para que este la
prohibiera, por considerarla subversiva en favor de la independencia canaria.
Se consagra de lleno a
los estudios y logra graduarse en Jurisprudencia con la mínima calificación, a
pesar de haber sido un alumno brillante, debido a que enfermó de reumatismo y
permaneció cuatro meses inválido. También sufrió
irritación intestinal, que lo hace recluir en el pueblo y villa de Arafo, de clima más templado y excelente agua potable.
Recuperado de sus
males, comienza a trabajar como abogado y su precaria situación económica
mejora paulatinamente. Es nombrado asesor de Rentas y Fiscal del Juzgado. En
1845 es nominado como consejero de provincia supernumerario. En tales funciones
comprende lo mal que marcha la Administración, así como las injusticias
cometidas contra el pueblo insular canario.
En lo político sufre
la mayor decepción, pues a quienes admiraba en ese campo, Martínez de la Rosa,
Narváez, Mon, Pidal, Pacheco, etc., los cataloga como
egoístas sin fe, sin principios y sin conducta (lo que hoy son nuestros falsos
nacionalistas). En sus lamentaciones decía: "He conocido al fin que las
medias tintas liberales no son otra cosa que máscaras para perpetuar los abusos
de que viven unos pocos en daño del mayor número". Sigue acusando:
"El diluvio de funcionarios públicos ha crecido, la administración se ha
complicado más, sin economías de ninguna especie; las ilegalidades han llovido;
la intolerancia, mayor que nunca; los asesinatos jurídicos, a la orden del día;
los gravámenes para los infelices pueblos insulares en beneficio de sus
sanguijuelas han llegado a donde no llegaron jamás...".
Comprendió que aquel
medio no era lo más aconsejable para cultivar su espíritu. Disipadas las nubes
que irritaban su justa posición, comenta: "He vuelto a la sana lógica, y
así como mi religión se resume en una magnífica palabra, Dios, así mi
política se encierra en otra única y solemne palabra, Pueblo. Por
supuesto, se refería a su Pueblo Insular Canario.
Se aparta de la
política provincial colonizadora y sigue en sus labores literarias. Corrige
gramaticalmente algunas de sus obras; perfecciona su inglés y francés; traduce
obras de Shakespeare, Byron, Milton y otros. Para 1847 forma parte del grupo de
redactores de "La Aurora". Luego, en el verano de 1850, se va de
Canarias y se radica en Madrid. Allí conoce a los escritores del momento, se
relaciona con todas las tendencias y participa de las extraordinarias tertulias
literarias en el Café del Príncipe.
Toma parte en la
redacción del Diccionario Enciclopédico a pedido de los editores Gaspar y Reig. Con frecuencia era solicitado como traductor de obras
arqueológicas y literarias. Tradujo al español el periódico "Le Courrier
de Madrid"; en 1860 era traductor del periódico progresista "Las
Novedades". Sus artículos eran reproducidos en los periódicos más
importantes de Europa y hasta en América, en especial, para el
"Mencey" de La Habana.
Desde la esfera literaria
salta a la política, pues amigos del general Prim, que había fracasado en su
intento de tomar el poder, en manos de los moderados simpatizantes de la
República, lo eligen para redactar una carta donde le testimonian su adhesión
inquebrantable, y a seguir luchando por la implantación de la Monarquía. Esta
relación con los amigos y partidarios del general Prim le abre las puertas del
Ministerio de Fomento, y es nombrado segundo oficial. La Revolución de
Septiembre coloca al general Prim como ministro de la Guerra y desde esa
posición hace que triunfe la candidatura de Amadeo de Saboya para rey de
España. El general Prim es asesinado, y este acontecimiento hace que don José
Plácido Sansón Grandy siga en el campo de las letras
como redactor de "La Atlántida".
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