Declaración
General de Independencia
de las Naciones Europeas (II)
Por Helga Zepp-LaRouche
La importancia
histórica del cristianismo
Con la lucha del cristianismo contra el
imperio romano, el derecho del hombre y el potencial para el autodesarrollo
ilimitado, como individuos creados a imagen del Creador, se elevó a un nivel
superior, completamente nuevo. Desde entonces, el imperio romano y sus
emperadores arbitrarios han sido el modelo de las estructuras oligárquicas
imperiales, cuyos protagonistas desean impedir que la gente común piense, dándole ”pan y
circo'' y
manteniéndola en un estado en el que acepte su propia esclavitud.
La importancia histórica del cristianismo es
que superó al sistema del imperio en principios. Por medio de la persona de
Jesucristo se estableció el capax dei de la humanidad, es decir, la capacidad de la
humanidad de participar en Dios y en su infinita capacidad creativa. Eso marcó
una ruptura radical con los mitos precristianos y su
concepción cíclica de la naturaleza como aparición y desaparición, como el
retorno del eterno Lo Mismo, como la Madre Gaia, para quien llegar a ser y
desaparecer, son elementos inmutables de la naturaleza. Con Jesucristo y la
existencia del cristianismo, surgió la posibilidad de por lo menos la libertad
interior y el desarrollo de la personalidad creativa. Los gobernantes del
imperio romano reconocieron cuán explosiva podía ser esta concepción para su
sistema, y respondieron con la persecución de sus discípulos.
Fue la contribución innovadora de Nicolás de
Cusa en el siglo 15, con su nuevo método científico, la que superó el
pensamiento deductivo de los peripatéticos y los escolásticos. Y este método
superior del pensamiento creativo también le permitió sentar las bases para la
ciencia moderna, así como para el sistema representativo del Estado nacional
soberano. Así, se hizo explícita por primera vez la posibilidad de la
participación en un gobierno soberano, y con esto, la concreción en términos
políticos de aquellos derechos humanos que el cristianismo ya había definido,
pero que estaban oprimidos políticamente por las estructuras oligárquicas
prevalecientes.
Permite un discernimiento fascinante de la
libertad y la necesidad de la historia, el hecho de que las ideas de Cusa –que
ya eran intrínsecamente republicanas– contribuyeran de
dos maneras a la creación de un Nuevo Mundo en América. Por un lado, por medio
de Paolo dal Pozzo
Toscanelli, influyeron en las rutas marítimas de Cristóbal Colón y así
contribuyeron al descubrimiento de la supuesta ``nueva isla'', es decir, el
continente americano. Pero también se las aplicó políticamente por primera vez
en el siglo 17 en la Colonia de la Bahía de Massachusetts, y más tarde, por
supuesto, en la Guerra de Independencia Americana contra el imperio británico,
y en la Constitución de Estados Unidos. Friedrich Schiller, en su bello poema Colón,
conmemoró esta presciencia y dijo del descubrimiento de América:
Con el genio la Naturaleza siempre está en solemne unión en paz,
Y siempre lo que uno vaticina la otra cumplirá.
Todavía hoy, la Constitución de Estados Unidos
representa un punto de inflexión en la historia humana; esto es verdad a pesar
de los repetidos y constantes intentos del imperio británico para revertir la
independencia americana convenciendo a la clase dirigente de Estados Unidos
para que adopte el modelo de gobierno imperial bajo la relación especial
angloamericana. Grandes presidentes, tales como John Quincy Adams,
Abraham Lincoln, Franklin D. Roosevelt y John F. Kennedy, una y otra vez, han
revivido el espíritu de la independencia de Estados Unidos.
Por el contrario, Europa nunca logró sacarse
de encima al sistema oligárquico. La esperanza de las fuerzas republicanas
alrededor de Schiller, en que el inicio de la Revolución francesa podría
conducir a la réplica del paradigma americano en el continente europeo, nunca
se cumplió. El terror jacobino y la política imperial subsecuente de Napoleón
resultaron explícitamente en una nueva edición del imperio romano. El período
de la Restauración, introducido por el Congreso de Viena, aplastó por largo
tiempo incluso las victorias de corto plazo del espíritu republicano que se
había logrado por la política de los reformadores prusianos y las guerras
alemanas de liberación contra Napoleón.
Después del punto de inflexión de la
Revolución Americana, muchas naciones en Europa experimentaron fases breves
durante las cuales dominaron las virtudes republicanas y el bienestar general.
Por ejemplo, las reformas económicas de Carlos III de España que surgieron de la
dedicación al bienestar general y que promovieron el trabajo productivo, la
educación universal, el desarrollo industrial y la investigación científica; o
la corta fase en Alemania cuando los reformadores prusianos formaron parte del
gobierno y Guillermo de Humboldt, entre otros, introdujo lo que ha quedado para
siempre como el mejor sistema de educación; o las reformas industriales y
sociales de Bismarck, que transformaron Alemania de un estado feudal a una
nación industrial moderna con un sistema social pionero.
Otros ejemplos son el intento heroico de Jean Jaurés
–asesinado dos días antes del inicio de la Primera Guerra Mundial–
por detener el impulso hacia esa guerra; o en Italia, la industrialización de
Piamonte y la liberación de Italia del Norte de la ocupación Habsburgo
realizadas por Camilo Cavour; y el ``milagro económico'' posterior a la Segunda Guerra Mundial, gracias a la
política de desarrollo de Enrico Mattei; la Quinta
República de Charles de Gaulle, que definió el principio de la soberanía y la
misión común de la patria; y el período de Adenauer en el gobierno, quien
reafirmó los principios cristianos después del horror del período nazi. Pero
nunca llegó a ser posible desechar el yugo oligárquico, como lo podemos ver,
por ejemplo, en la continuidad de las ocho monarquías reinantes y las numerosas
familias reales, pero también, de manera encubierta, en las instituciones
supranacionales.
Sin embargo, desde el Tratado de Maastricht
y la Unión Monetaria Europea, a la que Alemania fue forzada a ingresar, como el
precio para su reunificación, seguido del Tratado de Lisboa y la planeada
culminación de la integración europea, este acontecimiento ha destruido todo el
progreso temporal y tímido de períodos históricos anteriores. La UE del Tratado
de Lisboa se ha convertido en un ejemplo perfecto del sistema oligárquico,
donde el principio de Zeus reina desenfrenado.
La tolerancia axiomática de los gobiernos
europeos, a pesar de las protestas simbólicas, a la total supervigilancia de los
ciudadanos europeos por la NSA de Estados Unidos y el GCHQ británico, así como
de la próxima escalada de la política imperial mediante el acuerdo de libre
comercio conocido como Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión
(TTIP), la expropiación anunciada públicamente del patrimonio de los ciudadanos
bajo la política de los rescates internos, y la carencia total de compromiso de
la UE para mantener la paz mundial, hacen imposible permanecer en la UE por
motivos de autoconservación existencial.
Continuará ===»
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Europeas (I)