Lienzo de José Carlos
Gracia
Colección guanches, cuadro
nº 65
Cuando lo imprescindible era el todo
Los grandes lienzos, no solo por su tamaño sino por su mensaje, son
como pantallas cinematográficas capaces de contar toda una inmensa historia en
un solo fotograma y, este domingo, la impresionante colección de José Carlos
nos regala la bella y poderosa figura de un Guanche encima de un pequeño alto
de roca sobre el monteverde tinerfeño.
El varón, tiene a
sus espaldas ramas palmé rifeñas, y posiblemente por su ensimismamiento mira
en el horizonte la figura de una diosa a quien llamaron Guaraxiraxi, lo que
significaba "la que carga al que tiene el mundo" (Abreu ca. 1590, III,
13), quien bien pudo ser el inicio de la veneración a la Virgen de la
Candelaria a quien se denominó "Madre del Sol".
Antonio Cubillo
(1985) sostiene una curiosa teoría que relaciona el culto a la Virgen con ritos
actuales de los tuareg continentales. Dicha teoría es confirmada por el
profesor José Barrios García (1996, 1997) en su tesis doctoral, donde
relaciona la adoración a la Virgen de Candelaria con un culto relacionado con
la estrella Canopo, estrella que sirve como una referencia para la organización
de su calendario estelar. Este profesor señala que existen fuentes bien
documentadas sobre la importancia de "la estrella del Sur" en el eje
cosmológico de la cultura bereber continental, señalando la creencia de que
Canopo es la estrella principal del cielo, la más antigua, la madre de todas
las estrellas.
El adulto Guanche de
barba poblada viste, como únicamente era posible, con un tocado para protegerse
del hirviente sol la cabeza, medio cuerpo con un envolvimiento para protegerse
de las corrientes frías en zonas de altura, y de rodillas a tobillos con tiras
que le salvaban las piernas del roce con aristas afiladas de las rocas. Su larga
vara es a la vez arma de protección y necesario apoyo para caminar por tan
abruptos caminos. Sobre el suelo toda una exposición de elementales objetos
realizados con madera y arcilla en formas de recipientes para
"cocinar" y guardar los alimentos que con arduas dificultades se podían
encontrar algunos días.
Y aquí llegamos a la
raíz de nuestro título, a los albores del mensaje que silenciosamente nos
regala de forma contundente el artista: "Cuando lo imprescindible era el
todo".
Un hombre
absolutamente puro y anclado en la más profunda virginidad del entorno, no
necesitaba más. Tenía su mirada respetuosa y firme en la protección de su
virgen, su estrella, su Candelaria, su cuerpo protegido a las inclemencias y a
su alrededor los útiles necesarios para manipular los alimentos con los que
sobrevivir, lo tenía todo, absolutamente todo.
Texto:
Fernando Gracia
Periodista y escritor
Publicado
en el periódico El Día, 14-10-2012
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