¿Energías alternativas? (y II)
Ramón Moreno Castilla
Antes de
continuar, una rectificación previa referente a los productos que se obtienen
del petróleo: son más de 3.000, no 300, como erróneamente decía en el artículo
anterior. Dicho esto, observamos que los términos, muy de moda, de energías
alternativas, desarrollo sostenible y demás, que personas preocupadas crearon
en una sana búsqueda de un mundo mejor, fueron apropiados inmediatamente por
los aprovechados y despabilados de siempre, y los pusieron al servicio del
capital, desvirtuando su verdadero carácter.
Lo que exponemos a continuación son los perfiles más comunes de
cantamañanas y vividores en el mundo de las energías alternativas y del llamado
desarrollo sostenible.
Si se trata de una entidad gubernamental dedicada al medio
ambiente, como por ejemplo un ministerio, desconfiemos. No existe un gobierno,
que conozcamos, que esté tratando seriamente este problema, a excepción del
cubano (haciendo abstracción de su ideología política), con medios muy
limitados y porque la realidad mundial de boicot prolongado y el súbito
desabastecimiento de los suministros esenciales de su antiguo aliado así se lo
ha impuesto. Desconfiemos. Los ministros se suelen denominar ministros-florero
de medio ambiente, por lo mucho que decoran y lo poco que pintan.
Si acudimos a una reunión sobre estos asuntos y la patrocina una
fundación, desconfiemos. Analicemos quién la fundó y no nos fiemos de que diga
que no tiene ánimo de lucro. Eso lo dice hoy cualquiera. Vayamos a los
Estatutos; tomémonos la molestia de ver quién sostiene a sus miembros, y si no
los sostiene nadie, veamos de qué viven. Y si estos asuntos los patrocina una
empresa del sector energético (como Repsol) o de cualquier otro sector, o sobre
todo un banco, que es lo más antiecológico que existe sobre la faz de la tierra,
aunque utilice papel reciclable en sus impresoras, desconfiemos aún más.
Si vemos una convocatoria para una conferencia o un simposio o un
seminario o cualquier otro evento, sobre todo internacional, pero que puede
incluir a algunos eventos nacionales sobre ecología, medio ambiente, energías
renovables o alternativas, desarrollo sostenible y luego vemos al final del
llamamiento que hay 200 personas de alto nivel y de estamentos institucionales
mezclados con los de las empresas capitalistas que se van a reunir en algún
lujoso y lejano hotel, llenos de medios de todo tipo, todos ellos ganando
jugosos sueldos y con presupuesto a cargo del Estado, desconfiemos. Eso no
puede ser jamás ecológico ni medioambientalmente aceptable.
Un caso paradigmático es, por ejemplo, el consumo energético para
obtener el hidrógeno con que sustituir los combustibles fósiles en su uso no
eléctrico. Para calcular el coste de la energía que se llevaría esa
transformación, baste con pensar que poner la sociedad industrial mundial donde
está ha costado 150 años y la mitad de las reservas de petróleo y de gas del
planeta y una buena parte de las reservas de carbón, con el agravante de que en
las tres últimas décadas, que es cuando se ha producido la más acelerada
transformación social, se había consumido más energía que en el resto de la
historia de la Humanidad. Dar un vuelco de este calibre a la sociedad se
llevaría, sin duda alguna, el resto de los fósiles que tenemos, y aún así es
posible, por las leyes de los rendimientos decrecientes, que los fósiles se
agotasen totalmente antes de poder realizar el cambio, porque ese cambio está
hecho suponiendo que toda la energía se dedicase a cambiar la sociedad y se
dejen desatendidos sus consumos actuales.
Por último, no se ha incluido la energía que se necesita para
llenar de placas fotovoltaicas una superficie como la de la Península Ibérica;
ya que, según algunos expertos, como Howard T. Odum,
esas placas cuestan más del doble de la energía que entregan a lo largo de toda
la vida. Hay que pensar en la energía para fundir la oblea de silicio, la
energía para fundir el cristal protector de la placa, la energía para fundir,
laminar y hacer hilo el cobre que lleva metido dentro, o para hacer los paneles
de aluminio de las carcasas, el coste de su transporte y su instalación en
aviones, camiones o barcos a lugares remotos, el coste de mantenerlo con medios
mecánicos, etc., etc., etc.
¿Son realmente una alternativa las energías alternativas?
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