La dama sangrienta

 

Monty *

 

No resulta fácil resumir, como respuesta a un calificativo de machista que en tono de humor me ha otorgado un familiar, evidentemente de sexo femenino, una biografía tan controvertida de un personaje histórico que campó a sus anchas cuando estas islas comenzaron a perder su libertad. Me refiero, en este caso, a la bella y conflictiva Beatriz de Bobadilla y Ossorio, Señora de La Gomera[1]. Apodada "la dama sangrienta"o "la cazadora", mote último venido del oficio de su padre como montero real, nació en Medina del Campo y fue beneficiaria, junto con su familia, de los favores reales, merced a la íntima amistad de su tía del mismo nombre con la reina Isabel. De este modo pasó a ser dama de compañía a la temprana edad de 17 años, adolescencia que ya venía adobada de precocidad sexual y profusos deslices con diferentes cortesanos, como el maestre de Calatrava Rodrigo Téllez, que rompió su voto de castidad para yacer con la precoz amante; o Alonso Carrillo, señor de Caracena, otro favorecido junto con el visionario Cristóforo Colombo, que también la "descubrió" en la Corte, y posteriormente confirmó varias veces en la Gomera, durante sus estadías antes de emprender sus viajes al Nuevo Mundo.

Porque es evidente que la dama, después de haberse refocilado por todas las estancias de ambos reinos, llegó hasta el lecho del mismo rey Fernando, que además de católico era bastante fogoso, poniendo en práctica sus juegos amatorios vestida con armadura y encerrados sus muslos en toneletes que erguían sobremanera los glúteos enfundados en un insinuante calzón de terciopelo rojo. De esta guisa, que le impedía caminar con soltura, se hacía transportar en un carro del que tiraban dos enanos vestidos a la usanza marinera. Ni que decir que todas estas extravagancias llegaron a los oídos de la "católica" reina -tanto que no dudó, sirviéndose de la Inquisición, en ejecutar a muchos prestamistas judíos y terminar expulsando a los restantes para librarse de una deuda que no llegó a nunca pagar -. Devorada, así, por los celos, aprovechó la estancia en la Corte de Hernán Peraza, el Joven -que vino a rendir cuentas por el asesinato de Juan Rejón- y la matrimonió con éste enviándola al consiguiente destierro de La Gomera. Allí, donde las distracciones eran mínimas, no tardaría en quedarse viuda a los 22 años, a resultas del astia de Pedro Hautacuperche, que dejó seco a su flamante marido en una de sus incursiones a la cueva de Guahedun, para yacer con la sacerdotisa Iballa. Libre ya del vínculo matrimonial, la dama, con la ayuda inicial de Pedro de Vera, se dedicó a masacrar y esclavizar a una gran parte de la población, repartiéndose ambos las ganancias de las ventas.

Durante esta etapa de libertinaje absoluto, es cuando incrementa su fama de devoradora de hombres, pues no contenta con todas las vejaciones a que los sometía, fuera cual fuese su condición social, terminaba por ejecutarlos o envenenarlos, en evitación de que estos hicieran alarde de sus aventuras. Posteriormente casó ella y su hija, en doble matrimonio, con el viudo Alonso Fernández de Lugo y su vástago. En esta época, suministraría en varias ocasiones a las naves de su también beneficiado Cristóbal Colón, y, por su manifestado afán de rapiña, hubo de responder ante la Corte de numerosos abusos de poder, documentados como pleitos en el Registro General del Sello en su contra. Y fue en una de sus estancias en la Corte cuando apareció muerta en 1504, a los 45 años, de forma repentina, siendo atribuido este hecho a una venganza tardía de la propia reina Isabel.

Concluyo, aclarando a mi crítica pariente, que la atribuida condición de ninfómana de la Bobadilla- tendencia sexual incluida en la ciencia médica- es equivalente a la "satiriasis" masculina en donde, en ambos casos, entra en juego el exceso de imaginación y la reacción personal del afectado conectada, eso sí, con la entrepierna.

jcvmonteverde@hotmail.com

[1] beatrizdebobadilla

 

Fuente: eldia.es/2014-01-15