BEATRIZ DE BOBADILLA (1462-1501)

Y LA REBELIÓN DE LOS GOMEROS

 

Eduardo Pedro García Rodríguez *

   

La figura de Beatriz de Bobadilla y Ossorio (Bobadilla, diminutivo de Bobada, "lugar de pasto o paso de bueyes" (del latín bos bovis, buey). Durante la Edad Media fue un nombre de uso común) fue un fiel reflejo de la sociedad colonizadora europea en Canarias durante los siglos XV y posteriores. “Mujer despiadada, cruel, sanguinaria, ambiciosa, ladrona y ninfómana” calificativos a los que habría que añadir los de envenenadora, comerciante en seres humanos y Señora de horca y cuchillo. Nacida en Medina del Campo, Castilla, en 1462 y descendiente de mercenarios y esclavistas dados en denominar de noble linaje, Beatriz llegó a la corte castellano-aragonesa a los 17 años como dama de honor de la reina Isabel I, de Castilla. Casi inmediatamente se produjo su enredo amoroso con el rey Fernando de Aragón. Recogen las crónicas que:

 

«A su paso por la corte había sorprendido sus intencionadas excentricidades. Sobre todo su afición a las vestiduras metálicas: Era la única en usar “toneletes” de bronce delgado a lo largo de los muslos. Los “toneletes”, alguna vez de moda en la escandalosa corte borgoñona, tenían la cualidad de alzar y pronunciar el perfil de las nalgas apretadas (en el caso de la excitante Beatriz) con un pantaloncito de pana negra. Desde la mística Juana de Arcos el fetichismo de «la virgen blindada y amazona» excitaba la imaginación de los adolescentes principescos... Beatriz de Bobadilla, siempre extravagante, en una armadura de acero azulado con casco y visera bajada, pero con una inquietante bragadura de terciopelo rojo en la entrepiernas. Como naturalmente no podía caminar, la transportaban en un carrito del que tiraban dos disparatados enanos húngaros vestidos a la usanza marinera... «En un acceso de celos, Isabel I, obligó a Beatriz a casarse con Hernán Peraza y a partir como adelantados a la feroz conquista de aquella base oceánica que -se sabía- estaba todavía humeante, ya que era una de las últimas obras de Dios... Como se dijo Isabel castigó a Beatriz con el beneficio del adelantazgo y el matrimonio con el asesino Peraza por celos tardíos. Porque ya Fernando había saciado en ella uno de sus últimos fantasmones eróticos: poseerla cuando estaba encerrada a llave dentro de la armadura de acero, a través de la bragadura de terciopelo rojo y mostrándole cínicamente la llave entre los orificios de la visera...» (Los perros del Paraíso, págs., 126 y 127.)

Pero no fue Fernando de Aragón el primero ni único amante de la precoz meretriz, también lo fue entre otros de Rodrigo Téllez de Girón, maestre de Calatrava, quien a pesar de estar sometido a voto de castidad, exigido por la regla monacal del Cister se las entendía muy bien con tan egregia dama.

Beatriz de Bobadilla también mantuvo arrebatados encuentros amorosos con el aventurero masacrador de pueblos y esclavista Cristóforo Colombo, quien quedó tan prendado de las artes amatorias de esta cortesana que incluso en su primer viaje de “descubrimiento” simuló averías en algunas de sus naves para poder disfrutar de algunos días de apasionado encuentro con su amada, además de dejar algunos pasajeros judíos en las islas, los cuales viajaban de contrabando huyendo de España hacía Canarias.

 

Otro de los amantes de Beatriz lo fue de Alonso Carrillo, señor de Caracena, personaje relevante en la corrupta corte de los Reyes Católicos, y de quien Beneharo De Anaga cita una anécdota recogida por Antonio Rumeu de Armas, en Anuario de Estudios Atlánticos, núm, 31, pág, 446.: “Era costumbre entre aquellos salvajes europeos perdonar la vida a un condenado a quien una prostituta lo aceptara por marido, indirecta que le suelta a la “ninfónoma” un rufián  de nombre Alonso Carrillo, anteriormente citado como amante de la misma, íntimo amigo de la “dama” y demás cortesanos, quien conducido a prisión por una noche según orden del rey, al día siguiente cuando acude a uno de los salones de palacio repleto de mangantes de ambos sexos, la morbosa Bobadilla intenta divertirse a costa de su prisión de esta manera: «Señor Alonso, a mí me dio mucha pena esta desgracia vuestra, ya que todos los que os conocen, pensaban que el Rey iba mandaros ahorcar». Rápidamente le respondió Alonso: «Señora, yo también tuve ese miedo, pero tenía la esperanza de que ibais a pedirme por esposo». Otro de los amantes de tan egregia dama lo fue el  paje Gonzalo Fernández de Oviedo. Después de casada con Hernán Peraza, según recoge el autor anteriormente citado: “Intimó con toda aquella chusma de soldadesca que tenía a su servicio en el refugio conocido por Torre del Conde en el barranco de Chejelipe en La Gomera ; con los mercenarios españoles que recalaban en el lugar para asesinar o esclavizar guanches, beneficiándose también y como es lógico de algunos de éstos últimos, ya que sexualmente y así lo demostró, no era nada racista” (Beneharo de Anaga, 1988:36)

 

Durante esos días llegó a la corte española Hernán de Peraza, gobernador de la Gomera , para explicar la muerte de Juan Rejón, comandante de una flota que había sido enviada desde Castilla para invadir y conquistar la Palma y Tenerife. Rejón había sido asesinado por uno de los vasallos de Peraza tras desembarcar en la Gomera. Isabel ordenó a Peraza que se presentara ante ella. Muchos, incluyendo el poderoso duque de Medina Sidonia, intercedieron por Hernán. La reina fue magnánima y le perdonó con una doble condición: 1) que ayudara en la conquista de Gran Canaria, aportando tropas de la Gomera ; y 2) que se casara con la hermosa Beatriz de Bobadilla. El matrimonio con la Bobadilla sólo puede entenderse como "castigo" si tenemos en cuenta que sus relaciones con el rey eran conocidas en la corte. Inmediatamente después de celebrarse la boda, Hernán y Beatriz partieron para la Gomera , donde poco después habría de nacer su primer hijo criollo, Guillén. En noviembre de 1498.

 

Hernán de Peraza fue ajusticiado por los guanches gomeros, quienes no podían soportar más su gobierno tiránico y su extraordinaria crueldad.

 

La Cueva de Guahedum, Guaheme,  Guadejume o de Yballa, que por todos estos nombres la conocen los habitantes de la zona y los pastores gomeros, está situada en el bando de Hipalán, en el entorno existen numerosas cuevas de habitación y sepulcrales, la cueva como otras muchas fue reutilizada en épocas recientes como corrales para ganado, la pared que en la actualidad cierra su entrada fue construida en los años cuarenta del pasado siglo XX, en la misma existe una placa en recuerdo de los hechos ocurridos en 1488, cuando el pueblo gomero decidió sacudirse la pesada bota de un tiranuelo enfermo mental y sin escrúpulos. La placa fue colocada por el colectivo independentista canario Amilcar Cabral.

 

La tamusni, que es el medio de trasmisión de la memoria popular y mediante la cual se trasmite de generación en generación la historia viva del pueblo canario, nos lleva a que cada 25 de noviembre el pueblo gomero tiene por costumbre de engalanar con hojas de palma la entrada de la cueva,  para conmemorar los hechos que aquí tuvieron lugar en 1488. Distorsionados por las referencias de los Cronistas, que los relacionan a partir de su particular visión cultural, y recreados por la tradición popular (Coplas de Hupalupo), la realidad es mucho más compleja, que una simple historia de violaciones y honores mancillados. Ya los investigadores Canarios, el doctor don Juan Bethencourt Alfonso y el profesor don Juan Álvarez Delgado supieron intuir el uno y clarificar el otro, su auténtico significado.

 

Dentro de la organización social del pueblo gomero, existía una institución que guarda total paralelismo con otra existente en el mundo imazighen (bereber) continental, relativa a los llamados «pactos o alianzas por colactación». Mediante este pacto Hernán Peraza estaba unido  con los bandos de Amulagua e Hipalán, y precisamente a este último pertenecía la joven sacerdotisa Yballa. Dicho pacto o alianza se realizaba mediante un ritual, consistente en beber leche en un gánigo mediante ciertas ceremonias. Al mantener relaciones (posiblemente forzadas) Hernán Peraza, con una mujer de su propio bando, considerada según dicha alianza como su hermana, «estaba faltando, no sólo al compromiso consuetudinario de la exogamia, deshonrando a los bandos que lo habían acogido como hermano de sangre, sino rompiendo además el pacto establecido.» (Jaume Pausas)

 

No fue este hecho solamente el que motivó la rebelión de los gomeros, al mismo se debe añadir el gobierno despótico que realizaba el impuesto y cornúpeta señor sobre la isla, sino que además se dedicó, en contra de lo pactado, y para saciar su sed de rapiña, a hacer razzias esclavistas entre “sus siervos” lo que determinaría la conjura, en la que  participaron los notables de los cantones ofendidos y dirigidos por Hupalupa, anciano “hombre mascota” encargado de vigilar el cumplimiento del pacto. Se decidió que Hautacuperche matara al traidor Hernán Peraza, aprovechando una de las frecuentes visitas del sanguinario tirano a la cueva donde se encontraba Yballa, en Guahedum. Con su muerte, los gomeros alzados «decían en lengua guanche: -Ya el gánigo de Guahedum se quebró», en señal de que el pacto se había roto.

 

Sublevada la isla una ves más en justa defensa contra los colonos invasores, con los gomeros sitiando a la señora Beatriz de Bobadilla en la Torre de los Peraza o del Conde, fue enviado a  la isla por los reyes católicos Pedro de Vera, cruel y nefasto personaje masacrador de pueblos, que daría lugar a uno de los más sangrientos y repugnantes episodios llevados a cabo por la barbarie de la “civilizada” España en la invasión y conquista de Canarias.

 

Beatriz y su suegra Inés Peraza pidieron ayuda a los mercenarios castellanos que estaban enfrascados en  la invasión de Tamarant (Gran Canaria) y, como no podía ser menos en un ser tan execrable, se dedicó a continuas venganzas. El intento de masacre total del pueblo guanche de La Gomera por parte de los verdugos sin entrañas Pedro de Vera y Beatriz de Bobadilla está profusamente recogido en la bibliografía canaria, no obstante queremos recoger la visión que del suceso nos ofrece la investigadora Luisa Isabel Álvarez de Toledo con su habitual estilo de desparpajo, pero con documentos oficiales de la época a la vista: «Pasivo Pedro de Vera, Beatriz permaneció sitiada "mucho tiempo, hasta que Inés, que estaba en Sevilla, hizo llegar la noticia a la corte. Mal ejemplo toda revolución popular triunfante, a 4 de marzo de 1489, los reyes ordenaron a Vera rescatar a "nuestra criada", señora de Gomera y Fierro, como tutriz de sus hijos. Aunque no lo necesitase, ampararía de paso a la Peraza , que "posee por suyas ciertas yslas, que son de las yslas de Canaria", para que sus vasallos "no se sustraigan a su obediencia". El gobernador se comportó, a la manera oficial de la época: "en vengança de la dicha muerte", hizo matar "a muchos vecinos de la Isla.. , y las mujeres, muchachos y niños y niñas cautivaron". Tras haber "tomado e prendido a todos los vecinos... e a sus mujeres e fijos", se repartió el lote con Beatriz: "metiolos en una nao e en sus navíos...

 

Varios de ellos perecieron y otros fueron vendidos.., dados e enajenados en nuestros reinos e señoríos e otros fuera dellos".  

 

Cobrados 1.000 castellanos en oro y 500 quintales de orchilla, a dos castellanos quintal, por el gasto, Vera se reservó ambas partidas, dando "cautivos en pago de su sueldo", a "los escuderos e maestres de navíos e otras gentes, que fueron en lo suso dicho". Valorado el gomero o gomera, entre 7.500 y 10.500 maravedís, el obispo de la secta católica de Canarias y Málaga, que residía en la ciudad andaluza, quedó a cargo de la distribución, no olvidando el gobernador obsequiar a Isabel, con un camello y 9 esclavas y al Príncipe D. Juan, con tres cajas de conservas y una grande de azúcar.

 

En julio de 1490, corrió que los gomeros, reducidos a esclavitud, tras la muerte de Fernán de Peraza, que eran cristianos, no habiendo intervenido en el ajusticiamiento, por tratarse de mujeres y niños. Falso lo primero pero cierto lo último, fueron declarados no "ganados en buena guerra", quedando en entredicho su captura. El Consejo retiró los libros a Vera, ordenando repesca de cautivos. Iniciada en septiembre, la dirigió el mismo obispo, que los había comercializado. Dejaron los recuperados de padecer, bajo la férula del comprador, para sufrir en "poder de personas", que los "criasen" y adoctrinasen, a cambio de trabajo, pero al ser declarados libres los naturales "de la ysla de la Gomera , que es en la Gran Canaria ", la precisión semántica permitió a parientes de cautivos, víctimas de la guerra de Vera, presentarse en la corte, que estaba en Córdoba, para reclamar la libertad de los suyos. Entre los demandantes apareció un Juan de Guzmán, sobrino de Juana Canaria, reclamando la libertad de la tía, esclava desde hacía 11 años. Citado Vera como vendedor, compareció su hijo Fernando, presentando por fiador a Gonzalo de Burgos, escribano en Gran Canaria. Pidió un cuarto plazo de 8 meses, que le fue concedido, por no pedirlo "maliciosamente", al estar los testigos realmente "muy lejos".

 

Especialista la monarquía castellano-aragonesa en el arte de destruir individuos, molestos o desafectos, acumulando pleitos sobre su persona, los acopió Pedro de Vera. En puertas su cese, le fue exigido la cuadratura del círculo: "por una parte", habría de depositar "todos los maravedís que montan los dichos canarios, e por otra... facer sequestración de sus bienes". Evidente que ejecutado lo segundo, no tendría posibilidad de cumplir lo primero, los monarcas entraron en razón, mandando sobreseer "dichas nuestras cartas, desbaratándolas y no haciendo cosa alguna, en virtud a ellas". Aliviado el gobernador, se complicó la situación de Beatriz de Bobadilla. Las dificultades que planteaba separar las Canarias de señorío de las realengas, aconsejaban eliminarla. Se consiguió, creando el clima adecuado. Un Francisco Martínez, al regreso de la pesquería de cazones de Guinea, entró en Gomera para hacer aguaje. Traía barco nuevo de 20 toneladas, comprado en 26.500 maravedís, del que se enamoró Beatriz. Imprudente negarle el capricho, Martínez aceptó como parte de pago dos esclavas, valoradas en ocho y nueve mil maravedís. Embargadas por el obispo, demandó a la Bobadilla. A esta primera causa, siguieron otras. Sintiéndose justificado, el fiscal exigió a la Bobadilla depósito de 500.000 maravedís, para garantizar restitución, a los compradores de gomeros.»

Pero como entre truhanes anda el juego y a los reyes les urgía el acelerar la invasión y conquista de las islas denominadas por ellos de realengo con vistas a tener una plataforma en pleno dominio para las previstas invasiones de saqueo de África y las Indias, les convenía evitar enfrentamientos abiertos con el clero y los autoproclamados señores de las islas ya invadidas, quienes además venían mostrando ciertas inclinaciones hacía las ofertas de Portugal. Por ello, dictaron una serie de cartas aparentemente dirigidas a la protección de los guanches esclavizados pero que después en la práctica no pasaban de ser papel mojado en manos de los corruptos funcionarios. Veamos algunos de estos documentos del Registro General del Sello tomados de los extractos publicados por Eduardo Aznar Vallejo.

130. 1489. Marzo 4. Medina del Campo (f.76). Orden a Pedro de Vera, gobernador de Gran Canaria, para que ponga a doña Inés Peraza, viuda de Diego de Herrera, en posesión de las de Canaria que le pertenecen y para que le preste todo favor y ayuda para castigar a los vecinos de una de dichas islas que se han levantado, matando a su hijo Fernando Peraza. El Rey y la Reina. Ávila.

131. 1489 Marzo 4. Medina del Campo (f.300). Orden a Pedro de Vera, gobernador de Gran Canaria, para que ampare a Beatriz de Bobadilla, viuda de Fernando Peraza, como tutora de sus hijos, en la posesión de las islas de la Gomera y el Hierro, que pertenecían al dicho Fernando Peraza por donación de su madre doña Inés Peraza. El Rey y la Reina. Ávila.

161. 1490 Agosto 27, Córdoba (f.363). Comisión a los obispos de Málaga y Canaria para que pongan en libertad, por su condición de cristianos, a las mujeres y niños cautivados en la Gomera y vendidos como esclavos, en Castilla y Aragón, por Pedro de Vera, gobernador de Gran Canaria, y Beatriz de Bobadilla, viuda de Fernando Peraza, en venganza por la muerte de éste, por cuyo motivo mataron además a muchos vecinos. Dichos canarios deben ser confiados a personas que lo críen y adoctrinen, llevando un registro de los liberados, de sus antiguos compradores y de los precios pagados por ellos, para poder actuar contra los compradores. Para cumplir tal comisión se les otorga poder cumplido. Decanus hispalensis. Johannes. Antonius. Didacus. Mármol.

162. 1490 (s.d.). Córdoba (f.50). Orden a Pedro de Vique, vecino de Jerez de la Frontera , para que informe a quienes y a qué precio vendió los esclavos y esclavas que Pedro de Vera, gobernador de Gran Canaria, trajo de la Gomera , y a los que vendió por doña Beatriz de Bobadilla, emplazándole para que presente ante el Consejo los libros y escrituras que sobre ellos tuviere. Don Álvaro. Deán de Sevilla. Andréas. Antonius. Didacus. Castillo.

172. 1490 Octubre 30 (s.i.). (f. 202). Orden a Francisco de          Mercado, para que devuelva a Juan del Castillo, escribano de cámara, 1.100 maravedís que le llevó por una esclava gomera, llamada Juana, que compró en Málaga, según parece por una fe de Pedro de Madrid, escribano del Consejo de dicha ciudad. Don álvaro. Decanus hispalensis. Johannes. Didacus.

173. 1490 (s.d.) Córdoba (f.237). Iniciativa a las justicias del reino, para que conozcan en la demanda presentada por Juan Ruiz de Requena, vecino de Córdoba, que reclama a Coronado y Campos, criados de Beatriz de Bobadilla, viuda de Fernan Peraza, 6.750 maravedís que le pagó por un esclavo llamado Miguel, ya que éste le fue tomado por mandado de Sus Altezas por ser cristiano y libre.

174. 1490 Noviembre 4. Córdoba (f.74). Orden a Gonzalo de Córdoba, escribano de Cámara, para que ponga en libertad, por su condición de cristianos a las mujeres y niños cautivados en la Gomera , y vendidos como esclavos en los reinos de Castilla y Aragón por Pedro de Vera, gobernador de Gran Canaria y Beatriz de Bobadilla, viuda de Fernando Peraza, señor de la Gomera , en venganza por la muerte de éste por cuyo motivo mataron además a muchos vecinos, y los entregue a los obispos de Málaga y Canaria para que cumplan las disposiciones reales, informándoles de quienes fueron los compradores y a que precio para que puedan ser compensados. Para cumplir su misión se le otorga poder cumplido y se ordena a las justicias que le presten todo favor y ayuda.

190. 1490 Diciembre 23. Sevilla (f.252). Iniciativa al gobernador de las islas de Gran Canaria, para que dé cumplimiento de justicia a Fernand Martínez de Alza, vecino de Palos, que pide la restitución de 2 esclavas canarias de 10 años o su valor en metálico, evaluado en 8 o 9 mil maravedís. Dichas esclavas le fueron dadas a cambio de un barco de 20 toneles, que le tomó a la fuerza doña Beatriz de Bobadilla, viuda de Fernán Peraza, cuando estando en la pesca de cazones llegó a la Gomera a tomar agua y bastimentos, y ahora han sido tomadas por el obispo de Canaria, por ser cristianas y libres. Suscriptores: Don álvaro. Don Juan. Johannes. Andreas. Gundisalvus. Castillo.

Son decenas los documentos existentes en el Registro del Sello, relativos a los gomeros esclavizados por Pedro de Vera y Beatriz de Bobadilla pero por razones de espacio nos hemos limitado a reproducir unos pocos ejemplos. A 6 de junio de 1492, quedó cerrado el tema de los gomeros. Admitido por los miembros del corrupto Consejo que los gomeros mataron a Fernán, para "perseverar" en sus errores de fe, es decir, para continuar manteniendo sus ancestrales ritos, extremos  que indudablemente quedaron recogidos en el dicho pacto de colacción, se acordó que nunca fueron cristianos, a pesar de que todos ellos figuraban en las escrituras de venta con nombres cristianos, siendo sobreseídas las cartas, dictadas contra Beatriz de Bobadilla, por ser lícito el tráfico de infieles.

Beatriz de Bobadilla casó en segundas nupcias en la isla de La Gomera , en el verano de 1498, con el mercenario y esclavista Alonso Fernández de Lugo, de triste memoria en la islas Canarias, dos ejemplares humanos de igual naturaleza y almas ruines pero gemelas.

Según recoge el historiador canario don Tomás Marín de Cubas, quien lo toma del manuscrito de Frai Juan Abreu Galindo Historia de las siete islas de Canaria,  “Después que el Adelantado hubo conquistado las islas de La Palma y Tenerife, se vino a la Gomera á visitar á Da. Beatriz de Bobadilla que solía algunas veces a estarse allí, á tiempo sucedió que un vecino llamado Francisco Núñez de Castañeda habló con alguna demasía del crédito de su Señora; Sabiendo ella, le mandó una noche vinieses á su presencia y reprendido mandó preso, y que aprisa de confesarse y al punto hizo ahorcar de una viga de la sala, y á la mañana mandó colgar de una palma que está en la plaza de enfrente de la torre.”

“En estas cosas divulgadas sobre el crédito, trató luego la Señora el casamiento con el Adelantado Lugo y pasáronse a vivir á Tenerife dejando en la Gomera á Hernán Muñóz que gobernase sus cosas, dándoles de ellas aviso; ciertos vasallos gomeros avisaban á su Señora cómo su cuñado Sancho de Herrera y Peraza, que había llevado a mal el segundo casamiento, intentaba con Muñoz  alzarse con La Gomera , siendo ya Señor de Lanzarote y Fuerteventura.

Luego que la Señora creyó esto se pasó secretamente en La Gomera con 30 hombres y llamó al Gobernador Muñoz y díjole que era un traidor; respondió con su inocencia ser salvado de todo, y admirado del mal informe habló por sí mismo libremente, y ella no satisfecha ó fuese por la demasía, sin más información que su enojo, aquella noche luego le mandó ahorcar en la plaza y se volvió á Tenerife dejando mandado que se diese sepultura del lado de su marido Hernán Peraza.”

“Siendo muchas las extorsiones y agravios que esta Señora hacía á sus vasallos, pasaron á España estas quejas y la viuda de Muñoz, mándasele parecer á la Señora Beatriz á que alegase de su justicia, y ella confiada en los favores del Rey D. Fernando y su Señora la Reina , pasó a España aunque se lo estorbaba bastante su marido Alonso de Lugo, de que enviase persona por sí ó que esperase otra coyuntura, más ella se fue deprisa, llegó a Medina del Campo donde estaba la Reina , fue de todos bien recibida y de verla muy alegres, dio su descargo y salíanles nuevas acusaciones y demandas, y un día, sin poderse saber la causa amaneció de repente muerta Doña Beatriz de Bobadilla; hizo por ella mucho sentimiento su Señora Doña Isabel; dejó a su hijo Guillén Peraza de Las Casas en la tutela de Alonso de Lugo, y pasando el tiempo de la edad de catorce años, pedía la posesión de sus dos Islas, Gomera y Hierro, y haciéndole de muy mal el devolvérselas Alonso de Lugo, graves excusas diciendo que era muy niño.”(Tomás Marín de Cubas. [1694]1993:199-201]

Recogen algunos historiadores que la reina Isabel al ver en la Corte a su desterrada y odiada rival en los afectos del rey Fernando y deseando de una vez por todas acabar con la insolencia de Beatriz de Bobadilla, ordenó envenenarla, dándose la paradoja de que la Bobadilla muriese por instrumento de una de sus armas preferidas, el veneno.

*Asociación Sociocultural Kebehi Benchomo.  

eduardobenchomo@gmail.com  

 

Bibliografía

 

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