Anécdota polisaria (II)
Paco Déniz
Anécdota polisaria 2
Adelantábamos a
un coche cuando mi amigo Sidati gritó al otro chófer
¡adiós moro!, y el nota se rio de manera franca.
Luego nos adelantó él y gritó con voz de marinero de amanecida ¡adiós canario!
Más adelante nos paramos y nos saludó, ¡coño, hablaba igual que nosotros!
Un saharaui,
vamos a suponer que se llama Maelainin, que ya no
ejerce de POLISARIO porque en Dakhla no lo dejan,
porque en Dakhla entre policías nacionales
marroquíes, municipales, seguridad nacional, antidisturbios y ejército, más
secretas y chivatada nuit, simplemente hay que
andarse con ojo, nos invitó a un té en su alfombra. Allí había un negrito de 16
años que no era de su familia, ni vecino, ni saharaui. Le preguntamos quién
era, y nos contestó que se lo dieron en Mauritania. ¿Cómo es eso compadre?
Mira, contestó el supuesto POLISARIO en paro, regresando de Nuadibú
de arreglarle unos papeles a mi padre, paré en una gasolinera cuando se me
acercó un hombre de unos treinta años y me dijo que si me llevaba a su hermano.
¿Por qué? le pregunté, porque ambos eran refugiados de Malí y andaban tirados
en el desierto, y él quería mucho a su hermanito y por favor que me lo llevara
de allí, a donde sea. Me quedé frío dijo Maelainin,
vale, me lo llevo, yo voy para el Sáhara y te prometo
que comida y un sitio donde dormir no le va a faltar. Y así fue. Allí estaba el
pibito maliense de 16 añitos buscando trabajo y
saliendo por las mañanas después de trabajar un poco en la casa de Maelainin, su padre enfermo y su hermana. Allí, en una
alfombra inmensa con la puerta cerrada para que la chivatada nuit no nos delatara, hablamos de los tiempos en que se
fugó al POLISARIO, de los tiempos de Cuba, las Palmas, Tenerife y Lanzarote.
Allí, refugiado en el zoco de sus paredes tenía Internet y amigos con los que
echarse un té y calmar sus nervios, estaba resignado a la presencia del invasor
aunque con un resquicio para la rebelión.
Maelainin se despachó
con valores en desuso, con ropas en desuso, pero le importaba un carajo, con su
paciencia desesperante por ver la descolonización de su país, allí estaba
salvándole la vida a un pibito negrito de 16 años
natural de Malí, allí vivía una familia inmensa tras el zoco de sus paredes. Mi
compadre y yo quedamos impresionados. Muy fuerte.
Por la tarde
fuimos a comprar unas especies y retransmitían un partido del Barcelona cuando
Pedro marcó un gol. ¡Ese es canario!, un militar que lo oyó dijo: canarios
RASD, pero nos hicimos el longui. Era más o menos de mi tamaño, pero las
probabilidades de salir airoso eran nulas. Repitió: canarios saharauis.
Seguimos haciéndonos el longui. El apresurado cálculo de probabilidades de
salir ileso aconsejaba hacernos los longuis. Mejor esperarlos en la bajadita.
Anterior: