Claudio
Katz *
El
descalabro europeo
Muchos analistas europeos caracterizaron
inicialmente la crisis del Viejo Continente como un simple eco del temblor
norteamericano. Pero esa visión quedó desmentida por la impresionante dimensión
del tsunami europeo. (1)
La magnitud de ese desplome se explica
por los desequilibrios específicos que generó la formación de la Unión Europea
(27 países) y la Eurozona (17 naciones). Ambas iniciativas buscaron amoldar la
región a las reglas neoliberales de la competitividad global, sustituyendo la
antigua diversidad de economías por un bloque liderado por la locomotora
alemana y la diplomacia francesa.
El comando económico germano se
consolidó con la anexión del territorio oriental (ex RDA). Las clases
dominantes utilizaron el poderío tecnológico y la alta productividad de la
industria, para reforzar la disciplina salarial y transformar al país en la
gran potencia exportadora de la zona euro.
Pero la crisis actual ha demostrado el
carácter inacabado de ese bloque. La moneda común fue introducida para asegurar
la colocación de los excedentes germanos, mientras se posponía la organización
del presupuesto y la fiscalidad compartida. Esa carencia ha sido letal. La
ausencia de instituciones estatales comunes para respaldar el signo monetario
socavó la cohesión del proyecto y potenció la heterogeneidad de la comunidad.
En lugar de consolidar la estructura en gestación acrecentó la distancia que
separa a las economías pujantes de los países rezagados.
Inicialmente se esperaba acortar esas
brechas mediante el desarrollo de un mercado compartido y la instrumentación de
transferencias hacia las zonas relegadas. Pero terminó prevaleciendo un proceso
inverso, de sistemática pérdida de posiciones de los países con mayores tasas
inflación y menores índices de productividad. Esta fractura condujo a
desequilibrios comerciales que fueron compensados con endeudamiento. Al final,
sobrevino el pase de facturas de las economías excedentarias (Alemania, Holanda,
Austria) a los países deficitarios (Grecia, Portugal, Irlanda). (2)
El endeudamiento público y el quebranto
de los bancos acentuaron esta brecha entre el centro y la periferia de la
Eurozona. Primero colapsaron las pequeñas economías agobiadas por el desbalance
comercial (Grecia), la inversión extranjera sesgada (Irlanda) y la financiación
foránea especulativa (Islandia, Chipre). Luego el desplome fiscal se expandió a
Italia (tercer país la zona) y ahora amenaza a España (que afronta una enorme
morosidad hipotecaria).
Todos los bancos tienen repletas sus
carteras de títulos públicos insolventes. Las frágiles entidades de Grecia,
Irlanda o Islandia ya colapsaron y hay pavor por la situación de grandes
instituciones de Francia, Alemania, Austria o Italia. Las transacciones inter-bancarias se han encogido, crece el temor por la
toxicidad de los balances y hay salidas de fondos hacia lugares más seguros.
(3)
La estrategia germana
Alemania no puede intentar las respuestas
globales que tantea Estados Unidos. Carece de los recursos imperiales que
conserva la primera potencia y ha optado por una estrategia deflacionaria
defensiva, que ese ubica en las antípodas de la opción inflacionaria
norteamericana. Mientras que la FED ha impulsado reducciones sistemáticas de
las tasas de interés, el Banco Central Europeo (BCE) ha encarecido el costo del
dinero.
Frecuentemente se explica esta
diferencia por un cruce de tradiciones. La memoria de Weimar es contrastada con
el recuerdo del New Deal.
Este contrapunto entre temores europeos a la hiperinflación y recuerdos
norteamericanos de la Gran Depresión ilustra la brecha de influencia que existe
entre ambos países, en la gestión internacional de la crisis. (4)
Alemania actúa a nivel europeo con una
política de atropello para descargar sobre los trabajadores el costo de la
crisis. Esta embestida no implica un ajuste más. Supone demoler el estado de
bienestar construido desde la posguerra y barrer con conquistas sociales nunca alcanzadas
por los asalariados de otros continentes. Las tasas de desempleo europeo ya
promedian el 20 % y bajo el impacto de la precarización laboral, la pobreza se
ha extendido a un cuarto de la población. (5)
El otro cimiento de la política germana
es el apriete fiscal para sostener el euro. En los últimos meses la continuidad
de este signo quedó en la cornisa y se ha especulado con su reorganización,
fractura o desaparición. Pero esa moneda ha sido la llave de un dominio
exportador alemán basado en la unificación de los mercados y la eliminación de
las barreras proteccionistas.
Para preservar el euro se impuso la
suscripción del reciente pacto fiscal. Se fija un plazo para restaurar reglas
de déficit y deuda pública, con sanciones automáticas para los países que
violen esos límites. Tendrán que incorporar ese principio presupuestario como
una norma constitucional y someterse al control de cortes supra-nacionales.
Estos poderes supervisarán el gasto, imponiendo recortes en cualquier momento
del año y colocando a los pueblos entre la espada y la pared. Quienes incumplan
el cronograma serán automáticamente excluidos de la Eurozona.
Este endurecimiento es congruente con la
estrategia alemana de reforzar su patrón exportador sin emitir dinero. Busca
afianzar el rol de la periferia europea como proveedora de insumos a costos
decrecientes. La poda de los salarios griegos, la pulverización de la seguridad
social irlandesa y el generalizado aumento de la edad de jubilación anticipan
las consecuencias de esta reorganización. (6)
Alemania impone esta estrategia
deflacionaria, vetando todas las iniciativas financieras que amenazan su
competitividad. Bloqueó la creación de los Eurobonos y la mutualización
de las deudas. Obstruyó la ampliación del fondo de rescate bancario (FEEF-
MEE), impidió la compra de bonos en los mercados secundarios y reforzó las
prohibiciones de financiamiento directo del BCE a los estados.
Este rigor no implica abandonar a los
bancos en quiebra. Alemania aprueba el auxilio, pero buscando preservar su
potencial industrial. No renuncia a la financiación futura de la Eurozona con
los mecanismos federales que rigen en Estados Unidos, pero quiere garantizar su
control fiscal previo. Aceleró esta supervisión ante la vulnerabilidad de los
bancos y la imposibilidad de de repetir la paulatina absorción de acreencias,
que implementó por ejemplo Estados Unidos hace dos décadas, frente a las
acreencias latinoamericanas. (7)
Pero el nuevo cuadro fiscal abre otra
gama de conflictos en las cúpulas de la Unión Europea (UE). Gran Bretaña
rechazó el pacto franco-alemán y decidió mantenerse al margen para proteger la
autonomía de la City. Objetó someter sus bancos a la
supervisión de Bruselas y no consiguió el poder de veto para resguardar sus
negocios. A los capitalistas ingleses les interesa participar en el mercado
continental, pero preservando la internacionalización de sus finanzas.
La alianza Merkel-Sarkozy emergió como ganadora del reciente round, pero sólo
el tiempo permitirá evaluar la consistencia de esa victoria. La crisis devora
los liderazgos políticos y cada elección consagra algún castigo al gobernante
de turno. Esta sanción afecta por igual a los socialdemócratas (Irlanda,
Portugal, España) y a los conservadores (Francia, Italia, Alemania). (8)
Interrogantes sobre China
El continuado crecimiento de China a
tasas del 9-10% anual constituye una importante novedad de la crisis en curso.
En la última década las exportaciones del gigante oriental se multiplicaron a
un ritmo desenfrenado. China captura recursos naturales en África, afianza los
intercambios comerciales con América Latina y ya destronó a Japón como segunda
economía del mundo.
Este avance confirma la profundidad de
los cambios registrados durante la etapa neoliberal. China se integró a la mundialización
utilizando la baratura de su fuerza de trabajo, sin repetir la vieja
trayectoria de debut proteccionista, gestación de una burguesía nacional y
despliegue de rivalidades internacionales. Se insertó directamente en la
acumulación global del capitalismo.
Al comienzo de la crisis muchos
economistas suponían que el crecimiento chino contrarrestaría la retracción de
las economías avanzadas. En los hechos se registró tan sólo un contrapeso
parcial. El gigante asiático ha sostenido financieramente a Estados Unidos y a
Europa en los picos de la crisis, para asegurar la continuidad de sus ventas
externas, preservando la demanda interna y motorizando la adquisición
internacional de materias primas. Con estas acciones frenó la depresión general
y acotó el alcance geográfico de la recesión, aunque sin reemplazar a las
locomotoras del mundo desarrollado. ¿Mantendrá este rol?
Quiénes apuestan a esa continuidad
esperan un fuerte auxilio del yuan al Viejo Continente, mediante enormes adquisiciones
de títulos públicos nominados en euros. Pero China ya compró grandes sumas de
la deuda italiana, española o portuguesa y tiene un cuarto de sus reservas en
esa moneda. El incremento de esas adquisiciones suscita divergencias en la
dirigencia oriental.
El sector más asociado con negocios
globales (“elite de la costa”) acepta participar en el nuevo rescate, a cambio
de fuertes contrapartidas. Busca aminorar las sanciones por dumping, obtener el
status de “economía de mercado” e ingresar en la inversión de la
infraestructura europea.
Esta fracción también intenta posicionar
a China en el futuro diseño de una moneda mundial. Por eso reclama que una
porción de cualquier auxilio quede nominado en yuanes. Pero esa inserción
monetaria también valorizaría el tipo de cambio y deterioraría el modelo
exportador. China ha resistido numerosas presiones para revaluar el yuan y no
aceptó las exigencias, que en la década pasada Estados Unidos le impuso a
Japón. Sin embargo, la propia internacionalización del yuan podría generar ese
debilitamiento de la autonomía que mantiene la principal economía asiática. (9)
Los fondos de inversión chinos han
participado activamente en el sostén del dólar y los bonos del tesoro.
Compraron acciones de General Motors y porciones del banco Morgan Stanley. Pero
otra escala de estas adquisiciones (especialmente en Europa) introduciría al
país en una riesgosa política imperial. Para defender lo obtenido en el
extranjero se necesita una presencia geopolítica que la dirigencia china rehúye.
Por esta razón muchos sectores de la
conducción (“elite del interior”). Cuestionan el desmedido aumento de las
inversiones foráneas y destacan la necesidad de incrementar primero la bajísima
proporción del consumo interno en el producto total. La oleada de internautas
que objetó el reciente financiamiento del Viejo Continente refleja esta
preocupación. Conviene recordar que el ingreso per
capita de los chinos es aún 10 veces inferior al promedio de los europeos.
El dilema de sostener el modelo exportador
o procesar un giro hacia el consumo interno persiste sin resolución. Existe una
fuerte presión para apuntalar el segundo curso, pero sin resultados
significativos. Este giro no se consuma, ante la magnitud de los desequilibrios
que podría desatar.
Para aumentar sustancialmente el poder
adquisitivo interno habría que subir el salario e introducir prestaciones
sociales generalizadas. Estas medidas chocarían con el costo laboral reducido
que permitió el ascenso capitalista del país. Un anticipo de este problema se
observa en las corrientes de inversión, que fluyen hacia las economías
asiáticas con sueldos inferiores a China.
El curso económico a seguir está sujeto
a múltiples tensiones. La burbuja inmobiliaria es el desequilibrio más
inmediato. En las 30 principales ciudades los precios de las viviendas subieron
50% en los últimos dos años, repitiendo el ciclo de endeudamiento dudoso que
afectó a Estados Unidos y España. Como el 25% de la economía está vinculada a
la construcción, una brusca reversión de esa valorización podría afectar al
PBI.
También existen graves problemas
financieros. Aunque el estado mantiene el control del crédito se ha gestado un
enorme mercado de préstanos clandestinos, que solventa el consumo de la clase
media y la oscura administración de los gobiernos locales. Estos desajustes
explican la inflación, que durante la década pasada osciló en torno al 2% anual
y actualmente ha trepado al 6,2%.
La inestabilidad de los negocios también
obedece a la magnitud de los beneficios acumulados por los segmentos
privilegiados. Los ingresos del 10% más rico de la población son 23 veces más
elevados que el 10% más pobre y la crema de los ejecutivos percibe salarios 128
veces superiores al promedio general. (10)
Esta fractura social coexiste con
problemas estructurales de sobre-inversión, que ya alcanzó una tasa anual del
45% del PBI. Este ritmo de actividad exige abrir nuevos mercados en un
escenario internacional recesivo, mientras se acrecientan los peligros de un
descontrol ecológico.
Nadie sabe como impactará la recaída de
la economía global sobre China. Algunos economistas estiman que ese efecto será
digerible (Stiglitz) y otros pronostican duras consecuencias (Roubini). Pero todos coinciden en la centralidad de este
dato para el devenir inmediato de la coyuntura mundial. (11)
* Claudio Katz es economista, investigador,
profesor. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda).
Notas:
1) La mirada inicial en Pasquino
Gianfranco, “La UE aún representa el progreso”, Clarín, 31-8-10.
2) Husson
Michel, “Euro: en sortir ou
pas”, Inprecor 575-576,
7-8-9-2011. Samary Catherine, “The
Eastern periphery”, www.attac,
31-10-11.
3) Desde la caída de la principal
entidad belga (Deixa) sobrevuelan muchas hipótesis de
repetición de lo ocurrido con Lehman Brothers. Las “pruebas de resistencia”
realizadas a los bancos europeos dejaron muy intranquilos a los expertos,
cuando las entidades necesitan recapitalizarse y recaudar dinero. Esta
exigencia contrae, a su vez. el crédito y agrava la
recesión.
4) Llach Juan,
“Pulseadas en el palacio global”, La Nación, 30-6-10.
5) La Nación, 16-1-10.
6) Husson
Michel, “Una crisis sin fondo”, www.vientosur,
19-7-11 Louca Franciso, “La
izquierda contra la dictadura de la deuda”, www.sinpermiso,
17-10-11
7) No hay tiempo suficiente para
transferir los títulos a los tenedores marginales, limpiar los balances o crear
mercados paralelos para los papeles incobrables. La crisis actual golpea en una
coyuntura muy turbulenta, a economías entrelazadas y localizadas en el centro
del capitalismo. Arceo Enrique, Página 12, 9-12. Toussaint Eric, “Crash do Deixa”, www.CDTM, 7-10-11
8) La reorganización de la eurozona
prepara la introducción de formas federativas en la UE, que someterían las
atribuciones locales a una mayor centralización estatal. Este cambio introduce
enormes fisuras y puede potenciar el secesionismo en los países con fracciones
separatistas influyentes (Bélgica, España o Italia). Estos sectores podrían
reforzar sus demandas de integración directa a la Eurozona, puenteando las
estructuras estatales existentes para desembarazarse de las regiones empobrecidas.
9) Shujie Yao,
“Los límites del modelo China”, Cash-Pagina 12, 7-8-11. También Wall Street Journal, La Nación,17-11-11)
10) La Nación, 5-6-10.
11) Roubini, Nouriel, “El boom de China tiene fecha de vencimiento”, La
Nación, 24-4-11. Stigtiz Joseph, www.elperiodico.com,
9-8-11
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