Claudio
Katz *
Los derechistas
ya no prometen prosperidad, sino tan sólo supervivencia…
Resumen: Se vislumbra una nueva fase
recesiva con impactos regionales muy diferenciados. En Estados Unidos se
expande el empobrecimiento con ajustes e inacción del gobierno. Pero la primera
potencia interviene activamente a escala global a través del dólar, la reforma
bancaria y el FMI, tanteando una opción inflacionaria.
En Europa se destruyen conquistas
sociales históricas bajo el comando de Alemania, que amplió su dominio
exportador pero gestó un bloque inacabado. El pacto fiscal intenta una
centralización ultra-liberal, para amoldar la periferia del Viejo Continente a
la competitividad germana. Los derechistas ya no prometen prosperidad, sino tan
sólo supervivencia. Su reorganización regional abre grandes fisuras e introduce
políticas autoritarias.
El crecimiento de China limita la
recesión global, pero fractura el ciclo mundial e ilustra las transformaciones
del período neoliberal. Múltiples desequilibrios obstruyen la internacionalización
del yuan y el esperado viraje hacia el mercado interno. Es erróneo clasificar a
China junto a economías semiperiféricas de incierta
evolución. Las diferencias de status geopolítico y el sustento industrial o
rentista determinan enormes diferencias dentro de los BRICS. El encarecimiento
de los alimentos que agobia a la periferia empobrecida persiste en la recesión,
por maniobras financieras y desequilibrios acentuados por la especialización
exportadora.
Las tendencias a la multipolaridad
alteran las relaciones entre las potencias al interior de la mundialización
neoliberal. Las burguesías ascendentes carecen de propósitos antiimperialistas
y los cambios de hegemonía no implican atenuación del militarismo
norteamericano. Los socialdemócratas gestionan los atropellos demostrando la
reducción del espacio para políticas reformistas. Los keynesianos soslayan la
confrontación requerida para frenar la agresión social y generalizan en forma
abusiva la experiencia argentina.
Una salida progresista exige concebir
horizontes anticapitalistas. La resistencia social ha comenzado después del
estupor creado por un estallido en el Primer Mundo. Las rebeliones árabes
impulsaron esta reacción, que afronta presiones de los dominadores para oponer
a los trabajadores de las distintas nacionalidades.
Una nueva fase recesiva de la crisis
iniciada en el 2007 se vislumbra en las economías desarrolladas. El rebote
logrado con desembolsos estatales se está agotando y la próxima recaída
incluirá un alto piso de desempleo. Sólo para retomar el nivel de ocupación
vigente al comienzo del temblor se necesitarían crear en el mundo 17 millones
de puestos de trabajo y las tesorerías están exhaustas por el socorro brindado
a los bancos.
En el debut de la convulsión hubo dos interpretaciones
económicas predominantes. Los neoliberales subrayaron la culpabilidad de los
deudores, que tomaron préstamos sin capacidad de repago y la irresponsabilidad
de los estados, que asumieron pasivos inmanejables. Los keynesianos remarcaron,
en cambio, la falta de regulación financiera y los excesos de especulación.
También subrayaron el deterioro de la demanda solvente por el estancamiento de
los salarios y la polarización social. Ambas corrientes enfatizaron distintos
desaciertos de la política económica que condujo al colapso actual.
Pero esta atención inicial en el origen
de la crisis se ha desplazado posteriormente hacia otro problema: el impacto
regional diferenciado de la convulsión y los consiguientes cambios en el
tablero geopolítico. Esta mirada realza el viraje hacia la multipolaridad,
la pérdida de hegemonía estadounidense, al ascenso de China y la gravitación de
las economías emergentes.
¿Cómo se desenvuelve la crisis económica
en cada región? ¿Cuáles son las estrategias en juego de las clases dominantes?
¿Qué tipo escenarios están despuntando a nivel global?
Fractura
de la economía estadounidense
El desplome inmobiliario desató la
crisis en Estados Unidos, cuando los deudores insolventes (subprime)
no pudieron afrontar el pago de sus cuotas. Los bancos afrontaron un gran bache
de cobranza frente a 11 millones de viviendas valuadas por debajo de sus
hipotecas y un quinto de los propietarios asfixiados por créditos impagables.
Posteriormente salió a flote el mismo
endeudamiento en otros terrenos. Las familias soportan pasivos equivalentes al
112% de sus ingresos y obligaciones financieras 37% superiores a la década
pasada. Toda la cadena de financiación está afectada por una morosidad que
induce a los bancos a retacear los préstamos y a crear un círculo vicioso de
recesión y mayor fragilidad financiera.
Los economistas ortodoxos acusan a los
deudores y sus adversarios a los bancos. Pero ambos olvidan que la bola de
nieve de consumos financiados sin respaldo se arrastra desde hace varias
décadas, como consecuencia de la reorganización capitalista que impuso la
mundialización neoliberal. Esta transformación introdujo un deterioro en las
condiciones laborales (precarización, estancamiento de los salarios,
segmentación de las calificaciones), que retrajo los ingresos populares e
impulsó a mantener el consumo con el auxilio crediticio.
Con grandes préstamos a las familias se
sostuvo la demanda frente a un desempleo que ya bordea los dos dígitos, una
pobreza que afecta al 15% de la población, sueldos retraídos al nivel vigente
hace 15 años y una concentración escandalosa de la riqueza. (1)
La reestructuración neoliberal también
incluyó una significativa deslocalización de las firmas, que lucran en el
exterior con menores costos salariales acentuando la pérdida de puestos de
trabajo. Las empresas estadounidenses crean fuera del país, los empleos que
destruyen internamente y por esta razón, la recesión local coexiste con el
aumento de las utilidades foráneas que obtienen las principales 500 firmas. (2)
En las últimas décadas el enorme consumo
norteamericano persistió sobre endebles cimientos de endeudamiento, en un
contexto de regresión industrial interna, aumento de la explotación, déficit
comercial y emigración de firmas. Este crítico escenario fue un resultado de la
presión competitiva que impuso el neoliberalismo.
Los desequilibrios generados por esta
remodelación salieron a flote con el estallido de la deuda hipotecaria. Pero la
magnitud de los desajustes se tornó visible a partir de la bancarrota de Lehman
Brothers (2008) y la erosión de todo el sistema financiero (2009).
El socorro posterior ha creado
finalmente la actual pesadilla de insolvencia fiscal y bancaria, que hace
temblar a los mercados. Las entidades permanecen en terapia intensiva y la
deuda estatal se elevó del 62 % (2007) al 100% del PBI (2011). (3)
El gobierno gestiona el agujero fiscal
sin ninguna coherencia. Un día acepta la presión de los republicanos para
recortar el gasto y a la jornada siguiente lanza un programa de inversión con
grandes recortes fiscales. Obama está paralizado
entre la presión de la derecha que copó el Congreso y un electorado que sigue
esperando el cumplimiento de sus promesas.
Reacción externa norteamericana
Estados Unidos ha intentado ordenar la
gestión global de la crisis, mediante la organización del G 20 y la
intervención conjunta de los Bancos Centrales. Pero desenvuelve, además, varias
estrategias utilizando sus principales instrumentos económicos.
El primer recurso es el dólar que concentra
el 85% de las transacciones en divisas, el 65% del comercio global y un
porcentaje semejante de las reservas mundiales. Este signo nomina la mitad de
la deuda internacional y el grueso de las operaciones con petróleo o materias
primas.
El dólar ha perdido el reinado
indiscutible que tenía en la posguerra, pero mantiene su primacía ante la
ausencia de reemplazo. El euro no logró la influencia requerida para actuar
como moneda global, el yen ha perdido influencia y el yuan no se ha
internacionalizado como signo convertible.
Esta carencia de sustituto le permite al
dólar mantener una intervención predominante, que podría anticipar la futura
convivencia de tres monedas (dólar, euro, yuan), el retorno a los tipos de
cambio fijo o la negociación de una nueva canasta de varios signos. (4)
En cualquiera de estas alternativas el
dólar podría mantener la incidencia que ha conservado desde su
in-convertibilidad, en sucesivas etapas de revalorización y desvalorización de
su cotización. El margen para administrar tipos de cambios altos (que atraigan
capitales) y bajos (que fomenten las exportaciones) se ha estrechado, pero no
ha desaparecido.
La influencia norteamericana es también
significativa en la reforma del sistema financiero mundial (Basilea III). Este
cambio se tramita para incrementar el patrimonio de los bancos, mediante
negociaciones sobre el monto que deberían aportar las entidades. También se
discute como regular los nuevos mecanismos de especulación (derivados, CDS, Hedge Funds)
y las operaciones financieras que las empresas desenvuelven en forma directa.
La internacionalización de las finanzas
y la interconexión de las Bolsas tornan imperioso este ajuste normativo, que se
procesa a través de una reorganización previa de las entidades norteamericanas.
Un reconocido jefe del clan bancario (Paul Volcker) está comandando esa remodelación.
Wall Street actúa
en este terreno en estrecha sociedad con la City
Londinense. Ambas comparten el manejo de las cúspides financieras y pretenden
restringir todas las regulaciones al mínimo compatible con sus negocios.
Los próceres del neoliberalismo
(Greenspan y Bernanke) se encuentran a la defensiva
para comandar esta reorganización. Ya no ponderan en público la eficiencia
suprema de los mercados para auto-contener las burbujas. Pero sus oponentes
keynesianos (como William Dudley), tampoco logran apoyo para implementar un
mayor control previo de las oleadas especulativas. En ambas variantes la
dirección de los cambios se define en Estados Unidos. (5)
La influencia norteamericana es también
decisiva dentro del FMI. A pesar de las crecientes atribuciones obtenidas por
los nuevos participantes del Fondo, Washington marca la pauta del organismo. En
los últimos cónclaves del G 20 logró duplicar los fondos de la entidad,
otorgarle mayores facultades como auditora y asignarle crecientes potestades de
intervención nacional.
El FMI define actualmente en Europa las
sanciones contra cualquier obstrucción del apriete. Suspendió créditos a
Ucrania cuando se dispusieron aumentos del salario mínimo, impuso la reducción
de los sueldos en Letonia, exigió privatizaciones en Grecia y objetó el
referéndum de Islandia contra los acreedores. Ya no actúa sólo en las economías
menores, sino que supervisa el rescate de Italia. (6)
Partiendo de estas acciones el establishment norteamericano evalúa estrategias de salida
de la crisis, tanteando las opciones inflacionistas. Desde el 2008 la Reserva
Federal (FED) inyectó 2 billones de dólares, mediante políticas
ultra-expansivas (conocidas como “relajamiento cuantitativo”). Instrumentó
emisiones monetarias que inundan de dólares el planeta y facilitan la
exportación de los desequilibrios estadounidenses. Esta política apunta a
licuar la deuda pública con inflación, repitiendo un mecanismo ya utilizado por
Estados Unidos para achicar sus pasivos estatales, empapelando al resto del
mundo.
Pero esta reiteración presenta mayores
dificultades, no sólo por la resistencia que oponen los economistas ortodoxos.
La reducción inflacionaria de la deuda se consumó en el pasado en contextos de
alto crecimiento, que permitían achicar la proporción total de esa carga en
comparación al PBI. Nadie avizora esos escenarios de prosperidad en los
próximos años. (7)
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Continía
* Claudio Katz es economista, investigador, profesor. Miembro del
EDI (Economistas de Izquierda).
Notas:
1) El 1% más rico 1979 percibía el 9% de
la renta nacional en 1979y actualmente obtiene el 24%. Cuando los ocupantes de Wall Street afirman que “somos el
99% de la ciudadanía”, saben muy bien de que están hablando. Roberts Paul Craig, “Las pérdidas de puestos de trabajo en Estados
Unidos son permanentes”, Rebelión, 9-10- 20.
2) Wall Street Journal, “La recuperación de EEUU es una de las más
decepcionantes”, La Nación, 31-12-10.
3) Aunque alguno bancos mejoraron
últimamente su patrimonio y liquidez, el reciente desplome de la octava firma
de inversión (MF Global) es muy ilustrativo de los peligros en ciernes. Se
derrumbó por su exposición con bonos de la deuda europea, que se encuentran
asegurados en grandes proporciones por financistas norteamericanos. Montero
Alberto, “Cuando la democracia entra por la puerta”, Rebelión, 2-11-11.
4) Kennedy Paul,
“Un mundo de tres monedas”, Clarín, 8-6-11, Robert Mundell,
“El futuro de las monedas de reserva luego de la crisis”, El País, 18-1-10,
Michel Crittenden, “Puede el dólar ser destronado”, online.wsj, 1.3-11. Ver también: Wallerstein Inmanuel “Guerra de divisas, La Jornada, 6-11-10, Eichengreen Barry, “El reinado del dólar llega a su fin”,
La Nación, 2-3-11
5) Ocampo Emilio, “Brujas y burbujas”,
Ámbito Financiero, 2-9-10. También La Nación, 13-9-10 y 30-8-10 y Financial Times, 20-9-10.
6) Estados Unidos también apostó muy
fuerte para neutralizar la crisis de legitimidad que afectaba al Fondo y
todavía se desconoce su rol en el escándalo montado contra el ex directivo
Dominique Strauss Kahn. CADTM, “El FMI lamentable símbolo de un sistema”,
www.cadtm.org/ 18-5-11.
7) Fiori José
Luis, “Muy lejos del equilibrio”, Sin Permiso, 19-12-10, Cantelmi
Marcelo, “El G 20 en las puertas”, Clarín, 23-10-10.
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