Agricultores o delincuentes
Por
Wladimiro Rodríguez Brito
Recibimos numerosas quejas de nuestro
mundo rural sobre la presencia y en muchos casos las denuncias que se realizan
en el mismo, por el trabajo en el que participan pensionistas o parados. De
todos es conocido que el mundo rural ha funcionado en gran medida con el trabajo
de la familia e incluso el apoyo para tareas agrícolas de los vecinos, lo que
el profesor Leoncio Afonso recoge en sus publicaciones sobre las gallofas[1]
o lo que es lo
mismo, trabajos con participación de vecinos bien el llamado troca peón o
simplemente la participación solidaria en el mundo rural.
Sin embargo, lo
que está ocurriendo en estos momentos es una situación lamentable en la que
inspectores de trabajo y el Seprona están recorriendo nuestros campos pidiendo
documentación a los participes en las faenas agrícolas, como está ocurriendo
este año con la vendimia, en la que los pensionistas o los parados no pueden
participar ni tan si quiera en un trabajo solidario con familiares y amigos o en
otros casos, si venden un saco de papas para pagar el coste de la semilla o del
abono lo denuncian como incompatible con las prestaciones sociales, es decir, el
empobrecido campo canario se encuentra con esta nueva situación que es la
resultante de la política del Estado, que la vicepresidenta Soraya Saenz de
Santamaría nos ha dicho de los 500.000 defraudadores con el seguro de desempleo
o aunque bajo los datos se quedó en 5.800, ¿podemos situar a nuestros
campesinos como defraudadores?
Veamos
algunas referencias: las medianías de Tenerife o los cultivos de secano en
Lanzarote o La Palma están mantenidas básicamente con la llamada tercera edad,
son los cuidadores ambientales y los que mantienen gran parte de los viñedos y
los cultivos de papas en nuestras medianías, son de alguna manera la semilla
que puede y debe contaminar a nuestros jóvenes con experiencia y sabiduría
sobre nuestro medio rural, sin embargo, lo que está ocurriendo en nuestro campo
es asociarlo como unos nuevos Bárcenas, podemos entender el futuro para nuestra
tierra si no incorporamos a los jóvenes con la experiencia y cariño de los que
ahora maltrata la administración en nombre del “fraude”.
Hemos
de plantear a las autoridades correspondientes que esta situación hay que
corregirla, con un cambio de cultura, un nivel de explicación y una actitud de
respeto y cariño hacia las personas que todavía cortan zarzas, limpian caminos
y mantienen gran parte de las parcelas que hoy tenemos en nuestras medianerías,
de tierras no balutas. Entendemos que es un trabajo ambiental en la lucha contra
los incendios, pero sobre todo es una escuela para el futuro de esta tierra en
la que los temas administrativos que dudamos que sean aplicables en el
Continente no tienen nada que ver con nuestro minifundio, nuestras bodegas
familiares en las que el capital humano de la universidad de la vida, nuestros
pensionistas, tienen mucho que decir y por supuesto los cazafraudes tienen poco
que hacer.
Por
ello, el papeleo que se les exige en estos momentos no nos ayuda ni a la
recuperación del campo ni a la mejora social y ambiental para que se incorporen
jóvenes o se mantengan las actividades que aún subsisten en nuestro medio
rural. Esto dista años luz de los defraudadores tipo Bárcenas, a que si están
dados de alta o no, como autónomos, como pensionistas o como parados no pueden
ni deben ser una situación de persecución y de miedo por unos supuestos
defraudes a la hacienda pública, porque vender un saco de papas o un queso para
pagar el agua o el guano no es un tema de defraude
* DOCTOR
EN GEOGRAFÍA
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