Un rescate que sería mortal para Canarias

 

El debate que organiza cada semana EL DÍA correspondiente al domingo 12 ha sido, como comentaba alguno de nuestros colaboradores, oportuno y necesario. Giraba esta vez la discusión -en el sentido de intercambio de ideas- en torno a la posibilidad de que España pida el rescate a la Unión Europea y las consecuencias que tendría ello para Canarias, dada su condición de colonia, con lo cual se puede presumir que las cadenas que nos atan a la metrópoli nos apretarían aun más que ahora, acabando por estrangular por completo la débil economía canaria, con su secuela más grave: el enorme nivel de desempleo que se da en las Islas, el triple que en algunas regiones de España y cinco o seis veces mayor que en cualquier país centroeuropeo.

Todos los participantes en el debate coincidieron, básicamente, en estas apreciaciones, resumidas de forma clara en lo siguiente: el rescate español supondría más sufrimiento, si cabe, para los siervos canarios. Siervos no por propia voluntad, desde luego, sino a la fuerza, y por la sumisión de un nacionalismo complaciente desde el Gobierno llamado eufemísticamente autónomo, o autonómico, cuando su capacidad de maniobra es ridícula. Eso sí, maneja dinero, pero ya vemos con qué resultados para la población.

En todo caso, y como señalaba el contertulio Manuel Díaz, "estamos en un momento histórico único para la descolonización de Canarias" y cortar con las amarras que nos pueden llevar al fondo del mar para ahogarnos junto con nuestros dominadores, situados a 1.500 kilómetros de distancia, aunque con sus terminales de poder aquí, concretamente en Las Palmas.

Y seguía Manuel Díaz clarificando su postura: "El rescate de Canarias es, por tanto, el rescate de las instituciones propias. El Estado español nos está transfiriendo su deuda y liquidándonos como pueblo, y si entramos en un proceso de descolonización el colonialismo español se vería obligado a transferir indemnizaciones a cuenta de ese proceso, de manera que la alternativa es clara". Y más adelante explicaba el doctor Díaz cómo la colonización de las Islas por parte de España impide que estas últimas consigan desarrollarse en todos los aspectos, ahogando su despegue económico, prueba de lo cual -una de tantas- es la propiedad de las grandes empresas asentadas aquí: prácticamente no hay ninguna cuyos accionistas sean canarios.

Para poner fin de una vez por todas al estatu quo propone Manuel Díaz "plantear este asunto en los foros internacionales". Ya está bien después de seis siglos de colonización.

Ahora bien, reconoce este ilustre independentista que la tarea no encuentra en el propio Archipiélago los apoyos que debiera, y todo por culpa de "una conciencia minusvaloradora de autoestima", que impide avanzar en la formación de una conciencia política de nación canaria, como paso previo a la formación de un Estado en forma de república, naturalmente.

Todas estas ideas no pueden parecernos sino acertadas y aquilatadas desde la experiencia de un patriota que lleva años en la lucha por la libertad de su tierra, lo que no es óbice para que su actitud y su propio carácter sean prudentes y apacibles. Así es el autor de los anteriores entrecomillados.

En cuanto a la evolución de los incendios que han asolado La Gomera, hay que recordar que, de no ser por los dos hidroaviones que nos prestó Marruecos, otro gallo nos hubiera cantado, porque los que envió el Gobierno de Madrid no eran suficientes, como se ha visto por la cantidad de días que han sido necesarios para controlar las llamas. Y, mientras, Paulino Rivero, a salvo de la petición de responsabilidades por la mala gestión del incendio, retirando unos medios de extinción que no deberían haberse ido cuando aún los rescoldos, y a la vista de una nueva ola de calor, podían reavivar el fuego fácilmente.

En fin, ¿por qué no se oye una declaración de gratitud del Gobierno de España hacia Marruecos, cuando le ha salvado la cara? Muy sencillo: porque Canarias es una colonia y admitir que la metrópoli no es capaz por sí sola de solucionar un problema como este la debilitaría internacionalmente. Es como si ahora dimitiera alguien por no hacer bien su trabajo: estaría admitiendo que tuvo responsabilidad en la destrucción de casas, cultivos y enseres de tantos gomeros. No es eso lo que hacen en otros sitios, por ejemplo, en Noruega, donde acaba de dimitir el jefe de la policía por la deficiente actuación de esta en la matanza de la isla de Utoya, el verano pasado. Aquí no; aquí nadie admite nada. La consigna es resistir en el cargo sin pestañear, aunque esté ardiendo media humanidad. Estos son quienes nos llevan al matadero con la aquiescencia de los que nos quieren "rescatar".

Publicado en el periódico El Día - Comentariodeldia20-08-2012