Pobreza Infantil en Canarias
Un niño de apenas cuatro años del barrio de San José, en la ciudad
de Las Palmas de Gran Canaria, le pidió a Josefa, su Madre, algo para cenar, la
joven madre de 29 años recién separada, sin trabajo, y con otra hija de
escasos meses, no supo como disimular que en su humilde despensa no quedaba nada
de comida, sólo un poco de café caducado y una bolsa de arroz con gorgojos,
las que le habían dado la parroquia el día de navidad. El niño con su pijama
raído conforme con la triste realidad de su familia, malnutrido, triste,
acostumbrado a marcharse al colegio sin desayunar se arropó entre las sábanas,
cerró los ojos y se imaginó una fiesta de cumpleaños, la de su amigo y compañero
de clase Rubén, la que celebraron en aquel centro comercial entre castillo
hinchables, donde probó por primera vez el chocolate.
La Canarias, gobernada por un esperpento presidente
de Coalición Canaria, ostenta la segunda Comunidad Autónoma con el mayor índice
de pobreza infantil. Un siniestro récord sólo superado por Andalucía, igual
de corrupta como Canarias. Sí, esta Canarias de los desahucios, de las estafas
gubernamentales y la generalizada corrupción política y empresarial, está a
la par con otras Comunidades Autónomas de otros países del contorno europeo
donde la mafia criminal de la Unión Europea, junto a la putrefacta troika, y el
asesino genocida FMI, han extendido sus políticas altamente delictivas,
implantando unas medidas de austeridad que han empobrecido de forma alarmante a
la población, que ha perdido progresivamente servicios sociales, el acceso a la
sanidad, al trabajo, a la vivienda, al bienestar colectivo, a unos derechos
constitucionales, que esta basura de coche oficial y vicios caros, se pasa por
el forro de sus miserias.
Los derechos fundamentales de gran parte de nuestro
pueblo están siendo violados por su gobierno donde miles de canarios han
perdido la cobertura sanitaria o sufren
una situación de inmensa desesperación al no tener ningún ingreso económico,
teniendo que recurrir a la
mendicidad en bancos de alimentos o parroquias para poder sobrevivir y no ver a
sus hijos padeciendo hambre.