La
factoría de los intocables
El
mayor complejo indígena de procesado de alimentos de la Isla se encuenta en La
Garita, Telde. Los canarios manipulaban allí cereales, pescado y carne
Lomo los Melones, la playa que pasó a denominarse La Garita
después de que en tiempos de Franco se construyera la casamata que se encuentra
a la izquierda de la pequeña bahía, guarda, a solo diez metros de la línea de
mar dos estructuras casi superpuestas, una cruciforme y otra, a la que se accede
por la primera, cuadrangular.
Ambas forman parte de un descubrimiento prácticamente único en la isla: un lugar de procesado de alimentos donde se ha documentado el despiece de cabras, cerdos y ovejas para su consumo en otro lugar.
Una suerte de
matadero y cocina, entre comillas, donde también su ubica en uno de sus
rincones un banquillo que sirve para la talla y obtención de herramientas para
este curioso procesado.
Fe de ello son los únicos cuernos de cabra que se han
encontrado hasta la fecha especialmente preparados para descamar el pescado, según
se deduce de una pieza que aún permanecía con estas escamas pegadas a la ´herramienta´
cientos de años después de su uso.
Pero no era esta ´central´ alimentaria una factoría
exclusiva para la carne y el pescado. El carpólogo Jacob Morales, el mayor
especialista en semillas de Gran Canaria, cita en su tesis doctoral lo hallado
en La Garita, con dataciones que sitúan su entrada en funcionamiento en el
siglo XIII para ser abandonado dos siglos después, justo cuando la Conquista, y
determina que allí únicamente se realizaba el torrefactado final de un cereal,
especialmente cebada, para obtener el gofio y que ya venía cribado de otro
lugar, y también fijó en esta estructura cruciforme el récord de semillas de
higos de toda Canarias, casi el doble, estima, que en el resto de los
yacimientos de la isla.
Solo en la primera estructura se han recabado 2088 restos
carpológicos, que incluyen muestras de mocán, de palmera o incluso un fruto de
balos carbonizado.
El doctor sostiene en sus tesis que "la especificidad
funcional del lugar ha de ser entendida dentro de un complejo modelo social
enfocado a la producción de alimentos, y que se materializa en forma de grandes
espacios destinados al almacenamiento de la cosecha, estructuras destinadas a la
manipulación y preparación de los alimentos (el presente caso), y otras
orientadas a su consumo. A este respecto", subraya Morales, "es útil
la comparación con la estructura número 25 de Cueva Pintada, que también ha
sido interpretada como lugar de almacenamiento y procesado".
Esta despensa no terminna aquí, puesto que incluye moluscos
como erizos, cangrejos, burgados, lapas, thais..., y un surtido catálogo de
peces, conformando una alacena completa para su ingesta en otro lugar.
Para entender este trajín recolector se puede recurrir a
las crónicas de Gómez Escudero, en las que explica la mecánica del chinchorro
prehispánico, practicado en playas que cuadran con la fisonomía de La Garita y
en el que los canarios entraban al mar a pelo, nadando en grupo cuando reconocían
un cardumen de pescado, sobre todo de lisas y sardinas, para luego rodearlos con
esteras de juncos amarradas con piedras a modo de plomo en su parte inferior, y
volver poco a poco a tierra con el bolsón repleto, exactamente igual que lo harían
luego los castellanos, aunque más cómodamente desde sus barcas. La Garita, en
este sentido, sería una mina. Tanto al norte como al sur disfruta de unas bajas
de lava, algunas con bufadero incluido, que conforman auténticos viveros de
marisco. Sobre todo para un personal que, recurriendo de nuevo a Gómez
Escudero, presumían de ser buzos de "debajo del agua".
Y tras la pesca, a su procesado, en unas estancias, como
explica el arqueólogo y director de la segunda excavación realizada en este
yacimiento, Abel Galindo, "donde no se puede vivir". El ganado de la
estructura cuadrangular se mataría en la vivienda cruciforme, donde comparten
espacio con los frutos del mar y el lugar de tueste, pero separados, formando
unas estancias perfectamente diseñadas para esta función de la que no existen
precedentes, de momento, en ningún otro punto de Gran Canaria salvo en Cueva
Pintada.
Los indicios arqueológicos, contrastados con las crónicas
etnográficas permiten deducir pues, según Galindo, que los que allí trabajan
son los intocables, los que tienen que bregar con sangre y muertos y que para
los canarios corresponden a la casta más baja de la sociedad, como ocurre en la
India.
Estos matarifes son impuros, y como recuerda el también
arqueólogo Valentín Barroso, son enterrados incluso fuera de los lugares
comunes al resto, como se presume que ocurre en el Maipes de Agaete, donde se
cree eran sepultados por el exterior del perímetro amurallado del camposanto.
Pero viene a ser la historia del propio yacimiento la que
también parece obra de intocables, y que comienza en los 90 del siglo pasado
cuando se permite realizar un centro comercial justo en la cancela de la playa.
Durante el desmonte una vecina observa muros entre las
tierras removidas e informa al grupo ecologista Turcón, asociación que inicia
una demanda por este motivo. La constructora levanta en tiempo récord el
edificio, llevándose por delante varios muros prehispánicos, un horno de cal y
otras estructuras. El inmueble ahí sigue cerrado, formando una ruina mientras
se espera a que se resuelva la denuncia o se salve por la vía de la
indiferencia y la prescripción.
Esto por la banda de la derecha. Por la de la izquierda una
tubería de aguas fecales provenientes de la vivienda anexa contribuye gota a
gota a ´empeorar la mejoría´, que se remata los fines de semana, donde desde
el parque infantil anexo -convertido en plaza de botellón-, se hace blanco con
los envases de alcohol contra los muros prehispánicos.
De allí se retiran cada poco tiempos toneladas de cristal.
Cuando esto no resulta diversión suficiente "estos niños", como
explica un usuario de la playa, "se cuelan dentro a derrumbar lo que
queda".
Fuente:
laprovincia.es/2013/05/12