“El rumbo
ya ha sido trazado”
Discurso de Raúl
Castro
en
la clausura de la Primera Conferencia Nacional
Discurso
del General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central
del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de
Ministros, en la clausura de la Primera
Conferencia Nacional del Partido, en el Palacio de Convenciones, el 29 de enero de 2012, “Año
54 de la Revolución”. (Versiones Taquigráficas -Consejo de Estado)
29
ENERO 2012
La Primera
Conferencia Nacional del Partido que hoy concluye sus sesiones ha estado dedicada, en
correspondencia con la convocatoria librada por el 6to Congreso, a evaluar con
objetividad y sentido crítico el trabajo del Partido, así como determinar con
voluntad renovadora las transformaciones necesarias para situarlo a la altura
que demandan las actuales circunstancias.
No olvidemos que solo el Partido,
como institución que agrupa a la vanguardia revolucionaria y garantía segura
de la unidad de los cubanos en todos los tiempos, solo el Partido, repito, puede
ser el digno heredero de la confianza depositada por el pueblo en el único
Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, el compañero Fidel
Castro Ruz.
No
me detendré a exponer los datos de los participantes en el proceso de discusión
del proyecto de Documento Base ni las numerosas modificaciones que resultaron
del mismo, considerando el informe presentado por el Segundo Secretario del
Comité Central, compañero José Ramón Machado Ventura, en la inauguración de
este evento, que como todos conocen no comenzó ayer, sino casi inmediatamente
después de la clausura del Congreso del Partido.
Tras la elaboración del primer
borrador del Documento y su posterior análisis en múltiples reuniones del Buró
Político y del Secretariado antes de la discusión en las organizaciones de
base del Partido y la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), durante los meses de
octubre y noviembre del pasado año, sus resultados fueron analizados por el
Tercer Pleno del Comité Central, celebrado el 21 de diciembre de 2011.
También en las primeras semanas de
este mes, a nivel de provincia, se realizó el estudio y discusión por parte de
los delegados a la Conferencia y otros cuadros. En total se elaboraron nueve
versiones del Documento.
A diferencia del proyecto de
Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución,
cuyo debate incluyó, en uno u otro modo, a toda la población, el Documento
Base de la Conferencia, dado su alcance menos abarcador y su enfoque más
dirigido al funcionamiento interno del Partido fue analizado por toda la
militancia, si bien nuestro pueblo conoció íntegramente su contenido a través
de los medios de prensa.
Por otra parte, en el proceso
preparatorio de la Conferencia fue debatido el papel de los militantes en interés
del perfeccionamiento de las relaciones del Partido con la UJC, la Central de
Trabajadores de Cuba y demás organizaciones de masas, de manera que las mismas
incrementen, en las actuales condiciones, su protagonismo e influencia en la
sociedad.
Como era de esperar, desde la
publicación del Documento no han faltado las críticas y exhortaciones de
quienes, confundiendo sus más íntimas aspiraciones con la realidad, se
ilusionaron con que la Conferencia consagraría el inicio del desmontaje del
sistema político y social conquistado por la Revolución, a lo largo de más
de medio siglo, con el apoyo de la mayoría de los cubanos.
En
este sentido, no fue nada casual que el primer objetivo del mismo exprese: “El
Partido Comunista de Cuba, fuerza dirigente superior de la sociedad y del
Estado, es fruto legítimo de la Revolución, al propio tiempo su vanguardia
organizada y quien garantiza, junto al pueblo, su continuidad histórica”. Este
concepto, al que jamás renunciaremos, se encuentra en plena correspondencia con
el artículo cinco de la Constitución de la República, aprobada en referendo
por el 97,7 por ciento de los electores, mediante el voto libre, directo y
secreto.
Nuestros adversarios y hasta algunos
que simpatizan con nosotros, abstrayéndose de la historia de permanente agresión,
bloqueo económico, injerencia y el cerco mediático, expresado en las
incesantes campañas de la prensa supuestamente libre, subordinada en su mayoría
a los intereses imperiales predominantes, todo lo cual ha debido enfrentar la
Revolución Cubana, nos exigen, como si se tratara de un país en condiciones
normales y no una plaza sitiada, la reinstauración del modelo multipartidista
que existió en Cuba bajo el dominio neocolonial de los Estados Unidos.
Renunciar al principio de
un solo partido equivaldría, sencillamente, a legalizar al partido o los
partidos del imperialismo en suelo patrio y sacrificar el arma estratégica de
la unidad de los cubanos, que ha hecho realidad los sueños de independencia y justicia
social por los que han luchado tantas generaciones de patriotas, desde Hatuey
hasta Céspedes, Martí y Fidel.
Con el fin de organizar la lucha por
la independencia de Cuba y Puerto Rico concibió Martí la creación de un solo
partido político, el Partido Revolucionario Cubano, según sus propias
palabras: “Para fomentar la revolución de modo que puedan entrar en ella…
todos los cubanos de buena voluntad:… Todos los que amen a Cuba, o la
respeten”.
Cuando ya la victoria sobre España
era inminente, después de treinta años de guerra, se produjo la intervención
norteamericana y una de las primeras medidas fue disolver ese partido, al igual
que el glorioso Ejército Libertador, para dar paso a lo que vino después, el
multipartidismo de la república burguesa y la creación de un nuevo ejército
con su represiva guardia rural incluida, garantía del dominio absoluto de todas
las riquezas de la nación, de las que se apropiaron en los cuatro años de la
primera ocupación militar.
Ese fue el triste final de los dos
pilares de la revolución independentista, el Partido y su Ejército Libertador,
resurgidos exactamente al cabo de 60 años bajo la conducción de Fidel,
inspirado en las enseñanzas de Martí. No permitiremos jamás que esa historia
se repita.
No es mi propósito, en esta
intervención, hacer un recuento de la evolución histórica del término
Democracia, desde su conceptualización en la antigua Grecia, como el “poder
del pueblo”, aunque la mayoría esclava no contaba para nada. Tampoco pretendo
filosofar sobre la vigencia y utilidad de la llamada democracia representativa,
que en definitiva es harto conocido que ha devenido invariablemente en la
concentración del poder político en la clase que detenta la hegemonía económica
y financiera de cada nación, donde las mayorías tampoco cuentan y cuando se
manifiestan, como sucede en estos precisos momentos en muchos países, son
brutalmente reprimidas y silenciadas con la complicidad de la gran prensa a su
servicio, también transnacionalizada.
El mejor argumento es el que nos
ofrece la democracia norteamericana, la cual se pretende imponer como modelo a
todo el mundo, en la que se alternan el poder los partidos Demócrata y
Republicano defendiendo, sin mayores diferencias, los intereses del mismo gran
capital, al cual ambos se subordinan.
Ahí están, por citar unos pocos
ejemplos, la Base Naval de Guantánamo, territorio ocupado por Estados Unidos
ilegalmente, contra la voluntad del pueblo cubano y que así ha permanecido por
más de 100 años, con independencia del partido en el poder en ese país,
que tanto proclama la defensa de los derechos humanos al tiempo que, a pesar de
las promesas del actual presidente, mantiene allí, hace una década, una prisión,
donde en un limbo legal en estos momentos más de 170 ciudadanos extranjeros son
sometidos a torturas y vejaciones.
El segundo ejemplo, la invasión por
Playa Girón, concebida y planificada por un presidente republicano, Eisenhower,
y llevada a cabo por el presidente Kennedy, apenas tres meses después de tomar
posesión, que era del Partido Demócrata; y por último, el bloqueo económico,
que ha perdurado medio siglo, sin importar si es republicano o demócrata quien
ocupa la Casa Blanca.
Sin el menor menosprecio a ningún
otro país por tener sistemas pluripartidistas y en estricto apego al principio
del respeto a la libre determinación y la no injerencia en los asuntos internos
de otros estados, consagrado en la carta de las Naciones Unidas, en Cuba,
partiendo de sus experiencias en la larga historia de luchas por la
independencia y soberanía nacional, defendemos el sistema del partido único
frente al juego de la demagogia y la mercantilización de la política.
Si
hemos escogido soberanamente, con la participación y respaldo del pueblo, la
opción martiana del partido único, lo que nos corresponde es promover la
mayor democracia en nuestra sociedad, empezando por dar el ejemplo dentro de las
filas del Partido, lo que presupone fomentar un clima de máxima confianza y la
creación de las condiciones requeridas en todos los niveles para el más amplio
y sincero intercambio de opiniones, tanto en el seno de la organización, como
en sus vínculos con los trabajadores y la población, favoreciendo que las
discrepancias sean asumidas con naturalidad y respeto, incluyendo a los medios
de comunicación masiva, mencionados varias veces en los Objetivos aprobados
en esta Conferencia, los que deberán involucrarse con responsabilidad y la más
estricta veracidad en este empeño, no al estilo burgués, lleno de
sensacionalismo y mentiras, sino con comprobada objetividad y sin el
secretismo inútil.
A este fin es necesario incentivar
una mayor profesionalidad entre los trabajadores de la prensa, tarea en la
que estamos seguros contaremos con el apoyo de la Unión de Periodistas de Cuba
(UPEC), los medios de comunicación y de los organismos e instituciones que
deben tributarles información fidedigna y oportuna para, entre todos, con
paciencia y unidad de criterio, perfeccionar y elevar continuamente la
efectividad de los mensajes y la orientación a los compatriotas.
Al
propio tiempo, la conformación de una sociedad más democrática contribuirá
también a superar actitudes simuladoras y oportunistas surgidas, al amparo de
la falsa unanimidad y el formalismo en el tratamiento de diferentes situaciones
de la vida nacional.
Es preciso acostumbrarnos todos a
decirnos las verdades de frente, mirándonos a los ojos, discrepar y discutir,
discrepar incluso de lo que digan los jefes, cuando consideramos que nos
asiste la razón, como es lógico, en el lugar adecuado, en el momento oportuno
y de forma correcta, o sea, en las reuniones, no en los pasillos. Hay que estar
dispuestos a buscarnos problemas defendiendo nuestras ideas y enfrentando con
firmeza lo mal hecho.
Ya
hemos dicho en otras ocasiones y así también se recogió en el Informe Central
al 6to Congreso, que lo único que puede conducir a la derrota de la Revolución
y el Socialismo en Cuba, sería nuestra incapacidad para erradicar los errores
cometidos en los más de 50 años transcurridos desde el primero de enero de
1959 y los nuevos en que pudiéramos incurrir en el futuro.
No ha existido ni existirá
una revolución sin errores, porque son obra de la actuación de
hombres y pueblos que no son perfectos, enfrentados además, por primera vez, a
nuevos y descomunales retos. Por eso creo que no hay que avergonzarse de los
errores, lo grave y bochornoso sería no contar con el valor de profundizar en
ellos y analizarlos para extraerles las enseñanzas a cada uno y corregirlos a
tiempo.
En este sentido, por su permanente
vigencia, es oportuno recordar las palabras del compañero Fidel el 28 de
septiembre de 1986 al clausurar el Tercer Congreso de los CDR, cuando señaló:
“La lucha contra las tendencias negativas y la lucha contra los errores
cometidos continuarán indefectiblemente, porque tenemos el deber sagrado de
perfeccionar todo lo que hacemos, perfeccionar la Revolución, tenemos el deber
sagrado de no estar satisfechos jamás, ni siquiera cuando creamos que estamos
haciendo las cosas bien hechas, mucho menos vamos a estar satisfechos cuando
sabemos que no están haciéndose todas las cosas lo bien hechas que tienen que
hacerse”.
La generación que hizo la Revolución
ha tenido el privilegio histórico, pocas veces visto, de poder conducir la
rectificación de los errores cometidos por ella misma, muestra elocuente de
que no tuvieron una repercusión estratégica, de lo contrario, no estaríamos
hoy aquí. No pensamos, a pesar de que ya no somos tan jóvenes,
desaprovechar esta última oportunidad.
Al referirme a este asunto, me siento
en el deber de alertar, una vez más, que no caigamos en la ilusión de creer
que las decisiones adoptadas en esta Conferencia Nacional y ni tan siquiera los
acuerdos de alcance estratégico adoptados por el 6to Congreso, constituyen la
solución mágica a todos nuestros problemas.
Para impedir que nuevamente caigan en
saco roto las instrucciones del Partido, el Buró Político decidió, al igual
que como se indicó en su momento con respecto a la marcha de la actualización
del modelo económico y el cumplimiento de los planes anuales y el presupuesto,
que los plenos del Comité Central analicen dos veces al año la aplicación de
los Objetivos de trabajo del Partido aprobados por esta Conferencia. Del mismo
modo procederán los comités provinciales y municipales del Partido, en la
forma y frecuencia que establezca el Comité Central.
La experiencia nos ha
enseñado que aquello que no se controla con efectividad, no se cumple o se
ejecuta superficialmente.
Se impone trabajar y perseverar
con Orden, Disciplina y Exigencia por hacer realidad los Lineamientos de la
Política Económica y Social, igual que los Objetivos aprobados en este evento,
dejar atrás el lastre de la vieja mentalidad y forjar con intencionalidad
transformadora y mucha sensibilidad política la visión hacia el presente y
el futuro de la Patria, sin abandonar, ni por un instante, el legado martiano y
la doctrina del marxismo leninismo que constituyen el principal fundamento ideológico
de nuestro proceso revolucionario.
Para
lograr el éxito en este empeño es imprescindible, como se expresa en el
objetivo número 37, “fortalecer la unidad nacional en torno al Partido y la
Revolución, estrechar el vínculo permanente con las masas y consolidar la
convicción de preservar la nación cubana y las conquistas económico-sociales,
sobre la base de que Patria, Revolución y Socialismo, están fusionados
indisolublemente”.
Ahora bien, el meollo del asunto no
está en haber formulado adecuadamente ese objetivo o cualquier otro, sino en
determinar las vías y formas en que lo llevamos a la práctica, con la máxima
firmeza, de manera que podamos evaluar con integralidad cuánto y cómo
avanzamos, detectar a tiempo las tendencias negativas y ser capaces de movilizar
a la militancia y al pueblo en la consecución del objetivo en cuestión.
Esto mismo es aplicable a los
enunciados relacionados con la Política de Cuadros, área que como también
expresa el Informe Central del 6to Congreso, sufrió los efectos de la
improvisación y la falta de previsión y sistematicidad, trayendo como secuela
que no contemos todavía con una reserva de sustitutos experimentados y maduros,
con preparación suficiente para asumir las complejas funciones de dirección en
el Partido, el Estado y el Gobierno, tarea que por razones obvias, como todos
comprenderán, reviste una importancia estratégica para la Revolución y en la
cual trabajamos sin precipitación, pero sin pausa, en el cumplimiento de los
acuerdos del Congreso.
Aprovecho la ocasión para ratificar
que en la medida en que avancemos en la definición de todos los ajustes que
será necesario introducir a la Constitución de la República y al marco
legislativo complementario, entre otros asuntos, implementaremos la decisión de
limitar a un máximo de dos períodos consecutivos de cinco años, el desempeño
de los cargos políticos y estatales principales. Al respecto, considero que
una vez definidas y acordadas las políticas por las instancias pertinentes podemos
iniciar su aplicación paulatina sin esperar por la reforma constitucional, recurso
al que no debemos estar acudiendo a cada rato, o sea, ir a modificar algo de la
Constitución, aunque sea por el propio Parlamento, sin necesidad de referendo.
Igualmente deberán modificarse en ese sentido los Estatutos y otros documentos
rectores del Partido.
Al hablar de estos temas, no puede
dejar de mencionarse la importancia de asegurar que la autoridad moral del
Partido, de sus militantes y en especial de los dirigentes, en todos los
niveles, se fundamente en el ejemplo personal, a partir de demostradas
cualidades éticas, políticas e ideológicas y el permanente contacto con las
masas.
La
Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, que tanta
sangre costó a nuestro valeroso pueblo, dejaría de existir sin efectuarse un
solo disparo por el enemigo, si su dirección llegara algún día a caer en
manos de individuos corruptos y cobardes.
Estos conceptos, que no son nada
nuevos, bien vale la pena tenerlos siempre presentes por el daño real y
potencial que para el presente y futuro de la nación significa el fenómeno de
la corrupción.
En las últimas semanas los diputados
de la Asamblea Nacional y numerosos cuadros y funcionarios de todo el país, han
recibido copiosa información acerca de algunos procesos investigativos, que en
esta materia desarrollan los órganos especializados del Ministerio del
Interior, en estrecha armonía con la Fiscalía y la Contraloría General de la
República. A su debido tiempo, luego del pronunciamiento de los tribunales
correspondientes, toda nuestra población conocerá con amplitud estos hechos.
No hace mucho, al intervenir en la
clausura de las sesiones del Parlamento el pasado mes de diciembre, me referí a
la convicción de que la corrupción es, en la etapa actual, uno de los
principales enemigos de la Revolución, mucho más perjudicial que el
multimillonario programa subversivo e injerencista del gobierno de Estados
Unidos y sus aliados dentro y fuera del país. También dije que en lo
adelante no permitiríamos que las acciones de enfrentamiento al delito fueran
efímeras, como ciertamente nos ha sucedido en otras ocasiones.
Afortunadamente, sin el menor ánimo
de restarle gravedad a este mal bastante generalizado en el planeta, considero
que nuestro país puede ganarle la batalla a la corrupción, primero frenarla
y luego liquidarla sin contemplaciones de ningún tipo. Ya advertimos que en
el marco de la ley seremos implacables con el fenómeno de la corrupción.
Con frecuencia, varios de los
implicados en los casos detectados ostentaban la militancia del Partido,
demostrando fehacientemente su doble moral y el empleo de esa condición para
agenciarse posiciones en las estructuras de dirección, violando de manera
flagrante los deberes de un militante comunista, establecidos en los Estatutos.
Por
ello, sin esperar a la revisión que se ejecuta en el marco de la actualización
de los documentos rectores del Partido, el Tercer Pleno del Comité Central,
celebrado en diciembre pasado, precisó que la sanción a aplicar a quienes
participen en hechos de corrupción no puede ser otra que la expulsión de las
filas del Partido, sin menoscabo de la responsabilidad administrativa o
penal que corresponda, pues hasta ahora, como práctica, esta medida -la
de expulsión- era excepcional y se reservaba a casos de traición a la
Patria y delitos graves.
No nos cabe la menor duda de que la
enorme mayoría de los ciudadanos y los cuadros de dirección son personas
honestas, pero sabemos que eso no es suficiente, no basta con ser honrados y
parecerlo, hay que pelear y enfrentarse, pasar de las palabras a la acción.
Es cierto que el Partido desde hace años
venía librando el combate contra este flagelo; sin embargo, este andaba por un
lado y el Gobierno por otro. Para asegurar el éxito es preciso que el
Partido asuma definitivamente la conducción del proceso, lo cual no significa
en lo más mínimo que suplantará las funciones que a cada institución le
pertenecen.
El Partido, en primer
lugar, exigirá a todos responsabilidades por el cumplimiento de sus
obligaciones, sin intervenir en la administración, pero sí llamar la atención,
alertar y luchar allí, desde el núcleo, el municipio, hurgar, pensar y volver
a pensar en cómo movilizar al conjunto de las fuerzas en ese empeño. Cada
vez que hagamos eso, vamos a comprobar que la correlación de fuerzas en todos
los sentidos nos favorece en este empeño de derrotar la corrupción. La
importancia hay que dársela a la organización y constancia de esa lucha.
Además, esta no es función
exclusiva de los militantes, es también un deber de cada ciudadano y ciudadana,
militante o no, que se preocupe por su país.
Vale en este contexto retomar, por su
actualidad, conceptos definidos desde 1973, hace casi 40 años, como parte del
proceso preparatorio del Primer Congreso.
El Partido debe estar en
capacidad de dirigir al Estado y al Gobierno, controlar su funcionamiento y el
cumplimiento por ellos de las orientaciones trazadas, estimular, impulsar,
coadyuvar al mejor trabajo de los órganos de gobierno, pero en ningún caso
sustituirlos. Los dirige mediante el control, y este término debe entenderse
en la acepción de comprobar, examinar y revisar, nunca en el sentido de
intervenir o mandar.
Aunque no está en el texto, está en
el pensamiento de todos, de toda la masa de militantes, que en el Partido
debe acabarse definitivamente el “mandonismo” su fuerza es moral, no jurídica,
por eso hay que tener moral para dirigir el Partido y llevar a la masa de
militantes ese espíritu, ¡es la fuerza moral!
El
Partido dirige controlando que sus directivas, junto a las del Estado y el
Gobierno, se ejecuten apropiadamente por quienes corresponda.
La organización partidista controla
por intermedio de sus estructuras y de todos sus militantes, de arriba a abajo y
viceversa, lo cual no niega el papel de control que el Gobierno realiza sobre la
actividad administrativa a su cargo.
El control es simultáneo,
pero no presupone interferencias. En una empresa de la producción o
los servicios, este se ejerce por la administración de la entidad, por sus
niveles superiores y por organismos estatales o gubernamentales, según competa,
ya sea la Contraloría, la Fiscalía, los bancos, las oficinas de la
administración tributaria, etcétera.
Las organizaciones del Partido en la
base llevan a cabo el control mediante el accionar de sus militantes, ya sean
simples trabajadores o dirigentes, apremiando con el ejemplo, del que emana su
autoridad, que la administración se atenga estrictamente al cumplimiento de las
normativas jurídicas vigentes, sin dejar de trasmitir a los organismos políticos
superiores la información pertinente. El Partido controla que los planes económicos
y el presupuesto se elaboren de manera correcta y luego de aprobados por el
Gobierno y el Parlamento se cumplan con rigurosidad.
Estos conceptos están bien claros
hace bastante tiempo, desde el Primer Congreso, pero después nos
olvidamos de aquellas resoluciones, de aquellos acuerdos, de aquel magnífico
congreso y los engavetamos, y por eso casi medio siglo después tenemos que
estarles quitando el polvo a los papeles de lo que hicimos hace 40 años, porque
nos dedicamos a otras cosas, por una razón o por otra. Por eso defendemos tanto
la institucionalidad y que cada cual haga lo que le corresponda, sin interferir
a los demás, más bien apoyándonos. Estos conceptos, además, han sido
actualizados, por lo que se hace imprescindible desde la base, o sea, en el
propio núcleo del Partido y el Comité de Base de la Juventud, educar a los
militantes en esos principios y en cómo se hace esa tarea: cada uno en el marco
donde desenvuelve sus actividades; cómo se hace eso que hemos orientado en los
diferentes congresos o Conferencia, como en este caso, o sea, educar a los
militantes en los mismos para incorporarlos a su accionar diario. No hay que
hacerse filósofo, ¡no hay que hacerse filósofo!
Eso
es lo que les debemos enseñar, sencillo y poco a poco irlos educando en las
reuniones correspondientes, en cursillos o en lo que sea, que sepan cuál es su
función, cuál es su papel; pero para desempeñar ese papel hay que tener
moral en todos los sentidos. Y les decía que ese es, en mi modesta opinión
-y este fue un tema bastante discutido en algunas de las comisiones ayer-, el
aspecto esencial del llamado trabajo político ideológico y no las consignas
vacías y las frases prefabricadas.
Antes de concluir estas palabras
considero necesario denunciar, una vez más, las brutales campañas
anticubanas instigadas por el gobierno de Estados Unidos y algunos otros
tradicionalmente comprometidos con la subversión contra nuestro país, con
el concurso de la gran prensa occidental y la colaboración de sus asalariados
dentro de la isla en el propósito de desacreditar a la Revolución, justificar
la hostilidad y el bloqueo contra la población cubana y crear una quinta
columna que facilite la aspiración de privarnos de la independencia y soberanía
nacional.
Como expresa el editorial del periódico
Granma del pasado lunes 23, los hechos hablan más que las palabras. Las
campañas anticubanas no harán mella en la Revolución ni en el pueblo, que
continuará perfeccionando su socialismo. Quedará nuevamente demostrado que la
mentira, por muchas veces que se repita, no necesariamente se convierte en
verdad, porque “un principio justo, desde el fondo de una cueva, puede más
que un ejército”.
Compañeras y compañeros:
En menos de un año hemos efectuado
dos eventos del Partido, esta Primera
Conferencia Nacional y sobre todo el 6to Congreso, con acuerdos trascendentales para
el presente y el futuro de la Revolución y el Socialismo en Cuba. El rumbo ya
ha sido trazado, avancemos pues con la misma decisión, la firmeza ideológica,
el valor y la serenidad demostrada en más de 13 años de injusta prisión por
nuestros Cinco Héroes,
por
cuya libertad nunca dejaremos de luchar y a quienes hacemos llegar el saludo
fraternal de los comunistas y de todo el pueblo cubano.
Muchas
gracias (Aplausos).
Video
de la Clausura de la Primera Conferencia Nacional del Partido Comunista de Cuba
Resolucion
final cpcc 29 ene12