LA VOLADURA DE LA CASA DEL PUEBLO DE LA ISLETA
Con la finalidad de minar cualquier
brote levantisco, sobre las cinco horas de la tarde del
lunes 20 de julio de 1936 se hizo dinamitar la casa obrera porteña
Cuando
al día siguiente no le vimos,
sepultamos
su nombre
que
tampoco sabíamos.
Palabras
a un héroe anónimo.
Agustín Millares Sall. 1974.
Cada 18 de julio la prensa se hace eco de la efeméride del alzamiento militar de 1936 que promovió un golpe estado contra la II República Española y la consiguiente guerra civil (1936-1939). Se abunda en los sucesos protagonizados por el bando rebelde, y poco se dice del bando que opuso resistencia al denominado Movimiento Nacional.
El
conocimiento de la resistencia popular contra el fascismo que siguió al 18 de
julio sigue constituyendo, aún hoy, después de 75 años, un vacío de nuestra
historiografía. Estos episodios de resistencia, por insignificantes que
parezcan y aunque no fueron algo de vastas proporciones, merecen al menos una
cita en los libros de historia, donde Canarias sólo figura como mero trampolín
del general Franco hacia África y La Península. Es injusto olvidar la gesta
heroica de unos hombres y mujeres que pagaron con su vida o de otras formas
también crueles la fidelidad a una causa y unos principios, tratados como
bandoleros y criminales por el bando rebelde.
A
pesar del rápido control militar de los centros neurálgicos, el ejército
encuentra cierta resistencia. En el asalto al Gobierno Civil de Santa Cruz de
Tenerife el sábado 18 por la tarde mueren el falangista-soldado voluntario
Santiago Cuadrado Rodríguez (por el bando rebelde) y el cabo de la Guardia de
Asalto Antonio Serrano (por el bando constitucional).
En Gran Canaria se producen pequeños núcleos de
resistencia al golpe de estado. El
viernes 17 por la noche se reunían las federaciones obreras en sus locales de
Las Palmas de Gran Canaria, al tener conocimiento fidedigno del alzamiento de
las plazas africanas. En la madrugada del sábado 18 se constituye en la Casa
del Pueblo un comité de lucha para convocar una huelga general y coordinar las
acciones para frenar el golpe. En horas de la mañana, en la redacción del periódico
socialista Avance se confecciona un manifiesto que se distribuye por la
ciudad. La Federación Obrera declara la huelga general y solicita armamento
para luchar, pero el Gobernador Civil no lo autoriza; tampoco hubo la decisión suficiente para tomar las armas u obligar a las
timoratas autoridades republicanas a distribuirlas entre aquellos que estaban
dispuestos a empuñarlas.
Cientos de personas se manifiestan frente a la Comandancia Militar, siendo
dispersados a tiros. Era ya demasiado tarde para parar el golpe.
En
Telde se produce un tiroteo en el que muere el derechista José Suárez. En la
zona norte se forman partidas para resistir y Suárez y Egea son detenidos en La
Aldea el 24 de julio. El día anterior son detenidos muchos cuadros y activistas
de la Federación Obrera en una reunión clandestina en el Risco de San Nicolás.
Y el 10 de agosto queda desarticulado totalmente el comité de lucha de La
Isleta con su detención en una casa de Pico Viento (Tafira), cayendo la mayor
parte de la dirigencia del Frente Popular (luego transportada a La Península y
asesinados en la macabra expedición del Dómine).
Por
la Casa del Pueblo de La Isleta aparecen esa mañana del sábado vehículos con
falangistas en actitud provocadora y se producen tiroteos. Un desafortunado
incidente se produjo el lunes día 20 en La Isleta. Al mediodía suben tres
militares por la calle Faro. El cabo de infantería Manuel Cabrera Araya
(residente en la calle Inés Chemida) y los soldados de infantería Francisco
Andrade Gómez (malagueño) y Juan Jiménez Mariano (moganero). La patrulla
prestaba servicio en la oficina de Telégrafos sita en la calle Albareda. El
cabo tenía a su madre enferma y decide ir a verla.
En
la esquina con la calle Bentayga son interceptados por un grupo de 8 o 10
personas que le requieren sus armas. Se produce un forcejeo y un tiroteo, y los
asaltantes se apoderan de las armas. Luis Cabrera Hernández es herido en la
pierna. Los asaltantes huyen y son detenidos al día siguiente, siendo
conducidos al Castillo de San Francisco. Los soldados caen muertos en la calle
Tufia y el cabo malherido llega hasta la calle Juan Rejón y es evacuado al
Hospital Militar. El martes siguiente son enterrados los ‘primeros gloriosos
caídos’, según consideración de los alzados.
Como
represalia se despliega un fuerte contingente de tropa y falangistas en la zona.
En los alrededores de la Casa del Pueblo son tiroteados desde las azoteas. Los
militares dan orden de evacuación al vecindario de las inmediaciones, que se
refugian en otras casas del barrio. Con la finalidad de minar cualquier brote
levantisco, sobre las cinco horas de la tarde se hizo dinamitar la casa obrera.
Por ironía del destino, el oficial militar que dirigió la maniobra era, según
algunas versiones, un simpatizante comunista. Se elimina así un símbolo de un
barrio obrero y popular.
Se instruye la causa 01/1936 por el delito de rebelión militar contra los siguientes vecinos (la mayoría de La Isleta):
Nombre |
Edad
(Años) |
Estado |
Residencia |
Profesión |
Pena |
Enrique
Ruiz Ortega |
39 |
Casado |
La
Isleta |
Panadero |
30
años |
Nicolás
Cordero Bautista |
32 |
Casado |
La
Isleta |
Jornalero |
Muerte |
Manuel
Ramos González |
30 |
Soltero |
La
Isleta |
Jornalero |
Muerte |
Pedro
Perdomo Pérez |
30 |
Soltero |
La
Isleta |
Guaguero |
30
años |
José
Ramírez Alcántara |
29 |
Soltero |
La
Isleta |
Jornalero |
Muerte |
Juan
Medina Naranjo |
23 |
Soltero |
La
Isleta |
Latonero |
30
años |
Antonio
Betancor Luzardo |
22 |
Casado |
Arenales |
Carbonero |
Muerte |
Luis
Cabrera Hernández |
20 |
Soltero |
La
Isleta |
Jornalero |
Muerte |
José
Ventura Armas |
18 |
Soltero |
La
Isleta |
Jornalero |
30
años |
El
Consejo de Guerra se celebra en el Cuartel de San Francisco el 2 de septiembre
de 1936 y declara penas de muerte para cinco de los encausados y cadenas
perpetuas para cuatro. En rebeldía es encausado el conejero Pedro Nolasco
Perdomo Pérez. Permaneció 33 años (hasta el año 1969) encerrado en distintas
casas de sus familiares en el barrio, siendo uno de los topos que permaneció más
tiempo oculto.
Los
fusilamientos se producirán al amanecer del lunes 7 de septiembre en el campo
de tiro del Cuartel de Artillería de La Isleta, siendo el segundo que se
produce: el primero tiene lugar el 6 de agosto, siendo fusilados el comunista y
diputado Eduardo Suárez Morales y el socialista y delegado gubernativo de la
zona norte Fernando Egea Ramírez.
Los
tres condenados a cadena perpetua son conducidos en enero de 1937 al penal del
Puerto de Santa Maria en Cádiz y regresan (con prisión atenuada) en julio de
1941. El cabo Manuel Cabrera, al que se le descubrió un tatuaje en el pecho con
la hoz y el martillo en el Hospital Militar, fue enviado al Castillo de San
Francisco por el delito de abandono del servicio de armas y condenado a la pena
de 20 años, siendo liberado en el verano de 1940.
Desde
mediados de agosto cesa cualquier intento de resistencia organizada en Gran
Canaria, produciéndose hechos aislados de retaguardia como el fracasado intento
de asalto del Cuartel del Regimiento de Infantería de La Isleta (Cuartel de Los
Barracones) en diciembre de 1936.
Consolidado
el golpe y sofocado los focos de resistencia se desarrolla un rápido y sistemático
ataque a las estructuras organizativas del Frente Popular, iniciándose una dura
persecución y cruenta represión para lograr su descabezamiento y aniquilación.
Se suceden las masivas detenciones y empieza funcionar la máquina represiva.
Una desmedida e injustificada represión, sufrida por la práctica
totalidad de los afiliados y los simpatizantes a partidos, sindicatos y
sociedades obreras y republicanas de centro-izquierda, y toda la representación
institucional (mayormente republicana-masónica). Y también los colectivos
profesionales de funcionarios, maestros, médicos, abogados y periodistas, entre
otros. Muchos conocieron la muerte con o sin juicio previo. Otros ni siquiera
tuvieron esa posibilidad y desaparecieron en el anonimato, asesinados por bandas
amparadas por el nuevo régimen. Muchos de esos defensores de la legalidad republicana serán detenidos,
encarcelados, desaparecidos y fusilados en los meses siguientes.
En
la primera semana del golpe las cárceles, comisarías, cuartelillos y centros
de detención quedan repletos. El campo de concentración de La Isleta (ubicado
al norte del Cuartel de Artillería) se abre el viernes 31 de julio con un
primer ingreso de 315 presos. El campo cierra (al ser trasladado al de Gando) el
lunes 15 de febrero de 1937 con 1.145 detenidos.
Se
contabilizaron (hasta 1948) 71 personas fusiladas en la provincia de Las Palmas.
En el primer semestre fueron desaparecidas-asesinadas alrededor de 1.200
personas en toda Canarias. Se calcula que en el periodo de
El
régimen de terror se intensificó con la extensión de las represalias hacia
las familias, amistades y entornos cercanos, abarcando al conjunto de la población
en un control generalizado. La pérdida de puestos de trabajo, la incautación
de bienes propiedades, las multas y la imposición de impuestos, cuotas y
contribuciones. La marginación social abocó a la indigencia y la pobreza a
miles de familias.
La
represión desencadenada en Canarias es el resultado de una decisión política
planificada, metódica y necesaria, de una política tendente a desarticular a
la oposición al golpe de estado y a pacificar la retaguardia de un frente de
guerra que muy pronto se manifiesta como duradero. La venganza y el exceso
individual existieron, pero como factores anecdóticos y, siempre, favorecidos
por el propio golpe militar. La dura represión tenía un claro sentido:
amedrentar a la población y a los posibles resistentes, arrasar al movimiento
obrero. Sobre su base se asentó un sistema dictatorial que favoreció a la
minoría de la clase oligárquica.
Los
promotores del golpe militar lo justificaron en las movilizaciones y los
alborotos producidos dándoles un carácter de insurrección social, cuando en
realidad nunca tuvieron la dimensión de violencia planificada hacia la toma del
poder. En su conjunto la situación creada suponía la alteración de la paz
social que tradicionalmente reinaba en las Islas y que tanto añoraban los
patronos acostumbrados a beneficios fáciles, ahora recortados por la crisis
económica y la mayor capacidad reivindicativa de la clase trabajadora. La
protesta obrera buscaba la modificación del reparto de la renta y la consecución
de mejores condiciones de vida (vivienda, salubridad pública, educación, etc).
Se
impuso el imperio del terror y de la arbitrariedad, un clima de violencia inédito
hasta entonces en Canarias, no para restituir el orden social alterado, sino
para frenar las conquistas del movimiento obrero. No había motivo próximo ni
remoto que justificase la brutalidad desatada por los militares y sus afectos.
Aquí no sucedieron los radicalismos producidos en otos lugares. En el periodo
republicano en Canarias la única muerte “política” fue la del joven
socialista Juan (o José) Morales Ojeda, herido frente a la Casa Woermann por la
Guardia de Asalto cuando participaba en la algarabía con que en La Isleta se
saludó el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936 y que murió el 1 de
marzo.
La
reacción isleña rindió pronto homenaje a León y Castillo en Telde, al tiempo
que Franchy y Roca perdía su calle en la capital. Las preferencias estaban
claras. Se instauró el silencio, la desmemoria. Las víctimas callaron para
proteger a los suyos.
En
el solar resultante de la voladura de la Casa del Pueblo, dos años después de
su destrucción, el 18 de marzo de 1938 se inaugura la Plaza de España,
interviniendo en el acto militares, falangistas, autoridades y el cura de la
iglesia de La Luz Matías Artiles Rodríguez. Se sepultaba cualquier recuerdo
del anterior centro obrero. Así tuvo origen el único espacio público verde
que merece denominarse plaza o parque en La Isleta. Cuarenta años después, al
inicio de la democracia, en 1978 y por iniciativa de la primera Asociación
Vecinal isletera, la plaza pasó a denominarse Plaza del Pueblo, en homenaje a
aquella casa. Allí tuvo su sede el inicial movimiento vecinal del barrio, en el
local construido a partir de la primera remodelación de la plaza.
Hoy,
75 años después, desaparecidos aquellos frondosos laureles y esbeltas palmeras
de la vieja Plaza de España para dar cabida al actual aparcamiento de coches
(cuya construcción se inició en septiembre de 2001), lo que supuso la
remodelación de la plaza (para peor), y traslada la Sala de Lectura Municipal
en noviembre de
La
memoria histórica es un saber que no necesita justificación utilitaria. Forma
parte de nuestra cultura, pues conocer nos enriquece. Constituye parte de los
cimientos de la sociedad, ya que no se puede vivir el presente y encarar el
futuro sin asumir el pasado.
Ahora
que la gente nueva del 15M toma la plaza, ojalá que las nuevas generaciones
sepan valorar este pasado para proyectarlo en su acción por un futuro posible
mejor, impulsando un movimiento profundamente ‘respublicano’, es decir,
ciudadanista, por la causa pública y el provecho común, que vuelva a recuperar
y defender los viejos valores de Libertad, Igualdad y Fraternidad, tejiendo una
nueva red social en base a las históricas prácticas de hermanos, amigos,
vecinos, compañeros y camaradas.
Juan Peña García.
La
Isleta. 18 de julio de 2011.