´Perderéis Canarias´

 

El ex ministro Otero Novas revela un mensaje de Washington recibido por Adolfo Suárez en 1978 en el cual se advertía con apoyar a Cubillo si España no entraba en la OTAN.

Lo que te vengo a decir, en suma, es que Canarias puede ser para España a finales del siglo XX lo que fueron Cuba y Filipinas a finales del XIX [las dos colonias ultramarinas que se emanciparon por las armas]". Matías Vega Guerra, ex hombre fuerte del franquismo en Gran Canaria, estaba sentado a finales de 1975 en el despacho de Manuel Fraga en Madrid, que acababa de ser nombrado ministro de la Gobernación en el Gabinete que el Rey encargó a Arias Navarro tras la muerte de Franco. Había ido a verlo. Y Fraga lo tomó en serio.

Por entonces un jovencísimo José Manuel Otero Novas, luego ministro de Presidencia con Adolfo Suárez, había sido designado director general de Política Interior. Fraga lo llamo, le contó lo de Matías Vega y le ordenó: "Vete a Canarias, habla con todo el mundo y trae un informe y un plan para que eso no pueda ocurrir".

Otero se marchó a Canarias en enero de 1976. Y lo que vio, en síntesis, fue a unas Islas en una situación de vulnerabilidad extrema. Mucho miedo al vacío. De un lado, una crisis económica de caballo, derivación obvia de la del petróleo de 1973. De otro lado, la incertidumbre sobre el futuro político general de España, aún abierto de par en par, visto además desde una lejanía no siempre tranquilizadora. Y, por último, un hecho de gran impacto en las Islas: el abandono de (la entonces colonia española del) Sahara Occidental y su polémica entrega de facto a Marruecos.

El Sahara era muchas cosas para las Islas. Pero sobre todo entonces su colchón de seguridad frente al 'polvorín africano', un continente que las dos superpotencias de la época se disputaban a sangre y fuego en la lógica de la Guerra Fría. Washington jugaba fuerte a favor de un gran Marruecos al objeto de taponar la influencia africana creciente de una Argelia prosoviética. Y España firmó los acuerdos tripartitos de descolonización del Sahara. "Sin el apoyo de EEUU Marruecos no se habría atrevido a la Marcha Verde [masiva marcha civil marroquí teledirigida por Hassan II que tomó el Aaiún tras la salida de las tropas española, de la que el viernes se cumplieron 34 años]", dice Otero.

Se armó la de Dios. Y para rematar la vulnerabilidad isleña en una reunión en París la IATA concedía al centro de Casablanca (Marruecos) el control del pasillo aéreo Península-Canarias.

Argelia, gran perjudicada, se tomó lo del Sahara como un acto de máxima hostilidad española. Otorgó cobertura total al Frente Polisario en su lucha armada contra Marruecos y se propuso desestabilizar Canarias. Para ello eligió a un personaje, Antonio Cubillo, abogado laboralista canario que vivía exiliado en Argel desde 1963 -en que huyó de la Policía para eludir un proceso político- y había creado un grupo independentista de tipo africanista, el Mpaiac (Movimiento para la Autodeterminación y la Independencia de las Islas Canarias).

UN LÍO AJENO. A ambos les dieron financiación y una potente frecuencia en Radio Argel el 2 de diciembre de 1975. Así que Canarias despidió el año de la muerte de Franco con las algaradas radiofónicas de un exaltado Cubillo que llamaba desde la emisora La voz de Canarias Libre a la independencia de la patria guanche... Y no sólo eso. En la OUA (Organización para la Unidad Africana), Argel logró despertar a comienzos de 1977 el Dossier Canarias, que andaba dormido desde 1968 y en el que habían dado a Canarias consideración de "colonia africana". Por entonces, los seguidores de Cubillo había comenzado a poner bombas caseras en Gran Canaria y Tenerife.

La OUA tenía un claro sesgo soviético y Marruecos se había excluido. Y finalmente en una reunión en Luanda (Angola), la organización panafricana aprobó, con el apoyo del líder angoleño Agostinho Neto, darle apoyo militar al Mpaiac. Y asimismo formular una petición de descolonización de las Islas al Comité de Descolonización de Naciones Unidas. Nada menos...

La reacción social de Canarias en contra fue nítida. En las elecciones constituyentes de 1977 las Islas votaron abrumadoramente a favor de UCD, dando cuenta de moderación nada independentista. Era su respuesta al hecho de verse en medio de un lío geoestratégico del cual era peón involuntario, que le sonaba muy lejos pero que podía acabar estallándole cerca. Lo de Cubillo sonaba más a chiste, la mayoría social en Canarias lo oía como un divertimento, en fin... Pero, sin embargo, tenía la habilidad de hablar de los problemas de los barrios, de las huelgas, asuntos de los que ninguna emisora hablaba en las Islas, dando voz a los sin voz. Eso le otorgó cierta frescura a su emisora, Y fue haciendo que la gente le oyera a pesar de todos los dislates guanchistas... lo cual inquietaba.

SALTAN LAS ALARMAS. Carlos Robles Piquer, que fue Secretario de Estado de Asuntos Exteriores en aquellos años, recuerda que "ya en 1970 tuve que asistir por España a una reunión de los Países no Alienados en Cuba. Íbamos como país invitado y algunos hablaron de descolonización de Canarias. Incluso agresivamente el presidente de Seychelles, muy de izquierdas. Esa vez Argelia se posicionó al lado de España".

Otero Novas recuerda que "Cubillo reseñó en su radio argelina mi visita a La Palma, diciendo que qué pena que el [volcán] Teneguía no hubiese explotado ese día" (risas). Y cuando regresó a Madrid lo hizo con el "esbozo de un Plan Canarias, que le presenté a Fraga. Los canarios sólo querían que España atendiese demandas que eran todas razonables". Claro que el Gobierno de Arias cayó en julio de 1976. Y surgió Adolfo Suárez, que a su vez ratificó a Otero Novas, primero como secretario general de la Presidencia y luego ministro de la Presidencia. "A Suárez le volví a presentar el Plan Canarias, al igual que el Plan [de regreso de] Tarradellas, pero naturalmente en esos meses la Reforma Política lo centró todo". El famoso plan finalmente llegaría en 1979, con visita de Adolfo Suárez.

En esta película de vértigo, la urgencia de la cuestión canaria volvió a imponerse tras las elecciones de 1977 cuando el Gobierno detectó conexiones del Mpaiac con el Grapo. Pero sobre todo cuando en la accidentada Cumbre de Trípoli, la OUA revalidó a nivel de ministros lo propuesto sobre las Islas. Hasta Don Juan de Borbón viajó a Libia a verse con Gadaffi en vano. Para colmo, días antes de Trípoli el diario Le Monde había filtrado la supuesta creación de un eje Marruecos-España-Mauritania hostil al efervescente autodeterminismo africano. Y la OUA se puso en guardia ante la posibilidad, sugerida, de una nueva base militar norteamericana en Canarias que ampliase el dispositivo de vigilancia de EEUU en el norte de África y el Sahel, que pivotaba entonces sobre Rabat e Israel.

"No se puede entender Canarias en la Transición sin hablar de Canarias en la II Guerra Mundial", subraya Otero, en relación a la importancia geostratégica que ésta tuvo en la crucial guerra submarina del Atlántico y los sucesivos planes de invasión de las Islas trazados por Churchill y Hitler. Sea como fuere en 1976 Canarias volvió a ser un escenario de espionaje en principio de segundo nivel para la CIA, la KGB... En la zona residencial de Tafira, en Gran Canaria, un capitán norteamericano fue discretamente detenido y se desmanteló un sistema de alta tecnología de comunicaciones en un chalet alquilado. También fue expulsaron a personal de Sovhispan, empresa hispano-soviética en el Puerto de La Luz, encargada del suministro a la poderosa flota rusa en el Atlántico Sur.

Antonio Márquez, que fue director del entonces astillero público Astican, recibió una oferta inesperada del Ministerio de Pesca soviético: un convenio por el que Moscú pagaría treinta millones de euros de 1977 para que la flota rusa se reparase en Las Palmas. Márquez recibió al poco en su despacho a una delegación norteamericana, un grupo de senadores del comité de Relaciones Exteriores. "Estaban obsesivos con el convenio [de Pesca]. Me sorprendió tanto interés, es que vinieron casi en plan de interrogar", ha dicho alguna vez Márquez.

LOS RODEOS. Un acontecimiento brutal, en el que el Mpaiac tuvo una clara responsabilidad indirecta, el accidente aéreo de Los Rodeos dio la última vuelta de tuerca. Dos Boeing 747 repletos de turistas chocaron casi a ras de pista. Hubo 561 muertos. Aún hoy es el mayor accidente de la historia de la aviación. El choque fue producto de fallos derivados del exceso de tráfico a causa del desvío de aviones desde el aeropuerto de Gran Canaria. Pero tal desvío obedeció a que el Mpaiac había colocado una bomba en este último, hiriendo grave a una dependienta de una floristería. El aeropuerto debió ser cerrado al tráfico. El accidente hizo entrar en liza incluso al espionaje alemán que, como reveló una investigación del Parlamento federal de la Baja Sajonia, contribuyó a través de dos agentes a preparar el atentado contra Cubillo.

El ministro de Exteriores Marcelino Oreja aceleró entonces una gira de urgencia por los países de la OUA para tratar de evitar que definitivamente los jefes de Estado africanos apoyaran al Dossier Canarias. Pero un hecho nuevo encrespó más los ánimos de Argelia: la firma del primer acuerdo pesquero hispano-marroquí, que incluía a las aguas del Sahara cuando Naciones Unidas no reconocía la soberanía marroquí sobre éstas. Y la OUA decidió que su secretario general llevase el Dossier Canarias a la ONU, acompañado por Cubillo.

Adolfo Suárez se alertó y pidió a Felipe González y Alfonso Guerra que mediaran ante el presidente argelino Huari Bumedian. Éstos viajaron a Argel en febrero de 1978 y lograron como gesto que Cubillo perdiera su emisora. Pero Bumedian exigía el final del apoyo hispano a Marruecos en el Sahara.

Sea como fuere, España estaba entonces en la vorágine negociadora interna de la nueva Constitución democrática. Y el ingreso español en la OTAN, un asunto capital, recalca Otero, tanto para EEUU como para la URSS, había quedado aparcado por el rechazo frontal de la izquierda política, que incluso proponía cerrar tal posibilidad en la Carta Magna. A finales de 1976 a Otero lo había despertado de madrugada el embajador ruso, Sergio Bogomolov, diciendo que tenía un mensaje personal para Suárez del presidente Leónidas Breznev. "Esperé a que amaneciera y llevé a Bogomolov a casa de Suárez. Se acababa de clausurar la asamblea del Pacto de Varsovia y lo que éste reclamaba a España que no entrase en la OTAN porque pondría en peligro el equilibrio de fuerzas y la paz mundial". Meses antes los socialistas Felipe González, Miguel Boyer y Luis Gómez Llorente habían firmado en Moscú un acuerdo del PSOE con el PCUS en ese mismo sentido.

MENSAJE CRÍPTICO. Entonces "tuvieron lugar unos hechos", añade, "que por ahora yo no puedo relatar". Y en 1978 "se produce la misma presión sobre España en sentido contrario, de EEUU, que pretende forzar claramente la decisión del ingreso en la OTAN. Y esa decisión tiene que ver con Canarias". Asuntos Exteriores estaba al margen y, de hecho, Robles Piquer, que negoció entonces los acuerdos militares en vigor con EEUU, afirma que "durante aquellos encuentros no se citó Canarias". Pero, prosigue Otero Novas, a finales de marzo "por conductos informales nos llega un mensaje que debidamente traducido significaba: o entráis en la OTAN o nos encargaremos de que perdáis Canarias. Y cuando le doy mi conclusión a Suárez, él llegó a la misma idea. Lo tomamos muy en serio.

Había, de hecho, una alusión al papel nuclear que podía desarrollar al respecto el Mpaiac. Miren al Mpaiac, se nos sugería. Un mensaje, todo, realmente críptico".

Ciertamente la situación era complejísima para España. Y el dilema al que se enfrentaba Suárez, de tomarse en serio, como hizo, el mensaje de Washington, era terrible. Entonces el Presidente español respondió por el mismo conducto. "El mensaje que devolvimos fue que entraríamos en la OTAN, pero en su momento". Suárez hizo más. Encargó al ministro de Exteriores, Marcelino Oreja, un declarado atlantista, que fijase públicamente su posición favorable al ingreso, aunque a título personal, en una sesión en el Senado. Así hizo Oreja, cogiendo por sorpresa a todo el arco político español, pues se había saltado el pacto explícito de dejar a la OTAN fuera del debate para no entorpecer la Constitución. Con ello, para Otero Novas "nuestra postura ante la demanda americana había quedado meridianamente clara".

Lo que, a cambio de asegurar que tenía a España en el bote, hizo o no hizo EEUU, está por verificar. "Unas semanas después estaba supliendo al ministro de Exteriores por ausencia de Oreja, y me llamó el embajador en Argel para decirme que Cubillo acababa de ser acuchillado".

En efecto, el líder del Mpaiac fue brutalmente atacado por dos mercenarios contratados por policías españoles en abril de 1978. Así lo determinó una sentencia de la Audiencia Nacional, que dejó en el aire la responsabilidad política. El líder del Mpaiac, que se salvó de milagro pero quedó paralítico, ha querido involucrar al ex ministro del Interior, Rodolfo Martín Villa. Logró incluso que éste declarase en un juicio tras el cual Cubillo cobró una indemnización como víctima del terrorismo. Meses después, en octubre de 1978, Oreja explicitó ante la Asamblea General de la ONU la neutralidad española en el Sahara.

Y emprendió la pendiente gira africana, a la que siguieron otras. Y en esas otras circularían maletines, dinero, compra de voluntades... Cubillo había sido desactivado. "Creo que no fue nadie del Gobierno español quien intervino ahí [en el atentado]", afirma Otero.

ANTONIO G. GONZÁLEZ / LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

 

Fuente: laprovincia.es