Los pendones de la conquista
Es
bien conocida la frase “ningún pueblo celebra su derrota”. Que en Canarias,
tantas veces, se hayan paseado en procesión los pendones de la Conquista,
acompañados de autoridades civiles, militares, eclesiásticas, bandas de música,
población civil, etc. no deja de constituir un espectáculo insólito. Es
probable que buena parte de los participantes en el show no tengan ni idea del
significado del trapo en cuestión pero es obvio que una parte, no pequeña, de
ellos, se identifica con la trascendencia del símbolo y hasta trascienda con
esa emoción que da sentirse del bando ganador.
En una
sociedad moderna, como lo es la canaria, pasear los pendones bajo cuyo
patrocinio llegaron a las Islas Canarias distintas oleadas de mercenarios en los
siglos XIV y XV se revela como algo más que un anacronismo. Es también una
soberana ridiculez que debe erradicarse de nuestras calles para dar paso a una
visión más sosegada y exacta de los hechos en los que se funda tal o cual
celebración. Y esa visión debe abrirse camino entre la sociedad canaria para
que logre conocer con mayor exactitud la catadura de elementos como Juan Rejón
o Pedro de Vera, no sea que, viéndolos como los ven en los callejeros de las
ciudades canarias, vayan a pensar que son unos tipos formidables. Pero, lo
primero, es que los pendones se queden en los museos.
A este último objetivo, contribuyeron enormemente los jóvenes
que, vestidos de indígenas canarios, protestaron pacíficamente contra la
procesión del pendón en Las Palmas de Gran Canaria en 1984 (ver vídeo abajo).
También, quienes lo hicieran en
La
Laguna en 2003 y Los
Realejos en 2008, en la hermana isla de Tenerife. Avanzan así lo que algún
día tendrá que suceder en Santa Cruz de La Palma, donde aún celebran
este despropósito. Pacíficamente, se encerrará el pendón en el museo.
Fundamentar una Memoria Histórica Canaria merecedora de tal nombre exige
empezar la casa por los cimientos, nuestra Historia por sus raíces y
deshilvanar sus tejidos desde aquel pasado sangriento hasta este presente
conciente. Quizás, por qué no, reclamar, como Luis Morera, que España –la
heredera de aquella Castilla- pida perdón
por tantos crímenes y así, cerrar de una vez por todas la herida.
Vídeo
protesta en Las Palmas 1984