Hombres
y mujeres del Congo,
Victoriosos
luchadores de la independencia,
Los
saludo en nombre del gobierno congolés.
Les
pido a todos ustedes, amigos míos, quienes pelearon incansablemente en nuestras
filas, marcar este 30 de junio de 1960, como una fecha ilustre que quedara por
siempre grabada en sus corazones, una fecha cuyo significado le explicarán
orgullosamente a sus hijos, para que ellos en su momento les puedan contar a sus
nietos y bisnietos la gloriosa historia de nuestra lucha por la libertad.
Aunque
esta independencia del Congo está siendo proclamada hoy en acuerdo con Bélgica,
un país amistoso, con el que estamos en igualdad de términos, ningún congolés
olvidará que la independencia se ganó en lucha, una lucha perseverante e
inspirada que ocurrió en el día a día, una lucha, en la qué no nos
intimidamos por la privación o el sufrimiento y no escatimamos fuerza o sangre.
Estuvo
llena de lágrimas, fuego y sangre. Estamos profundamente orgullosos de nuestra
lucha, porque era justa y noble e indispensable para poner fin a la humillante
esclavitud que nos fue impuesta.
Esa
fue nuestra suerte durante los ochenta años de dominio colonial y nuestras
heridas están muy frescas y son demasiado dolorosas para ser olvidadas.
Hemos
experimentado trabajo forzoso a cambio de una paga que no nos permitía
satisfacer nuestra hambre, vestirnos, tener alojamiento decente o criar a
nuestros hijos como seres amados.
Mañana,
tarde y noche éramos sometidos a burlas, insultos y golpes porque éramos
"Negros". ¿Quién podrá olvidar que el negro era tratado como
"tú", no porque fuera un amigo, sino porque el respetuoso
"usted" estaba reservado para el hombre blanco?
Hemos
visto nuestras tierras confiscadas en nombre de leyes aparentemente justas, que
daban reconocimiento sólo al derecho de la fuerza.
No
hemos olvidado que la ley nunca fue la misma para el blanco y para el negro, que
era indulgente para unos, y cruel e inhumana para los otros.
Hemos
experimentado sufrimientos atroces, hemos sido perseguidos por convicciones políticas
y creencias religiosas, y exiliados de nuestra tierra natal: nuestra suerte fue
peor que la muerte misma.
No
hemos olvidado que en las ciudades las mansiones eran para los blancos y las
chozas en ruinas para los negros; que un negro no era admitido en los cines,
restaurantes y tiendas reservadas para los "europeos"; que un negro
viajaba en el compartimento, bajo los pies de los blancos en sus cabinas de
lujo.
¿Quién
podrá olvidar los tiroteos que mataron a tantos de nuestros hermanos, o las
celdas en las que eran arrojados sin piedad aquéllos que no estaban dispuestos
a someterse por más tiempo al régimen de injusticia, opresión y explotación
usado por los colonialistas como herramienta de su dominación?
Todo
eso, hermanos míos, nos trajo un sufrimiento indecible.
Pero
nosotros, que fuimos elegidos por los votos de sus representantes,
representantes del pueblo, para guiar a nuestra tierra natal, nosotros, que
hemos sufrido en cuerpo y alma la opresión colonial, nosotros les decimos que
de ahora en adelante todo eso está terminado.
La
República del Congo ha sido proclamada y el futuro de nuestro amado país está
ahora en las manos de su propio pueblo.
Hermanos,
comencemos juntos una nueva lucha, una lucha sublime que llevará a nuestro país
hacia la paz, prosperidad y grandeza.
Juntos
estableceremos justicia social y aseguraremos para cada hombre una remuneración
justa por su trabajo.
Le
mostraremos al mundo lo que el hombre negro puede hacer cuando trabaja en
libertad, y haremos del Congo el orgullo de África.
Vigilaremos
que las tierras de nuestro país nativo realmente beneficien a sus hijos.
Revisaremos
todas las viejas leyes y las convertiremos en unas nuevas que sean justas y
nobles.
Detendremos
la persecución del libre pensamiento. Vigilaremos que todos los ciudadanos
disfruten en toda su extensión las libertades básicas previstas por la
Declaración de Derechos Humanos.
Erradicaremos
toda discriminación, cualquiera que sea su origen, y aseguraremos para todos un
paso por la vida adecuado a su dignidad humana y que corresponda a su trabajo y
su lealtad con el país.
Instituiremos
en el país una paz basada no en las armas y las bayonetas sino en la concordia
y la buena voluntad.
Y
en todo esto, mis queridos compatriotas, podemos confiar no solo en nuestras
propias enormes fuerzas y riqueza inmensa, sino también en la asistencia de los
numerosos estados extranjeros, cuya cooperación aceptaremos cuando no esté
encaminada a imponernos una política foránea, sino sea dada en un espíritu de
amistad.
Incluso
Bélgica, que finalmente ha entendido la lección de la Historia y no necesita
oponerse más a nuestra independencia, está preparada para darnos su ayuda y
amistad; para ese fin un acuerdo acaba de ser firmado entre nuestros países
iguales e independientes. Estoy seguro que esta cooperación beneficiará a
ambos países. Por nuestra parte, trataremos, mientras permanecemos vigilantes,
de observar los compromisos que hemos hecho libremente.
Así,
tanto en la esfera interna como externa, el nuevo Congo siendo creado por mi
gobierno será rico, libre y próspero. Pero para alcanzar nuestro objetivo sin
demora, les pido a todos ustedes, legisladores y ciudadanos del Congo, darnos
toda la ayuda que puedan.
Les
pido a todos que entierren sus riñas tribales: nos debilitan y pueden hacer que
nos desprecien en el exterior.
Les
pido a todos que no retrocedan ante cualquier sacrificio por el bien de asegurar
el éxito de nuestra gran empresa.
Finalmente,
les pido incondicionalmente que respeten la vida y propiedad de los ciudadanos y
extranjeros que se han asentado en nuestro país; si la conducta de estos
extranjeros deja mucho que desear, nuestra Justicia los expulsará pronto del
territorio de la república; si, por el contrario, su conducta es buena, deben
ser dejados en paz, pues ellos, también, están trabajando por la prosperidad
de nuestro país
La
independencia del Congo es un paso decisivo hacia la liberación del continente
africano entero.
Nuestro
gobierno, un gobierno de unidad nacional y popular, servirá a su país.
Hago
un llamado a todos los ciudadanos congoleños, hombres, mujeres y niños, para
que adopten con resolución la tarea de crear una economía nacional y asegurar
nuestra independencia económica.
¡Gloria
eterna a los luchadores de la liberación nacional!
¡Viva
la independencia y la unidad africana!
¡Viva
el Congo independiente y soberano!
Redacción:
Por Patrice Lumumba.
Fuente
Edición
Digital: Patrice
Lumumba internet archive en marxists.org.
Tranducido al castellano: Por Pancho López,
para marxists.org, enero 2012.
El primer ministro elegido democráticamente en República Democrática del Congo (RDC), Patrice Lumumba (junio-septiembre 1960) fue secuestrado y asesinado en un operativo del MI6 británico llevado a cabo en el marco de la Guerra Fría, según reveló el diario ‘The Guardian’.