Blanco, azul, amarillo y siete estrellas verdes. Algo más que unos colores y una enseña para constituirse como el inequívoco distintivo de la lucha de un pueblo y una nación que quiere recuperar su libertad.
Se cumple este año el 47 aniversario de la creación de la bandera canaria, gestada entonces al calor de las luchas populares y obreras para, pese a la persecución emprendida hasta recientemente por su uso, pasar progresivamente a ser enarbolada de forma mayoritaria por el conjunto del pueblo canario y por cada uno de los muchos colectivos sociales que hoy continúan en la brega por la emancipación de Canarias.
Un flamear libertario que, además, conlleva un rechazo al vergonzante banderín de la esclavitud y de sumisión al colonialismo español, simbolizado por los dos perros y la corona monárquica con los que se hacen acompañar los representantes del Ejecutivo de la metrópoli y sus lacayos del denominado Gobierno canario, antes en alianza con PP y ahora con el PSOE.
Durante el largo proceso de dominación colonial de nuestra patria, en algo han podido cambiar las formas pero el fondo de la opresión y la dependencia se han mantenido inalterables. Con la monarquía o la república, con la falsa democracia o la despreciable dictadura, con la derecha o con la progresía, Canarias ha continuado arrastrando los peores indicadores sociales de atraso en relación con la media española. En materia de exclusión social, en el número de desempleados, en salarios, en las peores condiciones laborales… el Archipiélago continúa siendo castigado por un trato desigualdad colonial. Pero también nuestra Nación sigue siendo sancionada con la menor inversión por habitante en disparidad con las comunidades españolas y los superiores beneficios que la hacienda de la metrópoli recauda en las islas y luego invierte en España. Paralelamente, las empresas foráneas vinculadas al sector de la construcción y los servicios sólo reinvierten en nuestra Nación un escaso 5% del total de las ganancias acumuladas en nuestra tierra. En el ámbito interno, una buena parte de la burguesía dependiente, de corte insularista y oligárquica de Canarias, mantiene su posición cobarde y servil que le asegure las migajas provenientes del gobierno español de turno como pago a su tradicional inhibición ante el hecho nacional canario y su cobardía para sumarse a las justas reivindicaciones de las clases populares de nuestra tierra. De paso se garantizan además la condición de segura beneficiaria del desigual reparto de la riqueza que lleva al hambre y a la desesperación a miles de nuestros conciudadanos.
Es también en este contexto social, en el que sufrimos los peores servicios públicos, con una sanidad deficiente para una población comparativamente más enferma y peor alimentada y una educación lastrada en inversiones gestionada por indocumentados y totalmente ajena a la realidad identitaria canaria que provoca el mayor fracaso escolar en el contexto del mundo civilizado. Y un servicio de transportes público que es caro, con unos políticos que no tiene en cuenta el espacio geográfico de nuestras islas, llevando a cabo una política de despilfarro y de desarrollismo salvaje. Por tanto exigiendo a la población que se aprieten el cinturón para luego invertir ingentes cantidades de dinero público en proyectos faraónicos.
Tras el intento de aniquilamiento del colonialismo español y por ende europeo de cualquier vestigio de nuestra historia, el gobierno canario ha tomado ahora el relevo para promover lo foráneo frente a lo autóctono. Así, asistimos a un abandono de la protección y promoción de nuestras señas de identidad que, junto al aumento descomunal de la población motivada por la libre circulación de foráneos y la inexistencia de cualquier medida de control de nuevos residentes, han hecho encender todas las luces de alarma sobre el riesgo cierto de pérdida definitiva de nuestro rasgos definitorios como nación, además de sobrepasar nuestra capacidad de carga poblacional con el correspondiente agotamientos de nuestros frágiles recursos naturales. Añádase a esta suma de perjuicio el desorbitado desarrollismo en torno al binomio turismo-construcción que lejos de propiciar la cobertura de necesidades vitales de la población canaria, promueve el fácil y rápido enriquecimiento de los sectores oligarcas mediante el salvaje saqueo de nuestro territorio y sus arcas, promovido por la ausencia de una hacienda propia.
En estas circunstancias, la conmemoración del 22 de Octubre, debe estar ligada a una nueva jornada reivindicativa para la liberación nacional y social de los canarios que, los hechos y la historia nos demuestran, sólo puede llegar de la mano de la descolonización y de independencia de Canarias y la constitución de un Estado soberano en el que la libertad, la igualdad y la solidaridad sean las bases futuras de nuestra organización social.
Será ese día en que, orgullosa como su pueblo, ondeará en la Organización de las Naciones Unidas, la bandera de las siete estrellas verdes como símbolo de una Canarias ya liberada.
Comisión 22 de octubre