LA REAL JODIENDA NO TIENE ENMIENDA
Capitulo V
Chaurero n Eguerew
Carlos
IV
Pasó su infancia y
primera juventud en Italia, pues había nacido cuando su padre era rey de Nápoles.
Tenía cuarenta años cuando recibió la corona y su ascensión al trono fue
saludada con esperanzas por los sectores más conservadores de la corte, ya que
Carlos III nunca había gozado de popularidad entre las altas esferas eclesiástica
y aristocrática.
Rey
de España desde el 14 de diciembre de 1788 hasta el 19 de marzo de 1808.
En su vida privada fue conocido por su falta de carácter y por haber sido retratado magistralmente junto a su familia por Francisco de Goya en numerosas ocasiones. Como Luis XVI, fue un monarca retraído al que no se le conocieron amantes.
También se ha hablado de la homosexualidad de Carlos IV[1].
“A pesar de un cierto
sentido de la majestad heredado del hábito dinástico, los esfuerzos del conde
de Floridablanca ministro de su padre, por interesarle en las tareas de gobierno
fueron infructuosos. Carlos IV parecía interesarse únicamente por la caza, que
ocupaba la mayor parte de su tiempo, y por mantener alejado el pecado, ya que
era sumamente beato desde su juventud. Tenía gustos sencillos, como la
carpintería y el arreglo de relojes, aunque sentía gran afición por la música
de Bocherinni y la pintura de Francisco de Gopya. El francés Desdevises du
Dezert lo describió como sigue: “Era de elevada estatura y de aspecto atlético;
pero su frente hundida, sus ojos apagados y su boca entreabierta señalaban a su
fisonomía con un sello inolvidable de bondad y debilidad”.
En
noviembre de 1764 Carlos cumple
dieciséis años, y su padre considera que ya es momento de buscarle una esposa.
La elegida es María Luisa de Borbón
nacida el 9 de diciembre de 1751, hija de Felipe, duque de Parma, hermano del
rey, y por lo tanto prima hermana del contrayente.
En 766 casó con su
prima hermana Maria Luisa de Parma, contando 14 años de edad, mujer de talante
intrigante y manifiesta falta de discreción. María Luisa dominaba por completo
a su indolente esposo, al que logró mantener apartado de la vida política
mientras ella participaba en todas las intrigas cortesanas y asumía los asuntos
de Estado. La ambición de la reina era, sin embargo, mayor que su capacidad y
pronto delegó, hastiada, las tareas de gobierno. La reina se ocupó del
encumbramiento de su favorito y amante, Manuel Godoy, con quien mantenía una
relación amorosa desde antes de la muerte de Carlos III.
El canónigo Escoiquiz, en sus
memorias dice que la reina tenía ”una constitución ardiente y voluptuosa...
y una sagacidad poco común para ganar los corazones que... le había de dar...
un imperio decisivo sobre un joven esposo del carácter de Carlos, lleno de
inocencia y aún de total ignorancia en materia de amor, criado como un novicio,
de solo dieciséis años, de un corazón sencillo y recto y de una bondad que
daba en el extremo de la flaqueza. ... A sus brillantes cualidades juntaba un
corazón naturalmente vicioso incapaz de un verdadero cariño, un egoísmo
extremado, una astucia refinada, una hipocresía y un disimulo increíbles y un
talento que... dominado por sus pasiones, no se ocupaba más que en hallar
medios de satisfacerlas y miraba como un tormento intolerable toda aplicación a
cualquier asunto verdaderamente serio... obligándola a dar al favorito mas
inexperto las riendas del gobierno, siempre que él supiera aprovecharse del
ascendiente absoluto que, a falta de amor, le daba el vicio sobre su alma
corrompida.”
Con
un lenguaje más moderno Carlos IV sería clasificado en la clase de los semiimbéciles,
capaces de recibir cierta instrucción, pero desprovisto de la más mínima
dignidad y de la más mínima energía o voluntad. Nunca había Consejo porque
cada ministro acordaba separadamente con sus majestades. María Luisa siempre
estaba presente.
Como
por aquellos tiempos, la reina andaba encoñada de un capitán de
Godoy,
odiado tanto por la nobleza, que no le aceptaba por su condición de plebeyo,
como por el pueblo, puede considerarse el primer dictador de la época
moderna y por sus relaciones adulteras con María Luisa, orgulloso y vanidoso a
partes iguales, vinculo la suerte de España a la política exterior
francesa y a los delirios de grandeza de Napoleón Bonaparte. La principal
oposición la tenía en
Pero
la razón de su consentimiento no era solo que Godoy le evitaba tener que
visitar la alcoba de María Luisa, sino que Godoy los complacía a los dos. Los
demás amantes de la reina eran solo de ella pero, con Godoy, Carlos pudo
acceder a los encuentros amorosos de María Luisa y ambos le dejaban intervenir
cuando lo solicitaba ansioso.
Los
sentimientos eróticos que suscitaba el valido al rey pueden colegirse de
bastantes documentos oficiales y extraoficiales. Godoy se comportaba con él
igual que con la reina. Esto explicaría el permanente afecto del matrimonio
hacia Godoy.
En su
última obra, Bastardos y Borbones, el historiador José María Zavala reproduce
una historia que deja pequeñas las novelas de Alejandro Dumas. Juan Balansó
había citado en dos de sus libros un documento increíble de fray Juan de
Almaraz, el confesor de la reina María Luisa de Parma: de los 14 hijos que tuvo
la mujer de Carlos IV, ninguno había sido engendrado por su marido. Zavala ha
encontrado el documento, escrito y firmado por Almaraz, así como el expediente
completo del sacerdote, en el archivo del Ministerio de Justicia. (Pedro Fernández
Barbadillo)
El
14 de diciembre de 1788, murió
Carlos III a la edad de 72 años. Fue el
primero de los Borbones que recibió sepultura en El Escorial, un lugar
ideado por la dinastía anterior, los Austrias, tal como nos cuenta Nieves
Concostrina (14/12/11).
Nace un 14 de octubre de 1784 en El Escorial, de los catorce hijos que
tuvieron Carlos IV y Maria Luisa de Borbón, Fernando fue el noveno.
De
naturaleza débil como todos los vástagos de los Borbones, debido a los
continuos matrimonios entre parientes de primer grado, sufrió durante su niñez
algunas enfermedades de cierta gravedad y más tarde, en edad adulta, padeció
con frecuencia severos ataques de gota. Su educación estuvo encomendada a clérigos,
que le impusieron un régimen de vida muy estricto, escaso en juegos y
diversiones y abundante en prácticas piadosas. Quien mayor influencia
ejerció sobre él fue el canónigo Juan Escoiquiz, designado en 1796 su maestro
de Geografía y Matemáticas.
Aunque
debido a su afición a la intriga y a su desmedida ambición, Escoiquiz fue
desterrado a Toledo en enero de 1800; no perdió el ascendiente sobre el príncipe,
cuya infancia y adolescencia pasó alejado de los negocios públicos por
voluntad de los reyes.
De
los 14 hermanos, ocho (Carlos Clemente, María Luisa, María Amalia, Carlos
Domingo, Carlos Francisco, Felipe Francisco, María Teresa y Felipe María)
murieron antes de 1800; Carlota Joaquina (1775-1830) fue la esposa de Juan VI de
Portugal; María Luisa Josefina (1782-1824) fue reina de Etruria; Carlos María
Isidro (v.; 1788-1855) y Francisco de Paula (1794-1865) aparecen con frecuencia
a lo largo del reinado de Fernando VII; María de la O Isabela (1789-1848) fue
reina de Nápoles por matrimonio con Fernando I y madre de Luisa Carlota (esposa
de Francisco de Paula) y de María Cristina (cuarta esposa de Fernando VII).
Entonces,
si ninguno de los hijos de María Luisa de Parma, es decir, Fernando VII, padre
de Isabel II, y los infantes Carlos María Isidro, cabeza de la rama carlista, y
Francisco de Paula, padre de Francisco de Asís, marido de Isabel, eran
Borbones, ¿cómo podemos apellidar hoy a la familia real española? ¿Godoy? ¿Puigmoltó?
(Pedro Fernández Barbadillo)
Ya
desde muy joven, Fernando había conspirado en contra de sus padres los reyes y
de Godoy, alentado por su preceptor. En torno al joven Príncipe de Asturias se
había formado un núcleo opositor formado por miembros de la alta nobleza,
llamados posteriormente “La Camarilla”, que perseguían la caída de Godoy.
Los
enemigos de Godoy se fueron agrupando en torno al príncipe de Asturias, que
comenzó a ser una esperanza; así se fue formando un partido fernandino.
En 1807 se llevó a cabo la primera conspiración y tuvo lugar el proceso de El
Escorial, primer acto, como podría decirse, del derrocamiento del valido. La
conspiración fue esencialmente movida por la nobleza, que encontró en Fernando
un instrumento más que dispuesto a causa de cuanto había tenido que sufrir del
favorito.
“La
trayectoria vital de este rey, cuya actitud personal ha sido caracterizada con
agudeza y exactitud por Ángel Martínez
de Velasco como “de defensa embotada o de resistencia pasiva”, sumamente
influenciable por su entorno, cuya infancia fue muy triste y estuvo controlada
hasta la asfixia por eclesiásticos, campechano y brutal en su comportamiento
personal y en el ejercicio de su poder, se desenvolvió en una permanente
contradicción.
Amado
hasta la idolatría en 1808, como recuerda Mesonero Romanos, atento testigo de
cuanto sucedía en Madrid, ha sido objeto, sin embargo, de los juicios negativos
más severos y de las diatribas más agrias por parte de casi todos. El rey
“deseado” y odiado por antonomasia, no ha encontrado defensores de su
persona, ni siquiera entre los historiadores y ensayistas que han intentado
ofrecer una interpretación benévola de la política de su tiempo y se han
esforzado por justificar algunas de sus decisiones como monarca.
Tampoco
las halló entre sus más íntimos, a juzgar por determinados testimonios, como
los de sus propios padres o los de su primera esposa, Mª Antonia de Nápoles,
que lo describió, en el momento de su matrimonio en 1802, como persona fea y
sin gracia física o moral, bruto, rechoncho, de piernas curvas y voz aguda
sumamente desagradable, antipático y completamente imbécil.”. (Emilio
Marcado
por la mala salud borbónica y por el odio hacia sus padres, conspiró hasta ser
rey de las Españas. Abdicó ante
Napoleón pero, devuelto al trono, impuso el absolutismo. Historia de sus
desventuras matrimoniales.
Todos los que lo conocieron certificaron su
falacia, doblez, cobardía y falta de interés por los asuntos de Estado, que
prefería abandonar en sus ministros. Sumamente introvertido, hablaba y reía
poco; si acaso, y como por excepción, para dejar de manifiesto su humor cruel.
Sus aficiones eran de lo más mundano y prefería rodearse de gente ordinaria y
vulgar.
Sus relaciones sexuales dieron mucho que
hablar. Parece ser que de joven y a pesar de su tamaño de pene, tenía
problemas de erección, le administraron el equivalente a
Hay
cosas que nunca les contarán los profesores de historia. Hay anécdotas sobre
temas tabú que provocarían vergüenza tanto al que las cuenta como al que las
oye. Sin embargo, esas anécdotas también forman parte de la historia y muchas
merecen ser contadas a la luz de una chimenea un día gris del más duro de los
inviernos.
Fernando
VII, considerado por generaciones de españoles como el peor rey que han tenido
nunca. Después de el pueblo expulsara a los franceses en la llamada Guerra de
Su
pene era de un tamaño monstruoso. Es lo que en medicina se llama macrosomía
genital y es el resultado de la costumbre matrimonial borbónica de casarse
primos con primos para preservar la sangre real. Aunque puede parecer una anécdota
más propia de una portera que de un historiador serio, se ha conservado
correspondencia entre diferentes miembros de la corte en la que destacan el
anormal tamaño de la bosigayga real, que Prosper Merimée describe como “tan
gordo como el puño en su extremidad”.
Veamos
el extracto completo de Prosper Mérimée en el que describe la noche de bodas
de Fernando VII con Maria Josefa, que es para mear y no echar gota. En su
defensa hay que decir que era una niña de 16 años recién cumplidos,
más interesada en rezar que en ser reina y que el Papa tuvo que enviarle una
carta para convencerla de que el sexo con el monarca era necesario a los ojos de
Dios.
Este
suceso, ha llegado hasta nuestros días recogido en una carta que el escritor
francés Prosper
Merimée remitió a su gran amigo Stendhal (Sept
lettres de Mérimée a Stendhal ) y que sirve para ilustrar lo alejadas
del mundo que vivían las jóvenes aristócratas europeas siglos atrás.
Parece
ser que las heridas internas de semejante instrumento pudieron ser la causa de
la muerte de sus esposas hasta que, llamados por Su Majestad las mentes más
preclaras de la nación fueron convocadas. Como los verdaderos científicos habían
emigrado o sido ajusticiados, los que quedaron no es que fueran los más
brillantes, razón por la cual la solución a tan incómoda deformidad fue la
confección de un cojín con agujero que hiciera de tope en medio del apogeo
sexual monárquico.
LOS
MATRIMONIOS DE FERNANDO VII
Primer
matrimonio:
A los diecisiete años, siendo Príncipe de Asturias, le casaron con la
princesa María Antonia de Borbón y Lorena, hija de su tío Fernando IV de Nápoles,
una joven, si no guapa, al menos culta e inteligente. El matrimonio tardó un año
en consumarse, quizás debido a un retraso en el desarrollo hormonal de
Fernando.
Por
Decreto del Rey Carlos IV de fecha 4 de julio de 1802, se dispuso señalar los días
6,7 y 8 del propio mes para que
El matrimonio por
poderes tuvo lugar en el palacio Real de Nápoles, el día 25 de julio de 1802.
La ratificación de la boda se celebró en el palacio Real de Barcelona, el día
6 de octubre de 1802.
El primer matrimonio de
Fernando, con su prima María Antonieta de Nápoles, a la que apodaban Totó,
fue una rápida sucesión de actos sexuales poco satisfactorios, dada la
inexperiencia de los cónyuges en el lecho.
“Así
que el rey entra en la habitación de una asustada niña de 16 años que al
verlo así -gordo, entrado en años y, con toda probabilidad, tremendamente
excitado- intenta huir de él corriendo por toda la habitación. De nada sirve
intentar comunicarse hablando, puesto que ella no conoce el español, solo
el alemán.
Sin
embargo, el temor de María Josefa Amalia de Sajonia era tan grande que,
mientras Fernando la penetraba, se fue de vientre sobre él. El rey, concluye la
carta, se limpió como pudo y no volvió a tocar a su esposa en ocho días.
Curiosamente, la reina murió diez años después y sin haber tenido
descendencia.” (Historias
de España).
Desgraciadamente,
la princesa, al que su esposo repugnaba y a la que el clima de Madrid no le
sentaba bien, murió pronto, después de haber tenido dos abortos, a causa de
una tuberculosis (que antes se llamaba tisis), aunque las malas lenguas acusaron
a Godoy de haberla envenenado. El Dr. Gargantilla, basándose en los datos de su
autopsia, dice que la enferma padecía una malformación cardíaca que le
produjo, con el paso de los años, una cardiomegalia generalizada, especialmente
de la aurícula y ventrículo izquierdos.
Segundo
matrimonio:
La segunda esposa de Fernando VII, siendo ya rey de España, fue María
Isabel de Braganza,
infanta de Portugal, hija de Juan VI, rey de Portugal
y Carlota Joaquina de Borbón, infanta de España,
hermana mayor de Fernando VII.
Fernando VII tenía 32
años y era viudo. María Isabel de Braganza contaba con la edad de 19 años. El
matrimonio por poderes tuvo lugar a bordo del navío portugués San Sebastián,
fondeado en el puerto de Cádiz, el día 5 de septiembre de 1816. La
ratificación nupcial se realizó en el Palacio Real de Madrid, el día 28 de
septiembre de 1816.
María Isabel de
Braganza venía acompañada por su hermana María Francisca, que estaba
destinada a casarse con su primo, el infante don Carlos, hermano del
rey Fernando VII. Primos, hermanos, cuñados, todo quedaba en familia. No se
puede ser más endogámico.
El doble casamiento se
ratificó el 28 de septiembre de 1816, en el Palacio Real de Madrid.
Gustaba
el rey acabar sus juergas en el burdel de Pepa
La
reina, humillada y olvidada, se viste y peina cómo lo hacen las
putas de Madrid. De madrugada, a la hora aproximada que el rey solía llegar a
palacio, se planta en lo alto de las escaleras vestida como una puta, con
dos claveles en el moño. Cuando Fernando ve a su mujer de esta guisa, se tira
hacia ella, la rodea con sus brazos y a pesar del desgaste de la noche, cumple
con su esposa allí mismo.
Tercer
matrimonio:
La
tercera esposa se llamaba María Josefa Amalia de Sajonia. Para casarla la
sacaron de un convento donde había vivido desde los tres hasta los quince años
rodeada de monjas, sermones e incienso. A diferencia de las anteriores, María
Josefa era una joven atractiva, rubia, de piel delicada, ojos azules, pero
debido a su estancia entre las monjas su formación era profundamente religiosa
y desconocía totalmente todo lo relacionado con el sexo.
La noche de bodas no
fue precisamente un paseo militar para Fernando. A las primeras caricias lo único
que veía la recién casada eran imágenes del infierno donde ardían las
pecadoras de la carne, por lo que se negó a continuar con las exploraciones y
cuando su esposo le explicó que los reyes estaban obligados a tener
descendencia para perpetuar la dinastía, ella le dijo que escribiría una carta
a la cigüeña y rápidamente llegaría el heredero, porque así se lo habían
contado las monjas y ellas no podían mentir.
A Fernando, que le
importaban un carajo unas aves con el pico tan largo, se lanzó a acariciar con
excesiva virilida. Cuando entró Fernando, el rey felón, a la habitación,
el día de la noche de bodas, un hombre casi de complexión esférica, es decir,
con unos kilitos de más, con gran fogosidad y con esa cara mofletuda y para
muchos repugnante, María Josefa, que contaba sólo 16 años, comenzó a correr
despavorida por toda la habitación.
Fernando VII se siente
despreciado y comienza a gritar y a llamar a las camareras de la reina para que
instruyan a la novia en la materia. Tras un curso acelerado de pocas horas el
rey vuelve a entrar en la habitación y consuma el matrimonio. Fue un acto de
gran vileza por mucha esposa que fuera de él. Pero, la vileza y la traición
eran una constante en el Deseado, que en realidad no lo era por nadie.
Al parecer la situación
llegaba hasta tal punto que llegó a tener problemas en la noche de bodas con su
tercera esposa. Una carta de la época nos cuenta la divertida historia de lo
que podríamos denominar como una “real cagalera”:
“Voy a escribirle
una historia guarrísima que me contaron en Madrid.
Como
ven, la esposa de Fernando VII se “cagó”, literalmente, ante el semejante
tamaño del miembro del monarca y es que esto fue un gran problema para él a la
hora de tener hijos.” pamaius,
2012)
Cuarto
matrimonio:
También
inusual es la historia de María Cristina de Parma, la cuarta esposa de Fernando
VII, a pesar de que era su sobrina, y que “aguantó
dignamente” los cuatro años de matrimonio, durante los que tuvo dos hijas,
con “un sujeto de repulsivo físico” que solo “yacía con ella con lujuria
de animal y no con amor de esposo”.
La
decisión recayó en su sobrina María Cristina de Borbón. A diferencia de las
situaciones anteriores, ahora el rey era un vejestorio mientras que la nueva
esposa era una joven de veintitrés “ardiente e infatigable en sus juegos y
escarceos amorosos”. Con sus anteriores esposas Fernando no salía saciado del
tálamo nupcial y acudía a los burdeles para quemar la energía sobrante,
ahora, con María Cristina, un solo encuentro era suficiente para que partiera
de la habitación resoplando y maldiciendo su merma de fuerzas.
Pero
la suerte le acompañó y a los pocos meses de la boda María Cristina se queda
embarazada y a los nueve meses tiene una hija, Isabel II. Luego una segunda
Luisa Fernanda
A los tres años de matrimonio, un Fernando VII
agotado muere. María Cristina que contaba tan sólo veintiséis años cuando se
queda viuda, a las dos semanas del fallecimiento encuentra al gran amor de su
vida, un morenazo Guardia de Corps llamado Fernando Muñoz. Contrajeron
matrimonio secreto pero ella continuó de regente viuda hasta que Isabel II, con
13 años, fue proclamada reina.
A
los tres meses del entierro ya se habían casado en la más absoluta reserva.
Manteniendo el secreto a base de amplios vestidos y retiradas para descansar al
Real Sitio de
María Cristina combinó
la regencia con los embarazos, sin que pasaran desapercibidos en los mentideros:
“Lloraban los liberales que
El 29 de septiembre de 1833 moría en Madrid
Fernando VII El Deseado, el rey felón (traidor), amante de los placeres
de la mesa y de la carne, del billar y de los toros. Según el parte de defunción,
víctima de una apoplejía, seguramente de una hemorragia cerebral y por
intoxicación de las cantáridas y el vino usado en su tratamiento.
Octubre
de 2013.
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