LA REAL JODIENDA NO TIENE ENMIENDA
Capitulo III
Chaurero n Eguerew
Felipe
III
Rey
de España y Portugal 1598-1621
Un 14 de abril de 1578 nace en Madrid Felipe
fue el único hijo sobreviviente de Felipe II y de su cuarta esposa Ana
de Austria. En 1582 se le designó heredero al trono, cargo que ocupó el 13 de
septiembre de 1598. Como era habitual en las cortes europeas de la época,
recibió su educación de aristócratas y eclesiásticos, que le forjaron un carácter
religioso extremadamente fanático.
Felipe III tenía
dieciocho años, y era necesario casarlo. A esta decisión llegó Felipe II, al
ver a su único hijo varón vivo llegar a la mayoría de edad. Pero tenía que
ser una mujer capaz, que supliera las claras deficiencias que ya demostraba el
príncipe.
Para ello se centró en
alguna de las hijas de su primo el archiduque Carlos, que tenía cuatro hijas
posibles. En un principio la inseguridad del príncipe, hizo que se jugara a
suertes quien sería su futura esposa, saliendo elegida por pura suerte
Margarita.
El rey al enterarse de
esto monta en cólera, y decide elegir él mismo a su futura nuera, eligiendo a
las dos mayores.
Esto se explica de la
siguiente manera, el rey elige a la mayor, pero cuando van a establecer las
negociaciones para el matrimonio se enteran de que ha muerto de gripe.
Por lo que el rey elige a la siguiente en edad, pero vuelven a enterarse
de que también ha muerto, así que la siguiente en la lista era Margarita.
Curioso que la que había sido elegida por pura suerte, terminase siendo elegida
finalmente.
El 18 de abril de 1599
en Valencia Carlos contrae matrimonio con su prima Margarita de Austria, tuvo
ocho hijos, el tercero de ellos, Felipe, a su muerte, sería proclamado Rey de
España como Felipe IV. Con el sistema de gobierno de los primeros Austrias, el
Consejo de Estado fue reorganizado en 1600 con un mayor protagonismo en la política
general.
La reina de España cumplió con sus funciones maritales y maternales, lo que es digno de mención, ya que en su matrimonio tuvo ocho embarazos, quedando completamente débil y enferma, debido a los continuos excesos de sus prácticamente ininterrumpidos embarazos.
Al final al ponerse de parto de su octavo hijo, la reina
completamente exhausta termina muriendo, siendo seguida poco después por su último
hijo.
Felipe de carácter tímido,
su poca capacidad y su gran afición a la caza, anuló un gobierno personal en
favor de un delegado o favorito sin cargo específico. Desde 1598 gobernó como
valido el duque de Lerma, su amigo personal, que desde los primeros momentos
recibió autorización para firmar en su nombre. Así controló todos los órganos
de la administración tomando decisiones ejecutivas. El reparto de gracias y
mercedes permitió a Lerma formar una poderosa facción política. Se dice que
para escapar a las críticas que se lanzaban en Madrid contra él, se explica el
traslado de
La suspensión de pagos
de 1607 marcó el inicio de un periodo pacifista. El 9 de abril de 1609 se firmó
una tregua de doce años con los Países Bajos, reconociéndose oficialmente la
existencia de Holanda. Ya antes se llegó al fin de hostilidades con Inglaterra,
tras la muerte de Isabel I. En 1609.
Felipe
III cambia en el año
En
relación a la figura de Felipe III el historiador Juan Eslava Galán nos ofrece
el siguiente bosquejo: “Felipe II fue, ya lo hemos visto, uno de esos
empresarios obsesivos que pretenden controlarlo todo en su negocio, incapaces de
delegar en sus subordinados. Como no se fiaba de nadie, nunca enseñó a
gobernar a su hijo. El príncipe, cuando accedió al trono, ignoraba el oficio y
prefirió descargar la pesada tarea de reinar en manos de un hombre de
confianza. Ya lo había sospechado su padre. Poco antes de morir, comentó
amargamente al marqués de Castel-Rodrigo: “¡Ay, don Cristóbal, que me temo
que me lo han de gobernar!” En efecto, como en la antigua Córdoba califal
visitada por el lector páginas atrás y ya quizá olvidada, el gobierno del
Estado volvió a estar en manos de hombres de confianza o privados, elegidos a
dedo, y a menudo equivocadamente, por el rey. Él firmaba los documentos, como
su padre, pero sin leerlos previamente ni discutirlos.
Felipe
III salió a su padre en lo piadoso, cristiano sincero y gran rezador, pero el
parecido se detuvo ahí porque no era trabajador y sólo le interesaban las
fiestas y los saraos.
Vayamos
ahora al gobierno. El primer valido real fue el duque de Lerma, que lo hizo tan
mal como lo pudiera haber hecho el rey en persona, si no peor. Su incompetencia
era conmovedora, pero se mantuvo en el cargo sobornando y comprando el silencio
de los que podían descubrir su ineptitud. El cohecho y la corrupción
alcanzaron extremos nunca vistos.
Se
dice que Felipe III murió prematuramente, a los cuarenta y tres años de edad,
por culpa de uno de los muchos usos absurdos que imponía el rígido protocolo
de la corte Austria. (...) Era marzo, que en Madrid puede ser mes crudo y
siberiano, y habían colocado un potente brasero tan cerca del rey que éste
comenzó a sudar copiosamente en su sillita de oro. El marqués de Tobar hizo
ver al duque de Sessa que quizá convenía retirar un poco el brasero, que “su
majestad se nos está socarrando”, pero, por cuestiones de protocolo, ese
preciso cometido correspondía al duque de Uceda.
Buscaron
al duque de Uceda, pero se había ausentado del Alcázar, y cuando pudieron
localizarlo y traerlo, el rey estaba ya empapado de sudor. Aquella misma noche
se le presentó una erisipela que se lo llevó al sepulcro.
Hablar
del protocolo de la corte Austria sería cosa de nunca acabar. Otro ejemplo
bastará para poner de relieve hasta qué absurdo extremo puede llegar el
endiosamiento de las personas. En una ocasión, un pueblo famoso por las medias
que fabricaban sus artesanos quiso regalar a la reina un lote de esta prenda,
pero el presente fue rechazado airadamente por el mayordomo real: “Habéis de
saber -dijo- que las reinas de España no tienen piernas.” En la corte Austria
nadie podía volver a montar un caballo en el que hubiese montado el rey, y la
misma ley se hizo extensiva a las amantes reales, lo que determinó que muchas
de ellas, pasados los ardores del monarca, ingresaran en conventos de
clausura.” (Juan Eslava Galán, 2002).
Felipe III falleció el
31 de marzo de 1621.
Felipe
IV
Nació el 8 de abril de 1605 en Valladolid. Hijo de Felipe III y de
Margarita de Austria, la cara de alelado, la mandíbula eminente y el
belfo caído que Velásquez tanto retrató con piadosos y cortesanos
pinceles.
Si
bien Felipe IV, apodado el Rey Planeta por su vasto imperio, fue un rey culto
preocupado por el arte, la ciencia y la cultura, también fue un mal gobernante
que delegó sus poderes en un valido.
En
1615, en Burgos, a los diez años de edad, Felipe se casó con Isabel de Borbón,
hija del Rey Enrique IV de Francia y de María de Médicis.
El
abuso de matrimonios con parientes cercanos, la consanguinidad, dio lugar a
taras genéticas q explican la aparente mala suerte del monarca. Felipe IV tuvo
como hemos visto ocho hijos de su primera mujer, Isabel de Borbón: María
Margarita murió siendo bebé, Margarita María Catalina no superó la infancia,
María Eugenia murió a los dos años, Isabel María Teresa falleció también
siendo una niña, Baltasar Carlos, Príncipe de Asturias murió a los 17 años,
María Ana Antonia sólo llego a cumplir un año de vida y María Teresa la única
que llegó a adulta, vivió 47 años y fue esposa de Luís XIV de Francia.
Pero
la historia de su prole no termina ahí. Felipe IV se casó, en segundas
nupcias, con su sobrina Mariana de
Austria en 1649, que le dio cinco hijos: Margarita vivió hasta los 22 años y
se casó con el emperador Leopoldo I, María Ambrosia de
Al igual que su padre,
cedió los asuntos de Estado a validos, entre los que destacó Gaspar de Guzmán,
conde-duque de Olivares, quien realizó una enérgica política exterior que
buscaba mantener la hegemonía española en Europa. Su reinado fue un periodo de
lujo, fiestas y exaltación de la corte. En 1633 fue inaugurado el palacio del
Buen Retiro. Durante su reinado se participó en la guerra de los Treinta Años,
y se reanudó la guerra en Flandes. La crisis llegó debido a la falta de
recursos y a la intervención de Francia en la guerra. Tras
Felipe IV había cumplido los dieciséis años cuando heredó el trono y ya estaba casado desde los quince con Isabel de Borbón, una atractiva francesa, algo mayor que él. Nunca le bastó, porque el muchacho era un obseso sexual, que buscaba compulsivamente amantes. Se calcula que a lo largo de su vida engendró treinta y siete hijos bastardos y once legítimos, seis con su primera mujer y cinco con la segunda, Ana María de Austria. Sin embargo, su gran amor, si es que amó a alguien, fue una cómica famosa, María Inés Calderón, la Calderona, cuyo hijo, Juan José de Austria, fue el único bastardo real que el rey hizo educar como príncipe de sangre.
El mozo era tan ambicioso que
concibió el desatinado plan de suceder a su padre en el trono y, para ir
allanando el camino, tuvo la desfachatez de solicitar al rey la mano de una
infanta, es decir, de su hermanastra. Felipe IV, escandalizado, lo apartó de la
corte y no volvió a recibirlo.
Felipe
IV fue un hombre que gozó sin medida de cuantos placeres puso la vida a su alcance, y su
reinado fue un periodo de lujo, fiestas y exaltación de la Corte.
Le
gustaban los toros y las mujeres —no por ese orden—. Más que de ninguna
otra diversión gustaba del teatro, y, desde luego, de las actrices. Desde su
infancia participaba en las representaciones que se hacían en palacio. Más
tarde comenzó a acudir a los palcos de los teatros populares de Madrid: el
Corral de
En
el blog De Reyes Dioses y Heroes,
podemos leer: “El calendario de fiestas, romerías, ferias y verbenas fue muy
amplio durante su reinado.
Sólo
se trabajaba una media de 272 días al año,
y las celebraciones duraban frecuentemente varias jornadas. Se adornan los
edificios, se cubren con ramas verdes los barrizales de las calles, se erigen
arcos triunfales y a veces el rey paga el vino de los ciudadanos.
Los
paseos eran la esencia de la vida social.
Los lugares más frecuentados eran los Jardines del Buen Retiro,
Una
de las diversiones de
En
tiempos de Felipe IV, se celebraban también numerosas fiestas en las que
intervenían los caballos. Una de ellas era la llamada encamisada.
José Deleito Piñuelo dice que "Era cierta fiesta que se hacía de
noche con hachas por la ciudad, en señal de regocijo, yendo a caballo… se
efectuaba
Cuando el príncipe de Gales
llegó en 1623 a la Corte con la intención de pedir la mano de la infanta María,
los festejos que se organizaron para agasajarlo durante los cinco meses que duró
su estancia fueron continuos: banquetes, bailes, ballets y demás celebraciones
se sucedían sin apenas interrupción en el Salón Grande y en el de Comedias
del Alcázar.
El
rey participaba en los carnavales.
Es más: fue Felipe IV quien restauró
estas fiestas, que habían sido prohibidas por Carlos I en 1523. Gaspar
de Guzmán escribe que “ha solemnizado el carnaval habiendo salido de máscara
el domingo pasado, con que se alegró el pueblo harto y mostró Su Majestad la
gallardía y brío que Dios le ha dado aventajándose a los demás”. La
permisividad que caracterizó a estas fiestas durante su reinado llegó a
extremos insospechados. El martes de
Carnestolendas de 1638, el Rey y toda la corte participaron en una boda fingida
en la que el almirante de Castilla vestía de mujer, al igual que un grupo de
nobles, el Conde-Duque de Olivares hizo de portero, el rey de ayuda de cámara y
la reina de “obrero mayor” (La Dame Masquée).
Felipe
IV viajó al hondo sur de la península ibérica en 1624. En lo más negro de la
decadencia hispana, al rey le dio por visitar Andalucía, y avisó al duque de
Medina Sidonia que iría a cazar a sus estados del coto de Doñana.
Las
jornadas cinegéticas fueron muy provechosas. El rey, intrépido cazador, apuñaló
a un jabalí cautivo mientras el animal era sujetado entre varios monteros, y
abatió tres toros en un corral, disparando con su arcabuz desde el parapeto del
burladero.La monarquía de los austrias continuó su imparable declive con el
reinado de Felipe IV, acentuado por la extrema dejadez del rey a la hora de
afrontar los asuntos más importantes.
La profunda crisis
social y económica que sufría la sociedad española en aquella época tuvo el
efecto de aumentar todo tipo de creencias supersticiosas, dando lugar a que
surgieran de forma muy extendida un gran número de hechos sobrenaturales que
alcanzaron una gran dimensión, pero que tenían muy poco que ver con la
realidad.
“En el convento
madrileño de San Plácido tuvo lugar uno de los casos de posesión diabólica más
conocidos y escandalosos del siglo XVII. Este convento, también llamado
“convento de
La vida dentro del
convento se caracterizaba por una extrema austeridad así como por la práctica
de normas muy estrictas que favorecían el aislamiento, el ayuno y la
penitencia.
Además, la mayoría de
las monjas y novicias que formaban parte de la congregación habían sido
seleccionadas por presentar una cierta inestabilidad emocional que aumentaba su
inclinación hacia las experiencias espirituales más extremas.
Pocos días después de
la fundación del convento, una de las monjas llamada “hermana Luisa María”,
comenzó a mostrar diversos síntomas que los sacerdotes y médicos que la
atendieron no dudaron en atribuir a una posesión demoníaca. Las declaraciones
de la hermana Luisa María afirmando que ella no era la única que tenía
demonios en el cuerpo provocó un efecto contagio entre el resto de las monjas.
La inevitable
publicidad del asunto dio lugar a la apertura de un proceso que implicaba a
algunos notables personajes de la época. Entre ellos se encontraba el
conde-duque de Olivares, mano derecha de Felipe IV, y cuya implicación en
aquellos acontecimientos provocó su caída en desgracia y su cese como valido
del rey.
Otra de las
consecuencias fue el descubrimiento de que el rey Felipe IV había mantenido
relaciones amorosas con una de las internas, concretamente con una joven novicia
llamada sor Margarita de
Poco tiempo después de
estos sucesos, Felipe IV conoció en uno de sus viajes a sor María de Jesús de
Ágreda, más conocida como la “Dama Azul”, convirtiéndola en poco tiempo
en su confesora y asesora para asuntos políticos. La monja defendía
fervientemente el origen divino del rey, y éste comenzó a acudir
constantemente a ella en busca de respaldo moral y religioso, especialmente
después de sus aventuras amorosas.
Sor María de Jesús
entró de lleno en el campo de lo sobrenatural al afirmar que poseía la
facultad conocida como “bilocación”, es decir, la capacidad de estar al
mismo tiempo en dos lugares distintos y lejanos. Al parecer, durante tres años
sor María de Jesús había estado evangelizando en Nuevo México, mientras que
físicamente también permanecía en distintas poblaciones españolas.
A pesar de que nunca se
hallaron pruebas físicas de la presencia de sor María de Jesús en Nuevo México,
Felipe IV convirtió a la monja en su confidente y consejera política, en un
intento desesperado por reconducir la realidad social, económica y política de
una España que se desmoronaba de forma imparable.” (Imanol
Paradela, 2013)
Felipe IV, el Rey Pasmado,
tuvo once hijos legítimos, seis
con Isabel de Borbón y cinco con Ana María de Austria, pero además tuvo
numerosas amantes, con las que engendró nada menos que treinta y siete
hijos bastardos. Otros historiadores dan un total de 43 hijos. España, ya
decadente, todavía era grande. Tenía pasión por las novicias. Como
queda dicho se encaprichó con Sor
Margarita de
La
Calderona y Felipe IV
Felipe IV la conoció en el 1627, en su debut teatral en un corral de
comedias de Madrid, el Corral de
María nació
en Madrid en 1611. Era hija de Juan Calderón, personaje que se encargaba de
preparar todo lo preciso para la acogida de las diferentes compañías de cómicos
que llegaban hasta
Los amores
entre Felipe IV y
En la primavera de
1629, venía al mundo un niño, Juan José, que nacía en una casa de
la calle leganitos, que el duque de Medina de las Altas Torres había
proporcionado a la que era públicamente amante del rey. En su acta parroquial
de bautismo, quedó el niño registrado como “Juan, hijo de la tierra”, que
tal era la apelación que se daba a los nacidos de padres desconocidos.
A pesar de los deseos
de María, el niño le fue apartado de su lado y entregado para su crianza a una
humilde familia de León, ciudad en la que pasó los primeros años de su vida
hasta que el rey decidió su traslado a Ocaña.
Para entonces la pareja
real había perdido varias hijas, muertas apenas nacidas, y Felipe debió pensar
que aquel niño podía ser una salida de emergencia para el futuro de la dinastía,
por lo que decidió darle una educación y una pensión correspondientes a su
origen.
Tras el
nacimiento del pequeño Juan José todo parece indicar que la relación del rey
con María se había enfriado. Felipe IV ordenó el ingreso de su favorita en un
convento.
“Lo
que es bien cierto es que María Inés no se conformaba con ser una más de las
muchas amantes de Felipe IV a pesar de ser una mujer muy joven y estar casada,
teniendo diversos amantes, entre ellos como queda dicho el conocido Duque de
Medina de
Fuese
quién fuese el padre, lo cierto es que fue un bastardo más, hijo de rey, esta
vez en una época muy especial de la historia de lasa
Españas y consiguió ser el único hijo que obtuvo el regio
reconocimiento de su paternidad a pesar de las dudas razonables que dejó la
vida pecaminosa de María Inés Calderón que para su desgracia acabó encerrada
en un convento.
Su vida está
llena de batallas ganadas y perdidas en defensa siempre de las Españas, fue sin
duda un grande de los reinos de España y de los primeros políticos en entender
que la prensa escrita y los literatos del momento serían clave para cualquier
gobierno.
D.
José Ribera nos dejó una bella estampa de D. Juan José de Austria, hemos de
mencionar que la hija del pintor mostró su amor a Juan José con el que tuvo
descendencia y terminó en un convento, algo que en aquella época por desgracia
era habitual para muchas mujeres, sobre todo si los amantes eran mujeriegos y
nobles.
En el momento de su muerte, su deseo era estar en
Se sabe que su corazón fue trasladado a
Con
toda esta promiscuidad sexual, dejó Felipe IV un gran número de bastardos de
los que sólo ocho o nueve están bien documentados, pero que según algunos
autores llegan hasta los sesenta. Por su parte, Fernando González-Doria reduce
la cifra de ilegítimos a treinta. Sólo se conoce el nombre de seis de ellos,
todos con su tratamiento de don:
No es
verdad que Felipe IV sólo reconociera a don Juan como hijo bastardo, pues también
lo hizo (aunque póstumamente) con don Francisco Fernando, hijo de su primera
amante conocida,
Don
Francisco Fernando Isidro de Austria (Madrid, 1626 – Isasi, 12 de marzo de
1634), que fue el primero y que murió a los ocho años de edad en la villa de
Isasi. Parece que fue muy amado por Felipe IV, que incluso le legitimó póstumamente,
mandándole enterrar en el Real Monasterio de El Escorial, en el panteón de
infantes (1) , lo que niega la afirmación que muchos historiadores mantienen
sobre el hecho de que Felipe IV solo reconoció a don Juan José de Austria como
hijo habido fuera del matrimonio. Don Francisco Fernando era hijo de la hija del
Conde de Chirel o de Charela.
El
primer amor extra-conyugal conocido de Felipe IV ocurre cuando aún no había
cumplido los veinte años; se enamoró de la hija del Conde de Chirel, una niña
de familia de ilustre prosapia, y para poder conseguir su propósito de llegar a
una relación más íntima, envía al padre de la joven a Italia al mando de
unas galeras. El padre, ignorante de la situación, zarpa orgulloso hacia su
destino; la madre, que sabía perfectamente lo que ocurría y el porqué de esta
distinción hacia su marido, calla y no pone obstáculo a lo que se avecinaba.
Con el frecuente trato real llega un embarazo del que nace como hemos visto el
primer bastardo real, al que se llamó Francisco Fernando de Austria, que murió
niño, siendo seguido a la tumba por su madre poco tiempo después. La casa de
la familia primero fue cerrada a cal y canto y posteriormente el Rey la convirtió
en convento, y con el nombre de la “Concepción Real” fue entregado a las
monjas Calatravas, conservándose todavía hoy este convento con este mismo
nombre en
Felipe
IV murió a los 60 años, el 17 de septiembre de 1665 tras caer enfermo,
probablemente, de disentería. Está enterrado en
Felipe
V
Aficionados de siempre los españoles a las pendencias especialmente
cuando median intereses económicos o de poder, no desaprovecharon la
oportunidad que les brindaba el tema de la sucesión auspiciado por potencias
europeas para enfrascarse en una guerra fraticida para dilucidar que bota les
apretaría el cuello.
Se formó un bando
dentro y fuera de España que no aceptaba al nuevo rey y apoyaba al
pretendiente, el Archiduque Carlos de Habsburgo produciéndose un conflicto bélico
a escala europea, denominado guerra de Succión (1701-1713).
El ascenso al trono de
Las Españas de Felipe V representaba la hegemonía francesa y la temida unión
de Los reinos de las Españas y Francia bajo un mismo monarca. Esta posibilidad
indujo a Inglaterra y Austria a apoyar al candidato austriaco, que, por
supuesto, era sustentado por los Habsburgo de Viena. Las diversas potencias
europeas se posicionaron ante el conflicto sucesorio hispano.
Las perspectivas de
gobierno de Felipe V abogaba por el modelo centralista francés apoyado en la
corona de Castilla mientras que Carlos de Habsburgo preconizaba el sistema
foralista apoyado en la corona de Aragón y especialmente en el condado de
Cataluña.
Los doce años de
contienda acabaron con el triunfo de los partidarios de Felipe V con las
victorias militares de Almansa, Briguega y Vilaviciosa. Mientras tanto, Carlos
de Habsburgo heredó en 1711 el Imperio alemán, desinteresándose de sus
pretensiones al trono hispano. Pero como a “río revuelto ganancia de
pescadores” los aliados de Carlos no renunciaron a la parte del pastel que creían
corresponderles, dándose fin a la guerra con el Tratado de Utrecht.
Mediante dicho Tratado
de 1713 Felipe V era reconocido por Inglaterra y Austria como soberano de Las
Españas, pero con las siguientes condiciones:
1º. Renunciar a
cualquier posible derecho sobre la corona francesa.
2º. Los Paises Bajos y
los territorios de Nápoles y Cerdeña pasaron a poder de Austria.
3º. El Reino de Saboya
se anexiono
4º. Inglaterra por su
parte obtuvo El Peñón de Gibraltar,
La
personalidad de este monarca
Felipe de Borbón y
Wittelsbach de Baviera, duque de Anjou, nació en Versalles (Paris) el 19 de
diciembre de 1683, siendo el segundo hijo del Delfín de Francia (Heredero del
trono) Luís y de Maria Anna de Wittelsbach, duquesa de Baviera. Era nieto de Luís
XIV “El Rey Sol” de Francia y de Maria Teresa de Habsburgo, Infanta de España,
por lo que Felipe de Borbón era bisnieto de Felipe IV de las Españas.
Tras la muerte de su tío-abuelo,
Carlos II de España, aceptó ser el nuevo rey español el 16 de noviembre de
1700. Pronto ordenaría que la reina viuda de España, Maria Ana de Neoburgo
abandonara la corte española, ya que no quería contar con su presencia.
El 16 de noviembre de
1700 es proclamado Rey de las España en el Palacio de Versalles en Paris
(Francia).
Juró como nuevo rey
para la vieja corona de Aragón, en Barcelona, siendo reconocido como Felipe IV
de Cataluña y Aragón, y jurando las constituciones de Cataluña. El nuevo
monarca acepta la lengua catalana como principal idioma del levante español,
donde habitualmente es hablado y es co-oficial con la lengua francesa en Cataluña
y con la lengua castellana en el resto del levante y archipiélago balear.
Felipe V se casó al
poco tiempo de llegar a las Españas, el 2 de noviembre de 1701 en Figueres
(L’Ampurdà- Cataluña), con una princesa italiana, Maria Luisa de Saboya, con
la que se compenetró muchísimo y estuvo junto a él en los muchos momentos difíciles
de su reinado.
Tras enviudar de Maria
Luisa, el 14 de febrero de 1714, se casó con la aristócrata italiana, Isabel
de Farnesio, el 24 de diciembre de 1724, motivado por los intereses políticos
de Parma, lugar donde era Isabel. De este nuevo matrimonio tuvo muchos más
hijos, siete para ser más exactos, entre ellos Carlos III (1716-88).
La dependencia de
Felipe V de las mujeres era excesiva, como se solía decir “el rey sólo
necesita dos cosas para vivir, un libro (
El 22 de diciembre de
1714 en Jadraque, la segunda esposa de Felipe V expulsó a
La joven Isabel, cuya
descripción era de la de una muchacha regordeta y humilde, cuya única ambición
era bordar y leer libros piadosos, era engañosa. En realidad era una mujer con
bastante más carácter del que parecía y su intención era salir de las
estrechas miras del pequeño principado italiano de
Pero esta dependencia
de las mujeres no implicaba amor hacia ellas, como escribe el Duque de
Saint-Simon en 1714, tras la muerte de Luisa de Saboya:
“El rey de España se
sintió muy conmovido, pero a la manera real. Le convencieron para que siguiera
cazando y disparando, para que pudiera respirar aire libre. En una de sus
excursiones, se encontró contemplando el séquito que conducía el cuerpo de la
reina al Escorial. Lo siguió con la vista y luego continuó cazando. ¿Son los
príncipes seres humanos?”
Según
recoge el investigador Cristóbal Miró: “Felipe V comía a diario gallina
hervida, que le era servida junto con un cúmulo de pócimas, brebajes y tónicos
para estimular su actividad sexual. A tal efecto todos los días desayunaba
cuajada y un preparado de vino, leche, cinamomo, yemas de huevo, clavo y azúcar.
La actividad del rey era tan desenfrenada que llegó a ser motivo de preocupación
en los círculos cortesanos. En 1716 el embajador francés en Madrid informaba a
Versalles que el rey estaba agotado, al borde de la extenuación “por el
uso demasiado frecuente que hace de la reina”.
Algunos
médicos, como el francés Burlet, advirtieron al rey que tales excesos estaban
poniendo en peligro su vida. Pero esta advertencia no sentó precisamente bien a
la reina, Isabel de Farnesio, que al tener conocimiento de ello hizo salir
inmediatamente al médico de la corte. Esta actitud de la parmesana señala
hasta qué punto era consciente de dónde residía su poder sobre Felipe V. El
monarca, apocado y abúlico, se convertía con facilidad en un juguete en manos
de la persona que estuviese más próxima. De ahí que la reina no quisiese oír
ni hablar de separaciones. Algunos contemporáneos afirmaban que ella misma se
encargaba de agravar las debilidades de su marido para de esta forma poder
controlar mejor su voluntad.
Felipe
V fue cayendo en la melancolía, la hipocondría y la locura. Cada día era más dejado, más extraño. Sin embargo, hubo una fecha en
concreto que parece que fue una especie de detonante para una cadena de manías
que no le abandonaron nunca. Y es que el 4 de octubre de 1717, cuando cabalgaba
por la mañana, creyó que el sol le atacaba.
Eso
le llevo a un proceso de degeneración en el cual no se dejaba cortar por nadie
el cabello ni las uñas porque pensaba que sus males aumentarían. Las uñas de
los pies le crecieron tanto que llegó un momento que ya no podía ni andar, y
llegó a pensar que estaba muerto. De hecho preguntaba a sus guardias porqué no
lo habían enterrado, dado que estaba muerto. Se
mordía continuamente los brazos de ansiedad. Otras veces, decía que no tenía
brazos ni piernas. Su conducta era cada vez más estrafalaria: mandaba abrir las
ventanas en pleno invierno, se envolvía en mantas en verano, y algunas noches
se creía convertido en rana. Sufría delirios y verdaderos ataques de histeria.
Había opiniones para todos los gustos y el ambiente de la corte se encontraba
enrarecido. La reina trataba de controlar la situación y evitar que ésta
degenerara. Comenzó a circular un extraño rumor: se decía que la ropa blanca
del rey y la reina irradiaba luz. El fenómeno afectaba a paños, sábanas,
camisas… Como no se encontraba una explicación racional al suceso, se buscó
otra de tipo más providencialista, llegándose a la conclusión de que se debía
a que el número de misas dichas por el alma de Luisa Gabriela de Saboya, la primera esposa, había sido
insignificante. Si tal era la causa, la solución era fácil: se ordenó decir
doscientas mil misas por el eterno descanso de la reina difunta y, por si acaso,
se renovó toda la mantelería y vestuario real afectado. Al parecer el fenómeno
volvió a repetirse y Felipe V estuvo a punto de enloquecer. Ordenó establecer
vigilancia permanente sobre su ropa personal y para evitar posibles hechizos su
confección se encargó a monjas, pensando, sin duda, que manos tan celestiales
sabrían evitar aquella obra del diablo. El rey se negaba a cambiar sus mudas de
ropa interior hasta que las mismas, hechas jirones, quedaban inutilizables.
Poco
después del matrimonio del primogénito, en 1721, el monarca entró otra vez en
una fase de profundo abatimiento que le hizo desentenderse de todo lo
relacionado con los asuntos de Estado. Pasaba largas temporadas en un palacio
que se estaba construyendo en la frondosa zona de los pinares de Balsaín, en la
sierra de Guadarrama, un palacio conocido como
“Felipe
V,” El Guarro”, fue el primer Borbón y el primero de los reyes de las
Españas en comenzar la moda de hacer negocios sin moral ni ética alguna, como
luego se confesaba la iglesia siempre condescendiente con los poderosos le daba
la absolución. Pronto firmo un suculento contrato con
La
sociedad con su primo termino rompiéndose, por el tratado de Utrecht, tampoco
le importo mucho al Borbón, pronto formalizo contrato con los ocupantes de
Gibraltar y Menorca y creo
Cuando se quedó viudo de María Luisa Gabriela de Saboya, su viudez en cuestión de Estado, sobre todo en la corte, pues el apetito sexual del rey era irrefrenable y perseguía a las cortesanas con empeño enfermizo, para después de haberlas poseído tener escrúpulos de conciencia terminando después de cada polvo o correría arrodillado ante su confesor para que le perdonase sus correrías. como los cortesanos no estaban dispuestos a ser cornudos consentidos y criar hijos bastardos del rey fue prioritario buscarle al rey una nueva esposa que calmase los excesos sexuales del monarca sin demora con la la que desahogarse, sin que le valieran los servicios de amantes o prostitutas, que también las hubo, proporcionadas con gusto por los cornudos cortesanos. Por ello hubo que concertarle a toda prisa un matrimonio. La elegida fue Isabel de Farnesio, sobrina del duque de Parma. Esta segunda esposa, era lo que en lo que se suele llamar “mujer de armas tomar” tan bien supo manejar al demente rey y su acomplejada sexualidad pecadora, que España se embarcó en nuevas guerras a fin de proporcionar sendos tronos a los hijos de su unión con el cochino rey francés de las Españas.”
(pihnarejorepublicaindependinete).
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