NADA NUEVO BAJO LA SOL

 

Chaurero n Eguerew

 

“No me creen más problemas; de las colonias me importa la tierra, no los hombres.” (Primo de Rivera, general español)

 

El sábado 13 de enero he tenido la oportunidad de leer en el periódico digital El Canario[1], en la sección Opinión[2] un interesante artículo titulado “Los meados del planeta” firmado por Don Rubéns Ascanio Gómez. El autor nos expone, y con sobrada razón, su asombro e indignación ante la visión de un video que nos muestra a unos soldados del imperio Yankees, meándose sobre los cadáveres de unos talibanes. Siendo como son realmente impactantes las imágenes, estas son un juego de niños en comparación con otra serie de atrocidades que los marines norteamericanos suelen cometer y alentar en los países invadidos por el imperio norteamericano y sus aliados que la CIA se ocupa en silenciar. Son inenarrables las atrocidades cometidas por estos modernos vándalos en Corea, Vietnam, Irak y en general en todos los países donde estos “guardianes de la democracia”, en función de las materias primas que puedan usurpar, han plantado sus botas y sus misiles.

 

La lectura de tan interesante artículo me sugiere algunas reflexiones en torno al etnocentrismo.

 

El mercado del consumismo masivo y compulsivo nos induce a creer que en el siglo XXI los seres humanos hemos alcanzado determinados grados de civilización que nos aleja moralmente de nuestros antecesores de siglos pasados, vana ilusión hábilmente explotada por los ideólogos proselitistas del sistema y sus medios de comunicación de masas, que nos hacen creer que somos más humanos, mas solidarios, más universales, cuando la realidad es que, dentro de la camisa Lacost, el pantalón Loys, unas zapatillas alls star o el aroma de un perfume Christian Dior, y unos modales más o menos refinados, subsiste el ancestral hombre depredador del hombre.

 

El hombre es fácil de envilecer mediante técnicas psicológicas, dadivas o simplemente dándole la oportunidad de ejercer poder sobre otros hombres, especialmente si mediante este poder puede ejercitar su carga de crueldad de manera impune, amparado por unos preceptos legales, ideales supuestamente morales o fanatismo religioso. Si quieres valorar el grado de civilización que hemos alcanzado, dota a cualquier individuo de un uniforme, ponle un arma en las manos, indúcele unos conceptos prefabricados, dale patente de corso y habrás clonado al más entusiasta de los vándalos.

 

Los pueblos que hemos sufrido la invasión de otros pueblos portadores de valores “civilizadores” culturales y religiosos supuestamente superiores, hemos experimentado en carne propia las consecuencias del aporte de  estas civilizaciones, en esta colonia de Canarias tenemos múltiples ejemplos “civilizadores” desde 1402 hasta la fecha.

 

Como muestra recordemos el denominado “alzamiento de los gomeros” un episodio más de masacres recogidos en nuestra historia colonial entre los muchos perpetrado por los invasores españoles:

[…] A principios de 1488, Mulagua (en La Gomera) se rebela. La sublevación y alzamiento poco a poco se va extendiendo a otros cantones, a toda la isla. El viejo sabio Hupalupo en unión de su hijo, y el jefe guerrero del bando de Mulagua Hautacuperche y varios de los suyos se trasladan a la Baja del Secreto (Valle Gran Rey) para, con enorme sigilo y cautela organizar el ajusticiamiento de Hernán Peraza e iniciar la liberación de La Gomera de la dominación del yugo colonial, y para “cumplir el deber sagrado de liberar a sus hijos de esclavos”.

Se decidió que Hautacuperche fuera el brazo ejecutor ultimando al traidor Hernán Peraza, aprovechando una de las frecuentes visitas del sanguinario tirano a la cueva donde se encontraba la sacerdotisa Yballa, en Guahedum. Con su muerte, los gomeros alzados decían en lengua guanche: -“Ya el gánigo de Guahedum se quebró”, en señal de que el pacto de colactación se había roto.

La noticia del ajusticiamiento de Peraza, es comunicado a cada rincón de la isla por medio del lenguaje silbado. Los gomeros comprendieron entonces que había llegado el momento de alzarse contra la dominación colonial extranjera el 20 y el 23 de noviembre de 1488 sometieron a los invasores a un justo castigo. Beatriz de Bobadilla con su familia y los mercenarios que constituían su guardia se refugiaron en la denominada Torre del Conde en cuyo asedio fue muerto el caudillo Hautacuperche. El intento de masacre total del pueblo guanche de La Gomera por parte de los verdugos sin entrañas Pedro de Vera y Beatriz de Bobadilla está profusamente recogido en la bibliografía canaria.

Sublevada la isla una ves más en justa defensa contra los colonos invasores, con los gomeros sitiando a la señora Beatriz de Bobadilla en la Torre de los Peraza o del Conde, fue enviado a la isla por los reyes católicos Pedro de Vera, cruel y nefasto personaje masacrador de pueblos, que daría lugar a uno de los más sangrientos y repugnantes episodios llevados a cabo por la barbarie de la cristiana y “civilizada” España en la invasión y conquista de Canarias.

Mal ejemplo toda revolución popular triunfante, a 4 de marzo de 1489, los reyes católicos ordenaron a Pedro de Vera rescatar a “nuestra criada”, señora de Gomera y Fierro, como tutriz de sus hijos. Aunque no lo necesitase, ampararía de paso a la Peraza que “posee por suyas ciertas yslas, que son de las yslas de Canaria”, para que sus vasallos “no se sustraigan a su obediencia”. El gobernador se comportó, a la manera oficial de la época y, la ex sitiada Beatriz de Bobadilla, como no podía ser menos en seres tan execrables, se dedicó a continuas y desmedidas venganzas. El intento de masacre total del pueblo guanche de La Gomera por parte de los verdugos sin entrañas Pedro de Vera y Beatriz de Bobadilla está profusamente recogido en la bibliografía canaria.

Beatriz de Bobadilla condenó a todo los gomeros mayores de quince años del Bando de Orone y Mulagua a la muerte por “traidores”. Ordenó que fuesen arrastrados por los suelos, ahorcados, cortaron pies, y manos. No se perdonó la vida a ninguno de quince años para arriba, ejecutándose diversos géneros de castigo; empalados, guanteados, exponiendo sus cuerpos en caminos y otros sitios; llevados a la mar con piedras en los pies, manos y pescuezo, echados vivos al mar, ahogados… Igualmente Beatriz dio orden a Alonso de Cota que embarcase a un gran número de niños gomeros y mujeres para venderlos como esclavos en Lanzarote. Cuando los niños llegaron a la isla de Titeterogaka (Lanzarote) Inés Peraza ordenó que fuesen echados al mar y a los que quedaron repartió como esclavos de sus soldados.

Una vez consumada la masacre Pedro de Vera pasa factura de la ayuda prestada a la ninfomona Beatriz de Bobadilla.

Cobrados 1.000 castellanos en oro y 500 quintales de orchilla, a dos castellanos quintal, por el gasto, Vera se reservó ambas partidas, dando “cautivos en pago de su sueldo”, a “los escuderos e maestres de navíos e otras gentes, que fueron en lo suso dicho”.

Valorado el gomero o gomera, entre 7.500 y 10.500 maravedís, el obispo de la secta católica de Canarias y Málaga, que residía en la ciudad andaluza, quedó a cargo de la distribución de los gomeros esclavizados, no olvidando el gobernador Pedro de Vera obsequiar a la reina Isabel, con un camello y 9 esclavas y al Príncipe D. Juan, con tres cajas de conservas y una grande de azúcar.

De regreso a Gran Canaria Pedro de Vera, temiendo que los gomeros residentes en aquella isla que habían sido obligados a participar en la conquista, se rebelasen, una noche hizo aprender a unos 200 entre hombres, mujeres y jóvenes; a todos los hombres nos condenó a muerte, y ejecutó, y a las mujeres y niños dio por esclavos.”

De la acción “civilizadora” del imperialismo español en África tenemos algunos ejemplos más recientes, sucedidos durante la penúltima invasión europea del continente.

Hartos de los ninguneo y de las humillaciones y abusos que padecían, en 1921 los rifeños del norte del Magreb se levantaron en armas contra los colonialistas españoles, proclamando su independencia. La criminal monarquía española respondió de la única manera que sabe: con una sanguinaria guerra que dejó un saldo desolador, con miles de muertos.

Según recoge el investigador Jon Odriozola: “Tras la derrota española de Annual, los militares llamados “africanistas” (los Franco, Sanjurjo, Millán Astray, Goded, Varela, Alonso Vega) trataron de rehabilitarse y, para ello, se apresuraron a reorganizar lo que quedaba de las tropas diezmadas y a trasladar a Melilla nuevos refuerzos de la Península Ibérica para lanzarse a la reconquista del territorio (se reconquista lo que previamente se ha conquistado, es decir, ocupado, y, según esta lógica patafísica propia de Ubú Rey, si el Magrheb tomara Andalucía, podrían hablar también de “reconquista” y de (re)instalar un Califato ¡con rotunda lógica!). Se imponía recurrir a un arma más eficaz que no tuviera el “enemigo”: “El Heraldo de Madrid”, el 20 de diciembre de 1921 (ya se “perdió” en Annual), decía lo siguiente:”(…) las fuerzas coloniales deben hacerse a base de emplear aquellos medios ofensivos de que el enemigo no puede disponer; de algo ha de servir la superioridad de civilización y de recursos”.

Estos recursos consistieron en el empleo del arma más criminal de la época, el ejército español utilizó de forma masiva gas mostaza contra la población civil durante la conocida como guerra del Rif. España se convirtió en una de las primeras potencias en utilizar estos métodos de exterminio masivo en la época actual.

 

Una de las principales propiedades del gas mostaza (sulfuro de bis-(2-cloroetilo), es un líquido puro, descolorido, pero cuando está mezclado con otros productos químicos, vira marrón y tiene olor a ajo, es vesicante, es decir, produce ampollas cuando entra en contacto con la piel humana. También causa profundas alteraciones en el genoma de los tejidos expuestos, inhibiendo la división celular y provocando mutaciones cuyos efectos se manifiestan durante generaciones. Además se utilizaron otros gases, como la iperita, el fosgeno y la cloropicrina.

 

España en sus aventuras imperialistas coloniales ya había practicado la guerra bacteriológica, en la invasión y conquista de la Isla Chinech (Tenerife). En 1495 envenenaron con viseras de animales las fuentes de agua, charcos y eres, provocando una epidemia conocida como modorra, a consecuencia de la cual murieron centenares de guanches de los bandos resistentes, “epidemia” que “milagrosamente” no afectó a los invasores ni a los bandos denominados de paces. Situación que posibilitó el que los Tabores guanches fuesen vencidos en la batalla de Aguere, donde los invasores españoles cortaron la cabeza del gran caudillo Kebehi Benchomo, la cual fue exhibida como trofeo de guerra ensartada en una pica. 

 

En fin… Nada nuevo bajo la Sol.

 

Enero de 2012.

 

[1] http://elcanario.net

[2]Opinión]

Imagenes:

1.     Grabado de T. De Bry para la Historia de la destrucción de las Indias.

2.     Soldados españoles con los “trofeos” de las cabezas cortadas de los imazighes del Rif.