IDIOSINCRASIA DEL PUEBLO GUANCHE (I)

 

Eduardo Pedro García Rodríguez *

 

 

[El campesino, el pastor, el agricultor, todo este pueblo agreste permanece fiel y conserva las costumbres de vida de otros tiempos; tuesta su cebada, la muele entre dos piedras heredadas colocadas en su humilde habitáculo, y prefiere el gofio de sus antepasados al pan del rico…. El isleño, como se le llama normalmente, humilde, insinuante y astuto, cortés y meloso como sus antepasados, es atrevido y temerario en el peligro más inminente así como desconfiado y temeroso ante una nadería; amigo de la alegría, del canto y el baile, apasionado de los ejercicios gimnásticos, emprendedor de los más rudos trabajos y siempre infatigable; simple en sus gustos y parco en palabras… La hospitalidad más franca, la veneración a la ancianidad, el respeto filial, el amor a su país y a su prójimo, son virtudes hereditarias que los guanches han legado a sus nietos.]

 

   Uno de los más acreditados estudiosos europeos de la cultura del pueblo guanche, lo fue sin duda alguna el cónsul francés en Canarias Sabin Berthelot, quien en estrecha relación con otros sabios de su época tanto de la Europa ilustrada como de doctos criollos canarios, sacó a la luz pública muchos aspectos de la cultura material de nuestros antepasados. Este estudio realizado precisamente por un sabio neutral e independiente de las imposiciones culturales españolas, nos ofrece un máximo de fiabilidad en sus postulados, especialmente por el hecho de que su versión original fue editada en Francia, lejos de la habitual censura española. Por ello, creemos oportuno reproducir algunos pasajes de su obra “Antigüedades Canarias”, en los que refleja la realidad social del pueblo canario a finales del siglo XIX, y que han variado poco o nada en lo esencial en nuestro siglo XXI.

    «Cuando se examina hoy en día con atención la población moderna de este archipiélago, que habitaron en otros tiempos las tribus africanas de las que hemos descrito las costumbres, notamos en un gran número de individuos los rasgos nacionales y característicos que los distinguen esencialmente de los españoles. Nuestras observaciones diarias durante diez años (de 1820 a 1830), nos habituaron a estos rostros, cuyo extranjerismo choca desde un principio. Más de una vez durante nuestra estancia, tuvimos ocasión de estudiar el tipo guanche en los insulares cuyo origen no era dudoso para nosotros, pues descendían de los aborígenes y habían conservado sus antiguos nombres. Nuestras múltiples observaciones  nos hicieron fácil el reconocimiento de este tipo, a medida que nuevos hallazgos nos ofrecieron más sujetos de comparación.

 

   De esta manera la fisonomía de los guanches se revela todavía en los habitantes de estas islas; la nación valerosa que sucumbió en la lucha entablada con los invasores no pereció por entero, la historia está presente para destruir un error mantenido por los que aceptan los hechos sin examinarlos.

 

   Los pueblos conquistadores por muy bárbaros que se mostraran, ¿pudieron alguna vez destruir toda una nación? ¿Establecieron acaso su dominio de la tierra conquistada después de la exterminación de los vencidos? Suponer un hecho parecido sería una anomalía en la historia. Si en la época de la conquista la fuerza de las circunstancias motivó la sumisión de las tribus indígenas, si bien, actos reprobables, bárbaros incluso, fueron cometidos contra los desgraciados guanches durante la guerra de invasión, si se vio en algunas islas una parte de sus habitantes reducida a la esclavitud, las ordenes de los Reyes Católicos detuvieron enseguida el odiado régimen de injusticia y crueldad. La dominación española puso fin a la piratería que hasta entonces había devastado estos parajes; el gobierno de las islas se organizó desde el mismo momento en que fue constituido, y los anales históricos nos dan la prueba de la moderación y prudencia que dictaron los primeros actos de la administración naciente. Podemos deducir de los datos de los historiadores, que en la conquista sólo se perdió un veinte por ciento de la población que los menos exagerados establecen en algo más de cien mil almas. Los combates que sostuvieron en Fuerteventura y Lanzarote, los indígenas contra Bethencourt y sus normandos no les arrebataron más de trescientos hombres, y en menos de cuatro años todo el país fue pacificado. En la parte occidental del archipiélago, la resistencia obstinada, pero también los combatientes eran más numerosos. El mencey Bencomo, jefe de la liga de la Orotava , marchó contra los castellanos con seis mil decididos guanches. Sin embargo, las disensiones que reinaban desde tiempos atrás entre las tribus contribuyeron al éxito de la conquista, y la mitad de la población indígena se acogió bajo las banderas de los conquistadores.

 

   El establecimiento de un nuevo orden de cosas no cambió nada en la vida pastoral de los guanches; siguieron viviendo  en paz en sus cuevas. En Candelaria, en Fasnia, en Arico y en otras partes de la banda meridional de Tenerife, subiendo de Güímar hasta Chasna, en el valle de Santiago, y bajando hacia la costa, se encuentra todavía hoy en día la mayoría de las costumbres descritas por fray A. Espinosa y los otros historiadores canarios. Algunas expresiones  del antiguo lenguaje, que no se han perdido y que se emplean en casi todas las islas, los nombres guanches de los que se enorgullecen algunas familias, las danzas populares, los gritos de alegría, la manera de procurarse el fuego, de ordeñar las cabras, de preparar la manteca, de moler el grano, todo esto subsiste después de cuatro siglos de dominación extranjera. Las antiguas costumbres sobresalen aún en medio del progreso de la civilización; un hábito invariable las perpetúa de generación en generación como una tradición de tiempos pasados. El campesino, el pastor, el agricultor, todo este pueblo agreste permanece fiel y conserva las costumbres de vida de otros tiempos; tuesta su cebada, la muele entre dos piedras heredadas colocadas en su humilde habitáculo, y prefiere el gofio de sus antepasados al pan del rico.

 

    Estas modernas poblaciones, descendientes de las antiguas, han olvidado su viejo lenguaje del que sólo han retenido algunas palabras, conservando hábitos y maneras de sus primeros ancestros. El isleño, como se le llama normalmente, humilde, insinuante y astuto, cortés y meloso como sus antepasados, es atrevido y temerario en el peligro más inminente así como desconfiado y temeroso ante una nadería; amigo de la alegría, del canto y el baile, apasionado de los ejercicios gimnásticos, emprendedor de los más rudos trabajos y siempre infatigable; simple en sus gustos y parco en palabras.

 

   La hospitalidad más franca, la veneración a la ancianidad, el respeto filial, el amor a su país y a su prójimo, son virtudes hereditarias que los guanches han legado a sus nietos. Es consolador para la historia de la humanidad ver cómo se conservan estas virtudes patriarcales en el seno de la sociedad moderna. Estas hermosas cualidades se han propagado con la sangre de una raza pura, pues los conquistadores del siglo quince, hombres fanáticos que pusieron a sus pies los derechos de naciones enteras, no pudieron inspirar en los vencidos sentimientos de justicia y sabiduría, quitándoles su fe y dándoles ejemplos de malas pasiones”.

 

   Más adelante, continua el insigne historiador y nos dice: “Pero en cuanto a buscar relaciones entre los rifeños de raza rubia y los antiguos habitantes de canarias que heredaron de sus ancestros este tono de piel, el cual se reproduce todavía en estas islas en los descendientes de los guanches, en cuanto a asignar a los herederos de esta raza un origen vándalo nos atenemos a los informes de Shaw, los cuales contradicen totalmente esta opinión. Tribus semejantes a las del Rif por el color de la piel y de los cabellos e incluso por los rasgos, habitan desde tiempo inmemorial en las montañas de Aouresch; el viajero que acabamos de citar habla en estos términos:“No debo dejar este país sin hacer notar que los que lo habitan tienen un aspecto y fisonomía diferentes a sus vecinos; su tez, lejos de ser cetrina, es blanca, o casi blanca; su pelo es de un pelirrojo oscuro, en comparación con el cabello de otros kabilos que es totalmente negro. Estos hombres rubios hablan la lengua bereber”. Por otro lado, Desmoulins observa lo siguiente, no se encuentra en este idioma el menor rastro de lengua germánica, lo cual sería casi imprescindible si estos kabilos descendieran de los vándalos”. Se sabe, por otra parte, que todas estas hordas fueron llevadas a Grecia y Asia por Belisario; no quedó en mi tiempo ni recuerdo ni nombre, dice Procopio. Autor de la Guerra de los Vándalos (Bell. Vandal.) quien tuvo conocimiento por el moro Athaia que tribus de raza blanca estaban establecidas más allá de las montañas, en la parte del desierto ocupada por los tuareg, hablando de ellos como de un pueblo muy antiguo. Ello da lugar a creer que los bereberes rubios, tuareg, rifeños o guancheris, son autóctonos lo mismo que todos los demás africanos de raza libia o atlántica.”.

 

KEBEHI BENCHOMO

 

Todos estos aspectos referentes a la idiosincrasia de nuestros antepasados, han sido tratados por diversos autores en diferentes épocas, pero estos estudios no han sido debidamente divulgados por el sistema, por temor a que el pueblo canario tome conciencia de sus verdaderas raíces y en consecuencia ponga en peligro la explotación colonial de que venimos siendo objetos durante más de seiscientos años.

 

En la actualidad, los jóvenes canarios están plenamente informados de la historia de España y de Europa en general, pero nada o casi nada conocen de la historia de sus ancestros.

 

   Aún con un gobierno supuestamente nacionalista y supuestamente autónomo, en los colegios, institutos y universidades de Canarias, no se imparte una educación desde parámetros canarios, toda la temática educativa viene emanada desde la Metrópolis y es fielmente seguida por los comisarios culturales incrustados en los estamentos educativos y políticos, desde los temas a impartir hasta los libros y cuadernos de enseñanza los cuales son impresos en España, lo que supone además un renglón económico más de la explotación colonial que venimos sufriendo. Por otra parte, el sistema colonial ayudado por la burguesía y clases medias dependientes han venido desde siempre manteniendo una campaña continuada, aunque de manera más solapada de denigración del resto de la sociedad canaria, socavando su autoestima con mensajes subliminales y degradantes, hasta el punto que determinados medios de comunicación sociales se permiten el descaro de emitir conceptos ofensivos y denigrantes para el pueblo canario, desde la audacia y seguridad de la impunidad, que les proporciona el hecho de saberse parte importante en el sostenimiento del sistema colonial como dueños de las islas, por lo menos de momento.

 

   La situación en que se encuentra la sociedad canaria en la actualidad en cuanto a la subestima de que es víctima como consecuencia de la continua manipulación económica, cultural, moral y religiosa de que hemos venido siendo objeto por parte de los poderes fácticos durante el largo periodo de colonización, está estudiado y acertadamente expuesto en varios artículos periodísticos desarrollado por el citado profesor titular de Psicología de la Universidad de La Laguna Cho Rukaden n Teguize Areukas (D. José Tomás Bethencourt Benítez), titulado “La Independencia de Canarias para la liberación psicológica de nuestro pueblo”, a quien agradezco que me haya permitido reproducir dicho artículo para una mejor comprensión por parte del lector de la situación que hemos descrito:

 

   «Es bien sabido que los pueblos que han sido conquistados y colonizados, se caracterizan psicológicamente por una serie de rasgos personales y pauta de comportamiento, que pueden ser agrupadas dentro de la etiqueta “síndrome del colonizado”.

   Existen varios trabajos en los que se analizan las características psicológicas del pueblo canario. En tal sentido, citar “Psicología y vida del actual pueblo canario”, de Pedro Hernández (1978) en “Natura y cultura de la Islas Canaria ””, “Psicología del hombre Canario”, de Manuel Alemán (1980), y “El canario, un producto de su historia”, de Juan Morales en “Canarias en el Actual Momento Histórico”. “Liberación psicológica en las naciones aún colonizadas: El caso de las Islas Canarias” y “Psicología Política”, del profesor titular de psicología de la Universidad de La Laguna José Tomás Bethencourt Benítez.

 

   En tales trabajos, se concuerda en señalar como características psicológicas del pueblo canario las siguientes: humor, dulzura, nobleza, humildad, tolerancia, paciencia, aguante, flexibilidad, pacifismo, desconfianza, miedo, servilismo, resignación, odio solapado, apatía, desinterés, indiferencia, egocentrismo, hipocondriasis, etc...

 

   Asimismo, parece existir acuerdo en señalar como rasgo destacable y bastante difinitorio de la forma de ser del pueblo canario “su complejo de inferioridad”, esto es, la tendencia a infravalorarse, a considerar como superior a todo lo foráneo por el mero hecho de no pertenecer a su entorno. Esta subestimación de sí mismo y hasta cierto punto auto desprecio, es uno de los elementos más típicos de esa personalidad propia de los pueblos colonizados.

 

   En los trabajos antes aludidos, se coincide en indicar que la personalidad del pueblo canario es inmadura y que se hace necesario un esfuerzo de superación de ciertos rasgos marcadamente negativos. Ahora bien, a mi juicio, no se ha ahondado suficientemente en cual podría ser el proceso a seguir, para lograr esa recuperación,  maduración, o liberación psicológica.

 

   Los trabajos hasta ahora se han centrado sobre todo en un análisis y descripciones de la psicológia del pueblo canario, pero poco han apuntado sobre posibles alternativas a la situación actual. El trabajo de Manuel Alemán se centra en ofrecer una solución eminentemente psicológicista, es decir, propone iniciar un proceso psicoterapéutico y educativo a gran escala, que permita mejorar la situación presente. Por el contrario el ensayo de Juan Morales aporta una perspectiva distinta, y es la de ligar el desarrollo psicológico con condicionantes políticos, administrativos y económicos.

 

   El pueblo canario como cualquier pueblo, es un producto de su historia. En tal sentido, la conquista y colonización han supuesto un proceso objetivo y obligado de mestizaje,  por la convergencia y fundición de la cultura aborigen y foránea. En este proceso de mestizaje, a pesar de que la política colonial ejercida por España ha tratado de negar toda importancia o pervivencia de lo autóctono, hay que reconocer, y así lo acreditan varios estudios, que tanto cultural como biológicamente lo aborigen, lo prehispánico y lo guanche poseen un peso específico muy considerable en esa mezcla que se genera y que ha dado lugar al actual pueblo canario.

 

   Asimismo, la conquista y la colonización también han supuesto un proceso subjetivo mediante el cual se enfatiza aquella parte de la mezcla (guanche o europea) con la que uno se siente más identificado. Por tanto, nuestra naturaleza subjetiva como pueblo es la típica del mestizaje, pero nuestra naturaleza objetiva está más próxima a lo prehispánico o a lo hispánico.

 

   En cierta parte del pueblo canario se ha producido una identificación con los conquistados (guanches), mientras que en otra parte del pueblo la identificación se ha hecho con los conquistadores (castellanos o europeos en general). El reconocimiento que haga el pueblo canario, de que sus ancestros se sitúan en uno u otro bando de la contienda que tuvo lugar durante la conquista determina una cierta psicología. Estos dos tipos de identificación nos pueden ayudar a comprender las distintas actitudes que suelen convivir en el pueblo canario respecto a sí mismo y a su futuro como pueblo y respecto a otros pueblos.

 

   OPCIONES POLÍTICAS

   Una clara manifestación en lo político, de ese doble proceso de identificación, se encuentran en las distintas opciones políticas que se defienden para que Canarias. De un lado tenemos a los autonomistas que se auto titulan nacionalistas se sienten plenamente españoles y europeos, defendiendo por tanto un “desarrollo” político y económico, estrechamente ligado y siempre tutelado por España y Europa. Por otro lado, nos encontramos los verdaderos nacionalistas los independentistas que nos sentimos más canarios que ninguna otra cosa, y que subrayamos la necesidad de ahondar en la identidad de lo canario, postulando en consecuencia un desarrollo profundamente  independiente en lo político, social, cultural, económico y espiritual. Es preciso señalar, que en base a datos sociológicos de los que se dispone, existe una relación entre tipo de identificación y clase social, esto es, en la burguesía canaria la identificación se ha producido fundamentalmente con el vencedor, mientras que en la clase trabajadora canaria la identificación  es con el vencido, es decir con el pueblo sojuzgado.

 

   Una identificación con el conquistado, lógicamente lleva a una psicología caracterizada precisamente por esa “inferiorización”, por el pesimismo, por la resignación ante una fuerza superior e invencible, por la ira reprimida y en definitiva por una moral de derrota. Para esta parte del pueblo canario, que vive conciente o inconscientemente tal tipo de identificación, no cabe duda que la superación de tal situación humillante sólo pasa por la recuperación de la libertad y la independencia como pueblo y con ello la dignidad nacional canaria.

 

   El tipo de identificación que se haga es tan importante, que España durante sus cinco siglos de dominación colonial, consciente de ello, ha evitado a toda costa que el pueblo conociera su propia historia y pudiera identificarse con sus verdaderos antepasados los guanches. Aún en la actualidad, los escolares canarios continúan sin conocer y estudiar la vida pasada de los guanches. Lo que fue el largo proceso de la invasión y conquista militar y violenta, y lo que supuso posteriormente la esclavitud,  sometimiento y colonización. España es tan consciente de lo tremendamente peligroso que representaría para su dominio y explotación colonial de estas islas, tal proceso generalizado de identificación, que siempre estará dispuesta a reprimir brutalmente cualquier intento serio que se trate de hacer en esa línea. Por tanto, para esa parte mayoritaria del pueblo canario que nos sentimos identificados con nuestros ancestros aborígenes, hay que decir, que es preciso seguir profundizando en ese proceso de identificación, que la superación de ese secular “complejo de inferioridad” como pueblo y que la maduración psicológica de todos nosotros, en tanto grupo humano diferenciado de otros grupos, sólo será posible en conjunción con una verdadera lucha por recuperar nuestra independencia como pueblo.

 

   En la medida que el pueblo protagonice un verdadero proceso de lucha para conseguir de Canarias un Estado libre, independiente y soberano, ello derivará en efectos psicológicos positivos. Ese proceso de conquista de la independencia dará al pueblo canario la oportunidad de recuperar su orgullo y dignidad como pueblo. Sólo la derrota del conquistador, es decir, la quiebra total del sistema colonial español de dominación, podrá hacer que el pueblo canario vuelva a tener confianza en sí mismo, en su capacidad para auto dirigirse, sin necesidad ya de más paternalismos, dirigismos ni tutelas.

 

   Por eso, en definitiva, yo defiendo que para la liberación psicológica del pueblo canario, es preciso la independencia conquistada y no otorgada o regalada”.

 

   No cabe duda de que la situación religiosa y cultural que conforma la idiosincrasia del moderno pueblo canario, tiene sus raíces a mi juicio en tres aspectos concretos que han modelado durante centurias la forma de ser, de pensar y de sentir  de la actual sociedad canaria: las raíces ancestrales, la pérdida de la libertad y la cultura ajena impuesta. Estos tres aspectos básicos son los siguientes:

 

    a)   La pérdida de la libertad de la Patria ante un enemigo muy superior en capacidad armamentística, produjo en la mayor parte del pueblo guanche, un sentimiento de impotencia, de aversión y de odio solado hacía el cruel invasor, de tal magnitud, que ni siquiera sus profundas convicciones religiosas y amor a la Diosa-Madre , sutilmente aprovechado por los frailes europeos consiguieron menguar, especialmente conforme los bárbaros conquistadores iban haciendo alardes de desprecio de la cultura guanche, destruyendo de manera inmisericorde las ancestrales instituciones cívicas y religiosas de la sociedad guanche, humillando cada vez más el honor y orgullo del pueblo mazigio dominado. Esta situación de sometimiento forzado, hizo que el guanche crease mecanismos psicológicos de autodefensa, adoptando actitudes de aparente servilismo ante el invasor para poder conservar la cabeza sobre los hombros. Este sentimiento de rechazo hacía el invasor es tan profundo que de alguna manera ha llegado a convertirse en genético, de tal manera que, cuando un canario está frente a un español, no puede evitar – aún involuntariamente- dar riendas sueltas a sus sentimientos de ancestral orgullo herido y humillado, y no duda en poner de manifiesto el rechazo que éste le produce, aún bajo una máscara de aparente amabilidad.

 

         b) Desde los inicios de la conquista y colonización de América, los canarios fuimos obligados a participar en la misma bajo la bota del imperialista español. Esta temprana presencia del guanche en América está ampliamente subrayada por la presencia en la toponimia americana de innumerables nombres de lugares de nuestras islas, así como una considerable presencia de nombres y apellidos guanches aún hoy vigentes en diversas naciones de América.

 

   En épocas posteriores los canarios fuimos objetos de intercambio por parte de la corona española, la cual permitía a la burguesía y estamentos dominantes canarios la exportación a las colonias de América de determinadas toneladas de mercancías (vinos, cueros y quesos especialmente) a cambio de que un determinado número de familias canarias marcharan de manera obligada a poblar ciertos enclaves de las colonias españolas, así comenzó de manera solapada un segunda razzia de esclavos canarios para sustentar la voraz y siempre deficiente economía española, a cambio de lo que en esta nación llamamos el tributo de sangre.

 

   Cuando los descendientes de los conquistadores y colonizadores españoles decidieron sacudirse el yugo de la “madre patria,” para explotar por sí mismos los recursos que venía explotando la Metrópolis , de nuevo fuimos los canarios utilizados como carne de cañón en las guerras de las independencias de América, en esas ocasiones afloró de nuevo el sentimiento antiespañol de los canarios, la mayoría de éstos tanto los que fueron reclutados en las islas, como los que residían en aquellos países como agricultores o artesanos, no dudaron en tomar partido a favor de los pueblos oprimidos, llegando muchos de ellos a alcanzar el grado de general en los ejércitos libertadores. Es un hecho conocido el adagio de que no hay peor cuña que la del mismo palo, así los descendientes de los colonizadores una vez alcanzada la independencia de las colonias, pronto olvidaron las altisonantes llamadas patrióticas y las promesas de libertad e igualdad, sustituyendo a sus antiguos amos en la depredación territorial, en la opresión,  esclavización y desprecio de los indígenas, auténticos y únicos dueños de las tierras por la que lucharon los canarios.

 

   Conseguida la libertad política por los países americanos, algunos de éstos pasaron a depender económicamente de otras potencias, éstas como es natural en toda política capitalista e imperialista potenciaron la extracción de los recursos naturales en diferentes regiones del continente sudamericano. Aquí entramos de nuevo los canarios como mano de obra barata semi esclava, determinados sectores de las burguesías criollas especialmente en Cuba, Venezuela, Argentina y Perú, llegaron a acuerdos comerciales con determinados sectores burgueses canarios para que éstos les suministraran mano de obra blanca semi esclava con destino a los ingenios azucareros, plantaciones de tabaco, y explotaciones ganaderas, en Cuba además los canarios con los chinos fuimos la mano de obra a bajo coste para la construcción del ferrocarril La Habana-Guines , financiado  por los ingleses. Innumerables familias campesinas canarias fueron reclutadas  con falsas promesas presentándoles las mafias operadoras locales unas perspectivas de asentamiento y económicas que eran muy sugestivas para una población famélica como la canaria que por esas fechas atravesaba otro de los habituales ciclos de pobreza y hambrunas a que la administración colonial española nos tenía habituado. Así muchas familias canarias cayeron ante éstos cantos de Sirena y malvendieron o hipotecaron sus viviendas y pequeños trozos de terrenos para emprender otra nueva aventura en busca de un mejor bienestar, la mayoría de ellas sucumbieron en el intento, y sus modestas propiedades pasaron a engrosar los latifundios de los usureros y caciques locales.

 

    En época más reciente, otro ciclo de miseria nos obliga a emigrar, en esta ocasión además con la agravante de las persecuciones políticas, situación ésta que es crónica en el pueblo canario por obra y gracia de la administración colonial, pero que en esta ocasión se efectuaba de manera más abierta y con la colaboración de determinado elementos canarios al servicio del fascismo local. Así durante la primera parte del pasado siglo XX, miles de canarios nos vimos obligados a arriesgar la vida en frágiles y desvencijadas embarcaciones de velas para tratar de arribar de nuevo a América, en busca de un pedazo de pan para nosotros y nuestras familias, y de una libertad durante siglos ansiada y siempre negada por quienes sujetan nuestras cadenas.

 

   La desigual y sangrienta conquista de que fuimos objeto supuso la brutal imposición de una cultura y una lengua extranjera. La natural inteligencia del canario, pronto le hizo comprender que para sobrevivir como individuo y como pueblo, debía plegarse (por lo menos aparentemente) a las exigencias del colonizador, por tanto, una parte de las clases dominantes o nobles del pueblo guanche, tanto los que desde un principio aceptaron la presencia de los europeos como los que se opusieron a la misma con las armas, acabaron por aceptar una política de hechos consumados con tal de conservar sus privilegios de clase, esta clase privilegiada, fue de alguna manera interesadamente distinguida por los conquistadores para a través de ella influir en el resto del pueblo guanche insumiso que aún muchos años después de dada por conquistada las islas, continuaban (y de diferente manera continuamos) alzados sosteniendo una guerra de guerrillas contra los invasores. Fue así como los colonizadores lograron en poco tiempo erradicar la ancestral lengua guanche, destruyendo en parte un valioso tesoro língüístico de la humanidad, e imponer una de sus lenguas, en este caso el castellano, lengua que posteriormente pasaría a ser la oficial del estado español. Con ésta lengua, los canarios modernos nos entendemos no sólo con los españoles, sino con el resto del mundo denominado hispano, por otra parte, nos ha servido  para asimilar la denominada cultura occidental o de la hamburguesa y la Coca Cola de la que tan impregnada está la sociedad europea y que a través del castellano ha ido penetrando en nuestras costumbres y conformando parte de nuestro actual acervo cultural, especialmente entre un sector importante el de las nuevas generaciones de canarios, por las que el sistema se ha preocupado de mantener sus mentes ocupadas mediante los llamados medios de comunicación social y por supuestos conciertos, bodrios musicales y  tolerando la circulación de determinadas sustancias espirituosas que va afectando paulatinamente la capacidad de pensar de nuestros jóvenes, y  por consiguiente, les va anulando la posibilidad de que Imiten a sus pasados y se vuelvan reivindicativos.

 

   Lo expuesto es un brevísimo resumen de las causas que han ido conformando la personalidad del moderno pueblo canario, el cual, a pesar de los siglos de opresión que ha venido sufriendo, y a pesar de la interminable cadena de desgracias que le han sido infligidas, ha sabido quizás como ningún otro, conservar altiva su frente y mirar cara a cara al invasor y hacer que este, a pesar de su ingente poderío, se sienta pequeño pues sabe que ante sí tiene a un pueblo dominado, pero no vencido, y que le desafía con orgullo y dignidad. 

   Así pues tenemos que:

 

   Las raíces ancestrales y genéticas del pueblo canario son de origen africano.

 

   La forma de ser y de sentir del pueblo canario es de corte sudamericano, por lo que el canario se  identifica más con un cubano, argentino o venezolano, que con un extremeño, gallego, andaluz o castellano.

 

   La cultura cotidiana (de convivencia con los otros), es de corte occidental-europeo, y la lengua de comunicación es la castellana, aunque canarizada.

 

 

* Separata del libro inédito LA DIOSA MADRE EN LAS ISLAS CANARIAS  

de Eduardo Pedro García Rodríguez.

CAPITULO-XIX  

 

Septiembre de 2013.  

 

----» Continuará

 

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